Capítulo Doce.

Llevaba una pequeña cadena que se movía de forma endemoniada en mi interior.

—Esto te hará delirar— dijo con una sonrisa —pero te va a torturar por igual— señaló.

En ese momento pensé que era absurdo. Sus manos sobre mi cuerpo y sus acciones no me dejaban creer que algo así pudiera suceder pero, a estas alturas, cuando ya me había movido, vestido y ahora  viajábamos a alta velocidad a las afueras de la ciudad ¿Cuántas veces había sentido que me liberaría? Pero en realidad terminaba frustrada, transpirada y chirriando los dientes con el sabor a metal en mi boca. Iba a enloquecer en cualquier momento y el conducía con una maldita sonrisa en sus labios, tarareando melodías que me frustraban más.

Lograba distraerme un tanto... otro tanto solo rechinaba mis dientes y apretaba mis manos en el asiento para no hacer algo que pudiera traer consecuencias peores para mi cuerpo.

—Mueve la cadena— dijo en una parte de nuestro viaje.

Lo mire algo desafiante, ganándome un pellizco en mi muslo de su parte. Pellizco que me supo a gloria por lo sensible que estaba. Llevaba un vestido, nada abajo.

Con mi temblorosa mano seguí su orden y creí ver las estrellas cuando moví levemente la cadena y sentí que explotaba, pero nada. Cada cierto punto me hizo repetir la acción. Hasta que llegamos al parque natural de Barnim.

Quise preguntar pero mi mente estaba colapsada, no podía concentrarme en nada en absoluto.

Buscó un lugar disponible en el estacionamiento. Al bajar del auto realmente se respiraba aire puro.

Esto era nuevo, no había ningún tipo de civilización más que un par de familias y turistas. Y mi Señor y yo, por supuesto. El aire fresco azotaba fuertemente, por lo que me apresuré a sostener mi vestido para no hacer un acto más de exhibición. Afortunadamente la cadena no era tan larga y la parte que sobresalía no lograba verse mientras caminaba, o eso decía él.

Caminamos. ¿Cuánto caminamos? Mucho, diría yo. Poco a poco, los escasos turistas que habían por aquí y por allá fueron desapareciendo, las flores de colores iban sustituyéndoles y yo lograba maravillarme con ellas y olvidarme así de mi condición.

Durante nuestro camino, que no sabía hacia donde nos conducía, disfrutaba realmente del paisaje y el aire puro que nos envolvía. Realmente estaba disfrutando de nuestro paseo, siempre y cuando ignorase el movimiento interno de la cadena.

Empecé a divisar un lago a lo lejos, pequeños botes cerca de un muelle completamente solo. Alrededor del lago leves formaciones rocosas, sabanas... lo seguí mientras nos desviábamos hacia un lateral del lago.

Nos dirigimos hacia allá, era como una pequeña cima. No entendía que hacíamos aquí y él tampoco me decía nada, podía interpretarlo de muchas maneras y ninguna terminaba de agradarme.

Estábamos solos, porque podía girar mi vista en todas las direcciones y darme cuenta que lo único vivo que nos acompañaba eran los peces del lago y los pajaritos que hacían su travesía sobre nosotros, ¿Qué era todo esto?

—Siéntate— pidió.

Lo hice con decoro, recordándome que una cadena guindaba de entre mis piernas, que no llevaba bragas y que estaba venteando.

Pude escuchar su risa pero no le mire para comprobarlo.

—Cruza tus piernas.

Al hacerlo, tuve que poner mis manos en la grama por el "movimiento" que se produjo. Chirríe mis dientes, abrí los ojos cuando me percaté de que él se sentaba frente a mí.

Me miró, no era el sol lo que hacia mi piel arder, era su mirada.

Levanté la vista y, como siempre, la intensidad de su mirada y el color gris de sus ojos me dejó sin palabras. Verlo con el lago a su espalda, solo en una sudadera y su cabello oscuro y desordenado por el viento que lo despeinaba, era una imagen que fácilmente dejaba sin aliento.

—Quiero que cierres los ojos, Eridan— lo hice de inmediato —, eso es.

Tragué grueso cuando sentí el calor de sus manos cerca de mí pero sin tocarme, podía sentir mi propio cuerpo inclinándose sin pedir permiso para hacer contacto con sus manos pero hice todo por controlarme, él no había dicho ni hecho nada más.

—Levanta tus manos— lo hice extendiendo ambas manos hacia él —esta mañana, hace solo un rato, te he dicho que he logrado memorizar cada curva y parte de tu cuerpo, me has brindado la oportunidad de conocerte, porque eres mía, porque así lo quieres, porque así sientes.

Su voz sonaba suave, lograba ponerme en un estado de sopor contrarrestando el sentimiento de ardor que cada roce de la grama generaba contra mí, estaba demasiado sensible.

—Quiero que conozcas en mí, lo mismo que yo conozco en ti— fruncí el ceño —lo que quieras conocer, Eridan, esta es tu oportunidad. No quiero preguntas, solo hazlo si quieres hacerlo.

Silencio, un incómodo silencio se instaló alrededor. Producto de lo congelada que estaba en mi sitio, ni siquiera sentía la cadena entre mis piernas, no había nada, sus palabras me habían dejado estática.

¿Tocarlo? ¿Cuántas veces había querido ello?

Levante mis manos nuevamente, si... las había bajado llena de inseguridad y preguntas, pero él había dicho que no lo hiciera, quería abrir mis ojos, verlo y saber qué tocar, qué hacer, ver qué me decían sus ojos pero...

—No lo hagas, no abras los ojos...

No lo hice, los deje cerrados. Con el corazón desbocado en mi pecho, acerqué mis manos suavemente, con miedo... podía sentir mi pulso temblar, su respiración acarició mi piel. Me estaba ahogando en sensaciones y por poco bajo mis manos, el si podía verme, observaba cada acción de mi parte.

Lo primero que sentí fue su barba. La yema de mis dedos tocaron la suavidad de sus vellos, una y otra vez, mis uñas rasparon, él no dijo nada. Mi corazón latía y latía. Subí delicadamente hacia sus pómulos pronunciados, su piel tersa, su nariz recta.

Temblaba.

Subí por su nariz hasta llegar a sus parpados, suavemente toqué sintiendo el movimiento bajo mis dedos. Un aire incandescente se apodero de mí, ¿Qué estaba haciendo?, no me pare, no podía... sentía mi cuerpo cada vez más inclinado sobre él. Sus cejas pobladas fueron lo siguiente que sintieron mis dedos, suaves, delicadas, su frente.

Tenía el ceño fruncido y me preguntaba ¿Por qué? Pero se suavizó, o tal vez fueron mis dedos lo que lograron suavizarlo. Su cabello, eso que tanto adoraba estaba a escasos centímetros de mis dedos, lo bordeé y seguí tocando sus orejas, para descender por su cuello.

Sabía que estaba la sudadera y realmente yo no necesitaba tocar nada más, su torso estaba grabado en mi abdomen y mi espalda cada vez que había chocado con él cuando estábamos unidos. Sus pies y piernas estaban en mi mente cada vez que, de rodillas, lo veía acercarse a mí. Al igual que su espalda, por cada vez que he caminado tras de él.

Era esto, sus facciones, su cabello... mis dedos se enredaron en sus hebras cortas. Con miedo volví adelante, a su rostro acariciando con mi mano derecha las sienes y con la izquierda sus labios.

Estaba... perdida.

Yo lo necesitaba.

Yo lo extrañaba.

Yo quería justo ahora todo de él.

Su Dominación, su posesión. Al dominante y al hombre.

Abrí mis ojos, asustada por mis pensamientos.

Él me veía, su respiración era irregular, mis ojos se humedecieron. Mi pecho subía y bajaba acelerado. Su pecho no estaba muy diferente.

Recostada en la grama con su cuerpo sobre mí, su mano entre mis piernas, tomando lo que era suyo, haciéndome ver el cielo y el infierno mientras retiraba la cadena.

Él era el fuego del deseo y era el sentimiento de tenerlo todo... Por fin era libre, verdaderamente libre en sus manos, libre porque el placer me atacó al no tener ninguna cadena. Libre porque sabía ahora que él era tan mío y yo tan suya.

Libre y asustada.













Estoy muy interesada en saber sus reacciones y opiniones de este capítulo 🙊

Recuerden que tenemos un grupo de WhatsApp y el link se encuentra en mi perfil.

Pdta: También quedé un poco sin aliento.

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