019
Aubrey
Al entrar a mi habitación lanzo la mochila a la cama y me acerco a la ventana. La mirada furiosa de Trent recae sobre mi y sus dedos se aprietan sobre el arma que sostiene, mi cara palidece al pensar en que realmente es capaz de matarme. Que estuvo a punto de hacerlo.
Eros le dice algo que desde aquí no consigo escuchar y después se marcha en su moto, no sin antes darme una última mirada. No lo reconozco, nunca lo había visto así de enfadado, claro que es normal después de haber visto a tu novia besándose con otro. Todo lo que te pase es poco. Me digo a mi misma de camino al baño.
Lo has arruinado todo. Pienso una y otra vez mientras lleno la bañera de agua caliente, pero ya no me quedan más lágrimas, al menos no por el momento. La única persona a la que podía gustarle por quién realmente era ahora me odia. Otra demostración de lo podrida que estás por dentro. Nadie nunca llegará a quererte de verdad. No busco algo que pueda desmentir las palabras de mi cabeza, sabiendo que tiene toda la razón. Pero no hace que deje de doler.
Antes de quitarme la ropa y meterme a la bañera vuelvo a mi habitación para coger el móvil y dejar que una de mis canciones de Spotify me distraiga. Mi estómago empieza a removerse de los nervios al pensar en que tengo algún mensaje de Trent, pero lo único que tengo son dos nuevos mensajes de un número desconocido.
Número desconocido: Soy Eros, no me bloquees.
Leo con la espalda apoyada en la bañera. Mis labios tiemblan por la sonrisa que me resisto a liberar, y en lo que yo me tardo en responder él ya lo ha hecho con otro mensaje.
Número desconocido: ¿Cómo te sientes?
Apago el móvil y lo dejo boca arriba en el borde de la bañera. Si lo bloqueo es capaz de conseguir otro móvil y hablarme por ahí.
Pronto la pantalla se ilumina con otro de sus mensajes.
Número desconocido: ¿Me estás ignorando?
Arrugo el ceño cogiendo el jabón y echándolo en el agua.
Número desconocido: ¿Eso es un si?¿Y puedo saber por qué? No he hecho nada. Ni siquiera le he hecho sangrar. Aún. No como si no se lo mereciera de todas formas. ¿O me dirás que no estás de acuerdo?
Número desconocido: Bueno, ya hablaremos de eso mañana, no quiero que pienses que no te doy tu espacio, así que te dejaré en paz. Buenas noches.
Leo los dos mensajes más de una vez y cada vez lo entiendo menos. Por lo que sé, quiere que hablemos mañana sobre cómo herir y probablemente torturar a mi aún-novio-pronto-exnovio. ¿Y darme mi espacio?¿De qué manera?¿Stalkeándome por la calle?
Tras soltar un resoplido sumerjo mi cabeza en el agua queriendo desaparecer del mundo de una vez por todas.
El agua nunca consiguió limpiar toda la mierda que llevo dentro, pero siempre encuentro algo de paz cuando mis pulmones empiezan a arder y todo lo que puedo ver es agua. La diferencia es que ahora no veo lo poco que el agua me deja ver, sino sus ojos mirándome de esa forma tan intensa que me hace estremecer incluso sabiendo que es solo una ilusión de mi cabeza.
Sin poder aguantar más la respiración saco la cabeza aspirando una bocanada de aire.
Mis dedos mojados desbloquean la pantalla del móvil, yendo enseguida al chat que él había creado, él sigue en línea, probablemente hablando con alguien más. O algunas más. Ese comentario estúpido de mi cabeza hace que apriete los dientes mientras mis ojos van al último mensaje que ha sido editado para añadirle un corazón violeta al lado.
Pocos después el mensaje vuelve a cambiar, sustituyendo el corazón morado por uno amarillo. Pero antes antes de debatir entre si debería de escribirle algo o no un mensaje de Snapchat llama mi atención.
Trent: Más vale que no te vea mañana por el campus, porque a las putas como tú las despellejo vivas.
Leo cada palabra con la respiración entrecortada. Mi cara pierde todo el poco color que tenía por el calor del agua y de repente esta me empieza a incomodar, haciendo que salga antes de lo previsto.
Quiero pensar en que son palabras de alguien enfadado, pero después de lo de esta tarde no estoy segura hasta donde sería capaz de llegar.
Tras ese mensaje llega uno más, luego otro y otro hasta que tengo que silenciar el móvil porque no deja de vibrar con sus llamadas.
Una vez estoy en mi cama las ganas de vomitar no desaparecen, y eso me da más pánico que la posibilidad de lo que pueda pasar mañana si me lo encuentro por el campus. Tengo que inventarme algo para no ir, aunque eso sea huir de los problemas que yo misma provoqué por imbécil.
Eros
Muevo mis dedos por la pantalla del móvil escribiendo un mensaje que de todas formas borraré, como borré los otros cinco. Esto no debería de ser tan jodidamente difícil.
Número desconocido: ¿Cómo te sientes?
Escribo después de enviar el primer mensaje donde le digo que no me bloquee. Tal vez debería de haber puesto un por favor en ese, la gente suele colaborar más con la causa si le añades eso al final.
Ella tarda un buen rato en línea antes de desconectarse. Sé que ha leído mis mensajes por los dos palitos en azul.
Número desconocido: ¿Me estás ignorando?
Escribo después con una cara descontenta, sabiendo que nunca recibiré una respuesta de su parte.
Es entonces cuando empiezo a escribir sin analizar cómo están puestas las palabras o el tono que pueda transmitir a través de la pantalla.
Número desconocido: ¿Eso es un si?¿Y puedo saber por qué? No he hecho nada. Ni siquiera le he hecho sangrar. Aún. No como si no se lo mereciera de todas formas. ¿O me dirás que no estás de acuerdo?
Número desconocido: Bueno, ya hablaremos de eso mañana, no quiero que pienses que no te doy tu espacio, así que te dejaré en paz. Buenas noches.
Al enviar el último mensaje lo observo pensando en que un emoji le hubiera quedado bien. No tardo más de dos segundos en editarlo añadiéndole un corazón violeta al final.
—¿Tienes un amor prohibido?¿Es por eso que llevas esa cara de tener un palo metido por el culo todo el día? —habla Nik detrás del sofá con una cuchara metida en una tarrina de helado.
Sus ojos indiscretos están fijos en el chat y yo enseguida bloqueo la pantalla del móvil.
—No sé de qué hablas. —protesto guardándolo en el bolsillo de mis pantalones.
—El corazón violeta significa amor prohibido. —responde con obviedad cogiendo un sitio a mi lado.
—¿Y cómo sabes eso? Significará lo que me de la gana.
—Lo pone en internet. —habla antes de meterse una cucharada de helado a la boca.
Sin importarme que esté a mi lado saco el móvil y comienzo a buscar los significados de los estúpidos corazones en internet.
Después voy al mensaje y cambio el emoji por uno de color amarillo. El rojo está muy visto y amor puro es mejor que amor prohibido. Además de prohibido no tiene una mierda.
—A las chicas les gusta más el rojo. —dice Nik antes de levantarse y dejarme solo otra vez.
Moviendo el piercing por mi labio inferior vuelvo a cambiar el color a uno rojo. Ella seguramente no se dé cuenta del cambio.
—¿Me puedes explicar por qué quieres que pinche el móvil de Trent? —habla Vanya bajando las otras escaleras que también dan con la segunda planta.
Adrik detrás suya arruga el ceño antes de hablar poniendo sus ojos recriminatorios sobre mi.
—¿Qué me estoy perdiendo?
—Si no estuvieras todo el día en las piernas de Alana lo sabrías. —respondo moviendo los hombros con desdén.
—Todavía no nos hemos acostado.
—Ah, ahora entiendo porque sigue respirando. —murmuro encendiendo la televisión de la sala sin mirarle. De reojo veo cómo tensa sus músculos sin decir nada.
—¿Y bien? —insiste Vanya dejándose caer en un sillón a mi izquierda. Sus ojos caen sobre mi con aburrimiento, pero un destello de curiosidad se esconde tras ellos. —No haré una mierda si no me lo dices.
—Meteros en vuestros asuntos. —digo cambiando de canal hasta encontrar el que tanto le gusta a Aubrey.
Quiero saber qué mierdas le ve a esos programas de interesantes.
En ese momento Nik entra a la sala con una tarrina de helado diferente, su vista recae en nosotros tres. En nuestras caras más bien.
—Mmm, huelo a conflicto. —habla tras fingir oler el aire y dejarse caer a mi lado. —Mi favorito.
—¿Crees que porque tú padre sea el Pakhan tienes todo el derecho de hacer lo que te dé la gana sin dar explicaciones a nadie? —suelta Adrik cruzándose de brazos con la mandíbula apretada.
—Si. —respondo con desinterés.
—Tiene sentido. —habla Nik con la boca llena.
—Cierra la puta boca al comer.
—Pero los amigos no se ocultan las cosas, ¿Recuerdas? —continúa ignorando las palabras de Vanya.
Además de habernos criado juntos por la relación cercana que tienen nuestros padres entre sí siempre nos han inculcado que confíemos y nos apoyemos los unos en los otros.
Otra forma de velar por la seguridad de todos nosotros. Y en parte es más fácil estar con ellos que con gente que está fuera de nuestro mundo, gente que te ve como el mismísimo Lucifer o como una especie de deidad. Pero hay momentos como el de ahora en el que realmente no los necesito sabiendo mi vida privada o las razones por las que pronto Trent estará bajo Tierra.
—Que os den. —murmuro antes de levantarme del sofá.
—Está enfadado. Lleva así todo el día. —escucho que habla Nik a mis espaldas de camino a las escaleras.
—Eso es porque necesita echar un polvo y no puede. —responde Adrik divertido haciendo referencia a mi supuesta disfunción eréctil antes de que empiece a subir los escalones de dos en dos.
Me tiene que caer muy bien para no haberle cortado la lengua todavía.
Estando en mi habitación voy directamente al vestuario de dentro, pensando en cambiar mis prendas a unas que cubran la tinta de mis brazos. Pensar en que pronto volveré a estar cerca suya hace que mi adolorida polla se altere ante la muy mínima posibilidad de volver a besarla.
La incomodidad de las vendas no me deja otra opción que quitármelas. Los cortes no se ven apenas pero hay un rastro de sangre en ellos.
Después de volver a sanar la herida hago una foto capturando la longitud de mi miembro y la envío por el grupo que compartimos en una foto que solo se puede ver una vez y un mensaje debajo.
Yo: ¿Quién tiene disfunción eréctil ahora? Jodidos hijos de puta.
Pocos después Nik sube una foto normal al chat.
Al abrirla su miembro igual de duro que el mío me recibe y una sonrisa ladina dibuja mis labios al leer su mensaje.
Nik: @Vanya @Asistente vuestro turno.
Vanya: ¿Qué mierdas es esto?
Asistente: ¿Ahora nos las estamos midiendo? Porque si es así todos sabemos cuál es la más grande.
Nik: Ver para creer.
Vanya: @Asistente NO.
Tan pronto como Vanya envía el mensaje Adrik envía una foto que no me hace falta abrir para saber que es.
Asistente: @Vanya faltas tú.
Vanya: Iros a la mierda.
Vanya: Y ni se os ocurra volverme a meter.
Es lo último que envía antes de salirse del grupo.
Nik: 17'9 la mía.
Antes de recibir el mensaje de Adrik me salgo del grupo y bloqueo a los dos.
Trato de ser lo más sigiloso que puedo al bajar las escaleras y cerrar el portón de la entrada, no queriendo llamar la atención de ninguno. Fuera la casa está rodeado de escoltas que se esconden en las penumbras, pero no serán capaces de decir algo.
La velocidad de la moto hace que en un pestañeo esté fuera de su casa.
Antes de entrar al edificio me aseguro de que no haya nadie vigilándola, hasta que aparece una chica de pelo castaño bajo su ventana. Estrecho mis ojos en ella, listo para arrancarle los ojos, pero me relajo al ver la correa de su perro chihuahua.
Con una mueca de desagrado desvío mi atención a la puerta del edificio. No me gustan los chihuahuas. Son como ratas grandes con aires de superioridad y jodidamente irritantes.
No es hasta que estoy en la misma habitación que ella cuando mi cuerpo suelta todo el aire que estuve conteniendo por las escaleras.
Después me acerco quedando de rodillas al lado de su cama. Sus ojos están hinchados y sus mejillas tienen rastros de lágrimas secas, una señal de que ha estado llorando hasta el cansancio. Mi atención va a la punta de su nariz, fijándome por primera vez en algo más que no sean sus ojos. El puente de su nariz es firme y recto, sus agujeros no son muy grandes y el bello de dentro es invisible por la oscuridad.
Me pregunto si también son blancos como su cabello, cejas y pestañas. Lo más seguro es que si, pero quiero verlo por mi mismo.
La idea de tener el pelo de otros en mis manos me asquea, a veces incluso tocar a los demás me causa repulsión, pero de alguna manera Aubrey hace que tocar su pelo y piel sea algo placentero, casi adictivo. Es entonces cuando empiezo a buscar algo que me desagrade de ella y no encuentro nada. Malditamente nada.
Sus labios parecen estar siempre humedecidos, consiguiendo ese color rojizo, y tienen el arco de cupido pronunciado en la parte superior, su labio inferior es más afilado que el de arriba. Ella sabe a las llamas del mismo infierno.
Cuando empieza a mover su cabeza y decir cosas ininteligibles llevo mis dedos a su pecho, observando la forma en la que sube y baja con rapidez. Es fascinante el miedo que pueden sentir algunos incluso estando dormidos.
—Hey, despierta. —murmuro moviendo su hombro al notar el sudor de su frente. —Aubrey. —la llamo sacudiéndola con más fuerza.
De sus ojos empiezan a brotar nuevas lágrimas y no puedo evitar acercar mi lengua a su mejilla, atrapando una. Eso parece hacerla despertar.
—Hola. —murmuro con una sonrisa corta detrás de la máscara, saboreando lo salado de sus lágrimas.
Sus ojos se abren con horror y en un acto reflejo se sienta en la cama dejando su espalda en la pared, como si estuviera huyendo de algo o alguien.
Yo me levanto y quedo a un lado de la cama. Antes de que tenga tiempo de reaccionar la atraigo a mi pecho y la aprieto entre mis brazos. Pienso en que comenzara a patalear, pero en vez de eso acurruca su cuerpo en el mío mientras sus ojos humedecen mi camiseta.
Aubrey
Mis pies descalzos van por un camino de piedra que lleva a un bosque y mis muñecas están atadas con una cuerda con manchas rojas. Delante van mis padres tirando de la cuerda cuando mis pasos flojean y haciendo todo lo posible por mantenerse alejados, hasta que nos detenemos en una vieja cabaña.
Frente a la puerta hay un hombre con una sotana de sacerdote puesta que sonríe al nada más vernos. Luego comparte unas palabras con mis padres y coge la cuerda, cuando sus dedos inspeccionan mi cara como si fuera una extraterrestre muerdo uno de ellos con tanta fuerza que lo hago sangrar. Mi madre da un paso adelante con su cara deformándose por la ira y su mano levantada para darme una bofetada, pero mi padre la coge del brazo y se la lleva de allí, no sin antes darme una mala mirada.
Después miro con horror al hombre y trato de correr hacia ellos, pero la cuerda con la que me mantiene sujeta el hombre me lo impide. De mis labios no sale nada cuando el hombre me arrastra hacia dentro de la caseta, pero sé que estoy gritando hasta desgarrarme la garganta.
Lo único que veo antes de abrir los ojos y encontrarme con la oscuridad de mi habitación es la puerta de madera cerrarse de un portazo.
—Hola. —murmura él bajo la máscara haciendo que abra mis ojos más de lo normal y me aleje a la pared más cercana.
Mi cabeza me hace una mala jugada al pensar que se trata de aquel sacerdote de la aldea que me hizo la vida imposible después de mis padres. Hasta que me detengo un momento en ver bien la máscara y reconocer su voz.
Su abrazo me pilla desprevenida, pero no lo rechazo, y teniendo un momento de debilidad frente a la persona menos adecuada me desmorono en su camiseta negra queriendo saber cuando voy a dejar de revivir lo mismo una y otra vez. Cuando voy a dejar todo atrás.
—Está bien. Solo ha sido otra pesadilla. —murmura palmeando mi espalda como si fuera un bebé al que le están sacando los gases.
—Gracias. —digo en un bajo murmullo sin saber qué más decir.
La situación es cuanto menos incómoda y extraña, pero mis hombros parecen más ligeros, permitiendo que pueda enderezarme.
—¿Quién te ha hecho tanto daño? —pregunta con una curiosidad genuina sin quitar las lentillas rojas de mi.
—Nadie. —respondo enseguida volviendo a meterme bajo las sábanas.
Claro que él no va a dejarlo ahí, pero no tengo ánimos de hablar sobre mi pasado. Mucho menos con el psicópata que intentó matarme.
Él acerca su mano enguantada cuidadosamente a mi cara, como si tuviera miedo de que me fuese a quitar en cualquier momento, pero para sorpresa de ambos mi cuerpo anhela su tacto más de lo que me gustaría admitir.
Nunca he tenido a alguien que me reconforte después de mis pesadillas o alguien con quién compartirlas, ni siquiera con Alana, así que es nuevo para mí.
—Puedes contármelo. No hay nada que debas de temer conmigo. —sus palabras tienen algo de cierto detrás, al menos eso es lo que creo por la sinceridad de su voz.
Pero aún así no puedo evitar sonreír irónicamente ante el recuerdo de nuestro primer encuentro.
—Déjame que lo dude. —digo señalando mi cabeza.
Mi cuerpo da un salto en el sitio cuando mete sus dedos en el desastre de mi pelo y empieza a rebuscar con sus dedos la cicatriz que tengo allí. No es muy difícil por la pequeña calva que tengo.
Al tocarla aleja su mano con una expresión que no puedo ver por la máscara pero que me hubiese encantado ver. Odio no poder ver quién hay detrás o qué caras hace, y pedirle que se la quite me llevará a su negativa. A menos que pueda ofrecer algo a cambio.
—No fue a propósito. Yo simplemente necesitaba hacerlo. Para no dejar testigos y esas mierdas. —su intento de pedirme disculpas acaba en mi cara palideciendo y mis ojos abriéndose tanto que apuesto a que estuvieron a punto de salirse de sus cuencas.
—¿Eres...?¿Tú...? —las palabras se quedan en el aire cuando hago una pausa al tragar el bulto de mi garganta.
—No es lo que piensas.
—¿Por qué debería creerte?
—Si fuera algún tipo de asesino estaría entre rejas, escondiéndome en algún lugar o acechando a mi próxima víctima. —dice en un tono de obviedad que no me convence una mierda.
—Víctima que podría ser yo. —suelto moviendo la cabeza con seguridad.
—¿Eso crees?¿Que eres una víctima?
—¿Que soy si no?¿El verdugo? —respondo con sorna. Él mueve la cabeza, negando.
—Mía. Eres mía. —la determinación con la que habla hace que un escalofrío pase por mi piel, dejando un rastro de pelos levantados. —Nunca te mataría, me gustas demasiado.
—Gracias por eso, supongo. —digo apoyando la cabeza en la almohada y acomodándome bajo las sábanas.
—Eso no quiere decir que debas tentarme. Sé que has estado viéndote con alguien. —su voz ahora es áspera, dejando a la luz una amenaza seca.
Es entonces cuando sus ojos aparecen en mi cabeza. La idea de algo sucediéndole hace que mi estómago se contraiga convirtiendo mis tripas en un nudo.
No puedo dejar que le haga daño, Eros puede ser de todo pero no se merece estar involucrado en los planes de este ser obsesionado conmigo. Otro más para variar.
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