☽ Capítulo 25 ☾

La reunión se reprogramó para la noche luego de que Izuru lo propusiera. Al menos mis ojos rojos e hinchados sirvieron para evadir de momento el inminente encuentro con el resto de los Arcanos y sus Cadenas. Tener una crisis antes de entrar a la sala de reunión también fue útil, de alguna manera.

Izuru se encargó de mí luego de arrastrarme hacia una habitación con una estupenda vista al mar y decenas de carillones de viento que entonaban con pasión sus melodías. El omega me ordenó sentarme en posición de meditación y controlar mi respiración mientras él armonizaba el flujo errático de energía que rebalsaba mis chakras.

Me encuentro un poco perdido respecto de lo que ocurrió después. Debo de haberme quedado dormido, lo que es natural y comprensible luego de que tanta tensión acumulada encontrase una ruta de escape en la sanación de Izuru y en los efectos hipnóticos del ansiolítico, que lentamente comenzó a actuar. Me desperté echado sobre una amplia cama de sábanas blancas, envuelto de brisa salada y sonidos angelicales, con el susurro del oleaje al fondo, sintiéndome mucho mejor... en equilibrio. No es que hubiese alcanzado un estado Zen¹, pero al menos el aire que aspiraba ya no se sentía venenoso. Mi mente se había despejado como el cielo y se sentía fresca como el montón de frutas que alguien me había facilitado, ubicadas en una inmensa fuente sobre la mesa al lado de la cama. Todo el cuarto se hallaba revestido con tonos blancos y marrones, por lo que los divertidos colores frutales llamaban mucho la atención en dicha austeridad. Y en ese momento, mientras admiraba maravillado el tumulto de fresas, mangos y uvas, con la mente abierta y renovada, un pensamiento había despuntado en mi mente tanto como la fuente de frutas lo hacía en el cuarto:

La cagué.

Eso es todo. Soy un gilipollas con mayúsculas, en negrita y subrayado.

Ahora no puedo mirar a Moon sin sentirme atropellado por la culpa.

Me acurruco en la reposera bajo la sombrilla, abrazando mis rodillas e inmerso en una feroz autocrítica en tanto sigo orbitando alrededor de mis errores. Fui cruel. Sí, aparentemente Moon asesinó a su familia hace 106 años según las fotos que Lyanna les tomó a esos amarillentos periódicos, pero no puedo estar seguro de si aquello es verídico o no. En el caso de que lo fuese, no hay manera de que Moon lo hubiese hecho porque se le dio la gana. Al menos tal concepto de él sería incompatible con el alfa que acogió a un niño huérfano de ocho años y que salvó a dos jóvenes omegas del maltrato y la prostitución... ¿o tal vez hizo aquello por arrepentimiento?

Busco su figura por las vastas extensiones de la playa, ocultando mi rostro dentro de la capucha de mi gabardina para pasar desapercibido. Lo encuentro a varios metros hacia la derecha, de pie a la orilla del mar mientras platica con Taro y Ouran. Maldigo por lo bajo. Si espero más tiempo, Ouran volverá a ofuscarse y no podré hablar decentemente con él sobre lo que sea que tenga que decirme. Moon se halla de espaldas, pero igualmente parece advertir que está siendo observado y se gira a medias hacia mí. Casi al mismo tiempo volteo la cabeza hacia el lado opuesto, como si estuviese prestando atención a Kuro mientras pide al menos cinco bebidas en una barra rústica poco más allá. Mi amigo se las arregla para sujetar todos los vasos entre su pecho y brazos y regresa a nuestro sitio deslumbrando. Y es que verdaderamente resplandece. Es tan blanco que a la luz del sol lastima los ojos si lo miras directamente, aunque el tono níveo de su piel no alcanza a arruinar su espíritu caribeño.

—Amigo, detesto verte triste. Vamos, bébete una Caipiroska —ofrece sonriente, tendiéndome un vaso lleno de hielo y rodajas de lima.

—No quiero.

—Es una lástima, porque no acepto un no por respuesta.

Sostiene el vaso frente a mi cara hasta que suelto un largo suspiro y lo acepto. Le entrega otras bebidas a Nathan y a Lyanna antes de volver y plantarse frente a mí. Me encojo aún más y desvío la mirada.

—Pareces un perrito asustado —declara.

—Me siento como uno.

—¿Tuviste una pelea marital? ¿O alguno de esos idiotas te intimidó?

—Aún no conozco al resto... solo a Izuru y a Taro, y ellos son... agradables, supongo.

—Entonces fue una pelea marital.

Esbozo una sonrisa agria.

—Fue mucho más que una pelea marital.

Kuro se sienta en la arena a mi lado. Se lleva a la boca la pajita de su vaso antes de seguir hablando.

—Lyanna me enseñó las fotos. Supongo que ese fue el quid de tu problema.

—El desencadenante, sí... creo... creo que fui muy duro con él —murmuro cabizbajo.

—Puedo hacerme una idea. ¿Lo mandaste a la mierda?

—Lo hice.

Kuro ríe disimuladamente, sorbiendo nuevamente la pajita con una mueca.

—Moon me saca de quicio. Estamos juntos en esto, pero me miente y me oculta cosas. No puedo soportarlo más. Odio tener que enterarme por otros medios y que aquellos que sí lo conocen me miren como si... como si sintieran lástima por mí y como si fuera un bicho raro. —Succiono mi propio sorbete con rabia—. Ese alfa idiota hace que me comporte tan capullo como él y... le dije algo que lo lastimó. No quería hacerlo...

—Apuesto a que en realidad sí querías.

—Vale, está bien... quería que se sintiera tan miserable como yo. —Mis ojos se enlagunan en tanto mi paz mental se va por el desagüe.

—Hermano, no te culpes, eres humano... bueno, no, eres un lycan, pero tú me entiendes... ambos están pasando por malos momentos y cada uno tiene sus razones para actuar de la manera en que lo hace. ¿Quieres que te de la solución a tu problema?

Observo su perfil con interés.

—Dime —gimoteo ansioso.

—Emborráchate.

—Eres un pésimo consejero.

—Sabes que la vida funciona así —dice con toda la certeza del mundo—. Estás triste, te emborrachas y haces las paces.

—Te olvidas de la parte en la que das vergüenza ajena.

—También, pero ¿y qué? Es la mejor opción para alguien orgulloso como tú. Tu consciencia es tu peor enemigo, hermano. Deja hablar a tu corazón y estarás teniendo sexo salvaje con tu alfa enseguida.

—No es mi alfa —me quejo, demasiado rojo como para verme sincero.

—Ese es tu orgullo hablando por ti.

Me termino la Caipiroska de un largo sorbo.

—Vamos por otro vaso —digo con determinación.

—Bien, bien, me gusta ese cambio de actitud —festeja Kuro—. Pero antes quítate eso, por favor. Aniquilas mi espíritu veraniego.

Ruedo los ojos, renuente a abandonar la seguridad de mi gabardina y del aroma de Moon entretejido en ella. Mi pecho se contrae. Idiota, idiota. Me despojo del abrigo con la frente en alto, como si fuese un gran acto de valentía. Los treinta y seis grados centígrados caen sobre mí como un puñetazo y mi propio calor corporal se concentra en mis mejillas al caer en la cuenta de que estoy tan blanco como Kuro. Bueno, quizás no tanto, pero aún así...

—Fosforito, ponte un poco de bloqueador solar —chilla Nate desde el mar. Deja a Lya remojándose sola para venir a buscar su bloqueador y untármelo en la cara y en los hombros—. Wow, ¡tu trasero ha crecido!

—Les pondría las quejas a los dioses si no hubiese crecido después de la ridícula cantidad de sentadillas que Moon y Zydian me han obligado a hacer.

Y mis nalgas no son lo único que el ejercicio ha tonificado. Mientras me deslizaba dentro de mi desgastado traje de baño en la habitación que se me destinó, un simple vistazo al espejo de cuerpo completo me reveló lo fructífero que podía ser el entrenamiento intenso y la desintoxicación de los inhibidores.

—¿Sentadillas? —Nate me sondea curioso. Una sonrisita pícara brilla en su rostro—. ¡Dicen que el sexo pone tu trasero gordo!

El rubor se extiende a mis orejas.

—¡Q-Qué clase de estupidez es esa! —farfullo—. Kuro, vamos, estoy sediento.

—¡Eso es cierto! —clama alguien más allá. Un tic hace temblar mi ojo. Mikaela ya se viene regodeando por mi fiasco junto al otro idiota, ambos mojados por el reciente chapuzón—. Pero realmente dudo que el trasero de Hazel se haya ensanchado por follar, si es un mojigato.

Respira, respira. Recito un mantra en mi fuero interno mientras tiro de Kuro para llevarlo a la barra. No voy a enroscarme en una pelea de mierda para acabar arruinando mi ya arruinado honor. Si aún me queda algo de cara², tengo que salvaguardarla aunque mis órganos se desintegren de furia.

El día pasó volando. Mis esperanzas de hablar con Ouran también. Cada vez que rondaba cerca de él, Moon también lo hacía. Si me acercaba demasiado, Moon lo llamaba por algún motivo x o lo mandaba a hacer alguna tarea irrisoria. Es bastante obvio que estuvo saboteando mis planes. Tampoco es que se esforzó en disimularlo. Le fue bastante fácil consumir en esos inútiles recados las cinco horas que Ouran estableció como plazo límite.

Desde mi cama veo la noche caer. El ocaso cubre el océano de color naranja antes de que el negro azulado colonice cielo y agua. La arena adopta un tono fresco y relajante, y aunque es más apagado, no hace que la playa reluzca menos.

Kuro se queja cuando una ventisca entra al cuarto y le desordena el cabello. Estuvo a punto de perturbar su sueño de borracho. Lo contemplo mientras dormita despatarrado en la cama, riéndome por lo bajo al recordar que más temprano intentó coquetear con una tía en la playa, la cual resultó ser alfa. La mujer le siguió el juego, comentando lo "jugosos" que lucían sus labios y su trasero. Kuro entendió que si su coqueteo se consumaba, él no sería quien estaría arriba y que en lugar de dar le tocaría recibir. Entonces se inventó una excusa tonta y dio marcha atrás. Su piel bajó dos tonos de color —contra toda lógica—, al son que un nuevo trauma se desbloqueaba.

Mi móvil pita avisándome que son las 21:00 hs. Trago saliva y me pongo de pie para alisarme por enésima vez los pliegues de la gabardina.

Kuro vuelve a berrear. Sus cejas se juntan, gira hacia un lado y se hace un ovillo.

—Kuro... tengo que irme. Cenaré con ellos, tú deberías ir a buscar a Nate y a Lya.

Se remueve quejumbroso.

—Mmmph... no... salva mi trasero...

—Tu trasero está a salvo —creo—, volveré lo antes posible.

Mi amigo aún continúa balbuceando el contenido de sus pesadillas cuando yo salgo y cierro la puerta sin hacer mucho ruido.

Me quedo de pie en medio del pasillo durante un par de minutos antes de tomar rumbo a la reunión. El hecho de ir solo me está poniendo las cosas más difíciles, pero no tengo opción. Moon no me ha dirigido la palabra después de nuestra "pelea". Me siento horrible y angustiado.

Camino lentamente, procrastinando, retrasando lo inevitable.

Mierda. Necesito a Moon. No quiero estar solo.

Atisbo un movimiento negro por el rabillo del ojo. Al alzar la cabeza descubro que se trata de una gabardina ondeando a varios metros por delante. ¡Moon!

Apresuro el paso, titubeo y luego vuelvo a trotar para alcanzarlo. ¡A la mierda el orgullo!

—¡Moon, espera!

No se detiene. Su andar ligero ni siquiera se trastoca.

—¡Moon! —repito, a pesar de que es imposible que no me haya oído. Aprieto los dientes al ser ignorado por segunda vez—. ¡Bien! Lo siento, ¿sí? Estaba enojado, no quise decirte todas esas cosas. Solo... solo hablemos. Quiero escucharte, por favor...

Caigo progresivamente en la desesperación al ver que su ancha espalda se aleja. No, no dejaré las cosas así. Si no lo entiende con palabras, se lo demostraré de otra manera.

Corro resuelto hacia él, lo tomo de la parte de atrás del abrigo y lo obligo a girarse. Lo beso. Estrello mi boca contra la suya, atrayéndolo con una mano en su nuca. Algo me raspa la barbilla. ¿Eh?

Abro los ojos hasta que casi se me salen cuando un particular aroma llega a mis fosas nasales.

No es el olor de Moon.

Despego mis labios de los ajenos, jodidamente confundido. Un par de ojos heterocromos me devuelven una mirada que cuelga entre el desconcierto y la diversión.

Reculo tropezando con mis propios pies, anonadado. ¿Realmente acabo de cometer semejante gilipollez? ¿En serio?

Observó escandalizado al alfa incógnito, detectando indicios de cabello plateado bajo las sombras de su capucha y una sonrisa procaz.

—Supongo que debo aceptar tus disculpas.

—M-Me equivoqué —tartamudeo, mi dignidad metiéndose por sí misma a un ataúd—. Disculpa, en serio. Oh, por todos los dioses.

El bochorno es tan grande que no sé si reír o llorar. ¿Lo peor? Acabo de besar a Crowser, la Cadena de la Arcana de Tierra. El tilaka³ que lleva en la frente me lo confirma, según la vaga descripción que me ofreció Moon.

—No te preocupes, ha sido un verdadero placer. —Guiña el ojo azul mientras el marrón brilla vivaz—. Aunque me jode el hecho de que una criatura tan angelical como tú haya querido besar a una escoria como Raegar Wealdath.

El disgusto acaba barriendo mi pudor.

—Será mejor que me apresure. La reunión va a comenzar. Una vez más, lamento lo que ocurrió, fui descuidado —suelto rápidamente a modo de despedida.

—Aguarda, vamos al mismo lugar, así que vayamos juntos.

Lo evalúo someramente antes de asentir. Será jodidamente incómodo, como caminar con arena en las chanclas, pero al menos no llegaré solo.

—Entonces tú debes ser Hazel.

Asiento nuevamente, dudoso sobre si debería establecer una conversación con él o hablar lo menos posible. No quiero ser grosero, pero él lo fue con Moon. Vale, sería hipócrita de mi parte condenarlo por eso cuando yo mismo he sido un cretino con mi propio Arcano.

—Moon me habló un poco sobre ustedes —decido contestar—. ¿Crowser...?

—Veelarn —completa—. Crowser Veelarn, de Zyur.

—Tierra de aliens.

—Que seamos genios astrólogos no significa que mantengamos ese... tipo de contacto con alienígenas —sostiene.

—Que Moon sea un maldito enigma calculador no significa que sea una escoria.

Crowser ríe con ganas.

—Disculpa, te oíste muy tierno y estúpido a la vez.

—No discutiré con un fetichista fanático de las antenas y las pollas verdes.

Las carcajadas del alfa se prolongan mientras se acomoda el septum en su recta nariz. Debo aceptar que luce extremadamente bien junto a su mandíbula fuerte y la corta barba oscura que la recubre.

—Son tal para cual. Entonces, dime, ¿por qué pelearon? —fisgonea.

—No es de tu incumbencia.

—¿Sabías que los sentimientos desagradables estropean su conexión? Incluso pueden volverla peligrosa.

Mi saliva adquiere un sabor amargo.

—Por eso intento hacer las paces.

—No creo que besar a otro tipo contribuya a tu causa, amigo.

Lo acribillo con la mirada.

—Confío en que olvidarás ese insignificante incidente —digo, la amenaza en forma tácita.

—Mmm... no lo sé. Hace tiempo que busco sacar a Raegar de sus casillas. Siempre ha sido tan jodidamente frío y chulo... pero si se entera que probé a su omega...

Su provocación ni siquiera me sorprende. Sin embargo, en mi memoria se enciende el recuerdo de la primera vez que Moon me mordió. Estaba furioso porque yo había persuadido a Ouran para que se dejara masturbar. Casi fui violado, de no haber sido porque Moon me lo quitó de encima de una patada que le fracturó algunas costillas. Luego había actuado tremendamente posesivo, levantándome del culo para frotarme contra él mientras clavaba sus enormes colmillos en mi garganta.

Mi agujero comienza a lubricarse de inmediato, mi corazón enloquece y el calor me asalta desde adentro.

—Me encantaría saber lo que haría si se entera... —confieso con la voz ronca.

Crowser niega con la cabeza, su diversión intacta.

—Omegas.

Las voces de los demás ya son audibles. Pronto las grandes puertas de la sala indicada aparecen frente a nosotros. Me sentiría aliviado si no supiera que dentro me espera una situación aún más engorrosa. El alfa a mi lado abre sin hesitar, pero se detiene un momento en el umbral para agregar una última cosa.

—No son verdes. Son violetas.

Entro tras él con el semblante perturbado. Todos se giran hacia nosotros, con los ojos puestos especialmente en mí —como esperaba—, mientras los míos se dedican exclusivamente a buscar a Moon. No está. Mi incomodidad se ramifica como una maliciosa enfermedad.

—¡Hazel! —chilla Izuru, haciéndome señas. Va vestido con una gabardina oscura como todos los demás—. Ven, puedes sentarte aquí.

Una mesa redonda y enorme ocupa el centro de la sala, con ocho majestuosas sillas equidistantes dispuestas a su alrededor. Me deslizo en la que Izuru me indicó, a su derecha y a la izquierda de otra silla sin dueño que deduzco es la de Moon. Dos metros separan a cada uno, extinguiendo toda posible sensación de amistad y familiaridad. Esta no será una cena entrañable.

—¿Dónde diablos está ese maldito bastardo?

Mis ojos zumban hacia la voz áspera y levemente femenina que entonó la interrogación. Una mujer de hombros firmes me inspecciona con desdén. Lleva el cabello trenzado como una reina vikinga, con un montón de argollas plateadas entretejidas que añaden solemnidad a su peinado. La exótica marca de los Arcanos en su frente complementa su imponente apariencia. Su símbolo es negro y brillante como su cabello. Sería hermosa si no tuviese esa expresión odiosa en su cara.

Observo cauteloso el tridente apoyado en la mesa a su lado, el que presuntamente ha atemorizado a Ouran durante años. Y no es para menos. Los tres ápices largos, filosos y puntiagudos pondrían nervioso hasta a Freddy Krueger.

La alfa pierde rápido la paciencia, se inclina perversamente hacia adelante y entrecierra los ojos pardos.

—¿Dónde está tu Arcano, omega? —sisea. No es muy diferente a una serpiente venenosa.

—Pues no está en mi bolsillo.

Luci enarca una ceja. La mujer sentada a su izquierda lanza un bufido a la par. Rubia y con un parche en el ojo... debe ser Akane.

—Se le está pegando el descaro vulgar de la baja calaña —espeta ella.

—Hey, ya basta —interviene Taro, acomodándose al otro lado de Izuru—. Esperaremos a que Raegar llegue... en paz.

—No podemos seguir esperando —disiente Crowser. Se quita la capucha y su desordenado cabello plateado salta a la vista—. Ya hemos atrasado demasiado esta reunión de mierda. Me quiero ir a casa.

Crowser observa hacia la omega de tez chocolate sentada a su lado, aguardando su aprobación, pero ella mantiene la boca cerrada y los ojos dorados desenfocados, como si su mente estuviera muy lejos de la sala, de la casa y de Valantra. Lejos del mundo. Seras Wull, la Arcana de Tierra. Moon no me ha hablado mucho de ella. Si esa es su actitud habitual, comprendo que no haya mucha más descripción plausible que su aspecto aniñado y su linaje.

—Exactamente —apuntala Luci a lo que Crowser dijo—. Mi tiempo es demasiado valioso como para desperdiciarlo en Wealdath y en su niñato trastornado.

Mi rabia puja por salir, pero consigo tragarla a duras penas. El estómago comienza a dolerme casi al instante, quejándose por el sentimiento indigesto. Maldición, tengo que mantener la cabeza fría a como dé lugar y acabar con esto.

Guardo silencio, esperando que Taro o Izuru establezcan el orden. Gracias a Cerbero, el alfa levanta la voz y se impone a los comensales.

—La presencia y la palabra de Raegar son cruciales. Su investigación sobre la maldición ha sido mucho más exhaustiva que la nuestra.

—¿Y sabes por qué? —lo interrumpe Akane—. Porque es quién se ha visto más involucrado en sucesos de lo más curiosos. ¿Y sabes por qué? Porque es un jodido...

—Akane. —Para mi sorpresa, es la misma Luci quien le pone frenos. Mis ojos brincan de una a la otra, esmerándose por leer el mensaje silencioso que intercambian. No lo logran.

—Muchas cosas extrañas están sucediendo, y eso no se aplica exclusivamente a Raegar —participa Izuru, firme y severo—. Podemos empezar por las manadas que han sido devastadas por los vrykolakas. O la muerte masiva de cachorros y omegas. O la esterilidad sin causa aparente. O el aumento de desviaciones en magos y brujos por las irregularidades en los campos energéticos. Y la lista sigue, así que dejen sus prejuicios de lado por un momento y cumplan su deber como miembros de las sagradas familias elegidas por los dioses.

—Los dioses también se equivocan. Y mucho. —Crowser ríe, y compruebo que los prejuicios de los que habla Izuru están demasiado enraizados como para ser "desatendidos" aunque solo sea por un momento.

Taro resopla cansinamente.

—Bien. Esto es ridículo. Entonces, comencemos con la reunión con la información que tenemos. Sería grandioso que Hazel pudiera darnos un pantallazo de los sucesos, ya que también ha estado presente, ¿qué te parece?

Cuadro los hombros y hago un gesto en afirmación.

—Por supuesto.

Tengo la garganta seca, pero ya me he preparado para esto. Claro que, de acuerdo a mis planes, Moon sería la voz principal y yo solo tendría que acotar cuando fuera absolutamente necesario, aunque ya no me asombra que mis objetivos se tuerzan grotescamente y que mi vida se sacuda como el vagón de una montaña rusa.

Me sumerjo en un monólogo una vez que todos callan para volcar su atención en mí. Es difícil como la mierda concentrarse cuando eres consciente de todas las bocas dispuestas a criticarte y de todos los oídos tendientes a captar tus equivocaciones en lugar de tus aciertos. Me digo a mí mismo que esto no es muy diferente a rendir un examen de la uni, y solo me doy cuenta de que llevo cuarenta minutos hablando cuando suelto la última palabra junto a un suspiro agotado y veo el reloj dorado en la pared.

Un silencio meditabundo precede a mi relato. Aprovecho que nadie hace preguntas para retroceder sobre la narración, cerciorándome de que nada faltó, ni siquiera los detalles que se considerarían irrelevantes, y de que el orden cronológico de los eventos fue el correcto. Mi encuentro con Moon en el esbath, el ataque de los vrykolakas a Durmista, el cómo Moon me arrastró con él hasta Arvandor, el comportamiento de Ouran y su anexión con Seth, la muerte sospechosa de Seth, su sorpresivo ataque en el castillo, nuestro viaje de búsqueda a Valantra, el siniestro mensaje sangriento en la pared de mi cuarto y el cuadro de Cerbero, los vampiros capturados que Moon me prohibió ver... incluso sumé nuestras premisas y las propuestas de Moon, y agregué mi intento fallido al usar magia de rastreo, cuando en lugar de llegar a Moon arribé a una cueva espeluznante y con una momia sonriente.

—Bueno... hay mucho sobre lo que pensar —dice finalmente Taro, abriendo el debate—. Y dudo que podamos llegar a una conclusión certera en solo una noche.

Pensar que la maldita reunión podría extenderse a "una noche" aumentó significativamente mi dolor de cabeza.

—Oh, por favor, es demasiado obvio que todo apunta a los jodidos vampiros —apuesta Crowser—. Propongo matar al Rey.

Su sonrisa es maligna. Akane prosigue.

—Estoy de acuerdo con que los vampiros están involucrados. Matar al Rey podría ser la solución.

—Podría —repite Luci—. No podemos basarnos en vaguedades para tomar decisiones. Quién sabe si su muerte no generará el efecto contrario al que buscamos.

—Hablan como si estuvieran seguros de que el Rey es la causa de la maldición. Eso es un prejuicio —espeta Izuru.

—Es una realidad —contesta Luci.

—El rey del que hablan es Dubrak, ¿verdad? —inquiero.

—Dubrak es el reemplazo del Rey —se apresura a responder Taro—. Y no estoy de acuerdo con tu propuesta, Crowser. Tu odio es contraproducente.

La puerta cruje en ese momento. Moon entra, echa un vistazo rápido deteniéndose un milisegundo extra en mí y luego se encamina al único sitio libre a mi derecha, sin saludos de cortesía.

Otro silencio incómodo cae, pero ahora las atenciones están puestas en mi Arcano.

—¿Ya terminaste de chuparle la polla al loquito que te sigue a todos lados? —lo provoca Crowser. Moon no le dedica ni un pensamiento, dirigiéndose directamente a Taro. A Crowser se le crispa la boca.

—Infórmame.

—Hazel nos ofreció una excelente exposición de los hechos. Acabó apenas hace unos minutos.

Moon me dedica una mirada extraña. Quisiera decir orgullosa, pero carece de luz y claridad.

—Muy bien —dice secamente—. Tenemos que encontrar el Libro del Fresno.

—Oye, oye, primero que nada, tu idea es estúpida de base —bufa Crowser—. ¿Liberar a Cerbero? ¿Qué te has fumado, tío?

—Oh por Dios, cállate por un segundo —salta Izuru—. Raegar, tu plan es... peculiar, pero no inconcebible. Todos aquí sabemos que es posible entrar al Infierno con vida. El problema es que ninguno ha tenido la experiencia, lo que lo convierte en una posibilidad sumamente arriesgada. Si procedemos conforme a tu plan, iremos a ciegas.

—Lo sé. Confío en que el Libro del Fresno nos esclarecerá un poco el camino.

—El Libro del Fresno desapareció hace años, casualmente a la par que lo hicieron los vampiros. Suponiendo que lo tienen ellos, ¿cómo diablos lo encontraremos?

Moon contempla a Taro con una mirada plana.

—Estoy abierto a sugerencias —responde luego de un momento.

El tic-tac del segundero rellena el espacio vacío de las voces.

—Creo que todos debemos comenzar a rastrear a Seth —manifiesta Izuru—. Tal vez alguno de nosotros tenga éxito. Intentémoslo también con el cuadro de Cerbero y las muestras de sangre.

—Está bien —accede Moon—. Sin embargo debo informarles que he pasado cuarenta y tres horas en suma junto a mis mejores magos de rastreo buscando indicios de prana y remanentes energéticos en el cuadro, sin éxito. La magia de rastreo no se activa. Y en el caso del cuerpo de Seth, irónicamente la magia de rastreo se pierde.

—Realmente suena ridículo —dice Akane—. Pero... con los vampiros sucede algo similar. Se borraron del mapa físico y mágico. Por eso insisto en que es otra de las artimañas de Dubrak.

—Pero él no pudo haber entrado al castillo para dejar ese mensaje —arguyo—. Las barreras estaban intactas.

—Entonces envió a alguien a hacerlo... o bien ha conseguido burlar nuestra magia de alguna manera... después de todo tiene el Libro del Fresno. Quién sabe el poder exorbitante que puede ganar solo con leer un par de páginas.

—Podría ser la situación, si no fuese porque las brujas de Tesalia lo hechizaron. Se supone que no puede ser abierto por cualquiera...

—¿Qué hay con los vampiros que atrapaste? —le pregunta Crowser a Moon—. Tu omega dijo que no obtuviste ningún tipo de información y que los mataste antes de venir.

Mi rostro se calienta por la alusión. Algo en el hecho de "pertenecer" a Moon hace que me cosquillee el estómago, a pesar de que no sea ese el caso. Yo no soy su omega.

—Es exactamente como mi Cadena dijo —contesta rigurosamente. El cosquilleo en mi estómago se transforma en pelotas de plomo—. Mis guardias se toparon con ellos y los capturaron, pero se mantuvieron callados incluso mientras perdían sus dedos y colmillos. —Hago una mueca, poco dispuesto a escuchar los detalles de la tortura—. Extender el tormento no serviría de nada y no iba a arriesgarme a dejarlos dentro de Arvandor en mi ausencia.

—Si no resultó de esa manera, tenemos que salir a buscarlos —declara Luci.

—Hemos estado buscándolos durante años —replica Izuru. Su voz suena cada vez más frustrada—. ¿Cuál es el fin de repetir y repetir siempre la misma inservible estrategia?

—Tampoco podemos quedarnos guardados en nuestras manadas, ¡esperando que nos sigan exterminando! —vocifera Akane.

Se monta una discusión que avanza hacia ningún lado. Mordisqueo mis labios, preocupado. La idea de reunirnos era obtener soluciones y trazar planes, no girar en círculos alrededor de las mismas exasperantes incógnitas que nos han enloquecido durante el último mes. Estamos entrampados en una situación desesperante, atrapados hasta el cuello en un montón de fango espeso.

Miro a Moon esperando encontrar confort en sus ojos, pero mantiene su rostro lejos de mi dirección. Un gimoteo bajito se cuela por mi garganta, mi lobo exigiendo el consuelo y la atención del suyo. Por los gritos del resto dudo que alguien además de él me escuche. Tal vez Izuru. No obstante, mi Arcano me ignora concienzudamente. Agacho la cabeza y vuelvo la atención al jaleo, justo en el instante en que una voz nueva y hermosa allana todas las demás.

—Están yendo por el camino equivocado.

Admiro a Seras maravillado. Sus cuerdas vocales deben estar hechas de oro y magia para producir ese armónico sonido, y sus labios de miel y luz estelar para modular de esa manera dulcemente espléndida. Es una lástima que sea de pocas palabras.

—¿Qué? —dice Taro, casi sin aire. No soy el único impresionado—. ¿Qué quieres decir?

Seras se queda con la mirada vacía por otro instante más antes de enfocarla en el alfa.

—Los astros me lo dicen.

—Estás flipando —se mofa Akane, pero Crowser le hace un ademán con la mano para que se calle. Sus irises bicolores observan a su Arcana con intensidad. Ella entonces continúa.

—Dios ha muerto... ¿no han pensado que, en lugar de una broma de mal gusto, aquello puede ser realmente una verdad?

El silencio de todos manifiesta un desconcierto general. Al parecer ninguno consideró el cruento mensaje de manera literal, aunque Moon muestra cierto acuerdo en su semblante lánguido.

—¿Cómo puede un dios estar muerto? —inquiere Luci—. ¿Y cómo alguien mundano lo sabría, en primer lugar?

—No es un alguien común y corriente. No es un alguien a nuestro nivel. Ese alguien está mucho más allá de nuestra comprensión.

—¿Los aliens te dijeron eso?

Seras mira fijamente a Akane, inalterable ante su tono burlesco.

—Los astros —reitera—. Los elfos pueden ayudarnos. Su magia y sus sentidos son más refinados que los nuestros.

¿Elfos? Salto de rostro en rostro en busca de explicaciones. Todos están meditando sobre ello.

Según la literatura los elfos no viven en esta dimensión sino en otra llamada Reino Fae, donde la magia es más pura, accesible y benéfica.

—¿Por qué nos ayudarían? Los elfos jamás se mezclarían con nosotros. Para ellos no somos más que bárbaros a la deriva —replica Taro.

Crowser, quien había estado demasiado absorto teniendo en cuenta su carácter altanero y satírico, rasca el rastrojo de su mentón y piensa en voz alta.

—Hazel vio una estrella Elven cuando falló en su intento de rastreo, solo que... quizás no falló del todo. Las estrellas Elven usan magia fae, es decir, magia altamente poderosa y meticulosa. Es probable que ese sitio al cual llegó a través del Amarrador de Almas se trate de una zona prohibida, aunque tendremos que comprobarlo. Pero si ese es el caso... no puede haber sido solo casualidad. Algo debe haber atraído a Hazel allí. Y había vrykolakas. Y un hechizo de maldición jodidamente peligroso.

—¡Y una momia tenebrosa! —agrego.

—Exacto. Y si hay una estrella Elven y magia fae, los elfos están involucrados. Ese puede ser motivo suficiente para que al menos escuchen nuestras inquietudes.

—Todavía está la opción de que Hazel haya llegado allí por error —dice Moon—. Aún no tiene la suficiente experiencia como para utilizar magia de rastreo correctamente. Su magia es primitiva y tosca, magia negra mayoritariamente. Su Amarrador de Almas tampoco presenta anomalías.

Arqueo una ceja.

—¿Que esté atascado en mi dedo no es una anomalía?

—No realmente —responde Izuru en su lugar—. Sus almas están ligadas a través de sus anillos. Los anillos pueden abstenerse a ser quitados si sus almas se abstienen a abandonar el enlace.

Crowser quiere reírse, pero por alguna razón se esfuerza en disimularlo. Miro a Moon, tan callado e impasible a mi lado. Su rostro es hermético. ¿En verdad no tenía idea que nuestros Amarradores estaban atascados por esa razón o solo fingía no saberlo?

Personal de cocina irrumpe en el salón y deja frente a cada uno un aperitivo.

—Consideraremos todas las opciones y actuaremos ordenadamente, descartando posibilidades —dispone Taro—. Apoyo a Seras en su propuesta de buscar la ayuda de los elfos.

Mis ojos perseveran en la expresión de Moon, mi ceño ganando pliegues con cada segundo que pasa.

Akane habla.

—¿Cómo piensan llegar a ellos? Imagino que tienes algo en mente, Seras.

—Yo puedo contactarlos, pero sugiero que sea Raegar y su Cadena los que asistan al territorio fae si los elfos nos permiten una reunión.

—Por supuesto que iremos nosotros —Moon contesta.

—Tendrán noticias pronto.

Las últimas palabras de Seras concluyen la polémica y encabezan una cena bastante más tranquila y ligera. El tener un inicio de guión en nuestra desordenada vida ha calmado las aguas.

Durante la siguiente hora y media se entabla un debate más superficial durante el cual me entero de que el líder de Nikerym renunció a su puesto días después de la muerte de su omega y de su hija, debido a que el shock emocional perturbó también su magia y entró en desviación energética. Si desde un inicio no tenía apetito, el recordar todo aquel metraje dantesco me provocó unas bascas insoportables. La agonía de Pyna cuando su cría maldita le abrió el estomago para comerse luego sus entrañas, la sangre y los trozos de carne entre los dientes del vrykolaka, el momento en que decidí anteponer mis miedos a la vida de la omega... por suerte Izuru puso fin a la reunión una vez que todos acabaron el postre, apiadándose de mí y de mi palidez insana.

Me levanto cuando Moon lo hace y lo sigo hacia el aire libre, limpiando mis pulmones con respiraciones profundas. Estoy extenuado. Las palmeras se mecen creando un sonido similar al del mar, sobre cuya negrura traza la luna un camino de luz.

Todo es precioso, pero más lo sería si él me mirase, si me dijese alguna de sus guarradas mientras su sonrisa taimada me hace refunfuñar, si me abrazase para luego llevarme en sus brazos hasta su habitación y allí me hiciese el amor hasta el crepúsculo. O tal vez sobre la arena frente al mar, o bajo una de estas palmeras, o... mi corazón galopa pensando en las posibilidades. Contemplo su rostro perfilado por la luz lunar con los párpados pesados de deseo.

Sonrío con amargura. No puedo creer que me haya flechado a tal punto. ¿En qué momento pasó?

—Lo hiciste bien.

Me sobresalto por el reconocimiento repentino, mi pecho repentinamente más cálido y menos apretado.

—Moon... —musito, y suena a lamento, pero al menos consigo que voltee hacia mí—. Sobre lo que te dije esta mañana... yo... lo sien...

Mi disculpa se borra de mis labios cuando alguien se me echa encima, rodeándome los hombros con un brazo para pegarse a mí con excesiva confianza.

—Lindo omega, ¿cuándo podré probar tus labios de seda otra vez? —El aliento de Crowser calienta mi oreja y mis pómulos, una vergüenza monumental diseminándose por mi organismo.

Los ojos de mi Arcano se convierten en ranuras fulminantes.

—¡Quita! —ladro, queriendo que la tierra me trague.

Le arranco el brazo de su cómoda posición en el instante en que más voces mandan a la mierda mi perfecto momento a solas con Moon.

—¡Hey! —chilla Mikaela apareciendo más adelante por el mismo sendero. Trota hacia nosotros batiendo la mano, secundado por Nathan y Corey—. ¡Qué bien que ya acabaron! Podremos hacer pijamada de omegas... aunque los alfas también están invitados —agrega con una expresión sugestiva.

¡Me lleva un demonio...!

—¡Yo me sumo! —grita Crowser, nuevamente adherido a mi oído—. ¿Tú qué, caramelito? Si pasamos tiempo juntos, las cosas podrían avanzar...

No dejo que continúe rebuznando. Le enlazo el cuello con un brazo y lo tumbo boca abajo en el suelo con una llave de sumisión. Inmediatamente me encaramo sobre él clavando mis rodillas en su cintura y lo maniato.

—¡¿Quieres que las cosas avancen?! ¡Bien! —grito, conteniendo el impulso salvaje de arrancarle un trozo de garganta—. ¡Estoy listo para follarte!

El alfa gira la cabeza hacia mí con ojos desorbitados dentro de su semblante pasmado.

—¡¿Qué diablos...?! ¡Salte de encima, omega desquiciado!

Se remueve con una fuerza que no soy capaz de igualar, al menos no físicamente. Que mal para él que mis maestros de lucha me hayan enseñado cómo compensar la fuerza bruta con la técnica y la energía espiritual, la cual condenso en mis rodillas para volverlas pesadas y en mis manos para lograr una sujeción acerada.

—¿No era esto lo que buscabas? —Río, regodeándome por su desconcierto al no poder librarse de mí—. Te aseguro que puedo hacerte pasar una impresionante velada. He estado arriba muchas veces, las suficientes como para aprender a complacer traseros.

—¿Tú? —espeta, la ironía entremezclándose con su molestia—. ¿Qué tanto podría complacer un niñato de pene pequeño y lampiño?

—¿Quieres comprobarlo?

—Jódete. —Siento sus músculos tensarse bajo la gabardina cuando aplica una fuerza monstruosa para zafarse.

Solo unas pocas palabras me bastan para dejarlo tieso.

—Estoy enviando energía a mis rodillas, lo sabes, ¿no? También debes saber que mis rodillas se encuentran sobre tu chakra sexual. Una idiotez más que salga de tu boca y no se te parará por un mes.

Mikaela y Corey lanzan unas carcajadas de pura diversión, incluso uno de ellos aplaude emocionado.

La mandíbula cuadrada de Crowser se tensa antes de que un suspiro le desinfle el pecho.

—Venga ya, quítate de encima, pequeño loco. No me meteré con tu bonito culo de psicópata.

Lo libero, completamente satisfecho y empinado. Los omegas se me echan encima, abrazándome por los hombros, uno por cada lado mientras me tiran laureles.

—Hey, ¿quieres ser mi amigo? —dice Corey.

—Sin rencores, cariño —ronronea Mikaela—. Podemos salir a pisotear pelotas de alfas cuando quieras.

Crowser pone los ojos en blanco, ya de pie y sacudiéndose el polvo arenoso de las prendas.

—Tan fanfarrones ahora, pero en la cama gimen como gatas por la polla y las bolas de un alfa.

Mikaela lo sondea jocosamente.

—Por supuesto que lo hacemos. Los alfas existen para servirnos y darnos placer.

Corey continúa la línea con estupenda habilidad.

—Es jodidamente tierno el cómo andan detrás de nuestro culo, tan devotos, inmolándose por saborear una mísera gota de ciere.

Nathan remata.

—Y el tamaño de su cerebro es inversamente proporcional al de su pene. ¡Tengo pruebas y ninguna duda!

Es inevitable no sumar una risotada más a las de ellos, y a la de Izuru, que apenas nos alcanza pero ha oído todo. Crowser bufa.

—Jodidos críos. A la mierda con su pijamada de putas.

—Sí, mejor vete con los aliens. Aquí nadie quiere tu polla de gallito —contraataca Mikaela.

El alfa le hace un gesto obsceno y se escabulle por uno de los senderos, despotricando.

Me atrevo finalmente a volver la mirada hacia Moon, que no se ha involucrado para nada en la riña. Mi lobo agita la cola con alegría al advertir su amague de sonrisa y todas mis ilusorias preocupaciones por mi comportamiento se esfuman en la siguiente brisa.

—Veo que le diste una merecida lección a ese patán —dice Izuru. Taro viene a su lado, con una de sus manos reposando posesiva y cariñosa en la cadera del omega.

Moon intercambia una mirada con él antes de seguir caminando hacia quién sabe dónde. Taro lo sigue y mis ánimos recién ganados se desintegran.

—Hey, que no se te note tanto la decepción.

—Quería hablar con él... —le contesto a Izuru.

—Y lo harás. Te quiere demasiado como para mantenerse distante por mucho tiempo. Mientras tanto, la idea de la pijamada de omegas no suena tan mal... ¿qué dices?

Uf, sí, ya me hacía falta un revolcón con un omega que no sea Corey —gruñe Mikaela.

Corey protesta y yo accedo, pero con condiciones.

—Vale, iré a su estúpida pijamada —Puede que sea una buena distracción—. Pero sin revolcones.

Izuru apoya mi moción, aunque Nate se ofrece como tributo con gusto. Además, sugiere invitar a Kuro a la pijamada con un susurro tímido y embaucador. Bueno, Kuro estará encantado de asistir, eso seguro. Que sea buena idea o no ya es otra historia.





(1)Estado Zen: estado mental de tranquilidad, equilibrio y bienestar (lo que le falta a mi vida ahre)

(2)Tener cara: se trata de una metáfora de la reputación u orgullo de una persona.

(3)Tilaka: El tilaka es una marca creada por la aplicación de polvo o pasta en la frente.

Me pone nerviosa que esté por terminar esta parte aadjasdjkhsgf; Hazel se ha hecho respetar en este cap, proud 💜✨

Ya aparecieron el resto de los Arcanos y Cadenas ♥ Qué piensan de ellos? Los odian? Los aman?
Yo soy team TaZuru 💚💜😆

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