029


Aubrey

Por la mañana me levanto con un ligero dolor de cabeza. El collar sigue adornando mi cuello, los vendajes ya no están y los analgésicos que me dió Eros dejaron de hacer efecto a medianoche, cuando todavía seguía sin poder pegar ojo. Tampoco pude hacerlo horas después.

Los rugidos de mi estómago son fácilmente ignorados con el eco de sus palabras mientras las comparo con los comentarios de las amigas de Eva.

Yo le parezco...perfecta, y no solo eso, sino que también está enamorado de mi. El azul de sus ojos, lejos de poder ser comparado con un trozo de hielo, había sido más intenso que nunca, transmitiendo a su misma vez honestidad y una inquietud abrumadora. No le gusta.

Para él el amor no es algo bonito, sino algo que te hace sacar lo peor de ti y te lleva a la locura. Conociendo de lo que es capaz de hacer no debo subestimar sus palabras, y tal vez tenga razón pero no me importa, porque por fin he encontrado a alguien que se interesa por mi por lo que realmente soy. Alguien que me entiende.

Es refrescante no tener que fingir al lado de la persona que te gusta, aunque esas dos palabras se empiezan a quedar cortas.

—¡Buenos días! —exclama Alana al irrumpir en mi habitación con una sonrisa plasmada en la cara.

En sus manos tiene una bandeja con una taza y un cuenco.

—Te he traído una sopa de verduras con té de menta, lavanda y jengibre.

Su última palabra me lleva a la noche de nuestra primera cita, si se le puede llamar de esa forma. Le echo de menos.

—¿Cómo te sientes? Y no me refiero solo a tu cabeza, has estado distante últimamente. —deja la bandeja sobre la mesita de noche y se sienta a mi lado con un suspiro. —¿Es por lo de Trent? Puedo intentar a hacerle vudú. —muevo la cabeza de un lado a otro con una sonrisa incipiente. —¿Por lo del chico que te gusta entonces?

Mi silencio es más que suficiente para poner una gran sonrisa en su rostro.

—¿Quién es?¿Lo conozco?

—Tal vez. Va a nuestra universidad.

—Dime quién es.

—No. No aún, necesito tiempo para asimilar...cosas, pero cuando esté lista te lo diré. —respondo colocando la taza entre mis manos, dándole un sorbo después. O un intento de sorbo.

Quema como la mierda.

Alana suspira y empieza a mordisquear su labio de forma nerviosa.

—A mi también me gusta alguien.

—¿Y quién es el desafortunado? —digo en un deje divertido. Ella me da un golpecito en el brazo antes de volver a suspirar.

—Se llama Adrik. —musita con la vista fija en el suelo.

Repito el nombre en mi cabeza casi saboreando las letras en mi lengua. Su nombre se me hace conocido, pero no recuerdo de dónde.

—Espero que te vaya bien con él. Te lo mereces.

—Tu también te mereces ser feliz Aub.

No. No te lo mereces. Contradice la voz de mi cabeza.

—Gracias por el té y la sopa. No tenías que haberte molestado. —hablo distrayendo el resto de voces con el té.

—Eres mi hermana. Y además me tenías preocupada. ¿Cómo es que te caíste así por las escaleras?

—No lo sé. Simplemente me tropecé y me caí. —me fuerzo a decir curvando mis labios hacia arriba.

—Ten más cuidado la próxima vez. Casi nos matas de un infarto.

—Lo tendré.

—Bueno, me voy. Tengo una cita.

—¿Con Adrik? —pregunto con una mirada sugerente. El leve sonrojo de sus mejillas me sirve de respuesta. —Pásalo bien. Y no te olvides de los globitos, no quiero ser tía tan pronto.

Suelto una risotada al ver la cara que me pone haciendo que el té casi se desparrame por la cama.

—Te quiero.

—¡Yo también! —exclama un segundo después de haber cerrado la puerta.

Muevo la bandeja al escritorio y empiezo a darle pequeños sorbos a la sopa con la cuchara mientras reviso mis redes sociales.

En Instagram alguien me ha etiquetado en una publicación. Dejo la cuchara a un lado enfocando mi atención en el post.

Es un vídeo, parece que es de algo que sucedió hace días en la universidad. Mis ojos se agrandan al ver la gran cifra de me gusta y comentarios que tiene. Debajo hay un texto.

Noticia destacada de la semana: la capitana de las animadoras, Rebeca Milton, ha sido públicamente humillada en la cafetería por su ex Eros Easton, que salió en defensa de Aubrey Jones cuando esta fue arrojada un vaso de zumo por parte de Rebeca. Todo apunta a una ruptura y un nuevo noviazgo entre Eros Easton y Aubrey Jones. ¿Será esto cierto o un simple rumor?

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#humillación#RIPRebecaMilton.

No suficiente con eso en el vídeo que hay adjuntado se le escucha bastante claro amenazar abiertamente al resto de estudiantes, insinuando que de verdad tenemos algo y no son simples rumores.

Ignorando los cientos de comentarios me fijo en el perfil que ha sido etiquetado junto al mío. 3lau6hter_666. Es el mismo perfil que días atrás le dió me gusta a todas mis publicaciones. No me hace falta entrar para saber quién está detrás del usuario.

Al hacer clic en el me encuentro con que no tiene foto de perfil. Es un círculo totalmente negro. Sin embargo, al ver la primera publicación el oxígeno se queda atrapado entre mis costillas.

Es una foto en la que sale él con un pequeño cuervo sobre su hombro y la cara ligeramente inclinada hacia arriba expulsando el humo que sale de sus labios. Toda la imagen tiene tonalidades oscuras que resaltan la foto y los rasgos de su cara.

Mis ojos no dejan de delinear sus labios ignorando el texto que hay debajo hasta que he memorizado lo suficiente para apaciguar mis ganas de volver a tenerlos entre mis dientes.

Una noche fatídica, mientras meditaba,
Sobre libros antiguos y olvidados,
Un suave golpeteo, como un susurro, Me trajo al borde de mis pensamientos cansados.

"Es solo un visitante", pensé,
Pero al abrir, solo hallé la sombra,
De un cuervo, negro como la muerte.

Entonces, volví a mi lecho,
Mi corazón lleno de miedo,
Pero el golpe continuó,
y me llenó de pavor.
Y de repente, un cuervo negro,
entró volando y se posó en mi
habitación.

"Nunca más", dijo el cuervo,
Con su mirada oscura y fría,
Y en su eco, sentí la pena,
De un alma atrapada en agonía.

La foto casi llega a los doscientos mil me gusta y los comentarios se resumen en cumplidos que rozan lo obsceno y otros que se centran en el fragmento del poema alegando lo mucho que también disfrutan de la poesía como forma de llamar su atención, cosa que claramente no funcionó. Eso me hace pasar a la siguiente foto con un resoplido.

Toda la irritación que sentí antes se evapora al ver la imagen. Está apoyado en un coche negro y detrás suya un edificio está en llamas. De su cuerpo sobresalen unas alas negras al estilo de murciélago y una cola del mismo estilo.

Su piel es más pálida de lo que es y unas cadenas que se arrastran por el suelo envuelven sus brazos y torso dejando a la vista sus tatuajes y unas manchas rojas que van hasta sus pantalones y botas de cuero. No me sorprendería si esas manchas fueran sangre de verdad. Los pelos de mi nuca se levantan con un cosquilleo placentero al recordar la vez en la que lo vi bañado en la sangre de otro.

Sacudiendo la cabeza subo mi vista hasta su rostro. Unos cuernos decoran su cabeza y el azul de sus ojos ha sido suplantado por rojo. En mi mente rápidamente aparece la máscara de la sombra dejando una sensación amarga en la boca de mi estómago.

Todavía no me he podido quitar esa estúpida idea de la cabeza. Ni siquiera porque no encontré nada que probara que tuviese razón cuando el día de ayer estuve descubriendo cada rincón de su habitación.

Lo único que obtuve fueron las revistas en las que salía él siendo nombrado uno de los jóvenes modelos  más prometedores de la década, a pesar de llevar tatuajes. Otra faceta que no sabía que tenía, pero una vez más, ¿Cuántas más desconocía? Mi corazón palpita con rapidez ante la idea de descubrir cada una de ellas.

En la segunda imagen de la publicación la punta de la lengua está en su labio superior enseñando unos colmillos antinaturalmente alargados.

"En la sombra de la noche,
los secretos se revelan,
los demonios susurran,
y la luna, su luz despelleja."

Feliz Halloween.

Leo el texto de debajo en un bajo murmullo. Sé por la cantidad de libros que vi en sus estanterías que le gusta la literatura. Supongo que la poesía es de sus géneros favoritos. Antes de poder seguir revisando su perfil una notificación sobre un mensaje aparece en la parte de arriba de la pantalla.

En otro momento lo hubiera ignorado, pasándome la tarde entera tatuándome sus fotos en la cabeza, pero el número desconocido acelera mi corazón con una mala intuición.

Al entrar al chat que no he visto desde hace largos días mi ceño se frunce, observando la foto en la que salimos Eros y yo cerca de mi facultad, sus labios presionados en mi frente. Un segundo después bloqueo el número sintiendo una opresión en el pecho.

Esa foto es una clara amenaza, un indicio de que está llegando a su límite, y no estoy dispuesta a cruzarme de brazos y ver cómo destruye todo a mi alrededor. Antes lo destruiría yo a él.

Borro la quinta nota cambiando la quinta por un fa menor y empiezo de nuevo, haciendo un esfuerzo  por centrarme en los primeros acordes y no en las fotos que me he pasado viendo toda la mañana.

Incluso ahora mis dedos pican con la necesidad de volver a observar las fotos o revisar nuestro chat en busca de algún mensaje nuevo.

Cada vez que conseguía escribir una frase mis dedos se bloqueaban a la hora de enviarlo y mis mejillas se sonrojaban con una vergüenza que desconocía.

La verdad es que ni siquiera sé cómo acercarme. Haberme quitado la ropa frente a él había sido muy diferente a desnudar mi alma. No me arrepiento, pero sea lo que sea que hubiera estado desarrollando por él se ha intensificado el triple.

Estando a punto de finalizar la canción el timbre de la puerta me hace dar un salto, dejando la guitarra a un lado. Con pasos perezosos me muevo hasta la puerta. No hay nadie en casa. Mi madre está haciendo una entrevista y mi padre está en el trabajo.

Del otro lado de la puerta está Eros.

—Hola. —me apresuro a decir casi con torpeza.

Mis mejillas se tiñen de pudor al recordar lo que llevo puesto y mis pelos desordenados.

Su sonrisa hace que mis piernas tiemblen antes de sentir sus labios sobre los míos por unos segundos y escuchar su voz.

—Vístete. Quiero llevarte a un sitio.

Sus ojos escudriñan la piel que deja a la vista mi camiseta ancha.

—Aunque no hace falta que lo hagas. Podrías llevar una bolsa de basura encima y no dejarías de seguir siendo la mujer más hermosa del universo. —murmura con una seguridad que devuelve ese cosquilleo a mi estómago.

Después atrapa mi mano y me arrastra hacia fuera, sus palabras no eran un simple cumplido. 

—Iré a cambiarme de todas formas, tú si quieres puedes esperarme en el salón.

—Mejor en tu habitación. —refuta enseguida a mis espaldas a la vez que cierro la puerta.

—Bien. Seré rápida. —musito cerrando la puerta de mi dormitorio, agradeciendo por dentro que no haya nadie en casa.

Él se sienta en el puff junto a mi cama.

Luego abro las puertas de mi armario echando un rápido vistazo a las ropas desordenadas, hasta que caigo en las bolsas que siguen en el suelo.

—Gracias por la ropa por cierto. Se me pasó decírtelo antes. Y. Bueno... También siento que las bolsas estén en el suelo, no tengo mucho espacio en el armario. —muevo mi mano señalando el interior del mueble con una mueca en mis labios.

—No te preocupes por eso. —asegura con una sonrisa corta.

Volviendo a prestar mi atención en la mezcla de colores cojo un top negro y unos vaqueros con roturas en las rodillas.

No me molesto en quedar de espaldas frente a él cuando comienzo a desvestirme. Me doy toda la prisa posible ignorando el calor que dejan sus ojos por todo mi cuerpo. La anticipación y su presencia me tienen llena de excitación, siendo imposible apaciguar los latidos rápidos de mi corazón y que piense con claridad.

Dejo mi pelo caer por mis hombros destrozando el moño mal hecho. Sigue estando igual de sedoso y bien cuidado, tal y como lo dejó Eros ayer.

—Estoy lista. —digo terminando de ponerme las botas.

El bulto de sus pantalones puede verse a kilómetros. Su cuerpo se mantiene rígido en la silla a la vez que su mente sigue absorta, centrándose en mi estómago descubierto de una manera que eriza los pelos de mi nuca.

—¿Nos vamos? —pregunto llamando su atención.

Él se levanta casi de inmediato, borrando toda la tensión de su rostro con una sonrisa corta, enlazando nuestras manos antes de salir.

Una vez sentada a su lado respiro profundamente, queriendo llenarme de su aroma hasta no poder oler otra cosa por el resto del camino.

Poco después de encenderse el motor una canción de heavy metal cubre el silencio que nos rodea. Con su mano en mi rodilla empieza a mover sus dedos.

—He visto una publicación hoy en Instagram de una especie de periódico de nuestra universidad. —comienzo a hablar sin saber muy bien por donde seguir.

Él baja el volumen de la música y me mira por un momento instándome a continuar.

—Insinuaba que yo era tu novia. —digo despacio, viendo la arruga inconforme de su ceño.

—Hablaré con ellos para que confirmen la insinuación. —responde haciendo hincapié en la última palabra con irritación.

—¿Confirmen? —secundo moviendo una ceja.

—No tengo ninguna intención de ocultar lo nuestro. ¿Tu si?

Cuando no respondo los músculos de su mandíbula se tensan y sus dedos se aferran al volante con más fuerza, quitando su mano de mi rodilla.

El silencio que había se convierte en uno tenso acompañado por los gritos de la canción.

—No sabía que estábamos saliendo. Esas cosas se preguntan. O se avisan al menos. —murmuro de una forma burlesca.

—Lo veía innecesario. Además, es bastante obvio para el resto, ¿Por qué no lo sería para ti? —pregunta en un tono de obviedad ignorando mi cara incrédula.

A mi cabeza parece costarle encontrar una respuesta lógica a eso, y es entonces cuando pienso en si realmente me disgustaría empezar algo con él.

Por la casta sonrisa que trata de evitar sé que ha tomado mi silencio como una victoria suya.

—¿Cuándo sería nuestro aniversario entonces? —pregunto cruzándome de brazos con ojos expectantes. Punto para mí.

—Los aniversarios son para las bodas. Podría ser el seis de marzo si quieres.

Eso es mañana.

Su propuesta indirecta me hace girar la cabeza a la ventanilla del coche, haciendo todo lo posible para ocultar la curvatura de mis comisuras.

Es la tercera vez que me ofrece eso y no creo que vaya a dejar de hacerlo hasta que acepte.

—¿El siete? —habla deteniendo el coche en un lugar. —¿Ocho?

—Olvídalo. —refuto deshaciéndome del cinturón y abriendo la puerta antes de que siga nombrando más días.

Él apaga el motor y sale del coche con pasos rápidos, intentando acompasar a los míos.

No me di cuenta de que estábamos adentrándonos en un bosque hasta ahora. Uno no muy frondoso, lleno de naturaleza y algunas flores silvestres.

Pronto empezará a amanecer y no creo que para ese entonces me parezca igual de bonito.

—Vamos a hacer un picnic. —murmuro sustituyendo mi pregunta con palabras firmes.

—Algo así. —responde abriendo el maletero.

De allí saca una manta a cuadros negra y una cesta de madera. Hago el amago de ayudarlo a poner la manta sobre el césped, pero él se niega.

Al sentarnos en la manta la cesta de madera queda frente a nosotros. Sus labios se aprietan y sus dedos abren el canasto sin poder ocultar el nerviosismo que se esfuerza en esconder.

Después saca un cuenco de cerámica negra con una tapa transparente y me lo ofrece.

—No sé si te va a gustar, todavía no sé bien cómo se cocina este tipo de carnes. —murmura esbozando una mueca a lo último cuando quito la tapa.

Mi corazón bombea desbocado y mi nariz le abre paso al olor a carne guisada. No. No puede ser. Pienso casi ahogándome con mi propia saliva.

Toso un par de veces sintiendo los rugidos hambrientos de mi estómago en mis oídos. Eros palmea mi espalda suavemente antes de desviar un mechón de pelo de mi cara, ladeando la cabeza al mirarme como si con eso fuera a descubrir cada uno de mis pensamientos.

—Sé que te dije que lo olvidaría, pero no puedo. —sus dedos se acercan aún más a mi mejilla, esparciendo lentas caricias al hablar. —Quiero que seas feliz, Aubrey. No soporto la idea de que te estés castigando constantemente por algo que deseas. —detrás de sus palabras puedo ver su exasperación porque verdaderamente deje de hacerlo.

—No sé cómo. —musito sintiendo el calor del cuenco abrasar mis manos, pero no lo aparto.

—Te enseñaré. —responde con una sonrisa antes de sacar un tenedor de la canasta.

Luego pincha un trozo de carne y lo acerca a mis labios.

Los rugidos de mi estómago se vuelven casi insoportables y el olor es tan intenso que casi puedo sentirlo en la punta de la lengua.

—Solo es carne, no estás asesinando a nadie. —murmura en un deje divertido acercando más el tenedor.

En ningún momento deja de mirarme a los ojos cuando introduce el trozo de carne en mi boca.

En un abrir y cerrar de ojos el trozo desaparece en mi vientre, dejándome con ganas de más. Al levantar la mirada su sonrisa satisfactoria me recibe.

—¿Lo ves? Todo está bien. —asegura pinchando otro pedazo, acercándolo después a mis labios que lo reciben sin chistar. —Conmigo no tendrás nada de lo que preocuparte. Nunca más.

Los minutos transcurren entre mis gemidos guturales al recibir un bocado del plato y la mirada embelesada de Eros mientras se fija en cada movimiento que hago.

Él deja el cuenco dentro del cesto y se sienta frente a mi, cogiendo mis manos y arrastrándome hasta su regazo.

—¿Te ha gustado? —asiento con la cabeza siendo incapaz de producir alguna palabra. Él sonríe contra mi hombro y reparte pequeños besos por el lugar. —Haré más para la semana que viene. Siento si la carne estaba un poco dura, aprenderé a manejarla mejor. —mi mente bloqueada por el recuerdo de lo que acaba de pasar un minuto atrás es incapaz de prestar atención.

¿Quién? Pregunto para mis adentros con un pánico amenazando con echar todo lo que he ingerido.

Aún así las ansias de más no se van, solo incrementan. Necesito más.

—Hey. ¿Estás bien? —nada aparte de un sonido estrangulado sale de mi boca.

Una lágrima sale rodando por mi mejilla, acabando en el piercing de su lengua.

—No te hagas esto. —habla en una voz baja, casi aterciopelada.

Sus dedos se mueven por mi cabello teniendo cuidado con la herida y sus ojos me ofrecen un refugio agradable.

Me centro en ellos olvidando por un escaso momento la idea de que tengo a alguien que desconozco navegando por mi estómago.

—El hombre de todas formas estaba ya muerto. No había mucho más que hacer con el cuerpo. —sus labios encima de los míos pronto me hacen olvidar mis dudas e inquietudes. —Daría lo que fuera por estar dentro de ti. De cualquier forma. —murmura contra mis labios, intensificando el beso hasta que me cuesta respirar.

Eso había sonado retorcidamente perturbador, pero de alguna forma me había removido el corazón con amor.

Enredo mis dedos en su negra cabellera, desordenándola mientras él se encarga de mi cuello. No es hasta que los dos tenemos los labios rojos e hinchados cuando nos detenemos por falta de oxígeno.

Él saca una botella con un líquido transparente y dos vasos de cristal.

—Es vodka. —habla llenando los vasos por la mitad. Su voz sigue ronca y mis ojos no se despegan de sus labios aún húmedos. —Sabe un poco fuerte. Lo ha hecho Adrik.

Adrik. Otra vez ese nombre.

—Gracias. —musito con una escasa sonrisa.

Tengo que reprimir las ganas de escupirlo al césped al primer trago y mi garganta quema como la mierda cuando por fin consigo tragármelo.

—No está muy mal. —la risa áspera que brota de su garganta me desconcierta por unos segundos.

Es mejor que cualquier melodía habida y por haber, casi tan pegadiza como cualquier canción de verano.

—¿Has tenido muchas novias? —suelto de la nada.

No me debe de importar, pero lo hace. O más bien es simple curiosidad. Solo eso.

—No, tu eres mi primera novia. —habla terminando el contenido de su vaso de un solo trago.

No sé si me asombra más eso, su respuesta o el que se tome con tanta naturaleza lo de nuestra nueva relación, aunque para él no es algo muy nuevo.

—Ya claro, y tampoco has besado a nadie nunca.

—Una vez solo, pero no sé si cuenta como tal. Fue con Eva. —mi ceño se arruga tanto que bien la piel podría haberse fusionado. —Cuando éramos niños vi a mis padres besándose a escondidas, pensé que era algo que hacían todos. Cómo una manera de expresar aprecio y esas mierdas, así que le di un beso a Eva. Ese fue el primero y último después de haber recibido una charla por mis padres sobre actos indebidos entre hermanos. —suelta un suspiro poniendo una mueca. —No quieras saber lo que les vi haciendo un tiempo después.

La carcajada es tan fuerte que me tengo que sujetar el estómago. Eros solo me mira con los ojos más abiertos de lo normal.

—Hazlo otra vez. —murmura después cuando dejo de reírme.

—¿El qué? —pregunto moviendo la cabeza.

—Reírte. —muerdo mi labio inferior cuando otra carcajada amenaza con salir.

—No funciona así. —respondo de forma burlesca.

—Bueno. Entonces creo que tengo otra alternativa. —murmura con una sonrisa corta antes de acercarse y mover sus dedos por mis costillas.

Pataleo y digo cosas ininteligibles a la vez que río sin parar, sintiendo mi mente liberarse de la oscuridad por unos minutos.

Si este lugar es equivalente a felicidad,  no quiero irme nunca.

Solo han pasado un par de horas desde que volví a la casa y mi cabeza no deja de recordarlo. De camino a la cocina recibo otro mensaje suyo. Esta vez es una canción de Spotify con los segundos 04:16 - 08:00 acompañado de un buenas noches y varios emojis de corazones.

Con una sonrisa ocupando casi la mitad de mi cara me siento en el taburete escuchando la canción, olvidando los cereales por completo y centrando mis próximos minutos en responderle.

Puedo haber pasado otros minutos volviendo a ver las fotos de su Instagram, o tal vez horas, no lo sé. Lo único que sé es que al escuchar el ruido de la puerta principal abrirse mi instinto me dice que es él. Eso y que todos están en casa, durmiendo.

Con pasos silenciosos me levanto del taburete, escondiéndome detrás hasta que él entra en mi habitación como si lo hubiera hecho quinientas veces más.

Mis dedos tiemblan al coger un cuchillo de la cocina y mi corazón se aprieta del susto, pero esta vez no dejaría que el miedo me paralice. Sé valiente. Me digo a mi misma mientras me adentro a la oscuridad de la habitación con el cuchillo en mano.

Justo al momento del hombre darse la vuelta lo entierro en su costado en un acto impulsivo, desconociendo si fue muy profundo o si le pude haber dañado un órgano interno.








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