026


Eros


—¡Cuidado! —exclamo al padre de Aubrey al ver una bala pasar cerca de su cabeza empujándolo.

Él me mira confuso desde el suelo, pero antes de poder darle explicaciones el lugar se llena de gritos entremezclados con los disparos.

Algunas personas han salido corriendo mientras que otras han conseguido esconderse de alguna manera.

—Ponte a cubierto. —le digo sacando el arma del cinturón en mis pantalones.

La mayoría de encapuchados ya han sido exterminados por nuestros escoltas mucho antes de que pueda dispararle a alguno.

Al echar un vistazo consigo distinguir esos mismos ojos de antes de entre todos los cadáveres y muebles rotos esparcidos por el suelo. Su pistola apuntando mi cabeza me hace sonreír.

En un pestañeo esta le es arrebatada de una patada por uno de mis hombres que después la arrastra hacia la salida.

—Ya khochu yeye zhivoy¹. —ordeno sin apartarle la mirada de encima.

Luego me centro en el padre de Aubrey.

El hombre tiene la cabeza metida entre sus brazos detrás de una mesa partida en dos y parece estar hiperventilando.

—¿Estás bien?

Él levanta la cabeza y asiente mirando a su alrededor con temor. Es entonces cuando me doy cuenta de que aún no sé su nombre. Cada vez que tengo la oportunidad de conocerlo mejor algo jodido pasa.

—Vámonos. —murmuro buscando a Nik con la mirada.

Al no encontrarlo camino por el lugar clamando su nombre, hasta que veo un atisbo de su cabeza detrás de la barra del bar.

—¿Qué haces? —le pregunto levantando una ceja al verlo arrastrar el cuerpo inconsciente de la chica de antes.

—¿Pretendes que la deje aquí sola? Es peligroso. —responde en un tono de obviedad a la vez que la levanta entre sus brazos.

—Déjala. Va a estar bien.

—No. —replica con el ceño fruncido caminando con ella hasta la puerta.

Soltando un resoplido sigo sus pasos lo más rápido posible en el intento de alcanzarlo, hasta que una de mis botas toca algo viscoso.

Bajando mi vista hasta el suelo me encuentro un charco de sangre que viene de una herida en el estómago.

—Maldita sea. —murmuro por lo bajo pasando la suela del zapato sobre los pantalones del hombre inconsciente en el suelo, limpiándola. Justo las estrenaba hoy.

Estando en la camioneta me encuentro con la cara pálida y la mirada confusa del padre de Aubrey en el asiento del copiloto. Siguiendo sus ojos me encuentro a Nik sentado en la parte trasera del coche acariciando el pelo de la chica como si nada.

El secuestro de personas es lo único que le faltaba añadir al hombre en su lista de; razones por las que Eros no debería siquiera acercarse a mi hija. Jodidamente genial.

—Primero dejaremos a la chica en su casa. —aviso cuando el coche se pone en marcha.

—No. De hecho la llevaremos a nuestra casa, así que puedes seguir. —responde Nik a mi lado dirigiéndose al hombre, ignorando la mirada asesina que le estoy dando.

—Y una mierda. Me vas a traer problemas. La dejamos en su casa y punto. —murmuro en ruso con una sonrisa falsa decorando mis labios para que no parezca que estamos discutiendo ante los ojos del resto.

—No seas cruel con ella, acaba de pasar por un tiroteo. ¿Te has puesto a pensar en qué pasaría si van a por ella?¿Lo asustada que estará cuando despierte? Con nosotros estará más segura. —la seguridad con la que habla realmente me sorprende.

—Esas personas nos buscan a nosotros, no a ella, así que no estaría jodidamente segura con nosotros. Además, lo que estás haciendo se llama secuestro y no pienso participar en tu mierda.

—Por secuestro se entiende al apoderamiento y retención que se hace de una persona con el fin de pedir rescate en dinero o en especie, y yo no estoy pidiendo nada a cambio. Ni siquiera la estoy reteniendo. Puede irse cuando quiera. —mis ojos caen en el cinturón que la chica tiene alrededor de sus muñecas antes de mirarlo con una cara irónica. —Eso es por seguridad. No queremos que salte del coche al ver tu cara de asesino psicótico nada más despertar.

Tengo que apretar mis dientes y tragar todas las palabras malsonantes que tengo para él. Estás con tu suegro. Me recuerdo expulsando el aire por la nariz.

—Si no la llevas a su casa mañana olvídate de seguir con dientes.

—El tener una nueva integrante en la casa es algo que se debe decidir en grupo, no tu solo. Democracia se llama eso, no te vendría mal repasarlo.

La sonrisa triunfante de sus labios me hace ver rojo, pero por más que quiera cortarle el cuello ahora mismo es algo que no va a suceder.

Queriendo dar por finalizada la conversación por el bien de su cara y mi ya manchada reputación ante mi suegro decido sacar un paquete de cigarros y colocar uno entre mis labios, gastándolo durante el trayecto del camino a la vez que maldigo haber venido a este lugar.

Lo único bueno es que teniendo ahora a uno grande de los suyos estamos mucho más cerca de acabar con ellos.



A la mañana siguiente el dolor de cabeza me atraviesa las neuronas recordándome que es una pésima idea pasarme las noches observándola en vez de dormir, pero haría lo que fuera con tal de permanecer a su lado y verla de cerca. Incluso si eso significa estar una eternidad sin dormir.

Mientras bajo las escaleras escucho las voces de los demás en la misma mesa que solemos usar para desayunar juntos en el jardín cuando hace buen tiempo.

—Buenos días, bello durmiente. —habla Nik con una cara sonriente.

En su mejilla izquierda tiene la marca de una mano y su camiseta está manchada de algo.

Eso es más que suficiente para deducir que la chica todavía sigue aquí.

—Tiene más ojeras que Beetlejuice, no creo que haya dormido mucho esta noche. ¿Dónde crees que haya estado?¿Y haciendo el qué? —murmura Adrik cerca del oído de Vanya que rechaza su intento de cotilleo mañanero ignorándolo y meneando la cucharilla de su taza de café negro con la misma cara de aburrimiento que lleva siempre.

Al ver que no consigue captar su atención se mueve de sitio y se sienta a la izquierda de Nik, murmurando algo cerca de su oído.

Pasa por alto el hecho de que estoy a la derecha de su hermano y que puedo escucharlo perfectamente, a pesar de sus nulos intentos por hablar en voz baja.

—Este fin de semana me quedaré con mis padres. —suelto al aire ignorando los murmullos de Adrik.

Mi estómago se retuerce de las ansias por lo que sé que me estará esperando en el palacio.

—Voy contigo. —susurra Nik en mi oído con un guiño de ojo.

—No, tu te quedas aquí encargándote de tu problema. —respondo mirando su camiseta de reojo antes de coger una tostada y untar mantequilla en ella.

—Tiene mal despertar.

—Me pregunto porqué. —murmuro tras darle un bocado a la tostada.

La mirada de Adrik se centra en nosotros dos con ojos recelosos. Si no hubiera estado tan pendiente de Alana estos días hubiera descubierto todo en un abrir y cerrar de ojos, así que algo tendría que agradecerle a la mujer.

—¿Y qué harás allí? —pregunta Adrik con ojos recelosos.

—Nada que te incumba. —respondo con una sonrisa corta.

Sé lo mucho que le jode cuando decido apoyarme en otros y no en él para compartir cosas de mi vida privada y cabrearlo es divertido.

Él arruga el ceño apretando de más él tenedor que sostiene entre sus dedos.

—Tenemos que reunirnos hoy antes de que te vayas. Tengo algo importante que anunciar. —habla Nik interrumpiendo lo que sea que fuera a decir su hermano.

—Yo también tengo algo que anunciar. —sus ojos ahora brillan con emoción mientras se acomoda en la silla bajo nuestras miradas expectantes antes de continuar. —Voy a pedirle la mano a Alana. Quiero casarme con ella.

Nik se atraganta con un trozo de cruasán y Vanya por primera vez en mucho adorna su cara con algo que no es desdén o irritación.

—No. —respondo de forma automática ganándome una mala mirada de su parte.

Sobre mi cadáver voy a verlo casarse con Alana antes de hacerlo yo con Aubrey, y eso está jodido porque ni siquiera tengo el anillo listo aún.

—¿No?¿Y por qué no? —pregunta con una mirada desafiante.

—Ni siquiera conoces a sus padres. ¿Pretendes casarte con ella sin antes hablar con su familia? —respondo en un tono de obviedad.

Él suelta un resoplido desviando su mirada hacia la puerta de la verja. Allí está parado el padre de Aubrey y Alana junto a un coche esperando a por nosotros.

—En eso estoy. Voy a invitar a su padre al partido de fútbol contra los Lakers mañana. —eso fue la gota que hizo falta para que mi corazón comenzara a bombear con más fuerza.

Ya había perdido demasiado orgullo como para que su padre decidiera hacerse amigo de Adrik pasando por encima de mí.

Claro que dados los resultados de las pocas veces en las que había tenido una conversación con él tampoco tenía muchas oportunidades de caerle bien. Cada vez que estaba a su alrededor el hombre acababa con traumas nuevos. A este paso le empezarían a dar ataques de pánico al verme.

—Dijiste que irías conmigo. —protesta su hermano con una mueca descontenta.

—Ese pobre hombre está condenado con vosotros dos. —murmura Vanya moviendo su cabeza de un lado a otro.

—No puedes tomar una decisión así de seria sin antes consultarlo con la familia. Tenemos que saber si es buena chica para ti. Sobre todo si es resistente, no queremos sorpresas en la noche de bodas. —habla Nik con una sonrisa divertida haciendo que un alivio recorra mi estómago.

Sé de antemano que Aubrey se lleva bien con mi hermana y no va a ser muy diferente con el resto de mi familia así que eso ya es un punto a mí favor. Con los idiotas de mis primos ya es otro asunto.

—No creo que le guste el baloncesto. —replico con una calma fingida sorbiendo la taza de café con leche que había colocado una de las sirvientas.

—Eso ya lo veremos. —habla Adrik sonriente levantándose de la silla con intención de ir hacia donde está el padre de Aubrey.

Antes de poder hacerlo yo mi móvil vibra con una notificación de la universidad. Es sobre la asignatura de comercio internacional.

Entrando a la aplicación mis ojos se estrechan en el ocho a la vez que algo empieza a acumularse en mi cuello. Las notas del semestre pasado se habían puesto hace días y cambiarlas no era algo posible, así que si la mujer había hecho esto para llamar mi atención y hacer que hablara con ella le había salido jodidamente mal.

Aubrey

Mis ojos repasan lo poco que queda del lugar distinguiendo una catedral antigua. Mi estómago se aprieta y mis manos empiezan a temblar, pero mucho antes de poder decir algo Eva se me adelanta.

—Vamos por grupos. Sarah conmigo y tú. —habla señalándome con el dedo. —Con Charlotte y Veronika.

—¿Qué vamos a hacer? —pregunto controlando el miedo que empieza a apretarme la garganta.

Vas a estar bien. No son ellos. Me repito varias veces poniendo mi mejor cara. Gracias a la oscuridad nadie puede ver mi palidez.

—Recolectar. —responde Eva con una sonrisa.

—No me encuentro muy bien. Creo que me voy a quedar en el coche. —digo con una mueca a la vez que me sostengo la cabeza.

—Oh. ¿Tienes indigestión? —pregunta Charlotte ladeando la cabeza.

—Si.

No he comido apenas una mierda en el restaurante pero me aferraré a eso con tal de no entrar.

No me quiero arriesgar a tener otro ataque de pánico, con el solo hecho de estar cerca es más que suficiente para que mi cabeza comience a llenarse de recuerdos desagradables.

—¿Quieres que me quede contigo? —a su lado Veronika pone una mala cara que me hace arrugar el ceño.

Sigo sin encontrar eso que le he hecho para que le caiga tan mal.

—No. —respondo con un intento de sonrisa.

Eva no parece estar muy convencida pero termina dándome las llaves de su coche.

Justo al sentarme en la parte de atrás empiezo a echar de menos la limusina de antes. Sea lo que sea que vayan a hacer no debe ser muy legal por sus ganas de querer cambiar de vehículo para llamar menos la atención, pero mi cabeza pronto deja de pensar en eso para pensar en unos ojos azules.

¿Por qué no me ha dicho nada aún?¿Me está ignorando?¿Lo he ofendido? Dejo de indagar en alguna respuesta cuando escucho una rama partirse a lo lejos. Después la sensación de estar siendo observada hace que los pelos de mi nuca se levanten mientras miro a mi alrededor con ojos nerviosos.

Una ardilla sale de entre su escondite haciendo que de mis labios salga un suspiro aliviado.

Nota mental: no volver a comer pescado crudo por la noche.

El aire se siente pesado y el frío parece colarse entre las pequeñas ventanas. Mis dientes se clavan en mi labio inferior y mis manos comienzan a sudar como fruto de las malas vibras que me da este lugar. Fuera de que es un lugar abandonado las iglesias nunca me han dado buena espina.

Un disparo a lo lejos hace que el corazón de un vuelco en mi pecho. Mis ojos van directamente a la ardilla que ahora descansa junto a una piedra con un pequeño charco de sangre. Presa del pánico escondo mi cuerpo entre los asientos y saco mi móvil yendo al contacto de Eva. Un aviso de que a la batería le queda un cinco por ciento aparece en la pantalla justo al estar a punto de tocar el emoji verde.

Bajo el volumen del móvil cuando la llamada me lleva a buzón. Unos pasos pasan corriendo por el lado del coche haciéndome jadear. Mi respiración se corta como si con eso pudiera borrar mi existencia y mis dedos ahora sujetan el móvil con un ligero temblor.

—Joder. Responde. —murmuro en un hilo de voz al segundo pitido del móvil.

La idea de que sea la sombra siguiendo mis pasos para aniquilarme después tiene a mi sangre corriendo por mis venas con una adrenalina que usaría para defenderme hasta con los puños si hace falta.

Unos pasos vuelven a aproximarse y un segundo después la puerta se abre dejando ver a Sarah con una cara confusa.

—¿Qué haces ahí? —pregunta después.

—Nada. Se me ha caído un pendiente y lo estaba buscando.

—Los tienes puestos. —responde acentuando la arruga de su ceño.

—Por eso no lo encontraba. —hablo con una risa nerviosa a la vez que me levanto sentando el culo en el asiento de en medio.

—Oye, ¿Tu te drogas, no? —Veronika delante nuestra gira su cabeza a nosotras esperando una respuesta que no le daré.

—No empieces. —se queja Sarah a mi lado. Luego parece buscar algo por todo el lugar. —¿Dónde está Eva? —su voz ahora es una preocupada.

—Pensé que estaba viniendo...—las palabras de Charlotte quedan en el aire cuando sale del coche y va hacia el cuerpo de la ardilla.

Tuerzo mis labios en una mueca al verla coger el cuerpo y atraerlo a su cuerpo manchando su top.

—¿Quién ha hecho esto? —pregunta adentrándose al coche. Su voz ya no suena tan despreocupada como antes y sus ojos nos ven con una ligera molestia y aguados.

Suelta un resoplido cuando ninguna de nosotras le responde volviendo a centrarse en el pequeño cuerpo del animal.

—Yo sé quién. —Eva entra al coche con sus ojos fijos en la ardilla.

A pesar de la oscuridad puedo notar la palidez de su cara, y al parecer no soy la única en notarlo.

—¿Estás bien? —pregunta Charlotte ignorando lo que ha dicho antes.

Eva sonríe, pero es de esas sonrisas forzadas, muy diferente a las que lleva adornando su cara todo el día.

—Si. Vámonos por favor. —le dice a Veronika abrochando el cinturón de seguridad.

Sus manos parecen temblar mientras sostienen un cáliz viejo, o tal vez la que tiembla soy yo después de lo sucedido.

Quiero saber qué pasó, quién fue el culpable de acabar con la vida del pequeño animal y porqué, pero mucho antes de formular las palabras en mi cabeza un calor extraño aparece por mi lado izquierdo y luego mis ojos se abren más de lo normal observando el fuego que arrasa con lo que quedaba de la iglesia.

—¡Bien hecho! —exclama Sarah de la nada con una sonrisa de oreja a oreja antes de chocar su mano con la de Veronika.

Las dos comparten un entusiasmo que las demás no comparten. Los ojos de Charlotte se empañan con más lágrimas que empieza a soltar poco a poco, haciéndome sentir incómoda a su lado.

—Estará bien. No es como si pudiera pasar por algo peor que la muerte. —el llanto de Charlotte se hace más fuerte y yo me  tengo que morder la punta de la lengua para no reír.

—¡Veronika! No seas cruel.

—Es la verdad. —responde ella moviendo sus hombros y volviendo a fijarse en la carretera, ignorando la mala mirada de Sarah.

—Fue nuestra culpa. No debimos haber entrado.

—¿Por qué? —pregunto de la nada teniendo varios pares de reojo sobre mi de repente.

—Vi a alguien cuando estuve a punto de salir. Era un chico y llevaba una escopeta, probablemente nos estaba buscando a nosotras y se confundió con la ardilla. —la voz de Eva es un bajo murmuro que apenas consigo escuchar.

—¿Estás bien?¿Te hizo algo?

—No, pero creo que la iglesia era suya. Estaba cabreado como la mierda.

—¿Esa cosa? Pero si se estaba cayendo a trozos. —vuelve a hablar Veronika con una sonrisa socarrona.

Eva mueve sus hombros terminando con la conversación, y yo me remuevo en el asiento cuando la cabeza de Charlotte se apoya en mi hombro, manchando mi ropa con sus lágrimas.

—Lo siento, es muy sentida con los animales. —susurra Sarah a mi lado con una mueca.

Mis labios se curvan hacia arriba con una sonrisa incómoda a la vez que mi cabeza repasa todo lo escuchado antes, llegando a la conclusión de que han quemado la iglesia de un cura y ninguna se ha molestado en averiguar si el hombre seguía dentro o no cuando sucedió.

Tampoco parece importarles y eso hace que la sangre en mis venas se congele olvidando las otras preguntas que se quedaron atrapadas en mi lengua.

La idea de poner alguna excusa y volver a mi casa se desvanece al escuchar que en unos minutos estaremos en casa de Eva y su familia. Mi corazón bombea con fuerza por la oportunidad de volver a verlo más que por haber descubierto lo realmente perturbadores que pueden llegar a ser los hermanos Easton.

Puede que tal vez me acabe quemando entre sus garras como ya me advirtió Henrik, pero nada parece señalar que está vez no vaya a disfrutar estar en mi infierno.


—Muy bien. Empecemos. —habla Eva trayendo consigo un tablero de madera negra que después deja en el suelo, quedando nosotras a su alrededor.

No puedo evitar soltar un resoplido al distinguir las letras escritas en un rojo intenso. Es una ouija.

—¿De verdad creéis en estas mierdas? —le pregunto con una sonrisa burlesca acomodándome en los cojines del suelo.

—Nosotras lo hacemos a nuestra manera y siempre funciona. Bueno. Casi siempre. —responde con una sonrisa ladina.

Luego coge el cáliz que minutos antes sostenía en el coche y lo coloca a un lado. Cuando saca una especie de athame decorado con estrellas invertidas y unas cartas mi estómago se estruja y la sonrisa socarrona de antes va desapareciendo.

—¿Esto es lo que hacéis en vuestras noches de chicas? —pregunto con una diversión fingida tratando de ocultar mi nerviosismo.

—A veces hacemos maratones de películas o vamos a fiestas, pero Eva quiere intentar comunicarse con su bisabuelo. —habla Charlotte moviendo sus hombros con desinterés. Después le da la ardilla a Eva. —Tu muerte no será en vano, pequeña.

La sangre ya se ha secado pero la herida sigue abierta manchando la alfombra con hilos de oro sobre la que estamos sentadas.

—Voy al baño. No me esperéis. —digo levantándome de los cojines al ver las intenciones de Eva de apretar la herida y esparcir la sangre en el cáliz.

Las demás me miran desconcertadas y yo amplio mi sonrisa sintiéndome el corazón a mil por hora.

—¿Segura? Después no podrás entrar hasta que te avise. —

—¿No ves su cara? Está a punto de mearse encima y llamar a su mami para que venga a por ella. —Veronika se me adelanta en hablar.

Sus ojos no esconden la burla, y por más que quiera negarlo tiene algo de razón, aunque lo de mi madre no es ni de lejos una opción.

Lo más seguro es que quiera mandarme a un psiquiátrico en cuanto descubra la forma en la que me estoy divirtiendo con mis nuevas amigas.

—Segura. —la cara de Eva parece relajarse con una sonrisa antes de hablar otra vez.

—Hay un baño por este mismo pasillo a la izquierda. Si pasa algo llámame. —muevo la cabeza de arriba a abajo a modo de respuesta, siendo incapaz de hablar.

Un peso que no había notado desaparece de mis hombros al cruzar el otro lado de la puerta.

Mis pies se mueven con rapidez por si solos hacia el otro lado del pasillo evitando mirar los cuadros apenas visibles por los candelabros que decoran las paredes. No sé de día, pero de noche la casa da miedo.

Unos ruidos en la planta de abajo hacen que me detenga pegando las suelas de mis botas en en el suelo. Cuando miro por encima de mis hombros y no veo nada pretendo abrir la puerta del baño, hasta que el ruido se hace más presente y unos pasos fuertes llenan mis oídos.

La respiración se atasca en mis pulmones mientras bajo un par de escalones, sopesando si es buena idea bajar. ¿Qué es lo peor que podría encontrar de todas formas? No seas una cobarde. Me reprimo poniendo los dedos alrededor de la barandilla.

Cuatro escalones después puedo llegar a ver el porqué de ese ruido. Unos hombres con uniformes negros llevan unos sacos sobre su hombro a la vez que van a algún otro lugar de la casa. Alguno de ellos sustituyen los sacos por cuerpos inconscientes, pero mis ojos solo se fijan en uno en específico reconociendo sus facciones.

—¿Thobias? —el nombre se desliza de mis labios con un ligero temblor y mis manos se aferran a la barandilla como una manera de luchar contra mis piernas temblorosas.

Todo alrededor empieza a darme vueltas y el oxígeno se atasca en mi garganta.

Vuelvo a abrir los labios una vez más en busca de decir algo que pueda devolverme a la realidad, pero pronto la oscuridad se hace más espesa y un dolor agudo me atraviesa la cabeza.







Ya khochu yeye zhivoy¹: la quiero viva.

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