Capítulo 6




Taehoon salió del hogar de los Cullen y caminó con lentitud hacia el grupo de vampiros que se amontonaba en una parte del bosque justo en el momento en el que Kate tomaba la mano de Bella y lanzaba una descarga eléctrica hacia ella. Grata fue la sorpresa de todos cuando no le afectó en lo más mínimo.

—Oh, sin duda es un escudo. Debería haberse caído de culo —dijo Kate.

—Puede que tu descarga esté sobrevalorada —su burló Garrett. Los ojos se dirigieron a él y Taehoon, que se encontraba a su lado, no pudo evitar reírse.

—O puede que sólo funcione en los débiles —contraatacó la rubia.

Kate guiñó un ojo hacia Taehoon y éste solo pudo negar divertido. Garrett parecía perseguir la muerte. El nómada elevó su mano hacia la palma de la vampiro con curiosidad, parecía un niño que acaba de encontrar un juguete abandonado en mitad de un parque.

—Garrett, yo no lo haría —aconsejó Carlisle.

—Deja que el chico se divierta, Cullen —dijo Taehoon para hacerlo callar.

Carlisle entrecerró sus ojos y lo observó, el pelinegro ni siquiera le dirigía la mirada en ese momento.

En cuanto el dedo índice del nómada tocó la fría palma de Kate, éste tembló de dolor y soltó un quejido bajo para después caer al suelo de rodillas. La sonrisa en los rostros de los vampiros a su alrededor no podía pasar desapercibida por nadie, aquello era divertido.

—Eres una mujer increíble —dijo en voz baja Garrett.

Kate sonrió en su dirección. Ésta vez fue el turno de Taehoon de guiñar un ojo en su dirección, Kate al darse cuenta sólo pudo rodar los ojos y acercarse a sus hermanas. El asiático se acercó al vampiro que aún yacía en el suelo y le tendió una mano para ayudarlo a ponerse en pie.

—Posees un don muy poderoso, Bella —habló Eleazar—, probablemente el tercer don más poderoso entre los vampiros aquí presentes.

Edward arrugó sus cejas y miró atentamente al hombre que podía detectar los dones y el poder en los vampiros. Sus dorados ojos pronto viajaron entre Taehoon y Benjamin (quien acababa de salir hacia el exterior) cuando terminó de leer su mente. El cobrizo entendió porqué a veces los pensamientos de Taehoon parecían fragmentos rotos indescifrables.

—Taehoon, tú...

—No —cortó en seco—. Ni siquiera lo menciones, Edward. Haz como que no has visto nada.

Los presentes no tardaron mucho en darse cuenta que Taehoon se encontraba entre uno de los tres vampiros con dones poderosos que había mencionado Eleazar.

—¿Cuál es tu don? —preguntó Bella, curiosa.

—Ninguno. No hay don, dejad el tema —Taehoon se separó bajo la atenta mirada del grupo. Kate tenía una expresión complicada en el rostro, quiso acercarse pero podía notar que aquel tema había molestado al asiático y lo dejó solo.

—¿Cuál es su don? —preguntó Bella hacia su esposo y Eleazar.

—No nos corresponde a nosotros decirlo si él no quiere —informó el pelinegro.

Edward concordó con él, asintiendo.

—Si él quiere, lo dirá en un futuro. Pero por ahora será mejor que nos olvidemos de ello.

Carlisle miró la dirección por la que su viejo amigo se había ido, con la curiosidad carcomiendo cada parte de su cuerpo. Hizo el amago de ir tras él, más la presencia de dos esencias desconocidas hizo que todos se pusieran alerta y corrieran en dirección contraria hacia donde los gruñidos de los lobos se escuchaban.

Taehoon caminó a través de los árboles con agilidad, evitando que sus zapatos pisaran por mucho tiempo la tierra mojada. A pesar de lo años, Taehoon seguía siendo bastante delicado con su ropa y le encantaba estar presentable, y unos zapatos llenos de barro no conseguirían que se viera bien; Algunos rayos de sol conseguían escabullirse entre el centenar de hojas, logrando que algunas partes estuvieran notablemente iluminadas. Taehoon se abstuvo a acercarse y volver a admirar su brillante piel. Era una manía que había desarrollado con el pasar del tiempo cada vez que se sentía frustrado: admirar la llamada piel de diamantes. Su mano se elevó hacia su cabello y lo revolvió sin delicadeza alguna, dejando una cabellera despeinada, tal y como si acabara de despertar.

Taehoon jamás había hablado de su don con nadie después de tantos años, tampoco había tenido a nadie con quien hacerlo o nadie que se hubiera dado cuenta de ello. Era un secreto que no quería a sacar a la luz. El simple pensamiento de éste lo hacía temblar, ya había causado suficiente daño en el pasado como para siquiera pensar en usarlo. No, no se arriesgaría a provocar algo peor.

—El olor a perro es mucho menos intenso aquí fuera.

Taehoon se giró hacia la voz, encontrándose a aquel vampiro que estuvo en el coche con él.

—Dudaba que desde el ático se pudiera sentir demasiado, Alistair.

El nombrado se encogió de hombros.

—El lobo sigue estando dentro de la casa. Nuestro olfato está desarrollado, el olor es tan fuerte que se sentirá como si lo tuviera pegado a la cara.

Taehoon rió. El recién llegado se acercó y se colocó a su lado, caminando a la par hacia la desembocadura del río.

—No esperaba verte en el coche de Carlisle —admitió el asiático tras varios minutos en silencio.

—Tampoco yo esperaba que fueras tú a quién debíamos recoger en Detroit —soltó de igual forma—. ¿Qué has hecho todos estos años? Sólo nos vimos una vez pero recuerdo que estabas junto a una vampiro rubia... ¿o era pelirroja?

—Pelirroja —asintió—. No sé qué fue de Victoria. Nos separamos un par de años después cuando su pareja volvió a por ella. Luego... sólo caminé.

—¿Algún lugar en específico?

Taehoon negó. Luego entrecerró sus ojos con desconfianza.

—Oye, ¿por qué estás tan preguntón? La única vez que hablamos, me tirarse de un puente por no callarme ni un instante.

Alistair se encogió de hombros.

—Curiosidad.

Taehoon se limitó a asentir y no cuestionó nada más.

Sus pasos apenas sonaban, lo único que podía escucharse con intensidad era el curso del río. Estaban a escasos metros de éste. Era una compañía agradable, ambos sabían del otro que eran personas que disfrutaban con el silencio y la tranquilidad. Las cortas conversaciones siempre eran las mejores. No debían decirse demasiado porque tampoco eran amigos, tan siquiera conocidos. Simplemente eran dos vampiros que se veían por segunda vez en toda su inmortal existencia y necesitaban escapar del agobio que el hogar de los Cullen y la futura guerra con los Vulturi les provocaba—a pesar de que no participarían en ella.

—¿Por qué aceptaste venir? —preguntó Taehoon cuando se detuvieron junto al río, tomando asiento en una gran roca resbaladiza. Alistair lo miró brevemente antes de volver la atención hacia el agua. Se encogió de hombros antes de responder.

—No estoy seguro. Ya te dije que Carlisle tiene mucha labia y arte de convicción. Es difícil negarse.

Taehoon asintió de acuerdo.

—Pero no te enfrentarás a los Vulturi.

—Al igual que tú, no planeo poner en riesgo mi vida por una niña cualquiera. Por más amigo que quiera ser Carlisle... simplemente no.

—Eso digo yo —concordó—. Admito que, sí, la niña no tiene la culpa, y realmente lo siento por ella, pero...

—Pero no es de tu incumbencia —completó, recibiendo un asentimiento de cabeza por parte del asiático—. Ya. Me sucede lo mismo. Ponerse en la mira de los Vulturi nunca es algo bueno, siempre terminarán por involucrarte en algo o chantajeándote con alguna estupidez. Además, si te encuentran solo es muy difícil que sobrevivas.

Taehoon desvió su mirada hacia el nómada a su lado y lo observó. Su mandíbula se encontraba fuertemente apretada, sus ojos viajaban de un lado a otro frente a él y sus manos jugueteaban inquietas encima de sus piernas.

—Tienes miedo —afirmó Taehoon.

—¿Tu no?

—No. No tengo miedo, pero tampoco quiero morir por una tontería.

—He vivido durante seiscientos años y nunca he tenido problema alguno, en cierto modo. Sigo vivo, vivo en paz con todos. Si una simple visita por pura cortesía a nuestra amistad a Carlisle me hace morir... pues, no sé, el sólo pensamiento de que me maten me aterroriza.

—Te entiendo. Esa es una de las razones por las que tampoco me quiero entrometer. Trescientos años oculto y sin que los Vulturi se enteren de mi existencia es un logro. Me gustaría mantenerlo así.

—¿Y por qué no te vas? —preguntó Alistair.

—¿Por qué no te vas tú?

La comisura de sus labios se elevó ligeramente. Alistair elevó las manos con gracia sin contestar a la pregunta.

Ninguno volvió a hablar, dejaron que los distintos sonidos de la naturaleza fueran los únicos que los rodearan. Alistair se halló a sí mismo trepando un árbol y descansando en la rama de éste como si fuera alguna especie de pantera. Taehoon, por otro lado, se quedó sentado en la misma roca de antes sin apenas moverse. Las horas pasaron con lentitud, ninguno volviendo a decir nada pero disfrutando del silencio nuevamente. A lo lejos se podía divisar como la claridad del sol comenzaba a desaparecer y en su lugar la remplazaba la oscuridad. Era una noche hermosa a pesar de que las estrellas eran bloqueadas por las enormes nubes.

En un momento de la noche, la delgada figura de Garrett apareció junto a él, apoyándose en la roca y abrazándolo por los hombros con toda la confianza que algo más de una semana a su lado podía proporcionarle. El recién llegado miró hacia arriba y divisó la silueta de Alistair en el árbol, el vampiro mantenía sus ojos cerrados ante su presencia.

—Necesitamos que volváis. Eleazar quiere hablar frente a todos. Es importante.

Taehoon no tardó mucho en ponerse en pie, le causaba curiosidad saber qué era lo que Eleazar tenía que decir. No se preocupó mucho por Alistair, él mismo podía valerse por si mismo y lo confirmó cuando el vampiro se colocó a su lado, dejando a Taehoon en el centro de los dos nómadas. El trío caminó sin mucha prisa, estaban cerca de la casa y no valía la pena esprintar hacia allí. En cuanto los tres subieron los escalones y atravesaron la puerta principal, Eleazar comenzó a hablar, ignorando que las miradas estuvieran centradas en el llamativo trío de nómadas.

—Cuando Aro quiere a alguien de un aquelarre —Garrett se alejó de ellos y se colocó junto al clan Denali. Taehoon y Alistair se mantuvieron cerca de la ventana, justo detrás de Carlisle. Edward asintió en su dirección en forma de saludo y él lo imitó—, pronto se encuentran pruebas de que han cometido un delito.

—¿Ya lo ha hecho antes? —cuestionó Bella.

—Ocurre muy rara vez. No me había dado cuenta de que había un patrón.

Carlisle siguió la charla.

—Siempre perdona a una persona que, según él, está arrepentido —su cabeza fue girada ligeramente y clavó sus ojos en el asiático, quien miraba desinteresadamente la cuerda raída en la chaqueta de Alistair.

—Esta persona siempre tiene alguna habilidad, un don —continuó explicando Eleazar—. Y siempre le dan un puesto en la Guardia.

Edward parecía conectar los puntos poco a poco, provocando que su rostro se arrugara ante la molestia.

—Todo esto es por Alice. No tiene a nadie como ella.

—¡Esa sería la razón por la que se marchó! —exclamó la neófita.

—¿Y por qué necesitan testigos? —Emmett habló por primera vez desde que entraron a la sala.

Alistair se enderezó, separándose de la pared y caminando alrededor del sillón en el que el doctor se encontraba sentado. Taehoon aprovechó el momento para darle un golpe en el brazo a Carlisle y provocar que se moviera, sentándose cómodamente en el mullido mueble bajo la mirada del doctor, quien no se esperaba que se sentara junto a él a pesar de estarlo ignorando.

—Para difundir que se ha hecho justicia —explicó el nómada—. Después de asesinar a un aquelarre entero.

Amun fue el primero en ponerse en pie, llamando a los integrantes de su propio clan.

—Benjamin, Tia, nos vamos.

—¿Y adónde iréis? —preguntó Edward—. ¿Qué te hace pensar que se conformarán con Alice? ¿Qué les impide ir tras Benjamín después? ¿O Zafrina, o Kate, o cualquiera que tenga un don? Su meta no es el castigo, es el poder. La adquisición. Quizá Carlisle no os pida que luchéis, pero yo sí.

—Sin ánimo de ofender, Edward, ¿pero qué te hace pensar que lucharán por ti? —preguntó Taehoon poniéndose de pie, seguido por Carlisle que lo hizo por auto-reflejo. Ambos quedaron hombro con hombro mientras el asiático se centraba únicamente en el lector de mentes—. ¿Debo recordarte que pueden perderse muchas vidas?

—Por eso os lo pido. Os lo pido por el bien de mi familia —el pelinegro elevó una ceja hacia Edward y éste suspiró— pero también por el vuestro, y por vuestra forma de vida.

Los testigos presentes comenzaron a mirarse unos a otros, como si se cuestionaran las razones por las que habían accedido a venir. Jacob bajó del asiento junto a Bella y se puso en pie con una postura recta y altiva.

—Las manadas lucharán. Nunca nos han dado miedo los vampiros.

—Nosotros lucharemos —se unió Tanya en nombre del clan Denali.

—No será la primera vez que me oponga a las leyes de un rey —continuó Garrett, también uniéndose a la lucha. Taehoon supo enseguida que lo que realmente había terminado por convencerlo había sido la unión de Kate y su clan.

—Me uniré a vosotros —dijo también Benjamín.

Amun no tardó en negarse.

—No.

—Haré lo correcto, Amun. Tú haz lo que quieras.

Poco a poco, todos los presentes comenzaron a aceptar, a unirse a la cercana lucha que estaba a punto de suceder. Carlisle miró con cierta esperanza al nómada a su lado, esperando que él también aceptara en un intento de comprobar que al menos sentía el menor interés por aquella situación. Pero para su mayor decepción, Taehoon había vuelto a sentarse en el sillón y miraba desinteresado las luces en el techo.

—Deja de mirarme como un perro abandonado, Carlisle. No lo haré, no malgastes energía —vocalizó el asiático.

—Ojalá no sea necesario luchar —dijo Edward.

Alistair se inclinó sobre Carlisle y dijo:—Ya veremos.

El nómada salió de la estancia de vuelta al ático bajo la atenta mirada de los presentes.

—Se fue al ático —informó Taehoon.

Kate lo miró con una sonrisa mientras negaba.

—¿En serio? —preguntó la rubia mujer.

—Sí.

—Jamás lo hubiera imaginado.

Taehoon fue contagiado por la sonrisa de Kate, quien pronto se puso de pie y se acercó a Bella para hablar acerca de su don. El lugar comenzó a vaciarse cuando los vampiros comenzaron a dispersarse, algunos teniendo que salir aquella noche para cazar y alimentarse. Edward salió detrás de Taehoon—quien no saldría a cazar aquella noche porque su autocontrol aguantaba un par de días más.

—Nos vendrías bien —soltó el cobrizo en un nuevo intento de convencerlo.

Taehoon apoyó sus antebrazos contra la barandilla de la terraza y carcajeó.

—¿Sabes lo que le pregunté a Carlisle antes de que terminara aceptando volver aquí? —le preguntó al lector de mentes, ignorando lo que había dicho.

—¿Qué?

—Le pregunté qué le aseguraba que su hijo no intentaría convencerme de ayudarlos en el momento que pisara la casa.

—En teoría no es en el momento que pisaste la casa, ya ha pasado un tiempo —la voz de Edward contestó a su lado.

Taehoon rió suavemente.

—Debo darte la razón en eso —soltó—. No me gustan las personas que están intentando convencerme todo el rato de algo a lo que ya me he negado. Me resulta molesto.

—No era mi intención lucir como que estoy intentando convencerte. Sólo quiero entender porqué la negación tan rotunda. Un abrir y cerrar de ojos tuyo y todo esto podría evitarse.

—No es la primera vez que alguien me pide algo así, Edward. Pero por más destructivo que sea un clan, no puedo simplemente hacerles eso. No sé hasta qué punto puede funcionar mi don y tampoco sé cómo controlarlo. No me arriesgaré a nada de eso.

Si en aquel momento Edward hubiera prestado algo más de atención, se habría dado cuenta de que Taehoon le mentía en su propia cara.

—Podríamos ayudarte a controlarlo —se ofreció.

Taehoon pronto negó con la cabeza.

—No. Para controlarlo, hay que practicar, y tampoco me arriesgaré a arruinarle la vida a alguien para mi beneficio por más insignificante que parezcan en mi vida.

—De igual forma, si algún día se te cruza por la mente la idea de aprender a controlarlo, por favor, no dudes en acudir a nosotros. Estoy seguro de que todos estarán encantados de ayudarte.

—Lo agradezco —dijo sinceramente.

Edward observó el oscuro bosque frente a ellos, en silencio se cuestionaba si debía entrometerse o no.

—Carlisle y tú aún no habéis hablado —soltó sin más.

Taehoon no se escandalizó por la pregunta. Es más, creía que estaba tardando mucho en realizarla.

—No.

—¿Tenéis pensado hablar?

Taehoon se limitó a encogerse de hombros.

—No soy yo quien quiere hablar con él, sino que es él quien quiere hablar conmigo. Sólo estoy esperando a ver si tiene algo interesante que decir.

—¿Y si te acercas tú primero? Quizá no sabe cómo acercarse.

—Ya hice mi mayor esfuerzo viniendo aquí por segunda vez. No fuerces las cosas. Tiene tiempo hasta que los Vulturi vengan. Una vez que todo esté solucionado, yo me marcharé y volveré a ser un viejo fantasma del pasado.

Edward dejó escapar un profundo y largo suspiro. Taehoon no dejó escapar aquella acción, tenía que admitir que al clan Olímpico se les daba muy bien imitar las acciones humanas; Edward podía leer todas y cada una de las mentes en aquel lugar (salvo la de su esposa, claramente) y las que mayor conflicto le causaban en ese momento eran las de Carlisle, Esme y los cortos fragmentos de la mente de Taehoon.

—Está bien. No te molesto más, cualquier cosa ya sabes dónde encontrarme.

Sin nada más que decir, Edward palmeó la espalda de Taehoon y se adentró en la casa para reunirse con su esposa. Pocos minutos después, la silueta de Kate se hizo presente y se colocó en el lugar donde antes se encontraba Edward.

—Siento que acabo de escuchar la charla entre un padre y un hijo —se burló Kate.

Taehoon se inclinó ligeramente hacia ella y golpeó su hombro en forma de juego, causando la risa de ambos.

—Tiene gracia cuando yo soy el mayor.

—Tienes que creerme cuando te digo que Edward tiene la mentalidad de un anciano.

—¡Te estoy escuchando, Kate! —exclamó el cobrizo desde el interior.

—¡Lo sé! —exclamó de vuelta.

—Debo suponer que habéis escuchado toda la conversación.

—En efecto.

—¿No preguntarás por mi don?

Kate negó.

—Sé darme cuenta cuando alguien no se siente cómodo hablando de algo. Además, si quisieras hablar de ello lo habrías hecho hace unas horas cuando Eleazar y Edward lo mencionaron. Admito que me causa curiosidad, no lo voy a negar, pero no insistiré en ello. Si alguna vez quieres venir y contármelo, aquí estaré.

Taehoon agachó la cabeza sonriente.

—Gracias, Kate.

—No es nada. Ya te he dicho, desde ahora somos amigos —Kate miró al bosque de la misma forma que había hecho Edward tiempo atrás y sonrió en grande. Dejando un corto abrazo de hombros en Taehoon y girándose sobre sus talones para volver al interior de la casa, Kate se alejó—. Suerte, Taehoon.

El pelinegro no supo a qué se refería hasta que no notó la familiar esencia de Carlisle, que a pesar de mezclarse ligeramente con el olor de la sangre animal, aún era bastante fuerte.

El rubio se encontraba de pie frente a la casa, con sus dorados ojos clavados en los rojos del contrario. Tomando todo el valor que pudo recoger en aquel instante y echando en falta el don de Jasper que habría conseguido ayudarlo a calmarse, Carlisle le habló a Taehoon.

—¿Podemos hablar? A solas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top