O2: Everything Will be Fine, Shiba.

El cielo se encendía con tonos de naranja y dorado mientras Sana caminaba de un lado a otro en su habitación, mordiéndose la uña escultural del dedo pulgar en un gesto de desesperación, su pierna se agitaba aceleradamente; trataba de pensar en quién podría ser el sospechoso de haber esparcido el rumor de que era una enferma de mierda.

Evidentemente, no lo era.

Sus peculiares hábitos alimenticios, donde mayormente comía solo un bocado de fruta y se llenaba con agua, habían pasado desapercibidos todos estos años. ¿Cómo era posible que justo ahora, cuando la graduación estaba tan cerca, le ocurriera esto?

Alguien claramente quería sabotear su reputación.

El sabor metálico la sacó de su trance. —Mierda. —murmuró, mirando su uña ahora rota. Dio un suspiro para calmarse y, con pasos pesados, se dirigió al baño. Necesitaba relajarse después de un día repugnante de estrés. Su garganta todavía le dolía por todo lo que había expulsado.

Mientras el agua tibia llenaba la bañera, la castaña se desnudó lentamente, dejando caer cada prenda al suelo como si estuviera despojándose de la carga del día. Tomó un peine y comenzó a cepillar sus largos rizos para después asegurarlos con una pinza. Un gran montón de cabello había quedado en el cepillo, sin embargo, la castaña hizo caso omiso simplemente limpiándolo.

Miró su reflejo en el espejo, notando las sombras bajo sus ojos y la palidez de su piel. Una mueca de disgusto apareció repentinamente mientras analizaba su cuerpo. —Qué asco doy, ¿cómo pueden llamarme anoréxica cuando estoy tan gorda? —dijo para sí misma mientras tocaba la grasa inexistente en su vientre— Ugh.

Se deslizó en la bañera, sintiendo el agua envolvente como un bálsamo sobre su piel cansada. Cerró los ojos y dejó que el calor la relajara, intentando ahogar sus pensamientos en el silencio.

Después de haberse secado con una toalla esponjosa y vistiéndose con su pijama más cómoda, Minatozaki se dirigió a la sala, buscando su teléfono que había dejado en el sofá. Pero al llegar, escuchó el timbre y la puerta ser tocada varias veces.

—Dios, ya voy. —dijo claramente fastidiada por la insistencia de la persona detrás de la puerta— ¿Qué mierda te pasa?... —su expresión cambió drásticamente al notar el rostro familiar que la observaba con una ceja levantada— Tía Hanako, no esperaba... lo siento. —Se disculpó, mientras sus mejillas se tornaban rosa de la vergüenza.

Ahora había insultado a la mujer que más respetaba de su familia, ¿qué más podía salir mal?

—¿Está tu madre en casa? —preguntó la mujer de cabello rubio entrando sin ninguna invitación— Me llamó como la desesperada alegando que había un asunto serio que discutir, una emergencia. Dios, es una histérica, no sé cómo la aguantas, princesa.

—Ella no ha llegado aún y.... es mi madre, tía. La amo a pesar de que puede ser demasiado... ya sabes. —La castaña sonrió suavemente mientras se sentaba junto a la mujer mayor.

Minatozaki Hanako siempre había sido una inspiración para la nipona. Era rica, poderosa, hermosa, delgada, estaba casada con un CEO, además, era una modelo profesional.

Era todo lo que Sana quería ser.

—Pero mírate, estás hermosa, princesa. Debes ser la envidia de todas en tu escuela. —Hanako comenzó, mirando a la Minatozaki más joven de pies a cabeza— Estás consiguiendo el peso perfecto, Sana. En poco tiempo, estoy segura de que serás una modelo preciosa... Aunque aún te falta bajar esos cachetes tan gordos que tienes, cariño. Una modelo debe tener la cara delgada en forma de V, no dos bolas de grasa. —concluyó mientras pasaba suavemente un mechón rebelde de su cabello detrás de su oreja.

—Estaba pensando en reducirlos. Sinceramente, no me gusta tener la cara gorda. Quiero ser tan preciosa como usted, tía, y tiene toda la razón. Haré todo en mí y daré todo mi esfuerzo para ser aún más delgada.

—¿Fuiste tú?... —La madre de la castaña miró a su hija y hermana dejando caer su bolso mientras sus ojos se cristalizaban— ¿Hanako, cómo pudiste meterle esas ideas a tu sobrina? ¿Cómo diablos te atreviste a hacerle daño a mi hija?

—Por Dios, Sakura, no sé de qué estás hablando. Y para tu información... —La rubia se acercó a la mujer de rizos azabaches— Yo estoy velando por el bien de mi sobrina. Quiero que tenga un futuro brillante y exitoso como el mío... No me gustaría que termine como tú, hermanita.

La recién llegada alzó la mano, dándole una cachetada a la mayor de las Minatozaki. Se sentía traicionada.

Había confiado su tesoro más preciado a la persona incorrecta.

—¿¡Qué mierda te sucede, Sakura!?

—¡Mamá!, mi tía Hanako tiene razón. Ella solo está velando por mi bien, por mi futuro. No tienes que atacarla así cuando no ha hecho nada malo, ¿estás loca? —dijo Sana, parándose frente a la mujer mayor para evitar que su madre le hiciera daño.

—Mi linda shiba, no sabes cuánto lamento no haberme dado cuenta antes de lo mal que estabas. —comenzó su madre, sus manos acariciaban con delicadeza las mejillas de la castaña. Las lágrimas no dejaban de caer de sus ojos mientras sollozaba mirando a su hija— Lo siento tanto.

—Mamá, no entiendo de qué me estás hablando... —respondió la japonesa, su corazón le dolía al ver a su madre tan arrepentida, tan vulnerable y, tan rota.

En un intento por hacerla sentir mejor, envolvió a su madre en un abrazo, escuchándola sollozar con más fuerza sobre su hombro. Con suavidad, acarició su espalda para que se calmara, suaves murmullos salían de sus labios. — Todo estará bien, mami, no llores más.

Los orbes marrones de Sakura se toparon con los color miel de su hija.

—Shiba... Tú no estás bien. Lo que haces no es normal... Estás enferma.

Sana apartó con brusquedad a su madre, sentía su corazón acelerarse, era como si un balde de agua helada cayera sobre ella.

—¿Enferma? Sana es perfección pura en todos los sentidos. —comentó Hanako, empujando a su hermana del hombro.

—¿Es perfecto que vomite después de comer? ¿Es perfecto que toda su escuela la llame anoréxica? ¿Es perfecto que esos rumores y un video de ella vomitando llegaran al director y así me tuviera que enterar de lo que mi hija, la que tanto cuidas y velas por su bien, hace?

Las manos de la Minatozaki menor temblaban mientras revisaba su teléfono. Un video grabado por Somi, mostrando cómo vomitaba en los cubículos de la escuela, se había vuelto viral en la página de la escuela.

Esto no podía estarle pasando, estaba cayendo más abajo que Roseanne y su grupo de nerds. Más bajo que la tailandesa pobre. Más bajo que la marihuana Son...

—Sana, no puedes seguir haciéndote daño de esta manera... Yo... Yo lo lamento tanto, pero he tomado la decisión de internarte en un hospital psiquiátrico. —La mujer miró a su hija, sus ojos reflejaban tristeza mientras la castaña la miraba con odio.

—No estoy dispuesta a ayudar a una loca. —musitó Hanako mientras miraba con una mueca de asco a la menor. — Ibas por un buen camino princesa, pero, no puedo permitir que me asocien con una asquerosa enferma. Estoy bastante decepcionada de ti. — finalizo antes disponerse a salir por la puerta principal

—¡Tía, por favor! ¡No soy una maldita enferma y mucho menos una loca! —Sana sollozó desgarradoramente, aferrándose a la mujer. Ahora la persona que más admiraba en el mundo la observaba con desprecio — ¡Llévame contigo, por favor!

Hanako se limitó a apartar las manos de la menor y salió de la casa.

—¿Qué mierda sucede contigo Sakura? —gritó la castaña, decepcionada y furiosa con su madre— ¡No soy una psicópata o una enferma mental! ¿¡Por qué mierda me vas a meter a un lugar de locos!?, ¿¡Te das cuenta de que acabas de arruinar toda mi puta vida!?

—Sana, cálmate. Quiero lo mejor para ti. Necesitas ayuda especial que yo no puedo brindarte aquí y menos cómo están las cosas en tu escuela. —La señora Minatozaki trató de razonar con la alterada menor.

—¿¡Cómo voy a calmarme si me quieres meter a un puto manicomio!? ¡No estoy enferma, no estoy loca! ¿¡No entiendes!?

Sakura abrió la puerta, dejando entrar a tres hombres vestidos completamente de blanco.

—Háganlo... —dijo desviando la mirada.

Uno de los hombres sacó una jeringa y avanzó hacia Sana. Ella retrocedió, pero los otros dos intentaron sostenerla.

—¡No! ¡Déjenme! —gritó Sana, luchando con todas sus fuerzas.

Pero era en vano. Lograron inyectarle el sedante. La castaña sintió cómo el mundo a su alrededor comenzaba a desvanecerse, y sus fuerzas abandonándola. Miró a su madre una última vez antes de que la oscuridad la envolviera completamente.

—Todo estará bien, shiba. —susurró Sakura, con lágrimas cayendo por sus mejillas— Todo estará bien.

Sana no pudo responder. El sedante la sumió en un sueño profundo, y las voces a su alrededor se desvanecieron en el silencio.

Holi, ¿cómo estas?, recuerda votar y comentar <33

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