021


Aubrey

Después de lavarme la cara y hacer pis (con el orden al revés) vuelvo a la clase caminando más rápido de lo normal. Me inquieta estar yo sola merodeando por los pasillos, pero la razón por la que tengo tantas ganas de regresar está muy lejos de estar relacionada con Trent y muy cerca de unos ojos que reconocería incluso sin ver.

Un grito ahogado queda atrapado en mi garganta cuando al girar en una curva alguien detrás me coge del pelo y tira de él hasta estamparme con un cuerpo.

—¿Pensabas que podías verme la cara de imbécil y seguir respirando? —grita en mi oído dejando un pitido en ellos.

Siento mi cuero cabelludo en llamas por los tirones que da mientras me arrastra por el pasillo y yo intento liberarme de su agarre.

—Por favor. Vamos a hablar. —titubeo tragando un gemido adolorido.

Eso solo parece cabrearlo aún más por cómo tira de mi cabello arrancando varios pelos antes de empujarme al suelo.

Lo que veo en sus ojos hace que me arrastre por el suelo con el cuerpo temblando y el tobillo adolorido por mi mal caída.

No es la primera vez que carga la ira de sus celos conmigo, pero nunca lo he visto perder el control como lo hizo el otro día o el fuego ardiente que transmiten sus ojos ahora mismo.

—¿¡Hablar!? Lo que debería de hacer ahora mismo es apedrearte. —ladra dando un paso amenazante hacia delante.

Al estar a punto de dar otro más se detiene pensando en algo y pasa sus manos por la cabeza con la mandíbula tensa.

Es entonces cuando creo que está lo suficientemente calmado como para escucharme. Lo conoces. Me digo a mi misma cogiendo la valentía para hablar.

—No volverá a suceder. Lo jur...—el resto queda en el aire al recibir una bofetada que me hace girar la cabeza con brusquedad.

El impacto deja un sabor metálico en mi paladar y una hinchazón en la esquina de mi labio inferior.

Cierro los ojos preparada para otro golpe, pero antes de que llegue un chico rubio aparece de la nada con el ceño fruncido.

—¿Qué coño haces?¿Pretendes pegarle una paliza frente a todos? Para eso tenemos la guarida. —habla poniendo su atención sobre Trent, inclinando sus labios hacia arriba en un gesto divertido que me hace querer golpearlo de no ser por mi cabeza y tobillo adoloridos.

—Esto no se va a quedar así. Te acordarás de mi hasta el día en que te mueras. —determina Trent entre dientes, apretando la mandíbula hasta que está a punto de romperse un diente.

Después escupe en el suelo y me da una última mirada.

—Puta zorra de mierda. —escucho que dice entre dientes al alejarse.

La adrenalina se disuelve de mi cuerpo dejando paso a unas lágrimas que no voy a soltar frente al desconocido que ahora me mira como si fuera una alienígena después de haber insinuando que es mejor que me golpeen en quien demonios sabe dónde en vez de ayudarme. Imbécil.

Ahora que me tomo el tiempo de verlo mejor lo reconozco como a uno de los amigos de Eros.

—Tú eres Aubrey, ¿Verdad? —habla con interés moviendo la cabeza a un lado.

Él toma mi silencio como un si que solo sirve para hacer crecer su sonrisa de antes.

—¿Y estás saliendo con Trent y Eros al mismo tiempo? Joder chica, si que te va la marcha.

—No estoy saliendo con Eros. —hablo entre dientes con una mala mirada desde el suelo.

Porque todavía sigo en el suelo. ¿Por qué? No lo sé, tal vez por el idiota que tengo enfrente.

¿Te apartas? Quiero preguntarle con la mirada, pero él parece o quiere ser totalmente ignorante de lo mucho que me gustaría no estar cerca de la suela de sus zapatos.

—Lo sé. Eres una más de su jodida lista. Era solo un decir. —responde en un tono de obviedad haciendo que apriete los dientes. —Aunque eso estará por verse.

¿Todos sus amigos tienen que competir entre ellos para ver quién se gana el premio al más gilipollas o qué? Porque parece que si.

—Oye, ¿Y contigo si se le levanta? Si no yo puedo ser mucha mejor opción.

—¿Qué? —murmuro con una mueca incrédula.

—Olvídalo. Por cierto, soy Nik, el único mejor amigo de Eros. —habla ofreciéndome una mano que cojo pensando en que me ayudará a levantarme del suelo.

En vez de eso la sacude cordialmente y la suelta justo cuando estoy a punto de levantarme, haciendo que mi culo vuelva a estamparse contra el suelo.

—Tienes un poco de sangre aquí. —dice después acercando su dedo a mi labio inferior sin dejarme replicar.

El pinchazo de dolor que dispara de mi labio hace que eche la cabeza hacia atrás en un movimiento reflejo que él ignora atrapando un poco de la sangre que brota de allí para luego saborearla con el ceño arrugado. Como si fuera un chef revisando un plato antes de salir de cocina.

Al tenerlo por fin lejos hago el amago de levantarme del suelo con cuidado de no joder más mi tobillo. En eso él detiene sus pasos y me mira por encima del hombro.

—¿A qué esperas? Sígueme.

—No gracias. —respondo con una falsa amabilidad.

Antes de poder darme la vuelta él me atrapa y me pone sobre su hombro como si fuera un saco de patatas.

—¿Qué mierdas haces? Bájame al puto suelo. Gilipollas. —digo a la par que no dejo de golpearle la espalda.

La cabeza ahora me duele el doble al tener la sangre acumulándose en esa zona, y en un momento dado él alza mi cuerpo hacia arriba, acomodándome en su hombro.

—Pero ayudadme, no os quedéis mirando. —les digo al grupo de chicos que no nos quitan la mirada de encima una vez pisamos el campus.

Algo me dice que en esta universidad bien puedes estarte quemando viva y nadie movería un dedo por ti. Y ese algo es el recuerdo de mi coche ardiendo.

—Idiotas. —farfullo por lo bajo.

Un minuto después estamos bajando las escaleras a una especie de sótano o a lo que supongo es su guarida.

—¿Qué haces? Oye no. No tengo dinero ni nada que te interese. Déjame ir por favor. —digo entre titubeos cuando enciende la luz.

A pesar de estar del revés puedo distinguir una habitación de colores oscuros con una mesa alargada en medio, unas estanterías con libros y cajones y una especie de altar al otro lado de la sala.

Cuando por fin me deja en el suelo veo un par de sofás junto a una mesita y una pequeña nevera. En las paredes hay cuadros con formas extrañas trazadas de un rojo oscuro y una serie de batas negras cuelgan de la pared. Aquello casi me hace temblar.

Antes de llevar mi atención a uno de los cuadros en específico vuelve a cogerme en sus brazos sentándome en una silla con brusquedad y atándome con una cuerda a ella ignorando mis gritos con una cara de pocos amigos.

Luego se asegura de que no pueda desatarme de la silla y saca su móvil.

—Cierra la boca. —demanda apuntándome con la cámara.

Cuando el flash golpea mis ojos mis gritos se quedan en el aire y la idea de que va a hacer un vídeo snuff conmigo crea un bulto que me prohíbe gritar más.

—Me voy. Eres una compañía jodidamente aburrida y molesta. —se queja alejándose a la puerta mientras escribe algo en el móvil. —De aquí a tres horas vendrá tu supuesto novio. Si se da prisa en mover el culo, claro. —me avisa después con una sonrisa corta desapareciendo por las escaleras

Al escuchar la palabra novio mi cara palidece pensando en que tal vez todo fue una trampa para quedar a merced de Trent y por el clic que escucho supongo que le ha puesto seguro a la puerta.

—¿Qué? No, ¡Oye! No puedes dejarme aquí. ¡Nicolás! —grito removiéndome en la silla en un nulo intento de liberarme.

Creo que incluso he comenzado a sudar y mi respiración se convierte en una errática, pero no es ningún impedimento para que grite hasta irritar mi garganta sabiendo que tal vez nadie esté lo suficientemente cerca para oírme.

Eros

Estoy bajando las escaleras cuando una vibración en la parte trasera de mis pantalones llama mi atención, pensando que se trata de Aubrey.

Desbloqueando la pantalla del móvil mis ojos caen varias veces en la foto que ha enviado Nik con unos mensajes debajo.

Nik: He dejado a Aubrey (tu novia) en la guarida. La he rescatado de la tremenda paliza que le iba a dar Trent (su otro novio). Creo que merezco algo por haber sacrificado esos diez minutos de mi muy preciado tiempo.

Aquello fue el incentivo que necesité estos días para hacer oídos sordos a las demandas de mi padre y acabar con él de una jodida vez por todas. Luego me encargaría de encontrarle un buen sustituto. Él de todas formas era un inútil. Era porque pronto será hombre muerto.

Nik: También merezco algo por guardar tu pequeño secreto. Pd: sea lo que sea que vayas a hacer con Trent estoy dentro. Ese capullo necesita aprender a no robar lo que es de los demás.

Sacudo la cabeza escribiéndole de vuelta con una sonrisa ladina reprimiendo la necesidad de desmentir que Trent es o fue su novio. El hijo de puta es realmente capaz de matar por comida.

Yo: Eso fue hace dos semanas y además solo cogió un trozo de la pizza que ÉL mismo compró.

Nik: De nada.

Es lo último que leo antes de guardar el móvil en el bolsillo de la sudadera.

Antes de cruzar la puerta de la salida escucho unos llamados a mis espaldas, al girarme me encuentro con la cara furiosa de Rebeca que al detenerse saca su móvil y pone la pantalla en mis narices mostrándome algo.

—¿Me puedes explicar qué es esto?

Mis ojos se centran en la foto en la que estoy besando la frente de Aubrey a puertas de su facultad y una sonrisa crece en mis labios sin darme cuenta.

—Ya te he dicho que te pierdas. La próxima vez que te vea yo mismo te haré desaparecer. —murmuro con una corta sonrisa.

Al ver la humedad de sus párpados esa sonrisa crece más, aunque sus lágrimas no son las mejores que haya probado. Esas son las de Aubrey.

—No puedes dejarme por ella. ¿Sabes lo que la gente dice? Dicen que se acostó con el director para conseguir una beca aquí. Su fam... —antes de que pueda seguir mi mano va a su cuello apretándolo hasta cortar su respiración.

—Estás jodiendo mucho con mi paciencia, Rebeca. —digo entre dientes antes de soltarla impulsando su cuerpo hacia atrás de un empujón.

Ella cae al suelo en un golpe sordo y tengo que morder mi labio inferior para no reír.

Después paso mi mano por la tela de mis pantalones sintiendo mis entrañas retorcerse del asco por haberla tocado.

—Por favor. No puedes dejarme. No puedes... —escucho que dice con una voz estrangulada y sin poder respirar bien aún en el suelo a mis espaldas en una plegaria llena de lágrimas.

Estando más cerca del lugar arrugo la nariz. Los gritos de Aubrey se pueden escuchar desde un kilómetro lejos. Sería una mierda que se jodiera la garganta.

Ella al verme parece calmarse, su coleta está despeinada y su labio inferior tiene restos de sangre. Una señal de lo mucho que me voy a divertir hoy, pero pensar en eso no elimina el picor de mi pecho que me produce al pensar que fue culpa de mi descuido.

Trago saliva y fuerzo una sonrisa, olvidándome de los reproches de mi cabeza.

—Te he estado buscando. —le digo llevando mis dedos a su labio magullado sin ser totalmente consciente de aquel gesto.

Odio la idea de alguien más poniendo un maldito dedo sobre ella. Mierda, en un principio planeé ser yo el que la hiciera sufrir. Incluso me divierte nuestro pequeño juego nocturno, su miedo es de lejos lo más exquisito que he probado.

Pero ahora el hecho de ver alguna herida sobre su piel hace que vuelva a esa tarde en la que casi acabo con Trent de no haber sido porque iba a llegar tarde a mi cita nocturna con ella y por las ordenes de mi padre.

—Estaba ocupada siendo secuestrada por tu amigo. —responde con una ironía que no le llega a los ojos.

Tengo que apartar mi atención de ellos para no dejarme llevar por el impulso de arrancarle las lentillas. Me está empezando a no gustar una mierda el azul.

—Tiene una forma peculiar de hacer las cosas. —murmuro alejando mi dedo.

Ella no deja de observarme con más atención de la necesaria y me gusta eso. Lo que no me gusta es la arruga de su ceño fruncido, como si estuviera enfadada conmigo.

—No tuve nada que ver con los planes del idiota de Nik. —eso no parece mejorar la situación.

—¿Piensas desatarme? —pregunta bruscamente señalando las cuerdas con la cabeza. Definitivamente está enfadada.

Soltando un resoplido me deshago de las cuerdas. Su cuerpo se tensa con cada roce de mis dedos y la arruga de su ceño ahora es más prominente.

—¿Estás enfadada? Ya te he dicho que no tuve nada que ver. En nada. —hablo recalcando la última palabra.

—No. —responde en un tono que bien podría rozar lo agresivo. Que me jodan si eso es no estar cabreada.

—No te muevas. —digo antes de ir a por el botiquín. Forzar una respuesta sería inútil y una pérdida de tiempo.

Al acercar un trozo de algodón empapado con antiséptico su cuerpo vuelve a tensarse y algo en la boca de mi estómago se aprieta con incomodidad.

—No te va a doler mucho. —murmuro limpiando la sangre seca.

Sus facciones son neutras y sus labios descansan en una delgada línea, pero su mandíbula tensa cada vez que toco la herida es una señal de que le duele, y eso hace que aleje el trozo de algodón como si de repente tocarla con él me ardiera.

—Lo siento. —las palabras entorpecidas salen de mi boca más rápido de lo que puedo detenerlas, y por cómo ella abre sus ojos parece que no es la única sorprendida. —Esta mañana, en el baño de tu casa, no quise morderte tan fuerte. Pero mentiría si dijera que no lo volvería a hacer. Anhelo cada gota de tu sangre. Cada parte de ti.

No tengo ni jodida idea de lo que estoy diciendo, solo sé que mi lengua tiene rienda suelta de todo lo que pasa por mi cabeza ahora mismo. Y eso es ella.

Ella abre la boca como si quisiera decir algo pero después la vuelve a cerrar y sus labios quedan en un mohín, dejando que libere su coleta.

Mis ojos van directamente a sus puntas y la opacidad de su cabello mientras lo acaricio deshaciéndome de algunos nudos por el camino.

—Tienes el pelo hecho mierda. —le digo sin ocultar mi sonrisa.

Ella clava sus ojos en los míos con una mala mirada pero sigue sin decir nada.

Mierda. Creo que al final si está enferma. O tal vez esté en shock por lo de Trent.

—¿Estás bien? —pregunto con cautela revisando el pulso de su muñeca disimuladamente.

Ella aparta mis dedos con una cara arrugada antes de levantarse de la silla.

—Si no te importa, tengo cosas que hacer. —responde entre dientes comenzando a caminar hasta las escaleras casi cojeando.

—Oye, espera. —cuando no me hace caso voy hasta ella y la sujeto del brazo girándola hasta que los dos estamos frente a frente. —Tengo un seminario esta tarde, no voy a poder recogerte.

—No hace falta, no pienso ser otra más de tu lista. —refuta con sus ojos queriendo lanzarme rayos láser.

Después tira de su brazo liberándolo y empieza a subir las escaleras. Su tobillo lastimado le impide ir más rápido de lo que quiere.

—¿Qué lista? —pregunto desde abajo esperando a que se de la vuelta y me explique a qué mierdas se refiere.

En vez de eso consigue acelerar sus pasos y yo voy tras ella gritando su nombre, hasta que en una esquina gira y la pierdo de vista.

—Yebat'. —suelto al aire con exasperación girando sobre mis talones.

Detrás de un árbol distingo a uno de mis escoltas apoyado de espaldas en él. No sé qué mierdas entiende por disimular.

—Hey. —le llamo al acercarme.

Él abre sus ojos más de la cuenta al verme y se endereza haciendo una especie de reverencia que solo me dan ganas de partirle la cabeza en dos.

—¿Te acuerdas de la chica de pelo blanco que pasó corriendo por aquí? Quiero que la vigiles y me informes de cada cosa que hace, cómo respira y cómo camina. Si ves a alguien a menos de un metro de ella disparas. —hago una pausa, pensando mejor en el último comando. —Bueno, en eso es mejor que me consultes primero.

—Pero señor...

—Es una orden. —murmuro moviendo una ceja. Él asiente torpemente y hace el amago de sonreír.

—Entendido, señor.

—Bien. —al ver que sigue sin moverse le miro expectante recibiendo solo una mirada confusa. —Tu trabajo empieza desde ya. —le digo con obviedad camuflando como puedo mi tono áspero.

—Oh, si. Disculpe. —musita torpemente antes de salir corriendo como si le estuviera persiguiendo el mismo Satanás.

Con un resoplido empiezo a caminar a la facultad de Derecho que no queda a más de una cuadra de la suya.

En eso mis ojos caen en la goma de pelo que he estado sosteniendo todo este tiempo sin darme cuenta, y con una sonrisa que me es casi imposible ocultar la pongo junto a la otra que siempre llevo la mayoría del tiempo bajo las sudaderas para que no las vea. Es la muestra perfecta de que nuestros destinos están entrelazados y de qué pronto no habrá nadie que se ponga de por medio entre nosotros.




Una canción cualquiera de mi lista de Spotify me acompaña al deslizar el largo trozo de piel, dejando al descubierto los tendones y músculos de su brazo.

Dejo de tararear la canción y levanto la cabeza al escuchar otro de sus gimoteos. Su lengua que yace en el suelo sea lo que probablemente me haya salvado del dolor de cabeza que me hubiesen dado sus berridos.

Luego enfoco mis ojos en el brillo de los suyos.

—¿Quieres llorar? —pregunto moviendo la cabeza a un lado.

Sin recibir alguna respuesta de su parte atrapo con mis dedos la parte de su brazo que acabo de despojar de piel y lo retuerzo con fuerza, sacándole un par de lágrimas que ruedan por sus mejillas.

Solo me detengo cuando empieza a mover sus pies con desespero, tomando aquello como una respuesta.

—No me las des, para eso estamos los amigos. —esbozo una corta sonrisa sin perder de vista el horror que refleja su cara.

La única parte del cuerpo que sigue cubierta por una piel magullada por los golpes.

—Avísame cuando necesites llorar más. Desahogarse es bueno y muy necesario, sobre todo para las nenazas como tu. —murmuro con desdén antes de girar mi cuerpo al ruido de unos pasos en las escaleras.

Limpio mis manos ensangrentadas en el mantel que llevo puesto al encontrarme con la cabeza de Nik.

—¿Vas a disecarlo como al resto? —Al ver el estado de Trent su cara palidece unos tonos. —Oh. Joder. Esto es nuevo. —murmura observando el cuerpo con ojos curiosos.

Después su ceño se frunce y desvía su atención a la mía, rebuscando algo en mis ojos.

—¿Todo esto es porque estaba saliendo con la misma que tú? Recuérdame no volver a compartir contigo. —habla con sorna llevando uno de sus dedos a los músculos descubiertos de su torso sin ningún cuidado.

Él deja salir una exhalación con una mueca adolorida en el rostro. 

Sus uñas han desaparecido, al igual que algunos de sus dientes, y sus pezones están igual de destrozados que su polla.

—No estaban saliendo. Solo se acostaban juntos. —refuto entre dientes.

Nik sonríe abiertamente sin esconder lo mucho que le divierte la situación.

—Como sea. ¿No se supone que deberías de estar en clase? Te estuve esperando en el campus para seguir nuestra misión. Y además dijiste que me esperarías. —habla señalando el cuerpo despellejado de Trent con una mano a lo último.

—Estoy repasando lo aprendido. —digo con una sonrisa burlesca antes de ir en busca de una camilla. —Ayúdame a ponerlo aquí. —murmuro acercando la camilla donde Trent está sujetado por las cadenas que cuelgan del techo.

Los gemidos y jadeos adoloridos que suelta cuando ponemos nuestras manos sobre sus músculos crean unos cosquilleos en mi estómago, y con ello una corriente de adrenalina y felicidad llega a mis venas haciendo que la sangre corra con más rapidez.

—¿Ahora? —pregunta Nik a mi lado pasando el dorso de su mano por su frente. Como si hubiera sudado siquiera una gota por el gran esfuerzo físico.

—Hazle un torniquete en la pierna derecha. —digo cogiendo una sierra de todas las herramientas que hay colgadas en la pared, bajo una mesa alargada metálica.

—A sus órdenes. —escucho que dice detrás con una voz más alegre de lo que me gustaría escuchar.

A veces pienso que está más jodido que su hermano, solo que al no ser tan impulsivo lo esconde mucho mejor.

—¿Ahora? —vuelve a preguntar cuando me acerco con una sonrisa de oreja a oreja.

—Ahora lárgate.

—¿Me puedo quedar? —estoy a punto de decirle que no, pero el brillo de sus ojos me hace reunir la paciencia que no tengo para aguantarle el resto de la tarde.

—Solo si prometes callarte la boca. Y si veo otra de tus tiendas te cortaré la polla.

—Entendido. No tiendas. —habla moviendo la cabeza antes de coger un taburete y acercarlo a la camilla.

Cuando empiezo a cortar la parte inferior de la rótula separando la pierna del muslo los gemidos y jadeos vuelven a cubrir las paredes de la habitación.

Nik suelta un silbido al ver los pocos tendones que quedan siendo cortados por la sierra, y al tener la pierna a mi merced dibujo una sonrisa corta que se hace más grande al ver una lágrima rondando por su mejilla. Antes de que caiga por su mentón es atrapada por el dedo de Nik acabando en su boca.

—Cuando se muera avísame. Mientras puedes hacer lo que te dé la gana con él.

No termino de hablar cuando en sus manos aparece un cuchillo que no tarda en clavar en su torso haciendo un corte tan profundo que deja sus entrañas al aire, matándolo casi al instante.

Muevo la cabeza de un lado a otro con una sonrisita a la vez que meto la pierna en un cubo con diferentes tipos de ácido que empecé a hervir desde que puse un pie en la casa.

Sé que tardará al menos un par de horas en disolver todo hasta dejar solo el hueso, así que abandono la sala decidiendo que me daré un baño antes de pasar por su casa. Tal vez se le ha pasado ya el cabreo y necesito volver a leer su diario, hay algo que se me escapa. Lo sé.

Al estar en el salón principal mis ojos recelosos caen en Adrik que ahora está pegado en la ventana. Vanya está sentado en uno de los sofás leyendo otro de sus libros aburridos como la mierda, hasta que al escuchar mis pasos sus ojos recaen en mis ropas manchadas y los rastros de sangre que dejo en el suelo con una mirada molesta.

—Tenemos vecinos nuevos. —murmura Adrik dándose la vuelta.

En menos de un segundo estoy a su lado. Mis entrañas se aprietan al distinguir uno de los escoltas de mi padre salir de una camioneta negra.

—Jodida mierda. —murmuro por lo bajo viendo a mi padre bajar del coche junto a mi madre.

Detrás suyo otro escolta baja un par de maletas grandes y es entonces cuando sé que las cosas acaban de ponerse peor. Mucho peor.

—No llevas aquí ni una semana y ya has empezado con tus mierdas. La casa no es una carnicería, Eros. —se queja Vanya con una voz áspera haciéndole señas a una de los del servicio para que limpien la sangre del suelo.

Ignorando sus palabras y las preguntas de Adrik salgo corriendo a las escaleras. Justo cuando voy por la mitad el timbre de la puerta retumba por todo el salón haciendo que me dé más prisa.





¹Yebat': joder/mierda

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