Capítulo 5
No había tiempo que perder. Sebastian corrió como si no hubiese un mañana (que igual aún no sabía si tendría), con el corazón latiendo desbocado, el terror se estaba apoderando de él tango que al llegar a la puerta de la casa comenzó a gritar.
-¡Afuera! ¡Salgan ahora mismo, dejen todo!- sin rechistar, los chicos comenzaron a salir, asustados-. Ella lo sabe, tenemos que salir de aquí ya, apresurense, siganme.
El terror es colectivo.
La carrera por sus vidas comenzó, tendrían que seguir el camino de tierra para llegar a la puerta de seguridad. Solo suplicaban que Clearke no fuera lo suficientemente sádica como para bloquear su única salida.
Primero fue un grito y luego un estruendo. Todos giraron a ver, esperando lo peor, pero no, Ciel solo se había caído, por lo que Sebastian decidió llevarlo cargado, solo debían irse rápido, era lo único en lo que podían pensar su nublada mente.
Al localizar la puerta, Sebastian se apresura a abrir, dejando que todos los demás entren primero. Al cerrar la puerta, un poco de alivio los inundó... Hasta que vieron el sonriente rostro de Clearke, se encontraba recostada contra una pared de ese oscuro lugar, apenas era visible por un faro.
-Muy buena reacción- los felicitó-. Mi investigación terminó. Pueden regresar tranquilos a su casa, yo no diré nada.
Clearke se da la vuelta, da cuatro pasos hacía adelante y declara:
-Mikaela, Levi, ¿Se sienten bien?
Ambos chicos se paralizan. Simplemente no saben que responder.
-Quiero una respuesta rápida- presiona.
-Sí...- logra decir Levi.
Clearke da cuatro pasos más.
-Perdón- y corre hasta desaparecer.
-Sebastian...- Ciel intenta pedir una explicación.
-Regresemos- pide con tono tranquilo.
No hay más. La puerta se abre y vuelven a ser esclavos. Todos lo son.
Están inseguros de regresar, pero Sebastian cree en la palabra de Clearke, por lo que intenta darles tranquilidad a los chicos mientras regresan a la casa.
-Cada quién debe seguir sus actividades- pide, estando dentro de la casa-. Yo estaré verificando la zona.
Ciel se inquieta.
-¿Te molesta si voy contigo?- pregunta, necesita cuidar de sus amigos, algo que solo podría hacer verificando por su cuenta que Sebastian no miente.
-Puedes venir- accede.
Alois les dedica una mirada llena de sospecha, aún si no dice nada para impedir lo que suceda.
Se abstendrá a las consecuencias.
Eren se acerca a Mika con cautela.
-¿Te molestaría prestarme a Levi?- directo al grano.
-No si a cambio me prestas a Yuu- directo al asunto.
-Está bien- responde, luego toma la mano de Levi-. Por favor, ayudame con el retrato.
Él solo asintió.
-Yuu-chan, ayudame a terminar estas partes de la escultura- pide con una sonrisa Mikaela.
Eran totalmente opuestos cuando estaban con la persona que sí les gustaba, aún si no lo notaban.
-Eren- Levi simplemente quería decir su nombre.
-Dime, Levi- estando de nuevo sentados frente al otro, disponían a hablar.
-No es nada, solo quería decir tu nombre.
Eren comienza a sonrojarse ligeramente.
-Entiendo- pero lo ignora y sigue trabajando.
Tal vez simplemente estaban nerviosos por lo que podría pasar, ni siquiera llevaban un mes de estar en esa casa y ya comenzaban los problemas.
Eren había en listado mentalmente sus temores en esa casa:
1. Sebastian, no se veía muy bien confiar en él.
2. Ese sentimiento que estaba creciendo por Levi (Y no, no le tenía un nombre al sentimiento).
3. Tener que volver a hacerlo con Yuuichiro.
4. La mirada de Mikaela.
Él diría que también de preocupa por el tipo de relación que desarrollan Sebastian y Ciel, pero ese es problema de ellos, no puede interferir, las reglas eran lo bastante claras para no romperlas y si preferían hacerlo Eren no tenía ningún derecho a objetar.
Levi observaba como el rostro de Eren parecía endurecerse, estaba molesto y lo sabía muy bien. Él no era su pareja, por lo cuál decidió quedarse callado y mantener la expresión serena.
-No deben preocuparte los demás- le dice, luego de un rato.
Eren suaviza su expresión al escucharlo.
-Ciel se ve muy pequeño para su edad, no confío mucho en dejarlo solo con Sebastian.
-Ciel decidió ir- le recuerda-, no confía en él tampoco.
Eren suspira, frustrado.
-Toma un descanso, aún tienes un mes para terminarlo.
Levi dispone quitarle las cosas a Eren, una por una, para no hacer estorbo y que no se arruine su trabajo, justo cuando sus dedos se rozan para tomar el pincel, una corriente de sensaciones los recorre.
Eren no le dará más vueltas a ese asunto, no es lo correcto, no debe hacerlo.
No.
No.
No.
Pero se contradice cuando atrae a Levi para besarlo.
ו×
-Oye, Mika- Yuuichiro intenta llamar su atención- ¿No crees que Ciel está intentando ser más cercano con Sebastian?
-¿Qué más da, si es lo que él quiere? Pueden hacer lo que les venga en gana, hasta ir contra las reglas- deja salir una risa corta-. Aún que eso no quita que la estatura de esos dos sea graciosa.
Yuuichiro le sigue con su risa.
-Ciel es tan pequeño... Y Sebastian tan alto- enfatiza-. Espero no lo parta en dos.
Sus bromas son de un gusto terrible, horrible, pero se comprenden, es la primera vez que Mikaela se siente tan libre con alguien. Y es irónico a la vez, porque los dos son prisioneros de esos muros, aunque disfrutan de su condena. Esa dulce tortura del alma.
¿Alguien no dijo una vez que "el infierno es más divertido cuando estas con el demonio correcto"?
Mikaela tenía muy clara esa frase, es más, era su favorita.
-Yuu-chan- y le regala la sonrisa más hermosa que puede hacer, esa que nunca nadie pudo ver.
Resplandeciente.
Yuuichiro, que casi nunca está dudando y que es tan impulsivo con sus sentimientos, sigue su instinto.
Y lo besa, dejando relucir en ese instante todo lo que Mikaela le hace sentir.
ו×
Estúpido Sebastian, Ciel aún lo maldecía por como lo llevaba.
Era cierto que él no se veía muy fuerte (ni lo era), pero no le hacia nada de gracia ser llevado como una princesa. Peor aún. Como una recién casada.
-Usted quería venir y no aguanta el paso- se burla el más alto.
-Callate- ordena Ciel, su enojo va creciendo.
-¿No quiere conversar conmigo, entonces?
-No.
Sebastian suspira, dramático.
-Rencoroso- le dice.
Ciel, entonces, gira el rostro para poder verlo a cara mientras le grita.
-¡Idio...!- es callado con un beso.
Corto, pero un beso.
-No me grite, ni me insulte- pide, al separarse.
Los colores se le suben al rostro, regresando a su antigua posición, escondido entre los brazos del mayor.
-Te odio- le susurra.
-Puedo cambiar eso- asegura.
Hay algo que tal vez esté omitiendo, y es que cuando un destinado comienza a romper la unión (ese lazo) por comenzar a sentir algo fuerte por alguien más, la otra mitad comienza a corromperse. Era cuestión de un mes para terminar por colapsar.
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