Capítulo 16



120 SEGUNDOS ANTES DEL ENCUENTRO

Bella juntó ambas cejas, demostrando cuán confusa se encontraba ante las palabras de su hija.

Y no era la única.

El grupo de vampiros que la rodeaban se encontraban igual de confusos.

—Renesmee, ¿a qué te refieres con Tío Tae? —cuestionó con voz suave hacia su hija—, ¿quién es ese?

La hibrida miró a su madre, arrugando su pequeña nariz mientras la miraba cómo si se hubiera vuelto loca.

—¿Por qué me preguntas quién es tío Tae? Mami, estuvo aquí antes de que vinieran los Vulturis —dijo en tono lastimero.

—Cielo, no conocemos a ningún tío Tae —explicó la neófita.

Los ojos de Renesmee se llenaron de lágrimas, su labio inferior comenzó a temblar y el llanto amenazaba con empezar.

—¿Cómo que no lo conocéis? —murmuró.

—Nunca hemos conocido a ningún Taehoon —explicó Esme, acercándose a su lado y colocando su mano en la espalda de la niña para darle suaves caricias de forma tranquilizadora.

—Pero, pero yo os oí hablar con él, y también lo vi llegar cuando los abuelos lo trajeron aquí —sollozó—, y también he estado con él... le pedí que me hiciera un muñeco de nieve y dijo que no, ¿por qué estás diciendo que no conocéis a ningún Taehoon?

Alice se acuclilló junto a su sobrina y le mandó una sonrisa amable.

—Nessie, se acordarán de él, dales tiempo, ¿si? —susurró hacia ella. La niña asintió. Con las mangas de su ropa limpió los restos de lágrimas que descansaban en su rostro—. Muy bien.

90 SEGUNDOS ANTES DEL ENCUENTRO

—¿Por qué mi hija pregunta por ese vampiro? —gruñó Bella hacia la vidente.

—¡Porque ha funcionado otra vez! —exclamó, se podía notar cuán feliz se encontraba la vampiro.

—¡¿El qué ha funcionado?!

—Alice —llamó el lector de mentes. La aludida miró hacia él, sus ojos brillando—, ¿es eso cierto? ¿lo que acabo de leer?

Su cabeza se movió de arriba a abajo de forma rápida y afirmativa.

—Por supuesto que lo es.

—Entonces... —Edward miró a Esme, quien se había situado junto a Carlisle y agarraba su brazo con suavidad. Apartó la vista y la volvió a centrar en Alice—, ¿eso también es cierto?

La vampiro hizo una mueca con sus labios y asintió.

—Sí, lo es.

60 SEGUNDOS ANTES DEL ENCUENTRO

—¿Y estás segura de que será lo correcto?

—No sé si será lo correcto, pero sé que será lo mejor para ellos —explicó.

—Tus visiones no siempre son exactas, Alice.

—Lo sé. Pero ésta lo es.

Emmett interrumpió la conversación que ambos vampiros con dones especiales tenían.

—De acuerdo, de acuerdo, basta de charlas secretas. Yo también me quiero enterar del chisme, así que contadlo para todos.

40 SEGUNDOS ANTES DEL ENCUENTRO

Alice miró a Emmett y sonrió, elevó ambas manos y le indicó que se tranquilizará y fuera paciente.

—No hace falta desesperarse —dijo ella—, lo podréis ver enseguida.

En ese momento, Edward —quien estaba al pendiente de porqué Jacob no había entrado detrás de su hija— se enderezó de golpe y abrió sus ojos un poco más. A su mente llegaron los pensamientos del cambia-formas, pero también pudo escuchar otros distintos, unos pensamientos que provenían de una voz vagamente familiar pero que estaba seguro que desconocía.

—¿Es él? —preguntó en voz alta hacia su hermana.

20 SEGUNDOS ANTES DEL ENCUENTRO

La estancia fue rodeada por un desconocido aroma; era un aroma suave, llamativo y sumamente atrayente. Olía a azahar y algodón, un aroma que transmitía una sensación de paz indescriptible, fue como si les devolvieran toda su vitalidad. Carlisle se llevó una mano a su rostro y cubrió su nariz disimuladamente, aturdido ante el repentino golpe que le había dado aquel olor. Edward lo miró y confirmó su teoría sobre lo que había leído en la mente de su hermana Alice.

10 SEGUNDOS ANTES DEL ENCUENTRO

Tanto el clan Denali como el clan Cullen miraban hacia la entrada, curiosos y expectantes por saber quién sería el portador de tal aroma. Renesmee sostenía la mano de su madre y apretaba ésta con entusiasmo mientras le daba pequeños tirones a su vez. Bella se extrañó por el comportamiento de su hija —más de lo que hacía con anterioridad—.

—Cinco segundos —susurró Alice tan bajo que sólo Jasper a su lado la pudo escuchar.

La puerta principal volvió a abrirse y el olor a lobo los sorprendió. Jacob se hallaba de pie bajo el marco de la puerta; sus dos metros de altura traspasaban la altura de ésta por lo que tuvo que agachar la cabeza ligeramente para poder pasar. Dio un paso al frente y se adentró con confianza para situarse junto a Renesmee.

En cuanto la alta figura del lobo se movió, se pudo visualizar una esbelta silueta de altura menor que la del cambia-formas pero aun así alta. La figura poseía largas y rectas piernas, hombros anchos y delgada cintura que eran perfectamente marcados por un traje de color blanco acompañado por una camisa negra que contrastaba el atuendo y que le proporcionaba el aspecto de un ángel. Pero a pesar de parecer uno, sus brillantes y rasgados ojos rojos les demostraban que no era así, y que aquel desconocido era un vampiro al igual que ellos. Tenía el cabello negro, tan negro como el carbón, y largo hasta pasar sus orejas, lo llevaba suelto y los suaves mechones de cabello caían desinteresadamente a ambos lados de su rostro; sus labios ligeramente abultados y de un tono rosado pálido, cejas abundantes, nariz grande y mandíbula marcada.

Bella recordó la primera vez que vio a Edward y cómo lo había comparado con una escultura, un dios griego, ahora veía a aquel vampiro y llegó a pensar lo mismo. Ese vampiro era como una escultura, tan real pero con una belleza nada igual a lo que se hubiera visto en ese mundo. Era digno de admirar.

Renesmee soltó su agarre y corrió entre risas hasta la puerta, deteniéndose frente al vampiro y abrazando su cintura con sus delgados brazos. Bella estuvo a punto de ir tras ella, pero sus palabras la hicieron detener.

—Mira mami —llamó a la neófita—, éste es tío Tae.

El asiático vampiro bajó la mirada y la centró en la niña que lo abrazaba sin vergüenza alguna. Deshizo el agarre de sus brazos y le dio media vuelta, dándole un suave empujón en su espalda para que volviera junto a su madre.

Bella se extraño y agarró a su hija, colocándola detrás de ella de forma protectora ante la actitud reacia del vampiro a que su hija lo abrazara.

—Carlisle —llamó Alice con una sonrisa.

—¿Sí? —preguntó éste. Aún seguía algo aturdido por el aroma, más aún cuando éste se había hecho más fuerte cuando el vampiro entró a su hogar.

—¿No vas a darle la bienvenida a nuestro invitado?

El doctor pareció reaccionar en ese instante; su espalda se puso recta y adoptó su natural porte elegante. A pesar de no conocer al vampiro y no saber cuál era la razón de que él estuviera aquí, era un invitado que Alice y Jasper habían traído y debían tratarlo con amabilidad.

—Claro, sí, cierto, culpa mía —se disculpó.

Tomando una bocanada de aire que para su mayor tortura provocó que el aroma se volviera más intenso, elevó la mirada y el color dorado de sus ojos se clavó en el color escarlata de los del contrario.

Carlisle se congeló y sus manos temblaron ligeramente ante el contacto visual. Los rojizos ojos de aquel vampiro poseían una intensidad que jamás había visto en alguien, ni siquiera Aro poseía tal intensidad en sus ojos y eso que era un rey tan despiadado y cruel como ningún otro; Aquellos ojos parecían mostrar infinidad de cosas, algunas desconocidas para alguien tan simple como él, parecían saber más de lo que alguien sería capaz de recordar. Parecía que podía saber hasta el último y más oculto de sus secretos.

Por primera vez en sus trescientos años, Carlisle se sintió intimidado y aquello provocó que diera un paso hacia atrás.

El vampiro no se movió, y el cuerpo de Carlisle gritó que quería darse media vuelta y desaparecer pero su mente le pedía que avanzara hacia él y lo encarara como alguien normal y que dejara de hacer el ridículo frente al resto. Los ojos del contrario se movieron lentamente por su rostro, como si analizara cada facción, rasgo y emoción que poseía Carlisle: pasó por su frente, sus cejas, los dorados ojos que poseía, su puntiaguda nariz, sus labios finos y su mentón; siguió mirando su cuello, las cejas del asiático se arrugaron cuando lo vio tragar saliva y elevó apenas la comisura de sus labios en una expresión conforme. Luego, sus ojos volvieron a clavarse en los suyos.

Carlisle se sentía aturdido, era una sensación que no había experimentado, o al menos era una sensación que no recordaba haber experimentado. Apretó sus manos, formando puños y provocando que éstas dejaran de temblar cual chihuahua asustadizo, y aguantó la respiración cuando se acercó un par de pasos más hacia el vampiro.

—Déjeme darle la bienvenida a nuestro hogar. Alice lo ha traído así que siéntase como en su propia casa —habló rápido para evitar que su voz temblara. El aroma estaba justo frente a él y aquello lo hizo descolocar, pero mantuvo la compostura y estiró su pálida mano hacia el recién llegado—. Mi nombre es Carlisle Cullen.

Los rojos ojos del vampiro bajaron y se clavaron en la mano que se estiraba frente a él. Giró la cabeza y miró a Alice. «¿Estás segura?», fue lo que Edward escuchó preguntar gracias a su don. Más como si fuera Alice quien poseía aquella habilidad, ella asintió y elevó ambos pulgares de forma afirmativa. El asiático asintió y se detuvo a observar todos los rostros presentes antes de actuar, asegurándose de que no dejaba a nadie fuera del círculo. Cuando se giró nuevamente hacia Carlisle, éste estaba a punto de dejar caer su mano, pero él la sostuvo con fuerza y la rodeó para corresponder el apretón. Aunque el doctor se sorprendió, no deshizo el agarre.

—Taehoon —se presentó—, soy Taehoon Park.

—Ahora —indicó Alice.

Taehoon apretó el agarre que tenía en la mano de Carlisle y tiró suavemente para acercarlo un par de pasos a él. El doctor Cullen se sobresaltó ante lo repentino del movimiento e intentó alejarse de él, más el agarre que tenía en su mano era demasiado fuerte como para poder quitarlo con facilidad. A su alrededor comenzó a oír el alboroto; los presentes podían ver el suave destello proveniente de sus manos entrelazadas y la luz los alarmó.

—¡¿Qué está haciendo?! —chilló Kate mientras se ponía de pie y se colocaba de forma protectora frente a Garrett, Tanya, Carmen y Eleazar, sus manos emitían brillantes líneas eléctricas que indicaban que atacaría al vampiro si así fuera necesario.

—¡Kate, no hagas nada! —exclamó Alice en respuesta—, ¡no os hará daño! Sino no lo hubiera traído aquí.

—¡¿Qué está haciendo con Carlisle?!

—Está intentando reparar algo que, en primer lugar, no debería haber hecho —explicó Edward, quitándole el turno de palabra a su hermana adoptiva y ganándose la confianza de los presentes. Al fin y al cabo, era él el lector de mentes.

—Pero, ¿qué está haciendo? —preguntó Esme, alarmada. Estaba viendo a su esposo ser sometido a un don que no conocían, pero también confiaba en Edward lo suficiente como para no correr a entrometerse.

—Taehoon lo explicará una vez que termine —aseguró Alice.

Carlisle se había visto envuelto en una nube negra, todos a su alrededor habían desaparecido y sólo quedaban ellos dos en el lugar mientras se tomaban de la mano. Frente a él sólo tenía aquellos ojos rojos que parecían no dejarlo ir, hipnotizantes, tan sumamente hermosos como un par de hermosos rubíes. No podía despegar la mirada de él y lo único que podía hacer era dejarse llevar.

El vampiro frente a Carlisle pestañeó. Un solo pestañeo. De repente, todo a su alrededor cambió y la nube negra que lo rodeaba se había convertido en una estancia que conocía a la perfección: el salón de la casa de su infancia, sin embargo en esa estancia no había nadie y la penumbra los rodeaba. Carlisle giró su cabeza y miró hacia todos lados cuando la mirada de Taehoon se lo permitió, sin embargo su agarre se hizo aún más fuerte en su mano para asegurarse que no iba a ningún lado.

Se escucharon dos pares de pasos y algunos golpes fuera de la puerta principal, algunas risas y cantes extraños que demostraban cuán fuera de sí estaban las dos personas en el exterior. La puerta se abrió de golpe y por ella entraron dos adolescentes, uno asiático de cabello negro y otro británico de cabello rubio. Eran ellos con aspectos mucho más joven, sin embargo el Carlisle ahí presente no recordaba haber conocido a alguien como Taehoon Park.

—Cuidado —susurró un joven Carlisle Cullen.

La risa del Taehoon de dieciocho años retumbó en la sala, causando que su acompañante suspirara.

—Creo que debería... hip... elegir pareja —dijo Taehoon entre hipo por culpa de la borrachera—. Mi padre cree que me quedaré sólo como un perro si no encuentro mujer, ¡tonterías, es mejor estar solo! —chilló antes de reírse estruendosamente.

—Shhh —chistó el rubio—, deja de gritar, alertarás a los vecinos, Tae.

Carlisle tiró de su brazo, colocándolo nuevamente sobre sus hombros y comenzando a dirigirlo hacia su habitación. Taehoon no colaboraba en lo absoluto, seguía cantando y haciendo pasos extraños mientras se aferraba a su mejor amigo. De un instante a otro, uno de sus libros que había quedado tirado por el salón se interpuso en su trayecto, causando que ambos cayeran al suelo de golpe. Carlisle se quejó, habiendo recibido la mayor parte del impacto gracias al suelo y al cuerpo que había quedado sobre él entre sus piernas.

Taehoon elevó su cabeza algo confundido.

—Eso duele —se quejó al haberse golpeado con el pecho de Carlisle.

Volvió a bajar la cabeza rápido, pegando su frente al pecho frente a él y preparándose para dormir.

—Tae, ¿estás bien?

—Hm-mhm —asintió.

—Oye, no te duermas —susurró alto, dándole suaves golpes en la mejilla.

Taehoon se giró un poco, colocando ambos brazos junto a la cabeza de Carlisle para darse impulso y elevarse, y así poder observar de frente el rostro de su amigo.

Y sonrió.

Carlisle se encontró de lleno con la imagen de un sonriente Taehoon; sus mejillas habían adoptado un ligero tono rosado debido al calor y sus ojos se encontraban cristalizados gracias al alto exceso de alcohol.

—Carly... —ronroneó—, quiero dormir.

El rubio adolescente se tensó, su cuerpo quedó estático ante el tono de voz y el apodo que había utilizado en ese instante.

Y pareció olvidarse en dónde estaba y con quién estaba.

Con sus templadas manos agarró las rosadas mejillas de Taehoon y lo acercó rápidamente a él, juntando sus labios con los del asiático en un simple roce de labios.

Por varios instantes, nada parecía seguir el transcurso normal del tiempo, era como si todo estuviera en pausa y sólo ellos dos existieran. Pero las cosas buenas tienen un tiempo limitado, y el suyo fue la puerta principal abriéndose y dejando pasar a sus padres.

El señor Cullen y el señor Park no podían salir de su asombro, ¿acaso estaban viendo bien?

El señor Park fue el primero en acercarse y sacar a su hijo de encima de Carlisle con una patada poco delicada. Taehoon rodó por el suelo y chocó contra un sillón, el golpe provocó que comenzara a reír. El rostro de Carlisle demostraba el pánico y agradecía que no hubieran encendido las luces y sólo se guiaran por la penumbra en ese instante o lo hubieran podido notar. Cuando escuchó la risa de su amigo, él también se rió tontamente para disimular.

—¿Qué demonios? —escuchó preguntar a su propio padre.

—Están borrachos como cubas —dijo el padre de Taehoon con un deje de asco—, ni siquiera se han dado cuenta que no estaban besando a ninguna damisela.

—¡Por Dios, no los dejaré beber solos nunca más! —exclamó el señor Cullen furioso.

Carlisle dejó de ver la reproducción del recuerdo cuando una risa sin gracia se escuchó a su lado. Al girarse se encontró con los ojos de aquel vampiro que le sostenía la mano y le mostraba aquello.

—¿Por qué estás inventando esto? ¿qué es lo que quieres de mi familia? —cuestionó el doctor.

Taehoon arrugó sus cejas y lo miró, incrédulo.

—Tiene gracia que digas que yo estoy inventando esto cuando las imágenes salieron de tu propia mente —se burló.

—No te conozco —siseó.

—¿No me conoces?

—No.

Taehoon dio un tirón a la mano sostenida y lo volvió a acercar a él aún más, una sonrisa burlesca y altanera cruzaba su rostro.

—Me parece que va siendo hora de que recuerdes qué es inventado y qué no —susurró.

El vampiro lo empujó con sus manos unidas, el destello que emanaba de su agarre se hizo algo grande y la imagen reproducida a su alrededor desapareció, siendo sustituida por la usual vista de su casa y su familia junto al clan Denali. Carlisle notó su mano temblar y pudo ver el verde agua del destello agrandarse y comenzar a rodearlos. De golpe, sin preparación alguna, el destello pareció explotar y los cegó por completo. El dolor atacó la parte trasera de sus cabezas como un pinchazo. Quejidos y maldiciones se escuchaban por todo el lugar.

Alice corrió hasta Taehoon cuando éste dejó ir la mano de su padre adoptivo y tiró de él para colocarlo a su lado, junto a Jasper, Renesmee y Alistair mientras el grupo de vampiros recuperaba lentamente los recuerdos que se le habían sido arrebatados.

—¿Estás bien? —preguntó la vidente hacia el asiático.

Las manos de Taehoon temblaban y un ligero dolor se podía notar en sus extremidades debido al poco uso que su don aún tenía.

—Nada que no pueda soportar. No te preocupes, pequeña —dijo que forma cariñosa.

Alice sonrió aniñadamente en respuesta.

En cuanto los quejidos pararon y el silencio los volvió a rodear, los ojos de habían dejado caer en el grupo de cuatro vampiros y una hibrida que los miraban.

—¡OH DIOS MÍO! —el grito en el salón retumbó como si hubiera salido directo de un altavoz. Taehoon no tuvo tiempo a reaccionar cuando el cuerpo de Kate se lanzó sobre él y lo abrazó como un koala—. ¡Maldito imbécil, cómo se te ocurre no decirme que éste era tu don!

Taehoon separó el abrazo, dejando que Kate siguiera con sus piernas entrelazadas en su cintura, y rió.

—También te he echado de menos, Kate.

—¿Cuánto has borrado? —cuestionó Jasper.

—No he borrado nada, sólo he devuelto —se limitó a decir.

Jasper asintió.

—No puedo explicarte cuánto me alegro de verte, amigo mío, pero eso que está aferrada en tu cuerpo es mi chica y debo admitir que soy algo celoso —la voz de Garrett hizo que Kate se bajara mientras bufaba divertida.

El ex-nómada se acercó a Taehoon y lo abrazó con fuerza, fuerza que él mismo correspondió.

—Es bueno volver a tenerte —murmuró.

—Ni siquiera pienses volver a hacer una estupidez así de grande —regañó.

—Nunca más.

Garrett se separó y se hizo a un lado, juntándose con Kate y abrazándola.

Taehoon se encontró con la mirada curiosa de Bella.

—¿Algo que preguntar, neófita?

—¿Cómo pudiste utilizar tu don en mi? Soy un escudo...

—Mi don parece funcionar de una forma extraña —admitió—. No estoy muy seguro aún de cómo, pero soy capaz de hacer olvidar a cualquiera de que siquiera posee un don, un escudo o bloqueo no me afectaría. Ojalá pudiera decirte porqué.

—Por eso pudiste escapar —dijo Edward—, pudiste traspasar también el escudo de Aro, Renata, y ella también te olvidó.

Taehoon asintió.

—De todas formas, me alegro que hayas podido controlarlo y estés aquí otra vez —se sinceró Edward.

El asiático le dio las gracias antes de girarse y encarar a la única persona a la cual le costaba mirar:

Esme.

Los dorados ojos de la fémina habían pasado de la brillante confusión de antes a la cansada desolación. Taehoon hizo una mueca con sus labios y dio un paso al frente dubitativo.

—Lo siento —murmuró de una manera tan sincera que fue imposible decir que podía llegar a estar mintiendo.

Esme se apresuró a acortar la distancia entre ellos y tomó su rostro entre sus pequeñas manos para obligarlo a mirarla.

—No tienes porqué disculparte —sonrió, aunque aquella sonrisa no llegaba a sus ojos—. Nunca te disculpes por lo que no es culpa tuya, Taehoon. Lo supe desde el momento que nos conocimos que no sería su todo, peor aún así me quedé. Si alguien tiene la culpa en todo esto, somos nosotros pero tú no.

—Quise poder solo haceros recordar mi existencia y no eso pero no lo controlo demasiado bien —se lamentó.

Esme lo abrazó, la diferencia de altura se hacía tierna pero incluso así la vampiro emitía un aura maternal bastante fuerte.

—Los sentimientos no son fáciles de olvidar —susurró sólo para él—, por más que lo hubieras hecho olvidar, hay cosas que surgen solas de manera natural.

—Pero yo no-

—Por más que tú no sientas nada, él volvería a enamorarse de ti una y otra vez —siguió susurrando—. Lo entenderás cuando te enamores, Taehoon. Los sentimientos son algo que van más allá de un don.

—Lo siento.

—Vuelve a disculparte otra vez y te echo de mi casa —amenazó con una sonrisa.

—Lo siento —Esme elevó una de sus finas cejas y Taehoon se corrigió—. ¡Perdón! Ay, dejémoslo.

Esme sonrió aún más grande y se terminó por separar de él.

Ahora sólo quedaba una persona la cual enfrentar.

Carlisle se encontraba de pie en donde lo había dejado, sus dorados ojos estaban clavados en la mano que había sido sostenida por él minutos atrás. Una pequeña sonrisa triste se instalaba en su rostro.

Taehoon escuchó a Alice moverse detrás de él.

—Muévanse. Todos fuera, ¡sin hacer ruido! —susurraba hacia el resto de vampiros mientras les indicaba la salida para dejar a Carlisle y Taehoon solos.

Taehoon caminó hasta uno de los sillones y se sentó en él tranquilamente, esperando a que su viejo amigo de la infancia se dignara a sentarse y así poder hablar de una vez como dos personas adultas normales.

Carlisle tardó otros cinco minutos en reaccionar y acercarse al lugar en donde el asiático se encontraba. Se sentó en el sillón enfrente y lo miró, decidido a no apartar la vista, pero la mirada de Taehoon seguía siendo muy intensa incluso para él, y más ahora que el pelinegro sabía lo que había ocultado durante tantos años.

—Bien —la ronca voz de Taehoon se escuchó—, va siendo hora de que terminemos con esto, ¿no crees?

Carlisle miró la ventana brevemente y pudo ver a Emmett intentando ocultarse entre los altos árboles para espiar fallidamente.

—Sí —accedió Carlisle—, terminemos con esto.

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