05. Tinta
Harry
—¿Te gusta esta camiseta? —pregunta Megan.
—No —respondo de inmediato. —Es roja y creo que me voy a quedar ciego si la sigo mirando.
Megan rueda los ojos y deja la prenda en su lugar.
—Bueno... ¿Qué tal esta? —sube una de color azul y niego —Pero ¿qué tiene de malo?
—Es azul —frunzo el ceño —¿Qué parte de que solo quiero camisetas negras no te quedó clara?
—¿Te morirás el día que intentes darle un cambio a tu estética de chico malo? —refunfuña y deja la camiseta en su lugar.
—Probablemente sí. —asiento con una media sonrisa. —Por favor, Megan ya deja de dar tantas vueltas, sabes que odio muchísimo estar en lugares como estos —me masajeo la sien —¿Ves? Ya me está dando dolor de cabeza.
—Eres un alérgico a la vida y al parecer a los colores... —se burla y seguido señala la sección al final del pasillo donde nos encontramos —Vamos, he visto tu mina de oro por allá —dice.
Efectivamente, es una mina de oro, todo en esta sección de ropa es color negro. Sin perder mucho tiempo comienzo a tomar camisetas y franelas de mi talla y las arrojo a mi canasta de compras, busco también y par de shorts deportivos de material ligero ya que pienso pasar ratos en el gimnasio del edificio. Agrego a la canasta un par de medias y cajas de bóxeres.
—Creo que lo único que me hace falta es-
—Un par de jeans y más zapatillas —completa Megan interrumpiéndome.
—Sí —asiento.
—De acuerdo —mira para otro lado —Creo que, saliendo de aquí, quizás a tres tiendas de distancia se encuentra el local de Vans —comenta —Podemos buscar las zapatillas ahí, pero los jeans...
—No —niego de inmediato. Su cara me dice que me hará caminar —No voy a recorrer todo este puto centro comercial para comprar jeans.
—¡Harry! —gruñe. —Deja de ser tan cabrón, no te matará buscar pantalones de calidad, debemos conseguirlos en una buena tienda.
Miro a Megan de forma seria y ella a mi de la misma manera, creo que si quiero salir de esto rápido es mejor dejar de pelear y buscar los estúpidos pantalones. No miento cuando digo que ya me está comenzando a doler la cabeza, hay demasiadas personas a mi alrededor y eso me desespera. ¡Maldito Los Ángeles y todos sus habitantes por salir a la misma vez a abarrotar el centro comercial!
—De acuerdo, ¡Jesús! —accedo de mala gana. Me giro y avanzo para buscar una caja disponible y pagar lo que he seleccionado.
—Eres un testarudo de mierda —murmura a mi espalda, pero su tono es burlón —A veces se me olvida que tienes un carácter muy jodido, ¿a quién mierda lo habrás sacado? Estoy segura de que ni el tío Oswald, ni la tía Oderay te criaron en un ambiente así de amargo.
—Ya cállate —murmuro de regreso sin mirarla.
❁❁❁
Luego de un rato logro conseguir todo lo que vine a buscar, incluso Megan terminó comprando un par de zapatillas. Creo que tengo la suficiente ropa para usar en mi indefinida estadía aquí.
Hacemos nuestra caminata a la salida del centro comercial, pero mi rostro es literalmente cegado por un letrero neón en la cima de la puerta de una tienda.
«Tattoo Shop LA»
Mi piel comienza a picar, hace meses que no me hago un tatuaje. Los colores verdes y rosa que iluminan las letras del nombre del lugar están incitándome a entrar. Volteo para ver a Megan, ella va muy sumida en la llamada telefónica que está teniendo con alguien desde hace poco más de cinco minutos. No le he puesto atención así que no sé con quien habla, supongo que deben ser cosas de trabajo ya que hoy también ha decidido faltar.
Detengo el paso al estar frente a la puerta del local, Megan se da cuenta que está avanzando sola y voltea a verme confundida. Señalo con mi cabeza el letrero del lugar, ella lo observa y arquea una ceja.
Baja el celular a su pecho cubriendo la pantalla y se me acerca.
—¿Quieres hacerte un tatuaje ahora? —indaga casi en un susurro —Creí que querías ir a casa. —subo los hombros despreocupado, ella asiente suspirando y sube el celular nuevamente a su oído —Sí, aquí estoy, tengo mala señal, pero como te seguía diciendo... La verdad no creo que la marca necesite publicidad en-
Dejo de escuchar lo que dice y decido empujar la puerta de cristal de la tienda con Megan siguiéndome, para mi sorpresa, el lugar no está lleno. Camino a la recepción donde una chica llena de tatuajes se encuentra texteando mientras mastica un chicle. Al estar frente a ella infla una burbuja color rosa y la explota cuando me ve.
—Bienvenido a Tattoo Shop LA, ¿tienes cita previa? —indaga en un tono aburrido.
—No —niego —¿Es ese un requerimiento?
La desconocida con cabello turquesa fuerte me mira de arriba abajo, no es que me incomode, pero por lo menos debería disimular que me está escudriñando de pies a cabeza.
—Supongo que es tu día de suerte, Elvis está disponible —dice y sonríe de lado.
—¿Quién es Elvis?
—El dueño del local —responde y seguido infla otra burbuja rosa con su chicle.
—De acuerdo —asiento y volteo a ver a Megan. No está muy lejos, pero todavía se encuentra hablando por celular.
—¿Ella es tu novia? —pregunta la chica cuando explota la burbuja y giro a verla. También me está extendiendo una tabla con un pequeño formulario que debo llenar con mis datos.
—No —respondo y dejo caer las bolsas de compras a mis pies para tomar el bolígrafo y la tabla.
—Entonces es mi día de suerte —comenta de forma coqueta y yo sonrío de lado ante su gran seguridad. Tiene el ego alto, eso me agrada.
—No te pases de lista —susurro mientras escribo mi nombre y apellido en el formulario —No es mi novia, pero eso no significa que no es capaz de sacarte un ojo si te ve coqueteando conmigo, deberías detenerte.
—Me sé defender, no solo soy una cara bonita —me susurra de regreso en un tono muy provocador.
—¡Ja! —es todo lo que digo.
Megan es una asesina entrenada y ella una chica que quiere tentar a su suerte. Es mejor que la ignore, odiaría tener que pagar por daños al local y el funeral de alguien el día de hoy.
Termino de escribir mis dados y le regreso la tabla con el formulario lleno.
—Ven conmigo, guapo —me guiña el ojo y sale de detrás del mostrador. —Te llevaré con Elvis.
''Que locas están las californianas...''
Recojo mis bolsas de compras y le lanzo un silbido a Megan para que me ponga atención. Señalo con mi cabeza en dirección a la chica de muchos tatuajes y cabello turquesa y mi amiga asiente para proceder a seguirnos.
Atravesamos un pasillo iluminado con luces neón y cuadros con diseños extraños hasta llegar a una de las muchas puertas. La chica abre y se adentra al pequeño cuarto donde un hombre de quizás unos treinta y tantos con barba, piercings en las cejas y muchos tatuajes coloridos en los brazos se encuentra dibujando en una libreta de páginas blancas.
—Elvis, tienes un cliente, no tiene cita previa, pero según la agenda estás disponible estas dos horas.
El hombre sonríe sin mostrar los dientes.
—Qué suerte ha tenido —dice. Su voz es rasposa y gruesa.
—Eso mismo le he dicho yo —replica ella y pasa una mano por mis hombros acariciándome. Veo como Megan lo nota y frunce el ceño en confusión, pero como aun está con su llamada no comenta nada.
—De acuerdo, yo me encargo desde aquí —Elvis le hace una seña a la chica para que salga —Gracias, Raquel, vuelve a la recepción.
''Sí, Raquel. Deja de tocarme y vete a tu puesto de trabajo...''
Megan la fulmina con la mirada hasta que Raquel sale y cierra la puerta.
—Cálmate —le susurro y veo que hay un par de sillas pegadas a la pared así que pongo las bolsas de compras y tomo a Megan de los hombros guiándola para que se siente.
—¿Quién diablos se cree esa-
—Cálmate —repito interrumpiéndola. Me giro y estiro mi mano derecha en dirección al tatuador. —Harry —le digo cuando acepta mi mano en un breve saludo.
—Elvis —responde —¿En que te puedo ayudar esta tarde, Harry?
—Honestamente no he venido con una idea, solo tengo ganas de plasmar algo, hace rato no me hago un tatuaje.
Elvis le da una rápida mirada a mis brazos y manos, quizás viendo cual es mi estilo.
—Tengo muchos bocetos, veo que te gustan los diseños medianos, puede que uno de estos te guste —se levanta de su silla y va a una pila de libretas en una mesa de la esquina, cuando se gira a verme me extiende tres. —¿Seguro que no tienes algo particular en mente? —indaga cuando ha vuelto a sentarse. Yo niego y tomo asiento en la silla frente a él y abro la primera libreta.
Son bastante buenos, pero ninguno llama mi atención. Abro la segunda libreta y veo que son animales, paso de leones, tigres y perros, mi mano se congela cuando llego al boceto de un pingüino.
''Eylen... ''
Hago una mueca al sentir el vuelco en mi corazón.
''—Son demasiado lindos para ser reales. —murmura —¿Puedes creer que sólo encuentran una sola pareja? Los humanos deberíamos aprender de ellos.
—Pues, en ocasiones, querida Eylen, hay que besar muchas pingüinas incorrectas, para encontrar la indicada.
Eylen se ríe por lo bajo y gira para verme a los ojos. Que pendejo me trae esta chica, su risa me da años de vida.
—¿Eso que significa? —ladea la cabeza luciendo más tierna de lo que ya es —¿Acaso usas una metáfora, ya usada con otro tipo de animal, para identificarte?
—No. —respondo seriamente —Solo te estaba tirando una indirecta.
—Ayúdame un poco, ¿quieres? No te entiendo —sonríe nerviosa.
—Somos jóvenes y es en esta etapa cuando todo en nuestras vidas pasa volando. Tenemos suerte si algo permanece constante a lo largo de los meses, y tú, Eylen, eres mi constante justo ahora y no quiero que eso cambie. No somos pingüinos, antes de ti hubo muchas, pero me gustaría seguir el ejemplo de ellos y pasar el resto de mi vida contigo.''
Vuelvo en mi cuando Elvis carraspea llamando mi atención. Trago el nudo en mi garganta y dejo de mirar el dibujo para tenderle la libreta.
—Me gusta este —le digo.
—Un pingüino —dice al ver el boceto —De acuerdo, ¿en que área?
—En la espalda —respondo —Quiero que sea de unos diez centímetros de alto y lo plasmes en el centro a unos tres centímetros de distancia por debajo del nombre de mi madre. —me pongo de pie y me quito la camiseta para que Elvis pueda ver.
—Perfecto, —Elvis sonríe —Empecemos con esto.
La siguiente hora y media me la paso acostado sobre la silla de tatuajes sintiendo la aguja y la tinta deslizándose por mi espalda. El dolor es de cierto modo satisfactorio. Megan está de pie a mi lado viendo como Elvis hace su trabajo. Estiro mi mano a una de sus piernas y le doy un toquecito de forma rápida.
—Deja de distraer al hombre —le digo cuando casí me da una patada por lo que he hecho.
—No lo estoy distrayendo, solo quiero ver como está quedando —dice ella y seguido escucho un clic.
—¡Para de tomarme fotos! —gruño fastidiado ya que no ha dejado de hacerlo, pero como estoy acostado boca abajo no puedo arrebatarle el celular.
Elvis se ríe y el sonido de la aguja se detiene. Siento como pasa el pañuelo por mi espalda seguramente quitando el exceso de tinta.
—¡Vaya! de hecho, no lo odio, ha quedado genial —comenta Megan y seguido escucho otro clic. Ruedo los ojos y me levanto lentamente cuando Elvis me dice que ya ha terminado.
Me pasa un espejo de mano de gran tamaño y me dice que puedo ponerme de espalda frente al espejo grande que está en la pared a mi costado para que pueda ver el resultado. Sin hesitar lo hago y sonrío complacido con el resultado cuando veo que ha quedado excelente y debajo del nombre de mi mamá se ve muy bien. Elvis tiene talento, de eso no hay duda.
Cuando estoy por expresar mi agradecimiento la puerta se abre, siendo Raquel la que se adentra al lugar. Su mirada rápidamente va a mí y seguido baja a mis abdominales.
—Uf, de repente siento calor —suelta la chica y sonríe de forma coqueta. Elvis carraspea llamando su atención haciendo que reaccione y eso hace —Oh... jefe, ha llegado el paquete de agujas que pidió, ¿quiere que las reparta en los salones o usted lo hará?, Jonah dice que necesita un par más...
—Puedes hacerlo, Raquel, no tengo problema con eso —le responde Elvis.
—Claro —susurra y me guiña el ojo antes de salir.
Veo como Megan da un paso al frente con intenciones de caerle encima, pero Raquel sale de la habitación sin siquiera notar que mi amiga estuvo a punto de lanzarle un golpe.
—Elvis —llamo al hombre —Estoy fascinado, el tatuaje quedó excelente —le digo.
—Me alegra oír eso, Harry —sonríe y nuevamente nos estrechamos la mano.
Seguido me vuelvo a sentar en la silla para que Elvis ponga el plástico sobre la nueva adición a mi piel y yo pueda volver a ponerme mi camiseta. Saco mi billetera y pago en efectivo directamente a Elvis porque no quiero tener una conversación con Raquel a la salida, pero cuando estoy pagando ella vuelve a entrar a la habitación.
—Jefe, espero que no le moleste que haya traído un refresco a nuestro cliente. —dice y yo me giro a verla con el ceño fruncido.
En su mano efectivamente trae una lata de soda, Elvis la mira de forma confusa y Megan le arrebata la lata de un solo tirón.
—Elvis, deberías controlar a tus empleados —le dice Megan en un tono amenazador y arroja la lata al suelo.
Sonrío de lado y tomo mi camiseta para ponérmela mientras escucho como el hombre responde.
—¿Ah?
—Yo espero no volver aquí, pero si lo hago puede que sea por Harry... —continua Megan cuando ya puedo verla nuevamente y mi camiseta esta puesta en su lugar. De forma rápida envuelve su mano derecha en el cabello turquesa de la recepcionista y tira de ella por su nuca. La chica suelta un grito ahogado y yo aprieto mis labios para no reír —No quiero que perras como esta estén coqueteándole descaradamente a mi amigo, ¿de acuerdo, Elvis?
—¿Podrías soltarla? —pide el hombre con preocupación y Megan suelta a la chica de forma brusca prácticamente empujándola hacia su jefe que la atrapa por los hombros —Gracias, no volverá a pasar —le promete a mi amiga y ella sonríe satisfecha con esa respuesta.
Saco de mi billetera un billete de cien, sé que ya he pagado, pero en serio me ha gustado el tatuaje y sé que antes de regresar a Chicago debo pasar a hacerme otro, así que no quiero tener una guerra con el tipo.
—Lamento todo esto, pero desde que llegué le advertí a esta chica que dejara de intentar coquetearme. —le digo a Elvis, pero no borro la sonrisa de mi rostro cuando le extiendo el billete —Acepta esta propina, de verdad he amado el tatuaje y espero volver otro día.
Elvis suelta a su recepcionista y dejando salir un suspiro acepta el billete y sonríe de lado.
Tomo las bolsas de compras con una mano y con la otra sostengo el brazo de Megan para sacarla de la habitación y salir del local.
—¿Me pasé? —pregunta a punto de reír cuando estamos afuera y en dirección a los estacionamientos.
—No, para nada, —respondo con sarcasmo —Casi le partes la nuca en dos, pero no te pasaste.
—Uy, que alivio —dice igual de sarcástica.
Nos reímos y subimos al auto de Megan para hacer nuestro camino de regreso al departamento.
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