02
Aubrey
Apago el cigarro en cuanto escucho los aporreos de la puerta, al ir a abrir la ventana se adelanta a entrar antes de decirle que pase.
—Si sigues entrando así algún día te encontrarás con algo que no quieres ver.
—¿Cómo qué?¿Al camello de tu novio y a ti? —responde entre risas y yo le lanzo el cojín de mi cama sonriente.
—No es ningún camello.
—Por lo menos él si va a clase. —bufo desviando la mirada a la pantalla del móvil.
Y ahí va el mismo tema de nuevo.
—Aub, a este paso te volverán a echar y nos tendremos que cambiar otra vez, para variar.
—Sabes que odio ir, prefiero invertir mi tiempo en otra cosas.
He comenzado a subir mis canciones a YouTube y parece que al fin tengo a mi primer fan, o al menos así lo llamo yo, es alguien anónimo por lo que no sabía nada de él, pero al menos me da ánimos a diario para continuar y no rendirme. Es realmente difícil hacerse un hueco en la industria musical a día de hoy y quiero centrarme más en eso. Alimentar mi ego de alguna forma hace que callen las voces desagradables de mi cabeza.
Ir a la universidad a escuchar a una vieja amargada leer unas diapositivas y darnos lecciones de vida cuando la suya es una mierda no está en mis planes. Claro que sí le añadimos el hecho de que estudiar negocios no es ni de lejos lo mío tampoco hace una buena combinación, pero no quiero tener otra discusión con mis padres por insistir en cambiarme a artes.
Ellos son de esas personas que creen que me llevará al desempleo, y tal vez tengan razón, pero al menos sería algo que disfrutaría estudiar de mientras y no sería un peso más sobre mis hombros.
—Lo sé, pero nos queda poco. Haz un esfuerzo. —responde curvando sus labios en el intento de convencerme.
La miro juntando las cejas, ella es demasiado optimista a veces, tanto que te daban ganas de vomitar, o tal vez es ese olor a incienso que tiene siempre pegado en la ropa. Desviando mi atención de su ceño fruncido dejo escapar un suspiro.
—Está bien, intentaré ir mañana, pero no prometo nada.
—Ya verás como te gusta, no sé porqué me da la impresión de que este curso será entretenido.
—Si, ya. —hablo sin demasiado interés en el asunto.
Ese reloj Cassio que lleva siempre empieza a sonar haciendo que quiera taparme los oídos por lo irritante.
—Mi hora. Bueno te dejo. —dice antes de lanzarme un beso al aire y se marcha dejando la puerta abierta.
—¡La puerta! —me quejo desde la cama. —Joder.
Me levanto con pereza y la cierro poniendo el pestillo, después vuelvo a encender el cigarro que tenía entre los labios. Mierda, estoy jodidamente aburrida. Soltando el humo por la boca le envío un mensaje, quiero distraerme con algo más que no sea la música esta tarde, aunque sé que en cuanto a sexo él nunca me daría lo que yo realmente necesito.
Sonrío al ver su respuesta, no tardo ni cinco minutos en escribir que estará en pocos minutos, espero que al menos me de tiempo a darme una ducha rápida.
En cuanto termino escucho el timbre de fuera, seco mis pies con la alfombra que hay junto a la bañera y voy a abrirle.
—Ho. —lo interrumpo antes de que pudiera terminar con un beso.
—Vamos. —cojo su mano y lo llevo a mi dormitorio con su risa de fondo.
Mis padres trabajan todo el día en el hospital y sé con certeza que no volverán hasta tarde, como siempre. A veces es como si solo estuviera viviendo con Alana. La mayor parte del tiempo para ser exactos. Deslizo la toalla bajo su atenta mirada hasta que cae al suelo, con una sonrisa sugerente me quito la toalla del pelo y enredo mis manos en su nuca.
Nuestros labios se mueven en una danza hambrienta y sus manos manosean mi culo desesperado, se aleja para desvestirse y me empuja a la cama haciendo que mi cuerpo rebote contra la cama. Eso me hace gemir con ansias. Abro las piernas más que preparada y él toma aquello como una invitación para introducir su miembro poco a poco.
Impulso mis caderas queriendo indicarle que lo quiero más duro, más lejos, pero él solo me besa con delicadeza, como si fuera alguna especie de rosa.
Mierda, no soy ninguna flor. Todos esos tatuajes y piercings le hacen ver un chico malo, pero en esto es demasiado blando para mí gusto. O tal vez estoy tan jodida que ni siquiera soy capaz de disfrutar de una vida sexual normal como las demás.
—Joder. —murmura en mis labios antes de sacar su pene.
Su sonrisa satisfactoria me hace sonreír. Si él está feliz entonces yo también lo estoy.
—Te quiero. —suelta a la nada haciendo que haga una mueca.
Siempre es lo mismo. Te quiero, me gustas, te deseo, pero nunca un te amo o un te echo de menos.
—Yo también te quiero. —respondo con una sonrisa rápidamente antes de que se dé cuenta de mi cambio repentino.
Luego enciendo otro cigarro dejando las cenizas en el cenicero de la mesita de noche que tengo al lado, él besa mi cabeza antes de levantarse y comenzar a vestirse.
—Me tengo que ir al bar. Sólo venía de paso. —suelto el humo mirándolo con ojos recelosos.
Son más de las ocho de la noche y raramente tiene turnos nocturnos, normalmente trabaja por las tardes.
—Que te sea leve. —digo sonriente tirando las cenizas en el cuenco de metal.
Él se acerca una última vez para besar mis labios y yo dejo la mirada fija en la puerta pensando en las palabras de mi hermana. Podrían ser ciertas, pero si así fuera, ¿Realmente me importaría? Mi visión de él seguiría siendo la misma, tal vez incluso mis ojos lo vieran más sexy de lo que ya lo ven, así que a la mierda con eso. Ya estoy acostumbrada a mi mente, peor que eso hay pocas cosas, no tengo muchas pruebas al respecto pero tengo cero dudas.
Hay días en los que escribir en mi diario no es suficiente y no me queda de otra que entretenerme con cualquier cosa con tal de no volver a mis viejas costumbres.
Mismo diario que además de ser el pilar fundamental para mantenerme en pie guarda mi nuevo pasatiempo favorito y los recuerdos que me perseguirán de por vida. De tan sólo pensar en alguien más leyendo lo que hay dentro mi piel se eriza del miedo. Puedo decir que casi preferiría morir a tener a Alana o alguno de mis padres descubriendo lo que hay dentro, y no sería una exageración.
Me visto y salgo por fin de mi cueva, no porque quisiera sino por los rugidos de mi estómago. Estoy hambrienta como la mierda.
Acomodo los auriculares de mis orejas mientras reuno los ingredientes para hacerme unos cereales con Take It on The Run de fondo. Primero la leche y luego las bolitas de colores, esos que dicen que es al revés no me son de fiar.
Después me siento en el sofá frente al televisor, le presto más atención a las pequeñas pelotas de colores que al programa. La de color marrón mierda comienza a inflarse de leche, la de rojo también. El rojo es mi color favorito.
Exhalo al aire apagando la televisión, con el cuenco en mis manos voy a mi dormitorio y me siento en el escritorio, mirando las últimas fotos que le hice a la sombra. Últimamente todo me parece aburrido, monótono, y descubrir quién está detrás de mi ataque de aquella noche es lo que me mantiene entretenida aparte de mi guitarra eléctrica.
Por el tamaño de la sombra tiene que ser un chico de al menos un metro ochenta, sino más. Joder, es alto, y muy probablemente más fuerte que yo. Si pienso atacarlo tiene que ser a distancia.
El resto del día lo paso escuchando los chismorreos que me cuenta mi hermana sobre su primer día en esa dichosa universidad y una fiesta a la que no planeo ir.
—¿En serio piensas ir a la fiesta de ese tío? Ni siquiera lo conoces. —protesto a la vez que me incorporo en la cama.
—Lo sé. Mira, solo será un rato, beberé un par de bebidas, bailaré dos o tres canciones y me iré.
—Paso. Además tengo planes con Trent esa noche. —ella resopla burlesca.
—Me gustaría ver la cara de nuestros padres cuando descubran con quién sales. —le tiro un cojín que esquiva con mucha facilidad.
—Eso no pasará.
—¿No piensas presentarlo? —niego con la cabeza.
—No es tan serio como parece.
—No creo que él piense lo mismo.
Muerdo mi labio inferior. Nunca me dió indicios de querer formalizar nuestra relación, solo nos acostábamos y quedábamos para hablar de vez en cuando, como este jueves por ejemplo. Es algo posesivo a veces, si, aunque yo lo veo más como inseguridad y falta de confianza. Lo llamo novio por decirlo de alguna forma, pero a decir verdad nunca habíamos hablado de qué título ponerle a lo nuestro. No está definido.
Suspiro mientras me levanto de la cama de su dormitorio. Todo está rodeado de flores colgando y velas. Le he dicho varias veces que quite las decoraciones, que podría ser peligroso con las velas, pero a ella no parece importarle demasiado, no hasta que la casa cogiera fuego.
Vale, tal vez estoy siendo exagerada.
—Buenas noches. —digo antes de ir a mi dormitorio.
Está justo al lado del suyo, ambos son tan diferentes. Mientras el suyo tiene colores vibrantes (sobre todo verdes, su color favorito) el mío está decorado con unos oscuros, donde predomina el negro, rojo y gris. Tiene algunos discos de vinilo de viejas bandas decorando las paredes y mi guitarra está junto a un sillón puff que no queda lejos de la cama individual que está pegada a la pared.
Cuando me acerco a la ventana mis latidos se aceleran ante la idea de que esté ahí fuera de nuevo. Me quedo un par de minutos asegurándome de que no hay nadie y empiezo a desvestirme.
Al tener mis pantalones cortos por la mitad levanto la cabeza como si una pequeña vela se hubiera encendido en mi cabeza de la nada. Rápidamente me subo los pantalones y cojo la caja de cigarros junto al mechero. Pienso fumarme mi cigarro de buenas noches en la calle, él no tenía forma de saber que no estaba en la casa y era mi oportunidad perfecta para descubrir quién era y qué quería de una vez por todas.
En la cocina cojo el cuchillo más afilado que tenemos y me lo meto en el bolsillo de la sudadera. El sonido del ascensor al abrirse es como una advertencia de lo que podría pasar si me encuentro con esa persona y las cosas se me van de las manos. A estas horas de la noche dudaba que alguien estuviera despierto, menos merodeando por las calles.
Exhalo el poco aire que tengo llenándome de valor. Si algo sucede siempre puedo llamar a la policía, aunque a veces no son de mucha ayuda. Al adentrarme al pequeño espacio de metal pulso el botón 0, en un abrir y cerrar de ojos estoy en el rellano de mi edificio. Saludo al conserje que siempre está en las guardias de noche y por lo tanto está acostumbrado a los paseos nocturnos que solía hacer antes de mi supuesto robo a mano armada.
Todavía me acuerdo de la cara del agente al decirle que un desconocido cuya cara no había visto me había golpeado la cabeza y se había llevado mi cartera. Como era de esperar para mi, no me creyeron mucho, insinuaron que tal vez había perdido la cartera dentro del club en el que había estado y que mi confusión se debiera a la cantidad de alcohol que había ingerido porque ni siquiera tenía alguna herida o algo que probara el golpe de mi cabeza.
Pura mierda. En ese momento tenía los dedos pringados de mi propia sangre, pero ellos eligieron ignorarlo como si me lo estuviera imaginando por alguna droga psicodélica, haciéndome quedar como la loca. Desde ese entonces supe que la persona que me había atacado es alguien muy influyente, algo más que un simple ladrón.
El aire fresco en mis piernas hace que se levanten algunos pelos de mi nuca. Con rapidez camino hasta un lado del gran edificio, uno en el que puedo tener acceso a la parte exterior que da con mi ventana. Enciendo el cigarro que traía en mi oreja y espero pacientemente a que aparezca.
Cinco, diez y quince minutos pasan y no tenía rastro de nadie caminando por allí. Hasta que al dar mi última calada puedo ver la sombra de alguien camuflarse detrás de uno de los tantos árboles artificiales que rodeaban la plaza.
Me congelo en el sitio con los latidos resonando en mi oído y el pecho a punto de explotar.
Mierda. No tengo nada planeado, ni siquiera espero que venga hoy, ayer no vino. ¿Ahora que hago?¿Qué le digo?¿Hola, soy la chica a la que no sé porqué intentaste matar el otro día y a la que has estado espiando desde hace semanas, encantada?¿O me acerco y le apuñalo?
No lo sé, pero no pienso quedarme sin hacer nada, así que doy un paso siendo lo más precavida posible, mis dedos tiemblan un poco mientras aparto algunos mechones de pelo de mi cara.
Pero justo cuando estoy a punto de dar un solo más, algo sucede. Él gira la cabeza y me mira a pesar de que con la oscuridad de la noche y mi posición era casi imposible ser percibida por alguien. Por la capucha que oculta su rostro no puedo saber de quién se trata, y aún así, extrañamente, su mirada me eriza los pelos de la nuca y me da unos desagradables escalofríos que recorren mi espalda, algo similar a unos látigos azotando mi piel.
Soy incapaz de apartar la mirada, es como si mi cuerpo estuviera paralizado por una fuerza mayor.
Por más que doy las órdenes de volver al edificio mis pies no se mueven, solo me quedo ahí pasmada, mirando como una estúpida y esperando a su próximo movimiento. Mis músculos están tan agarrotados que me es imposible respirar con normalidad, es peor cuando se mueve, pienso que va a venir hacia mí y eso hace que mis pulsaciones se aceleren hasta doler.
Doy un leve resoplido en un intento de deshacerme de la sensación que oprime mis pulmones y toco el cuchillo, estando alerta a cualquier cosa que fuera a suceder después. Espero todo menos que se vaya como si nada, con las manos metidas en los bolsillos.
—Espera. —hablo en un leve susurro que fue desvanecido por el gélido aire de la noche. ¿Era yo o ahora hacía más frío? —¡Espera! —repito sin obtener ningún resultado nuevamente.
Suelto una maldición entre dientes, la suela de mis botas se clava en el suelo con desespero por ver marchar a la respuesta de todas mis preguntas y no hacer nada para evitarlo.
Esa noche apenas puedo dormir unas pocas horas y esta vez las pesadillas de siempre no tienen que ver.
A la mañana siguiente las imágenes de aquella sombra protagonizan mis pensamientos. Muevo el bolígrafo en el cuaderno repasando las curvas de mi dibujo con la voz de mi profesora de fondo. No sé en qué asignatura estoy y tampoco me importa demasiado.
Esbozo una mueca al sentir algo tocar mi nariz. Al bajar la vista me encuentro con una bola de papel en la mesa y sonrío mirando al frente hasta visualizar los ojos burlescos verdosos de Henrik. Su pelo castaño claro está bien peinado hacia atrás como de costumbre y sus ropas parecen impolutas, casi como si se las acabara de comprar. Es la réplica de un Ken castaño.
Nos conocimos en una fiesta en la que me escabullí sin invitación. Le ayudé a limpiarse la camiseta después de haberse vomitado encima en la pista de baile y él a cambio me ofreció la mitad de su porro, no pude decirle que no y desde ese día nos hicimos amigos casi inseparables. Si ahora estudio en esta universidad que no me hubiese podido permitir ni en cinco vidas es gracias a él. Habló con el rector para que nos consiguiera un par de plazas libres y una beca con la que poder pagar la mitad de la matrícula.
Supongo que por eso mis padres últimamente trabajan más de lo normal, y me sienta mal no tener ganas para estar aquí después del esfuerzo que están haciendo porque tuviera una buena educación. Así que este año pienso hacer el intento de al menos aprobar las asignaturas y no causarles más problemas. Y con Henrik aquí eso suena difícil.
Él puede tener pintas de un niño rico que desayuna caviar con champán y caga billetes de cien dólares, pero ambos sabemos que no era así, y las únicas veces en las que muestra su verdadero yo es por las noches o en lugares donde gente conocida no esté.
Curvo mis labios en una sonrisa a la vez que muevo mi mano, captando la atención de la profesora que detuvo su discurso y estrechó sus ojos en mí.
Estoy lista para responder a cualquier estúpido discurso sobre prestar atención que suelte, sin embargo, una chica de pelo negro en capas hace su entrada a la clase como si fuera su casa, con una sonrisa que podía hacer caer a más de uno.
Miro a mi alrededor y todo el mundo, incluido Henrik, tiene su atención en ella, como si fuera una especie de diosa, y bien podría serlo con esa cara y esas curvas que oculta bajo un mini vestido negro de volantes y un corset con detalles de diamantes incrustados. Sus botas militares encadenadas le llegan casi hasta las rodillas y tiene un collar de perlas negras que combina con sus pendientes. Es como una jodida Barbie.
—Disculpe la tardanza señora Smith, no volverá a suceder. —habla con una voz suave, casi aterciopelada.
Apuesto a lo que sea a que canta bien. La señora Smith cambia su expresión a una más amable antes de dirigirse a ella.
—Te lo dejaré pasar solo porque es tu primera vez, pero que no se vuelva a repetir. —dictamina volviendo a prestar su atención a la gran pantalla, acallando a algunos alumnos que habían vuelto a sus conversaciones.
Sonrío al ver las intenciones de rodar los ojos de la chica. Ella tiene pinta de caerme bien en un futuro.
Después sigo trazando la cabeza reventada del oso y la pata izquierda partida, transformando el oso de peluche en uno real y perfeccionando los detalles que a día de hoy siguen perforándome la cabeza pero que, por alguna razón, me niego a olvidar, hasta que siento una presencia a mi lado.
Es la chica de antes. De todos los asientos libres que hay me extraña que quiera sentarse justo aquí.
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