Capítulo 8
El día amanecía con una suave pero mortal y helada brisa invernal; la nieve seguía cayendo cada vez con menos fuerza, el sol se ocultaba tras los nubarrones y un grupo de vampiros comenzaba a emerger del bosque hacia el hogar de los Cullen. Todos yendo a reunirse tras haber cazado antes de partir hacia su destino. Dentro del hogar, junto a la encendida chimenea y sentado en uno de los claros sillones, se situaba un nómada vampiro de negro cabello que observaba al exterior a través de la ventana sin cambiar su expresión. Su espalda recta recostada contra el respaldo y sus delgadas y pálidas manos descansando sobre su regazo.
Taehoon sabía que el encuentro estaba cerca, demasiado cerca de ellos y, para serse sincero, no querría perder a Kate, o Garrett. En los días que había pasado allí y a pesar de no haber tenido intención de entablar amistades, la rubia había conseguido abrirse camino al interior de Taehoon, provocando que el pelinegro la considerara una buena amiga. Garrett, por otro lado, había sido un huracán que había entrado a la fuerza.
Una pequeña y templada mano tocó su rostro, haciéndolo sobresaltar ligeramente y centrar su atención a la persona a su lado.
«¿En qué piensas?» la voz de Renesmee a través de sus manos era bastante chillona, la típica voz chillona que solían tener los niños. Taehoon clavó sus ojos en la menor: su largo cabello marrón caía por su espalda mientras que sus achocolatados ojos lo observaban con curiosidad, esperando una respuesta. Eran pocas las veces que la híbrida se había acercado a él. O su madre y aquel perro no la dejaban, o no estaba en el hogar. Sin embargo, Renesmee había conseguido escapar de los brazos de su madre y correr al interior para encontrar al vampiro del que había escuchado a su abuelo hablar los días anteriores junto a su padre. Ella sentía mucha curiosidad por aquel vampiro que siquiera se dignaba a mirarla en infinidad de ocasiones.
—¿Pensar? —preguntó Taehoon al aire. Giró su cabeza y volvió a observar el exterior, la blanca nieve seguía ahí cayendo sin parar—. No pienso en mucho. Me gusta la nieve.
La niña sonrió, contenta ante la respuesta del mayor.
—A mi también me gusta la nieve —habló Renesmee, intentando no utilizar tanto su don para comunicarse como habían sugerido sus padres. Taehoon elevó ligeramente la comisura de sus labios, entretenido por la reacción de la menor—. ¿Sabes hacer muñecos de nieve?
—Sí.
Renesmee saltó emocionada en su lugar, una clara sonrisa creciendo en sus labios mientras sus ojos brillaban ante la emoción.
—El otro día intentamos hacer uno con mi Jacob —comentó la niña—, pero no se le da bien y los muñecos terminaron siendo muy feos.
Taehoon rió. Tan altanero que va el perro y no sabe hacer algo tan sencillo como lo es un muñeco de nieve, pensó divertido el vampiro.
—Qué mala suerte —se limitó a decir.
La niña siguió hablando, su charla parecía no tener fin y a pesar de su corta edad conocía bastantes palabras que evitaban que su forma de expresarse fuera aniñada. Taehoon la observó en silencio. Siempre se había preguntado qué habría pasado, cuán distintas serían las cosas de haberse quedado aquella noche en su casa junto a su esposa en lugar de embarcarse en una muerte segura con su mejor amigo. Se preguntaba si hubiera seguido siendo amigo de Carlisle, si el rubio hubiera terminado encontrando una esposa y teniendo descendencia como el lo hubiera hecho meses después. Pero ahora lo único que podía hacer era preguntarse por el "qué hubiera pasado si...". A veces era como una tortura, una auto-tortura que le recordaba que debería haber muerto hace siglos tras una vida en pareja junto a un hijo. Y aunque no se arrepentía de ser un vampiro porque amaba la inmortalidad y el poder que ésta le otorgaba, sí se arrepentía de ciertas cosas que había dejado atrás como aquel bebé que no había nacido cuando murió. Taehoon no dudaba que hubiera intentado ser el mejor padre que aquel bebé pudiera tener, más las circunstancias nunca se dieron.
—Taehoon —llamó Renesmee.
—¿Mhm?
—¿Podrías hacerme un muñeco de nieve, por favor?
El vampiro miró a la expectante niña. Sus dos manos habían caído en su antebrazo izquierdo y lo movían ligeramente de arriba a abajo. Tuvo que admitir que por un instante se conmovió, y aquella cría le causó cierta ternura.
—No.
Pero no la suficiente.
Renesmee abultó su labio inferior, éste temblando ligeramente en indicación de que pronto se pondría a llorar.
—¿Por qué? —balbuceó la niña.
—Porque no quiero —contestó Taehoon, dando su mejor explicación.
La híbrida estiró sus brazos y rodeó el cuello del vampiro, colgándose de un costado mientras le pedía una y otra vez que le hiciera un muñeco de nieve. Taehoon cerró los ojos durante un segundo, intentando no perder la paciencia antes de ponerse en pie con la niña aún colgada de su cuello como si fuera un mono. No tuvo cuidado, tampoco se paró a comprobar cuando el cuerpo de Renesmee chocó con una de las paredes porque ambos no cabían por la puerta. Más la niña no se quejó, permaneció ahí firme hasta que Taehoon se dignara a hacerle un muñeco de nieve.
Fuera del hogar se encontraba el grupo de vampiros que partiría hacia el claro, todos organizándose y hablando de donde acamparían durante la noche para que Renesmee y los lobos descansaran. Estaban amontonados en un grupo bastante amplio, y ese grupo a su vez estaba dividido en agrupaciones de tres o cuatro vampiros. Los Cullen en el centro junto al clan Denali. Su charla se vio interrumpida por cierto pelinegro con expresión aburrida y una híbrida niña cuyos ojos estaban llenos de lágrimas y que colgaba del cuello de aquel pelinegro.
—Renesmee —llamó su madre a la menor—, ¿qué haces ahí?
—Quiero que Taehoon me haga un muñeco de nieve —chilló la niña desde un lado del vampiro, haciéndolo cerrar los ojos ante el agudo ruido.
—De acuerdo... ¿y por qué estás colgada de él?
—Porque no quiere hacer el muñeco.
Bella desvió sus ojos hacia el esculpido rostro de Taehoon. Su pálida piel brillaba (no por el brillo del sol ni nada parecido sino por su piel tan blanca casi traslúcida), sus rojizos ojos miraban un punto cualquiera mientras que su rostro había cambiado de uno aburrido a uno serio. Todas las miradas estaban centradas en él y en su hija. Bella suspiró e hizo el amago de acercarse a Renesmee.
—¡No! —gritó la niña. Taehoon volvió a cerrar los ojos, era la segunda vez que la niña le gritaba en el oído. El pelinegro la miró de reojo y pudo ver el rostro enojado de la menor, y como si tuviera un sexto sentido que le gritaba, Taehoon supo que la híbrida estaba a punto de hacer un berrinche. El vampiro se movió con rapidez, soltando los delgados brazos de su cuello y moviendo el diminuto cuerpo hacia delante, agarrando una mejor posición y tomando a Renesmee en brazos mientras la colocaba en el hueso de su cadera para que soportara su peso. La niña abrió los ojos en grande y sonrió entusiasmada pensando que al fin accedería—. ¿Me harás el muñeco de nieve?
—No —volvió a decir y con otro rápido movimiento la dejó en el suelo.
—¡No es justo!
—¿No deberías estar preocupándote en que puede que mueras mañana?
—¡Taehoon! —gritó Carlisle en advertencia ante la pregunta del mayor a la híbrida.
—¿Qué? ¿Me vais a decir que no sabe que está en peligro?
—Sigue siendo una niña. No puedes decirle esas cosas.
Taehoon miró al rubio durante un instante, su negra ceja alzada mientras se burlaba internamente del doctor. Luego se giró hacia Renesmee y dijo:
—¿Sabes que puede que mueras mañana?
La niña asintió.
—Sí, lo sé.
Taehoon se giró nuevamente y señaló a la niña.
—Lo sabe.
La risa de Renesmee se pudo escuchar en el bosque. Sus templadas manos agarraron uno de los brazos de Taehoon y abrazó al vampiro otra vez.
—Tío Taehoon es divertido —comentó la niña.
Un silencio asfixiante los rodeó. Edward y Bella se miraron el uno al otro antes de centrar la mirada en la pareja de Carlisle y Esme, una mueca formándose en sus labios tras las palabras de Renesmee. Garrett bajó la cabeza y evitó carcajear, y Kate a su lado había abierto sus ojos en grande.
—Nessie, ¿por qué lo acabas de llamar tío? —preguntó el cambia-formas, Jacob Black.
Las delgadas cejas de la niña se arrugaron. Su infantil rostro se volvió aún más aniñado con aquella expresión.
—Escuché al abuelo y a papá decir que Taehoon fue un amigo del abuelo cuando eran humanos, ¡eso significa que llevan mucho tiempo siendo amigos y es de la familia también! Pero no sabía cómo decirle... y tío me pareció lo mejor.
Las palabras de Renesmee hubieran sido conmovedoras si la situación entre dichos amigos no estuviera tan tensa y perdida. Bella tuvo que acercarse y —prácticamente— arrancar a Renesmee del vampiro asiático. Se la llevó de ahí y se adentró en la residencia seguida de Rosalie y Jacob, seguramente para intentar explicarle la situación de la manera más simple posible.
El lugar quedó en silencio, apenas se podían escuchar los pájaros que volaban y cantaban por el cielo.
—Bueno, eso ha sido incómodo... En fin, Taehoon, ¿a que no adivinas a quién me he desayunado? —pronunció Garrett entusiasta por contarle a su amigo cuál había sido su víctima aquel día, más terminó ganándose una minúscula descarga eléctrica en el brazo por parte de Kate que yacía a su lado—, ¡auch!
—Cállate, Garrett.
—¡Sólo quería contarle! —exclamó.
—No le hagas daño a tu futuro novio, Kate —molestó Taehoon, evitando mirar al rubio que no quitaba la mirada de encima suyo y tratando de aligerar el incómodo ambiente que había dejado la híbrida.
—¡Taehoon confiaba en ti! —exclamó indignada la Denali.
Garrett se acercó dando zancadas hacia el asiático y rodeó sus hombros con uno de sus brazos.
—Taehoon y yo llevamos juntos más tiempo, Katie. Conoce cual es tu lugar en el muerto corazón de nuestro Tae —se burló el nómada.
La rubia siseó molesta antes de acercarse al dúo de vampiros y dejar una descarga algo más potente en la cadera de Garrett. Éste cayó al suelo gimoteando de dolor, dándole la oportunidad a Kate de acercarse a Taehoon y abrazarlo por la cintura mientras le sacaba la lengua infantilmente al vampiro que estaba en el suelo.
—Tú deberías ser el que deba conocer su lugar —le recordó Kate con gracia.
Taehoon negó divertido ante las peleas de esos dos por estar a su lado y elegir quién era el amigo número uno. Ambos se encontraban en un tira y afloja todo el tiempo que se encontraban y Taehoon estaba delante. Aquello era entretenido para el asiático, quien disfrutaba los piques de la que seguramente sería una futura pareja.
—¿Cuándo os vais? —preguntó Taehoon hacia Edward cuando sus dos amigos dejaron de pelear entre ellos, volviendo a traer la seriedad al lugar.
El lector de mentes quitó la mirada de su padre adoptivo y la centró en el pelinegro que abarcaba sus pensamientos.
—En un par de horas. Tenemos que llegar antes del anochecer ya que viajamos con Renesmee —contestó. Edward se calló un instante antes de volver a hablar—. ¿Estás seguro de que no quieres ir?
—Muy seguro.
—Está bien. Por preguntar no perdía nada.
—Llevas preguntando varios días y la respuesta sigue siendo la misma.
Edward se encogió de hombros.
—Quién sabe, a lo mejor hasta cambiabas de opinión.
—¿Te quedarás aquí, verdad? ¿No te irás en cuanto nos vayamos, no? —esta vez fue la voz de Carlisle que sonó. Taehoon lo miró, al igual que el resto de presentes que curioseaban ante la historia pasada que tenían ellos dos. El rojo contrastó con el dorado una vez más.
—Una vez que muráis en el claro o volváis aquí, yo me iré —dijo sin más—. Queda poco tiempo.
De los presentes, únicamente los dos amigos de Taehoon y el dúo de padre e hijo por parte de los Cullen sabían de lo que el asiático hablaba.
Taehoon dio media vuelta sobre sus talones y caminó fuera del lugar, nuevamente yendo hacia el interior de la casa. Al entrar pudo escuchar con claridad las voces de Bella y Rosalie, también el olor de Jacob y el palpitar del extraño corazón de Renesmee en la sala de estar. No se detuvo, simplemente siguió por las escaleras y subió hacia el desván donde anteriormente se instalaba Alistair. Se sentó junto a los cristales de la ventana y sacó las libretas de sus bolsillos; abrió la que contenía todos sus recuerdos del pasado y se limitó a observar los dibujos con tranquilidad. Esta vez no dibujó ni recordó nada. El tiempo pasaba lentamente en aquel lugar, Taehoon no se había movido de su posición y sus ojos seguían clavados en el mismo sitio. Había ignorado todo el ruido de fuera que provocaban los vampiros que se preparaban para su marcha. Así como también ignoro el fuerte olor a lobo que llegó a sus fosas nasales cuando la manada Uley arribó.
No tenía nada que hacer.
Solo esperar.
—Taehoon —llamó una suave voz detrás de él. No era la primera vez que escuchaba esa voz, pero sí la primera vez que la escuchaba dirigida únicamente hacia él. Levantando la vista del cuaderno y moviendo su cuerpo ligeramente para mirar a la puerta, Taehoon se encontró con una vampiro de ojos dorados y achocolatado cabello, rostro en forma de corazón, labios finos y rosados, y complexión delgada. Esme se hallaba en el marco de la puerta mirándolo con una sonrisa minúscula. Taehoon hizo una pequeña reverencia con la cabeza en forma de saludo—. Estamos a punto de irnos.
Taehoon asintió lentamente.
—Buen viaje. Y buena suerte, supongo.
La vampiro sonrió.
—Sé que apenas nos conocemos y siquiera hemos hablado pero, por favor, sé paciente —dijo con un tono de voz bastante bajo, como si no quisiera que el resto de vampiros en la casa la escucharan.
—Mi paciencia tiene un límite, Esme.
La fémina suspiró.
—Lo entiendo. Pero te prometo que las razones son buenas.
—Me iré en cuanto sepa el resultado del encuentro —comentó tal y como había hecho antes—. Hubo tiempo suficiente.
Ninguno de los dos dijo nada más. Taehoon volvía a mirar su cuaderno. Esme hizo una mueca con sus labios antes de darse la vuelta y bajar las escaleras de su hogar. Una de sus manos aferrada a la barandilla mientras descendía; su atención en otra parte mientras sentía como su pecho dolía como si la estuvieran apuñalando. Edward fue el primero en acercarse disimuladamente a ella en cuanto salió de la casa. Su hijo adoptivo la miraba con pena, era el único que la comprendía en aquel momento. El lector de mentes la abrazó y Esme se aferró a él en busca de consuelo. De lejos, sólo Bella los veía y la confusión se plasmaba claramente en su rostro. Aquella actitud en Esme era bastante extraña.
—Todo saldrá bien —quiso asegurar Edward, dándole un leve apretón a su madre adoptiva.
Esme se separó de él y asintió, volviendo a adoptar su normalmente expresión alegre.
—Lo sé. No tengo duda de ello.
—¿Estás bien?
—Ahora sí. No te preocupes, sólo ha sido el estrés de toda la situación. ¿Dónde está Carlisle?
—Ha ido junto a Amun hacia el oeste.
Tras la contestación del cobrizo, Esme se despidió de él y le dio las gracias antes de desaparecer por el bosque. Bella no dudó ni un instante en acercarse a su esposo y preguntar por ella.
—La situación de Carlisle y Taehoon no es la mejor. Esme sabe las razones de Carlisle. Siento que esto no acabará demasiado bien —fue lo único que dijo Edward en contestación.
—¿Para Taehoon?
Edward inhalo profundamente y negó.
—No, no para Taehoon.
Bella comprendió enseguida a quienes se refería. Bajó la cabeza y tomó la mano de su pareja, dándole un leve apretón que logró soltarle un suspiro.
—Esperemos que no sea así, y que todo vaya relativamente bien.
—Sí. Esperemos eso.
El treinta de diciembre de 2006, los Cullen junto a sus testigos partieron camino al claro donde el encuentro con los Vulturi se llevaría a cabo, dejando a un solitario vampiro nómada en la enorme casa del bosque.
Taehoon los había visto marchar desde el desván. Sus ojos clavados en el grupo de vampiros vegetarianos que partía hacia un destino incierto.
Colocando sus manos despreocupadamente detrás de su espalda, Taehoon miró a su alrededor y observó un montón de cajas que contenían adornos y distintos recuerdos. Algunos eran fotos de hacía ya algunos años y otros eran jarrones o cuadros, todos de una época y años distintos. Todo aquel desván mostraba ante sus ojos el centenar de cambios que la familia había tenido, y el solo pensamiento de tener que ir mudándose tan seguido hizo que a Taehoon lo atrapara una sensación de pereza enorme. ¿Sería él capaz de establecer su hogar en un lugar únicamente para abandonarlo un par de años después? Probablemente no. Era por eso que la vida nómada sonaba aún más atractiva para la mayoría de vampiros. Aunque si tuviera la oportunidad de quedarse en un sitio específico más de quince años, ahí sí que llegaría a considerarlo; A su mente volvió la propuesta que Kate le había hecho: unirse al clan Denali. Sí sabía que ellos vivían en una acogedora casa en la montaña que les permitía no tener que abandonar el lugar, pero casualmente comenzar a formar parte del aquelarre tras haberse conocido la semana anterior no le parecía demasiado correcto. ¿Acaso la familia de Kate no se sentiría incómoda con él presente? Taehoon dudaba si aceptar la propuesta de Kate o no. Sólo tenía menos de veinticuatro horas para decidirse si el encuentro llegaba a terminar sin ninguna muerte; Por otra parte estaba Carlisle. Aquel rubio vampiro que no se había vuelto a acercar a él para hablar desde que tuvieron la conversación en la cabaña. Taehoon le había dado tiempo de sobra, le había dado tiempo para incluso inventar una mentira, pero Carlisle nunca se acercó a él a darle excusas o razones. Se había quedado como un tonto esperando que, por última vez, su viejo amigo de la infancia se acercara a hablar con él. Pero eso no pasó y Taehoon se marcharía pronto sin mirar atrás.
Esto es horrible, pensó Taehoon y se sentó en el suelo del desván con sus libretas entre sus manos.
Ahora sólo le quedaba esperar tranquilamente en aquella gran y solitaria casa al resultado del encuentro con los Vulturi.
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