036
Aubrey
—¿Estás lista? —pregunta Eva mirándose frente al espejo una vez más.
Sus labios pintados de negro y sus ropas solo destacan la extravagancia que se enorgullece en mostrar al resto.
Lleva una especie de capucha negra que deja ver su pelo del mismo color que su vestido de un estilo gótico abierto de frente y una capa con volantes por detrás. El corset brilla con brillantes rosas, al igual que sus zapatos Versace Medusa.
—Si. —digo bajándome por tercera vez el vestido violeta.
Tiene un escote en forma de corazón y la seda se adhiere a mi cuerpo casi como una segunda piel.
De alguna manera me he dejado convencer por ella para ponerme el mismo modelo de zapatos que lleva y pintar mis labios de un rojo muy intenso.
—Vas a causar muchos problemas hoy. Estás guapísima. —habla con una gran sonrisa en la cara.
—Tu también. —respondo golpeando su hombro sonriente en un acto que me sale natural.
Pasar más tiempo junto a ella estos últimos días había formado una alianza extrañamente cómoda entre nosotras.
El remordimiento por estar más tiempo separada de Alana sigue apolillando mi pecho, pero ella y Adrik parecen creer que sus cuerpos están unidos y es más fácil permanecer junto a Eva cuando ella sabe todo por lo que estoy pasando.
No tengo que fingir en mis momentos de bajón y puedo seguir hablando pestes de su hermano sin explicarle el porqué de mis problemas con él. Es como un refugio.
—Vámonos. —asiento con la cabeza, olvidando las palabras que siguen rondando por mi cabeza desde la última vez que lo vi tras una sonrisa forzada.
Eva se acerca mirándome con el ceño fruncido.
—No hace falta que hagas eso conmigo. Nada de fingir. ¿Recuerdas? Somos amigas.
—Es solo que todo me abruma. Es demasiado... —tu hermano es demasiado. Pienso para mis adentros con un suspiro.
Se ha memorizado hasta mi forma de sonreír y las pestañas que tengo, ¿Qué otras cosas sabrá también?¿Y por qué eso manda corrientes de placer a todo mi vientre?¿Por qué no puedo arrancarlo de la cabeza de una jodida vez?
—Esta noche es para olvidar. Nada de preocupaciones. —sus comisuras se inclinan con una seguridad que me despeja de mis inquietudes. Al menos por el momento.
En el salón principal el resto de su grupo de amigas nos espera. Cada una con sus vestidos y minifaldas de un color diferente. Rosa en Veronika, azul claro en Sarah y rojo en Charlotte. Parecemos un jodido arcoiris.
—Vámonos. —murmura Veronika tras mirarme de arriba a abajo con ojos entrecerrados.
Suelto un resoplido y paso por su lado, rozando mi hombro con el suyo intencionadamente antes de hablar.
—El sentimiento es mutuo.
—Haya paz. —lamenta Sarah poniendo una mano en su frente.
A su lado Charlotte no deja de dar pequeños saltos con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Fiesta, fiesta, fiesta! —chilla después a la par que camina detrás de nosotras moviéndose de forma exagerada. Aprieto los labios conteniendo una risita.
Mi cuerpo se estremece con el aire no tan frío de fuera. Me abrazo a mi misma y froto la piel de mis brazos queriendo deshacerme de la desagradable sensación, pero eso solo la aumenta.
Del otro lado de la vaya la misma limusina de días atrás está aparcada frente a nosotras. Delante hay una camioneta blindada.
Antes de subirme levanto la cabeza por un segundo en el que mis ojos se chocan con unos azulados. Afianzo mis dedos alrededor de la puerta que estoy sosteniendo, frunciendo el ceño cuando sus labios se curvan en una corta sonrisa.
—Aubrey. —pestañeo un par de veces, enfocando mi vista para ver la cara desconcertada de Sarah.
—Si. —musito soltando la puerta y sentándome a su lado.
Charlotte empieza a servir un líquido blanco en unos vasos de chupitos en cuanto la limusina empieza a moverse.
Luego los reparte entre nosotros y levanta el suyo con una sonrisa de oreja a oreja.
—Chin chin. —habla el resto ante el ruido de los demás vasos chocando entre sí.
El líquido transparente baja por mi garganta dejando un ardor y aturdiéndome por un momento. Podría acostumbrarme a esto. Pienso con una sonrisa al ver sus intenciones de rellenar los vasos vacíos.
Pronto llegamos a casa de James. Ese nombre todavía sigue causando estragos en las paredes de mi cerebro.
Sonrío ignorando los retortijones de mi estómago y me adentro a la mansión.
La decoración minimalista del interior es opacada por la gente bailando y moviéndose de un lado a otro sin importarles demasiado el mobiliario intoxicándose con sustancias o compartiendo besos demasiado acalorados para ser en público. No me gustaría ser James ahora mismo.
—¡Vamos a bailar! —exclama Charlotte cogiendo el brazo de Sarah y arrastrándola a la pista de baile.
—Yo necesito mojarme más la garganta. —responde Eva con un puchero en los labios.
Sin encontrar mucho más que hacer la sigo hasta la cocina. Los recuerdos de la fiesta a la que asistí en casa de Eros me sumergen en una cápsula de la que no soy capaz de salir hasta que escucho la voz de Henrik a mis espaldas.
—¡Has venido!
Eva y Veronika se alejan con una mala cara, hablando de algo entre ellas en un idioma que no entiendo.
Sonrío al tenerlo de frente. Sus ojos verdes están enrojecidos, su cabello castaño claro ligeramente desordenado y su cuello con hematomas.
—Te prometí que vendría.
—Pensé que lo harías sola, no con el clan de las brujas. —arruga la cara en una mueca y suelta una carcajada, moviendo su cuerpo hacia atrás por el impulso. —¿Has visto a Eva? Se ve como una bruja de verdad. Parece que se confundió y pensó que iba a una fiesta de disfraces. —habla entre risas, sujetándose el estómago y retorciéndose.
—A mi me gusta. —respondo moviendo los hombros. Él me mira con desconcierto antes de seguir riendo.
Con un resoplido voy hasta la encimera central y cojo un par de hielos para invertirlos en un vaso de plástico rojo.
—¿Whiskey o ron? —pregunto con indecisión mirándolo por encima del hombro.
A partir de ahora me declaro como la enemiga del vodka y todo lo que tenga que ver con lo ruso.
Ruso... Repito para mis adentros. Una luz de enciende en mi cabeza, pero pronto la apago de nuevo centrándome en la respuesta de Henrik.
—¡Los dos! Yo te ayudo.
Sus pasos son torpes al acercarse a la encimera, y sus dedos casi dejan caer la botella de Red Label al cogerla y empezar a vertir el whiskey junto a una botella de Bacardi en el vaso.
—Ya. —digo sonriente cuando sube y baja las dos botellas como si fuera alguna especie de coctelero.
—Voilá. Para la madame. —suelto una risita cogiendo el vaso que está hasta arriba de alcohol.
—No me pienso beber todo esto. ¿Pretendes matarme con un coma etílico? —pregunto en un tono divertido.
Muevo mis labios en una mueca al dar el primer trago. Al cuarto la mezcla no se siente tan mal y el calor que deja en mi garganta es mejor que la rabia que recorre mis venas al recordarlos juntos esta tarde.
Henrik ha empezado a tararear una canción mientras se sirve una bebida más grande que la mía. Aprovechando que está de buen humor decido sacarme la espina que tengo metida desde hace semanas.
—¿Por qué os lleváis tan mal Eros y tú? Según él, érais buenos amigos. —Henrik resopla, dando un largo trago a su vaso de whiskey.
—Si a buenos amigos lo llamas dejarse utilizar como si fueras un muñeco de trapo entonces si, éramos muy buenos amigos. —responde con una mueca que refleja todo su resentimiento.
Le doy otro pequeño sorbo a la bebida antes de hablar en mi mejor tono casual.
—¿De verdad fue tan malo como para que acabaráis así?
—¡Mató a mí hermana con su hijo dentro! —exclama en un susurro.
Sujeto el vaso con fuerza cuando está a punto de resbalarse de mis manos y mi corazón retumba en mi pecho como nunca antes.
—¿Él... Iba a ser padre? —pregunto en un titubeo. Él asiente despacio con la cabeza, después suelta una carcajada.
—Hasta las víboras tienen el instinto de cuidar de sus crías, pero él no. Es como un vil demonio del averno. No le llaman el engendro de Satanás por nada, ¿Sabes?
—Si. Supongo. —respondo haciendo el esfuerzo de ocultar mi estado de ánimo.
Por dentro mi corazón parece encogerse un poco más que antes. Duele y no sé porqué.
No es como si tuviera planes de mantener una relación romántica duradera con el, mucho menos tengo planes de formar una familia, pero el hecho de que sea capaz de hacer algo así me hace temblar con un fuerte desasosiego.
—Voy a bailar. —digo una vez que termino mi bebida de un solo trago.
Él está muy ocupado preparándose otra bebida como para notar que me he ido.
Necesito emborracharme, olvidarme del fantasma que dejaron sus labios en mi piel y sus ojos que no dejan de perseguirme.
Al estar en la pista me encuentro a Eva y sus amigas bailando entre ellas, menos Charlotte. Ella está con un chico rubio.
La cercanía entre ellos dos me hace pensar que están a punto de hacerlo delante de todos.
Esquivo a varias personas para aproximarme a ellas.
—Hola. —grito por encima de la música, comenzando a seguir el ritmo de la canción.
Eva se acerca a mi oído con una sonrisa ladina.
—Tienes mala cara. ¿Quieres M?
—¿M? —pregunto con una mueca. Ella asiente sin quitar esa sonrisa.
Luego me saca su lengua y me enseña dos círculos de colores. Uno morado y otro azul.
Muevo la cabeza pretendiendo rechazarlo al descubrir de qué se trata su oferta realmente. Lo más lejos que he llegado con las drogas es la marihuana. Sin embargo, cuando mis ojos lo ven al otro lado de la pista con una cabellera rubia que deduzco como Rebeca mis entrañas se retuercen entre si.
Él ahora se ve mucho más atractivo y peligroso que la foto que público el día de Halloween y yo aprovecho para escudriñarlo un poco más. Tal vez por los efectos del alcohol.
Su torso no deja nada a la imaginación por la camisa transparente que lleva puesta y sus pantalones de cuero ligeramente holgados de abajo remarcan los músculos fuertes de sus piernas y su trasero. Las leves hondas desordenadas de su cabello están echadas hacia atrás, resaltando los rasgos endemoniadamente perfectos de su rostro. Sus párpados parecen resaltar más el azul de sus ojos.
Aprieto los labios cuando él le dice algo a Rebeca antes de coger su rostro entre las manos y empezar a besarla. En ningún momento me quita los ojos de encima.
—Si. —digo desviando mi atención a Eva.
Extiendo la mano para que me dé la pastilla, no sintiendo el calor de su cuerpo hasta que pega nuestras bocas.
Casi siento los ojos caerse de mis cuencas y mis labios se entreabren con estupefacción. Ella aprovecha eso para meter su lengua y acariciar la mía al dejar una pastilla encima.
Tan rápido como se abalanzó sobre mi se separa con una sonrisa de oreja a oreja. Soy incapaz de moverme y el calor de mi cara es sofocante. A mí alrededor todos ignoran lo sucedido y se enfocan más en sus respectivas parejas. Todos menos Veronika que me mira con diversión.
—Disfruta del viaje. —murmura Eva cerca de mi oído para después darme un guiño y desaparecer entre el resto de personas.
Eros
Ahora mismo me siento como un trozo de carne. La camiseta transparente que prácticamente me había obligado a poner Nik no había hecho más que llamar la atención de ojos que no eran nada bienvenidos para escudriñar mi cuerpo. Eso se lo dejo a Aubrey.
Ella ahora está bailando con Eva y sus amigas. Por lo torpes que se ven sus pies deduzco que se ha tomado un par de tragos, pero nada por lo que deba preocuparme de momento.
En cuanto tengo su atención me acerco a Rebeca y la cojo de la cintura por encima del vestido. Arrugo el ceño fijándome por primera vez en toda la noche en su cara.
—Te dije que te arreglaras. Te ves como la mierda. —le reprocho sin ocultar mi molestia.
¿Cómo demonios haré que Aubrey se ponga celosa si me ve con un zombie? Lo único que conseguiré es que se ría en mi cara.
—L-lo siento. Hice todo lo que pude.
—Claramente no fue suficiente. —digo entre dientes soltando un resoplido. Sus ojos se humedecen.
—Lo siento. Iré al bañ...
—No. —la interrumpo con una mala mirada.
Sus ojos violetas siguen puestos en mi. Eso me da pie a que sujete el rostro de Rebeca entre mis manos para acercarme a el conteniendo la respiración para no percibir su aroma y simulando que nos estamos besando.
Ella cierra los ojos y abre la boca, esperando un beso que nunca llega. Sonrío cuando veo la rabia de sus ojos violetas al mirarnos. Luego unos cuerpos se interponen en mi campo de visión. Para cuando éstos se marchan Aubrey ya no está.
Me alejo de Rebeca con un gruñido de frustración y la necesidad de lavarme las manos. Ella me da una mirada confusa, pestañeando un par de veces antes de hablar.
—¿Qué pasa?
—Pasa que no me sirves para otra cosa que no sea meterte droga por tu fea nariz. —respondo con una sonrisa socarrona en los labios antes de darme la vuelta.
—¿Qué? No. Espera. —murmura a mis espaldas en una voz afligida.
Al momento de sentir sus dedos en mi muñeca siento la sangre de mis venas hervir.
De un empujón consigo que caiga de culo al suelo, atrayendo miradas curiosas sobre nosotros.
—No vuelvas a puto tocarme Rebeca, me das asco. ¡Y límpiate la nariz de una jodida vez! —refunfuño con un resoplido cansado. No soporto a los drogadictos que carecen de dignidad.
Estrecho los ojos divisando a Nik sentado en un sofá para dos con un vaso de algo transparente y una pareja dándose el lote en el sillón de al lado.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto cogiendo un sitio a su lado. Él me da una mirada de soslayo.
—No sé si me gusta esto del amor. No me acostumbro. —responde con pesar.
Después suelta un resoplido y termina todo el contenido de su vaso de un solo trago.
—Explícate. —le digo estando más pendiente de buscar a Aubrey con la mirada.
—Míranos. Antes Charlotte se me ha ofrecido en bandeja y yo la he rechazado. Estuve esperando años a que cediera a mis encantos. —vuelvo a posar mis ojos ahora curiosos en él.
Sé por su forma de hablar que no tiene ni idea de lo suyo con Vanya, y tal vez sea mejor así.
—Adrik quiere renunciar a su trono como rey de los mujeriegos y casarse con Alana. —continúa poniendo un mohín en sus labios. —Vanya ha estado más raro de lo usual últimamente. El otro día me colé en su habitación y vi que estaba hablando con una terapeuta sobre chicas, así que muy probablemente se esté viendo con una. Y tú no dejas de arrastrarte ante Aubrey como una culebra de agua dulce. —le doy una mirada fulminante que él decide ignorar. —¿Qué nos ha pasado? Antes molábamos. —se queja echando la cabeza hacia atrás.
—No me arrastro ante Aubrey... —mis palabras se quedan en el aire cuando la veo demasiado cerca de un chico. Cody.
Es un pronto ex compañero de mi clase de medicina. Me levanto y voy hasta ellos con pasos rápidos.
Mis dientes crujen entre ellos por la fuerza con la que los estoy apretando. Casi pierdo la razón cuando sus labios se posan encima de los de ella. ¿Esa es su lengua? Jodida mierda.
Por el camino atrapo un vaso rojo que después echo encima de Cody, fingiendo un accidente.
—E-Eros. —habla con palabras atropelladas, separándose de ella.
Sus manos todavía siguen en su cintura y tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano por no cortárselas aquí mismo.
—Joder, lo siento. No te había visto.
—No te preocupes. —respondo con una sonrisa, ignorando la presencia de Aubrey a mi lado a propósito. —Por cierto, este sábado la clase y yo haremos una reunión para estudiar. Si quieres puedes venir y así nos ponemos al día. —le digo con un entusiasmo más que fingido. Sus ojos se iluminan casi al instante.
—Claro. Escríbeme la dirección luego y allí estaré.
—Una última cosa. ¿Albóndigas o carne guisada? Lo digo para el catering. —él arruga su entrecejo, pareciendo pensar en algo antes de responder.
—Carne guisada supongo. Las albóndigas solo me gustan en espaguetis. —suelta una corta carcajada como si hubiera contado el mejor de los chistes.
Albóndigas será entonces. Pienso para mis adentros a la vez que dibujo otra sonrisa como manera de seguirle la estúpida broma.
A veces odio en demasía la humanidad, luego recuerdo a Aubrey y me dan ganas de vivir toda la eternidad rodeado de personas estúpidas como Cody con tal de respirar el mismo aire que ella.
—Mierda. Tengo que ir a limpiarme. —murmuro echando un leve vistazo a mi torso húmedo con un descontento fingido para volver a captar la atención de Cody.
Él abre más sus ojos y pasa una de sus manos por su asqueroso cabello.
—Iré a por otra bebida para ti. —ofrece un segundo antes de retirarse a la mismísima mierda.
Es entonces cuando decido centrarme en la mirada molesta y confusa de Aubrey. Mejor dicho en las tetas que le resalta el vestido.
—¿Qué crees que haces, Eros?
—¿Yo? —atrapo su cuello entre mis dedos sin cortarle la respiración. —¿Qué haces tú besándote con otros? Vi su jodida lengua. —con mi otra mano aparto un mechón de su pelo. —Tienes suerte de que me guste mucho este vestido, de otra forma te hubiera bañado con su sangre en este mismo instante. —murmuro en su oído, apretando un poco mi agarre en su cuello.
Después me alejo, fijándome en el maquillaje que resalta sus rasgos. Es tan preciosa que a veces duele mirarla. Como cuando intentas ver el sol fijamente por mucho tiempo o fuerzas la vista en una estrella del cielo.
—No tienes ningún puto derecho de reclamarme nada o montarme un espectáculo de celos. Te vi besándote con tu exnovia. ¿O debería decir novia? Sea como sea no me importa. Ya no tenemos nada, así que será mejor que te olvides de mi. —tuerzo mis labios y ladeo la cabeza con una mirada confusa.
—¿Qué quieres decir?¿Me estás dejando? Para eso se necesita el permiso de la otra persona. No puedes terminar las cosas así como así. —digo en un tono de obviedad.
Dos no se dejan si uno no quiere o como mierdas se diga.
Ella resopla con una sonrisa divertida.
—¿Así como el permiso que me pediste para insinuar a todos que éramos novios? —pregunta moviendo las cejas.
Estrecho mis ojos en los suyos, notando que sus pupilas están más dilatadas de lo normal.
—¿Te has drogado? —pregunto en un tono mordaz e incrédulo.
—Y si así fuera, ¿Qué? —responde con una mirada desafiante.
—Engel. —musito para mí mismo en cuanto la imagen de Eva se me viene a la cabeza.
No solía drogarse o beber alcohol, pero cuando iba de fiesta a veces le gustaba coquetear con sustancias ilegales y los camellos de la zona hacían oídos sordos a mis advertencias sobre venderle cosas si Eva les ofrecía una buena cantidad de dinero a cambio. Parece que tendré que tener un par de palabras con ellos otra vez.
—Pues se acabó la fiesta. Nos volvemos a casa. —refuto bajando mi mano hasta su muñeca.
—Y una mierda. Te vas tú solo.
—No me cabrees más, Aubrey. Créeme que estoy teniendo toda la jodida paciencia del mundo contigo ahora mismo.
—¡Yo soy la que debería tener paciencia! —replica removiéndose y pataleando sin conseguir nada. —Eres insoportable, Eros Easton Novika. ¡No te aguanto!
—Novikov. Apréndetelo porque también será tu apellido dentro de poco. —ella me da una mirada furiosa al igual que avergonzada cuando el resto se gira a vernos.
Cuando sus berrinches se hacen insoportables me detengo y la pongo sobre mi hombro.
Los demás se apartan, dejándonos un hueco para que podamos pasar.
—¡Bájame! Bájame maldito idiota. —mi mano va directamente a azotar su culo en cuanto el insulto sale de sus labios.
—Por el amor a Satán, deja de moverte Aubrey. —protesto una vez que estamos fuera.
La camioneta en la que había venido está aparcada al otro lado de la calle en la que estamos nosotros.
—Creo qu... —antes de que pueda terminar de hablar siento algo caliente deslizarse por la parte inferior de mis pantalones y un olor a vómito llena mis fosas nasales.
Con un suspiro de resignación termino por dejarla en el suelo con mis manos atrapando su cuerpo para que no tropiece al estabilizarse.
Humedezco mi labio inferior, no pudiendo apartar mis ojos de su boca manchada por el vómito. Después pongo mi mano detrás de su nuca, acercándola a mi hasta que uno nuestros labios.
Dejo escapar un gemido gutural al profundizar el beso. El sabor amargo de su vómito me hace sentir en las jodidas llamas del infierno, nublando mi cordura y el resto de sentidos.
Libero sus labios al escuchar el ruido de unos pasos aproximarse a nosotros. Lo próximo que escucho es el sonido de unos disparos y el chillido de Aubrey.
Mi cuerpo se mueve por si solo, empujándola lejos en el momento de sentir algo clavarse en mi torso con dureza. Mis ojos se cierran sumiéndome en una fría oscuridad, pero nunca dejo de escuchar su voz quebrada por los gritos o los próximos disparos que dan paso al silencio.
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