03. La cuidad del verano infinito
Harry
Escucho el sonido de la puerta siendo abierta y seguido la habitación donde me estoy quedando se ilumina por completo. Gruño ante la molestia de ser despertado. De ahora en adelante le pondré seguro a la puerta antes de dormir.
—¡Hora de levantarse!
—¿¡Qué mierda te pasa?! —respondo de regreso sin abrir mis ojos. Hace demasiado calor y ella abre las cortinas, está loca.
—No sé cómo estabas lidiando con tu depresión cuándo estabas solo, pero aquí no te vas a encerrar a llorar como idiota y dormir todo el día.
Me llevo las manos al rostro, Megan es una imbécil, ¿por qué no puede dejarme dormir en paz?
—Ugh —es todo lo que le digo y me doy la vuelta en la cama para abrazar una de las almohadas.
—¡Harry! —chilla.
Lo siguiente que siento es como comienza a jalarme un pie con fuerza y lentamente está arrastrándome al borde de la cama.
—¡Megan! —exclamo con enojo y esta vez tengo que abrir los ojos para verla. Ella me suelta y sonríe de lado.
Tiene sobre su cabeza un ridículo y enorme gorro color blanco de esos que las mujeres usan cuando van a la playa. Viste unos shorts del mismo color y cubriendo sus pechos solo lleva el top del traje de baño color rojo. Aunque mi amiga es bien proporcionada en esa área, sus pechos no son algo que me ponga caliente.
—Estás en Los Ángeles, cielo, hora de tomar algo de sol.
Niego de inmediato y me acomodo en la cama.
—No pienso ir a ningún lado, no tengo los putos ánimos para eso.
—¿Qué tengo que hacer para que puedas salir de esta habitación? —Megan suspira y acorta la distancia para sentarse junto a mí.
—No tienes que hacer nada, solo... Uh.
Genial, ni siquiera tengo fuerzas para terminar oraciones completas.
De forma rendida Megan se quita el gorro de la cabeza y pasa una mano por su rubio cabello peinándolo.
—Mi plan era ir a la playa, —dice mirándome —Pero si accedes ir a la piscina que tiene el edificio te juro que no te molesto más.
—Meg-
—No me gusta verte así —me interrumpe —De hecho, jamás te había visto así, por eso estoy preocupada.
Aparto la mirada de ella y observo el techo blanco de la habitación.
—¿Que voy a ganar yendo a la piscina?
—No sé, Harry, quizás algo de color, estás un poco pálido.
—Eso debe ser solo porque no he estado comiendo cosas decentes los últimos días. —respondo tranquilo.
—Eso lo puedo arreglar —comenta con algo de emoción y la observo nuevamente —Puedo cocinarte o podemos salir a comer a un buen restaurante. —me señala —Y si quieres sentirte mejor, el edificio también tiene un gimnasio. Podemos ir juntos a hacer algo de ejercicio.
Si no accedo a hacer alguna de las tres cosas que ha sugerido no me va a dejar en paz. No la culpo, es difícil que alguien llegue a decirle a Megan que no. Quizás yo sea la excepción, pero la rubia es muy persuasiva, siempre lo ha sido, desde pequeños ha sabido que decir cada vez que quiere algo y no se cansa hasta conseguirlo.
De cierta forma esa manera de ser le ha dado mucho éxito en la vida, así que lentamente me voy levantando de la cama y decido que un poco de agua no está del todo mal justo ahora.
No recuerdo la última vez que nadé en una piscina. Usualmente no tengo tiempo para hacer ese tipo de cosas cuando estoy libre.
—Muy bien, accedo ir a la piscina del edificio. —le aviso —Hace un calor infernal en este lugar.
Megan sonríe feliz y se levanta de la cama sosteniendo con ella su gorro blanco.
—Estas en Los Ángeles, querido amigo. —sonríe y camina hasta mi —Recuerda que aquí vivimos en un verano infinito.
Ruedo los ojos y rápidamente me quito la camiseta que usé para dormir ya que está sudada. Al estar expuesto siento de inmediato el metal frío de la cadena que cuelga de mi cuello justo por encima de mi pecho.
—De acuerdo —susurro y no se pasa inadvertida la mirada extraña de Megan sobre mis abdominales, así que frunzo el ceño y me giro para salir de la habitación —Vamos antes de que cambie de opinión. —le digo desde lejos.
"Joder, pero que calor hace en esta ciudad..."
❁❁❁
Nado a la orilla de la piscina y salgo escurriendo agua por todos lados, no hay muchas personas, solo una pareja de adolescentes y una madre con su niña pequeña.
Megan está sentada leyendo una revista y yo muevo su pie de la esquina de la silla donde se encuentra para sentarme.
—Necesito comprar ropa —le aviso. —Si bien en estos últimos días he comprado lo necesario, creo que ahora lamento mucho el haberme ido de Chicago sin nada.
Veo como deja la revista de lado y se quita las gafas de sol asintiendo en mi dirección.
—¿Cuánto tiempo planeas quedarte? —pregunta y rápidamente agrega: —No te estoy echando, solo quiero saber si tienes intenciones de volver a tu casa en días próximos.
Dejo de mirarla y volteo a ver a la piscina viendo como la niña ríe a carcajadas porque su madre le está salpicando agua de forma juguetona.
—Sé que eventualmente tengo que regresar, pero por ahora no tengo intenciones de hacerlo.
—Deberías encender tu celular y llamar a tu padre y Tokio —sugiere o demanda, la verdad no sé cuál sería la intención de ese comentario.
—Lo haré —asiento sin verla.
—¿Cuándo? —cuestiona —Necesitan oír de ti, han estado demasiado preocupados por tu desaparición. Ni siquiera quiero imaginar cómo debe estar la señora Snyder.
Ruedo los ojos y me pongo de pie para tomar la toalla en la silla reclinable de al lado y comenzar a quitar los rastros de agua que tengo sobre mi torso y cabello.
—Lo haré cuando tenga ganas, por el momento si quieres diles que estoy bien.
—Ja, —suelta con amargura —Ahora resulta que soy tu mensajera personal.
—Entonces no lo hagas, da igual —subo los hombros en un gesto despreocupado y cuelgo la toalla sobre mi nuca. —Necesito una ducha, subiré al departamento, creo que ha sido suficiente sol.
Megan se coloca las gafas, toma su revista y toalla en mano mientras asiente y también se pone de pie.
—De acuerdo, vamos.
Estando en el departamento cada uno se va en total silencio a su respectiva habitación.
Me quito lo que traigo puesto que es únicamente mi pantaloneta y bóxer y me introduzco a la ducha.
Al pasar jabón por mi cuerpo comienzo a pensar que debo encontrar algo por hacer en esta ciudad, es obvio que no regresaré a casa pronto y la idea de pasarme encerrado viendo el techo todos los días me hace sentir aún más miserable de lo que en verdad estoy.
Sí, estoy jodido y sí, mis ánimos para realizar cosas son extremadamente bajos, pero Megan tiene razón, estoy en Los Ángeles, la ciudad del verano infinito. De seguro hay mil y una cosas por hacer.
Cierro el grifo y salgo de la ducha envolviendo una nueva toalla seca a mi cintura. Me visto con unos jeans negros, y una camiseta holgada del mismo color solo que en el centro del pecho tiene estampado el logo del álbum 21st Century Breakdown de la banda Green Day.
Si me pongo una chaqueta moriré de calor, joder creo que lo único que extraño justo ahora de Chicago es su clima, no por gusto le llaman La ciudad de los vientos.
Salgo de la habitación cuando termino de atar los cordones de mis Vans y me encuentro a Megan en la cocina revolviendo algo en un sartén. El olor a pescado y limón llega de inmediato a mi nariz.
—Estoy haciendo filete de pescando a la naranja, creo que es lo más fácil y rápido que puedo preparar ahora —comenta cuando yo estoy abriendo el refrigerador para sacar la jarra de agua.
—De acuerdo —asiento —¿Con que lo acompañarás?
—Estaba pensando que con papas asadas y un poco de zanahorias y brócoli —responde.
Termino de servirme el agua en un vaso y giro a verla.
Está descalza y con un vestido veraniego que parece de andar en casa color gris, al igual que yo tiene el cabello húmedo.
—Está bien, puedo ayudarte con eso —digo cuando paso el agua por mi garganta y veo que los vegetales están a un costado —Solo necesito la tabla de picar, cuchillo y la bandeja para acomodar todo.
—Allí, allí y allí —señala en dirección a cada cosa que he solicitado y así comenzamos a trabajar.
No en silencio ya que Megan comienza a contarme cosas de su trabajo los siguientes minutos.
Cuando he terminado de acomodar todo, dejo la bandeja en el horno y lo enciendo.
—¿Te estas tomando días libres solo porque he llegado? —cuestiono y tomo asiento en una de las sillas altas de la isla. —No deberías hacerlo, sabes que estoy perfectamente bien y no necesito que me andes de niñera.
—No te ando de niñera —suelta de inmediato —Sólo han sido dos días, la compañía no se irá a la quiebra si la jefa de mercadeo se ausenta, allí hay más gente.
—No sé —canturreo con una sonrisa burlona —Quizás tú sientas que nada pase, pero como hijo de un empresario sé muy bien que sí tu madre o tu padre se enteran de que no estas yendo a Black and White Cosmetics te lleva el que te trajo —bromeo. En realidad, los padres de Megan son muy relajados, supongo que su espíritu californiano los hace personas alegres y llevaderas.
—Cómo no —sonríe negando y se gira para apagar la estufa.
Es extraño volver a reír y bromear cuando lo único que he hecho los últimos días ha sido ser un lamento andante. Supongo que después de todo un verano en Los Ángeles no es tan mala idea, el calor será el único precio que pagar, pero puedo lidiar con eso.
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