12. Primer día

Eylen

 Hoy es lunes y estoy a diez minutos de empezar mi primer día de trabajo, me siento avergonzada y no por el uniforme, sino por mi excesiva compañía.

—Chicos, por favor... No necesitan acompañarme hasta el supermercado.

—Tonterías, es tu primer empleo y claro que estaremos allí —dice Alice y luego veo como Erick me sonríe dándole la razón a su novia.

—No seas así, Stone, queremos verte. Ya sabes, haciendo cosas de trabajo —prosigue Max.

Veo a los tres y luego veo las puertas del supermercado. Ellos sonríen de manera angelical y pongo los ojos en blanco para abrir las puertas. Escucho como se alegran y voy directo hasta la pequeña máquina que marca mi llegada, ayer vine exclusivamente a que me incorporaran en el sistema de la empresa, asi que coloco mi dedo pulgar y la respuesta es un color verde en aprobación.

—¿Saben? Creo que iré por un carrito de compras —comenta Alice mientras finge recordar algo —Necesito un par de cosas —Max asiente de la misma manera y la señala.

—Yo solo iré por una canasta —dice niego con una sonrisa —Creo que me he quedado sin algunas... latas de sopa.

—Latas de sopa, como no —se burla Erick y toma a Alice de la mano para ir por el carrito que mi prima dijo que quería.

Ya sabía que no se irían muy pronto del lugar y no hay nada que yo les pueda decir para que cambien de opinión.

Los tres se giran y a paso lento me dirijo a las oficinas principales.

—Buenas tardes, Nadine, en mi informe decía que antes de empezar debo comunicarme contigo cada tarde antes de que te retires. ¿Hay algo que pueda hacer? —empiezo a hablar rápido, al verla detrás de su escritorio.

Puedo notar la mirada que me dirige, está escaneado cada parte de mi uniforme hasta llegar a mi rostro y entonces me regala una sonrisa forzada.

—Buenas tardes —responde de manera cortés —Así es... —se detiene y sé que está intentado recordar mi nombre, aunque no creo que lo sepa.

—Mi nombre es Eylen —le digo y entonces me acerco un poco a su escritorio, pero mantengo la distancia marcada.

—Claro... Eylen —sonríe nuevamente —El día de hoy recibimos veinte cajas de jabón en polvo de diferentes marcas y necesito que les pongas precio a todo y luego revisa la sección y asegúrate de colocar si hacen falta en los estantes de dichos productos —me extiende una hoja y estiro mi mano para tomarla —Esos son los precios de cada jabón y su fecha de expiración.

—Listo. ¿Algo más?

—Eso será suficiente por hoy, recuerda que la limpieza de los pasillos en el turno que estas empezando se realiza a las nueve de la noche.

—Si, lo leí en la hoja de información —digo haciendo memoria de aquello —Gracias.

—Habla con uno de tus compañeros para que te proporcionen una pistola de precios.

—Está bien.

No recibo respuesta y no es como si la esperaba, pero Nadine se comportó de manera profesional y eso me tranquiliza un poco.

Abandono las oficinas y ahora siento un poco de pánico. Es mi primer día y no conozco a ningún compañero. Sé que cualquier trabajador es fácil de identificar ya que solo debo buscar a alguien con el uniforme del supermercado, pero nunca he sido buena iniciando conversaciones con nadie.

Recorro la mirada por el lugar y tengo muchos pasillos a la vista. Solo es cuestión de elegir uno y buscar a alguien para que pueda ayudarme.Finalmente me decido por el pasillo de pan y cereales, esquivo un par de personas y logro ver a un chico acomodando unas cajas de cereales en un estante.

Toco su hombro dos veces con mi dedo índice y se gira rápidamente.

—Hola —saludo con una sonrisa nerviosa.

—Hola. ¿En qué puedo ayud...? —pasa su mirada pasa por mi uniforme y enseguida ladea una sonrisa —¿Primer día? —pregunta en su lugar.

—Así es.

—Bueno, un gusto —veo como deja la caja que sostenía y me extiende su mano —Soy Tokio Snyder.

—Yo soy Eylen Stone —respondo aceptando su mano y al separarnos una sonrisa burlona aparece en su rostro.

—¿Necesitabas algo, Eylen?

—De hecho, sí —señalo la pistola de precios que tiene en uno de los estantes —Nadine me dijo que llegó un nuevo cargamento de jabón y debo ponerle precio.

—Claro, ten. Yo ya acabé aquí —toma la pistola y me la extiende de manera amable, yo la miro en mis manos y luego lo miro a él —Sabes usarla, ¿verdad? —cuestiona.

—No —niego rápidamente haciendo una mueca.

Sonríe y sus ojos se achinan de inmediato.

—Vamos, te enseñaré, es muy sencillo —señala con la cabeza para que lo siga y eso hago en silencio.

Me permito observarlo, es alto, delgado, con cabello negro y lacio. Tiene labios gruesos y ojos achinados. Parece ser de descendencia asiática, aunque tiene también un aspecto muy regional ya que no tiene ningún acento al hablar.

''¿Si se llama Tokio quizás es por qué sea de Asia?''

En sus brazos puedo ver un par de tatuajes, no son grandes, ni demasiados, pero si los suficientes como para llamar mi atención, de hecho, solo hay uno que me intriga y parece ser el único tatuaje grande que tiene, es el de la Torre Eiffel que adorna su antebrazo izquierdo, desde la altura del codo hasta casi llegar a su muñeca.

Sin darme cuenta ya estamos en el pasillo de limpieza y veo un par de cajas esperado en el suelo por ser abiertas. Tokio avanza hasta las mismas y se acuclilla para abrir una, retirando la cinta adhesiva de un tirón.

—Préstame la pistola de precios, te diré que hacer —me extiende la mano y se la entrego. Observo sus movimientos y presto atención a todo lo que me dice.

Tokio parece saberse los precios de todo, ya que cuando le quise entregar la hoja me dijo que no era necesaria y no mentía, cuando me fijaba el precio que él ponía era el exacto.

—Eso es impresionante, ¿trabajas hace mucho aquí?

—Más o menos un año —responde poniéndose de pie y entregándome la pistola de precios —Tu turno.

Suspiro y empiezo a hacer lo que me enseñó y no sale tan mal después de todo. Al ponerme de pie le entrego la primera caja y él sonríe con aprobación.

—Muy bien —dice poniendo el jabón en su estante correspondiente —Ahora te quedan diecinueve cajas más repletas de jabón.

—Uh —hago una mueca de pesar y él empieza a reír.

—Hola. ¿Podría alguno ayudarme a encontrar el clorox?

Ruedo los ojos al escuchar a mi prima. Veo que ella y Erick están detrás de Tokio.

—Por supuesto —le dice mi compañero girando a verla.

—No, tú no. Gracias. —le responde ella negando y avanza con el carrito hasta mí —Amable joven, ¿podría usted ayudarme?

Miro a Tokio y este tiene una mirada de confusión. Exhalo mirando a Alice y le sonrío de manera falsa a mi prima.

—No hay problema, señorita. ¿Qué clase de clorox desea? —me giro y camino solo un par de pasos hasta la zona de desinfectantes.

—Mmm, no lo sé —Alice pone una mano en su barbilla y gira a ver a Erick —Amor, ¿cuál crees que sea mejor?

—No sé, quizás deberías preguntarle a la señorita —le responde Erick y yo entrecierro los ojos en su dirección —Debe ser muy buena dando sugerencias.

Si no fuera porque estoy en el trabajo y hay cámaras de seguridad ya hubiera ahorcado a mi prima y golpeado a Erick.

Tokio hace una mueca y se gira para salir de allí, no sin antes levantar su mano e indicarme que estaría en el otro pasillo.

—¿Qué están haciendo? —riño y mi prima ríe —Alice, ya basta, están avergonzándome —señalo a Erick —Los dos.

Erick sube las manos con una sonrisa burlona.

—Está bien, nos iremos, pero primero una foto —Alice saca de su chaqueta el celular y se lo extiende a Erick.

—¡ALICE!

—Sonríe —canturrea y me abraza de un costado y yo hago la sonrisa más forzada que puedo a propósito, Erick toma la foto y luego ruedo los ojos cuando me suelta.

—Fuera de aquí, los dos —los empujo al pasar entre ambos.

—¡Te queremos! —grita mi prima cuando abandono el pasillo tomando conmigo la pistola de precios.

—Crece tan rápido, quien sabe y ya mañana es la presidenta del país —bromea Erick y no puedo evitar reír.

Ahora le debo una disculpa a Tokio por la grosería que Alice le realizó. Está parado revisando unos estantes cuando se percata de mi presencia.

—Quiero disculparme —digo suspirando y él sonríe confundido —La chica del cabello naranja es mi prima, el que estaba junto a ella es su novio y como hoy es mi primer día andan muy emocionados —arrugo el ceño y miro a mis pies para evitar su mirada.

—Lo entiendo, mi mejor amigo lo hizo en mi primer día también —responde y entonces subo la mirada nuevamente —Es todo un maldito y estuvo como por dos horas por el supermercado pidiéndome cosas que no necesariamente necesitaba.

Cuando le iba a responder siento como tocan mi hombro y me giro viendo a Max. Como lo había dicho sostiene una canasta y en ella veo un par de latas de sopa. Ante aquello mi sonrisa aparece.

—¿Era de verdad? —le digo.

—Nunca miento. —responde —Señorita, ¿podría ayudarme? ¿dónde están los paquetes de palomitas de maíz? —continúa ahora con una posición más seria.

—Están dos pasillos a la izquierda —se adelanta Tokio y se para junto a mí —¿Otro amigo? —me susurra y asiento sin más.

—Eh... ¿Gracias? —Max me mira señalando a Tokio sin importar que mi compañero note la indiscreción.

—Tokio, te presento a Max —digo suspirando.

—Un gusto —Tokio le extiende la mano y Max la acepta brevemente —Debo ir a la bodega por un par de cajas, cualquier cosa que necesites me avisas, Eylen. —se despide y le da una rápida mirada a Max antes de salir del pasillo.

—Parece amable —dice Max viendo por donde Tokio se fue y entonces le doy un golpe en el hombro.

—¡Ya basta! Necesito que dejen de molestar y salgan de aquí —exclamo al borde de una crisis.

—Eres una gruñona —susurra burlonamente cuando pasa por mi lado y me da un empujón suave con el hombro. —Iré por Alice y Erick, suerte, Stone.

—Nos vemos mañana en el colegio —le digo y él asiente antes de irse totalmente.

Sin poder evitarlo corro hasta él y lo abrazo por la espalda, puedo sentir como casi deja caer la canasta y se gira alzando los brazos para poder rodearme.

—Gracias por estar siempre.

—Somos amigos, Stone, yo siempre estaré para ti.

❁❁❁

Solo faltan diez minutos para la media noche, lo que significa que mi primer día ha acabado finalmente.

Me encuentro sentada en una esquina del pasillo de hogar y Tokio está junto a mi texteando un par de cosas en su celular. No hay clientes así que podemos sentarnos en el piso, mientras esperamos a que los minutos pasen.

—Oh, olvidé por completo que debía llevar a mi hermana a una fiesta —suelta de repente y entonces lo miro.

—¿A esta hora?

—Pues sí, las fiestas normalmente inician a esta hora —dice como si fuera obvio.

Yo podía discutir sobre aquello, ya que en casi tres años viviendo con mi tío Ryan, sé que las fiestas pueden iniciar a cualquier hora.

—¿Eres su chófer personal? —bromeo y veo como ladea una sonrisa y bloquea el celular.

—Solo puede salir de casa por las noches si es conmigo, de lo contrario mi mamá no la dejaría salir.

—Entonces, ¿te quedas y la acompañas?

—Mierda, no —frunce el ceño y ahora es mi turno de ladear una sonrisa —Sus amigas están locas.

Tokio sube un pie y apoya sus brazos en la rodilla, parece cansado, pero en ningún momento deja de sonar amable mientras conversamos para pasar el rato.

Yo por otro lado no suelo dormir mucho, a veces unas dos o tres horas de sueño es lo que consigo a diario.

—¿Vives cerca? —pregunta de repente.

—Algo —hago una mueca —Como a media hora en bus, y luego unos diez minutos de la parada a mi casa.

—¿Pretendes caminar de noche por allí? —su pregunta suena más bien como una afirmación.

—Si encuentro un taxi en la parada quizá lo tome —digo meditando mis posibilidades.

La última vez que caminé de noche sola a casa no fue exactamente lo que yo esperaba y gracias a eso tengo más miedo que antes.

—Deberías decirle a alguien que te espere por las noches, no sé... ¿Quizás tu amigo Max? O tu papá.

Fuerzo una sonrisa y niego —Max no vive cerca y mi padre no puede hacerlo, murió.

—¡Joder! Lo siento Eylen, no lo sabía.

—No lo sientas, no tienes porqué.

Tokio baja la rodilla y se endereza. Revisa el celular y entonces se pone de pie.

—Nuestro turno terminó —me dice y me extiende la mano para ayudarme a ponerme de pie. —¿Trajiste alguna maleta o algo?

—No, solo mi celular, las llaves de la casa y un poco de dinero para mi pasaje —le digo y palmeo el bolsillo de mi falda —Están aquí.

—Uh, chica práctica, no ves eso muy a menudo. —dice riendo —Bueno, vamos te dejaré en la parada, espérame afuera, iré por mi mochila.

—Está bien.

Entonces nos separamos y voy directo a la salida del supermercado marcando también mi salida en el proceso. La luz verde alumbra nuevamente cuando pongo mi pulgar y entonces me despido de uno de los de seguridad para esperar a Tokio. De inmediato la brisa de la noche levanta mi cabello y sé que debo comenzar a traer un abrigo a partir de mañana.

Mi compañero sale del supermercado solo un par de minutos después y veo como se mete la mano en su bolsillo para sacar unas llaves.

—Vamos, mi auto está por aquí.

Al seguirlo puedo ver una pequeña cantidad de carros esparcidos por el estacionamiento y me pongo a adivinar cual podría ser el suyo.

Cuando finalmente nos acercamos al último de mis opciones abro la boca con un poco de sorpresa.

El chico tiene un auto Mercedes Benz, color rojo, muy hermoso.

Tokio oprime el botón de seguridad y en seguida la alarma se desactiva, lo veo rodear el auto y abrir la puerta del conductor, arroja su maleta en la parte trasera y entonces me mira con su amable sonrisa de siempre al aun verme parada afuera.

Oprime un botón a su costado y la ventana del copiloto empieza a descender.

—¿Te quedaras allí parada?

—No, lo siento, es solo que... —digo reaccionando y abriendo la puerta rápidamente para adentrarme en el auto, me coloco el cinturón y lo veo de manera confundida —No lo entiendo —concluyo y el enciende el motor para dar reversa y salir.

—¿Qué no entiendes, Eylen?

—¿Cómo es que tienes un auto como este si solo ganas un salario mínimo?

Tokio ríe por lo bajo y me mira.

—Fue un regalo de navidad —dice —Mi tío me lo regaló, es un empresario.

—Oh, ¿quisieras cambiar de tío? —sonrío y él niega avanzando por el estacionamiento y saliendo del lugar —Se ve muy costoso.

—Lo es, pero al final solo es un auto —muerde su labio en un gesto aburrido —Ya sabes... Metal y ruedas, no es la gran cosa.

Dice y con eso ninguno comenta algo más el resto del trayecto hasta la parada de buses.

Al oírlo decir aquello mi mente no puede evitar relacionar las palabras de Harry al hablar del dinero, es como si de repente todos los chicos que conozco se expresaban así sobre cosas materiales, quizás sea porque están tan acostumbrados a tenerlo todo y les da lo mismo.

Rápidamente me recuerdo que no conozco a Tokio, así que no quiero juzgarlo, por lo que alejo esos pensamientos y solo veo por la ventana.

—Llegamos —me avisa luego de unos minutos.

—Sí, gracias, Tokio —digo quitándome el cinturón y abriendo la puerta —Hasta luego.

—Hasta luego, Eylen —se despide y entonces bajo y cierro la puerta.

Me siento en la parada junto a varias personas que al parecer también salen de algún turno de sus trabajos y me dispongo a esperar.

Después de todo no fue un primer día tan malo. 

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