53. A salvo
Eylen
29 de diciembre 2016
Acabo de regresar de mi primera sesión de la terapia grupal que la corte me obliga a tomar. No entro a la casa, lo que hago es irme directo al patio trasero sin importarme que este nevando y haga demasiado frío. Me encuentro sentada bajo el enorme roble en casa de mi tío Ryan. Hace una semana la corte estuvo de acuerdo en darle mi custodia hasta los veintiún años y una de sus hijas tomo el lugar que me correspondía para vivir con la abuela.
Faltan dos días para año nuevo. Mi corazón se siente pesado, mis padres murieron hace tres semanas y desde entonces todo lo que mi sistema puede transmitir es dolor. Solía vivir en Springfield y eran pocas las veces que venía a Chicago, ahora todo ha cambiado.
—¡Eylen! —escucho la voz de Alice a lo lejos —Eylen, está helando allí afuera ¡Entra a la casa! Ven a ver como quedó mi cabello.
—Voy —suelto un suspiro y me pongo de pie. Mientras camino a la casa, mi nueva casa, sacudo la nieve fuera de mi ropa y me adentro a la cocina.
—¿Y bien? —mi prima se señala el cabello.
—Pareces una zanahoria —murmuro.
Alice rueda los ojos, pero no luce molesta por mi comentario —¿Crees que a Erick le guste?
Subo los hombros y me siento en la mesa —Puede que sí. No me digas que pintaste tu hermoso cabello rubio solo por un chico que ni siquiera ha tenido el valor de pedirte que seas su novia aun.
—No lo hice por él, necesitaba un cambio —dice y se sienta frente a mi —Alison no está, año nuevo viene pronto y hoy saldremos con Erick. Debes arreglarte.
—Alice, sé que este chico te trae loca desde el séptimo grado, pero por favor. ¿Acaso tienes que arrastrarme contigo a su cita?
—No es una cita —Alice se sonroja —Además, Max viene con Erick.
—¿Quién?
—Max, el mejor amigo de Erick. Ya lo he mencionado antes, ¿no?
—No creo, cada vez que hablas de Erick entras en un universo extraño y lo único que haces es balbucear sobre lo mucho que te gusta y cosas así.
—¡Hey, eso no es...! —el timbre hace que Alice deje de hablar, la miro y ella se lleva las manos a la cara —Aún no estoy lista —dice con un tono de voz chillón —Eylen, abre la puerta —me señala y corre por toda la estancia hasta que desaparece por uno de los pasillos a su recámara.
A paso lento abro la puerta, me recibe el rostro rojo de un desconocido. Viene abrigado de forma exagerada, sí, el clima es bastante frío, pero este chico viste la ropa que tres personas podrían usar para cubrirse.
—¡Hola! —saluda de forma amigable y extiende una de sus manos enguantadas en mi dirección —Soy Maximiliano Noah Jones, y mi nombre es toda la evidencia que necesitas para saber que no soy el hijo favorito de mis padres, así que por favor no me llames así, me puedes decir Max.
—Eylen Stone —respondo de forma cortante —Tú debes ser el amigo de Erick, entra, parece que te estas congelando.
—Gracias, soy yo. Erick viene en camino.
No le hago mucho caso, solo lo guío hasta la sala de estar y me siento en el sofá individual. Max comienza a quitarse los abrigos que trae encima, que son tres, luego termina cayéndose cuando intenta quitarse el suéter de lana gris, ya que tropieza con el brazo del sofá grande y sin poder contenerme comienzo a reír ya que, aún en el suelo no logra quitarse la cuarta prenda.
—¿No crees que es exagerada la cantidad de ropa que traes encima?
—No te rías, Stone, ¡ayúdame! —pide desde el suelo.
Ruedo los ojos y me arrodillo junto a él para quitarle el abrigo con algo de dificultad hasta que finalmente lo libero y queda en un suéter blanco manga larga de material ligero.
—Gracias —Max se sienta en el suelo y se lleva una mano al pecho tratando de recuperar la respiración —Cielo santo, creí que era mi fin.
—De nada y no exageres —me siento junto a él —La única razón por la cual quedaste atrapado es porque usas demasiada ropa, ni que estuviéramos en la Antártica, Max.
Abre la boca ofendido y luego dice: —¡Hace mucho frío!
—Claro que no —me burlo.
—Claro que sí.
—Oh, claro que no.
—Que sí.
—Exagerado —canturreo y Max niega con una sonrisa.
—Me agradas, Stone, algo me dice que seremos grandes amigos.
Frunzo el ceño, me ha llamado por mi apellido dos veces en los últimos tres minutos —¿Por qué no me dices Eylen? —cuestiono.
—¿Nadie te dice Stone? —niego —¿Te molesta? —vuelvo a negar —Entonces así te llamaré.
—¿Y yo te puedo decir Maximiliano? —pregunto en broma y al ver como hace el amago de vomitar suelto a reír.
—¿Nos podemos presentar de nuevo? Creo que hace unos minutos no estabas de buen humor y honestamente prefiero presentarme con esta versión sonriente de ti.
Subo los hombros y digo —Bueno... ¿Qué más da?
—Hola —estira su mano derecha en mi dirección —Soy Max Jones, gracias por salvar mi vida, de no ser por ti mi abrigo de lana me hubiera asfixiado.
—Hola, —estrecho su mano —Soy Eylen Stone y de nada, de no ser por ti no habría reído el día de hoy —Max me sonríe y yo a él de regreso.
❁❁❁
Mis lágrimas me levantan. El recuerdo de la primera vez que conocí a Max se siente tan lejano, como si hubiera pasado toda una vida atrás.
Un disparo sordo, eso es lo que ahora mi mente está recordando y las imágenes de mi mejor amigo en el suelo sangrando me hacen querer gritar de dolor.
Abro los ojos y me siento de forma erguida en el colchón, estoy en una cama y la familiaridad del lugar frente a mis ojos me recibe, estoy en la clínica. Veo claridad colarse por las cortinas blancas en las ventanas.
Harry abre la puerta de la habitación, trae en su mano un vaso de cartón blanco con café humeante que esparce su olor. Su rostro me escanea.
—Por favor —susurro —Dime que fue una pesadilla. Harry, dime que no es verdad, que Ben no le disparó a Max y que mi mejor amigo está en su casa sano y salvo.
Harry baja la mirada y no me responde. Deja el vaso de cartón en la mesita y cierra la puerta detrás de él. Ante su falta de palabras comienzo a temblar, me llevo las manos al rostro y lloro ahogando mis lágrimas en las palmas de mis manos.
En total silencio sube Harry a la cama y el distintivo olor de su perfume se impregna en mi cuerpo. Me rodea con sus brazos y como una niña me hago un ovillo y lloro sobre su pecho.
—Aquí estoy, cariño —me susurra —Te tengo y no te voy a soltar. Estas a salvo ahora.
—No me dejes —pido entre medio del llanto y ante eso Harry me abraza a un más fuerte.
—No pensaba hacerlo —dice y besa mi frente —Estás a salvo —repite —Estás a salvo, pequeña.
❁❁❁
Alice
Abro los ojos asustada y me acomodo en la cama. Tardo unos segundos en darme cuenta donde me encuentro.
—¿Alice? Mi amor, ¿estás bien? ¿necesitas algo? —Erick está en el sofá y se levanta de inmediato al notar que he despertado.
Me quito la sábana de encima y llevo las manos a mi estómago, mis ojos se cristalizan.
—Mis bebés —susurro apenas audible.
Erick se sube a la cama y se sienta a mi lado, pero no me toca, se mantiene viéndome fijamente con lágrimas que no demoran en salir —Están bien, fue solo una amenaza de aborto. No los perdiste.
—¿No estás mintiendo? —pongo una de mis manos sobre las suyas.
—No —niega seriamente —Pasaste horas en el cuarto de emergencia, Alice, te realizaron una ecografía abdominal para comprobar la cantidad de sangrado y verificar el desarrollo de los bebés y sus latidos cardíacos. También te hicieron un hemograma y salió tal como ellos esperaban, nada fuera de lo normal, pero eso no significa que el peligro se esfumó por completo.
—Oh, Dios mío —me limpio las lágrimas. Erick se pone de pie y rodea la cama para mirarme desde una esquina.
—¿Como pudiste hacerme esto, Alice?
Mi mayor miedo con todo este embarazo se está haciendo realidad. El padre de mis bebes está a punto de mandarme a la mierda por todo esto y lo merezco, yo fui la que no tuvo cuidado.
—Erick-
—Estas embarazada y en ningún momento se te pasó por la cabeza, no se... ¡¿Decirme algo?! —me señala —¡Carajo! Casi los pierdes, fuiste demasiado egoísta, también son mis hijos, ¿Por qué me lo ocultaste?
—Tenía miedo —me encojo de hombros y bajo la mirada.
—¿Miedo de qué, Alice? Mírame —pide y niego.
—No lo entenderías.
—Intenta.
Subo la mirada —Te amo —susurro en su dirección.
Erick suspira y se sienta en la orilla de la cama —Y yo te amo a ti, te amo más que a nada en este maldito mundo, Alice. ¿Por qué no me dijiste nada? No tienes idea del miedo que me consumió cuando Harry anoche te dijo «debes estar teniendo un aborto»
Estamos llorando, nos vemos fijamente —Lo primero que pensé cuando las pruebas de embarazo dieron positivo fue: ¿ahora como le digo a Erick que por no ser cuidadosa le voy a arruinar un futuro prometedor? Tenía miedo a tu reacción, estabas tan feliz y concentrado en tu torneo, en los exámenes finales, en la aplicación a universidades y no te quise quitar eso. Llámame egoísta, pero lo único que yo quería era verte feliz, mantener nuestra normalidad lo más que se pudiera antes de que la cruda realidad saliera a la luz. Me duele ver la manera tan decepcionada en la que me estas mirando ahora, mantenerte lejos de la verdad no debió extenderse tanto, te lo iba a decir el día que vine al primer ultrasonido, pero allí me enteré de que eran dos, entonces todo me asustó aún más. ¿Puedes culparme por ocultarlo? Mi amor, ni siquiera nos hemos graduado, apenas tenemos dieciocho años y-
—Detente, ya no sigas —Erick levanta una mano —Suenas muy tonta diciendo todo eso —se ríe por lo bajo y yo frunzo el ceño —¡Te amo! ¿Acaso no ha quedado claro? Te lo digo todos los días, Alice Aurora Meyers, eres el amor de mi vida. ¿Creías que me iba a enojar?
—¿No? —respondo ladeando la cabeza.
—Por supuesto que no, diablos, ¡claro que no! Me veo contigo hasta que Dios decida mi último respirar. En las noches cuando contemplo mi techo, suelo pensar en ti, en lo hermosa que te veras cuando nos casemos y organices la boda más espectacular antes hecha —me río y limpio mis lagrimas —Nos imagino en nuestra casa, junto a nuestros diez hijos. ¡Sí, quiero muchos hijos! Un equipo completo de futuros nadadores profesionales —bromea y se acerca hasta mi lado y lleva las manos a mis mejillas —¿No lo ves? Todo siempre será contigo. Mi presente y mi futuro eres tú. No arruinaste nada y espero que no te estés culpando por esto, porque esos bebés no los hiciste tú sola —ruedo los ojos ya que semanas atrás Eylen me había dicho lo mismo —Alice, lo único que has hecho ahora es darme motivos para ser mejor en todo lo que haga —se ríe, y baja hasta mi estómago dejando un beso por encima de la bata que traigo puesta —Ya vamos por dos de los diez, nos quedan menos.
Lo miro con ternura cuando se levanta y me mira fijamente —Te amo —repito como por millonésima vez.
—Me asustaste demasiado, no solo creí que los iba a perder a ellos, pensé que te perdería a ti también —dice y traga el nudo en su garganta mientras un par de lágrimas se le escapan. —No puedo perder más de lo que ya he perdido.
''Max... ''
—Lo sé —asiento y Erick me abraza fuerte. Nos quedamos así, por un buen rato, solo sintiendo el afecto hasta que una voz desconocida irrumpe en la habitación.
—Oh, que bien, ya estás despierta.
Erick carraspea y se limpia las lágrimas —Alice, él es el doctor que te atendió. —me explica Erick.
—Sí —el hombre en bata frente a mi toma una posición seria y se para al final de la cama —Es momento de una charla seria sobre el cuidado de este embarazo, si bien, esta vez tuviste suerte eso no significa que todo el peligro queda descartado. Puede haber una próxima vez que podría terminar muy mal, así que mis reglas estrictas son las siguientes: Reposo total durante los próximos siete días, nada de comer carnes crudas, ya saben, tipo sushi. Nada de auto-medicarse, si tienes algún dolor acudes inmediatamente a un doctor y lo más importante, nada de relaciones sexuales el resto del embarazo.
—Está bien —asiento, Erick me da la mano.
—¿Algo más que debamos saber? —pregunta mi novio.
—Nada que ya no sepan, pero igual no está de más recordarles —el hombre me señala —Alice debe llevar un estilo de vida saludable, con una alimentación variada que aporte todos los nutrientes necesarios para los gemelos. También que evite el estrés innecesario y el consumo de drogas, alcohol y tabaco.
—Muy bien —Erick asiente.
—Ahora, se le dará de alta hoy mismo, pero primero debo revisar que todo esté en control. Debes salir Erick.
Mi novio asiente y me da un beso antes de ponerse de pie. —Iré a ver a Eylen, quizás haya despertado —avisa.
—¿Está aquí? —indago preocupada.
—No eres la única que terminó en el hospital luego de lo que pasó ayer.
—Ay no. ¿Ella está bien?
—Quiero creer que sí —hace una mueca y sale de la habitación.
Me quedo en silencio mientras el doctor comienza a preparar las máquinas para revisarme. Entonces recordé que tengo una pregunta dando vueltas en mi cabeza desde el domingo.
—Doctor, ¿es verdad que las embarazadas no pueden teñirse el cabello?
—¿Lo dices por tu tinte naranja?
''No... ''
—Sí, me lo llevo tiñendo desde los quince años de este color, pero recuerdo oír que es malo para los bebés.
—No es tan malo, la mayoría de las investigaciones indican que los químicos que se encuentran en los tintes semipermanentes y permanentes no son altamente tóxicos y son seguros de usar durante el embarazo.
—¿En serio?
—Sí, solo pequeñas cantidades de tinte para el cabello pueden ser absorbidas por la piel, dejando poco que pueda llegar a los bebés, así que esta pequeña cantidad no se considera perjudicial. Lo mismo es durante la lactancia, por lo tanto, la posibilidad de que ingrese a la leche y representen un riesgo para tus bebés sería poco probable.
—Perfecto, gracias doctor —sonrío de lado y dejo que hablar para que el hombre haga su trabajo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top