O7: Conscious.
Minatozaki se dirigía hacia la sala de lectura, esperando encontrar a JiHyo para disculparse. Desde el incidente con ChaeYoung, un sentimiento de inquietud había estado creciendo dentro de ella, empujándola a buscar redención. Sabía que las cosas no serían fáciles, que probablemente la coreana no la recibiría con los brazos abiertos, pero tenía que intentarlo. Necesitaba decirle que había estado equivocada, que sus palabras habían sido hirientes y que realmente quería ser su amiga.
Pero cuando llegó, no encontró a la azabache de ojos grises. La sala estaba casi vacía, salvo por algunas personas que se encontraban en sus propios mundos, ajenos a su presencia. Sana se quedó quieta por un momento, sintiendo cómo la ansiedad comenzaba a burbujear en su interior.
No estaba segura de qué hacer ahora.
Fue entonces cuando divisó a JeongYeon, sentada en uno de los sillones junto a la ventana, con un libro en las manos. La castaña frunció el ceño al verla, extrañada de que la chica con la que había intercambiado apenas unas palabras se encontrara sola. La rubia levantó la vista cuando sintió su mirada, cerrando el libro con suavidad.
—No la he visto hoy —dijo, adivinando la razón por la que Sana estaba allí— A JiHyo, me refiero.
Minatozaki se detuvo, sorprendida por la calma en la voz de JeongYeon. No era la primera vez que hablaban, pero esta vez había algo diferente en la forma en que la otra chica se dirigía a ella. —¿Por qué no estás actuando como una lunática? — preguntó alzando una ceja, para arrepentirse enseguida de las palabras que había elegido. — Lo siento, no eso quise decir, ya sabes a que me refiero.
La mujer de pecas río negando suavemente. —Eres todo un caso Sana... Estoy consciente ahora, veras tengo ratos donde estoy, como dije, consciente de mi entorno, de que me sucede y cosas así. Ahora son más constantes así que estoy segura de que muy pronto me darán de alta y estaré con mi novia.
—¿Tienes novia y ella no te dejo por tener alucinaciones y así?
JeongYeon observó a Sana con sorpresa ante su pregunta. Sabía que la joven estaba luchando con sus propios demonios, pero la crudeza de sus palabras revelaba una vulnerabilidad que no había esperado. Con un suspiro suave, la más alta dejó a un lado el libro que tenía entre las manos, invitando a la castaña a sentarse frente a ella.
—Sí, tengo novia, su nombre es NaYeon. —Comenzó, su tono suave — Y no, no me dejó, a pesar de todo lo que pasé... de hecho ella estuvo allí a mi lado.
Sana se acomodó en el asiento, cruzando las piernas y mirando fijamente a JeongYeon. No estaba acostumbrada a que alguien le hablara con tanta honestidad y apertura, y una parte de ella se sintió incómoda. Pero había algo en la serenidad de la rubia que la mantenía en su lugar.
—Siempre he sido una persona ambiciosa, Sana. —Continuó la coreana, su mirada perdida en los recuerdos— Quería ser la mejor en mi trabajo, demostrar que era capaz de alcanzar grandes cosas. Mi objetivo era obtener un ascenso que había estado persiguiendo durante años, pero olvidé cuidar de mí misma. Me sobrecargué de responsabilidades, trabajando horas extras, llevando el estrés a un nivel insostenible.
Minatozaki asintió levemente, invitando a su contraria a continuar.
—NaYeon me advirtió. —La voz de JeongYeon tembló ligeramente — Me dijo que estaba yendo demasiado lejos, que debía tomarme un descanso antes de que mi cuerpo y mi mente colapsaran, pero no la escuché... pensé que era fuerte, que podía con todo.
La castaña observó cómo la expresión de la coreana se volvía melancólica, con los recuerdos dolorosos volviendo a la superficie.
—Eventualmente, comencé a tener alucinaciones. —Confesó la rubia, con una tristeza en su voz que Sana no pudo ignorar— Me perdí en mi propia mente, incapaz de diferenciar entre la realidad y las visiones que mi cerebro agotado creaba. Escapaba de la realidad, intentando huir del estrés que me consumía. Era como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar.
Minatozaki sintió un nudo formarse en su garganta, mientras escuchaba la historia de JeongYeon. No era solo el relato de una persona que había perdido el control, sino el de alguien que había sido golpeado por las consecuencias de sus decisiones, y aun así, estaba aquí, luchando por recuperarse.
—Pero a pesar de todo eso, NaYeon nunca se apartó de mi lado. —Yoo levantó la vista, con sus ojos ligeramente vidriosos — Ella me cuidó, me apoyó, incluso cuando yo misma no podía hacerlo. Me amó incondicionalmente, sin importar lo que estuviera pasando. Su amor era más fuerte que cualquier cosa que mi mente rota pudiera generar.
Sana permaneció en silencio, sin saber exactamente qué decir. La historia de JeongYeon resonaba con una profundidad que no había esperado, una historia de amor y resistencia que la tocó de una manera que no podía explicar.
—Las personas que te aman de verdad, Sana —continuó, inclinándose un poco hacia adelante— no te abandonan cuando más las necesitas. Se quedan, luchan contigo, incluso si no entienden completamente lo que estás pasando. NaYeon lo hizo por mí, y es por eso que sé que siempre la amaré.
La castaña parpadeó, sintiendo una oleada de emociones que no estaba segura de cómo manejar. Las palabras de JeongYeon eran simples, pero contenían una verdad que golpeaba con fuerza. Había pasado tanto tiempo creyendo que debía protegerse a sí misma, que nadie estaría allí para ella cuando las cosas se pusieran difíciles. Pero aquí estaba JeongYeon, una persona que había pasado por un infierno y había salido del otro lado, gracias al amor y apoyo incondicional de alguien más.
—No tienes que enfrentar todo sola. —Añadió JeongYeon, con una sonrisa suave— A veces, todo lo que necesitas es permitirte ser vulnerable, dejar que aquellos que se preocupan por ti te ayuden.
—Entonces, ¿no está aquí JiHyo? —preguntó Sana, cambiando de tema.
JeongYeon negó con la cabeza, con una expresión serena en su rostro, entendiendo que la castaña podía abrumarse si seguían hablando sobre eso. —No, pero probablemente esté en el jardín o en su habitación. Ha estado evitando a la mayoría de las personas desde... bueno, ya sabes.
La castaña asintió, entendiendo a qué se refería. No era ningún secreto que JiHyo tenía una naturaleza solitaria, y después de lo que había ocurrido entre ellas, tenía sentido que quisiera mantenerse alejada.
—¿Por qué quieres hablar con ella? —preguntó JeongYeon, sus ojos oscuros estudiando a Sana con curiosidad.
Minatozaki dudó por un momento, no estaba acostumbrada a exponer sus pensamientos ni mucho menos sus intenciones a alguien más, pero después de que JeongYeon había sido tan abierta con ella, tenía algo de confianza.
—Quiero pedirle disculpas —admitió bajando la mirada— Fui muy grosera con ella y, la verdad, no lo merecía. Solo... no sé cómo acercarme a ella sin empeorar las cosas.
JeongYeon la observó en silencio durante unos segundos, asimilando sus palabras. Luego se levantó acercándose a la castaña.
—JiHyo no es una persona fácil de entender —comenzó — Pero una cosa es segura; valora la honestidad. Si realmente estás arrepentida, díselo. No te andes con rodeos ni trates de suavizar lo que pasó. Solo sé sincera.
Sana sintió un nudo en la garganta, asintiendo lentamente ante las palabras de JeongYeon. Por alguna razón, la forma en que hablaba le recordaba un poco a cómo JiHyo le había hablado antes: directa, sin adornos ni enredos. Pero había algo más en la voz de JeongYeon, una suavidad y una comprensión que le daban consuelo.
—Gracias, JeongYeon —murmuró.
—No tienes por qué agradecerme —respondió la rubia, esbozando una pequeña sonrisa.
—No, enserió. Gracias.
Sabía que las cosas no cambiarían de la noche a la mañana, que aún tenía un largo camino por recorrer, pero al menos ahora tenía una dirección clara.
JeongYeon volvió a su sillón, retomando su libro, mientras Sana salía de la sala de lectura, sus pensamientos enfocados en lo que tenía que hacer a continuación.
Caminó por los pasillos del hospital, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho, buscando a JiHyo. Tal vez no la encontraría hoy, pero no se rendiría. Sabía que, tarde o temprano, tendrían que enfrentarse de nuevo, y cuando ese momento llegara, Sana estaría lista para hacer lo correcto.
Había mucho que aprender, mucho que cambiar, y lo daría sin mirar atrás.
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