~°Corto: Cautiverio·1°~

Una gran criatura con algo de pelaje carmín en la parte superior de su cabeza y escamas tan oscuras como la medianoche, se encontraba devorando su alimento recién capturado. Las pequeñas manchas de sangre salpicadas sobre él, al morder el cuerpo inerte del pobre venado, podrían confundirse fácilmente con las betas escamosas color carmín dispersas por todo su lomo. Su gran tamaño amenazante, combinado con sus filosas garras y colmillos incluso asustarían a un oso grizzly.

Soltó un gran eructo al estar satisfecho, alejándose del cadáver; ahora reducido a nada más que hueso y pequeñas sobras.

No tenía mucho que hacer.

Su territorio fue reducido a nada más que 1 kilómetro lleno de árboles y un lago, de ahi en mas, todo estaba rodeado de grandes muros de concreto y metal. Paredes altas con alambres electrificados y sensores de movimiento. Había intentado escapar innumerables veces desde que lo llevaron allí.

Era tan terco.

Y se rehusaba a permanecer retenido.

Probó de todo: Atravesar los muros, por ello los reforzaron; cavar un túnel, colocaron una placa de metal por debajo de la tierra; saltar, pusieron los alambres eléctricos. Este último no funcionó completamente, puesto que logró pasar al otro lado aunque algo débil pero podía moverse. Aunque su logro fue opacado por el gran grupo de humanos que ya lo esperaban, con sus pistolas de dardos calmantes, disparando antes de que pudiera ponerse de pie.

Debido a eso instalaron dardos automáticos con sensores de movimiento en lo más alto de los muros; si la electricidad no lograba frenarlo la anestesia lo haría.

Después de un tiempo, para fortuna de los humanos, se calmó.

Pero eso no significaba que se había rendido.

Solo esperaría el momento oportuno.

Ya llevaba casi tres meses ahí.

Los humanos ingresaban alces, venados, vacas, cerdos, cualquier animal lo suficientemente grande como para saciar el hambre de aquel reptil gigante. Los empujaban por una rendija especial, vivos, y dejaban que el lagarto cazara a su presa. A veces estaría lo suficientemente lleno como para no cazar por 1 día, de cualquier forma, había pequeños animales que tomaba como aperitivos cuando no se encontraba tan hambriento como: los peces del lago, las ardillas que eran parte de su hábitat o pájaros que llegaban por sí solos.

Viéndolo desde otro punto, vivía en un paraíso.

Claro quitando el hecho de que lo tenían encerrado.

El reptil de ébano camino hasta el lago inclinándose para beber. Sería una tarde tan aburrida... O eso creyó. Sus orejas se movieron y levantó su mirada al escuchar como las grandes puertas de entrada a su territorio se abrían, diez hombres con pistolas apuntando en estado de alerta entraron.

—"Podría... Mm."— Se sentó pensando bien si hacer una locura o no. —"Tal vez en otro momento. No tengo ganas de quedar inconsciente."— Observó en silencio que es lo que harían. Un camión retrocedió lentamente obstruyendo la entrada, los hombres se alinearon alrededor de este mientras dos se acercaban a las puertas del camión, tomando las palancas, se dieron una rápida mirada para coordinar sus movimientos; asienten al mismo tiempo y con un grito las bajaron con fuerza, alejándose al instante.

El bicolor miraba con gran curiosidad como los humanos esperaban, posicionados a los lados del camión, sin bajar sus armas. —"¿Porque solo miran esa cosa?"

Pronto su duda fue aclarada cuando una criatura saltó disparada fuera del contenedor corriendo lo más lejos que le fue posible sin mirar atrás.

—"¡Vamonos muchachos!"— Gritó uno de los hombres. —"Dejemos que la naturaleza se encargue del resto."— Rió entre dientes, dando una última mirada por donde había corrido el gigantesco animal. Todos subieron al camión, soltando leves risas mientras se iban. Las puertas volvieron a cerrarse.

Quedó algo confundido por lo que había dicho ese humano.

Con la curiosidad picando en su ser se encaminó por donde había ido la criatura de azul, a pesar de su velocidad logró distinguir el color de su piel. Olió el aire en esa dirección; dulce. De inmediato se sintió atraído por esa fragancia exquisitamente hipnotizante, por la cual decidió acelerar su andar.

Ya estaba trotando cuando escucho un ruido, como un golpe sordo, y un olor familiar.

Podía imaginar lo que era.

Corrió un poco y al fin pudo apreciar más de cerca qué fue lo que le trajeron los hombres.

A unos pocos metros yacía un Black Arm, como él, recostado inconsciente en la hierba.

Por su olor, supo de inmediato que era un sumiso. Más conocido como uke.

—"Trato de pasar los muros."— Se dijo a sí mismo en su mente, dándose cuenta de inmediato, puesto que obtuvo los mismos resultados muchas veces antes. Volvió a olfatear el aire dejándose guiar por este más cerca del nuevo ser en sus tierras, el olor provenía de él, debió suponerlo, aunque ahora se mezclaba un poco con el olor a quemado producto de los alambres eléctricos.

Miró con curiosidad, ahora de pie sobre el reptil más pequeño de escamas y una melena color cobalto, su cuerpo delgado pero definido era algo que se vería atrayente para cualquier macho, ni que hablar de su rostro, lucía tan calmado y fino que el azabache no pudo evitar inclinarse a olfatearlo más de cerca. Mientras frotaba ligeramente una mejilla azul contra la suya.

Suave.

Dulce.

Siguió olfateando, ahora en el pecho durazno del aún inconsciente sumiso.

El olor parecía hacerse más fuerte e intenso mientras descendía, cada vez más cerca de la zona privada del azulado, sintiéndose deleitado de la fragancia que esté producía. 

Habría seguido con su camino... De no ser porque el otro despertó.

Su ojos se abrieron de golpe, revelando bellos orbes verdes brillando, después de tomar esa corta siesta para recuperarse; gracias a su gran capacidad de sanación. Y en cuanto los carmín del oscuro hicieron contacto con las ahora amenazantes esmeraldas del otro, tuvo que alejarse para evitar que una muy dolorosa patada golpeara su mejilla.

Con un salto se levantó, gruñendo en tono bajo como advertencia al azabache para que no se acercara.

Cosa que pareció no importarle.

Se acercó a él ignorando sus gruñidos, oliendo una vez más cerca de su cuello, y moviendo la punta de su cola ligeramente al ver que no lo atacaba. —"Shadow."— Dijo simplemente.

—"¿Que?"— Detuvo sus gruñidos pero seguía tenso por la cercanía del macho más grande; si hacía cualquier movimiento en falso no dudaría en perforar su cuello con sus largos colmillos.

No le importaba que fuera un seme.

—"Soy Shadow. ¿Y tu?"— Se presentó, sentándose a cuatro patas delante de él.

Normalmente los machos dominantes no son agresivos cuando un uke o hembra invade su territorio, si no al contrario, son los supuestos invasores los que están de agresivos o eludidos.

Y este era el caso.

—"Quete."— Fue lo único que respondió. Mirando al bicolor con ojos entrecerrados y fríos.

—"¿Quete?"— Repitió, inclinando la cabeza a un lado, sin creerse que ese fuera su nombre.

—"Que te importa."— Se dio media vuelta empezando a caminar lejos de él.

Shadow parpadeo sorprendido por la respuesta, pero no pudo evitar soltar una leve carcajada, le agradaba este uke. Y como dije antes, él es terco, por lo cual no dudó en caminar tras el cobalto y seguir insistiendo hasta obtener lo que quería. —"Bueno, ya que invadiste mi territorio, al menos sería algo cortés decirme quien eres."—

—"Yo no lo invadí. Me trajeron aquí."— La molestia resonó en su voz.

Shadow noto como la cabeza del azulado se giraba en distintas direcciones, como buscando algo y él, por supuesto, ya sabía lo que pensaba.

—"Podría decirte una forma de salir de aquí, si te interesa."— Comento como algo casual, sin importancia.

Eso provocó un movimiento en las orejas azules y que su dueño se detuviera. Sin voltearse a verlo, giró sus orejas hacia él dándole a entender que escucharía lo que dijera.

—"Claro que... Si supiera tu nombre, me seria mas facil hablar."—

Sonrió victorioso cuando lo vio suspirar en aparente derrota.

El sumiso se giró con el ceño fruncido, mirando aun con desconfianza al ser oscuro delante de él. —"Bien... Pero prometeme algo."—

Asintió, sentándose de nuevo, en espera a que continuara.

—"Me ayudaras a salir de aquí."— Lo miro con seriedad, inclinándose levemente hacia adelante tratando de parecer intimidante mientras sus orejas se contraen contra su cabeza. Cosa que no le resultó muy bien, puesto a la gran diferencia de tamaño entre los dos.

La imagen incluso resultó tierna para el oji-carmín.

—"Prometelo."— Demandó. En ningún momento se había mostrado asustado o afectado por el tamaño del otro, desde que lo vio, ni siquiera por el hecho de que es un seme ya maduro. No mostraba signos de sumisión en lo absoluto.

Eso le gusto.

—"Lo prometo."— Movió su cola con una sonrisa feliz, casi parecía un cachorro.

—"Bien. Entonces habla."— Tanto su tono como expresión se mostraron impasibles.

—"No hay forma de salir de aquí."—

—"..."—

Los humanos observaron desde lo alto de una torre, que daba una vista completa de todo el hábitat de los Black Arms, como el reptil oscuro corría despavorido lejos de su nuevo compañero con escamas azules.

—"Creí que el macho era el negro."— Se confundió el hombre a cargo de todo el lugar, mirando inquisitivo la escena.

—"Lo es."— Respondió con simpleza uno de los zootécnicos a su lado.

—"Entonces... ¿Que se supone que hace?"— Inquirió mirando al otro, cruzando sus brazos en espera de una respuesta"

—"Bueno, incluso en la naturaleza... Las mujeres dan miedo."— Hizo una mueca al recordar sus amargas experiencias tratando con las feminas.

Su supervisor, junto con todos los hombres en la sala, suspiraron en resignación mientras asienten con la cabeza. Eso era algo en lo que tenían que estar de acuerdo.

Los humanos tenían claro que esta especie de animales posee tres tipos de géneros: Machos o Semes, Hembras y Sumisos, o también llamados Ukes. Que básicamente tienen el mismo fin que las hembras, reproducir. Por ello no se molestan en referirse a ellos como tal.

Volviendo con los dos grandes reptiles.

Shadow pegó un gran salto a la copa de un árbol, escapando de una feroz garra que abria rasguñado su espalda de no ser por su velocidad, Sonic solo gruño de pie en la hierba sin tener deseos de perseguirlo sobre el viejo roble. El azabache soltó un suspiro al ver al más joven abandonar su "cacería" y dar media vuelta para empezar a caminar con tranquilidad.

Solo entonces noto su gran error.

—"¡Hey, no me dijiste tu nombre!"—

—"Y tu no me dijiste nada útil, estamos a mano."— Resopló con algo de diversión.

El gran lagarto de ébano quedó sentado en una rama haciendo pucheros. Nada feliz por el resultado.

Solo para, segundos después, caer de dicho lugar con un ruido sordo.

La pobre rama del árbol no pudo sostener su peso por mucho más tiempo y terminó cediendo ante el.

El lugar de inmediato se vio invadido por las risas burlonas del sumiso.

No estuvo tan mal para ser su primer dia con su nuevo compañero.

Primera parte, de no se cuantas,
de este corto no animado xd
¿Que opinan?

Imagen y derechos de los Black Arms (No estoy segura de si a ella se le ocurrió o tomo la idea de alguien mas,
I Don't Know) pertenecen a Shades365

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