Capítulo 7



Taehoon colocó ambas manos en los bolsillos de su pantalón y miró a su alrededor, ignorando la mirada expectante del rubio frente a él. Finalmente, agachó la cabeza y asintió. Carlisle pudo suspirar aliviado, pensaba que el contrario se negaría tras verlo tan desinteresado sobre su presencia en los días anteriores.

—Sígueme —pronunció antes de adentrarse nuevamente en el bosque.

Taehoon miró hacia atrás cuando unos golpecitos contra el cristal se oyeron. Kate elevaba ambos pulgares en su dirección, dándole ánimos. El pelinegro sonrió antes de caminar lentamente hacia el lugar donde el Cullen había ido. El camino se estrechaba a medida que avanzaban, los árboles se hacían más abundantes y conseguiría dificultar su caminar de haber sido humanos. Se podía escuchar con claridad el correr del agua en el río y el suave cantar de los distintos pájaros del bosque, algún que otro chillido de cierto herbívoro. La fauna seguía bastante activa a pesar de estar claramente en pleno invierno. A Taehoon le agradaba la naturaleza, le proporcionaba un sentimiento de paz que apenas podía explicar.

Carlisle los guió hasta una pequeña cabaña de madera oscura cuyo techo había comenzado a ser adornado por cubiertas vegetales. El lugar estaba a oscuras, el silencio comenzaba a rodearlos poco a poco. El rubio vampiro se acercó hacia la entrada del lugar con confianza, abriendo la puerta y dándole al interruptor para encender las luces del hogar. Taehoon caminó sin prisas, observando curioso el lugar en el que se encontraban en ese instante; En su mayoría, el lugar estaba adornado por objetos de madera, algo bastante hogareño y acogedor. Todo era muy rústico. Taehoon se acercó a uno de los sillones, estirando su mano y señalándolo, pidiéndole permiso al rubio para tomar asiento. Tras el asentimiento del Cullen, Taehoon dejó caer su cuerpo suavemente sobre el mueble. Carlisle se sentó justo frente a él; su espalda recta, su rostro algo intranquilo y sus manos entrelazadas sobre su regazo. El viejo vampiro estaba nervioso, por primera vez en mucho tiempo estaba nervioso.

—¿De que querías hablar? —cuestionó el pelinegro. Su bajo tono de voz provocaba que el acento británico que tenía se marcara aún más. Carlisle pensó en su propia forma de hablar, dándose cuenta que había perdido aquel acento casi al completo y que, en su lugar, había adoptado uno de los tantos acentos de los estadounidenses.

¿De qué quería que hablaran?, se cuestionó Carlisle. A decir verdad, no tenía ni la más mínima idea de lo que le diría al asiático, no había pensado nada ni organizado sus pensamientos. Sólo había buscado una oportunidad para estar junto a él sin el resto de ojos curiosos que rondaban su casa en aquellos instantes. Necesitaba encontrar una explicación que no sonara falsa ni hipócrita para darle a entender a Taehoon que no lo buscó por buenos motivos, que no lo buscó por una buena razón. Pero no pudo encontrar nada, sólo un viejo sentimiento que había llegado a creer que logró hacer desaparecer hacía décadas.

Taehoon observó como el semblante del rubio cambiaba varias veces, distintas emociones en muy poco tiempo. Taehoon no era tonto, y también había pasado veintitrés años de su vida junto al —ahora— vampiro. Supo enseguida que no tenía nada que decirle; más no dijo nada, se quedó callado y observó mientras esperaba a que el contrario comenzara a hablar.

—No lo sé —admitió Carlisle al cabo de un rato. Taehoon elevó una ceja, asintió e hizo el amago de levantarse, más la pálida mano en su antebrazo lo detuvo—. ¡No! No te vayas.

—No sabes de lo que quieres hablar y no voy a perder el tiempo aquí sentado cuando tengo mejores cosas que hacer —replicó el pelinegro.

—¿Cosas mejores? Te pasas el día junto a Kate, o sino con Garrett. ¡Incluso con Alistair! ¿En qué momento te hiciste tan amigo de Alistair? —soltó Carlisle—. Solo charláis. Os he escuchado, no hacéis nada salvo hablar.

—Charlar con ellos es mejor que estar aquí con alguien que me trajo sin saber sobre qué tener una conversación.

—¡Ugh! —exclamó—. Realmente quiero hablar contigo, Taehoon. Quiero tener una conversación decente contigo y aunque ahora mismo no sepa siquiera lo que quiero decirte, sé que quiero tenerla. Estuve intentando pensar desde el momento que aceptaste volver a Forks con nosotros, estuve pensando en cómo explicarte todo pero siento que cualquier explicación será inválida para ti, que no me creerás.

—¿Entonces por qué me llamaste ahora? ¿Por qué me trajiste hasta aquí?

—¡Porque quería estar un rato contigo a solas sin que nadie tuviera los ojos puestos en nosotros! —chilló, elevando sus manos hasta su cabeza y despeinando su siempre perfecto cabello rubio.

Taehoon abrió ligeramente sus ojos, no esperándose la repentina elevación de voz por parte del contrario. Rara vez lo había visto elevar su tono de voz mientras fueron humanos, rara vez lo había visto enojarse y rara vez lo había visto perder la calma. Era peculiar que no le extrañaran las palabras de Carlisle, sino la forma de actuar de éste.

—¿Por qué? —cuestionó él sin perder su tranquilo semblante.

Carlisle se dejó caer contra el respaldo del sofá y suspiró, clavando sus ojos en el techo y negándose a dirigirle la mirada al nómada frente a él.

—No lo sé —mintió.

Carlisle mintió. Y Taehoon supo que mentía.

Había algo bastante llamativo que solía ocurrir durante sus años como humanos cada vez que Carlisle mentía (incluso si eran mentiras piadosas), y esto era que el labio superior derecho del rubio temblaba ligeramente, como si fuera a estallar en carcajadas en cualquier momento. Era un gesto casi imperceptible, tan imperceptible que nadie podría darse cuenta de él salvo Taehoon; y es que Taehoon era alguien bastante observador cuando se trataba de las personas cercanas a él. La primera vez que se dio cuenta de aquel gesto en el Cullen, fue cuando tenían unos siete años y habían roto uno de los cuadros de su casa por jugar con él incluso cuando el padre de Carlisle les había prohibido armar cualquier alboroto en el interior. Carlisle había mentido a la perfección, clavando sus claros ojos en los azules orbes de su padre y mintiéndole descaradamente. Taehoon se había quedado en mitad de la charla, observando con detalle cómo el semblante de Carlisle no flaqueaba. Sin embargo sí que pudo captar aquel diminuto gesto.

No lo sé —repitió Taehoon en un susurro. El silencio rodeó la estancia, dejando solo el soplar del viento golpeando los cristales de las ventanas. Rojo y dorado se enfrentaron, se miraron mutuamente durante largos minutos. Ninguno tenía la intención de apartar la mirada del otro, era como si un imán les impidiera hacerlo; Taehoon pensó durante un largo rato mientras seguía observando con detalle el llamativo color áureo de los ojos de Carlisle. A pesar de haber pasado trescientos años, el pelinegro recordaba a la perfección aquel azulado tono que poseían los humanos ojos de Carlisle. Un azul que en ocasiones llegaba a tornarse celeste y que le recordaban al claro agua de un manantial—. Dime la verdad, Carlisle.

Taehoon habló repentinamente, tomando a Carlisle por sorpresa. Aún así, no apartó sus ojos y asintió, dándole a entender que lo escuchaba. Taehoon continuó hablando:—¿Cuál es el punto de tenerme aquí? ¿De querer traerme aquí?

—Ya te lo he dicho, quiero volver a retomar el contacto contigo.

—Entonces explícame porqué no me buscaste —volvió a insistir el pelinegro.

—¡No puedo!

—¿Por qué no?

—¡PORQUE NO LO SÉ!

Y ahí estaba otra vez... aquel temblor en su labio superior.

—El día que nos encontramos dijiste que no se había dado la oportunidad —recordó Taehoon—, ahora dices que no lo sabes. Es la primera vez que no entiendo qué tramas, o qué intentas, pero estoy completamente seguro de que ésta no es la forma de hacerlo —el pelinegro se puso en pie, volviendo a adoptar aquel porte recto y elegante antes de acercarse a la puerta del lugar y abrirla para dejar pasar la brisa invernal—. Si en algún momento decides explicarme las cosas con la verdad, no tendré ningún problema en escucharte aunque duela. Ya sea porque no quisiste seguir lidiando conmigo, porque encontraste mejor compañía que la mía o, por lo que fuera... no te juzgaré, y tampoco me enojaré porque creo que ha pasado bastante tiempo aunque el rencor que sienta hacia ti crezca por momentos. Pero no vengas a mi con una mentira, aunque sea la verdad más dolorosa del mundo, tan solo dímela.

Taehoon no se quedó a escuchar una respuesta, simplemente salió de la casa y corrió sin descanso a través del bosque en busca de Kate. Aunque nunca lo admitiera, aquellas palabras le dolían más a él que a cualquiera. Taehoon siempre quiso creer que en el momento que se encontrara con Carlisle lo odiaría tanto que su mísera existencia le daría exactamente igual, pero se equivocaba; aunque el rencor hacia el rubio era algo que hacía su cuerpo hervir en rabia, Taehoon aún tenía la falsa esperanza de que Carlisle tuviera una buena explicación que darle.

Taehoon se sentía un idiota. Taehoon era un idiota.

Dentro del hogar de los Cullen, el lector de mentes reconoció a lo lejos la voz interna de Taehoon llamando el mismo nombre una y otra vez: Kate, Kate, Kate. El cobrizo arrugó sus cejas y observó al rubia que charlaba tranquilamente con su esposa. Edward se acercó a ella y tocó su hombro levemente, consiguiendo captar su atención.

—¿Qué sucede? —preguntó Kate con una sonrisa sin dientes.

—Creo que deberías salir —fue lo único que pronunció Edward.

Por alguna razón, o por algún sexto sentido que hubiera desarrollado hacia Taehoon, Kate se puso de pie rápidamente y salió al exterior sin decir ni una palabra más. Adentrándose en el bosque y siguiendo aquel achocolatado aroma que poseía el asiático, Kate no tardó mucho en encontrarlo.

Taehoon se había detenido entre tres arboles de tronco grueso que estaba dispersados de tal forma que formaban un triángulo isósceles. Sus hombros bajos y una ligera postura encorvada hicieron que Kate se diera cuenta del horrible estado anímico del vampiro, más lo que lo confirmó fue el pálido rostro que mostraba la frustración y el dolor. Taehoon clavó sus rojizos ojos en los dorados de Kate, recibiendo una sonrisa triste por parte de ella. La rubia extendió sus brazos hacia él, y a pesar de que Taehoon no era demasiado fanático de los abrazos, se lanzó entre las finas extremidades de la vampiro y se dejó mimar. En aquel momento, Taehoon había pasado a ser un niño en los brazos de su madre, y es que Taehoon necesitaba aquel abrazo más que nunca.

—Soy un idiota —dijo el vampiro, sus palabras siendo ahogadas por las prendas de ropa que cubrían el hombro de la Denali—. Un maldito idiota.

Kate hizo una mueca con sus labios y apretó más su abrazo sin dejar de acariciar la espalda de Taehoon de forma reconfortante.

—No lo eres —aseguró ella—. No querer desprenderte de lo último que te ata a tu vida humana no es ser un idiota, Tae. Cualquiera pasaría por lo mismo, más aún cuando estuviste tanto tiempo ligado a ello.

—No es justo —se quejó Taehoon.

—Nunca lo es —Kate no era la mejor reconfortando personas, pero lo intentaba por su nuevo amigo—, pero se supera o se aprende a vivir con ello.

—¿Por qué tengo que ser yo el que sufra? Tiene familia; esposa, hijos, una nieta... ¿y yo qué tengo? Ni siquiera sé qué fue de mi esposa o mi hijo, ni de mi padre. Tiene toda una vida sin mi y aún así quiero depender de él... Tanto tiempo aferrándome a algo que no me correspondía. Kate, no es justo... —gimoteó.

Entre pequeños sollozos sin lágrimas, Taehoon le contó con sumo detalle la conversación que había tenido con el patriarca de los Cullen. La fémina apretó el abrazo, no esperándose ver aquella actitud en Taehoon pero quiso creer que todos los sentimientos en los últimos días habían hecho que el pobre vampiro terminara por estallar. Sintiendo una repentina ola de tristeza rodeándola al no poder hacer nada por el pelinegro, la rubia cerró sus ojos con fuerza sin soltar nunca el abrazo. Kate se sentía impotente. Casi como si hubieran pellizcado su espalda, Kate se enderezó y alejó ligeramente al pelinegro.

—¡Ya sé! —exclamó con una sonrisa. Taehoon la miró confuso mientras la sonrisa de Kate no paraba de crecer—. Vuelve conmigo.

—¿Hm?

—A mi hogar. Tanya estará encantada de tenerte en el clan —animó.

El clan Denali...

No sé yo, Kate...

—Tae, te hará bien. Deshazte de aquello que te ata a Carlisle y empieza a vivir nuevamente. Si al terminar todo este embrollo, mi familia y yo estamos bien y Carlisle no te ha dado una respuesta, ven con nosotros.

—Agradezco la invitación —dijo en un tono bajo.

—Pero debes pensarlo —completó Kate, recibiendo un asentimiento de cabeza por parte de su nuevo amigo—. Hey, lo entiendo, ¿vale? No te preocupes. Piénsalo todo lo que haga falta, y si aún así al final decides seguir por tu propio camino, recuerda que nuestro clan tendrá un hueco especial sólo para ti.

Taehoon sonrió ligeramente; sus emociones habiéndose calmado tras la conversación con Kate y ahora sintiéndose bastante mejor que hacia escasos minutos atrás.

—Gracias, Kate. No sé en qué estado estaría ahora mismo si no te hubieras acercado a mi aquel día.

—Seguramente seguirías lloriqueando por el bosque sin tener una hermosa amiga que te anime —bromeó, consiguiendo aligerar el ambiente y sacando una carcajada de la garganta de Taehoon.

Kate sonrió al haber podido animar a Taehoon. La rubia vampiro creía que el joven era alguien con una persona bastante llamativa y poderosa que no merecía lo que fuera que Carlisle estuviera haciendo. De todo el tiempo que hablaron y llegaron a conocerse, Taehoon no le mostró a Kate nada más que alguien encantador y virtuoso. Para la vampiro, él era una de esas personas especiales que sólo conoces una vez en la vida.

Con el pasar de los días, el ambiente en el hogar de los Cullen cada vez se tornaba más frío. Todos estaban nerviosos o expectantes por lo que llegaría a ocurrir. A tan solo un par de días del encuentro, la presencia de Alistair se desvaneció por completo. El nómada había sido lo suficientemente listo como para marcharse a tiempo, únicamente despidiéndose de Taehoon quien regresaba de cazar aquel día.

Fuera del hogar de los Cullen se oía un leve alboroto seguido de murmullos y pequeños gruñidos. Sonaba con intensidad y de forma parecida a una discusión. Taehoon observaba junto a Garrett como todos los testigos reunidos (salvo Alistair, quien había marchado, y aquellos que estaban implicados) escuchaban con atención el enfrentamiento. Esme, Kebi y Tia eran las más cercanas a los tres vampiros del centro; en mitad de la habitación, Amun siseaba a Carlisle y Benjamin. Edward y Bella, quienes acababan de llegar al lugar junto a la híbrida y el cambia-formas, se acercaron con rapidez hacia Esme.

—Amun, si quieres marcharte, nadie te obliga a quedarte —decía Carlisle con tranquilidad.

—¡Me estás robando la mitad de mi aquelarre, Carlisle! —chillaba Amun, apuntando con un dedo a Benjamin—. ¿Ha sido por eso por lo que me has hecho venir? ¿Para robármelo?

Carlisle suspiros, Benjamín puso los ojos en blanco y Taehoon no pudo evitar reírse desde su lugar a pesar de que la situación era seria y pintaba mal.

—Sí, claro, Carlisle emprende una lucha contra los Vulturi, pone en peligro a toda su familia, solo para arrastrarme a mí a la muerte —repuso Benjamin con sarcasmo—. Sé razonable, Amun. yo siento la obligación de hacer lo correcto quedándome aquí y no me estoy uniendo a ningún otro aquelarre. Y tú puedes hacer lo que quieras, claro, como te ha señalado Carlisle y como ya hemos hablado hace unos días.

—Esto no va a terminar bien —gruñó Amun—. Alistair es el único cuerdo de esta reunión. Todos deberíamos salir por pies.

—¡Por fin alguien que piensa lo mismo! —chilló Taehoon.

—¿Por qué estamos teniendo esta conversación otra vez? —preguntó Bella, aún confundida ante su repentina llegada.

—Porque a Amun no le entra en la cabeza que por primera vez en tantos años quiera hacer algo por mi cuenta sin tener que pedirle permiso —explicó Benjamin.

—¡Nos van a masacrar a todos! —siguió chillando Amun.

Carlisle suspiró nuevamente. Elevó una mano hasta su cien y la masajeó ligeramente mientras buscaba las palabras correctas.

—Como ya hablamos, no habrá ninguna lucha dentro de lo posible.

—¿Dentro de lo posible? ¿Y qué pasa si sí hay una guerra, Carlisle?

—Si eso sucede, siempre puedes cambiarte de bando, Amun. Estoy seguro de que los Vulturi apreciarán tu ayuda.

La mirada desdeñosa de Amun no pasó desapercibida para nadie. Taehoon quedó estático ante aquellas palabras, aquello había sido un golpe muy bajo.

—Tal vez eso sea lo correcto —gruñó Amun—. Me quedaré, Carlisle, pero irá en contra tuya. Me uniré a ellos si ése es el único camino para poder sobrevivir. Todos vosotros sois unos psicopata así pensáis que podéis enfrentaros a los Vulturi —dio una vuelta y contempló a su alrededor con cara de pocos amigos, y después suspiró, clavando su vista en Renesmee y Bella de mala manera—. Atestiguaré que la niña ha crecido, porque no es más que la verdad. Cualquiera podría verlo.

—Es lo único que hemos pedido —dijo Carlisle.

—No, tú hijo nos pidió también que lucháramos —Otro suspiro por parte del rubio vampiro hacia las palabras de su viejo amigo Amun, más no dijo nada.

Taehoon dejó de prestar atención a la discusión cuando ésta comenzó a ser entre Amun y Benjamin únicamente, replicándose el uno al otro por cosas que el asiático no entendía. Sus rojos ojos viajaron a la delgada figura de Bella. Sin saber porqué o por simple aburrimiento, se acercó a ella y se plantó a su lado sin decir nada.

—¿Por qué se ha ido Alistair? —preguntó la neófita al nómada vampiro. Taehoon la observó de reojo, curvando sus labios ligeramente. La única razón por la que Bella le había preguntado a él, era porque había visto que había. entablado conversación en más de una ocasión.

Taehoon se encogió de hombros.

—No quiere morir —contestó con simpleza.

Edward chasqueó la lengua y se acercó para abrazar a su mujer por los hombros.

—No es cierto —Taehoon elevó una de sus cejas—, bueno, sí es cierto pero no tan así. No todo el mundo ve la situación de forma positiva. No ha dejado siquiera una nota. De sus rezongos cabe imaginar que considera inevitable la lucha. A pesar de su comportamiento, la realidad es que Carlisle le importa demasiado como para alinearse con los Vulturi. Supongo que ha terminado decidiendo que era un peligro demasiado grande —finalizó Edward con un encogimiento de hombros.

Taehoon lo observó escasos segundos y dijo:—Pues a mi me dijo antes de irse que no quiere morir.

—¿Habló contigo? —cuestionó Edward.

—Por supuesto que lo hizo. Yo era el único razonable entre tanto suicida aquí presente.

Aunque la conversación solo se había desarrollado entre ellos tres, era evidente que todos habían podido escucharla. Eleazar contestó al comentario de Edward como si se hubiera estado dirigiendo a todos.

—Lo que se podía deducir de las quejas de Alistair era algo más que eso. No hemos hablado mucho de la agenda de los Vulturi, pero a Alistair le preocupaba que los Vulturi no nos escucharan; con independencia de lo bien que fuéramos capaces de demostrar vuestra inocencia. Está convencido de que encontrarán una excusa para salirse con la suya.

—Y tiene toda la razón —interrumpió Taehoon—, al fin y al cabo, estamos hablando de los Vulturi.

Eleazar lo miró y asintió de acuerdo. Dentro del lugar el murmullo comenzó a formarse nuevamente mientras cada vampiro discutía sobre el cercano encuentro con el clan italiano. El pelinegro se limitó a alejarse, volviendo a su lugar junto a Garrett y sonriendo ante la mirada decidida del nómada.

—Te noto entusiasmado —mencionó Taehoon de forma juguetona.

Garrett rió y lo codeó ligeramente.

—Obviamente. Si ganamos esto, tendré una increíble experiencia de la que fardar y, con suerte, conseguiré a la chica guapa.

Ambos clavaron sus ojos escarlatas en la esbelta figura de Kate, quien charlaba junto a su clan. Taehoon carcajeó ante las palabras del contrario, palmeando su hombro y alejándose del tumulto de vampiros.

—Te deseo suerte.

—¿Con los Vulturi o con Kate?

—Créeme, Garrett —dijo cerca de la puerta con una media sonrisa burlona—, la suerte no la necesitas con los Vulturi.

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