Capítulo Uno.
Las emociones pueden hacerle un daño irreparable al sistema humano, y eso sentí en un momento dado cuando algo se movió a mi lado. Mis ojos intentaron salirse del hueco en mi cráneo. Giré milímetro a milímetro para ver una mata de cabellos oscuros enmarcando la cara del hombre que invadía mi ser de manera única.
—Ahora entiendo porque dormí tan bien— pensé irónicamente; pero la perplejidad pudo más que la ironía y los pensamientos absurdos. Me alarmé, me despejé y me removí.
Él parecía alguien completamente diferente en su estado de estupor. Las sábanas apenas tapaban la parte central de su anatomía; estaba boca abajo con el rostro dirigido hacia mí. Su espalda, sus lunares, se movían con cada respiración... volvía a perderme, a irme, me sentí ahogada y mucho más que eso.
Sentí mucho... mucho más que eso.
Mi corazón martillaba frenéticamente por cosas distintas. Estaba acostumbrada a que latiera fuerte cuando él se acercaba, porque tenía algo en mente, porque no sabía lo que él iba a hacer, y yo siempre estaba con la incertidumbre y a la expectativa de lo que sucedería. Esto era distinto, no había miedo, angustia o nerviosismo.
Había una extraña y cálida sensación de estar bien que se acentuaba con cada segundo que lo seguía viendo a mi lado. Sin embargo, esa parte de mi mente que tiene un modo de pensar estructurado y disciplinado iba ganando terreno en mí.
Me decía que esto estaba mal: la cercanía, todo... mi privacidad, mi lugar seguro estaba siendo invadido por él. A este paso no quedaría nada de mí y todo sería "él" y "eso"... eso puede ser muy bueno o muy malo. No sabía hasta qué grado podría perderme y en qué punto esto se convertiría en algo de no retorno.
Sentí que mi cuerpo daba ligeros temblores. Tendría que calmarme si no quería que él despertara y me viera en tal estado de conmoción.
¡Maldita sea! ¿por qué algo tan simple se me tornaba tan difícil de asimilar? ¿y qué si desde la primera vez hubiese dormido junto a él? ¿y qué tal si...?
¡No!
¡Mierda y doble mierda!
Cerré mis ojos y masajeé mis sienes. Esto de verdad no estaba colaborando conmigo; mi mente era un revoltijo de pensamientos y yo solo quería que todos se fueran, que me dejaran en paz.
Miré de nuevo hacia él y sentí un picor en mis dedos ante las ganas de trazar líneas imaginarias de un lunar a otro en los contornos de su espalda.
Él olía tan maravillosamente bien, aún dormido desprendía todo eso que me hacía perder la cabeza, en el buen sentido. Su cabello era otra historia, era un hermoso y excitante desastre. Recordar cómo se sentía entre mis dedos no ayudaba con mi intención de no acercar demasiado la mano.
Era increíble como podía pasar de la desesperación al deseo con tan solo verlo de diferentes maneras. Si dejara a un lado la angustia que me ahogaba por el hecho de tenerlo en mi cama, entonces el deseo arremetería en mí... tan devastador como solo él puede provocarlo.
¿Que debía hacer ahora?, ¿sí tenía que hacer algo?
¡Dios! había sido él quien se durmió en mi cama, entonces ¿por qué estoy pensándolo tanto? no es como si se fuera a acabar el mundo o en este caso nuestra relación por ello.
Negué fervientemente con la cabeza. Lo que sea que pasase cuando él abriera los ojos, no era mi culpa, ni mi causa. Fin de los pensamientos.
Quise aplaudirme o golpearme por esa decisión y mi festejo interno ante ello.
Me levanté con una de las sábanas, cubriendo mi desnudez. Caminé hacia los cristales y observé la fina capa de lluvia caer, el cielo estaba encapotado, era hermoso... la grama se iba mojando gota a gota alcanzando un matiz verde vivo.
Me senté en el suelo empujada por la sensación de paz que sentía al ver el paisaje; como cuando era niña... como cuando me despertaba y me iba directo a la ventana de mi habitación y veía la lluvia caer. Mi padre y mi madre estaban por la casa, encargándose de todo y haciéndome sentir segura.
En este caso no era ni mi padre, ni mi madre; era él, y la sensación reconfortante era la misma.
Sentí la calidez que solo podía venir de su presencia. Seguí mirando hacia el vidrio, enfocando la mirada y alcancé a ver resquicios del reflejo de su piel en el cristal, él me robaba el aliento.
Respiré profundo y desde mi posición en el suelo giré la cabeza, tragué grueso y levanté mis ojos hacia su rostro... no sabía si él era más tentador totalmente desnudo o con ese bóxer, si por el día cuando estaba completamente despierto y dispuesto al mundo... o ahora cuando sus ojos eran rendijas adorables, rascando su barba en un gesto perezoso. Su cara de sueño generaba una sensación en mi pecho que estaba más que segura no podría ponerle nombre.
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