022


Aubrey


Una más de la lista. Repito una vez más en mi cabeza subiendo las escaleras. Tardo más de lo normal en encasillar la llave en la cerradura, y cuando lo hago la giro con tanta brusquedad que me hago daño en la muñeca.

—Maldito Eros. —murmuro por lo bajo pasando el dorso de mi mano por mis párpados, limpiando las lágrimas que no han caído aún.

Debería haber sabido que alguien como él solo usa a los demás como le viene en gana y luego los hace a un lado. Yo no soy la excepción, y de alguna forma eso me hiere más que todos los golpes que he recibido en mi vida.

Entrando a mi habitación lo primero que hago es cerrar la puerta con cerrojo y lanzar la mochila a la cama antes de sentarme frente al escritorio y abrir mi diario por la última página.

Día 61 del año 2016,

Siempre he sido alguien sedienta por la atención de los demás, pero no esa que te hace recibir cumplidos de gente que solo quiere quedar bien contigo o creen que te hacen algún favor al decirte lo bonito y único que es tu pelo, sino esa que te hace ser vista por quién realmente eres y hace callar esas voces molestas de tu cabeza. No todo está jodido si los demás ven algo bueno en ti y te ven solo por eso, olvidando lo demás.

Con Trent pensé que por fin la había encontrado y era feliz, centrándome más en disfrutar de la música y no en forzarme en publicar canciones y ensayos a mis redes sociales para captar unos cuantos me gusta. Pero no fue hasta que llamé la atención de un monstruo cuando sentí que realmente estaba satisfecha y otras cosas que me avergonzarían hasta la médula escribir aquí.

Tal vez sea porque tengo más en común con él de lo que llegué o llegaré a tener jamás con algún novio aunque ni él mismo se lo sospeche, o porque realmente tengo un gusto de mierda en hombres. Honestamente no lo sé. Lo que si sé es que esa atención está comenzando a hacerme un agujero por dentro y lo odio, pero más odio no ser capaz de alejarlo de mi cabeza por más de un minuto.

Eso y saber que planea usar esa atención para llevarme a la cama y mandarme a la mierda después me hace sentir como una real estúpida. Sobre todo porque antepuse mi relación con Trent por él, dejándome llevar por el veneno de sus palabras y sus besos. El hijo de puta besa tan bien que debería ser ilegal. Lo odio. Lo odio. Lo odio.

Escribo lo último cada vez con más saña a la vez que algunas lágrimas caen en la hoja manchando las palabras.

Nada de lo que hago después me hace sentir mejor, mucho menos dejar de pensar en él. Deberías de estar pasando el luto por tu antigua relación y no llorando porque un Mister Playboy te quiera solo para follar. Me recrimino más de una vez acariciando las cuerdas de la guitarra.

—¿Se puede? —pregunta Alana del otro lado para después asomar la cabeza por la puerta.

—Claro. —respondo con un suspiro de resignación dejando la guitarra a un lado.

Alana se sienta a mi lado fijando sus ojos en los míos con una mirada descontenta que ignoro fingiendo acomodar mi moño mal hecho.

—¿Qué pasa? Te has saltado el capítulo de chapuzas estéticas. Y tú nunca te saltas uno.

—Lo he dejado con Trent. —escupo con tanta rapidez que apenas puedo entender lo que acabo de decir.

En parte se siente bien, como si me hubiera quitado un peso de encima, pero el nudo de mi garganta sigue ahí, recordándome cómo destrocé lo único que me daba algo de estabilidad emocional y rompía mi rutina.

—No te preocupes. Esa relación estaba destinada al fracaso. —levanto una ceja y la miro con una cara incrédula.

¿En serio hacíamos tan mal pareja?

—¿Por qué piensas eso? —pregunto jugueteando con mis dedos sobre mi regazo. Ella mueve los hombros.

—Era algo obvio. No creo ser la única que lo piense. —su sonrisa es contagiosa.

Apoyo mi cabeza sobre su hombro y suelto un resoplido apartando algunos pelos de mi cara.

Mis dientes no abandonan mi labio inferior sopesando la idea de contarle eso que tanto me atormenta. Uno de mis peores secretos, si no el peor.

—Creo que me gusta alguien más. —murmuro agachando la cabeza, sabiendo que ese término se comienza a quedar corto con lo que realmente está despertando el engendro de Satanás en mi.

Admitirlo es vergonzoso y podría decir que incluso duele. Duele porque de todas las personas que hay escojo poner mi atención en él, un demonio que ha subido a Tierra para destrozarla conmigo en ella, porque cuando estoy con él mi verdadero yo amenaza con salir y me ha costado mucho tiempo y dinero encerrarlo en esa parte de mi cabeza. Pero sobre todo porque nunca llegará a verme como algo más que un agujero donde meterla y muy posiblemente acabe como otra más de sus víctimas.

Eros es mala persona, ha matado delante de mis ojos, y aún así no puedo sacármelo de la cabeza, como si fuera una especie de adicción que cada día va a más. Otra señal más de que tu también eres un demonio, igual que él. Susurra esa voz grave provocando un pitido en mis oídos.

Lo único que me salva de otro posible ataque de ansiedad es la voz y los toques de Alana en mi cuero cabelludo.

—Es normal. Hay millones de peces en el mar y es imposible que nos guste solo una persona. —aleja su mano de mi cabeza y me mira con un brillo divertido en los ojos. —¿Noche de chicas?

—¿Hoy? Es miércoles.

—¿Y? No tenemos porque salir. Nos quedaremos aquí.

—Bien, pero tú vas a por las bebidas.

—Hecho. Traeré también algo de sushi. —habla levantándose de la cama de un salto.

La sigo hasta el salón y me dejo caer en el sofá cogiendo el mando de la televisión.

—¿Qué película pongo? —pregunto entrando a la única plataforma que usamos para ver series y películas.
Aunque Alana y mi madre son las que más la usan.

—Crepúsculo. Así nos tomaremos un shot cada vez que la prota parpadée. —dice entre risas sacándome una carcajada.

—Entonces esta noche acabamos en el hospital. —respondo entre risas. Ella me guiña el ojo antes de salir.

La tienda de conveniencia más cercana queda a cinco minutos andando de casa así que no va a tardar mucho, pero aún así me levanto y voy a la cocina en busca de las palomitas que después pongo en el microondas.

El teléfono móvil en los bolsillos de mis pantalones empieza a vibrar con un mensaje nuevo. Deslizando la pestaña de las notificaciones veo su nombre, y el mensaje.

Eros: Hola, ¿Qué tal la tarde?¿Ha vuelto a molestarte el imbécil de Trent? Pd: Te hecho de menos.

Hago un esfuerzo por no fijarme de más en la última parte de su mensaje y voy directamente a bloquear su contacto.

Justo al acabar el microondas recibo una llamada suya que no sé porqué demonios cojo.

—¿Qué? —respondo sujetando el móvil con una mano mientras que con la otra me encargo de abrir el paquete de las palomitas que por algún milagro de Dios no se han quemado.

—¿Me has bloqueado? —su voz al otro lado suena incrédula.

—Si. ¿Y?

—¿Por qué?

—Porque me dió la gana. —murmuro toscamente echando las palomitas en un bol.

—¿Me vas a decir ya que te pasa o tengo que averiguarlo yo?

—Me pasa que me he hartado de estar en tu jodida lista. Puedes coger y metértela por el culo. —le digo cortando la llamada dejándolo con la palabra en la boca.

No me da tiempo de bloquear su contacto por todos lados posibles cuando recibo otra llamada que se queda en el aire.

Ese simple gesto hace que mis entrañas se arruguen pensando en que realmente estoy rompiendo lo que sea que tuviéramos. Pero es lo mejor. O no.

Mierda, necesito el alcohol ya.

Un par de horas después la botella de vodka que había comprado Alana está casi por la mitad y los dos sets de sushi están acabados.

Ahora en vez de haber un Edward Cullen hay dos. Jesús, pobre Bella.

—Si se supone que Edward no tiene sangre, ¿Cómo se le levanta? —habla ella a mi lado entre hipos y yo la miro confundida, haciendo un esfuerzo por centrarme en una de las dos Alanas que veo.

—¿Cómo se le levanta el qué? —digo arrastrando las palabras. —Oh, ya sé el qué. —respondo después con una risita.

—Y yo se cómo. Magia. —habla abriendo sus manos y haciendo como si estás tuvieran algún súper poder.

—Creo que a Eros tampoco se le levanta. —balbuceo sin darme cuenta recordando las palabras de su amigo Nicholas.

Alana suelta un jadeo de sorpresa y se lleva una mano a la boca antes de romper en risas acompañadas de las mías.

—¡Voy! —exclama Alana al escuchar el timbre de la puerta para después levantarse tan rápido que se marea y cae de bruces al suelo. —Estoy bien, solo ha sido un mareo. —dice desde el suelo levantando el dedo pulgar.

El timbre vuelve a sonar una y dos veces de manera insistente y yo suelto una maldición por lo bajo.

Es él, seguro que es él. Pienso para mis adentros a la vez que voy hasta la puerta ayudándome de las paredes para no dejarme llevar por mi vista borrosa.

—Te vas a enterar. —suelto entre hipos con la mano en el pomo de la puerta.

Al otro lado Eros está con una cara seria y el pelo más largo que la última vez que lo vi. También tiene tetas y su barriga es más prominente. Espera. ¿Tetas?

—¿Eros? Oh Dios mío, ¿Te has hecho puesto tetas? —pregunto arrugando el ceño.

Tengo que parpadear un par de veces para ajustar mi visión y transformar la cara de Eros en la de una chica joven que ahora me mira como si tuviera dos cabezas.

—Perdona, ¿Quién eres? —murmuro bajando mi vista hasta su barriga con las mejillas sonrojadas. Está embarazada.

—Eso no te importa. Vengo a decirte que por favor, dejes en paz a Trent. Mi hombre. —responde en un tono casi agresivo recalcando la palabra mi. —No ha venido a casa desde el viernes y mis bebés necesitan el dinero que trae a casa. ¿Sabes?

—¿Tus... bebés? —musito titubeante volviendo a fijarme en su barriga.

—¿Estás drogada o qué? Si. He dicho mis bebés. Aparte del que estoy esperando tenemos uno de quince meses en casa. —estoy a punto de decir algo pero nada sale de mi boca y ella se me adelanta. —Debería darte vergüenza meterte en una familia. No eres más que una puta, y si te vuelvo a ver cerca de mi hombre. La próxima vez no seré tan buena. —masculla entre dientes antes de girar sobre sus tacones y desaparecer por donde vino.

—Yo no....yo. —balbuceo pestañeando una vez más.

Esto no puede estar pasando. Me digo sintiendo una arcada que me lleva al baño, expulsando todo por el retrete.

Eros

—¿Qué le has dicho a Aubrey? —le digo a Nik abriendo la puerta con el móvil todavía en las manos. Estaba a nada de romperlo en dos.

En la oscuridad un par de miradas se centran en mi con desconcierto dejando de prestarle atención a la película de terror que están viendo en la sala.

—¿Quién es esa? —pregunta Vanya levantando una ceja en mi dirección.

Adrik a su lado parece estar pensando en algo, y justo cuando está a punto de decir algo su hermano se le adelanta.

—La chica que le puso los cuernos con Trent. Su novia. —aclara Nik metiéndose un puñado de palomitas a la boca.

—¿Tu qué...? Espera. ¿Desde cuan..?¿Por eso lo despellejaste? —pregunta Adrik con una mueca incrédula y yo lo ignoro acercándome a Nik de una zancada.

Después lo cojo del cuello de la camiseta y lo levanto del sofá, haciendo que tire el bol de palomitas al suelo.

—¿Qué le has dicho? —mascullo entre dientes.

—Cálmate, ¿Quieres? No quiero otra carnicería. —comenta Vanya soltando un suspiro hastiado sin apartar su mirada de la gran pantalla.

—No le he dicho una mierda. —habla con dificultad.

—¿Estás seguro de eso? Porque no deja de mencionar una jodida lista. —hablo en un bajo murmuro mordaz a escasos centímetros de su cara.

—Lo juro. Lo pinkie prometo. —musita levantando su dedo meñique.

Empiezo a juguetear con el piercing de mi lengua antes de soltarlo de un empujón brusco que hace que se tambalee en el suelo antes de caer en el sofá.

—Que yo sepa Trent empezó a salir con ella tiempo atrás de tu conocerla. ¿No sería al revés...? —pregunta Adrik con una sonrisa divertida que se ensancha al ver mi mirada furiosa.

—Me importa una jodida mierda como haya sido. Ahora es mía. —respondo en un siseo apretando los dientes.

No sé si haya sido buena idea compartirlo con ellos, pero ya es tarde y la luz roja que sigue nublando mi cabeza tampoco me deja pensar con propiedad.

Con un resoplido me siento en el sofá quedando en una esquina alejada y llevo mis manos a la cara. Reprime. Contrólate. Repito una y otra vez en un vago intento por controlar el temblor de mis dedos.

—¿Y cómo es que lo sabe Nik antes que yo, tu mano derecha? —cuestiona sin un rastro de sonrisa y moviendo una ceja.

—Shhh. —se queja Vanya subiendo el volumen de la televisión.

Los gritos que cubren la sala de alguna forma consiguen acallar algunas voces de mi cabeza, haciéndome recordar los gritos de Trent cuando deslicé el primer trozo de piel fuera de su cuerpo.

Con otro resoplido echo la cabeza hacia atrás apoyándola en el cabecero del sofá y le doy una mirada de reojo a Adrik.

—Parece que se le están pegando tus mañas de meter sus narices donde no le llaman. —murmuro desviando mi atención a la película. Creo que era una de la saga de Scream.

—Ya. —refuta entre dientes estrechando sus ojos en mi con una mirada poco amable.

Poco después alguien abre la puerta y entra a la sala con pasos casi silenciosos aproximándose a mi.

—Su padre desea verle. —murmura en mi oído segundos antes de desaparecer por la puerta como un fantasma.

Mis entrañas se retuercen formando un nudo en mi garganta que me corta la respiración mientras me levanto del sofá y voy a la puerta con los músculos casi entumecidos.

—Si tienes miedo grita y mandaré a Vanya. —habla Nik con una sonrisa socarrona a mis espaldas. —Auch. —es lo último que escucho antes de salir y cerrar la puerta.

Del otro lado mi padre me espera moviendo su pie impacientemente contra el suelo.

—Papá. —murmuro llamando su atención.

Cuando se da la vuelta mis ojos recaen en la carpeta que trae en sus manos.

—Veo que al final os habéis mudado a la otra casa. —comento desviando mi atención a sus ojos.

No parece enfadado, pero con mi padre es difícil saber lo que se le pasa por la cabeza.

—Solo será por unos días. —responde con una sonrisa asomando por la esquina de sus labios antes de empezar a caminar a otra de las salas vacías de la casa. —Ven. Tenemos que hablar de algo.

Aguantando un resoplido sigo sus pasos cerrando la puerta detrás de mí.

Su mirada ahora se estrecha en la mía a la vez que me siento frente a él.

—¿Por qué no me dijiste que tenías novia? Pensé que nos teníamos confianza. —sus palabras hacen que mueva mi piercing incómodo.

—No es oficial. —no busco algo con lo que excusarme ni lo desmiento.

Una acidez aparece en la punta de mi lengua recordando su extraña actitud conmigo y mi corazón palpita más rápido con la idea de que realmente ha pedido el interés en mi. En nosotros.

Mi padre resopla y se echa hacia delante.

—Está en problemas. —asegura en un bajo murmuro.

—¿Qué problemas? —pregunto con algunos pelos de mi nuca erizándose.

La sensación es nueva y nada placentera. Me hace cosquillas.

Mi padre parece pensarse lo que va a decir humedeciendo su labio inferior. Eso solo me pone más nervioso que antes.

—No te va a gustar. —advierte soltando las palabras cuidadosamente.

—¿Qué problemas? —repito con mi voz siendo ahora más contundente y una mirada que no deja cabida a discusiones.

—Ella...sus padres la maltrataban de pequeña. Le hicieron todo tipo de mierdas en nombre de Jesús hasta que los servicios sociales decidieron encargarse de ella y acabó en un orfanato. —responde usando un tono burlesco al pronunciar Jesús y casi siento algo explotarme por dentro.

Mis manos se encogen en puños con los nudillos blanquecinos y mis fosas se dilatan. La rabia que siento por dentro hace que de grandes bocanadas de aire y las primeras palabras de mi padre se repiten en mi cabeza, sobrealimentando esa rabia.

Si bien en su diario pone que no tiene una relación cordial con sus padres biológicos. Jamás pensé que ellos estuvieran detrás de todas esas páginas llenas de letras manchadas por lágrimas secas y gotas de sangre. Su sangre.

—A su padre lo internaron en un centro psiquiátrico y a su madre la metieron en la cárcel con una condena de seis años por negligencia y maltrato infantil. A la madre la soltaron antes de tiempo por buena conducta y el padre consiguió escapar unos días atrás, creen que la mujer lo ayudó. —explica estando atento a cada parpadeo de mis ojos, a la espera de alguna reacción de mi parte.

Después suelta un suspiro y se echa hacia atrás sin quitarme un ojo de encima.

—La están buscando y no están solos. Es más grande de lo que crees.

—Los quiero muertos. —murmuro escupiendo cada palabra fuera de mis labios.

Todo a mi alrededor empieza a esfumarse y la voz de mi padre queda en un segundo plano.

—No es tan fácil. —hace una pequeña pausa encontrándose con mis ojos furiosos. —Te ayudaré, pero no vuelvas a ocultarme nada. —añade en una voz suave.

Es entonces cuando me siento perder el control que tanto intenté mantener y salgo de la casa con los pasos y llamados de mi padre detrás.

—Sleduyte za nim. —escucho que le dice en ruso a un par de escoltas cuando pongo un pie fuera de la casa y yo solo sonrío de medio lado, pensando en que el que se interponga en mi camino necesitará un jodido milagro para salir vivo.








Sleduyte za nim¹: síguelo.

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