Capítulo 14


Era un día bastante frío en Forks. La nieve aún no se había derretido, por lo que el pueblo se hallaba cubierto por el grueso manto blanco que había caído días atrás.

En lo más profundo del bosque, exactamente en una pequeña cabaña de madera, rústica y muy acogedora que se ocultaba entre grandes porciones de rocas, se encontraban dos vampiros de dorados ojos que miraban hacia el exterior, cada uno sumido en sus propios pensamientos.

Edward Cullen no podía quitarse de la cabeza la imagen del rostro desesperado de su hermana, Alice, antes de marcharse. Su mente gritaba que no quería que le preguntaran absolutamente nada sobre adónde iría o del porqué se iría. Desde que se había marchado, una extraña sensación de había apoderado de su cuerpo, era como si faltara algo.

Los delgados brazos de su mujer abrazaron su cintura por la espalda, Bella intentó con todas sus fuerza apoyar su mentón en el hombro de su esposo pero él seguía siendo demasiado alto para su baja altura. Edward sonrió divertido y se giró para encararla.

—¿Qué sucede? —cuestionó la fémina con una expresión preocupada—. Has estado mirando la copa de los árboles durante dos horas seguidas.

Edward negó con la cabeza, sus cobrizos mechones cayendo sobre su frente.

—No es nada serio —admitió—. Es sólo que tengo una sensación extraña desde que se fue Alice. Es como si faltara algo, como si nos estuviéramos olvidando de algo.

Bella lo miró por un instante; giró la cabeza hacia la figura de su hija, suspiró, volvió la atención a su marido y, por último, rió ligeramente.

—¿Olvidándonos de algo? ¿Cómo podría ser eso?

—¿Suena ridículo, cierto? —se rió él también de sí mismo—. Pero no puedo evitar tener esa sensación, y me está frustrando demasiado.

Bella estiró sus manos y masajeó sus hombros con suavidad. Poniéndose de puntillas, dejó un casto beso en los labios de su marido.

—Intenta no estresarte mucho por eso, ¿está bien? Seguro no es nada y Alice estará de vuelta enseguida.

—Tienes razón —admitió. Edward dejó escapar el aire que había inhalado para seguir fingiendo la acción de su respiración. Dio un breve vistazo hacia fuera y se separó de Bella—. Debo ir a comprar comida para la cena. Has dicho que Charlie vendría con Sue, ¿no? No queda mucho tiempo para que puedas pasar con él antes que debamos marcharnos, así que pasemos una buena noche.

—¿Quieres que te acompañe?

Edward se negó.

—No hace falta. Iré con Esme, luego regreso.

El vampiro dejó un rápido beso en la frente de las dos chicas de su vida y se fue del hogar.

Bella llevó su mano hacia su cabello y lo despeinó con rabia. Suspiró y se acercó a la pequeña biblioteca del lugar. Alice, nuevamente, volvía a utilizar los libros para comunicarse.

—Mami —escuchó llamar a su hija.

La neófita se giró y miró a la hermosa híbrida que había dado a luz.

—¿Qué sucede, pequeña?

—¿Por qué le mientes a papá? —cuestionó.

—No le estamos mintiendo, Renesmee. ¿Recuerdas lo que tuvimos que hacer cuando los Vulturis venían hacia aquí? —la menor asintió sin dudarlo—. Pues debemos hacer lo mismo otra vez. Así que no pienses en ello, ¿de acuerdo? Intenta olvidarlo.

—Está bien —respondió obediente—. La tía Alice volverá pronto?

—Antes de lo que crees.

La neófita abrió el pequeño libro en sus manos y observó la arrugada hoja en su interior con la perfecta caligrafía escrita en ella.

«Asegúrate de que todos se encuentren en casa el 3 de marzo. Intenta contactar al clan Denali sin que nadie se entere.

Regresaremos ese día.

Nadie salvo tú debe saberlo.

Cuídate.»

Bella no tenía ni idea de porqué quería reunirlos a todos. Pero al fin y al cabo nunca era predecible saber lo que Alice tramaba.

Lo único que podía hacer era lo pedido por la vidente y esperar a ver qué sucedía en la fecha acordada.













[•••]














27 DE FEBRERO, 2007

96 HORAS ANTES DEL ENCUENTRO


—Esto no va a funcionar —se quejó Alistair.

—Sí lo hará. Deja de ser tan pesimista —regañó Alice.

El nómada vampiro la fulminó con la mirada. Su rojizos ojos clavados en ella como dagas mientras su rostro demostraba la disconformidad ante la situación.

Taehoon se encontraba sentado junto al marco de la puerta, frente a él una humana de avanzada edad miraba distraídamente hacia la pared. Sus arrugadas manos eran sostenidas por las pálidas y frías manos del vampiro que la acompañaba; un suave destello verde agua emanaba de la unión.

—No tiene mal aspecto —dijo el asiático.

—¡Eso es lo que digo yo! —exclamó Alice—. Jasper, ¿qué opinas?

El aludido los miró a los tres antes de girarse hacia Alistair y aguantar la risa que quería escapar de su boca.

—Alice, ma vie, no creo que a Alistair le sienten bien las faldas. Creo que tiene una mente más conservadora acerca de su vestimenta.

La fémina abultó sus labios y se cruzó de brazos, claramente ofendida.

—¡Pero si luce bien!

—¡No lo hago! ¡Yo sólo acepté a llevar un traje!

Taehoon sonrió, negándose a entrometerse en la discusión de Alice y Alistair sobre la ropa que la vampiro más joven compraba a diario. Habían pasado varias semanas desde que llegaron, y había sido así desde el segundo día que pasaron juntos. Siempre eran dos las situaciones que se daban: Alice trayendo un nuevo humano al lugar con el que Taehoon se dedicaba a practicar ese día, o Alice trayendo centenares de ropa para experimentar con ellos como si fueran maniquíes.

A pesar de la falta de costumbre en la situación, el ambiente era bastante agradable.

Por otra parte, el don de Taehoon avanzaba sin detenimiento alguno. Los consejos de Jasper habían ayudado en su mayor parte en el tema del control. Y también se habían dado cuenta de la gran inteligencia y facilidad de deducción que poseía el vampiro; su habilidad avanzaba casi como Jasper había predicho y eso había sido como quitar un gran peso de sus hombros.

—Taehoon, ¿cómo lo llevas? —cuestionó Jasper.

—El alzheimer de Hillary estaba más avanzado que los del resto de humanos que habéis traído —informó—. He conseguido obtener los recuerdos que, aunque casi inexistentes, aún están ahí. Pero hay algunos que han sido imposibles de recuperar, como el nacimiento de su hijo mayor o el fallecimiento de su madre.

—¿Algún avance en la devolución de los recuerdos? —cuestionó esta vez Alice mientras luchaba contra Alistair quien se quería deshacer del (en su opinión) maravilloso atuendo que había escogido para él.

Taehoon negó. La clara expresión derrotada abarcando todo su rostro.

—Ninguno. Estoy empezando a dudar que pueda devolver nada.

—Aún nos quedan cuatro días —ánimo la pequeña vampiro—. Tengamos algo de esperanza, ¿si?

—Supongo que es lo último que nos queda.

—Ay, de verdad, ¿tenéis que ser tan pesimistas? —se quejó Alice—. Alistair que no aprecia mi ropa, tú que no tienes fe en ti mismo y Jasper que sigue diciéndome que nos vamos a quedar sin ancianos que traer. ¡Arruináis mi entusiasmo!

El asiático se enderezó y dejó con cuidado las manos de Hillary sobre sus propias rodillas. Se levantó, limpiando con una de sus manos los restos de polvo en su pantalón antes de acercarse a Alice con una diminuta sonrisa en el rostro. Taehoon la abrazó fuertemente, zarandeándola ligeramente y Alice quedó oculta en el pecho del vampiro mayor, tal y como si fuera una niña. Era una imagen fraternal bastante conmovedora.

—Discúlpame —dijo sincero—. Sólo que no tenemos mucho tiempo antes de volver y es algo tedioso no saber si realmente podré lograrlo. Además, si volvemos y no puedo hacerlos recordarme sería algo extraño, por lo que no regresaré contigo si esto no funciona.

—Lo entiendo. Supongo que tendré que buscar alguna excusa sobre porqué los mandé a llamar si tú no vienes con nosotros.

—Siempre puedes inventar que traías un peculiar vampiro pero que logró escapar cuando regresabas —Taehoon se encogió de hombros mientras decía aquello—. En cierto modo es verdad.

—Tendré que volver a cantar el himno nacional en doce idiomas para ocultárselo a Edward —se lamentó la fémina.

—¿Volver a cantar?

—No sólo recito libros en otros idiomas cuando quiero ocultar algo. También creo mi propio concierto en mi mente o reproduzco alguna película que haya visto. Hubo un año que reproduje en mi mente Grease durante tres semanas seguidas. Creo que Edward hasta se aprendió la coreografía de las canciones.

Taehoon sonrió, sin embargo la sonrisa no llegó hasta sus ojos.

En las últimas semanas había pensado. Había pensado mucho. Y había llegado a la conclusión de que si era capaz de devolverles los recuerdos a las personas, también cabía la posibilidad de que fuera capaz de devolverles ciertos recuerdos específicos. Si aquello era posible lograrse, Taehoon sería capaz de devolverles los recuerdos sin la necesidad de hacerles recordar la confesión de Carlisle en el claro y le ahorraría una conversación incómoda, un corazón roto y una familia destruida. Además de que recuperaría a Kate y Garrett, y, quizá y solo quizás, aceptaría la oferta de Kate sobre unirse al clan Denali.

—Jasper —llamó al rubio. Éste lo miró atento. Curiosamente, en los últimos días, el ex-soldado prestaba más y más atención a su persona—. ¿Tienes alguna otra idea que podamos usar para poder devolver los recuerdos?

—Uhm —murmuró—, bueno, sí he tenido una ligera idea pero dudo que estéis de acuerdo. Sobre todo tú, Taehoon.

—Involucra a Alistair, ¿no es cierto? —cuestionó Taehoon.

—¡¿Cómo es que siempre lo sabes?!

—Cada vez que dices que no estaré de acuerdo, significa que es una idea que lo involucra a él.

—¿Cuál es la idea? —preguntó Alistair.

Jasper dio un paso a la izquierda, alejándose disimuladamente de Taehoon en caso de que éste se enfadara.

—Bueno... he estado pensando que quizá no pueda devolverle los recuerdos a estos humanos porque no tiene un motivo real para hacerlo. Así que si hace que te olvides quién eres, podrá "despertar" esa habilidad porque no quiere perderte a ti también. Sería como un empujón directo.

Taehoon arrugó sus cejas, disconforme con aquella espantosa idea.

—Me niego/Hagámoslo —las voces de Taehoon y Alistair sonaron al mismo tiempo. Ambos pares de ojos rojos se miraron al mismo tiempo.

—¡Es un suicidio! —exclamó Taehoon.

—¡Es la única forma que tenemos de comprobar si realmente posees esa habilidad! —exclamó de vuelta.

—¿Qué? No, no lo es. Podemos seguir intentando con los humanos.

—Taehoon, tenemos cuatro días. Noventa y seis horas. Cinco mil setecientos sesenta minutos.

—¿Me vas a decir los segundos que nos quedan también? —preguntó furioso—. ¿Crees que no sé que tenemos poco tiempo?

—También podrías seguir practicando, yo fijé una fecha porque, en teoría, deberíamos haber terminado para ese entonces, pero hay más tiempo... somos inmortales —susurró Alice.

—¡Silencio, Alice! —exclamó Alistair.

—¡No le grites a la niña! —chilló un alterado Taehoon.

Jasper se frotó la sien con su mano izquierda mientras miraba a la anciana que seguía sentada en el suelo sin saber ni donde estaba.

—¿Podéis parar un segundo? —preguntó, utilizando su don para intentar mantenerlos calmados—. Fue solo una sugerencia. No sabemos si funcionará o no, pero al final la decisión es únicamente de Alistair.

—Pero si me niego a utilizar mi don en él, no habrá nada que hacer —Taehoon seguía negándose rotundamente.

Alistair se dejó caer en el suelo y apoyó su espalda contra la pared.

—Tae... —llamó suave. El pelinegro lo miró de reojo; su mentón en alto, sus brazos cruzados y la ceja alzada le indicaban que estaba algo molesto—. La decisión es mía. Quiero hacerlo. Quizá éste sea el empujón que necesitas, ¿no?

—No —se negó.

El nómada exhaló con cansancio.

—Escucha —comenzó a hablar otra vez—. Sé que es difícil para ti, lo entiendo, has perdido mucho. Pero si logramos que esto funcione, recuperarás mucho más de lo que tienes ahora. ¿No eso una buena razón para, al menos, intentarlo? Ya te he dicho que te considero un amigo y que no me importa hacer esto por ti. Si puedo ayudarte, lo haré. Y éste es el momento de ayudarte, Tae.

Taehoon se quejó y se abrazó a sí mismo.

—Realmente no quiero perderte, Alistair —murmuró bajo.

—Entonces utiliza esa razón para devolverme mis recuerdos una vez que me los quites —animó.

Los ojos de Taehoon se entrecerraron, haciéndolos desaparecer y formar medias lunas en su rostro.

—¿Y si no funciona? —el temblor se notaba en su voz. El miedo recorría cada parte del cuerpo del vampiro.

Taehoon tenía miedo de destruir lo último bueno que le quedaba, pero aquello que le quedaba también se quería sacrificar para intentar ayudarlo sin dudarlo.

—Si no funciona, al menos quiero decirte antes de eso que nunca he apreciado una amistad tanto como he apreciado la tuya.

—No estas ayudando. Me voy a volver a negar —se quejó Taehoon mientras daba un pisotón al suelo.

—Entonces en su lugar déjame decirte que eres un idiota y que deberías haber obligado a Carlisle a hablar contigo el día que estuvisteis solos en esa casa.

—¿Cuándo empezamos a borrarle los recuerdos? —cuestionó Taehoon al aire.

Alistair elevó la comisura de sus labios y se acercó al pelinegro, elevando una de sus manos y despeinando sin cuidado alguno los mechones oscuros del asiático.

—Realmente quiero serte de ayuda.

—Lo sé —admitió Taehoon—, y lo aprecio muchísimo aunque signifique que no puedas recordarme.

—Siempre podemos empezar una nueva amistad, ¿no es cierto?

Taehoon rió incómodo.

—Alistair... recuerda que me tiraste de un puente cuando nos conocimos.

—Cierto, pero ¿quien sabe? A lo mejor volvemos a formar una amistad otra vez.

—Puede ser —admitió.

Jasper interrumpió la charla.

—Entonces, ¿lo haréis? ¿Estás de acuerdo?

Taehoon lo miró brevemente antes de volver su vista a su nómada amigo. Éste asintió, dándole la confianza necesaria para aceptar.

—Eso creo.

—Genial, eso es genial —aplaudió Alice—, ¿empezamos ahora o esperáis a que devuelva a Hillary?

—Hillary no molesta en lo absoluto —comentó Alistair—. Aún quedan varias horas de luz, deja que disfrute algo más el estar fuera de ese geriátrico de mala muerte.

—Bien... ¿empezamos? —preguntó Alice.

Taehoon se quitó el abrigo y lo dejó a un lado; se arremangó la camisa hasta los codos, tomó una de las ligas del cabello que tenía Jasper, ató su pelo en una coleta baja y, finalmente, asintió hacia la pregunta de la vampiro.

Alistair se quitó aquella molesta falda que Alice le había obligado a ponerse, quedándose con sus usuales pantalones vaqueros y su viejas prendas de ropa. Enderezó su espalda y se colocó frente a Taehoon.

Los rojizos ojos de éste último se clavaron en su amigo, y sin tiempo para pensar, se abalanzó sobre él en un último abrazo. Alistair lo atrajo hacia sí mismo y palmeó su espalda de forma reconfortante. Ninguno de los dos sabía si aquello funcionaría, si sería la última vez que hablaran y se conocieran como en las últimas semanas o no, tampoco sabían si volverían a ser los mismos o todo terminaría aquel día, en aquel instante en aquel edificio a medio construir.

—Confió plenamente en ti —susurró en su oído—, pero en caso de que tu don no funcione de esa manera... gracias. Gracias por ser mi amigo y por estar junto a mi. Gracias por todo, Tae.

El abrazo de Taehoon sobre Alistair se hizo más fuerte.

—Deja de hacerlo sonar como una despedida —dijo con voz gangosa—. Te prometo que haré todo lo posible por intentar que todo vuelva a la normalidad.

—Te creo —dijo Alistair—. Sé que serás capaz de conseguirlo. Creo inmensamente en tu propia fuerza.

El pecho de Taehoon dolía. Jasper pudo sentir la tristeza, el miedo y la angustia pero, sobre todo, pudo sentir la desesperación proveniente del asiático.

—Tienes demasiada confianza en mi —se rió tristemente—, más que la que me tengo yo mismo.

—Eso es porque veo potencial en ti, amigo mío —dijo para animarlo.

—¿Sabes que te quiero, no? Te has convertido en un hermano para mi en muy poco tiempo.

—Suena a confesión de amor —bromeó Alistair.

Taehoon se separó de él y golpeó su hombro con el puño.

—Estoy intentando despedirme de forma linda y no me dejas hacerlo.

—¿No dijiste tú mismo que no tengo que sonar como si me estuviera despidiendo? ¿Por qué dices ahora que te estás despidiendo?

—¡Porque ya no sé qué hacer! Te estabas despidiendo y sería bueno despedirme yo también... no sé —dijo.

Alistair colocó sus manos sobre los hombros de Taehoon y sonrió.

—Dejemos ya el aura triste. Si todo sale bien, esto no es ni mucho menos una despedida. Así que, venga, pongamos manos a la obra.

—¿Estáis listos, chicos? —preguntó Alice, colocándose a su lado.

—Sí —asintió Alistair con confianza, estirando sus manos y colocándolas frente a Taehoon.

Taehoon miró sus propias manos y con lentitud agarró las de Alistair. Luego asintió.

—Listo.

—Con suerte todo saldrá bien —animó la vampiro.

—Solo nos queda esperar y ver —completó Jasper.

Taehoon cerró sus ojos con lentitud, intentando visualizar en su mente la imagen que tenía en frente. Cuando lo logró, volvió a abrir sus ojos y se encontró con el mismo tono rojizo que el suyo en los iris de Alistair. Éste lo miraba con una mirada decidida, indicándole que no se arrepentía y que quería que continuara con su hacer. Taehoon le mantuvo la mirada, ambos sin pestañear mientras que el asiático sentía la fuerza dirigirse hacia la punta de los dedos de sus manos. El destello volvió a pronunciarse en la estancia, la imagen se oscureció y solo quedaron Alistair y él en ella. El nómada aún sonreía confiado en su dirección.

Taehoon suspiró y comenzó.

El primer recuerdo que llegó a él de Alistair fue en una finca. En ella habitaban un joven Alistair, su madre y sus hermanas. El humano chico se dedicaba a cazar, convirtiéndose en el mejor cazador del condado a una temprana edad. También adiestró halcones y distintas aves para que lo ayudaran en la cacería.

El segundo recuerdo fue el de Alistair siendo arrastrado a un túnel subterráneo debido a un plan por parte de su padre en el que poco después fue mordido por un vampiro cuyo nombre era George.

El tercer recuerdo fue cuando la transformación se hubo completado. Cuando se completó su transformación, Alistair mató a la mayoría de los campesinos capturados para que él se alimentara. Después de estar saciado, su padre entró en el sótano para explicar los próximos pasos para convertirse en vampiro, pero Alistair estaba demasiado furioso para escucharlo y lo empujó fuera del camino, matándolo accidentalmente.  Escapó de los túneles y corrió de regreso a casa, solo para encontrar que toda su familia se había ido. En un arrebato de intuición, se dio cuenta de que su padre le había dado su familia a George a cambio de su inmortalidad. Totalmente devastado, trató de buscar consuelo con los halcones que lo ayudaban en su caza, pero volaron atemorizados.

Alistair abandonó la civilización esa noche y evitó todo contacto con los humanos, excepto cuando cazaba, y desconfiaba de todos y de todo lo que tuviera que ver con figuras de autoridad con un sentido de paranoia.

El cuarto recuerdo fue cuando conoció a Carlisle en el siglo diecisiete. No hubo mucho conversación, pero el rubio consiguió arrebatarle varias palabras a Alistair.

El quinto recuerdo fue el día que Alistair y Taehoon se conocieron y éste último terminó siendo lanzado desde lo alto de un puente por el primero.

El sexto recuerdo fue cuando se vieron por segunda vez en Detroit, cuando Carlisle lo fue a buscar.

El séptimo recuerdo fue cuando hablaron durante horas en los alrededores de la casa de los Cullen.

El octavo recuerdo fue el abrazo que acababan de darse.

Taehoon cerró sus ojos y dejó que los recuerdos se agolparan y ordenaran en su mente, separándolos de sus propios recuerdos.

—Recuerda que ya no es el mismo —susurró Alice sólo para que Taehoon lo escuchara.

Cuando volvió a abrir los ojos, se encontró con la mirada molesta y desconfiada de Alistair. El nómada miró sus manos unidas y las apartó de un tirón mientras daba varios pasos atrás con cautela.

—¿Quién demonios eres tú?

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