1O: One Step at a Time.
Sana se encontraba sentada en la fría camilla de la sala de exámenes, mirando nerviosamente el reloj en la pared. Cada segundo que pasaba parecía arrastrarse, llenándola ansiedad. Sabía que la doctora Zhou era linda pero directa, y aunque su tono siempre era calmado, la castaña temía las palabras que podría escuchar en cualquier momento.
La puerta se abrió suavemente, revelando a la taiwanesa, una mujer de rostro sereno y ojos cálidos que transmitían una tranquilidad reconfortante. TzuYu llevaba una carpeta en la mano, y con una sonrisa profesional, se acercó a Minatozaki.
—Buenos días, Sana —saludó la pelicorta, observándola por un momento antes de sentarse en su escritorio frente a ella— ¿Cómo te has sentido últimamente?
—He estado... bien —respondió Minatozaki, su voz traicionando un leve nerviosismo. No quería mentir, pero tampoco sabía cómo expresar las montañas rusas emocionales que había experimentado recientemente.
Zhou asintió lentamente, abriendo la carpeta y repasando sus notas. —He visto que has estado haciendo un esfuerzo en tus comidas. Eso es muy bueno, Sana. Has ganado un poco de peso, lo que indica progreso, aunque sé que esto puede ser difícil para ti.
El corazón de Sana dio un vuelco al escuchar la palabra "peso". Era un tema que la hacía sentir vulnerable y expuesta, pero se obligó a asentir, tratando de no mostrar su incomodidad.
Sabía que este era un paso necesario en su recuperación, pero la realidad de ello aún era difícil de aceptar.
—Sí, estoy tratando de seguir el plan —dijo, su voz apenas un susurro.
—Lo estás haciendo bien —La doctora le aseguró, levantando la vista para mirarla a los ojos— Sé que es un camino difícil, pero cada pequeño progreso es una victoria. No te apresures ni te castigues por los días malos. Lo importante es que sigas adelante.
Sana asintió, sintiendo una extraña mezcla de alivio y presión. Era difícil no caer en la trampa de querer resultados rápidos, de sentirse frustrada cuando las cosas no iban como esperaba.
—Sana, quiero que te des cuenta de algo —continuó TzuYu, su tono suave pero firme— Este proceso no se trata solo de lo físico. La parte más difícil e importante es el cambio mental. A medida que tu cuerpo se recupera, es crucial que tu mente también lo haga. De lo contrario, los viejos patrones podrían volver.
La castaña apretó las manos sobre su regazo. Había estado tan concentrada en lo que veía en el espejo que a veces olvidaba también importaba su salud mental y, su bienestar interior.
—Estoy tratando, de verdad —confesó, sus ojos encontrando los de la doctora— Pero hay días en que siento que no puedo... que todo esto es demasiado.
—Es natural sentir eso. —respondió TzuYu con una comprensión que hizo que la castaña se sintiera menos sola— Pero es por eso por lo que tienes apoyo aquí. Y sé que has estado viendo a Momo regularmente. Ella te ayudará a manejar esos sentimientos.
Con un suave suspiro, Sana asintió. Sabía que la doctora tenía razón. Y mientras Zhou continuaba con el chequeo, revisando sus signos vitales y haciéndole preguntas más específicas sobre su bienestar físico, Sana intentó concentrarse en el hecho de que, aunque el progreso fuera lento, estaba avanzando.
Una vez que el chequeo terminó, TzuYu sonrió suavemente.
—Estás en el camino correcto, Sana. Sigue así y no dudes en hablar conmigo o con Momo si sientes que necesitas más apoyo.
—Gracias, doctora Zhou. —respondió la castaña, sintiendo un pequeño alivio al escuchar que estaba avanzando, aunque el miedo persistente no la abandonaba del todo.
— Hablando de la terapeuta Hirai. — continuó la doctora antes que Minatozaki abandonara su consultorio. — DaHyun me aviso que tienes una sesión con ella saliendo de aquí.
—Está bien, gracias otra vez...
La castaña se sentó en el sofá, sus pensamientos aun girando en torno a las palabras de TzuYu. La terapeuta, con su energía calmada y reconfortante, la observó con paciencia, esperando a que Sana encontrara las palabras para comenzar.
—He estado pensando mucho... en JiHyo —empezó Minatozaki con su voz temblando un poco.
Hirai asintió, animándola a continuar.
—Creo que... me gusta. Pero no solo como amiga, sino... de una manera que no había esperado. Es raro, pero no puedo dejar de pensar en ella —confesó Sana, sintiendo que su corazón se aceleraba al admitirlo en voz alta.
—Eso es un gran descubrimiento, Sana —respondió la terapeuta con una leve sonrisa— ¿Cómo te sientes al respecto?
—Confundida —admitió— Me asusta. Porque no quiero arruinarlo, y no sé si ella siente lo mismo. Y además... no le he hablado sobre mi trastorno. No sé cómo hacerlo. Tengo miedo de que... la aleje.
Momo observó a la castaña con empatía, comprendiendo la complejidad de lo que estaba diciendo.
—Es natural sentir miedo, especialmente cuando los sentimientos se vuelven más profundos. Pero también es importante recordar que las relaciones saludables se construyen sobre la honestidad y la comprensión mutua. JiHyo también tiene sus propias luchas, ¿verdad? —le recordó la pelinegra.
Sana asintió lentamente, sus pensamientos enredados en el recuerdo de la azabache. —Sí, lo sé. Pero no quiero que vea mi trastorno como una carga.
—Hablar de tus luchas no es una carga, Sana. Es parte de ser honesta contigo misma y con ella. Si realmente te importa JiHyo, confía en que ella te escuchará y no te juzgará. No tienes que contarle todo de una vez, pero compartir lo que estás lista para compartir podría fortalecer lo que están construyendo —aconsejó Momo con suavidad.
Las palabras de la terapeuta resonaron en la mente de Sana.
Tal vez tenía razón.
Tal vez era hora de empezar a confiar en alguien más con su verdad.
—Lo pensaré —dijo finalmente, sabiendo que el camino adelante no sería fácil, pero sintiendo una pequeña chispa de esperanza en su interior.
Momo asintió, satisfecha con la respuesta. —Eso es todo lo que puedes hacer por ahora, Sana. Dar un paso a la vez.
Sana empezó a darse cuenta de que, aunque el miedo era parte de la ecuación, también lo era la esperanza. Y, por primera vez en mucho tiempo, sintió que podía empezar a abrazar ambas.
Después de su sesión, Sana salió al pasillo, sus pensamientos aún nublados por todo lo que había discutido con la terapeuta Hirai. Estaba comenzando a aceptar que su proceso de recuperación sería largo y complicado, pero que era necesario.
Entonces, notó una figura familiar más adelante: MiYeon.
La castaña estaba sentada en uno de los bancos del pasillo, mirando distraídamente sus uñas. Minatozaki notó la tensión en sus hombros, la forma en que su mandíbula estaba apretada como si estuviera esforzándose por mantenerse tranquila.
Durante un largo momento, Sana vaciló. Había muchas cosas que no habían dicho, muchas heridas no sanadas entre ellas. Sin embargo, algo en su interior la impulsó a acercarse. Tal vez fue la charla con Hirai sobre ser honesta y vulnerable, o tal vez fue simplemente el deseo de reparar algo que sabía que había roto.
Se acercó lentamente y, al final, se aclaró la garganta. —MiYeon...
La nombrada levantó la vista, y por un instante, su expresión fue de sorpresa, seguida rápidamente por una preocupación en sus orbes verdes. —Sana...
Minatozaki se mordió el labio, sintiendo una oleada de culpa. Era consciente de que, durante sus peores momentos, había tratado a MiYeon con crueldad, usándola como un saco de boxeo emocional. Y, aun así, MiYeon nunca se había alejado del todo, permaneciendo cerca, incluso cuando Sana la empujaba.
—Quiero... disculparme —dijo la más baja finalmente, las palabras saliendo vacilantes pero sinceras— Fui muy cruel contigo. Te traté mal cuando todo lo que hacías era intentar ayudarme, o realmente no hacías nada y yo era grosera contigo, No te lo merecías, MiYeon, y lo siento mucho.
MiYeon parpadeó, claramente sorprendida por las palabras de la castaña. Por un momento, se quedó en silencio, procesando lo que acababa de escuchar.
—No fue fácil, Sana —respondió MiYeon con sinceridad— Hubo momentos en los que realmente pensé en alejarme, pero sabía que estabas pasando por algo difícil. Nos conocemos desde que éramos niñas y, sabía que no siempre habías sido tan cruel, algo te hizo cambiar de esa manera, pero sabía que mi shiba seguía ahí.
Minatozaki asintió lentamente, sintiendo una punzada de dolor en el pecho al escuchar las palabras de la coreana. Era consciente de lo difícil que había sido para MiYeon, y eso solo aumentaba la culpa que la atormentaba.
—No tenías que quedarte... Te trate mal, te prohibí cosas y te insulte... —murmuró Sana, sus ojos bajando al suelo— Pero lo hiciste, estabas conmigo... Y no sé cómo agradecerte por eso.
MiYeon suspiró suavemente, levantándose del banco para estar a la altura de Sana. Sus ojos ahora mostraban una mezcla de tristeza y comprensión.
—Sana, somos amigas —dijo MiYeon, suavizando su tono— O al menos, eso pensé siempre. Pero sabes... las amigas no se tratan así. Yo estaba preocupada por ti, pero también me dolió cómo me apartabas cuando te preguntaba si estabas bien, como me alejaste de la chica que me gusta "por qué no me convenía"... —la castaña suspiro. — Somi comenzó a ser peor que tu desde que te fuiste y me di cuenta de que, ya no puedo permitir que me traten asi. Quiero que entiendas que, aunque quiero estar ahí para ti, también necesito protegerme.
Minatozaki sintió que sus ojos se humedecían, la gravedad de las palabras de MiYeon asentándose en ella. No había pensado en cuánto daño podría haberle hecho a la castaña mientras luchaba con sus propios demonios. Había estado tan concentrada en su propio dolor y en esconderlo con su crueldad que había olvidado que otros, incluso aquellos cercanos a ella, también tenían límites y sentimientos.
—Lo entiendo ahora —susurró Sana, alzando la vista para encontrarse con los ojos verdes de su contraria — Y quiero cambiar. No quiero seguir siendo esa persona que lastima a los demás porque está demasiado perdida en su propio sufrimiento. No quiero seguir empujándote lejos. Quiero ser una mejor amiga para ti, si aún puedes confiar en mí.
MiYeon la miró durante lo que pareció una eternidad, sus ojos buscando algo en la expresión de Sana. Finalmente, sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa, una que contenía tanto cansancio como esperanza.
—Podemos intentarlo, Sana —dijo finalmente— Pero quiero que sepas que necesito que seas honesta conmigo, y eso incluye hablar de lo que te pasa. No puedo ayudarte si no sé qué estás enfrentando. Y también quiero que sepas que estoy aquí, pero no puedo ser la única que lucha por nuestra amistad.
Minatozaki asintió, sintiendo una mezcla de alivio y responsabilidad. Sabía que este era un momento crucial, una oportunidad para hacer las cosas bien, no solo con MiYeon, sino consigo misma.
—Seré honesta contigo, MiYeon —prometió — Y lucharé por nuestra amistad, como debí hacerlo desde el principio.
MiYeon le dio una palmada en el hombro, un gesto que se sentía reconfortante en su simplicidad.
—Eso es todo lo que necesito, Shiba. Un paso a la vez.
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