☽ Capítulo 38 ☾
Una vez cerciorado de que las líneas enemigas estaban siendo bien manejadas, Haridyen dejó a Asmer a cargo, avisándole que iría al castillo a ver a Raegar y que volvería pronto. Una pequeña mentira tras la verdad.
Asmer no replicó. Eran las últimas horas de su líder y no podía culpar a Haridyen por querer acompañarlo. Cuando Haridyen asintió en despedida y le palmeó el hombro con un brillo especial en su mirada, su corazón de hierro no pudo evitar conmoverse.
—Lo has hecho muy bien. Tú y todos los soldados han dado su vida por la manada y defendido a su líder. Sus almas nobles, como soles eternos, jamás dejarán de brillar. Es un honor luchar a tu lado.
El halago imprevisto del joven Ghenova dejó a Asmer tan atolondrado que ni siquiera pudo encontrar palabras para devolverle. Cuando finalmente logró formular un "gracias" ordinario en su mente, Haridyen ya había desaparecido.
Gin sufrió un aturdimiento similar al ver a su mejor amigo entrar al cuarto donde cuidaban a Raegar. Primero, porque no esperaban que regresara tan pronto; segundo, porque su estado era deplorable; y tercero, porque Haridyen le dio un abrazo jodidamente fuerte enfrente de los otros cuatro magos que hacían de guardia.
Gin pensó que el alfa necesitaba consuelo; aunque era grande y fuerte, siempre tuvo un corazón blando. Así que se dejó abrazar, tratando de esconder el tenue rubor en sus mejillas, y esperó a que su amigo estuviese satisfecho. Cuando se separaron, el resto de los magos se había retirado para darles privacidad.
—¿Ya decidiste cómo llamar a Junior? —pregunta Haridyen.
Gin tampoco esperaba una pregunta así, por lo que se toma un tiempo para reorganizar sus pensamientos.
—No... No hemos tenido tiempo para pensarlo... —El omega se toca el vientre inconscientemente—. Sabes, el nombre no importa. Espero que no quede tonto con tanto trauma que ha tenido que pasar.
Haridyen apoya una de sus grandes palmas sobre su vientre sin pedir permiso, aunque Gin ya se ha acostumbrado a eso.
—Hmmm... aún es pequeño, pero comienzo a sentir un prana saludable. Seguro será terco e insufrible como tú.
—¿Gracias?
Haridyen ríe y le acaricia el cabello.
—No tengas miedo. Crecerá como un ciprés, alto y resistente, fresco y con un orgulloso espíritu juvenil. La maldad jamás tocará su alma.
Gin intenta ocultar sus lágrimas agridulces detrás de una sonrisa tensa que no dura demasiado. En el segundo abrazo de Haridyen, un sollozo bajito sale de su garganta.
—Gracias por cuidarnos a mi alfa y a mí. Y gracias por elegirme como padrino de tu primer hijo... Realmente me ha hecho muy feliz...
—C-Cállate... —gimotea Gin, perdiendo su dignidad por completo pero sintiéndose muy cálido al mismo tiempo.
Haridyen le revuelve el pelo una vez más antes de dedicarle una sonrisa triste.
—Necesito estar un tiempo a solas con Raegar... Diles a los demás que no molesten.
Gin asiente con la cabeza y zumba hacia la puerta antes de que el alfa note sus mocos.
—G-Gracias a ustedes... —susurra, la emoción distorsiona sus palabras—. Por darme la libertad para amar y ser amado.
Ya a solas con Raegar, la sonrisa luctuosa de Haridyen se deshace en una expresión desconsolada. Se arroja sobre el pecho de su alfa, lo abraza y besa su frente mientras se disculpa una multiplicidad de veces. El cuerpo de Raegar está frío, inanimado y blanco como una estatua de yeso. El único color vívido es el de la marca en su frente y el de las venas que surcan esas alas negras, sibilinas y solemnes, cuidadosamente plegadas a cada lado de su cuerpo.
—Lo lamento, lo siento tanto, lamento haberte hecho esperar mientras sufrías solo, mi amor, has soportado demasiado, perdóname, perdóname...
Toma sus manos rígidas entre las suyas, besando los nudillos y el anillo en su anular. Se arrodilla a su lado mientras ocupa una de sus manos para sacar de su bolsillo un papel doblado, dejándolo sobre el buró.
Afuera hay luna llena. Un ciclo se completó y brilló cubriendo todo de luz. Un ciclo llegó a su fin para cederle su lugar al siguiente, a otro que es comienzo, renacimiento y perdón. Los errores del pasado serán los maestros del futuro, las heridas formarán cicatrices de sabiduría e indulgencia, y el amor, imperecedero e indefectible, será la raíz del nuevo árbol.
—La muerte no existe para nosotros... Raegar, mi amor... volveré a ti. Espérame... solo un poco más.
Observando a su alfa con anhelo y devoción, con sus manos firmemente entrelazadas y una promesa grabada en el alma, Haridyen recitó:
"Abrakadabra"
Raegar abre los ojos con dificultad, abrumado por la desorientación, una cierta sensación de extrañeza y por el sentimiento de que le falta algo. El lugar donde se halla está en penumbra, y lo agradece internamente, pues incluso la luna visible a través de los cristales le molesta. En realidad, le gustaría volver a quedarse dormido. A medida que el letargo se disipa, más consciente se vuelve de sí mismo y del entorno, tanto que se torna insoportable, y eso que ni siquiera logra moverse aún. ¿Qué diablos le sucedió? Su último recuerdo claro y reproducible es uno del pequeño Rys jugando con Haridyen, y por alguna razón pensar en ello le despierta una turbulenta desazón. Todo lo demás en su cabeza es un embrollo. Lo único que puede decir con seguridad es que algo no anda bien.
Al recuperar paulatinamente los sentidos, su intuición también resurge y el sentimiento de ausencia empieza a desesperarlo. Es esa misma desesperación la que se inyecta en sus músculos permitiéndole una ligera movilidad. Lógicamente, lo primero que intenta mover son las extremidades, pero sus manos, además de agarrotadas, parecen estar atrapadas en algo.
En ese momento, justo cuando se cree víctima de una parálisis del sueño, es que su alma se ilumina y reconoce de dónde proviene la sensación de pérdida.
Sus lazos con Haridyen... no están.
No se trata de una sensación. Realmente le falta algo, vital e indispensable... ha perdido una parte de su alma.
La agitación hace que su pecho se sacuda de arriba abajo y que su cuantiosa respiración resuene en el silencioso cuarto.
—Ha... Hari...
Apenas puede mover los dedos unos milímetros y con su mandíbula sucede algo similar. No es hasta que transcurre un tiempo indefinido que el hormigueo general desaparece y sus nervios encuentran la manera de reconectarse. Distingue que lo que lo tiene aferrado son un par de manos, frías y ásperas. Con un esfuerzo titánico logra mover el cuello y posteriormente erguirse, encontrando a su lado a la persona que intentaba llamar, con sus manos firmemente sujetadas a las suyas y parte de su torso echado sobre la cama, como si se hubiese quedado dormido.
Solo que no hay una pizca de vida en él.
Su corazón no late, su sangre se enfrió y su alma se marchó hace mucho tiempo.
Raegar lo contempla sin respirar.
¿Tal vez no es una parálisis del sueño? Debe de estar teniendo una pesadilla, una de esas macabras y perturbadoras que no lo dejan despertar fácilmente...
Aprieta las manos ateridas de Haridyen, rogando que la irrisoria presión que a duras penas alcanza a ejercer sea suficiente para despertarlo. Es entonces cuando advierte que la piedra de su Amarrador de Almas se desintegró. Los fragmentos rojos y apagados se encuentran esparcidos sobre la cama.
Y ya solo escucha un pitido proveniente de sus propios oídos. El mundo vuelve a desaparecer, la luna se extingue y el cielo se borra. Incluso los dioses, omnipotentes y omnipresentes, los han abandonado, volviéndose humo y escombros como todo lo demás.
Solo queda ese pitido, eterno y ensordecedor.
Actualidad
Territorio sudoeste de Haera, Valantra.
Un siglo más tarde, el mismo infausto pitido vuelve a aturdir al Arcano de Fuego. Junto a la sensación de irrealidad y desligue terrenal, Raegar no puede evitar abrir y cerrar las manos, mover los pies para tantear el suelo y tragar repetidas veces la poca saliva que le humedece la lengua, procurando que la deglución atenúe el sonido agudo que lo deja sordo. Al notar que la anestesia aún no cesa, aprieta los puños hasta que sus propias garras se hunden en sus palmas, persiguiendo un poco de dolor físico que lo ate al tiempo y al espacio.
—Debería despertar pronto. Sus chakras realmente se destruyeron, una locura... pero de alguna manera se están recuperando, reconstruyéndose al igual que un gusano mutilado. En cuanto a la herida que le infligiste... bueno, supongo que no recuerdas mucho. Heriste a Hazel cuando muy temerariamente se escapó para lanzarse a tus brazos. De no haber estado nosotros allí...
Izuru vacila mientras pendula entre ser crudo y contarle toda la verdad con lujo de detalles a Raegar, o ser compasivo y mostrar un poco de tacto, evitando mencionar que le hizo un agujero del tamaño de su puño en el estómago a su omega y que su omega prácticamente se sacrificó para salvarlo.
Como Taro le está enviando una advertencia tácita en su expresión, Izuru suspira y deja de lado su animosidad. No es que tenga algo personal contra Raegar Wealdath. Izuru es un acérrimo partidario de que los hijos no tienen por qué pagar los crímenes de sus padres, por lo que no culpa de ninguna manera al Arcano de Fuego por haber desatado una guerra inextinguible con los vampiros... pero tampoco está de acuerdo con el capricho de Raegar de ocultarle la verdad a Hazel cuando el pobre claramente está sufriendo en la ignorancia.
—Como sea, su vida no corre peligro, no tienes que preocuparte por eso —continúa—. Como su Arcano podrás ayudarlo a restaurar su energía vital...
Izuru deja de hablar al caer en la cuenta de que no está siendo escuchado. Intercambia miradas con su alfa, ambos preocupados por la expresión vacía de Raegar y la erratización de su prana. Aunque es una reacción que esperaban, lo cierto es que con todo lo demás se encuentran en una oscura montaña rusa en donde solo pueden avanzar a tientas, sacudiéndose mientras se llevan un susto en cada vuelta. Sigue siendo muy peligroso que la mente y el alma de Raegar se desestabilicen. Si entra en desviación, a pesar de que el poder del rey vampiro volvió a ser domado y sellado por Hazel, nada les asegura la paz.
Una niebla espesa forma una lámina sobre los ojos del Arcano de Fuego mientras observa al omega inconsciente en la cama. Durante las dos semanas que Hazel lleva en ese estado, Izuru y Taro se encargaron de darle los mejores cuidados. Siendo especialmente afines a la magia de sanación, les fue sencillo tratar sus múltiples heridas físicas, pero con el daño espiritual fue otra historia.
Taro da un paso adelante y extiende sus dedos hacia la nuca de Raegar para armonizar sus chakras, pero antes de que pudiese apoyar sus yemas sobre las vértebras, la mano de Raegar sale disparada como una cobra y le sujeta la muñeca. Taro contempla con precaución las venas gruesas y azules del dorso y el temblor de los dedos largos y poderosos. Izuru también se adelanta, temeroso de que Raegar lastime a su alfa, pero es detenido por la mano en alto de este último.
Si no son extremadamente cuidadosos, la "bomba" podría estallar y arrasar cientos de millas a la redonda.
—Déjennos solos —musita Raegar. Sus palabras apenas tienen voz y suenan tan frías que a Izuru le da un repeluzno, como si hubiese oído suspirar a un demonio incorpóreo.
El par de anfitriones se guarda las réplicas. Raegar no parece tener vista, ni oído, ni interés hacia cualquier otra cosa que no sea Hazel. Además, aunque es ciertamente peligroso en este momento, ambos tienen la certeza de que no dañará a su omega, por lo que finalmente lo dejan a solas, posponiendo todas las explicaciones y noticias que se acumularon durante los quince días que estuvo en coma.
Raegar, aún en su estado de embotamiento, camina despacio y hesitante hacia la cama. Hazel se encuentra dormido, lo sabe porque su alma lo siente al otro lado del vínculo y porque su Amarrador de Almas continúa íntegro. No obstante, la apariencia mortecina del omega le remonta al pasado y percibe el frío y la desesperación cubriéndolo como una segunda capa de piel. Lleva una mano hacia la mejilla incolora de su Cadena para acariciarla, pero aborta el acto a mitad de camino.
¿Por qué sucedió otra vez?
¿Su condena es realmente insaldable y eterna?
¿Por qué Hazel tiene que pasar por tanto martirio por su culpa?
Observa sus labios secos, su tez desvaída y su rostro ahuecado por la pérdida de peso, hasta que cierra sus ojos calientes con impotencia y angustia.
Hubo un día —cuando eran jóvenes llenos de energía e ilusión— en el que creyeron firmemente que su amor sería capaz de cambiar la trayectoria de los astros y de doblar la voluntad de los Cielos. Pocos años después, esa robusta e impresionante tenacidad se les cayó encima a ambos. Uno murió y el otro fue obligado a vivir una larga vida deseando hacerlo.
Cien años más tarde, Raegar vuelve a confirmar que el destino no les dará tregua. Por menos dispuestas que se hallen sus almas a separarse, mientras Hazel se quede a su lado, eventualmente sufrirá y la muerte volverá a atraparle.
El ardor en los ojos de Raegar empeora cuando el dolor se torna insoportable, pero ni una sola lágrima brota para darle alivio. Tan frustrante...
Al final no puede aguantar más el impulso y acaba tocando suavemente las mejillas de su Cadena con los nudillos.
—Mereces más que esto... un alma tan hermosa no debería inmolarse por un engendro experimental al cual ni siquiera aceptan en el Infierno... ¿por qué lo volviste a hacer?
Raegar ya tiene una respuesta en su mente. Se equivocó una vez más. Hazel tenía una vida tranquila y corriente y estaba satisfecho con ella, pero él tuvo que arrastrarlo a la calamidad por su propio miedo y egoísmo. Debió haber hallado alguna forma de protegerlo sin la necesidad de entrelazar sus vidas.
De repente, la rabia y una potente ansia de destrucción le envenenan la mente y se enroscan en sus garras, causándole un hormigueo incitador en la punta de los dedos. Su respiración se vuelve un poco más hosca y animal mientras su cerebro se hunde en la fantasía de un lago de sangre en el centro de un bosque de cenizas y escombros.
La escena en su imaginación se le antoja de tal manera que su corazón se acelera por la anticipación. Sin embargo, los vampiros desaparecieron hace ya varios años y no tiene con qué desquitarse. ¿A quién puede aplastar entonces? ¿Humanos? ¿Lycans?
Su instinto asesino alcanza una intensidad abrumadora y, en su siniestro éxtasis, huye de la habitación a través del enorme ventanal que da a la playa. Segundos después se encuentra sumergido bajo la fresca agua del mar. Pasa mucho tiempo hasta que el agua logra lavar el vicio y apagar el fuego. Aunque ni toda la sal del océano sería suficiente para cicatrizar sus heridas ancestrales, aún así sus pensamientos poco a poco vuelven a estar bajo control y su mente se aclara.
Cuando regresa a la orilla, el sol del atardecer ya se ha marchado hace tiempo y una enorme luna dorada brilla en lo alto. Se tumba en la arena, admirando esa moneda de oro lejana. Si alza la mano hacia el cielo, da la impresión de que puede capturarla entre sus dedos. Raegar deja a su mente divagar y reflexiona que entre su Cadena y él se da una ilusión semejante. Lo que creyó tener entre sus manos solo es un dulce pero doloroso recordatorio de lo que nunca podrá sostener... al menos no sin mancharlo, quebrarlo y convertirlo en polvo. El futuro soñado se distanció tanto que se hizo pequeño e inconquistable.
—Pero sigue siendo tan hermoso... —susurra, sintiéndose miserable.
—Aún es temprano para ponerse a filosofar. —Taro se sienta a su lado con un movimiento desaliñado que agita los cubos de hielo de su whisky. Raegar aparta la vista del cielo por un milisegundo para contemplarlo con una expresión indiferente.
—¿Puedes hablar más fuerte? No te oigo.
El alfa anfitrión suspira y bebe un trago antes de ajustar su voz.
—¿Así está bien?
—Sí.
—¿Te sientes mejor?
—Sí.
—Estás en desviación ahora mismo y no eres precisamente un inofensivo conejillo de indias. Raegar, si no puedes con ello...
—Puedo —espeta con aspereza.
—Bien, bien... en verdad no quiero meter a un amigo al calabozo.
—No puedo abandonar a Hazel. No te preocupes, lo manejaré —reitera. Puede ser una de las peores escorias de esta dimensión, pero jamás dejaría a su compañero a su suerte. Mientras Hazel lo necesite, si su cabeza está siendo invadida por una horda de demonios y su alma deshaciéndose en migajas, nada de eso importará. Él estará a su lado hasta que el cronómetro divino le indique que su tiempo se acabó.
Taro asiente, poniendo toda su fe en Raegar.
—Te ayudaré a armonizarte. Luego podrás encargarte de tu Cadena... será mejor que no te cruces con el resto hasta que tu aura vuelva a la normalidad.
—¿El resto? ¿Siguen aquí?
—Sí... no tenían planeado quedarse por más tiempo luego de que nos aseguramos de que Hazel estaba fuera de peligro, pero... luego de la noche en que el cuerpo de Seth apareció... hemos descubierto ciertas circunstancias e indicios que no podemos pasar por alto, de hecho, es la primera vez en años que obtenemos algo. Por la complejidad de nuestro enemigo, debemos resolver esto antes de que sea demasiado tarde. No podemos separarnos ahora y simplemente seguir con nuestras vidas como si nada.
La mente de Raegar termina por despejarse plenamente luego de oír la "buena" noticia. Se incorpora a medias y sus ojos enrojecidos se concentran en el otro alfa.
—El nigromante nos tendió una trampa, ¿verdad? No hubo ningún ataque vampírico a Valantra.
—Así es... —confirma Taro. Un segundo suspiro se mezcla con el murmullo del mar—. No tenemos idea de cómo diablos hizo para que las barreras colapsen pero, por el comportamiento de Seth, evidentemente el objetivo del nigromante eras tú... o Hazel. O ambos.
—¿Escapó?
Los labios del alfa se aplastan en una línea recta, corroborando lo que Raegar ya presentía.
—El hijo de puta aprovechó el momento en que usamos las cadenas espirituales para amarrarte a ti. A pesar de ser un cadáver, es jodidamente escurridizo.
—Mierda —escupe Raegar. Los músculos de su mandíbula y cuello se hinchan tanto que las venas se le marcan como enredaderas azuladas—. Las habilidades de ese cabrón no son ninguna broma. Ni las brujas de Tesalia lograron un control tan meticuloso sobre los muertos. Hasta es capaz de destrozar nuestras barreras como si fuesen una fina lámina de papel.
Raegar piensa en la última vez que luchó contra Dubrak hace una docena de años y una profunda hendidura se forma entre sus cejas. Aunque la fuerza física y espiritual del vampiro era inmensa e intachable, aún le hubiese tomado un tiempo tirar abajo una de sus barreras, y ese tiempo hubiera sido suficiente para alertar a los magos custodios de la manada sobre las irregularidades en el campo energético. Podrían maniobrar en defensa, fortaleciendo las barreras para evitar que se desplomen como una torre de cartas. ¿Tanto ha crecido el poder del vampiro durante los años que ha estado escondido que ahora ni siquiera son capaces de advertir su cercanía?
El Libro del Fresno guarda entre sus páginas cientos de hechizos extremadamente potentes, útiles y peligrosos, pero Raegar está prácticamente seguro de que no hay ningún "acrecentador de poder" entre ellos. Tampoco alguno referido a disolver barreras mágicas, puesto que las brujas de Tesalia se interesaban por otras cosas.
—Raegar... hay algo que tengo que mostrarte —dice Taro. Su preocupación no es menor que la del Arcano de Fuego—. Volvamos.
Cuando ambos alfas regresan a los interiores de la vasta casa, al vaso de whisky de Taro no le queda ni una gota. Mientras el alfa anfitrión hace una breve visita a su bar para asaltar una vez más el inventario de bebidas alcohólicas, Raegar aprovecha a darse una ducha para luego ir a ver a Hazel.
Taro e Izuru van a buscarlo cuando ya ha pasado media hora en la habitación.
—¿Podemos hablar aquí? —inquiere Raegar, reacio a separarse de su Cadena otra vez.
Como la perturbación de su energía pránica se mantiene a raya, se siente un poco mejor y no puede esperar para empezar a agilizar el proceso de restauración de los chakras de Hazel.
—Podemos —contesta Izuru, algo apático—, pero te sugiero que lo hagamos en la Cámara de Estrategias.
Raegar le lanza una mirada inquisitiva al omega, teñida de cierto reproche, justo en el instante en que alguien más entra al cuarto y los interrumpe.
Los amigos de Hazel.
Nathan entra primero, sosteniendo una bandeja con comida. Lyanna y el beta van detrás, inmersos en su charla. Sin embargo, cuando la omega advierte la insoslayable figura de Raegar, su semblante se deforma instantáneamente y el color de su rostro oscila entre el blanco y el rojo.
—¿Qué hace este monstruo aquí?
Nathan, asustado tanto por la presencia del alfa demoníaco como por la lengua viperina de su amiga, se oculta velozmente detrás de Kuro.
Nadie responde a la hostil pregunta de Lyanna, sofocados por la atmósfera tensa e incómoda. Raegar es el único que a simple vista aparenta impasibilidad, lo que enfurece aún más a la omega.
—Tú... —La voz de Lyanna tiembla al igual que su menudo cuerpo—. ¿Se supone que tú eres uno de los guardianes de nuestra raza? ¿Cómo es que los dioses se han equivocado tanto?
—Lya...
Kuro intenta intervenir para apaciguar las cosas, pero la situación ya no puede ser salvada y la omega estalla. La animadversión que ha acumulado durante las dos semanas en las que ha tenido que ver a su mejor amigo postrado en una cama, como si estuviera en su lecho de muerte, ha formado una enorme llaga supurante en su corazón que no sanará con unas simples palabras conciliadoras.
—¡VETE DE AQUÍ! —Con un salto feroz e inexplicablemente rápido, Lyanna acomete contra el alfa. Aunque no pesa demasiado, la fuerza del empujón combinada a la inestabilidad física y mental de Raegar son suficientes para abatirlo.
Caen al suelo volteando en el proceso una mesita llena de enseres médicos, ocasionando un desastre. La omega, tomando ventaja de su posición sobre el alfa, comienza a golpearlo con puños y garras en los puntos más vulnerables, como en el cuello y los ojos. La sangre brota al poco tiempo, porque Raegar no se defiende y los demás no pueden sujetar a la exaltada omega.
—¡¿Cómo te atreves?! ¡¿Cómo te atreves a mostrarte de nuevo, demonio?! ¡Hazel hubiera muerto si no hubiese sido por ellos! ¡Porque tú... tú...!
—¡Lyanna! ¡Basta! —Kuro logra agarrar sus muñecas, pero ella está tan empecinada en desquitarse y cobrar venganza que se zafa de un solo tirón.
Es Taro quien finalmente se abre paso entre el humano y Nathan para levantar a Lyanna en volandas.
—¡Maldito! ¡Es tu culpa! ¡Jodida abominación!
Raegar no oye realmente la voz llorosa de la omega, sino la de Haridyen, aquel día en que velaron a Harry Ghenova. Haridyen había golpeado y maldecido a Tymael de la misma manera mientras el cadáver de su padre se encontraba en el ataúd a pocos metros de distancia, su alma ya demasiado lejos del mundo terrenal.
Tymael Wealdath solo se había limitado a recibir los golpes, inconmovible y mudo. Ni la muerte de su compañero, que estuvo junto a él la mayor parte de su vida profesándole un cariño y respeto inmerecidos, logró arrancarle una lágrima.
¿Cómo es que ha llegado a parecerse tanto a él?
Raegar siente que un líquido gélido corre por sus venas. Al final, terminó convirtiéndose en lo que más aborrece. Ese mismo asco hacia sí mismo es el motor que lo impulsa a levantarse y abandonar la habitación, dejando atrás a Hazel, a la omega que continúa despotricando en los brazos de Kantaro y a todos los demás.
Taro lo alcanza después de un momento.
—Raegar...
—Hablemos en la Cámara —dispone, su tono expresamente cortante.
El anfitrión capta su estado de ánimo al instante y, desentendiéndose por completo del asunto de recién, guía a Raegar hacia la Cámara de Estrategias, una habitación exquisitamente preparada con mapas, planos, un generoso repertorio de libros y grimorios y computadoras de alta tecnología. Izuru los acompaña minutos más tarde. Poseyendo la misma agudeza perceptiva que su alfa, no se enreda en conversaciones espinosas y se centra en lo importante. Tomando la palabra, sus ojos esmeraldas se fijan en Raegar con seriedad, resolución y una nota de esperanza.
—Primer asunto... no estamos cien por ciento seguros pero, si se nos permite ser positivos, puedo decirlo de esta manera... —Izuru hace una pequeña pausa durante la cual sus labios se rizan ligeramente—. Hemos encontrado el escondite de los vampiros.
Les prometí doble actu y soy un demonio de palabra 😂
Ahora que han conocido parte del pasado de Moon... ¿qué piensan al respecto?
¿Qué piensan de Hazel y Haridyen?
O mejor dicho... ¿qué piensan de Moon y Hazel?
Yyyy... a dónde creen que se esconden los vampiros? Al que acierte le regalo una pepitos (?
Recuerden que tengo una cuenta de respaldo MysticWeapon
y un instagram (hanabiixo) en el que a veces subo estupideces y cosillas del libro. Pueden seguirme para estar al tanto.
Hasta el próximo 💖
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