40. La razón
Harry
La puerta de mi gimnasio es abierta y la música que sonaba de las bocinas se detiene.
—Eres mi mejor amigo, te amo y todo, pero cuando te comportas como un idiota no creas que no vendré a gritarte.
—También me alegro de verte, París —susurro y bajo las pesas de hacer ejercicio y me siento de manera erguida en la máquina.
Está furiosa y creo saber la razón.
Cuando su hermano entra detrás de ella niego porque sé que le ha contado lo que pasó entre Eylen y yo hace dos semanas.
—Lo siento, pensé que ya le habías contado.
Yo miro a ambos y me pongo de pie tomando mi toalla para secar el sudor de mi frente y mis brazos.
—Iba a hacerlo.
—¿Cuándo? ¿Cuándo ibas a hacerlo? ¡Maldita sea! —da un paso a mí y sólo la miro esperando a que termine —¿Esa es la razón por la cual Tokio se cambió de turno en el trabajo?
Miro a mi mejor amigo y él se arrasca el cuello nervioso y dice: —Comprar una casa al final de nuestra calle no es tan bonito ahora, ¿verdad?
Ladeo una sonrisa burlona y me mantengo en silencio.
—Por el contrario —prosigue a decir París —Que haya comprado la casa al final de la calle es genial, así no tengo que ir lejos a... ¡Gritarle lo idiota que es!
—Ya pasaron como dos semanas, para este punto creí que le habías contado todo —vuelve a decir Tokio, claramente sintiendo culpa.
—Tranquilo —muevo mi mano restándole importancia porque yo mismo cometí el error de no decirle nada a París en primer lugar.
—Son increíbles —nos mira con enojo a ambos y se agacha para tomar mi botella de agua y arrojar el contenido en mi cara y luego a su hermano en la camiseta.
—¡Oye! ¿¡Qué diablos te pasa!? —Tokio se queja.
Me limpio la cara con la toalla y la miro frustrado.
—París, tú no entiendes —niego y le arrebato la botella arrojándola por una esquina de mi gimnasio —Ella me lo pidió, ¡Tenía que hacerlo! Tenía que irme de su vida.
—¡IDIOTA! —me grita.
—¡París, ya basta! —Tokio se para en medio de nosotros y señala a su hermana.
—Es que... ¿Es que no conoces a las mujeres? Cuando una chica dice que te vayas, ¡te quedas!
—Eso no tiene ningún sentido —ruedo los ojos.
—Lo tiene cuando la chica está enamorada de ti —escupe con enojo —Harry, ¿qué es lo que te ocurre? Por primera vez en lo que parece siglos desde que te conocemos el amor toca a tu puerta y tú simplemente desechas la oportunidad.
Miro a Tokio esperando a que diga algo, pero no lo hace, solo se mantiene callado mirando su camiseta mojada.
—París —susurro su nombre y ella se cruza de brazos —No te enojes conmigo —intento tocar su hombro, pero me aparta la mano con rapidez.
—No me toques.
—París, no seas así —interviene Tokio —¿No crees que Harry ya la está pasando mal? —ella lo mira mal, lo que hace que su hermano retroceda dos pasos —No me tires agua —se apresura a decir.
—Fue decisión de ambos y más por parte de ella —continuo —Entiende que Eylen es una chica que ha sufrido demasiado. Yo no soy lo que necesita justo ahora y más cuándo su vida puede correr peligro por culpa de Alison.
—Si ha sufrido demasiado, entonces ¿por qué te alejas? —pregunta y me quedo en silencio.
"París tiene un poco de razón para no decir que mucha..."
—Bueno, eso ya no importa —me subo de hombros —La cosa es que han pasado dos semanas y me he mantenido firme con mi decisión.
Me giro para seguir haciendo ejercicio, pero París vuelve a hablar.
—Menos mal yo no le prometí nada —espeta —Así que dame la dirección de su casa que iré ya mismo.
Me giro a verla con el ceño fruncido —Son las once de la mañana.
—Eylen está en el colegio —prosigue a explicarle su hermano.
—No importa, dame la dirección que iré por la tarde —dice.
—Bueno, hasta donde tengo entendido el tío con el que vive las largó de casa a ella y su prima Alice. Lo último que supe es que estaban quedándose en un hotel —le digo rendido —Te puedo pasar la dirección, pero no creo que aún estén allí.
—Quiero esa dirección y también su número de celular —me señala —Envíalo por mensaje que me voy de aquí. Estar con ustedes dos es lo último que quiero ahora —dice luego de mirar a Tokio. Ninguno le dice nada y París sale enojada de mi gimnasio personal estrellando la puerta.
Tokio me mira y señala su camiseta. —¿Me prestas una? No quiero ir a casa solo para cambiarme.
—Claro, toma cualquiera de mi habitación —respondo sin importancia.
Tokio se gira para salir y yo camino hasta otra máquina para seguir en lo mío.
❁❁❁
Eylen
La clase de Geografía está por terminar, el profesor Reynolds se pasea por los asientos entregando los resultados del último taller en clase, cuando llega a mi banco subo la mirada y veo como amarga el rostro ante mi presencia y me entrega una gran F. Como todo lo anterior, ni siquiera se tomó la molestia de revisar mi trabajo, simplemente me reprobó.
Doy un suspiro y me restriego la cara con ambas manos cuando me pasa de largo a seguir repartiendo notas. La campana suena cinco minutos después y me apresuro a tomar mis cosas rápidamente para poder irme a mi siguiente clase.
—No se olviden de estudiar para parcial de la próxima clase —dice el profesor de manera alta.
Acomodo mi maleta sobre mi hombro y tomo en mis manos el taller. Ni siquiera voy a protestar. Haré lo que vengo haciendo desde hace semanas, poner otra calificación injusta en el sobre de evidencias que Max me regaló.
—Señorita Stone —me llama el profesor cuando paso por enfrente suyo. Ruedo los ojos y me giro a verlo esperando a que se siente en su silla detrás del escritorio —Veo que sigue firme con venir de manera continua a mi clase aun cuando yo ya he dado mi decisión.
—Usted está muy mal de la cabeza —le digo seriamente.
—Claro —bufa y me extiende una boleta de castigo —Tome y no crea que esta vez se irá a un salón por dos horas. El jardinero necesita ayuda para limpiar la bodega de herramientas.
—¿Otra vez? ¡El lunes me envió a detención porque por accidente dejé caer mi libro de manera ruidosa sobre la silla! —protesto en voz alta sin importarme que aún hayan personas en el salón —¡Y el miércoles pasado me envió a detención porque mis lápices se cayeron al suelo en medio parcial! ¿Cuál es la razón hoy?
—Porque puedo hacerlo y me enoja que no siga ordenes, usted ya perdió la materia conmigo. ¿Qué es lo que no comprende de eso? —arrebato de sus manos la boleta de castigo y lo miro fijamente.
—Usted no me da miedo y lo que hace está muy mal —le digo seriamente —No crea que no voy a luchar por graduarme, así que siga poniéndome sus castigos innecesarios porque no importa, ya bien dicen por allí que no hay mal que por bien no venga.
—Qué filósofa —se burla —Una lástima que esa filosofía no tenga valor en mi aula de clase.
—Se cree muy superior, ¿no es así? —entrecierro los ojos —Con ese traje y detrás de ese escritorio.
—No me creo superior, soy superior. Yo soy el profesor y usted la alumna —me señala —Yo ordeno y espero obediencia y como no parece entender eso debo tomar medidas.
—Profesor Reynolds, esto no se acaba, hasta que se acaba —digo entre dientes y salgo del salón.
❁❁❁
Pego un grito y el enorme estante de madera donde se encontraban todos los potes de flores para sembrar se me viene encima. Tierra y pétalos vuelan por los aires y mi cuerpo queda atrapado debajo de la enorme estructura.
—¡Se acabó, no puedo más! —chillo desde el piso. Tengo tanta tierra en la cara que ni abrir los ojos puedo, ya que mis brazos quedaron atrapados debajo del estante y no puedo retirarla.
—Niña, ¿¡qué diablos ocurrió aquí?! —exclama el señor Sheldon entrando asustado a la bodega.
"Ocurre que tengo otra horrible semana y apenas es miércoles..."
—Un poco de ayuda por favor —pido.
Siento como lentamente el peso sobre mi cuerpo se disminuye y me arrastro fuera. Limpio mi cara y abro los ojos viendo el enorme desastre que ocasioné en la bodega.
—¿Qué estabas tratando de hacer? —pregunta el señor Sheldon de manera cansada. El jardinero del colegio es un señor mayor muy canoso —Sólo te pedí que me trajeras las flores rojas.
—Lo sé... Lo sé —asiento. Para este punto no puedo evitar llorar ya que veo la gran marca de sangre en mi brazo izquierdo y todas las zonas rojas sobre ambos de mis brazos y seguramente mis piernas están iguales, pero como llevo jeans no puedo verlo. —Las flores rojas estaban en lo alto del estante, intenté subir, pero me vine a bajo con todo y... Lo siento mucho. —llevo una mano a mi herida sintiendo dolor al intentar frenar la sangre. —Siento tanto que el castigo innecesario del profesor Reynolds termine en mi haciendo desastres en su bodega. —prosigo a decir —No entiendo porque me odia tanto, yo no le he hecho nada. Ya estoy cansada, no quiero seguir así.
El señor Sheldon hace un gesto desdeñoso con las manos y se gira para tomar una escoba y barrer la tierra.
—Niña, no es que le hayas hecho algo —dice tranquilamente. Yo me le quedo viendo sin entender aún sentada en el piso. Ante mi silencio el señor Sheldon voltea a verme —Desde que entrantes aquí me dabas la impresión de haberte visto antes y es que tienes un parecido a su esposa, son ciertos detalles que te hacen una mini versión de ella.
—¿Qué? —trago saliva.
—No sé si lo sepas, pero el profesor Reynolds está en un duro proceso de divorcio, su mujer lo pidió y ahora le está sacando una gran cantidad de dinero y también la custodia de sus hijos y tú... Con tus cabellos rulos, baja estatura, piel acaramelada y sonrisa dulce estas justo allí pinchando sus nervios con tu sola presencia. Niña, le recuerdas eso que tanto daño le hace.
Doy un suspiro y me pongo de pie sacudiendo un poco la tierra sobre mi ropa.
"Me duele todo..."
—Tengo una suerte muy jodida, ¿de miles de alumnas en este colegio soy yo precisamente la que le recuerda a su esposa? —el señor Sheldon asiente —Bueno al menos eso explica la razón de su incesable odio —observo mis brazos y veo como ya se están formando los moretones.
—Mejor ve a casa, niña, ya has hecho suficiente.
—Mire todo esto, señor Sheldon, no puedo dejarlo aquí solo limpiando. ¿No quiere que lo ayude?
—Te pedí que me trajeras algo y casi mueres en el intento, así que no.
Bajo la mirada y me voy a buscar mi maleta en una esquina de la bodega, saco el celular del bolsillo delantero, veo varias llamadas perdidas y mensajes de un número desconocido, no le tomo importancia ya que me percato del hecho de que solo tengo una hora para llegar al departamento, bañarme y hacer lo imposible para llegar a tiempo al trabajo.
Me apresuro a ponerme la maleta y salgo corriendo de ese lugar con más dolor que otra cosa.
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