11: The Art of Feeling.
Sana caminaba por los pasillos del hospital, sus pasos resonando suavemente contra el suelo. Todavía sentía la conversación con MiYeon pesando en su corazón, pero también tenía una extraña sensación de alivio. Había dado un gran paso hacia la reconciliación, un paso hacia la sanación. Y aunque el camino seguía siendo incierto, ya no se sentía tan sola.
Se dirigía a la sala de terapia creativa, recordando las palabras de la doctora Hirai: "Un paso a la vez". Hoy, ese paso era permitir que su mente se distrajera un poco, sumergiéndose en algo que le permitiera escapar de sus pensamientos. ChaeYoung la había invitado a sus clases de pintura la última vez que la topo, le dijo que sería una actividad simple, pero había algo en ella que aliviaba siempre a los que la tomaba.
Cuando entró en la sala, se sorprendió al encontrar un ambiente cálido y acogedor. Las paredes estaban adornadas con dibujos y pinturas de pacientes anteriores, todos ellos llenos de una mezcla de colores vibrantes y oscuros que representaban las variadas emociones que cada uno había transmitido en sus obras. Al fondo, la rubia más baja estaba organizando pinceles y tubos de pintura sobre una mesa larga.
ChaeYoung, con su cabello recogido en una coleta alta y un delantal manchado de pintura, levantó la vista y sonrió ampliamente al ver a Sana entrar. La castaña no pudo evitar devolverle la sonrisa, aunque de forma tímida.
—Hola, Sana —saludó la mencionada con una voz serena y cálida— Me alegra verte aquí. Hoy vamos a pintar lo que sentimos. No hay reglas, solo deja que tus manos hablen por ti.
Minatozaki asintió, sintiéndose un poco fuera de lugar, pero la calidez en la voz de ChaeYoung le daba una sensación de pertenencia que no había esperado. Se acercó a la mesa, donde JiHyo ya estaba sentada, con un lienzo en blanco frente a ella. La azabache le dirigió una pequeña sonrisa, una que Sana correspondió mientras se sentaba a su lado.
—¿Lista para ser creativa? —preguntó JiHyo en un tono ligero, tratando de romper el hielo.
—No estoy segura de qué va a salir —admitió Sana con una risa suave— Pero lo intentaré.
ChaeYoung les pasó a ambas pinceles y las animó a escoger los colores que quisieran. A medida que la castaña sumergía su pincel en un azul profundo, sintió una oleada de emociones. No sabía cómo poner en palabras lo que sentía, pero quizás el lienzo podría ayudarla a expresarlo.
Comenzó a trazar líneas suaves, casi tímidas, que poco a poco se transformaron en olas. El azul se extendió por el lienzo, mezclándose con toques de blanco y negro, creando una escena caótica y pacífica a la vez. Era como si su mente se estuviera volcando en el lienzo, cada trazo representando una parte de su lucha interna.
A su lado, JiHyo pintaba en silencio, concentrada en su propia obra. De vez en cuando, sus miradas se encontraban, compartiendo una comprensión silenciosa. No necesitaban palabras; el acto de crear junta y, de compartir ese momento, era suficiente.
Mientras pintaba, Sana se dio cuenta de que sus manos habían dejado de temblar. Estaba tan inmersa en el proceso que el tiempo parecía haberse detenido. Los colores en su lienzo comenzaron a cambiar, volviéndose más suaves... más esperanzadores. El azul profundo se mezclaba ahora con tonos más cálidos, como si su mente estuviera comenzando a aceptar la posibilidad de algo mejor.
Finalmente, cuando terminó, se quedó mirando su obra.
No era perfecta, pero no importaba.
Era honesta, y eso era lo que más valoraba en ese momento. Sentía una especie de alivio, como si una pequeña parte de su carga se hubiera aligerado.
—Es hermoso —murmuró Park, observando el lienzo de la castaña con una sonrisa.
Sana sonrió tímidamente, sintiéndose un poco vulnerable al mostrar su trabajo, pero también orgullosa de lo que había creado.
—Gracias, Hyo —susurró, su voz suave pero llena de sinceridad.
ChaeYoung se acercó a ellas, admirando sus obras con una mirada madura y comprensiva.
—Son increíbles —dijo con sus ojos brillando de entusiasmo— Veo que ambas han puesto mucho de ustedes en sus pinturas.
—Gracias, ChaeYoung. Creo que necesitaba esto.
La joven asintió. — A veces, el arte puede ayudarnos a expresar cosas que no sabemos cómo decir con palabras. Me alegra que te haya servido — dijo con una sonrisa sincera.
Y, por primera vez en mucho tiempo, Sana se sintió un poco más ligera, un poco más en paz consigo misma. Sabía que el camino hacia la recuperación sería largo y difícil, pero al menos, no estaba caminando sola, y eso le daba la fuerza para seguir adelante.
Las mañanas en el hospital solían ser monótonas, marcadas por rutinas inquebrantables que mantenían a los pacientes anclados a un ritmo constante, predecible. Pero hoy, para Sana, había algo diferente en el aire. Había algo en la forma en que el sol se filtraba a través de las ventanas, un resplandor suave que llenaba los pasillos de una luz cálida y tranquilizadora. Había algo en el recuerdo de la tarde anterior, en la compañía de JiHyo y ChaeYoung, que la hacía sentir un poco más ligera, un poco menos atrapada en la tormenta interna que la había envuelto durante tanto tiempo.
Después de su primera sesión de pintura, Minatozaki se encontró deseando más momentos como ese, más oportunidades para perderse en los colores y formas que habían logrado calmar su mente inquieta. Pero más que nada, se encontró deseando la compañía de JiHyo. Había algo en la presencia de la otra chica, en su forma serena y a la vez intensa de estar allí, que la hacía sentirse... segura.
Mientras se dirigía al comedor para el desayuno, la castaña no pudo evitar sonreír al recordar la forma en que la azabache la había mirado cuando terminaron sus pinturas. Era una mirada llena de comprensión, de aceptación, como si, por un momento, todas las barreras entre ellas hubieran desaparecido, dejando al descubierto algo más puro, más real. Y eso era nuevo para Sana, que siempre había estado rodeada de personas que la veían como algo perfecto, inalcanzable.
Con JiHyo, se sentía... humana.
Cuando llegó al comedor, la encontró ya sentada en su mesa habitual, con su bandeja medio vacía frente a ella. JiHyo levantó la vista y le dedicó una sonrisa, invitándola a unirse sin necesidad de palabras.
—Buenos días —saludó Sana mientras se sentaba frente a ella, sintiendo una calidez que no podía explicarse del todo.
—Buenos días —respondió JiHyo, su voz suave y tranquila— ¿Cómo estás hoy?
—Mejor, creo — Minatozaki se detuvo un momento, sorprendida por la honestidad en sus propias palabras— Ayer me hizo bien.
La coreana asintió, sus ojos grises reflejando una comprensión profunda. No había necesidad de hablar más del tema; ambas sabían lo que significaba. Durante unos minutos, comieron en silencio, el tipo de silencio que no incomodaba, sino que reconfortaba, como una manta suave en una noche fría.
—¿Te gustaría hacer algo después del desayuno? —preguntó JiHyo de repente, rompiendo el silencio de una manera que no se sentía abrupta, sino natural.
Minatozaki la miró, sorprendida pero agradada por la propuesta. Era la primera vez que alguien en el hospital la invitaba a hacer algo fuera de las actividades programadas, y la idea de pasar más tiempo con JiHyo le resultaba extrañamente atractiva.
—Claro, ¿qué tienes en mente?
Park sonrió ligeramente, un destello de picardía en sus ojos.
—Podríamos ir al jardín. Es un buen lugar para hablar, para desconectarse de este ambiente.
La castaña asintió, sintiendo una especie de emoción nerviosa en su pecho. Terminaron su desayuno en un silencio cómodo antes de dirigirse juntas hacia el jardín. Era un espacio pequeño, pero bien cuidado, con flores de colores vibrantes y un par de bancos de madera desgastada. Al llegar, JiHyo se sentó en uno de los bancos, mientras Sana se unía a ella, sintiendo la suave brisa en su rostro.
—Me gusta venir aquí —dijo la azabache, rompiendo el silencio— Es uno de los pocos lugares donde me siento realmente en paz.
Minatozaki la miró de reojo, observando la manera en que la luz del sol iluminaba su cabello, creando un halo dorado a su alrededor. Había algo tan calmado, tan seguro en ella, que Sana se encontró deseando conocer más, entender más de la persona que estaba a su lado.
—Lo entiendo —respondió en voz baja— A veces, necesitamos un lugar donde podamos simplemente ser.
JiHyo la miró, sus ojos reflejando algo que Sana no pudo descifrar del todo, pero que sintió profundamente. Había un vínculo formándose entre ellas, algo más fuerte que la simple simpatía o la necesidad de compañía. Era una conexión que, aunque todavía frágil, tenía el potencial de crecer, de convertirse en algo más.
Pasaron la siguiente hora hablando de pequeñas cosas, compartiendo historias y anécdotas que, aunque simples, tenían un significado profundo para ambas.
Cuando el sol comenzó a elevarse más alto en el cielo, anunciando el mediodía, ambas se quedaron en silencio una vez más, disfrutando de la tranquilidad del momento.
—Gracias por esto —dijo Sana finalmente, rompiendo el silencio— No sabes cuánto lo necesitaba.
JiHyo sonrió, —No tienes que agradecerme nada. También lo necesitaba.
A veces, un pequeño gesto, una simple conversación, podía hacer toda la diferencia. Y para Sana, ese día en el jardín marcó el comienzo de algo nuevo, algo que no había esperado encontrar en ese lugar. Amistad, apoyo, y quizás, si tenía suerte, una razón para creer que las cosas podían mejorar, ¿verdad?
¿Verdad? muajajaja
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top