Capítulo 4
Garrett había seguido diciéndole que sería divertido, que la experiencia sería digna de recordar. Más Taehoon no creía lo mismo, y a pesar de ser conocedor del espíritu aventurero y desafiante de su acompañante, no pudo convencerse de que aquello sería una buena experiencia la cual plasmar en su cuaderno. El vampiro estaba deseando darse media vuelta e irse, pero al haber hecho el recorrido hasta allí se quedaría unos minutos a ver de qué iba tanto alboroto.
Rosalie y Emmett los guiaron hacia Forks, un pequeño pueblo que se situaba en Washington y cuyo cielo siempre permanecía cubierto. Un ambiente húmedo era lo que recibía al dúo nómada de vampiros cuando entraron en el lugar, el frío rodeaba los caminos del bosque y un ligero rocío congelado descansaba sobre el suelo. Hubiera sido una imagen bonita y digna de plasmar en dibujo de no ser por las circunstancias que los traía hasta allí; Una estructura bastante amplia y luminosa fue lo que Taehoon vio a primera vista, el distintivo olor de varios vampiros fue lo siguiente que notó y, por último, un horrible olor a perro.
Garrett fue el primero en entrar en la casa, seguido por Rosalie. Taehoon se quedó fuera en compañía de Emmett, éste se mantuvo en silencio para darle su espacio al recién llegado nómada que no sentía mucho agrado ante demasiada compañía.
Taehoon mantenía su vista al frente, como si intentara organizar sus palabras o absteniéndose a decir algo demasiado brusco.
—Emmett —llamó. El aludido giró su cabeza en señal de que lo escuchaba—, recuerda que dijiste que si la situación no me convencía, puedo irme. Espero que cumplas tu palabra o la situación acabará muy mal, y no exactamente para mi.
El Cullen no supo a lo que se refería, en lo que llevaban de horas juntos, Taehoon solía amenazar de vez en cuando a Garrett con cosas de las que él y su esposa eran ajenos. Esta vez la amenaza se dirigía hacia él, y no pudo sentirte más frustrado al no poder entenderlo.
—De acuerdo —fue lo único que pudo contestar.
Taehoon asintió y movió sus piernas para empezar a subir los escalones de la casa. La estructura era hermosa, se veía moderna pero no de una manera exagerada, aún conservaba un estilo de haría unos cien años que lucía extremadamente llamativo. El interior no era ni mucho menos decepcionante: decoraciones sencillas y hermosas, centenares de libros, tecnología moderna y estaba bien amueblada. Taehoon tuvo que admitir que la belleza visual del lugar le agradó.
El olor a perro que había sentido desde fuera se intensificó cuando entró a una sala que supuso que era el salón. Su mirada se dirigió hacia un joven alto y musculoso de piel rojiza que llevaba el cabello corto y despeinado. Sus cejas se fruncieron ante la mirada desdeñosa del cambia-formas. Ignorándolo y recorriendo el lugar con la mirada, pudo ver a varios otros vampiros, entre ellos estaba aquella tal Zafrina cuyo retrato había dibujado gracias a la descripción de un antiguo vampiro que conoció décadas atrás. Una ligera ola de emoción cruzó su cuerpo al darse cuenta que había plasmado su rostro a la perfección. Internamente se alagó a sí mismo.
Los ojos rojos se centraron en él, al fin y al cabo era un recién llegado que no conocían. Taehoon tampoco pudo ver ningún rostro conocido que hubiera visto en los últimos años de inmortalidad, tampoco estaba aquel que mandó a buscarlo.
—Taehoon, mira esto —exclamó Garrett junto a la gran ventana.
El nombrado se dio la vuelta y pudo notar al vampiro arrodillado, su rostro siendo sujetado por la pálida y pequeña mano de una niña de largo cabello marrón. Los ojos de dicha menor se giraron hacia él y lo observaron con curiosidad. Taehoon no estaba sorprendido, al fin y al cabo era por ella que estaban provocando tal escándalo.
—¿Mirar qué? —cuestionó sin moverse.
Detrás de ellos dos, se encontraban Rosalie y Emmett junto a dos vampiros rubias, una con el cabello extremadamente lacio y la otra con pronunciadas ondulaciones en éste. Taehoon notó que estaban ahí por pura seguridad, para evitar que alguno se atreviera a hacerle daño, como dos guardaespaldas.
Garrett chasqueó la lengua y se levantó, caminó hacia él y tiró ligeramente de su brazo para que se acercara. Taehoon quedó frente a la niña cuyos ojos no se habían despegado de él. La menor estiró su mano e intentó tocar su rostro, provocando que el asiático diera un paso atrás a la defensiva, asustando a la niña y causando el siseo bajo de la neófita que era su madre.
—¿Por qué quiere tocarme? —el tono de voz había sonado molesto, pero a Taehoon no podía importarle menos aquello. Ni siquiera tenía ganas de estar allí.
—Así es como se comunica —una desconocida voz masculina habló desde el otro lado de la estancia. Taehoon vio a un joven de su misma altura, desgarbado y de pelo cobrizo despeinado que se acercaba a ellos. Pudo reconocer que aquel era Edward, el vampiro que Rosalie había mencionado durante el trayecto de vuelta y el que al parecer les había traído de todo menos paz al clan Olímpico—. Puedo oír lo que piensas.
Taehoon alzó ambas cejas ante esto, una mueca burlona acaparando su rostro.
—Dudo que eso sea algo de lo que alardear. Saber mucho nunca es bueno.
El lector de mentes sonrió.
—Renesmee se comunica a través del tacto, te enseña lo que ve y piensa.
La mano de la niña volvió a alzarse en dirección a su rostro, intentando alcanzarlo en vano debido a la gran diferencia de altura. Taehoon sin mucho cuidado tomó a la niña por debajo de sus brazos como de si un simple gato se tratara. Aquel repentino gesto causó que varios de los presentes se alarmaran, pero al ver que Taehoon no tenía intención de hacerle daño, Edward los hizo calmar con un gesto de manos; El nómada observó la sangre que subió hasta las mejillas de la menor, al igual que oyó su extraño corazón palpitar contra su pecho. La niña acercó su mano hasta la fría mejilla del vampiro como pudo al estar prácticamente colgada.
El ambiente estuvo en silencio durante varios minutos, las miradas siempre puestas en la pareja de niña y nómada que se hallaba en mitad del salón. Taehoon veía las imágenes en su mente pasar como si de una película se tratase, desde que la niña estaba dentro del vientre hasta la muerte de su madre y las salidas por el bosque a ver la nieve. Todo era bastante... extraño de ver.
Mientras la niña le mostraba todo al asiático, Jacob se inclinó hacia Bella y susurró:
—La sostiene como si fuera una percha.
—Cállate, Jake, estoy a punto de ir y agarrarla.
En la mente de Taehoon solo estaban las imágenes de lo que Renesmee le había mostrado, por lo que Edward no pudo saber qué pensaba cuando dejó a la híbrida en el suelo sin delicadeza alguna, causando que la menor se tambaleara ligeramente y tuviera que ser ayudada por Rosalie para que no cayera. El asiático miró a la niña, luego a la pareja que había ido a buscarlos, a Garrett y por último a la neófita que estaba junto al hombre con olor a perro. Taehoon sonrió levemente, sus rojizos ojos brillando con intensidad. Todos pudieron relajarse al ver que lo habían convencido y que tenían un aliado más junto a ellos.
Pero Taehoon, sin decir nada más, se dio la vuelta y comenzó a caminar fuera de la casa.
Los presentes quedaron confundidos al principio, ¿qué estaba haciendo? Taehoon salió del hogar de los Cullen, nuevamente siendo recibido por ese clima húmedo tan llamativo. Detrás de él salieron Edward, Bella, Garrett y Emmett.
—¿Dónde vas? —preguntó Edward.
Taehoon se giró con tranquilidad.
—Me voy.
—¿Cómo que te vas? —el asiático pudo escuchar por primera vez la voz directa de la neófita.
—He venido aquí bajo la palabra de que si la situación no me convencía, podía irme. La situación no me convence. Me marcho.
—¡No puedes irte! —exclamó Bella, el tono desesperado volcándose en su voz. Ya de por sí eran pocos testigos, no se podían permitir perder a uno—. Por favor, necesitamos la ayuda.
—Seamos sinceros, ¿por qué querría ayudar? No hay nada bueno que conseguir de está situación. ¿Alguien os ha dicho ya que os estáis metiendo en la boca del lobo?
—Quizá sea así, pero también queremos limpiar nuestro nombre de un falso delito del que se nos acusa —habló Edward esta vez.
—Tú lo has dicho, limpiar vuestro nombre, no el mío. Los Vulturi ni siquiera saben de mi, ¿por qué tendría que arriesgarme?
—Taehoon, por favor. No os pedimos que luchéis, no buscamos una lucha, mucho menos el arriesgarnos a perder vidas. Sólo queremos que se testifique para poder mantener a salvo a mi hija.
—Admito que tu hija tiene un don bastante bueno y que parece una buena niña, pero no me arriesgaré por ella. No voy a comprometer mi anonimato por una cría que no es mía.
—¡Estarías llevando a una niña a la muerte inmediata! —chilló Bella en un inútil intento de convencerlo.
—Aun tenéis otros dieciocho testigos. Uno menos no cambiará nada. Si estáis destinados a morir, moriréis, yo si fuera vosotros no tendría mucha esperanza tampoco. He oído durante demasiados años cuán crueles son los Vulturi, supongo que ustedes también.
Edward dio un paso al frente, la mente de Taehoon era algo complicada de leer. Sus pensamientos eran las mismas palabras que salían por su boca, sin embargo una vez que callaba, su mente parecía quedar en blanco como si sus pensamientos fallaran.
—Pero estamos seguros de que no se negarán a dialogar primero. Carlisle está seguro de ello, a él lo escucharán. Tú mejor que nadie debería saber la buena labia que tiene y cómo es bueno para hacerse amigo de todo el mundo.
Taehoon rió sin ganas, su cuerpo moviéndose mientras les daba la espalda.
—¿Yo mejor que nadie? —cuestionó con gracia—. Yo mejor que nadie debería desconocerlo, son tres siglos que llevo sin interactuar con él. Las personas cambian en tantos años, Edward.
—Carlisle, no —aseguró.
—¿Cómo estás tan seguro? Dime, ¿cuántos años llevas junto a él?
Edward quedó en silencio. De su familia era quien más años llevaba junto a Carlisle, pero aún así habían sido menos de cien años. El cobrizo miró a su esposa y hermano, no sabía cómo más convencerlo.
—De acuerdo, quizás tengas razón y él haya cambiado, pero ¿y tú? —volvió a cuestionar el lector de mentes—. Cuando empezamos a buscar testigos, fuiste la primera persona en la que pensó Carlisle. Aún te considera un amigo, Taehoon.
—¿Me considera un amigo? —preguntó, Edward asintió sin dudar—. ¿Cuántas veces ha pensado en mi desde que estáis juntos?
Edward se tensó de golpe, Taehoon elevó la comisura de sus labios ante esto.
—Uh... nunca... pero-
Taehoon lo interrumpió.
—Lo que suponía. Por un amigo te preocuparías, te cuestionarías dónde está tras tantos años. Yo lo hice al principio, tenía la falsa esperanza de que volvería a mi tras despedirnos en Londres. Le seguí el rastro durante un tiempo, uno bastante corto, la verdad, pero lo intenté. Pero ¿adivina qué?, Carlisle siguió con su vida y su intento de acabar con su inmortalidad. Yo era el único idiota que parecía preocuparme e intentó seguirlo para no tener que alejarme de él. Ignoré los desacuerdos que tuvimos porque yo me negaba a dejar de matar humanos y el se negaba a matarlos, ignoré mi propio orgullo para seguirlo en silencio. Pero nunca me acerqué porque fue él quien me dijo que no podía estar conmigo por el olor a sangre que emanaba. Me rendí poco después, nunca supe que había encontrado una alternativa a la sangre humana y que había desarrollado un autocontrol increíble. Si tan amigo dices que me considera, ¿por qué no intentó buscarme cuando controló su sed?
—¿Por qué no intentaste buscarlo tú? —preguntó Edward.
—¿Acaso estas ignorando lo que acabo de decir? Fue él quien decidió separarse, no yo.
—No puedes echarle toda la culpa a Carlisle —la voz de Rosalie se escuchó desde el marco de la puerta. Los vampiros curiosos ya se habían acercado a observar la escena.
—Y no lo hago. Pero entiende que lo primero que hubiera querido tras tantos años sin saber de mi amigo es una conversación tranquila y que me explique porqué demonios nunca más nos vimos, no un enfrentamiento con un clan que nos supera en número y poder.
—Aún puedes tener la conversación tranquila cuando venga —soltó Edward.
Taehoon elevó sus hombros.
—No lo creo, no estaré aquí cuando vuelva. Me marcho.
—No manera de convencerte, ¿no?
El pelinegro no se giró a verlos, ni siquiera les dedicó una mirada de reojo, solo sonrió y negó.
—No la hay. Os deseo suerte, la vais a necesitar.
El vampiro desapareció en un abrir y cerrar de ojos, dejando a la familia de vampiros y sus aliados algo conflictivos ante todas las palabras dichas por él. Estuvo tan solo quince minutos en la casa de los Cullen.
Taehoon corría en dirección a Detroit, volvería al edificio en el que se hospedaba con anterioridad hasta que el invierno llegara a su fin y tuviera que marcharse. Su conciencia estaba tranquila, no sentía ningún tipo de sentimiento ante lo que acababa de ocurrir, estaba muy seguro de sus palabras y su forma de pensar sobre el encuentro con los Vulturi. Aunque podía haber llegado a sentir ligeramente mal por la pobre niña que no tenía culpa alguna, aún mantenía su palabra de que no se arriesgaría; Por otra parte, la conversación sobre Carlisle había traído emociones de las cuales prefería evitar rotundamente. Le dolió saber por boca de Emmett y Rosalie que prácticamente había descubierto que podía alimentarse de sangre animal no muchos años después de su transformación, aquello le dio a Taehoon la seguridad de que si hubiera querido, hubiera ido a buscarlo. Pero no sabía porqué no lo había hecho, y a esas alturas el ligero rencor y tristeza que comenzó a sentir cuando alguien pronunciaba su nombre le impedía ir a encararlo. Si Carlisle tenía una ligera buena imagen de él cuando aún eran humanos, le dejaría que siguiera siendo así.
A la velocidad que iba, llegaría a la ciudad en unas diez horas. No se detuvo en ningún momento; su sed había sido saciada con anterioridad por lo que no necesitaba beber, no tenía que parar en ninguna otra ciudad y tampoco tenía gente por la cual detenerse a pasar el rato. Por lo que su trayecto hacia Detroit no se vio interrumpido por nada. Taehoon llegó a su destino cuando el sol comenzó a ocultarse.
Admitía que sintió nuevamente aquel malestar que había estado presente desde hacía varios días, y aquello lo irritaba. Admirando el apartamento sin terminar, Taehoon inhalo y exhalo inútilmente varias veces. A veces echaba de menos cosas tan sencillas como el respirar, soltar suspiros de forma dramática o acciones como el quedarse sin aliento ante una noticia repentina, pero sin duda nunca cambiaría aquella condición por nada en el mundo.
Sentándose en el suelo y volviendo a tomar entre sus manos los cuadernos, abrió aquel que contenía el retrato de Zafrina. Agarrando el lápiz, comenzó a pintar sobre el dibujo, mejorando el aspecto y añadiéndole detalles ante la imagen que había enfrentado horas atrás. Aún se sentía orgulloso por haber acertado tanto con el dibujo de la vampiro, eso significaba que sus dotes y entendimiento de las descripciones cada vez mejora más. Taehoon estuvo bastante tiempo entretenido con sus dibujos, desde mejorar algunos antiguos hasta volver a añadir cosas en los recuerdos sin terminar. Su vida últimamente se había basado en eso, otorgándole una muy necesaria tranquilidad lejos de viajes a otros lugares y huidas como si de una película de espías se tratara. Sorpresivamente, no echaba de menos la vida nómada que había tenido los últimos tres siglos, sino que el quedarse fijo en Detroit le agradaba.
Sentado en una misma posición y sin apenas moverse, Taehoon pasó allí dos días. Cuando quiso darse cuenta, pronto sería el día de Navidad. Las familias disfrutaban en el exterior de la nieve, el frío clima y los trineos que compartían entre ellos; Taehoon se puso de pie y se acercó al lugar de la ventana para observar las calles. Como suponía, había infinidad de humanos, así como risas y gritos joviales.
Taehoon sonrió inconscientemente, un recuerdo llegando de golpe a él. Se apresuró a sacar su cuaderno y comenzar a dibujar antes de que se olvidara.
Fue durante 1648, Carlisle y él tendrían siete u ocho años. Era el día de Navidad, una festividad que su difunta madre había adorado en secreto. Llovía mucho, muchísimo pero el viento era escaso y permitía salir con normalidad a la calle. Ambos niños se encontraban solos en el salón de la casa de los Cullen, sus padres en una reunión junto a los otros pastores. Habían recibido dos obsequios, ambos eran prendas de ropa para que siempre lucieran impecables. Carlisle se probaba la ropa por encima mientras que Taehoon jugueteaba con una piedra que había encontrado por ahí.
"Deberíamos salir", había dicho el rubio con una sonrisa entusiasta.
"¿Y si nos enfermamos? En dos días es nuestra presentación ante los pastores, y la verdad es que si te enfermas y tu padre se entera..." fue la contestación de Taehoon.
"¡No pasará nada!"
Los niños salieron bajo la torrencial lluvia y disfrutaron de aquella Navidad, jugaron y rieron hasta que sus vientres no dieron las de sí.
Al día siguiente ambos tenían fiebre alta y un gran constipado.
Se habían ganado un buen regaño por parte de sus padres, pero sin duda había valido la pena.
Taehoon observó el dibujo que acababa de terminar y en su rostro se formó una mueca. Había dado color y sombras al dibujo, llegando a hacerlo tan realista que incluso daba miedo.
—Mi traje era azul oscuro, no gris.
La voz que habló a su espalda lo hizo temblar ligeramente, el lápiz en su mano cayendo hacia el centro del cuaderno mientras sus cejas se arrugaban con confusión.
¿Lo estaba imaginando, cierto? Pero aquella voz volvió a hablar.
—Mi hijo me llamó para avisarme que habías ido a ver el panorama. Nunca esperé que te marcharas tan rápido que ni tiempo a verte me darías —Taehoon cerró los ojos con fuerza, si tenía suerte, la voz intrusa se iría si la ignoraba. Cuánto se equivocaba—. Por más que cierres los ojos aún sigo aquí. Eso no te funcionaba cuando éramos humanos, y tampoco te funcionara como vampiro.
Un par de pasos detrás de él y el peculiar aroma que llevaba siglos sin oler. Taehoon guardó sus pertenencias con rápidos y se enderezó para quedar a la misma altura que el recién llegado. Clavando sus ojos escarlatas contra los orbes dorados del contrario, Taehoon vio a Carlisle por primera vez luego de trescientos años.
—¿Qué haces aquí? Ya he dicho que no iré a ayudar —el tono tosco que salió de su boca no era típica de él, más Carlisle no le dio importancia, había pasado mucho tiempo.
—Y no pretendo insistir más en ello —admitió—, pero sí que me gustaría que vinieras con nosotros de vuelta a Forks. Me gustaría ponerme al tanto contigo.
—¿Por qué justamente ahora? ¿Acaso no tenías tiempo antes? ¿Tan cotizado eres?
Si había alguien que pudiera lidiar con un molesto Taehoon Park, ese era Carlisle.
—Entiendo, estás molesto, enfadado conmigo. Tienes todo el derecho de estarlo. Tendría que haberte buscado y haberte dicho que logré encontrar una alternativa.
—¿Pero?
—Pero no se dio la oportunidad.
Taehoon elevó los brazos al aire para luego dejarlos caer y que éstas golpearan sus caderas con fuerza.
—¿Esa es tu excusa?
—No es una excusa.
—Preferiría que me dijeras que no querías verme más, me creería eso antes de lo que acabas de decir. Deja de ignorar las preguntas y contesta, ¿por qué ahora? ¿por qué no antes? Literalmente tienes una familia, tienes tu vida hecha. Yo no pinto nada ahi —rió sin ganas.
—No tengo nada que decir contra eso, pero en serio quiero volver a contactar contigo.
—No quiero.
Rencoroso. Taehoon podía llegar a ser demasiado rencoroso.
—Taehoon... por favor, sé que han pasado muchos años y que es complicado que volvamos a ser amigos, pero dame un corto periodo de tiempo de tu eternidad. Dame una porción de tu tiempo para, no sé, ver si podemos volver a tener contacto. Eres lo único que tengo de mi vida humana, Taehoon.
—¿Qué gano yo con eso? Me estarías llevando a una casa en la que hay vampiros y cambia-formas que apestan a perro por todos lados, oh y que además están esperando su muerte a manos de los Vulturi.
—No están esperando su muerte...
—¿Qué te asegura de que ese tan querido hijo tuyo no intentará convencerme en el momento que pise tu casa y que sea una molestia todo el tiempo? Sabes que no me gustan las personas molestas.
Carlisle observó su rostro, tenía la misma expresión tierna y aniñada que siempre había hecho durante su vida humana. Al menos eso no había cambiado.
—Cuando la nieve cuaje, nosotros marcharemos a enfrentar a los Vulturi mientras tú te quedas en mi casa. No tendrás que luchar por nadie, ¿te parece?
Taehoon lo miró de arriba abajo, su barbilla en alto y su espalda recta para darle a entender al rubio que su orgullo aún estaba dolido.
—Más te vale dejarme cazar a quien me de la gana y no ponerme restricciones.
El contrario suspiró vagamente y, sin más remedio, asintió.
Al menos volvía a Forks junto a él.
Taehoon tomó sus pertenencias nuevamente y salió del lugar bajo la atenta mirada de Carlisle. No sabía porqué se había dejado convencer tan rápidamente, pero observar el caos que se formaría con los Vulturi mientras él estaba tranquilamente en el hogar de los Cullen pasando el rato no parecía tan mala idea. El rubio lo seguía de cerca mientras se dirigían al exterior. Un coche bastante moderno de color negro se encontraba frente a la construcción, el olor a otros dos vampiros llegó a sus fosas nasales. Del asiento delantero emergió una mujer de achocolatado cabello y rostro en forma de corazón, una sonrisa cálida en sus finos labios y un porte recto.
—Taehoon, ella es Esme, mi esposa.
Los orbes escarlata la analizaron, la mujer sonrió en su dirección y lo único que pudo hacer el asiático fue asentir. Se sintió incómodo ante la noticia del matrimonio de Carlisle. Hablando de éste último, se había acercado al coche y esperaba que él también lo hicieran.
—Quiero ir adelante.
—¿En el coche?
—También puedo correr —dijo, dándose media vuelta.
—¡No! —exclamó—. Siéntate donde quieras.
Taehoon se adentró en el coche y vio a un desaliñado vampiro de cabello negro que sólo había visto una vez.
—¿Tú también? —cuestionó el asiático.
—Carlisle tiene una buena convicción —susurró Alistair.
Taehoon no tuvo otra opción que estar de acuerdo con él.
—No hace falta que jures eso.
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