Extra #4

Extra #4: Queriendo cambiar.

Los Ángeles
Lunes:

7:30 am

Una de las cosas que Silene quería dejar atrás era la actitud arrogante y superior que caracterizó a su versión pasada. Durante mucho tiempo trató a personas buenas de formas en que no lo merecían, todo porque así llegó a sentir que mantenía el control de todo. Así se sintió segura.

Sin embargo, estaba harta de basar su seguridad en las inseguridades de otros. Quería seguir adelante por sí misma, no por hacerle daño a las demás.

Se despertó gracias a la alarma de la mañana, al menos esa noche había logrado dormir sin pesadillas de por medio. Escuchó a Adam quejarse a su lado y, en lugar de levantarse, él aumentó el agarre en la cintura de Silene y la atrajo más a su cuerpo. Se aferró a ella y se negó a despertar, a pesar de que el despertador estaba puesto para anunciarle que él debía ir al trabajo. Ella rodeó sus brazos y soltó una carcajada.

—¿Me estás usando como osito de felpa, Blake? —cuestionó ella. Él la abrazó mucho más. 

—Eres más cómoda que un osito de felpa, la verdad —aseguró él. Lejos de levantarse, ella lo sintió ponerse aún más cómodo en la cama. 

—Tienes que ir a trabajar...

—No quiero —se quejó, rehusándose a abrir los ojos —. ¿Y si finjo estar enfermo y me quedo contigo todo el día?

—Yo estaría encantada, pero sé que la farsa te duraría dos horas y luego irías al gimnasio porque odias dejarles tus responsabilidades a Don y Sanne.

—Ugh, a veces es una mierda ser tan buena persona.

Ella soltó una carcajada y se dio la vuelta para verlo cara a cara. En un principio, él cerró con fuerza los ojos para impedir despertarse, pero tuvo que rendirse al cabo de unos segundos. Poco a poco, fue abriendo los ojos y se encontró con la misma espectacular vista de todas las mañanas.

De verdad agradecía que cada  despertar le perteneciera a Silene y a su hermosa mirada color café que lo observaba con incluso más cariño que el día anterior.

—Buenos días —susurró ella, peinando con sus dedos el cabello rubio de Adam que cubría sus ojos. Él se inclinó un poco y dejó un beso en sus labios.

—Buenos días, princesa —respondió él, con una sonrisa adormilada. Luego, bostezó —. En serio estoy odiando un poco mi trabajo ahora. No quiero irme cuando te tengo aquí.

—No me uses como excusa, Adam Jeremy Blake.

—Oye, no te ofendas —habló él, sonriendo con diversión. Luego, la acercó más a él —. Eres una muy buena excusa, princesa.

Ella rodó los ojos, pero sonrió sin siquiera poder evitarlo. Un mes viviendo junto a Adam como su novio les permitió dejar poco a poco la incomodidad del principio y disfrutar de su relación. Todavía había ciertos momentos de inseguridad, sobre todos porque Sile todavía no superaba sus miedos. Sin embargo, la mayoría del tiempo, había una atmósfera cómoda y agradable entre ellos dos.

Una que hacia que ambos se enamoraran cada vez más...

Él dejó un suave beso en el cuello de Silene, y luego otro, y luego otro más...Hasta llegar a sus labios y besarlos con una dulzura que se fue perdiendo al tiempo en el que el beso se hizo más profundo. Ella sonrió con diversión sobre sus labios, sabia exactamente lo que él estaba intentando.

—Tienes que ir a trabajar...—canturreó ella, aun con su boca sobre la de él. Adam se separó y soltó un resoplido antes de dejarse caer en su lado de la cama. Se cruzó de brazos y arrugó la nariz, fingiendo estar enojado.

—Es injusto que ya ni siquiera me dejes convencerte con besos —se quejó.

—Claro que me convences, pero eres tú el que luego se está quejando por haber faltado al trabajo —señaló ella, pero en respuesta él se cubrió con las sábanas. Silene solo soltó una carcajada —. Bien, dramático. Quédate en la cama un poco más y yo haré el desayuno.

—¿Puedes sola?

—Claro, ya lo manejo.

Ella se arrastró usando sus brazos hasta llegar a la esquina del colchón. Una vez ahí, fue cuestión de un par de movimientos acabar en la silla de ruedas a solo un milímetro de distancia de la cama. Enderezó la enorme camisa de Adam que usaba de pijama y se removió hasta estar cómoda en la silla. Tomó sus propias piernas y las subió a los soportes esperando sentir algo, lo que fuera...

No sentía.

Sin permitirse empezar la mañana de una forma tan pesimista, no se enfocó en lo triste que era eso. Más bien, quitó el seguro de las ruedas y levantó la mirada para encontrarse a Adam, quien la observaba con detenimiento, pero aún con ojos adormilados. Él sonrió al ver que pudo hacer todo eso sola y alzó su pulgar en señal de celebración. Luego, volvió a envolverse en las sábanas, rehusado a salir de la cama. Ella negó con la cabeza y le dio la vuelta a la silla para salir de la habitación.

No fue fácil aprender a manejar la silla de ruedas. De hecho, todavía le costaba. Adam y ella habían adaptado el apartamento, moviendo muebles que estorbaban y dejando el paso libre para que ella cupiese por los pasillos. Aún así, se chocaba con paredes de vez en cuando. Siempre que eso ocurría no podía evitar frustrarse y sentir que todo le estaba saliendo mal, pero se ordenaba a sí misma respirar y ser paciente.

Después de todo, la parálisis solo sería algo temporal...¿Verdad?

Llegó a la cocina haciendo lo mismo que cada mañana: enfocándose en arrastrar bien la silla de ruedas en lugar de pensar que esa podría ser una realidad permanente. Prefería pensar en el ahí y en el ahora, no en un futuro que en ese momento le daba muchísimo miedo. Usando trucos que había aprendido con el tiempo, abrió el refrigerador, buscó ingredientes para el desayuno y comenzó a cocinar ignorando que era mucho más incómodo tomar una sartén así que estando de pie...

Ignorando que se sentía derrotada y que las rosas no debían sentirse de esa forma...

En medio de su tarea, escuchó golpes en la entrada y, de hecho, se sorprendió. Adam y ella vivían en un edificio algo exclusivo, solo un número limitado de personas podía subir a su piso sin invitación. Entre ellas estaban Caleb, Derek, Donovan y los padres de Adam, pero no esperaba a ninguno de ellos esa mañana. Decidió ir, arrastrando la silla con sumo cuidado porque el camino a la entrada era un poco más complicado. Abrió la puerta y no resultó ser alguna de esas personas, sino la quinta invitada permanente en su lista:

—Oh...Hola, Elise.

Ambas quedaron casi en shock al encontrarse frente a frente. Debes recordar que estas dos mujeres de tanto carácter no se llevaron muy bien en el pasado y, en la actualidad...pues, en la actualidad, ninguna de las dos sabía muy bien qué opinar de la otra.

Silene siempre supo que admiraba en cierta manera a Elise. La veía como una mujer demasiado fuerte, que a pesar de todo lo que perdió, logró salir adelante. Sí, en el pasado la trató mal...porque la intimidaba. En el presente, no sabía como actuar porque ya no solo eran dos conocidas que chocaban entre ellas. Ahora Sile era la ex novia del novio de Eli y además la novia de su primo.

No existen protocolos establecidos que te digan como actuar cuando pasas de ser enemigas a...a todo eso tan complicado que eran ahora.

En cuanto a Elise, ella se encontraba en una situación ligeramente similar. No podía decir que simpatizaba con Silene, no cuando lo que conocía de ella era una actitud prepotente y controladora que la sacó de quicio durante muchos años. Sin embargo, había escuchado a su primo hablar sobre ella, sobre lo que estaba pasando y como intentaba cambiar lo que fue por alguien mejor. Ella misma lo había visto la noche en la que Caleb presentó su álbum, cuando cierta princesa perdió su corona y le dijo que esperaba que ambos se hicieran felices.

¿Pero debía confiar en dicho cambio?

La observó desde arriba, pensando que esa era una situación que jamás esperó. Silene fue de la clase de personas que siempre alzó la barbilla para verse superior, pero ahora era esta mujer sonrojada de la vergüenza a la que todos veían desde arriba; como inferior ¿Cómo se debía sentir? ¿Qué tan fuerte es pasar de la superioridad a la...nada?

—Mhm...eh...—y balbuceaba del nerviosismo. Eso era algo que la Silene que creyó conocer jamás haría. Supuso que estaba tan avergonzada e incómoda que los nervios le ganaron —. Supongo que viniste a ver a Adam, ¿no?

Elise asintió con la cabeza. Necesitaba con urgencia una charla con su primo.

—Él está...digamos que está intentando despertar. Lleva unos buenos minutos en eso —inmediatamente, Elise rodó los ojos y soltó un suspiro de rendición. Al ver ese gesto, Silene soltó una diminuta sonrisa —. Sí, lo sé. Él no cambia...Mhm, ¿quieres pasar y esperar adentro?

Honestamente, la compañía de Silene no era algo que anhelaba; no cuando ambas se sentían tan incómodas. Sin embargo, no era como si le apeteciera quedarse en el pasillo hasta que su primo decidiera levantarse de la cama. Conociéndolo, tardaría una media hora más, así que prefirió no arriesgarse y simplemente asentir con la cabeza. Sile rodó la silla de ruedas y le dio espacio para pasar.

Así, una musa y una princesa acabaron en el mismo lugar, sin saber exactamente que desenlace tendría ese encuentro.

Elise dejó que Silene fuese primero, la vio manejar la silla de ruedas con algo de inexperticia. Por instantes, se cuestionó en si debía ayudarla, pero luego pensó que ella misma odiaría que alguien más la arrastrara en esa situación. A chicas como ellas no les gustaba sentir que dependían de alguien más.

Llegaron a la cocina, el olor de algo friéndose llegó a la nariz de Eli y le sorprendió que Silene de hecho fuera capaz de cocinar estando a una altura tan baja de la cocina. Caleb le había dicho que, con lo terca y testaruda que era Silene, ella no iba a permitir que otros hicieran lo que ella podía hacer. Pues bien, ahora Elise lo estaba comprobando con sus propios ojos: Sile estaba encontrando la forma de sentirse normal entre todo ese caos que ella misma provocó.

—Estaba preparando el desayuno para Adam, ¿quieres algo? —preguntó, a lo que Elise negó con la cabeza —. ¿Segura? De verdad no me molesta cocinar un poco más y, de hecho, no lo hago nada mal. Podría gustarte.

Sin ánimos de parecer grosera, y porque la comida comenzaba a oler delicioso, terminó por asentir con la cabeza para aceptar el desayuno. Silene le dedicó una pequeña sonrisa y quedaron en silencio.

Un terrible silencio incómodo.

A pesar de que Eli estaba acostumbrada a estar callada, no estaba familiarizada con el silencio. Siempre había encontrado la forma de hacerse escuchar, de no quedarse con palabras atoradas ni dudas en la garganta. Sin embargo, en ese momento, no sabía bien que hacer. Se escuchaba únicamente el sonido del tocino y los huevos friéndose en la sartén, además de las ruedas de la silla cada vez que Silene se movía para buscar condimentos.

Comenzaba a resultar sumamente extraño estar ahí, las dos juntas, sin saber realmente como actuar.

Silene pensaba lo mismo mientras cocinaba, pero otros pensamientos también intervenían en su mente. Con Elise siempre fue una terrible persona, quizá porque fue más fácil odiarla que admitir que ella la superaba. Eli era esta mujer segura, fuerte, hermosa y carismática que tenía un don increíble para agradarle a la gente; un don que ella no tenía.

Sile apretó sus labios ante la idea de sentirse inferior junto a ella. Odiaba que, incluso después de todo lo que pasó, su mente no podía evitar compararla con otras personas para hacerla sentir mal. Ni siquiera con las sesiones junto a su psicóloga había encontrado una cura para callar a sus expectativas. Todavía tenía esa costumbre inevitable de querer ser perfecta, porque la perfección era lo que todos esperaban...

Pero al mismo tiempo era lo que más causaba daño.

Ya había probado lo dañinas que eran las espinas, no quería volverlo a probar ni mucho menos ver a alguien más sufrir por ella. Quizá había una forma distinta de luchar contra sus inseguridades, una que no incluía lastimar a los demás ni lastimarse a sí misma. El problema era que Silene no sabía si la encontraría...

—Listo —anunció ella, colocando el plato del desayuno frente a Elise. Ella le sonrió con gratitud —. Espero que te guste.

Elise probó un bocado y tuvo que admitir que Silene no mintió al decir que era buena cocinando. Era un desayuno con bastante sabor, las especias justas y bien condimentado. Alzó un pulgar en forma de aprobación y Silene soltó una pequeña carcajada al ver ese gesto.

—Adam hace la misma mueca cada vez que alza el pulgar.  No había encontrado el parecido entre ustedes hasta ahora —carcajeó un poco —. Y me alegra que te guste, Elise.

Luego, el silencio volvió mientras Silene buscaba un yogurt que le serviría como desayuno. En su mente, Elise deseaba que su primo despertara y llegara a salvarlas a ambas de ese momento incómodo. Sin embargo, conociendo a Adam, el levantarse de la cama le tomaría unos buenos minutos.

Minutos en los que Silene decidió romper el silencio.

—Eh...escucha, Elise...—habló la rubia, quien tuvo que carraspear para continuar —. Yo sé que me disculpé antes contigo, pero creo que te mereces una disculpa mejor.

Elise quedó sorprendida al verla bajar la mirada, sonrojarse y suspirar. Parecía que decir todo eso le costaba y, efectivamente, lo hacía. No era fácil para Silene bajar la guardia de esa forma, pero en el fondo sabía que era demasiado necesario hacerlo.

—Sé que no fui la mejor persona contigo en el pasado y en verdad lo siento —dijo, jugando con el yogurt en sus manos —. Y sé que una de las razones por las cuales me odias es porque viste en primera plana a una Silene controladora, caprichosa y mala. No sé si mis acciones serían diferentes si regresara al pasado, pero sé que en el presente las veo con vergüenza y me arrepiento. Me arrepiento demasiado.

》Y bueno...no sé en verdad qué estoy esperando de esto. Supongo que quiero que nos llevemos bien porque ambas somos parte importante de las vidas de Adam y Caleb...pero también quiero llevarme bien contigo porque me pareces alguien increíble. Siempre ha sido así, siento que eres una de las personas más admirables que ha pisado el planeta tierra...

Elise enarcó ambas cejas en sorpresa y se señaló a si misma. Luego, gesticuló sin ningún sonido un "¿yo?" que hizo sonreír a Silene.

—Sí, tú. Es decir, pasaste por tanto, perdiste tantas cosas, y aún así avanzaste. Yo perdí a una persona y desde entonces mi vida se fue al carajo, pero tú simplemente decidiste que eso no te podía detener y aquí estás: siendo exitosa en algo que te gusta, disfrutando de una vida que no esperabas y probablemente ni siquiera sabías que querías, y amando sin importar las heridas que supongo que aún cargas ¿En serio piensas que no eres admirable? Por favor, eres más que eso. Eres inspiradora y creo que eso es algo que siempre he sabido, pero por celos nunca quise admitir.

Elise sintió sus mejillas calentarse un poco, de repente demasiado halagada por sus palabras. Observó a la rubia que aún tenía la mirada baja, era increíble lo honesta que podía llegar a ser.

—Mhm...y también es admirable lo que haces por tu hermana —suspiró, para luego elevar su mirada café y observar a Elise —. Y no sé si esto sirva de algo, porque parece que todos te dicen lo contrario, pero yo si creo que Michelle despertará. La fe que tienes en eso no es absurda, es necesaria y real.

Los ojos de Elise se llenaron de lágrimas en un segundo, no supo que necesitaba escuchar algo así hasta que lo dijo. Parpadeó varias veces para eliminar el agua acumulada en sus lagrimales. Silene sonrió con tristeza.

—Lo siento, no quería tocar una fibra sensible, solo quería ser honesta —Elise negó con la cabeza e hizo una seña con la mano para restarle importancia —. Bueno, también quería decirte que amo lo que estás provocando en Caleb. Sé que es raro que yo te diga esto porque soy su ex, pero espero que él te haya explicado que entre nosotros dos solo hay amistad desde hace ya un tiempo.

》Y como su amiga, me está encantando verlo más confiado, más feliz consigo mismo y mucho más alegre. Sé que esas inseguridades que tenía...—suspiró —. Sé que yo puse esas inseguridades ahí. En fin, me alegra que estes ayudándolo a deshacerse de ellas. Lo que me lleva a decir una vez más que en verdad creo que eres una persona excepcional y que espero de corazón que podamos empezar de cero. No quiero ser ilusa y decir algo como "quizá podríamos ser amigas"...pero me gustaría que nos demos la oportunidad de serlo en el futuro.

Silene soltó una larga respiración, demostrando lo duro que había sido para ella dejar ir toda esa sinceridad. Vio los ojos avellana de Elise abrirse y cerrarse un par de veces, parpadeos que delataban que estaba procesando todo eso con demasiada impresión. La verdad, Sile sabía que Eli no le debía nada. Podría no darle su perdón, ni aceptar un nuevo comienzo y estaría bien.

Eso lastimaría a Silene, pero en el fondo comprendía lo entendible que era no quererla cerca.

No obstante, y contra todo pronóstico, Elise estiró su mano y se la ofreció a Silene para que la estrechara. La rubia la observó con impresión por un buen tiempo, pero terminó por tomar su mano al final. Elise le dedicó una sonrisa que ella de inmediato le devolvió.

Para Silene era desconocida esa sensación que ahora tenía en su pecho, pero yo te diré cual era: esperanza.

Porque si Elise le había dado una nueva oportunidad, entonces quizá si podría dejar de lado a la mujer posesiva, controladora y odiosa del pasado.

—Gracias —le dijo, su voz ligeramente afectada ante la emoción —. Gracias, de verdad. Prometo ser mejor persona esta vez.

Elise asintió con la cabeza y, a sus adentros, esperó que así fuera. Ella creía en hechos, no en palabras. Le había dado una nueva oportunidad a Silene, ahora ella debía demostrarle que se la merecía en verdad.

Ambas escucharon unos pasos provenir desde el pasillo y voltearon al mismo tiempo para encontrar a un Adam todavía en pantalones de pijama, despeinado y bostezando. Llegó hasta la cocina sin siquiera ver quienes estaban ahí, hasta que acabó su bostezo y encontró a su prima y novia dándose las manos. Se restregó ambos ojos y las observó sin entender.

—Eh...¿qué está pasando aquí? —preguntó, confundido.

Me agrada más esta Silene, ¿sabes? —le dijo Elise a su primo con señas —. Creo que le daré el beneficio de la duda a tu novia, primito.

Ah, vale...—dijo él, asintiendo lentamente con la cabeza. Sin decir más, se dio la vuelta e hizo el ademán de volver a la habitación.

—¿A dónde vas? —le preguntó Silene.

—A la cama. Mi prima y mi novia se llevan bien, así que eso solo debe significar que sigo soñando. Nos vemos cuando despierte.

Silene rodó sus ojos y lo alcanzó con la silla de ruedas. Haló un poco su pantalón, atrayendo su atención.

—Tus payasadas no quitan el hecho de que tienes trabajo, Blake —le reclamó —. Ve a desayunar antes de que se enfríe.

—¿De verdad no estoy soñando, princesa? —cuestionó él, restregando sus ojos —. ¿Es en serio que intentarán llevarse bien?

—Sí, lo intentaremos. Ahora ve y acompáñala a desayunar, yo iré a cambiarme.

—Y a colocarte tu dosis de insulina —señaló él, haciéndola suspirar.

—Y a colocarme mi dosis de insulina.

—Bien...te amo.

—Y yo a ti.

Adam la vio arrastrar la silla por el pasillo hasta llegar a su habitación, una sonrisa involuntaria nació en su rostro porque sabía que Silene había dado un enorme paso sin siquiera notarlo. Se dio la vuelta y regresó hacia su prima, quien le sonrió de lado. Se sentó junto a ella mientras desayunaba y apoyó su cabeza en su puño para observarla con curiosidad.

—¿De verdad le darás una oportunidad, El? —preguntó, todavía sin poder creerlo.

Dijo las palabras correctas y fue honesta —habló con señas mientras comía —. Eso me bastó para darle otra oportunidad, ahora que demuestre que se la merece.

Elise no esperó que su primo la envolviera en un abrazo tan fuerte, ni que besara tantas veces su mejilla por esa simple confesión. Ahora era ella quien lo observaba con curiosidad a él.

—Gracias, gracias, gracias, primita —le dijo, besándola una y otra vez —. Ella de verdad quiere cambiar, pero no todos le creen. El que le des el beneficio de la duda significa mucho para ella y para mi.

No es la gran cosa.

—Sí, sí lo es. A Silene le faltan fuerzas, tú le acabas de dar un poco más de eso. Significa mucho más de lo que crees, así que gracias.

Se separó de ella para observarla directo a esos ojos avellana que encerraban tantos tonos de marrón, verdes y naranjas. Elise sonrió al ver la amplia sonrisa de su primo, quizá si había hecho algo bueno después de todo.

—Te amo, primita.

Y yo a ti.

Quizá le había dado fuerzas a dos personas...

...

Viernes
10:09 pm

Elise había aprendido dos cosas de tener una relación secreta para los medios con Caleb:

1. Él era increíblemente bueno disimulando frente a la prensa, lo que la llevó a descubrir que era un mentiroso y manipulador estrella. Claro, no lo hacia por mal; Leb era demasiado bueno para eso. Pero era sorprendente ver a cientos de entrevistadoras intentando sacar al tema alguna relación amorosa y que él los despistara con sonrisas encantadoras y comentarios como "mi corazón le pertenece totalmente a mis fans", o "en realidad me tiene más enamorado el hecho de estar aquí, compartiendo con ustedes, que cualquier otra chica".

Era excelente para esa clase de comentarios que callaban dudas y despertaban suspiros.

Y 2...que él era experto en encontrar planes privados y reservar lugares en los que los medios no los encontraran. Jamás esperó que Caleb hiciera de una relación a escondidas algo tan cómodo y al mismo tiempo emocionante. A veces sentía que se fugaban de todo, que eran como dos adolescentes huyendo de cualquier cosa ¡¿Y a quién no le encanta eso?!

A Elise le gustaba la emoción, lo furtivo, lo inesperado...y claro, también le encantaba estar con él. Ella estaría encantada con cualquier plan que él ideara contad de tenerlo a su lado por horas y poder ver esa mirada bicolor que tanto amaba.

Eso sí, debía admitir que el plan que tenía Caleb para esa noche sonaba un poco más loco de lo habitual:

Sé que suena raro tener una cita doble con mi ex —lo escuchó decir, pasando una mano por su cabello —, pero Silene de verdad necesita salir de su casa y no se me ocurrió mejor idea para convencerla que esto...bueno, en realidad la convenció Adam, pero eso es bueno porque al menos tiene ánimos de hacer algo más que esconderse en su apartamento.

》Y sé que debí decírtelo antes, musa. En verdad lo siento, pero surgió a último momento y, además...no sabía como decírtelo. No tengo idea de como reaccionarás, solo espero que no me odies porque ya estamos llegando y en verdad quiero tener una linda noche contigo.

No sabia como sentirse con respecto a eso. Ya de por sí era extremadamente raro tener una cita doble con su primo, pero si a eso le sumaba que la tendría junto a la ex de su actual novio...pues si que era una situación incómoda, una de la que Caleb o Adam debieron advertirle antes.

Sin embargo, y aunque tenía todas las razones del mundo, no se molestó por ello, cosa que la descolocó ¿Por qué no estaba enojada con Caleb?

—¿Musa? —cuestionó él, tomando su mano e inclinándose un poco más hacia ella en el asiento trasero del auto —. ¿No crees que soy un idiota, o si?

—Con todo respeto, tiene todo el derecho de creer que lo eres —soltó Hunter, quien esa noche les servía como chofer y guardaespaldas.

—Ese "con todo respeto" sonó más a "quiero golpearte en la cara", Hunter.

—Con todo respeto, lo haría si no fuera porque tú pagas mis cuentas, Caleb.

Elise sonrió de lado al escuchar a Hunter decir aquello. Su amistad con ese rubio desaliñado comenzó años atrás, en la universidad, cuando se volvieron muy unidos. A pesar del tiempo, y de que llegaron a separarse un poco tras graduarse, él seguía comportándose con cierta protección hacia ella. La protegía y defendía así fuera de su jefe, a quien a duras penas trataba como tal. La verdad, Caleb le hablaba más a su guardaespaldas como un amigo cercano que como a un empleado.

Aún así, esa amistad pendía de un delgado hilo esa noche, todo porque Hunter no iba a dejar que lastimaran a quien veía como una de sus mejores amigas.

Los ojos de distintos tonos de Caleb se fijaron en ella, mirándola con detenimiento para garantizar si la había lastimado o no. Elise ordenó bien sus ideas, intentó explicar como se sentía y al final llegó a una conclusión: ella y Leb tenían citas todo el tiempo, arriesgar una para hacer sentir bien a alguien que lo estaba pasando fatal estaba bien. Observó a su novio, quien comenzaba a poner esa mirada de cachorrito regañado que usaba siempre que ella se molestaba; "otra táctica del Caleb manipulador", o así lo llamaba ella.

Al final, Elise solo rodó los ojos y buscó su teléfono. Escribió con rapidez y, en segundos, el mensaje le llegó a Leb.

Si debiste haberme dicho que teníamos una cita con tu ex —leyó él —. Me molesta que no lo hayas consultado antes conmigo.

—¡Lo siento, musa! —se apresuró a decir él, apretó un poco más su mano y mordió su labio con arrepentimiento —. No tengo excusa que valga para eso porque tienes razón. Quizá si soy un idiota y merezco que Hunter me golpee.

—Estoy de acuerdo —señaló el mencionado —. Pero yo le pediría a Logan que te golpease en mi lugar. Ya sabes, no me quiero cansar.

—Tampoco te pases —soltó Leb —. ¿Logan no es cinta marrón en karate?

—Así es: es cinta mierda en karate, sabe técnicas de defensa personal, estuvo en boxeo tres años y tiene licencia para armas de fuego.

—¡No me jodas! ¿Y qué hago yo contigo de guardaespaldas?

—¡Oye! Hoy estás bien cabrón, jefecito.

—Tú eres el que quiere que Logan me mate, así que cabrón tú.

—Solo quiero que te haga sufrir por haber hecho sufrir a mi Elise.

—Bueno, no puedo negar que tu punto es válido...pero si quieres conservar tu trabajo, no vuelvas a decir que es tuya ¿Quieres?

Hunter alcanzó a susurrar algo que se escuchó como "celoso" pero entre sus carraspeos fingidos no se escuchó. Elise detuvo a ambos chasqueando sus dedos y regresó a tu teléfono. Escribió otro mensaje que alivió a Caleb tan pronto lo leyó:

Dije que estoy un poco enojada, no que te odio o que me pareces un idiota por esto. Supongo que será raro, pero podemos intentar tener una cita doble con ellos. Silene la necesita y tú también porque has estado sumamente estresado esta semana con todo lo de tu mamá...

—Sí...—él suspiró y observó a Elise —. En verdad si quiero tener una noche en la que me pueda distraer.

Elise escribió y mandó otro mensaje:

Pues elegiste al equipo perfecto para eso: Adam es bueno animando a cualquiera, Silene es tu mejor amiga y sabe como alegrarte y yo...bueno, yo soy muy buena distrayéndote.

Más con ese vestido que te queda de maravilla —susurró él muy cerca de su oído. Luego, dejó un beso en su cuello que la hizo estremecer —. Gracias por no odiarme por esto. Prometo que te avisaré con antelación sobre cualquier otra idea como esta que se me ocurra en el futuro. Te amo y me importas, mereces que tome en cuenta tu opinión y que te haga sentir cómoda.

Ella lo tomó por el cuello y dejó un largo y húmedo beso sobre los labios de su novio. Caleb la siguió con la misma destreza y acabó con una de sus manos enredadas en el largo cabello marrón de Elise, atrayéndola más a él. Era increíble sentir que su relación solo iba a mejor y que cada vez se amaban mucho más. Suspiró una vez el beso culminó y él sonrió aún con su boca sobre los labios de la chica.

—Es bueno saber que tú también me amas, musa —soltó él, logrando que ella extendiera su sonrisa.

—Y supongo que eso significa que no está enojada...y si lo estaba, se le pasó —soltó Hunter, observando desde el espejo retrovisor con diversión —. Eso es bueno saberlo porque ya llegamos y habría sido un desperdicio de tiempo tener que regresar.

Elise observó por la ventanilla del auto el pequeño pero lujoso restaurante al que Caleb ya la había llevado antes. Como conocía al dueño gracias a Aviv, tenían una mesa reservada lejos del publico. Privado y perfecto, como todas las citas que tenía con Leb.

Solo que esta vez seria muy diferente.

—No hay paparazzi a la vista, ni fanáticas alocadas. Yo que ustedes saldría ahora —recomendó el guardaespaldas.

—Gracias, Hunter —habló Leb, abriendo la puerta del auto —. Si quieres puedes ir y hacer algo mientras comemos. La seguridad del restaurante se puede encargar.

—Genial, iré a terminar con mi novia demente.

—Intenta regresar en una pieza.

—Aw, gracias por preocuparte, jefecito.

Caleb rodó sus ojos antes de salir del auto. Elise se inclinó hacia el asiento de adelante para dejar un beso sonoro en la mejilla de Hunter. Antes de bajar, él la detuvo.

—Oye, Eli —la llamó él —. Si no te sientes cómoda en algún momento, tú solo llama y vendré por mi. Caleb me agrada, pero ya sabes el dicho: amigas antes que jefes.

Ignoró el hecho de que ese dicho no existía y le lanzó otro beso a Hunter, haciéndole entender que lo haría. Luego, bajó del auto y no tomó la mano de Caleb hasta que ambos estuvieron en la seguridad de la parte privada del restaurante. Se convenció a sí misma de que esa cita no estaría mal, de que quizá podrían disfrutarlo.

Después de todo, le había dado una segunda oportunidad a Silene. Ya no tenía que ser incómodo...¿o sí?

—Miren nada más que bella está mi prima —escuchó a Adam decir una vez se acercaron a la mesa. Su primo le sonrió ampliamente y soltó un silbido —. Cariño, estas sexy como solo un Blake puede estarlo.

Elise se soltó de Caleb solo para dar una vuelta y lucir ese vestido esmeralda corto y ceñido al cuerpo que se adaptaba muy bien a sus sutiles curvas. Luego, movió su cabello con una mano, fingiendo toda esa poca modestia.

Terminó su demostración y se fijó mejor en la pareja sentada en su mesa usual. Esa era una de las pocas veces que veía a Adam en traje, aún cuando no traía corbata. El que estuviera tan arreglado, con su cabello algo largo bien peinado y de hecho luciendo lo que Elise clasifico en su mente como "decentemente guapo", solo podía significar que en verdad quería esforzarse esa noche. Estaba intentando que fuera lo más perfecta posible y, por la estima que le tenía a su primo, lo iba a ayudar.

A su lado, Silene sonreía con cierta timidez, sentada en su silla de ruedas en lugar de una silla usual. La princesa antes del accidente habría usado un maquillaje ostentoso, joyas y probablemente un vestido llamativo para esa noche. Sin embargo, la Silene frente a ella era una rubia con su cabello atado en una coleta alta, un maquillaje sutil cuya principal función era cubrir ojeras y no llamar la atención, y un vestido corto de mangas largas color crema. Se veía normal; bonita, pero no perfecta.

Pero, sobre todo, se veía tímida y dudosa. Se le notaba incluso con esa sonrisa en la cara.

Actuando con naturalidad, Elise se encargó de silbarle a su primo y decirle con señas que él también estaba "sexy como solo un Blake podía estarlo" y tomó asiento junto a Caleb, frente a ellos dos. Los saludos después fueron sencillos y predecibles: hubo una broma por parte de Adam hacia Leb que él devolvió y Silene los saludó a ambos con cortesía y una pequeña sonrisa. A sus adentros, Elise no pudo evitar pensar que le agradaba que Silene ya no se comportara como una presumida.

Pero si algo no le gustaba era que se viera tan insegura.

—Entonces...—habló Adam, sonriendo con diversión —. Acordamos que la cena la pagará Caleb, ¿no? Ya saben, como él es el millonario aquí...

—Tú no ganas precisamente caramelos, Adam —soltó él, observando el menú —. Entrenas a famosos, tu salario da tanta envidia como el mío.

—Lo sé, pero es tan divertido fingir que otros me pueden mantener. No tienes idea de lo feliz que soy ahora que mi novia es super modelo, ya no tengo que fingir porque me mantiene en realidad.

—Tu novia era super modelo, Blake —señaló Silene, fingiendo que observaba el menú. Se notó tristeza en su voz al decir aquello —. Ya no lo es.

—Claro que lo es. El que estes en una silla de ruedas no te quita lo que eres —Adam tomó su mano sobre la mesa y le dio un leve apretón —. Y ya te lo he dicho: no poder hacer lo que amas ahora no te impedirá hacerlo en un futuro.

Silene suspiró y asintió con su cabeza, pero Elise pudo ver que no estaba convencida de ello. Buscó la mirada de Caleb, quien soltó una pequeña mueca ante esa reacción. Quizá Silene estaba mucho peor de lo que ellos pensaban.

—Tal vez lo justo es dividir el precio de la cena en cuatro —señaló Silene, cambiando de tema. Les dedicó una sonrisa que flaqueó un poco, pero al final fue lo suficientemente convincente como para no preocupar a Adam —. ¿Algún consejo sobre lo que podemos ordenar aquí? Es la primera vez que vengo.

—Bueno, Eli y yo vinimos hace unos días y ordenamos unas...—pero la oración de Caleb se vio interrumpida por el sonido de su teléfono.

Se disculpó y dijo que ignoraría la llamada, pero al ver quien era la persona que lo estaba llamando empalideció y fue incapaz de simplemente dejar el teléfono a un lado. Elise se preocupó, ese cambio tan repentino en su novio no era normal. Se veía angustiado por algo, así que ella se inclinó hacia él hasta poder ver la pantalla del aparato. Lo entendió todo al ver el nombre escrito en ella...

Lo llamaba Dann, desde Londres. Si su papá lo estaba contactando era porque algo había pasado.

Mejor dicho: si su papá lo estaba llamando era porque algo le había pasado a su mamá.

Él buscó la mirada de Elise en busca de apoyo, a ella se le encogió el corazón al ver lágrimas en esos ojos bicolor. Tomó su mano libre y le dio un leve apretón antes de gesticular un "ve" para que él reaccionara y se diera cuenta de que debía contestar.

—Lo siento, es mi papá —se disculpó con todos en la mesa. Su voz sonaba como si estuviera haciendo lo posible por no quebrarse. Definitivamente, Caleb estaba angustiado —. Seguro debe ser algo sobre mi mamá y yo debo...debo contestar.

—Tranquilo, amigo. Tú tómate tu tiempo —aseguró Adam, sonriendo con comprensión.

—No nos moveremos de aquí, Carlton —Silene le regaló otra leve sonrisa en forma de apoyo.

Él asintió con la cabeza y se inclinó para dejar un beso corto en los labios de Elise antes de levantarse e ir a hablar en algún lugar más alejado del restaurante. Eli lo observó con angustia, deseando poder ser mucho más útil en esa situación. Solo le quedaba rogar que el corazón de Lei Carlton aguantara un poco más...

—Elise...—escuchó a Silene llamarla, así que tuvo que voltear —. ¿Lei sigue empeorando?

Elise suspiró y asintió con la cabeza. Por supuesto que Silene sabía de la extraña enfermedad cardiaca que le habían diagnosticado a Lei hacia poco tiempo. Caleb estaba más angustiado que nunca y Rubí no estaba mucho mejor. La verdad, no era un buen momento para nadie que se apellidara Carlton.

—Que mierda que las peores enfermedades les toquen a las mejores personas —bufó Adam, con cierta molestia hacia el mundo —. Ella es fuerte y sé que aguantará, pero sigue siendo una mierda que sufra.

—Ya, pero lamentarnos de que sea una mierda no la ayudará —señaló Silene para luego dirigir su mirada hacia Elise —. Sé que los Carlton, Aviv y Sanne volarán a Londres en una semana ¿Irás con ellos?

Elise asintió con la cabeza. Ya tenían agendado el viaje, solo esperaba que esa no fuera la última vez que Caleb pudiese ver a su mamá.

Al ver que la respuesta era afirmativa, Silene soltó un suspiro aliviado y sonrió.

—Bien, me alegra saber eso —admitió la rubia —. No sé si tienes idea de lo mucho que te necesita Caleb en este momento. Él no suele ser bueno para tomar decisiones cuando su corazón está demasiado involucrado y Rubí tampoco es excelente en ese tema. Es bueno que estes ahí como apoyo, ambos necesitan un ancla y Aviv y Sanne no pueden serlo todo el tiempo.

Elise asintió con la cabeza, sabía que Silene tenía toda la razón con respecto a eso ¿Que si le incomodó escuchar que ella de hecho conocía muy bien a Caleb? Pues, sí. Sabía que había una explicación razonable para eso, siete años de relación no se borraban de la noche a la mañana...

Y quizá ese era el problema: que siete años de relación no se esfumaban de la nada.

Entonces, el sonido del teléfono de Adam interrumpió toda su incomodidad. Él tomó el aparato de su bolsillo y su entrecejo se frunció de inmediato al ver la pantalla. Tanto ella, como Silene, se pusieron alertas.

—¿Qué pasa, Blake? —preguntó Sile, colocando su mano en su hombro.

—Es Easton —les anunció a ambas —. Él solo llama cuando algo le ocurre a Don, del resto envía solo mensajes...Algo pasó.

—Contéstale —habló Silene, dándole un suave apretón en su mano —. Espero que no sea nada grave.

—Sí, yo también lo espero —respondió él, poniéndose de pie —. Vuelvo en un segundo.

O no...La salud de Donovan era un tema demasiado inestable, él duraría más de un segundo en esa llamada y ambas estaban seguras de eso.

Así que todo ese tiempo, ellas tendrían que estar solas.

Elise jugó con la servilleta de tela en su regazo, deseando en silencio que Adam y Caleb terminaran de hablar. Silene miró sus uñas una y otra vez, sintiendo la clase de ansiedad que últimamente sentía. Era esa sensación la que la hacía sentir tan insegura y temerosa...

Tan poco como ella.

Pasaron unos minutos más así, hasta que Elise suspiró y Silene se dio cuenta de que no era la única que no estaba a gusto ahí. Elevó la mirada para verla a ella, sintió un poco de envidia al ver lo hermosa que se veía con ese vestido, esos aretes y ese peinado. Aunque estaba incómoda, Elise todavía se veía segura. Silene quería eso, lo anhelaba más que nada en ese momento.

Pero no se dejó guiar por la envidia. En lugar de eso, se concentró en que Eli le había dado una oportunidad ese mismo lunes ¿Tan pronto la iba a desechar? De verdad quería conseguir algo más que simple cortesía con ella, quizá una amistad porque, en el fondo, Silene sabía que le hacían falta de esas. Armándose de fuerzas, respiró profundo y dejó ir sus inseguridades.

Intentó ser todo lo que sus miedos le pedían que no fuera.

—Esto no tiene que ser incómodo —dijo, usando un tono de voz suave y amable. "Suena tímida", pensó Elise. Una vez más, escuchar timidez en Silene la descolocó —. Es decir, no estaba a favor de tener una cita doble contigo y con Caleb porque creí que lo tomarías mal. Sé lo raro que puede ser compartir una cita con la ex novia de tu novio, pero Adam insistió demasiado y me dijo que Leb te convencería. Lamento si te molesta mi presencia, de verdad no era mi intención incomodarte.

》Pero ya que estamos aquí, no tiene que ser incómodo. Puedes olvidarte de que alguna vez estuve con Leb...yo prácticamente lo hice.

Elise enarcó una ceja, pensando que eso debía ser una mentira ¿Cómo se olvida una relación de siete años así como así?

Silene sonrió al ver ese gesto. Por alguna razón, supo a lo que se refería.

—Sé que debes estar pensando que siete años de noviazgo no se van así como así y quizá tienes razón —habló Silene —. Respeto el hecho de que Caleb formó parte de mi vida sentimental en ese tiempo, pero fue una relación tan...insípida y sin propósito...Estábamos por obligación, no por gusto. Me agrada más como amigo y prueba de eso es que lo llegado a conocer más en solo meses que en años.

》No busco ser una amenaza, Eli. De verdad me alegra que estén juntos y te lo repetiré hasta que te convenza del todo que no soy la ex vengativa y odiosa, sino la que busca verlo feliz.

Elise asintió con la cabeza y gesticuló un "eso ya lo sé" que hizo que Silene frunciera su entrecejo y ladeara la cabeza.

—¿Lo sabes? —preguntó, a lo que Elise asintió —. Entonces, si no es eso, ¿qué es lo que te incómoda?

Elise se encogió de hombros y tomó de su agua. Silene mordió su labio, sintiendo que estaba arruinando todo sin saber exactamente porqué. Intentaba agradarle, ser buena, pero la incomodidad no se iba...

Simplemente estaba adherida a ella como una especie de maldición.

Eli terminó de hidratarse y la observó hacerse pequeña en su silla de ruedas. De verdad era molesto ver a alguien tan impresionante como Silene simplemente volverse alguien tan...apagada, insegura, triste.

No era algo que Elise quisiera ver.

Entonces, y porque no encontró mejor forma de hacerle saber lo que debían hacer, tomó un hielo de su vaso de agua y lo colocó en la mesa. Silene la observó con atención y confusión cuando ella se señaló a sí misma y luego a ella. Lo próximo que hizo Eli fue volver su mano un puño y golpear el hielo, rompiéndolo en pedacitos.

Sile tardó un poco, pero en unos segundos logró comprender.

—¡Ah! Crees que necesitamos romper el hielo —habló Silene, a lo que Elise asintió. La rubia carcajeó un poco —. Bien, esa fue una forma interesante de decirlo, pero tienes razón: hay que romper el hielo.

Aja...¿Y cómo se hace eso?

—Mhm...—dijo Silene, intentando pensar. Observó a Elise y sonrió —. Me gusta tu vestido. El color te queda precioso y parece que fue hecho para ti.

Elise le agradeció con una sonrisa. Luego, señaló el vestido de Silene e hizo un corazón con sus manos, indicando que le gustaba. Sile sonrió con diversión, le estaba agradando la forma en la que Eli buscaba comunicarse a pesar de las dificultades.

—Gracias, es el primer vestido que me pongo en mucho tiempo —aseguró ella, bajando un poco la mirada —. Adam lo compró.

Elise abrió sus ojos con sorpresa, sorprendida ante esa declaración. No esperó que su primo de hecho tuviera buen gusto para elegir. Silene soltó una carcajada.

—¡Puse la misma cara cuando me lo dijo! Pero luego tardó como dos segundos en confesar que Lilian lo había ayudado. De todos modos, fue un lindo detalle. Él de verdad se esforzó porque esta noche saliera bien...

Elise la vio suspirar con cierta tristeza, así que se encogió de hombros para que Silene entendiera que estaba preguntando qué le ocurría. Sorprendentemente, la rubia la entendió.

—No es nada...—aseguró ella, pero al cabo de unos segundos decidió decir la verdad. No supo porqué, pero sintió que podía decirle lo que pensaba a Elise y que ella no lo juzgaría —. Bien, si es algo: me siento mal porque Adam se está esforzando muchísimo porque me sienta bien y yo...no termino de hacerlo.

》Es decir, yo lo amo y amo cada segundo que pasamos juntos, pero no puedo evitar pensar que estoy arruinando todo incluso cuando hago las cosas bien. Me encanta el rumbo que está tomando nuestra relación, pero no puedo disfrutarlo porque siempre está ese algo diciendo que voy a querer más y por eso lo arruinaré todo. No lo controlo y es tan frustrante...

Escuchó la voz de Silene quebrarse; mejor dicho, la vio a ella en general quebrarse frente a sus ojos. No lloró, pero si se vio tan afectada que Elise supo que estaba hecha pedazos por dentro y no encontraba la forma de reconstruirse.

Silene la observó con timidez, pero con una seña que hizo con su mano Elise le pidió que continuara.

—Y me pasa con todo, no solo con mi relación. Tomo mis medicamentos para mejorar y me digo a mí misma que no servirá, que lo voy a arruinar. Voy al psicólogo y pienso que no va a ayudarme, que yo me voy a hundir tarde o temprano ¿Y si le hago a alguien tanto daño como...como se lo hice a Cristal? Yo de verdad no me di cuenta en el pasado todo lo que hacía, ¿y si me pasa ahora?

》Me da miedo porque ahora veo a quienes están en peligro: a mi hermano, mis sobrinos, Caleb...Adam...No quiero lastimarlos, ni lastimarme, pero yo soy tóxica y no sé cómo dejar de serlo. Estoy demasiado insegura sobre mi y me duele, pero siento que lo merezco. Siento que así debo estar y quizá por eso me digo que intentar mejorar no funcionará.

Elise alzó su mano y la detuvo. Luego, señaló hacia el lugar hacia el que Adam se había ido.

—No, Adam no sabe esto —respondió Silene, entendiendo su pregunta. Elise colocó ambas manos en la mesa y alzó una ceja. Una vez más, Sile entendió su gesto —. ¿Cómo esperas que se lo diga? Yo...yo...Yo no sé cómo hacerlo. No sé cómo decirle que todo lo que está intentando solo funciona por instantes. El vestido me hizo sentir bonita por minutos, pero ahora solo me siento...rota.

》Lo roto no es bonito.

Elise soltó una mueca, eso estaba resultando mucho más fuerte de lo que esperó escuchar. Silene de verdad estaba teniendo serios problemas de confianza y, aunque Caleb y Adam sabían de ellos, no estaban ni cerca de imaginar toda la profundidad que tenían. Si no buscaban una ayuda mejor para Sile, definitivamente lo que quedaba de una princesa segura y decidida terminaría por desaparecer.

Pensó por unos segundos, hasta que algo lógico se le ocurrió. Con una seña que simuló un teléfono le indicó a Silene que le diera su móvil. La rubia entendió sorprendentemente bien. En realidad, casi daba hasta miedo lo bien que se estaban entendiendo entre ellas. Era demasiado fácil entablar una conversación...quizá debieron intentarlo antes.

Con el teléfono de Silene en sus manos y desbloqueado, buscó las notas y comenzó a escribir. El corazón de Silene latía con una fuerza ensordecedora y una rapidez dolorosa, producto de una ansiedad de la que no se podía deshacer. Observó con nerviosismo el lugar en el que Adam estaba hablando, deseando que no volviera pronto para que no la viera de esa forma. Pensó lo mismo de Caleb, quien también la estaba ayudando mucho.

No quería que ellos descubrieran que en realidad ella estaba mucho más rota de lo que pensaban.

Elise acabó su mensaje y le pasó el teléfono a Silene, quien la observó con curiosidad antes de dirigir su mirada a la pantalla. Tuvo que contener las lágrimas tan pronto comenzó a leer:

Silene, creo que no estas viendo lo que el resto lleva viendo en ti durante años. Sí, te creía egocéntrica, mandona y odiosa ¡Cosas que sí eras! Pero si algo jamás pude negar fue tu seguridad y fortaleza. No mereces perder esas cosas, no después de haber pasado por un infierno y sobrevivido a él. Pudiste haber muerto, pero aquí estás: respirando ¿Quieres vivir? Pues, entonces no pierdas lo que te hace una princesa.

》La gente fuerte a veces necesita personas que las ayuden a recordar que tienen fuerza. No tengas miedo de decirle a Adam, a Caleb, o incluso a mi si te sientes de esa forma. Necesitas que te escuchen...y necesitas entender que quizá tienes un problema mucho más grave, quizá un poco de depresión y ansiedad. No está mal admitirlo, no está mal sentirse así, lo que está mal es estar perdiendo la mujer que eres por no pedir ayuda. Es válido caer, pero asegúrate de tener una red de seguridad abajo esperándote. Si no hablas, nadie la pondrá ahí y cuando caigas te romperás de verdad. No dejes que eso pase.

—Oh, por Dios...—soltó un suspiro. Finalmente, unas lágrimas se escaparon de sus ojos café —. Yo...Es decir...Elise, tienes razón. No es normal que me sienta tan insegura y ansiosa todo el tiempo, ni es normal que esté arruinando mi relación, mi personalidad y mi salud por ello.

Elise negó con la cabeza, dándole la razón. Le pasó la servilleta a Silene, quien limpió sus lágrimas con ella. Sentía un nudo en la garganta y un hueco en el pecho. Fue tan duro confesar todo eso, pero se sintió bien decirlo finalmente.

—No quiero perder lo que me hace ser quien soy —aseguró ella, para luego suspirar —. Tengo que hablar con Adam y Caleb, decirles que los amo a ambos, pero sus intentos de animarme no están haciendo todo el bien que ellos creen...

Elise asintió, estando de acuerdo.

—Y tengo que conseguir otro psicólogo, esta no me está ayudando tanto. Aprecio a Cloe, admito que la doctora que me recomendó es buena, pero necesito más.

Una vez más, Elise asintió.

—Y tengo...—soltó una larga respiración antes de observar a Elise —. Tengo que dejar de mentirle a Adam y a los doctores sobre las dosis de insulina que me estoy inyectando.

Eli enarcó una ceja hacia ella y Silene de inmediato se sonrojó. Cubrió su rostro con su mano y negó una y otra vez con la cabeza, avergonzada.

—Lo siento, lo sigo haciendo. Es que no...no lo controlo —tragó saliva y decidió ver a Elise —. No hables de esto con Adam, yo se lo diré...No sé cuando, pero lo haré.

Aunque lo dudó unos buenos instantes, Elise optó por hacer una seña en la que sellaba sus labios. Silene le sonrió con gratitud.

—Gracias, Eli —dijo, con honestidad —. Por escucharme y...y por todo. Lo lamento si me excedí en esto de "romper el hielo".

Elise hizo un movimiento con su mano, restándole importancia. Silene se veía un poco más tranquila ahora que solo secaba sus lágrimas. Quizá fue tonto por parte de Eli pensar que le había dado una segunda oportunidad. Más bien, lo que había hecho fue conocerla de verdad.

Porque esa era una Silene nueva, que se estaba formando poco a poco entre tantas inseguridades.

Tomó el menú de bebidas y le señaló la champaña a Silene. Una vez más, ella la entendió a una velocidad estrella.

—No puedo tomar alcohol por mi tratamiento —le dijo —, pero pidamos esa champaña y yo te acompaño con mi vaso de agua. Supongo que podemos celebrar...

Elise señaló el lugar que estaba mojado por el hielo que previamente había vuelto pedazos. Silene soltó una carcajada.

—Sí, podemos celebrar porque rompimos el hielo.

Pidieron la champaña y, por unos largos minutos, solo ellas dos se quedaron en la mesa charlando a su peculiar manera. Elise siguió notando las inseguridades y tristezas de Silene, pero la distraía con muecas y comentarios que ella debía descifrar a base de mímica. Poco a poco, Sile fue dejando de lado sus miedos para simplemente relajarse. Suspiró satisfecha cuando sintió alivio en lugar de miedo.

La incomodidad se había ido y solo había quedado un agradable comienzo.

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