O6: First Steps.
Había pasado una semana desde aquel tenso encuentro con JiHyo. Durante esos días, la castaña había estado sumida en sus pensamientos, intentando encontrar una manera de acercarse a la azabache. A pesar de la dureza de las palabras que JiHyo le había lanzado, Minatozaki no podía sacarse de la cabeza esa pequeña chispa que la había empujado a querer ser más.
Cada vez que cerraba los ojos, revivía la intensidad del momento en que Park la había empujado contra la pared, la furia en sus ojos grises y la verdad cruda en sus palabras. Esa misma verdad había comenzado a perforar la coraza de que Sana había construido a su alrededor.
Se encontraba ahora en el jardín, un espacio que solía evitar por la cantidad de personas que lo frecuentaban, pero hoy necesitaba el aire fresco y la luz del sol para aclarar sus ideas. Había pasado demasiado tiempo encerrada en su propio mundo, pero no sabía cómo dar el siguiente paso.
¿Cómo hablarle a alguien que la despreciaba?
¿Cómo iba a demostrarle a JiHyo que sus intenciones eran sinceras, que realmente quería ser su amiga?
Mientras caminaba por el sendero de piedra, tratando de formular las palabras correctas en su mente, escuchó el sonido de voces provenientes de la sala común.
El sol comenzaba a descender, pintando los muros de la sala común con un resplandor cálido que contrastaba con la frialdad del ambiente. ChaeYoung, con su cabellera rubia despeinada y su postura relajada, estaba en un rincón del cuarto, reorganizando los pinceles y lienzos que utilizaba para sus clases de pintura. No había muchos pacientes en la sala en ese momento, lo que le daba una calma momentánea mientras se concentraba en su tarea. De repente, una sombra se deslizó a través de la luz del atardecer, interrumpiendo su tranquilidad.
—Así que era cierto —la voz de Minatozaki resonó en la sala con un tono frio, su silueta alta y esbelta contrastando con la postura encorvada de ChaeYoung— La pequeña artista no es más que una drogadicta cubierta de tatuajes.
La rubia levantó la vista, clavando sus ojos en Sana. Había escuchado susurros antes, comentarios murmurados detrás de su espalda, pero nada como la confrontación directa que la castaña ahora le presentaba. Suspiró profundamente, buscando mantener la calma.
—No soy una drogadicta —respondió con voz firme, aunque suave— Los tatuajes no son señales de que soy una delincuente y mucho menos de que tenga alguna adicción o algún vicio, Sana. Son parte de mi historia, de quién soy.
La nipona soltó una risa sarcástica, cruzando los brazos sobre su pecho. Su expresión era de puro desprecio, un reflejo de la arrogancia que había aprendido a usar como escudo. —Entonces, ¿qué haces aquí? —agregó con frialdad— Si no estás aquí por drogas, ¿qué es? ¿Necesitabas un lugar donde ocultarte, pequeño bicho raro?
Son apretó los dientes, tratando de mantener la compostura. Sintió que las palabras de Sana intentaban desgarrar su piel, pero no dejaría que la afectaran tanto como Minatozaki pretendía.
—En realidad, doy clases de pintura a los pacientes —contestó con una calma forzada— Me ayuda a mí y les ayuda a ellos. Además, me da la oportunidad de ver a alguien especial... alguien que es importante para mí. Algo que tal vez no entenderías.
Por un momento, una chispa de curiosidad cruzó por los ojos de Sana, pero rápidamente fue reemplazada por la dureza que la caracterizaba. Se inclinó un poco hacia ChaeYoung, aseguraría que sus palabras estuviesen cargadas de veneno mientras una cruel sonrisa se pintaba en sus labios.
—¿Alguien especial, eh? Seguro que es otro paciente perdido, igual de roto que tú —soltó con un tono burlón— Siempre me he preguntado cómo es que personas como tú, tan insignificantes y mediocres, logran sobrevivir en este mundo.
Las palabras de la castaña eran afiladas, sin embargo, la rubia más baja estaba cansada y no iba a permitir qué Minatozaki hable de ella de esa manera.
—¡Ya basta, Sana! —grito girando sobre sus talones— Solo te limitas a juzgar a los demás por lo que ves por fuera, pero no sabes nada de ellos. Ni de sus luchas, ni de sus fortalezas.
El tono de ChaeYoung era severo, pero también contenía un rastro de cansancio, como si estuviera harta de la toxicidad que Sana esparcía a su alrededor. Al escucharla, la castaña dio un paso atrás, sorprendentemente silenciosa, como si las palabras de la más baja tuvieran un peso que no podía ignorar.
—Estás aquí por tus propias razones, Sana, y yo por las mías. No tienes derecho a juzgarme ni a nadie aquí dentro. En especial a alguien que no conoces y, no permitiré qué hagas menos a Mina llamándola "insignificante y mediocre."
Minatozaki se quedó inmóvil por un momento, no esperaba que aquella enana le respondiera. Quizás por primera vez, la joven arrogante se sintió expuesta, sin una respuesta a mano. La rubia le había dicho lo mismo que JiHyo, ¿eso que significaba?
—Escucha Sana, yo no soy una persona que le gusten las peleas. Me considero pacifista, pero, te recuerdo que tú eres la que está aquí como paciente... No yo.
ChaeYoung se alejó de la castaña con la intención de retomar su tarea, pero la atmósfera en la sala común se había vuelto pesada y tensa. Minatozaki, por su parte, seguía allí, inmóvil, sus manos apretadas en puños. La castaña no estaba acostumbrada a que alguien le hablara de esa manera, almenos alguien que no fuera JiHyo, y mucho menos que se enfrentaran a ella. Había intentado imponer su autoridad, su habitual máscara de superioridad, pero ChaeYoung no se había resignado. En lugar de eso, le había devuelto la honestidad que tanto le costaba admitir a sí misma.
Por un instante, el orgullo herido de Sana le susurró que simplemente se alejara, que se retirara con la cabeza en alto y olvidara toda esta absurda pelea. Pero otra parte de ella, una parte más profunda y vulnerable, le decía que no podía seguir así, que este camino solitario y amargo no la llevaría a ninguna parte. Minatozaki tragó saliva, su garganta estaba seca y su mente era un torbellino de pensamientos confusos.
Se dio cuenta de que tenía que hacer algo diferente, algo que nunca había hecho.
Con un suspiro tembloroso, Sana dio un paso hacia adelante, acercándose a la más baja, quien había vuelto a centrar su atención en los pinceles. La castaña respiró hondo antes de hablar, su voz apenas audible como un susurro, pero lo suficientemente firme para que ChaeYoung la escuchara.
—Lo siento... —murmuró, mientras las palabras escapando de sus labios con una mezcla de dificultad y sinceridad— No debí decir esas cosas. No debí juzgarte ni a ti ni a nadie aquí.
La rubia se detuvo, volviendo la vista lentamente hacia Sana. Había sorpresa en sus ojos, pero también una evaluación cuidadosa, como si estuviera tratando de medir la autenticidad de la disculpa.
—No estoy acostumbrada a... esto —continuó Minatozaki, sintiéndose más vulnerable de lo que jamás había permitido— A pedir perdón. A admitir que me equivoqué. Pero estoy... intentando ser diferente. No sé si eso importa, pero lo estoy intentando.
Por primera vez en toda la conversación, ChaeYoung vio algo en Sana que nunca había visto: una verdadera apertura, una grieta en esa fachada inquebrantable de arrogancia. La rubia relajó un poco sus hombros, aunque su guardia seguía despierta.
—Intentar es un buen comienzo —respondió, su tono más suave, pero aún firme— Todos aquí están luchando con algo, Sana. No necesitan más conflictos, ni más juicios. Si de verdad quieres cambiar, empieza por dejar de atacar a los demás y... tal vez, aprender a escuchar.
Las palabras de ChaeYoung golpearon a la castaña con una claridad dolorosa.
Escuchar, pensar antes de hablar y, entender antes de juzgar.
Eran conceptos sencillos, pero que ella había olvidado en su afán por mantenerse en control, por no mostrar ninguna debilidad.
Sana asintió lentamente, sintiendo un peso en su pecho que empezaba a desvanecerse, como si por fin estuviera dando un paso en la dirección correcta. —Gracias —dijo, y por primera vez en mucho tiempo, sus palabras no estaban teñidas de sarcasmo o condescendencia— Gracias por decirme eso.
La rubia esbozó una pequeña sonrisa. —No tienes que darme las gracias —replicó con un tono que sugería que no todo estaba olvidado, pero sí en camino de sanar. — Solo espero que realmente lo tomes en serio.
Minatozaki asintió una vez más, luego dio media vuelta y salió de la sala común, dejando a ChaeYoung sola con sus pensamientos. Pero esta vez, en lugar de sentir la habitual sensación de victoria o desprecio, Sana sintió algo diferente. Una extraña mezcla de alivio, como si, por fin, estuviera empezando a rascar la superficie de algo verdadero dentro de ella misma.
Mientras caminaba hacia su habitación, con la luz del sol apagándose detrás de los muros del hospital, Sana se prometió a sí misma que no dejaría que ese pequeño destello de esperanza se desvaneciera. Tal vez, solo tal vez, aún había tiempo para redimirse.
Actualización doble pq estoy feliz :D
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