05
Aubrey
Giro la cuchara en la taza del café formando un pequeño tornado mientras mi cabeza va otra vez al sueño de anoche.
Tras mi reconciliación con Trent quedé frustrada por no terminar como era de costumbre. Tampoco es como si a él le importase y yo no le veía mucho sentido al contárselo, así que supuse que esa fue la razón de mi sueño húmedo y demasiado real para mí gusto. El problema es que había soñado con él.
Solo lo he visto una vez por menos de un minuto y ya estoy soñando con tenerlo entre mis piernas cuando tengo una relación con otra persona. Estoy mal, jodidamente mal, y la culpa me cierra el estómago, pero lo que más me molesta es no saber el porqué estuvo en mi cabeza. No es posible que te atraiga tanto alguien con apenas haberlo visto. Incluso si ese alguien es atractivo como los dioses del Olimpo.
Dejo el café en la encimera y voy a mi habitación a recoger mi mochila, al ir a coger el móvil que está cargando encima del escritorio me fijo en que mi diario no está donde lo dejé.
—Joder, joder, joder. —suelto al aire moviendo todos los papeles y cuadernos del escritorio.
Luego busco en mi armario, debajo de la cama y en cualquier esquina de la habitación sin encontrar una mierda. No está, desapareció por arte de magia. Vale que fumo porros de vez en cuando pero mi memoria no está tan mal, recuerdo que lo dejé encima del escritorio.
Cuando echo un vistazo a la mesita de noche me fijo en que el mechero tampoco está, ni mis pastillas ni mi goma de pelo. Pestañeo varias veces como si con eso fueran a volver todas las cosas que me habían desaparecido, claramente no funciona y la situación va a peor cuando abro el cajón de las bragas y solo encuentro una.
—¿Qué mierdas? —susurro con la respiración entrecortada.
Cierro el cajón casi con las manos temblando, mi mente va al hombre enmascarado sopesando la probabilidad de que por fin se hubiera atrevido a entrar y me hubiera robado mis pertenecias como una forma de burlarse de mi. Pero la ventana está justo como la dejé la noche anterior y no tenía señales de haber sido forzada.
Me siento en el borde de la cama con las manos en la cabeza repasando todo lo que había hecho y tocado ayer mientras hago un intento por regular mi respiración y no caer en el pánico. No pasó nada raro, volví a casa, me hice un sándwich de queso, me di una ducha y me fui a dormir. Antes de eso todo estaba en su sitio.
Tenía tanto sueño que ni siquiera revisé si el hombre extraño había vuelto a hacer otra de sus visitas nocturnas, aunque ahora tenía un problema más del que preocuparme.
—Hey, ¿Nos vamos? —pregunta mi hermana metiendo su cabeza entre el hueco que dejé al no cerrar la puerta del todo.
Ella al ver mi cara arruga el entrecejo y entra.
—¿Estás bien? —me fuerzo a sonreír mientras me levanto y asiento varias veces.
—Solo estoy algo nerviosa, hoy tengo una exposición. —respondo intentando sonar lo más tranquila posible.
De todas formas no es del todo mentira, pero ahora mismo la exposición es el menor de mis problemas.
—¿Tu preocupándote por trabajos de clase? Eso es nuevo. —se mofa con una sonrisa de oreja a oreja.
—Camina antes de que me arrepienta de ir. —digo tras golpearle la frente.
De camino a la universidad tengo que aguantar el karaoke de Alana en el coche, lo que me saca alguna que otra sonrisa y me hace olvidar la catástrofe de mi cuarto.
—Menos mal que vas a ser bióloga, porque como cantante te mueres de hambre. —murmuro mirando a través de la ventanilla con una sonrisa ladina.
Resoplo cuando el coche se detiene otra vez por culpa del maldito tráfico.
—No todos tenemos tus genes.
—replica ella con un guiño haciendo que suelte una carcajada.
Unos años atrás tal vez mi estómago se hubiera revuelto al recordar que no somos hermanas biológicas, pero ahora es algo que tengo más que asimilado y hasta incluso veo como algo positivo.
Si hubiéramos sido hermanas de sangre y nos hubiéramos criado juntas desde pequeñas tal vez no nos lleváramos tan bien o no tuviéramos la conexión que tenemos ahora.
Pego un salto en el asiento cuando Alana pulsa la bocina del auto antes de gritarle a un hombre.
—¡Está en verde, muévete abuelo!
Sacudo la cabeza fijándome en un chico sobre una moto que no ha dejado de seguirnos desde hace un rato. Aunque tomando en cuenta el tráfico lo más probable es que también esté atascado, pero mi mejor idea es mejor y más interesante, así que lo dejaré así.
Trae una chaqueta de cuero negra y una camiseta debajo del mismo color, al igual que sus pantalones y botas militares, sus manos están enguantadas siendo imposible ver algún atisbo de su piel. Su cabeza está cubierta por un casco negro, pero aún así puedo ver mi cara en el reflejo de su visera como un claro indicio de que me está mirando.
Muevo la cabeza apartando la mirada, un par de metros después él sigue a nuestro lado, lo que me parece extraño teniendo en cuenta que ahora hay más espacio para que pueda adelantarnos. No puedo evitar darle miradas de reojo a la moto mientras el coche avanza a una velocidad no tan baja. Cuando levanto la cabeza y me encuentro con mi reflejo otra vez un calor se asienta en mis mejillas, y rápidamente aparto mi atención a las vibraciones del móvil que indican algún mensaje nuevo.
Suelto una maldición por lo bajo al leer el mensaje de Eleanor donde dice que no va a poder asistir a las clases de hoy, así que tendría que hacer la presentación yo sola y ni siquiera me sé bien mi parte. ¿Quién manda una presentación de un día para otro? Moviendo mis dedos por la pantalla busco mi parte, estoy el resto del camino intentando absorber la máxima información posible, que es solo un par de líneas.
Estando frente a la puerta de la clase me dan ganas de golpearme la cabeza con el marco, sonrío viendo a Henrik palmar el asiento a su lado mientras mueve las cejas. El que los dos estudiemos lo mismo es una bocanada de aire fresco para las horas de tortura que tengo por delante.
—Hey. —saludo una vez estoy a su lado dejando la mochila en el suelo.
—¿Has dormido bien? Tienes mala cara. —bromea haciendo que estreche mis ojos en él con una indignación más fingida que real.
—Como un bebé.
Sea lo que sea que Henrik fuera a decir se lo calla al llegar la profesora cejuda.
Meto mis narices en el libro buscando algo de información que aportar ignorando cualquier ruido a mi alrededor, hasta que de un momento a otro la clase se queda en un silencio sepulcral.
Levanto la cabeza buscando eso que llama tanto la atención de los demás, cuando lo veo atravesando la puerta mis pulmones se oprimen con expectación. Tal vez se equivocó de clase. Al menos eso espero porque no creo poder aguantar tenerlo en el mismo sitio que yo sin morirme de la vergüenza.
—Señorito Easton, pase por favor.
Él ya está caminando hacia uno de los asientos libres en la fila a mi izquierda cuando Miss ceñuda le habla, ignorando las diferentes miradas de los demás e incluso las palabras de la profesora. A cada paso que da el aura extraña que irradia se acentúa más, tal vez por tener su gran tamaño más cerca, es jodidamente alto.
Tiene algunos anillos de lo que creo que es marfil en las dos manos, algunos tienen piedras, otros letras en un color que no puedo ver. Eso, su reloj y su forma de vestir sencilla pero con ropas de diseñador ya es una señal de que no está aquí por ninguna beca o caridad del rector. Él se mueve como alguien a quién no le importa lo más mínimo lo que sucede a su alrededor, como si tuviera el control de cada cosa y cada persona. Sus ojos azules son inexpresivos con un brillo que me da escalofríos cada vez que me fijo en ellos.
Aparto la mirada con rapidez evitando mirarlo más de la cuenta siendo aquello imposible de cumplir.
Ayer solo me fijé en los tatuajes de sus brazos sin prestarle apenas atención a su físico, pero aún así supe que era atractivo. Sólo hace falta mirarlo un segundo para darse cuenta. Pero me equivoqué. Él es demasiado atractivo, tanto que a veces da la impresión de que no es del todo real.
Su cuerpo es fornido pero no en exceso, tiene los músculos necesarios y lo suficientemente trabajados como para dar envidia a cualquiera y hacer babear a los demás.
Sus rasgos están muy bien puestos y repartidos por su rostro, cara simétrica, mejillas ligeramente huecas realzando su mandíbula ya marcada, nariz recta no muy respingada y fina, sus cejas son casi perfectas y sus labios... Sacudo la cabeza no queriendo profundizar en esa parte de su cuerpo, esa parte que sé con certeza también había salido en mis sueños.
Las personas que antes estaban hablando ahora dejan de hacerlo o bajan el tono de voz. Todavía sigue teniendo miradas encima, la mayoría de parte de otras chicas que parecen estar hipnotizadas por él o alguna mierda así. Vuelvo a centrarme en el libro frente a mi al sentir un tirón desagradable en la boca del estómago.
Tienes novio, Aubrey me regaño a mi misma por esos sentimientos negativos que afloran sin una razón aparente. No solo estoy medio saliendo con Trent pero me estoy empezando a enamorar de él, nunca antes había tenido la oportunidad de tener pareja o abrirme a alguien de forma sentimental, aún no lo había hecho, pero con Trent me siento diferente, cuando estoy con él mi vida es menos aburrida y siempre me hace reír con sus idioteces.
Tras mis insufribles años de instituto por fin alguien se interesa en mi por quién soy y no me ve como a alguien con la que experimentar sexualmente por lo diferente que me veo ante los demás, lo cual es un alivio.
—¿Quién es? —pregunto cuando ya no pude contener más mi curiosidad por saber porqué demonios la gente actua como si es una especie de Dios a su alrededor.
—Aubrey y Eva. —suelta la profesora al aire con su atención puesta en un cuaderno que tenía encima del escritorio, después levanta la cabeza hasta que nuestras miradas se encuentran. —Sois las primeras.
Maldita sea mi suerte. Varios ojos me miran esperando a que salga a la pantalla del proyector, lo que no saben es que planeo retrasarlo todo lo posible.
—Mi compañera no ha venido. Está enferma.
—Pues saldrás tú sola. Cuando tú compañera se recupere hará su parte.
Sonrío sintiendo las comisuras de mis labios tensarse, a mi lado Henrik suelta una carcajada por lo bajo. Antes de levantarme le doy un pisotón a sus blancas y limpias zapatillas.
Cuando estoy frente a todos las manos me empiezan a sudar, mientras la profesora pone la presentación en la pantalla paso la palma de mis manos por la tela de los pantalones cortos en un intento de disipar los nervios. Con el tiempo he conseguido controlar el pánico escénico que me da al hablar o actuar delante de un público, el problema es que ahora él es parte de ese público.
Su mirada hace que los pelos de mi nuca se levanten con esa sensación que tienes al ver algo bonito pero peligroso, como cuando ves una de esas tarántulas exóticas en el zoo.
Respiro un par de veces y carraspeo antes de empezar a relatar lo que reflejan las imágenes a mis espaldas, en todo momento mantengo la mirada fija en Henrik y mis manos moviéndose a cada palabra que sale de mis labios como si eso le añadiera más profesionalismo. Gracias a Eva mi parte no es larga, así que en tres minutos ya estoy terminando y puedo respirar con normalidad otra vez.
—¿Alguna pregunta? —pregunta la profesora barriendo la clase con su mirada hasta que se detiene en el brazo que él levanta con toda la educación del mundo. Jó-de-me.
En ese momento estoy demasiado distraída viendo con suspicacia la incipiente sonrisa que esboza la señora "falta de alopecia en las cejas" a la vez que casi lo devora con la mirada como para escuchar lo que dice. Así que como si la situación no fuera lo suficientemente incómoda ya, tengo que poner mi mejor cara despreocupada y pedirle que repita la pregunta esperando que sea algo a lo que puedo responder.
—Digo que te has equivocado. El marketing saliente se produce cuando una empresa comparte su mensaje con una audiencia, no con otras empresas.
Vale, eso no es una pregunta. Aprieto los dientes tragándome las ganas que tengo de poner mis manos alrededor de su cuello y apretar hasta que se me adormecieran los dedos. ¿Quién demonios presta tanta atención en las presentaciones de todas formas? Apuesto a que solo está chupándole las pelotas a la profesora para hacer de alumno ejemplar.
—Bueno, a veces si puede compartirlo con otras empresas.
—Raramente. Para eso está el marketing B2B. —hay algo en su voz que pasé por alto antes. Tiene un acento que no puedo descifrar y su voz es ronca pero con un toque refinado.
Su forma de hablar es como si estuviera anunciando el veredicto que te llevaría a la condena, dándole un toque cautivante a sus palabras con esos orbes azules que te hacen olvidar hasta tu existencia.
Esas personas son las peores, porque mientras provocan caos y destrozan todo a su paso ponen su mejor fachada ante los demás engañando a todos. Así que no, señorito Easton, no caeré en tus estúpidos juego.
—Siéntate Aubrey.
No me lo digas dos veces. Logro contener la frase antes de que se me escape de los labios. Después me desplomo en la silla soltando el aire que había estado conteniendo todo ese rato. Quise premiarme a mi misma con un buen cigarro por no haberla cagado tanto, pero para eso tengo que esperar.
—Eros Easton. El mayor engendro de Satanás que existe. —dice Henrik a mi lado en voz baja. Le doy una mirada de reojo al tal Eros y luego vuelvo a fijarme en él.
—Tu definición no concuerda a cómo lo mira el resto. —respondo en una mofa usando el mismo tono de voz que él.
—Eso es porque sabe cómo esconderlo para tener a todos bajo su control, pero dentro de él solo hay veneno. —muerdo mi labio inferior escuchando sus palabras en mi cabeza que se repiten constantemente.
No es lo que había dicho lo que me dejó con ganas de saber más, sino la seriedad y descontento que usa al hablar, como si algo hubiera sucedido entre ellos dos en un pasado o como si supiera algo que los demás no.
Bajo las escaleras hasta la primera planta donde se encuentra la cafetería con mi mano deslizándose por la barandilla y una canción de Foo Fighters acallando las voces de los pocos estudiantes que siguen merodeando por los pasillos.
Al estar frente a la puerta suspiro. Hoy iba a ser un día largo, después de mis clases por la mañana tengo una actividad extraescolar por la tarde que me dará los créditos suficientes para aprobar una de las tantas asignaturas que me quedaron el año pasado y no me daba tiempo a ir a casa y volver, así que tendría que comer cualquier cosa por aquí.
Me giro con la ensalada en una mano buscando algún sitio en el que sentarme, con una sonrisa breve muevo la mano que tenía libre devolviendo el saludo a Claire, la novia de Henrik, que está sentada en una mesa cerca de la otra puerta que da con uno de los tantos jardines que hay en la facultad. La universidad es innecesariamente grande y excéntrica.
—¿Qué hay? —suelto al aire mientras me siento a una distancia prudente.
Supongo que le tocará entrenamiento después porque está vestida con el uniforme de la capitana de las porristas. Su maquillaje natural solo resalta la belleza que ya de por si le pertenece. Es agradable y me cae bien, raramente alguien me cae mal, pero no la considero una amiga, a diferencia de ella que parece verme como a alguien más de su grupo irritante de amigas.
Me meto un trozo de lechuga a la boca fingiendo escuchar lo que sea que estuviera diciendo cuando en realidad mi cabeza está en otro lado, o en otra persona más bien.
Él y Eva dan la misma impresión enigmática y misteriosa, con la diferencia de que él si aparenta ser alguien capaz de hacer daño por pura diversión. Bajo esa mirada fría e inexpresiva se esconde un remolino destructivo, y con lo que me ha dicho Henrik es más que suficiente para querer alejarme de él y su hermana, pero aún así no consigo alejarlo de mi cabeza.
Él tiene algo. Algo que no puede ser bueno pero que atrae a los demás como unas simples abejas y parece que yo no soy la excepción.
Levanto la cabeza cuando dejo de escuchar a Claire, sus ojos ahora más abiertos de lo normal están clavados en algo detrás de mí y yo me giro encontrando a Eros y tres chicos más caminando a una mesa ya ocupada que está a dos más de donde estamos nosotras. No les hace falta abrir la boca para que la mesa se quede libre, con una sola mirada de él basta para que los cinco chicos se levanten y recojan sus cosas marchándose en silencio, con la cabeza agachada, evitando mirarles.
Miro a Claire levantando una ceja y con una cara de ¿Qué mierdas acabo de ver?, ella solo nueve los hombros y sigue tragando el plato de pasta con dedos que ahora parecen temblar mientras sujeta el tenedor.
Ella no es la única en tener una actitud extraña hacia esos chicos, los demás en la cafetería parecen estar igual o más espantados que ella, menos algunos que quieren devorarlos con la mirada.
—El último que se negó a cederles una mesa terminó sin piernas. Al menos eso dicen. —susurra después mirando por encima de su hombro de forma disimulada, como si tuviera miedo de ser escuchada.
Asiento varias veces sin creer mucho en lo que acababa de decir tratando de centrarme en el plato de comida y no en los supuestos rumores. Cuanto menos supiera, mejor, así fueran verdad o no.
Sé que me estaba mirando, no es difícil de intuir por la manera en la que reaccionaba mi cuerpo al tener sus ojos encima, pero aún así lo quiero confirmar.
Cuando giro la cabeza siendo lo más disimulada posible sus ojos se estrechan en mí con una intensidad que me hace incomodar más de lo que quiero admitir.
Trago grueso cuando unos escalofríos me erizan los pelos de la nuca. Hay algo en su grupo que no me gusta para nada, Alana me dió suficientes lecciones sobre las vibras de cada persona y más mierdas como para saber que ellos definitivamente no dan buenas vibras, si no son también un talismán para la mala suerte, así que puedo llegar a entender las reacciones de los demás. Al parecer no soy la única en notarlo.
—Hola. —dice una voz ronca haciendo que gire el cuello con tanta brusquedad que está a punto de crujir.
Sonrío al ver a Trent a mi lado mirando a Claire con el ceño fruncido. Un par de pestañeos después su expresión cambia a una más relajada y coge el asiento a mi derecha tras darme un corto beso en los labios poniendo su brazo alrededor de mis hombros.
—Éste es Trent, mi...mi novio. —suelto ante la cara divertida de Claire viendo de reojo la expresión que tiene él al escuchar lo último.
No dice nada y sus labios se estiran con una sonrisa que reflejan orgullo.
—Yo soy Claire. —Trent asiente poniendo más atención en el escote que deja mi top negro que en ella.
Me remuevo en la silla esperando a que alguno diga algo para cortar el silencio incómodo. Es entonces cuando Claire se levanta con una sonrisa tensa.
—Os dejaré solos, tortolitos. —habla en un deje divertido guiñándome el ojo.
Al tenerla fuera de vista pongo mis ojos inquisidores en Trent dejando un pequeño espacio entre nosotros.
—¿Qué haces aquí? —murmuro antes de rodear la pajita del pequeño brick de zumo de naranja con mis labios. Ese gesto parece ser más interesante para sus ojos que mis tetas.
—Quería verte. —responde acercando su boca a mi oído y acariciando mi muslo desnudo por debajo de la mesa haciendo que los apriete sin ser consciente de ello. —¿Por qué no vamos al baño y me la chupas?
Abro los ojos más de lo normal sin poder evitar atragantarme con el zumo.
—Yo no... —murmuro controlando el titubeo de mis palabras tras toser un par de veces y alejando las imágenes que se me pasan por la cabeza. —Tengo clase ahora. —consigo decir con una sonrisa forzada ignorando el nudo en la boca de mi estómago.
Su cara cambia radicalmente a una descontenta como cada vez que rechazo hacerle sexo oral, y antes de poder decir algo es interrumpido por... Por él. ¿En qué momento ha aparecido tan rápido?¿Y qué mierdas quiere ahora?
—Eros. —casi balbucea Trent a modo de saludo.
—¿No me presentas a tu novia?
Me llevo una mano al pecho tosiendo cuando el líquido se va por el canal incorrecto, luego levanto una mano indicando que estoy bien cuando Trent hace el amago de palmearme la espalda.
No me atrevo a levantar la cabeza y ver esa sonrisa que se había agrandado en su cara ante mi torpe reacción o las miradas de los demás estudiantes. Mis músculos se tensan al verlo sentarse al lado de Trent por el rabillo del ojo como si fueran amigos de toda la vida, haciendo que mi cabeza le de vueltas a la idea de dónde o de qué podrían conocerse.
No me esfuerzo en dirigirle la palabra o darle más atención que un par de vagas miradas ignorando la conversación en la que se habían sumido, agradeciendo que hubiera dejado de lado las ganas que tenía porque Trent me presentara ante él. Hasta que recibe una llamada y se despide devorando mis labios antes de dejarme a solas con él.
Esa vez levanto la cabeza, y aunque fue por un milisegundo ese tiempo fue más que suficiente para acelerar mi respiración y secar mi garganta.
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