62. Siempre

Eylen

Me despierto por el sonido de mi alarma. Antes de salir de la habitación voy al baño para tirarme un poco de agua en el rostro.

Una vez más despierta abro la puerta de mi habitación y toco tres veces la puerta de Alice

—¡Despierta, Aurora! —exclamo antes de dirigir con pereza mis pasos a la cocina.

Decido preparar huevos revueltos con tostadas, es lo más fácil y rápido para un desayuno mañanero.

—Me siento muy mal —Alice aparece con la manta sobre sus hombros y su cabello rubio todo revuelto.

—Ugh. Puedo notarlo —se ve pálida y tiene los ojos rojos.

—¿Estuviste llorando? —pregunto seriamente.

—No —niega y va a la nevera para sacar el boul de uvas verdes.

—Mientes —la señalo.

Ella suelta un suspiro cansado y me mira —Estuve estudiando toda la noche para el examen de hoy —dice —Es en grupo de dos, ¿lo olvidas? Seguramente no estudiaste nada, así que mis ojos rojos son producto del esfuerzo que hice para poder salvarnos a ambas de una mala nota.

Su excusa parece creíble, ya que anoche llegué directo a dormir y no supe nada hasta hoy. Así que lo acepto y prosigo a preparar el desayuno.

Alice se recuesta de la pared viéndome y se mete un par de uvas a la boca.

—Harry está de cumpleaños mañana —le digo.

—¿Ah sí?

—Sí y no tengo idea de qué regalarle —bufo —Soy muy mala para este tipo de cosas.

—Lo sé, eres la peor. Dale una tarjeta de regalo.

—No le puedo dar una tarjeta de regalo —frunzo el ceño —Siempre está regalándome cosas y dándome detalles. Tengo que igualar sus gestos.

—Eylen, el chico puede tener lo que sea con el tronar de sus dedos, ¿crees que le importará algún regalo caro? Dale un cupcake y ya.

—Es verdad —me quejo negando —¿Qué mierda se le puede dar a un chico que lo tiene todo?

—Un regalo con significado —responde luego de unos segundos. —Ya sabes, algo que represente un momento especial. De seguro ya deben tener algo que solo ustedes entiendan.

—¿Como un chiste personal? —indago tratando de entender.

Alice me da un zape en la cabeza —¡Piensa más si no quieres regalar una tarjeta de regalo!

—Ay, Alice —me quejo y me masajeo el área.

—Eres imposible. Iré a bañarme.

Deja el boul de uvas nuevamente en la nevera y sale arrastrando su manta mientras yo termino de preparar el desayuno.

Y entonces, mientras le unto mantequilla al pan, lo tengo, mi cerebro me ha dado la idea perfecta.

"Ya sé que le puedo regalar..."

❁❁❁

Harry

Mi celular suena con una llamada entrante de Megan.

—Estoy afuera, creo que es la casa correcta. Abre el portón —dice cuándo acepto la llamada.

—Voy —aviso y cierro la llamada para salir.

Abro la puerta de mi casa y efectivamente está ahí. Detrás del portón puedo ver una camioneta Range Rover color blanco. Oprimo el botón en mis llaves haciendo que el portón se mueva y el auto comienza a hacer su entrada hasta el lugar.

Oprimo otro botón y cierro el portón.

El motor del auto se apaga, la puerta del piloto se abre y Megan baja sonriéndome con emoción.

Bajo los escalones principales a su encuentro, ella corre el pequeño tramo hasta mí y estando cerca me abraza con mucha fuerza.

—¡Harry! —dice riendo.

—Megan —respondo y la levanto dando vueltas unos segundos.

La bajo para poder mirarla. Ella se arregla la camisa y me toma de las manos aun sin dejar de sonreír.

—Tanto tiempo, Dios mío, no te vía desde año nuevo.

—Lo sé, cinco largos meses que han pasado volando —sonrío —Te ves genial, no has cambiado nada.

—Tú igual —dice y me suelta —¡Qué emoción! Me siento como una niña que no ha visto a su mejor amigo por años.

—Lo sé, el sentimiento es mutuo. Pensar que pasé diez años de mi vida contigo y ahora apenas y puedo verte es algo increíble —hago una mueca.

—Somos adultos, cielo. Tenemos responsabilidades.

—Lo sé —suspiro.

Megan levanta la mirada para observar la casa —Harry, este lugar es increíble. Debió costar una fortuna.

—Valió cada centavo, Meg —me paro junto a ella y veo la casa —Me agrada, es bastante cómoda, está en un buen vecindario y-

—En la misma calle dónde vive tu mejor amigo, —completa riendo —Vi que la casa Snyder está igual de hermosa que siempre —asiento —Ya quiero ver a Tokio y París. También a su madre y por supuesto, al tío Oswald.

—Tranquila, no comas ansias, los verás a todos —palmeo su hombro —¿Tus maletas? —me giro hacia el carro.

—Oh, están en los asientos de atrás —dice y me alejo bajar su equipaje —¡No habrás el maletero que allí están tus regalos!

Ruedo los ojos y abro una puerta de la parte de atrás. Una vez sostengo ambas maletas de viaje hago mi camino a la casa con ella detrás de mí.

—Vamos, Meg. Te mostraré tu habitación por los próximos tres días.

—Voy siguiéndote, cielo —la escucho decir y niego con una sonrisa. —Por cierto, ¿dónde está la famosa Eylen Stone de la que tanto me escribes?

—La acabo de dejar en el colegio.

—Cierto, cierto —dice con un tono burlón —Por un segundo olvidé que aún es una estudiante de colegio.

Subimos al segundo piso. Abro la puerta de una de las habitaciones de invitados al final del pasillo, justo después de la biblioteca y dejo las maletas a un costado de la cama.

—¿Tienes hambre? ¿Quieres desayunar? —la miro.

Megan niega —Estoy bien —se sube de hombros —¿Iremos a la academia ya? O ¿más tarde a buscar el expediente?

Los ojos de Megan me miran expectantes.

—Podemos ir ya, si quieres. Tengo toda la tarde libre, Eylen me dijo que irá al centro comercial con su prima después de que sale del examen y luego se irá directamente al trabajo así que-

—Estás bien enamorado, Harry —Megan se cruza de brazos y sonríe —No te pregunté nada de eso. La mencionas y ni cuenta te das.

—Lo siento —rasco mi cuello.

—No importa —niega —Me gusta verte así, creo que es la primera vez que una chica te trae todo estúpido —se ríe.

Yo también lo hago. Megan toma la maleta pequeña, la acuesta en la cama y la abre.

Son sus armas, en su mayoría navajas y puñales filosos de varios tamaños ya que son sus favoritas y es la mejor manipulándolas, no he conocido a nadie aparte de la profesora Eleonor que tenga mejor puntería y habilidad para usarlas.

En la maleta todo está bien acomodado, pulido y brillando, esperando por ser usado.

—Veo que trajiste todo lo esencial.

—Nunca salgo de casa sin mis bebés —sube los hombros saca una navaja pequeña mirándola con fascinación.

Cierro la puerta y me pego a ella con una sonrisa. Megan nota lo que he hecho y ladea la cabeza riendo.

—Que la tradición continúe, querido amigo —dice y arroja la navaja con fuerza justo por encima de mi cabeza haciendo que quede atrapada en la puerta de madera.

Me aparto y veo que quedó incrustada justo a mi altura. Megan es como Hawk Eye, nunca falla en sus tiros y si lo hace en realidad no estaría fallando, seria apropósito.

La tradición que juramos cumplir desde los diez años es una que hemos hecho sin falta desde los once años.

Él día que fue momento de separarnos una parte de mi corazón se rompió y estoy seguro de que para ella también fue lo mismo.

Estábamos felices, sabíamos que tendríamos una buena vida y una familia maravillosa esperando por nosotros, pero también estábamos tristes ya que no estaríamos juntos.

30 de septiembre 2006

Las maletas de ambos están sobre el colchón de su cama y entre lágrimas Megan me abraza sentados en mi cama. La habitación que compartimos por diez años ahora está vacía simplemente esperando a que nos fuéramos para que otros niños pudieran crecer en ella y con suerte crear buenos hábitos y recuerdos de infancia.

—No quiero que nos olvidemos para siempre, eres mi hermano.

Yo no voy a llorar, no lo creo necesario, así que solo palmeo su espalda.

—Meg, eso no pasará —le digo.

—Tú te quedarás aquí en Chicago, yo si me tengo de que ir.

—Los Ángeles suena bastante divertido, estoy seguro de que la pasarás muy bien con tu nueva familia.

Ella se separa y limpia sus lágrimas.

—¿Qué pasa si la distancia nos vuelve completos desconocidos?

—Eres mi hermana, ¿no creerás que de verdad no nos vamos a hablar nunca? —me burlo.

Megan suspira. —Necesitamos hacer un pacto, Harry. Algo que nos haga por lo menos vernos una vez al año, algo que nos una.

—¿Iniciar una tradición? —arqueo una ceja —¿Qué tienes en mente?

Ella sube los hombros. No tenemos mucho tiempo antes de que nos vengan a buscar, así que intento pensar en algo.

—¿Qué te parece si en cada cumpleaños, de ambos, hacemos algo juntos? —dice.

—Entonces, en mayo y agosto —le digo y asiente.

—Sí —me señala —Podemos vernos las veces que queramos cualquier día del año, eso está bien, pero en nuestros "cumpleaños" —hace comillas —Allí sí que no podemos faltar.

—Meg, oficialmente salimos de aquí siendo asesinos, crecimos para amar las armas y crear justicia para los que no pueden defenderse. ¿Qué tal si la tradición es hacer eso?

—¿Asesinar? —pregunta y me sonríe —Me gusta —asiente y se pone de pie emocionada —Cada año podemos pedir a la academia un archivo de alguna escoria que tenga en su historial la cantidad de casos penales o denuncias que cumplimos.

—O sea que el otro año, buscamos a alguien que tenga once denuncias y-

—Lo podemos hacer sufrir la cantidad de minutos que cumplimos, luego matarlo o quizás-

—La muerte será hecha por la cantidad de apuñaladas o disparos que cumplimos.

—¡Sí! —Megan me abraza —Que mejor tradición que hacer cumplir la justicia el día de tu cumpleaños y hacer del mundo un lugar mejor eliminando a alguien inservible.

La aferro fuerte y digo —Hemos creado una tradición, Meg. Ojalá Él de allá arriba no nos odie y nos dé muchos años para poder cumplirla.

❁❁❁

Eylen

Alice está demasiado extraña, me gustaría comprender un poco su comportamiento, pero me da miedo enojarla con mis preguntas.

Luce alerta y mira con desconfianza a cada persona que pasa por nuestro lado mientras hacemos nuestra salida del centro comercial. Quiero creer que, porque Erick se tuvo que quedar en su práctica de natación para el torneo del sábado y no está cuidándola, Alice está sufriendo un momento de inseguridad.

Aún es bastante temprano, no es ni medio día. Lo cual es bueno ya que podemos ir al departamento y estudiar para el examen de mañana y por la tarde irme a mi turno al supermercado.

En mi mano llevo la pequeña bolsa con el regalo de Harry en ella. Honestamente no creí que pudiera encontrar lo que tenía pensado, pero solo tuve que entrar a dos tiendas y di con lo que necesitaba y resultó ser demasiado bonito. Incluso pude pedir que le hicieran una inscripción.

''Ya quiero ver su cara cuando lo vea, de verdad espero que le guste...''

—¿Has pensado en la idea de mudarnos de Chicago? —pregunta mi prima mientras esperamos un taxi.

La miro y niego —¿A dónde iríamos?

Ella sube los hombros —No lo sé.

—¿Tienes ganas de irte de la ciudad? ¿A dónde?

—No lo sé —repite y mete la mano en los bolsillos de su chaqueta.

—¿Te ocurre algo? —indago ahora más preocupada.

—Estoy bien —me sonríe, pero su sonrisa no llega a sus ojos, se ve desanimada.

—Sabes que puedes decirme cualquier cosa, ¿verdad? —le recuerdo —Estoy aquí para ti.

Los ojos de Alice se cristalizan y elimina el espacio entre nosotras para abrazarme con fuerza.

Estoy demasiado confundida e incluso un poco asustada. Puedo sentir el latido rápido de su corazón contra mi pecho.

Sin decirle nada la aferro a mi regazo por varios segundos.

—Alice, ¿qué pasa? —indago.

—Tengo miedo, Eylen.

—¿De qué?

—De todo.

Me separo para verla de frente aún sin soltarla.

—¿Que significa eso?

Ella niega y sus lágrimas resbalan veloces por su rostro.

—Eylen, no quiero que nada les pase a mis bebés —dice —A ti o Erick.

—¿Qué podría pasarnos? No entiendo.

Suspira y me suelta negando —Yo... No sé. Disculpa... Creo que son mis hormonas —se ríe con tristeza y se limpia las lágrimas —Estaré bien.

—Alice, me preocupas. Tengo el presentimiento de que algo te está haciendo sentir mal y no son tus hormonas.

—Tranquila, te juro que es eso.

Ella no me va a decir nada, así que tendré que hablar con Erick luego ya que este comportamiento no es normal, puedo sentirlo.

—Está bien, pero sabes que estoy para ti.

—¿Lo prometes?

—¿Acaso tengo que prometerlo? —pregunto riendo —Por Dios Alice, claro que siempre estaré.

—¿Qué pasa si hago algo muy malo? ¿Serías capaz de seguir allí?

—¿Acaso mataste a alguien? —bromeo y ella se pone seria. —Ya, disculpa, no quise decir eso. —la tomo de la mano —Yo siempre estaré, ¿bien? Aún si el mundo se te viene encima y hagas algo muy malo e imperdonable.

—¿Sí? —sus ojos se cristalizan de nuevo.

—Sí, Alice. Muchas veces no podré entenderte o tus razones para hacer ciertas cosas, pero te conozco y sé que siempre harás lo que sea necesario para protegerme, así que lo mismo haré. Te protegeré siempre.

—Gracias, yo también te protegeré siempre —susurra y nos damos otro abrazo.

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