66. El cumpleaños pt. 2
Eylen
—¿Podemos salir? —pregunta París de forma fastidiada.
Creo que en vez de ser yo la que debe estar celosa, ella fue la que atrapó los sentimientos.
—Uh —Tokio sonríe —Podemos ir a la terraza trasera, ya saben con la fogata, como en los viejos tiempos.
—Ustedes vayan —el señor Oswald hace un gesto desdeñoso —Nosotros nos podemos quedar aquí —se señala a él, su esposa y la señora Snyder.
—Ajá —París se pone de pie y me toma de la mano —Vamos, Eylen.
Sin esperar una respuesta por mi parte me levanta. Apenas y puedo soltar el dulce y tomar mi bolso del respaldar ya que me jala sacándome de allí.
—Cálmate un poco ¿quieres? —me rio —Necesito mi brazo.
—Lo siento —dice y me suelta.
—¿Qué pasa? —cuestiono y acomodo mi bolso bien sobre mi hombro mientras caminamos por un pasillo enorme e iluminado.
—No sé —bufa —Es extraño tener a Megan cerca.
—Lo sé, pero no tienes porqué enojarte. Además, casi nunca está.
París no dice nada, en su lugar abre una puerta corrediza y quedamos en una hermosa terraza al aire libre.
—Whao —suelto.
Tiene sillones celestes formando un círculo y en el centro hay una fogata de cemento con madera lista para ser encendida.
Yo tomo asiento en el sofá mirando las estrellas y París comienza a prender fuego en la madera con un encendedor que había allí.
—Solíamos pasar mucho tiempo aquí cuando éramos unos adolescentes. Contemplábamos las estrellas junto al calor de la fogata. Nos quedábamos horas hablando tonterías hasta que mi tía Oderay venía y nos regañaba por quedarnos hasta muy noche —dice.
—¿Qué paso? ¿Se volvieron muy grandes para pasar tiempo juntos? —cuestiono con una sonrisa.
—Se puede decir que sí. Harry siempre está ocupado en sus asuntos, Tokio trabaja y yo estoy en la universidad.
—Es una lástima —susurro y observo el jardín.
Hay una piscina grande con sillas reclinables a sus costados. En otro extremo del jardín hay un sendero de flores blancas que guían a un gran roble y al notar la casa de madera en sus ramas me doy cuenta porque Harry y Megan no pudieron salir. Está bien alta y la escalera rota.
—Ese lugar quedó prohibido desde ese incidente —me explica París al notar que miraba el roble —La tía Oderay dijo que era muy peligroso y nadie volvió a subir.
—¿No pudieron solo arreglar la escalera? —inquiero. París sube los hombros.
La puerta corrediza se abre y vemos como Tokio se adentra al lugar con dos vasos de cristal. Se sienta al lado de París ofreciéndole el trago y pasa su brazo libre por el respaldar del sofá subiendo la mirada al cielo.
—La familiaridad de este lugar siempre será de mis favoritos —dice él sin dejar de ver las estrellas.
Paris sonríe y se lleva el vaso a los labios para beber del contenido.
La puerta se vuelve a abrir y esta vez es Megan. Trae un vaso de cristal idéntico al de los hermanos Snyder en una mano y su celular en la otra. Me sonríe de lado antes de sentarse a una distancia marcada. Se cruza de piernas mientras revisa su celular en silencio.
—Te traje esto —la voz de Harry hace que deje de ver a su amiga y lo mire frente a mí. En sus manos trae mi cardigan —Está un poco frío aquí.
Lo miro con ternura y me pongo de pie. Al intentar quitárselo niega y en silencio lo sube para ayudar a ponérmelo. Me giro para quedar frente a él.
—Gracias —susurro.
Harry muerde su labio inferior y pasa una mano por mi mejilla.
—De nada —susurra de regreso y se aparta para poder sentarse donde yo estaba.
Al querer tomar lugar junto a él lleva sus manos a mi cintura y en un rápido movimiento me acomoda sobre sus piernas. Me río sin poder evitarlo y paso uno de mis brazos por su hombro.
París deja salir un suspiro dramático que hace que Harry, Megan y yo pongamos la atención en ella
—Me siento tan soltera cuando ustedes andan regando azúcar por allí —dice y hace un puchero.
—Tú no necesitas novio —responde Tokio rápidamente y la rodea por los hombros con su brazo libre —Lo siento, pero aún no tienes edad para eso.
París abre la boca ofendida y Harry ríe por lo bajo.
—¿Disculpa? ¿Quieres que te recuerde quien cumplió 21 años el pasado 19 de abril?
—Para mí siempre tendrás quince.
—Para mí también. —le dice Harry de forma seria. —Para que tengas novio primero debe pasar por la prueba de fuego.
—¿Cuál es? —cuestiono curiosa.
—Tener una conversación conmigo y Harry —responde Tokio.
—Estos dos me han espantado más pretendientes de los que puedes imaginar —me dice París.
Yo miro a Harry y arqueo una ceja.
—Es como mi hermana menor —me dice y sube los hombros despreocupado —No cualquier idiota a va a meterse en su vida sin antes ser evaluado.
—Son tan exagerados —comenta Megan y baja la mirada nuevamente a su celular para seguir en lo suyo.
París y Tokio se sumergen en su propia conversación mientras Harry traza círculos imaginarios con su dedo índice sobre mis muslos. La sensación de sus dedos contra mi piel y el sonido de la leña siendo consumida por el fuego se sienten como una sola.
Beso su frente. Creo que es la primera vez que lo hago.
—No he podido darte el obsequio que te compré —susurro.
Harry sube los ojos para verme y deja sus manos quietas.
—¿Ah sí? —dice.
—Es pequeño —suspiro —No sé, quizás ni te guste, pero-
—Dámelo —pide —No puedes decir que no me gusta si no me lo has entregado.
Hago una mueca y alejo mi brazo de su hombro para tomar mi bolso a un costado de él. Bajo su mirada curiosa saco la pequeña cajita y la sostengo en mis manos.
—Oh —dice con una sonrisa y toma la pequeña nota que está pegada a la cajita —¿Y esto que es? —pregunta juguetón. Subo los hombros sintiendo mis mejillas arder al verlo leer lo que escribí en ella.
«Oh, angel sent from up above
You know you make my world light upWhen I was down, when I was hurtYou came to lift me up»
Harry me regala una sonrisa y me deja un beso corto en mis labios.
—Es-
—Hymn for the weekend de Coldplay —me interrumpe y asiente —Lo sé.
Sonrío sin poder evitarlo —No creí que lo recordaras.
—¿Recuerdas que me acusaste de estar mirándote y me hice el desentendido negando rotundamente ese hecho?
—Sí, dijiste que solo lo hacías porque estaba bailando mal.
—Te mentí —sonríe de lado —Si te estaba viendo y no porque bailabas mal, eso era lo que menos noté. Te estaba viendo porque de todas las caras en ese lugar la tuya fue la única que resaltó para mi entre la multitud.
—Ay —hago un puchero.
—Nena, sabes que haces que mi mundo se ilumine —susurra sobre mis labios.
Asiento y le doy la cajita para que la abra. Noto que Megan está observando a Harry abrir mi regalo siendo la única poniendo atención a nosotros ya que los hermanos Snyder siguen muy sumidos en su conversación.
La ignoro. Este momento es nuestro, así que bajo la mirada para ver como Harry saca la cadena y con una sonrisa gigante la levanta viendo el caballito de mar plateado que cuelga al final de la cadena.
Es bastante varonil, cuando imaginé comprarle una cadena con un caballito de mar la idea de que luciera femenina me asustó, pero cuando la vi, esa idea quedó descartada.
—Tiene una inscripción —le digo —Mira —señalo la parte de atrás del caballito.
«Eres mi constante»
—Me encanta —dice y une sus labios a los míos nuevamente. Mis manos van a sus mejillas disfrutando el roce de nuestras respiraciones y el latir feliz de mi corazón. —Pónmela —pide al separarnos —asiento y tomo la cadena para poder unir el seguro en la parte de atrás. —No me la voy a quitar nunca —asegura cuando ya está colgando de su pecho.
—Whao —dice París y ponemos nuestra atención en ella —Que bonita cadena —dice. —Tienes buen gusto, Eylen.
—Esta cadena es más que un buen gusto —dice Harry —Tiene un significado para ambos, lo cual hace este regalo el doble de especial.
—¿Podemos saber que significa? —pregunta Megan y no soy una experta en interpretar emociones, pero puedo sentir algo de resentimiento en su voz.
—Lo siento, Meg. —Harry niega con una sonrisa —Es algo nuestro.
Megan asiente fingiendo no importarle y baja la mirada a su celular.
Sonrío y paso mis manos por los hombros de Harry mientras me acerco a su oído y susurro: —Te quiero.
Harry sonríe —Vamos, quiero enseñarte algo —dice. Me pongo de pie y acomodo mi vestido. Tomo mi bolso y lo paso por mi hombro mientras él toma la cajita y la nota.
—¿Ya se van? —pregunta Tokio al vernos tomar de manos.
—Es mi cumpleaños, hermano —le guiña el ojo —La celebración continua, pero no aquí.
Tokio y París se ríen y asienten, yo bajo la mirada sonrojada y tiro de Harry para salir de allí al también sentir la mirada seria de Megan.
Estando en el pasillo miro a Harry —¿Qué me quieres enseñar?
—Está en el segundo piso —responde —Vamos.
Su casa es preciosa, mientras subimos la escalera veo un par de fotos de Harry de cuando era adolescente y muerdo mi labio al darme cuenta de dos cosas: Siempre ha estado hermoso y en definitiva no le gustan las fotos, en todas sale serio.
Cuando estamos en la cima de la escalera veo que hay un cuadro mediano con una foto de Harry, el señor Oswald y una mujer desconocida para mí. Me detengo de seguir caminando y Harry también ya que vamos de manos agarradas.
—¿Es tu madre?
—Lo es —asiente y mira el resto de la pared abajo —Esto solía estar lleno de fotos familiares —dice —Pero cuando mi padre se casó con Kennedy el año pasado todo quedó en el ático, menos las mías y esta —señala el cuadro frente a nosotros.
—Debe ser difícil no verla más en esta pared —comento.
Sube los hombros —Todos los recuerdos siguen en mi memoria —dice —La verdad no me importa que no estén más las fotos, sé que mi padre no quería hacer sentir incomoda a su nueva mujer, así que me da lo mismo.
Asiento ya que no sé qué más decir. Harry comienza a caminar y en silencio le sigo por todo el pasillo hasta llegar a la última puerta en el fondo y gira el pomo para poder entrar.
Suelta mi mano y enciende las luces. Me río cuando la explosión de colores estalla en mi vista.
—¿Esta es tu habitación? —indago con curiosidad al adentrarme más y notar que las paredes están pintadas de un verde grisáceo, en ellas hay muchos posters de la banda Green Day, así como cuadros con fotos. Hay un librero enorme, un escritorio y una cama bastante grande.
No tiene cortinas ya que su ventana en realidad es una puerta corrediza que da a un balcón con vistas a otra parte trasera de la casa.
—Creo que ahora es cuando te tragas tus palabras por haber dicho que mi habitación no tiene personalidad —dice.
Me giro a verlo —Pues la que tienes en casa de Tokio no tiene y la que tienes en tu casa tampoco, así que no me retracto —le digo. Camino hasta la cama y me siento en el borde viendo a mis pies la alfombra color gris.
—Bueno —se ríe y noto como le pasa el seguro a la puerta —Lo acepto, quizás si estén falta de personalidad, pero en realidad nunca paso tiempo en ellas, no como lo pasaba aquí.
—Creí que tu padre había empacado todo de aquí —le digo cuando se ha sentado a mi lado.
—Ropa, zapatos, libros que estaban regados por el escritorio y un par de aparatos electrónicos.
Miro la televisión colgada en la pared frente a nosotros y asiento.
—Debió ser bonito crecer aquí —susurro.
—Fueron buenos años, no me quejo —dice. —¿Tú dónde creciste?
—Springfield.
—¿Masachussets?
—No, el de aquí, en Illinois. Antes de mudarme a Chicago con el tío Ryan y Alice, yo vivía allí.
—¿Y qué pasó con la casa?
—Era hipotecada, así que, al morir mis padres, el banco se la quedo para saldar la deuda, así que ya es historia.
Dejo salir un suspiro y me quito el cardigan dejándolo caer por un costado de la cama.
Antes de que Harry diga algo o indague más en mi pasado empujo su pecho haciendo que caiga de espaldas sobre el colchón y me subo a horcajadas sobre el quedando sentada en su cintura. Mi vestido se levanta, pero no me importa ya que me inclino para unir mis labios con los suyos.
—¿Alguna vez tuviste relaciones en casa de tus padres? —cuestiono al separarme levemente de su rostro. Harry muerde su labio inferior y niega. —Bien, pues hoy lo harás, quiero que me cojas como si el mundo se fuera acabar mañana y también quiero que mis labios ardan de lo mucho que tendré que morderlos para no gritar —digo con una sonrisa y me muevo un poco para poder desabrochar su cinturón.
Harry estira los brazos a los costados y con una sonrisa dice: —Santo cielo, feliz cumpleaños a mí.
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