035


Eros

Sus pestañas casi invisibles se mueven al ella apretar sus párpados de forma inconsciente, como si estuviera a punto de despertarse, pero nunca lo hace y eso me da pie para seguir contándolas.
He tenido que encender la lámpara de noche para tener un poco de luz.

Cuando estoy a punto de terminar con las pestañas de arriba del ojo izquierdo unos toques en la puerta me interrumpe. Me levanto a regañadientes de la cama y voy hacia la puerta.

Del otro lado está Vanya con unos pantalones casuales negros y su camisa blanca igual de impoluta que siempre, con la única diferencia de que ahora tiene motas rojas.

—¿Tienes un momento? —pregunta metiendo las manos en los bolsillos de los pantalones.

—Depende de para qué. Estábamos durmiendo. —él echa un vistazo por encima de mi hombro, probablemente fijándose en la mano de Aubrey que está esposada a la cama. —Le gusta dormir así. —murmuro moviendo los hombros con indiferencia.

Tuve que atarla cuando la traje a mi habitación después de que se desmayara por su ataque de pánico, adelantándome al hecho de que por la mañana volvería a querer huir de mi y a ignorarme.

—Es importante.

Cierro la puerta siendo lo más silencioso que puedo y lo sigo hasta su Porsche ahora aparcado detrás del palacio. Luego abre el maletero. El cuerpo de un hombre está tirado sin vida y lleno de sangre.

Lo miro de reojo con una sonrisa que crece hasta mostrar mi dentadura.

—El gran Vanya manchando sus pulcras manos de sangre. ¿Quién fue el afortunado? —pregunto en un deje burlesco.

—Un idiota que se atrevió a poner sus manos donde no debe. —mis ojos se agrandan un poco y la sonrisa vuelve a mis labios. —Se llama Charlotte y no quiero más preguntas al respecto. —se me adelanta en hablar antes de que pueda formular la pregunta. Suelto una corta carcajada bajo la mirada irritada de sus ojos.

—¿Me vas a ayudar o no?

—Está bien. Relájate. Primero tenemos que sacarlo del coche.

—Me lo imaginaba. —murmura en un deje sarcástico.

Cuando hace el amago de coger el brazo del hombre cubre su boca con la mano, ocultando una mueca asqueada.

—¿Estás seguro de que no quieres dejárselo al personal?

—¿Y que se entere más gente? No.

—Como digas. —respondo cogiendo los tobillos del hombre.

—Nadie puede saber esto. Ni siquiera los otros.

—Mis labios están sellados. —digo con una corta sonrisa.

—Más te vale.

Vanya retiene la respiración al levantar el cuerpo. Ambos lo llevamos a la puerta trasera que da con la cocina.

Cuando estamos subiendo los escalones suelta una maldición por lo bajo y la cabeza del hombre cae sobre un escalón.

Suelto los tobillos y me doy la vuelta, mirando con exasperación el charco de sangre que sale de su cabeza y que se agranda con el pasar de los segundos.

—Se me ha resbalado. —murmura levantando las manos bajo mis ojos acusatorios.

Con un resoplido levanto el cuerpo y lo coloco sobre mi hombro, llevándolo al piso subterráneo. Vanya detrás mío observa todo con demasiada atención, dejando claro que es su primera vez visitando las mazmorras.

Pongo mi huella dactilar en la pantalla y pulso los números que nos dan acceso al otro lado.

—¿Ahora qué? —pregunta arrugando el ceño.

—Descuartizaremos el cuerpo y luego le daremos los trozos a los cocodrilos o alguna mierda así. —respondo dejando al hombre sobre el suelo antes de ir a por las herramientas.

—Eso suena a plural.

—Y lo es. No pretenderás que te haga todo el trabajo sucio. —digo empujando una motosierra eléctrica a su pecho.

Su nuez de Adán se mueve con notoriedad. Luego pasea sus ojos por las paredes y el poco mobiliario hasta que terminan por caer en la motosierra.

—¿Tienes algún chubasquero o algo que me cubra? —pregunta finalmente señalando sus ropas con obviedad.

Niego con la cabeza, reprimiendo la sonrisa de mis labios a la vez me arrodillo frente al cuerpo.

Vanya hace lo mismo, escudriñando el suelo para sobreasegurarse de que esté limpio. Con un resoplido enciendo la motosierra.

—Empieza por las extremidades, preferiblemente por las articulaciones, así te será más fácil. —hablo señalando el codo con el dedo.

La sangre sale disparada por todo el lugar, llegando incluso a nuestro cabello y ropas. La sensación ya no es tan placentera como lo es tener a Aubrey en mis brazos.

Después impulso la herramienta hacia abajo con fuerza, queriendo terminar lo antes posible. En menos de un minuto tengo su brazo dividido en dos.

—¿Lo ves? —pregunto levantando el antebrazo. Su cara pálida me hace pensar que vomitará en cualquier momento, pero no lo hace. —Es de primero de asesinato. —digo jocoso, volviendo a levantar la sierra para continuar con el resto.

Deshacernos de los restos del hombre fue más entretenido de lo que pensé, en parte por las caras y las arcadas de Vanya, aunque las ansias de volver al dormitorio no se fueron en ningún momento.

Para cuando regreso a nuestra habitación y me tomo una ducha está a punto de amanecer, sin embargo eso no hace que olvide mis planes de continuar lo que dejé.

Acerco mis labios a los suyos, queriendo respirar el mismo aire que sale de ellos y su nariz que por momentos se roza con la mía.

Pongo su cuerpo sobre el mío y lo aprieto entre mis brazos, llegando a sentir los latidos de su corazón sobre el mío. Aquello me lleva a una espiral de felicidad y desesperación por sentir más y deshacerme de las ropas que evitan el contacto de nuestras pieles y sentirla.

No mentía cuando dije que daría lo que fuera por estar dentro de su cuerpo, respirar su mismo aire y saber cada uno de sus pensamientos. Estoy más que preparado para cumplir esa promesa, incluso si eso significa perder la vida por el camino. No hay nada que no fuera capaz de hacer por ella y eso me está llevando a un camino placentero de perdición.

El olor y calidez de su cuerpo mantiene mi respiración férrea y a mí mente nublada por el deseo. Necesito sentirla en su totalidad, pero está jodidamente durmiendo y las horas de sueño son importantes para su metabolismo. Ha estado teniendo menos insomnio de lo usual y no quiero arruinar eso.

Desvío mi atención a sus pestañas en un amago de olvidar el bulto duro de mis pantalones, siendo estas lo último en lo que pienso antes de caer dormido.



La sala del comedor está más viva que nunca, con las voces de mi familia hablando y riendo entre si a pesar de ser las ocho de la jodida mañana. Normalmente la mayoría de ellos están durmiendo a esta hora, pero seguramente los nuevos integrantes a la casa tienen que ver con sus repentinas ganas de madrugar.

—¿Te vas a comer eso? —pregunta Nik a mi lado, señalando el trozo de pastel ruso que Vanya tiene en el plato.

Él niega con la cabeza y dibuja una mueca en los labios.

—Me he levantado con el estómago revuelto. —murmura antes de darle un largo sorbo a la taza de café. Nik enseguida pincha el trozo con el tenedor y se lo come de un bocado.

Mis ojos vuelven a Aubrey. Ella está en frente con sus ojos pegados al plato con las tortitas que le hice esta mañana para no verme.

Al menos no me las ha tirado a la cara. Pienso para mis adentros en un nulo intento de desaparecer mi mal humor.

Las tripas se me retuercen y mis dedos aprietan el tenedor con más fuerza de la necesaria cuando nuestras miradas se encuentran por un milisegundo.

—Ignórala. —susurra Nik cerca de mi oído. Asiento con la cabeza y vuelvo a enfocarme en la comida.

—Muchas gracias. —levanto la cabeza tan pronto escucho su voz. —Yo... Me tengo que ir a clases. —murmura levantándose de la silla con una sonrisa, cogiendo su mochila del suelo después.

Alana hace lo mismo. Luego las dos se marchan hablando de algo.

De un impulso echo la silla hacia atrás, queriendo ir tras ella, pero el brazo de Nik me lo impide.

—No vayas. Castígala con el látigo de la indiferencia. —murmura con determinación.

Haciendo caso omiso a sus palabras me deshago de sus dedos y me levanto.

Voy hacia ella con pasos aprisados y la detengo del brazo, evitando que siga caminando.

—Espérame. Voy contigo.

—No. Prefiero irme con Alana. —refuta empujando mi mano lejos de su brazo.

—No recuerdo haberte preguntado.

—¿Qué?¿Vas a esposarme a tu moto esta vez? —pregunta moviendo una ceja.

Mi sonrisa hace que apriete los labios nerviosa con la nueva idea que he tenido.

Meto la mano en el bolsillo trasero de mis vaqueros y saco las esposas. Ella abre los ojos más de lo normal y hace el amago de alejarse.

Antes de que pueda siquiera pestañear cierro las esposas en su muñeca y la otra en la mía, quedando nuestras muñecas enlazadas.

—¿Qué crees que haces?¿¡Se te ha ido la puta pinza!? —exclama en un susurro, moviendo sus manos al hablar. Mi muñeca se mueve arriba y abajo siguiendo el compás de la suya.

De un tirón la atraigo a mi pecho, acercando mis labios a su oído.

—Si, se me ha ido la puta pinza. De hecho, se me fue el primer día que te vi. Ese día robaste mis ojos, mis pensamientos, mi alma y toda la cordura que me quedaba para después lanzarme a un precipicio sin fin. —digo sintiendo mi pecho palpitar despavorido.

Muerdo el lóbulo de su oreja, viendo sus mejillas rojas al haberme separado de ella.

Después sonrío escasamente, pasando mi dedo índice por el puente de su nariz al hablar.

—Pero al final del día aquí estoy, disfrutando de la caída. Así que puedes lanzarme más veces si gustas, apuñalarme otra vez o golpearme las veces que quieras. Puedes hacer lo que quieras conmigo, Aubrey. Soy tuyo. —la firmeza de mi voz no es mayor que la que transmiten mis ojos al marcar otra de mis condenas a su lado. Una que pienso cumplir más que encantado.

Sin esperar una respuesta de su parte la arrastro hacia fuera. Los ojos de Alana se estrechan en nuestras muñecas antes de soltar una carcajada que hace replicar a Aubrey.

—En vez de reírte deberías ayudarme.

Como es de esperarse Alana no toma en serio sus palabras, pensando que se trata de alguna broma, y sube al coche deportivo de Adrik.

En todo el camino no vuelve a soltar una palabra. Sus ojos se clavan en la ventanilla del coche dejando que mueva su mano junto a la mía cuando voy a responder a los mensajes de Nik que preguntan donde estoy. Hoy es de esos días en los que compartimos algunas asignaturas en derecho.

Yo: Estamos yendo a clase.

Nik: ¿Estamos? Te digo que la ignores y tú vas detrás de ella.

Nik: Cuando vuelva a darte una patada en el culo no vuelvas a pedirme consejos. Pd: guárdame un sitio en la primera fila, voy a llegar tarde.

Guardo el móvil en mi bolsillo y le doy una mirada de reojo. Ella rápidamente desvía su atención del móvil, fingiendo que no ha estirado su cuello para fisgonear lo que había en la pantalla y yo sonrío dejando nuestras manos sobre su muslo.

Las dos horas de trayecto se convierten en dos segundos estando a su lado. Saco la llave a regañadientes, liberando nuestras muñecas del metal. Aubrey abre la puerta y sale por ella con rapidez sin que me dé tiempo a ir tras ella.

Mis pies dan un paso hacia delante, queriendo seguirla, pero luego recuerdo que tengo que hablar con el nuevo rector para que cancele su matrícula en la facultad. El anterior solo fue útil para calmar el apetito de mi ratoncita. Pronto tendría que encontrar a alguien más.



Presiono el botón de timbre que hay junto a la valla, esperando a que Rebecca salga y me abra la puerta. Mi estómago se remueve con desagrado al verla salir de la casa con una sonrisa que le llega de lado a lado. Su pelo rubio luce opaco, su cara maquillada provoca que las náuseas de mi estómago se hagan más presentes y su vestido corto no deja nada a la imaginación.

No me molesto en fingir una emoción que no siento por verla cuando estamos frente a frente y dejo que abrace mi torso.

—Hola. —murmuro alejándola todo lo sutil que mi paciencia me permite.

—Pasa, por favor. —habla sonriente arrastrándome al interior de la mansión con sus dedos apretando mi muñeca firmemente. —Mis padres no están. —dice una vez estamos dentro de la casa.

Algunos muebles han cambiado y la mayoría de ventanas están cerradas, creando una luz tenue en el interior.

—Vamos a mi habitación. —ofrece después, sin soltar mi muñeca.

Aprieto los dientes, aguantando las ganas de arrancarle el brazo, y me obligo a sonreír. Más vale que esta mierda funcione. Pienso mientras subimos las escaleras hasta su habitación.

La cama está desordenada, con prendas de ropa encima y algunos zapatos, en la pared de su escritorio tiene colgando algunas fotos... ¿Mías? Jodida mierda. Está peor de lo que pensé.

Tal vez deba hacer lo mismo con nuestras fotos. Eso es lo que hacen algunas parejas. Aunque la tarea de encontrar un apodo que le guste sigue siendo prioridad en mi lista de Cómo ser un buen novio.

—¿Quieres tomar algo? Tengo vodka, como te gusta. —habla a mí lado con una voz chillona, ignorando el hecho de que tiene mis fotos al descubierto.

—No. Quiero que vayamos juntos a la fiesta de esta noche. —respondo con desinterés. La sonrisa de sus labios se ensancha hasta el punto de que creo que partirá su cara en dos.

Es entonces cuando le presto un poco más de atención a su cara, percibiendo algo blanco en los orificios de su nariz.

—Claro. Yo también quiero que vayamos juntos. Te he echado mucho de menos. —murmura levantando sus brazos para engancharlos en mi cuello.

Me alejo antes de que la punta de sus dedos pueda rozar mi piel. Mis ojos caen en su cuerpo, notando que está mucho más delgado que antes, y su frente brilla por el sudor.

—Te ves jodidamente de la mierda. Espero que puedas hacer algo con eso para esta noche. —por su cara cruza un atisbo de dolor, pero en un pestañeo vuelve a sonreír, asintiendo despacio con la cabeza.

—Lo haré. Quiero verme perfecta para ti.

La única manera en la que te verías perfecta para mí sería en un ataúd y llena de gusanos. Quiero responderle de vuelta. En vez de eso sonrío y digo otra cosa.

—Nos vemos allí a las diez entonces. Tengo algo que hacer.

Giro sobre mis talones, sintiéndome más liviano a cada paso que me acerca a la puerta.

—¡Genial! Allí nos veremos. Te quiero.

Cuando estoy en el marco de la puerta me doy la vuelta y abro el bolsillo delantero de mi mochila, rebuscando algo en él.

—Se me olvidaba. —murmuro sacando una tarjeta negra pequeña con un número de teléfono. —Pregunta por Luke, tiene los mejores precios de la ciudad en cocaína. Si dices que has venido de mi parte tal vez te haga un descuento. —ella coge la tarjeta con el ceño arrugado y dedos casi tensos.

Luke había sido el sustituto que encontramos para Trent. Si todo sale bien esta noche Rebeca no solo ayudará a aumentar la fortuna de mi familia, sino que me ayudará a que Aubrey regresara a la normalidad.

—Gracias. —musita con las mejillas tiñéndose de rojo.

—De nada. —respondo sonriendo cortésmente. —Y límpiate la nariz.

Cierro la puerta, importándome nada y menos su cara desconcertada o lo próximo que fuera a decir. Al bajar las escaleras me encuentro a la mayordomo de la casa con una sonrisa cordial.

—Buenas tardes, señorito Easton.

—Serán para ti. —refuto entre dientes, cogiendo el cigarro de mi oreja después y encendiéndolo al salir de la mansión.

Aubrey no está en la casa para cuando regreso. Eva la ha llevado a una de esas extravagantes cafeterías que tanto le gustan.

Antes de ir a mi habitación paso por la suya, queriendo rebuscar algo que me de pistas sobre cómo contentarla. Tal vez me pueda ahorrar el espectáculo que tendré que hacer con Rebecca en la fiesta de hoy.

Esa idea acaba siendo aplastada junto a mi optimismo al encontrar un dibujo de mi cara siendo atravesada por un cuchillo en su cuaderno. Tuerzo la comisura de mis labios hacia arriba, observándolo por un largo rato. Ella es una diosa, y como tal no hay nada que no se le de bien. Sin pensarlo mucho arranco el dibujo y lo guardo en el bolsillo de mis pantalones.

Pierdo el tiempo que paso en su habitación, embriagándome con su olor y absorbiendo el más mínimo detalle de su existencia, hasta que escucho unos pasos al otro lado. Después unas voces. Rápidamente me escondo tras la puerta, siendo ésta lo suficientemente pesada y grande como para ocultar todo mi cuerpo en el momento en que es abierta.

Aubrey va directamente al baño, sin fijarse en el pequeño desorden que he dejado sobre su escritorio o las puertas abiertas de su armario. Cuando escucho el clic del cerrojo empiezo a salir de mi escondite con pequeños pasos. Luego una mano se estampa con dureza contra mi mejilla.

—¿Te has acostado con Rebeca? —el susurro enfadado de Eva es lo primero que escucho antes de enfocar mis ojos en su cara.

—Joder. No. —mi cuerpo se estremece al recordar sus dedos en mi muñeca y una sensación de repulsión aprieta mis entrañas.

Va a ser difícil que vuelva a ponerme duro de aquí en adelante.

—¿Entonces qué hacías en su casa?¿Darle clases como hacías con Alana? Muy considerado de tu parte. —cruza sus brazos bajo sus pechos, mirándome con reproche.

Si ella lo sabe es porque Aubrey se lo ha dicho, probablemente me haya seguido esta tarde y me haya visto con Rebeca. Las cosas marchan bien.

—Es un plan que tengo. ¿Está muy celosa? —mis ojos vuelven a brillar esperanzados. Eva arruga su ceño en una cara confusa antes de hablar.

—Está más bien muy cabreada, así que no sé qué mierdas pretendes conseguir con tu plan. ¿También incluye meterte en su habitación a escondidas como un acosador? —mueve una ceja en una expresión irónica.

Después coge mi brazo y me arrastra hacia fuera sin esperar una respuesta de mi parte.

—Mejor lárgate. Y deja de hacer ya el idiota, estás muy mayor para estas cosas. —farfulla antes de cerrar la puerta en mis narices.

Con un resoplido vuelvo a mi habitación, indagando en cuándo mi hermana se puso tan en mi contra.

Pronto eso pasa a un segundo lugar mientras busco lo que me pondré esta noche en mi habitación. Está más que celosa, así que no tardará mucho en caer en mis brazos, pero tengo que conseguir algo que acelere el proceso.

Termino por poner una camisa de seda negra que se ciñe al cuerpo sobre la cama junto a unos pantalones gris oscuro. Empiezo a desvestirme evitando pensar en sus ojos por el bien de no tener pelotas azules. Justo cuando estoy a punto de bajarme los pantalones alguien intenta tirar la puerta abajo desde el otro lado.

Con una mala cara abro la puerta y hablo con rudeza.

—¿Qué? —los ojos de Aubrey enseguida van a mi torso desnudo.

Mi corazón da un vuelco en el pecho y mis labios de inclinan en una sonrisa.

—¿Tantas ganas tienes de verme? —ella aparta sus ojos con un leve rubor en las mejillas.

Muerdo mi labio inferior insatisfecho, ansiando volver a tener su atención sobre mí cuerpo.

Después me empuja a un lado y se adentra al dormitorio. Usando el único recurso que tengo al alcance para volver a tener su atención me bajo los pantalones junto a los calzoncillos, haciendo que todo parezca casual.

—¿A qué venías?

Hago un esfuerzo por mantener mi miembro a raya fijándome en su ceño fruncido y recordando el número de pestañas que tiene actualmente en sus gloriosos párpados como una forma de distraerme.

Ella me enseña algo en la pantalla de su móvil. Su voz furiosa retumba en la habitación al hablar.

—¿Has sido tú?¿Tienes que ver con esto? —estrecho mis ojos en el correo del rector y sonrío. Mi silencio le sirve como respuesta y sus ojos ahora brillan más. —¡No tienes ningún derecho! No puedes controlar mi vida y hacer con ella lo que te plazca. Es mi vida. —brama haciendo hincapié en mi a lo último.

—Solo te estoy haciendo un favor. La semana que viene estarás en la facultad de Bellas Artes. En música. ¿No es eso lo que querías? —pregunto en un tono de obviedad. Ella cierra sus puños a cada lado. —No empezarás desde cero. Pude convencer al rector de que te subiera un par de semestres. —añado guiñando un ojo. Eso parece echarle fuego a su rabia.

Su ceño fruncido y el mohín de sus labios me recuerdan al ratón de la serie de dibujos animados. Mis labios se van curvando hacia arriba con ternura y sus mejillas terminan de encenderse.

—Que te hayas pasado mi intimidad por las pelotas leyendo mi diario no quiere decir que lo sepas todo sobre mi. —dice entre dientes.

—Tienes razón. —admito moviendo la cabeza, en una voz baja. —Pero hay cosas que no pone en tu diario. Como que cuando sonríes lo haces de una forma sutil, creando unas pequeñas arrugas en la esquina de tus ojos y el puente de tu nariz, pero cuando lo haces conmigo tus labios se ensanchan más, siendo la esquina derecha de tus labios la que más se inclina hacia arriba. Tus pestañas son gruesas, por tanto pierdes menos de lo usual durante el día. Dos del ojo izquierdo y una del derecho. Odias pensar o hablar sobre comida porque te recuerda a nuestro pequeño secreto, por eso no has puesto ningún detalle sobre eso en tu diario, pero aún así sé que tú comida favorita es el queso y la carne. Entre otras que averiguaré pronto.

Sus ojos me miran fijamente, como si estuvieran en trance, y la rojez de su cara llega a su cuello y orejas.

—Te gusta el rojo porque te recuerda a la sangre, no porque te gusten las rosas. De hecho, odias las rosas. Y cuando pasas mucho rato sentada empiezas a rascarte el brazo izquierdo, como si quisieras rememorar el dolor al hacerte los tatuajes. —doy unos pasos hacia delante, acercándome cada vez más a ella mientras hablo. —Porque los dos sabemos muy bien que te gusta el dolor y que fue una de las razones, obviando a mi polla, por la que te corriste ocho veces la última vez que estuvimos juntos. —concluyo con una sonrisa ladina, ahorrándome los otros tantos detalles que me dejo por el camino y que probablemente la asustarían.

Ella traga saliva y se da la vuelta, mirándome por el rabillo del ojo antes de abandonar la habitación pisando fuerte. Punto para mí. Pienso con una sonrisa de autosuficiencia antes de caminar al baño.

Dos segundos después unos toques en la puerta me hacen suspirar. Voy hasta allí y la abro sin molestarme en cubrir mi desnudez. Nik baja la mirada a mi miembro notablemente erguido.

—No. Gracias. —habla como si le hubiera ofrecido algo.

Después se abre paso al dormitorio y se lleva una mano al pecho al ver las prendas sobre mi cama.

—¿En serio piensas ir con esto?¿Quieres arruinar lo poco que hemos conseguido gracias a mi sabiduría? —lanza la ropa al cesto de la basura, limpiándose las manos después como si hubiera tocado basura. —Ve a ducharte, yo me encargo de la magia. —murmura luego, caminando hacia el vestidor e ignorando la mirada asesina de mis ojos.

Esta noche va a ser jodidamente larga.



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top