☽ Capítulo 23 ☾
Ni siquiera hemos aterrizado, pero Kuro ya se colocó las gafas de sol con cristales escandalosamente rosados, un sombrero colorido de diseño hawaiano y bronceador, inundando la cabina del avión con un aroma artificial a coco.
El sol brilla con tal intensidad afuera que las ventanillas deslumbran. Como Nathan ocupa el asiento contiguo a la redondeada ventana, me cambio a un sitio libre para obtener una buena vista del panorama. Un mar turquesa y eterno se extiende por debajo y destella como si los dioses le hubiesen lanzado camionadas de purpurina. Hacia un lado, la frondosidad verde saturado del millar de palmeras me roba un silencioso "wow". Es un verdadero paraíso terrenal.
—¿Pensando en mi belleza otra vez?
El susurro en mi oreja me estremece y doy un salto del susto.
—¡Jodido alfa, idiota! —bramo. El corazón me late en los oídos.
¿Cómo puede ser tan sigiloso? Incluso se ha sentado a mi lado, ¡y no lo he escuchado!
—Ponte el cinturón de seguridad, pequeño rabioso, aterrizaremos.
Me lanzo contra el respaldo del asiento y me cruzo de brazos, reacio a obedecer porque estoy cabreado. Detesto que me asusten. A Moon le provoca gracia, por supuesto. Su risa melodiosa reverbera en mi pecho cuando se inclina para tomar el cinturón de mi asiento y abrochármelo.
Mi ceño continúa arrugado una vez arribamos al aeropuerto más cercano a Valantra. Gracias a ello, nuevamente soy blanco fácil para Mikaela y Corey.
—¿Te pondrás a llorar como la otra vez? —canturrea este último—. Recuerdas, cuando estábamos en la habitación de...
—¡Ya cállate, pelmazo! ¿No tienes nada mejor que hacer? Joder...
—Oye amigo, no te ardas. Puedo jalártela de nuevo para que te relajes, ¿qué dices? —rebuzna Mikaela, burlándose con un gesto obsceno.
Desenfundo mi puño para cobrármelas, pero Moon me intercepta y me aleja de ellos. Me lleva a rastras por el aeropuerto en tanto me revuelvo salvajemente. Algunos betas nos miran recelosos, apartándose de nuestro camino como si fuésemos la peste.
—¡Suéltame!
—Hazme caso, no te los quitarás de encima con esa actitud. Solo ignóralos.
—¡¿Por qué los trajiste precisamente a ellos?! Eres un capullo, maldita sea.
—Hazel...
—¿Qué? ¿Acaso tengo que soportar que tus omegas se rían de mí?
Moon comienza a perder la paciencia. Una expresión espeluznante tensa su mandíbula tanto como la mía.
—Compórtate.
—¿Sabes dónde puedes guardarte ese compórtate, verdad?
No me sigue el pleito, pero su rostro habla por él.
Me zafo de su mano para alejarme a las zancadas hacia donde se encuentran mis amigos. Ouran va con ellos, sus ojos cerrados apenas sangran ahora, pero sigue igual de mudo y abismado. Advierto que está nervioso. Sus manos se abren y cierran, su postura es rígida y las venas descuellan bajo su blanca piel.
—¡Qué calor! —clama Kuro. Se abanica y me contempla horrorizado—. Hermano, ¿cómo puedes llevar abrigo con esta temperatura?
—No es cualquier abrigo. Moon lo hechizó para que mi cuerpo esté siempre templado.
—Awww, ¡eso es muy tierno! Quiero un romance así —fantasea Nathan.
Me entran ganas de reírme, y no por diversión. Por delante de nosotros, el par de omegas magos van bromeando y retozando a cada lado de Moon. Me acaloro de molestia. Maldito sea todo, no puedo seguir así. Moon es mi Arcano, no mi alfa. Que hayamos tenido un par de momentos de intimidad, que hayamos intercambiado algunos besos, que haya dicho que me ama... son meras banalidades. Deben serlo. Lo que me hace latir violentamente el corazón cuando lo tengo cerca también es un estúpido delirio. ¿Pero por qué estoy tan jodidamente celoso?
Él confía en Mikaela y en Corey tanto para encomendarles la custodia de la aeronave y de nuestras vidas, y confía en mí tanto como para querer encerrarme en un cuarto, tanto como para tenerme toda una semana sin dar abasto de labores solo para que no me reste tiempo para cagarla.
Justo cuando comienza a cocinarse una de mis malas ideas en mi indignado cerebro —la de patear a los omegas para alejar sus apestosas feromonas de su lado, y luego patearlo a él—, Lya me espabila con una voz apenas susurrante.
—Hazel... tengo que hablar contigo.
Oh, qué sorpresa. Ella casi nunca da el primer paso porque su orgullo no se lo permite. En eso es como yo.
—Está bien.
—Vale... cuando estemos a solas.
Asiento.
—Yo también quiero hablar contigo —musita Ouran.
Volteo bruscamente la cabeza hacia él. El miedo que llevo constantemente encima como mochila al hombro incrementa estrepitosamente hasta ser imposible de cargar.
—P-Por supuesto... —balbuceo, lleno de incertidumbre—. ¿Qué sucede? ¿Te... te sientes mal?
Niega discretamente.
—Es... sobre Raegar.
El miedo se transforma en un pánico visceral. Freno en seco y siento mi cuerpo adormecerse. Kuro y Nate, que van inmersos en su charla, ni se percatan y siguen caminando, pero Lyanna y Ouran se detienen segundos después que yo.
—¿Qué? ¿Qué es? —Como la boca también se me entumece, mis preguntas suenan desarticuladas.
Ouran se mueve inquieto. Advierto a lo lejos que Moon nos echa un vistazo helado, incompatible con el calor del entorno, compatible con el sentimiento que me asalta.
—No ahora... —dice por lo bajo Ouran.
Lo sabía. Es algo malo. Y es algo que Moon no quiere que sepa.
De alguna manera me las arreglo para mover mis piernas y continuar como si nada hubiese oído. Al ver que Mikaela distrae a Moon, aprovecho para indagar en voz baja.
—¿No quieres que Moon se entere?
—No hablemos aquí. Probablemente ya sospecha todo, pero... no debe pasar mucho tiempo o... o volveré a perderme. Lo lamento.
La pena me desgarra el alma.
—No tienes que disculparte por eso. ¿Cuánto tiempo de lucidez tienes luego de una curación?
—Horas —informa con pesar—. Quizás alrededor de unas cinco... con suerte.
—Encontraremos un momento. ¿Qué tan urgente es?
—No quiero preocuparte...
—Ouran —insisto.
Ya estoy preocupado a muerte, tan preocupado que apenas siento un murmullo en el oído cuando alguien nos toca bocina desde el aparcamiento paralelo al edificio.
—Es... bastante urgente —responde finalmente.
Cambiamos el rumbo para salir al aire libre, donde tres sedanes negros se hayan aparcados pero encendidos, a nuestra espera. La bruma de nervios me entorpece y me quedo varado en la indecisión cuando me toca elegir a qué carro subir. Mikaela y Corey ocupan uno, mis amigos otro y Moon y Ouran marchan al que está estacionado al frente.
—Hazel —me llama Moon, inquisitivo pero también demandante.
Mi cuerpo se mueve automáticamente hacia él. Recibe mi equipaje para cargarlo en el baúl y me abre la puerta trasera. Hubiese hecho alguna broma sobre su ridículo lado caballeroso si al menos restase un vestigio de humor entre mis enrevesados sentimientos.
El alfa se acomoda a mi lado una vez subo al auto. Ouran se sienta adelante sin esperar una orden, pues ya la ha intuido. El conductor nos saluda cordialmente y pone el auto en marcha.
—¿Sucede algo? —inquiere mi Arcano.
Me giro hacia la ventanilla para ocultar el enorme "SI" que mi rostro lívido manifiesta.
—Solo estoy nervioso.
Su mano se cierra sobre mi muslo. Cuando su calor penetra por mis pantalones oscuros, el alivio es instantáneo.
—¿Magia? —adivino, esbozando una sonrisa.
—Llámalo como te haga sentir más cómodo.
Le dejo mantener su mano allí por el resto del estival trayecto, disfrutando del cosquilleo sublime que me produce su "mágica" piel.
No estoy muy seguro de cómo reaccionar cuando el magnífico complejo de lujosas edificaciones se despliega ante nuestros redondeados ojos. La brisa marina se filtra entre la pomposidad y nos sacude tímidamente el cabello al compás del movimiento de las palmeras, cuyas cimas se elevan tan alto que parecen enormes estrellas verdes en el cielo azul.
A Kuro no le entra más emoción en el cuerpo. Extiende sus brazos hacia el frente y luego se lleva las manos a la cabeza para finalmente palmearse fuertemente las mejillas, dejando su boca ovalada.
—¡Es una pasada! Parece un hotel resort de cinco estrellas, como los que salen en la televisión —comenta Nathan, validando mis propias percepciones.
Sí, es un lugar maravilloso. La vegetación, los animalillos que se hacen ver por fugaces segundos, el aroma a sal y arena... pero no llega a impresionarme tanto como Arvandor. Aquí el sol es radiante, pero estoy convencido de que la luna de Arvandor lo eclipsaría completamente si estuviesen uno junto al otro. En Arvandor no hay palmeras, pero sí bosques gloriosos que irradian la energía y el magnetismo de Gea. Tampoco hay mar cercano, pero el agua de los manantiales y de las recónditas lagunas en los que estos desembocan es clara, serena, altamente purificada y purificante. Aquí, probablemente, habrán de esas sirenas que aparecen en el libro que Moon me dio, pero en Arvandor siempre se pasean hermosas ninfas entre los pinos y las hadas diminutas se afanan por hacerme trencitas en el cabello mientras medito en el jardín.
Debo de estar sonriendo desde hace tiempo, pues me hormiguean los labios. No sé cómo, ni cuándo, pero Arvandor acabó convirtiéndose en mi hogar. Un verdadero y extrañable hogar. Más de lo que fue Durmista. Mucho más de lo que fue mi frío y solitario departamento en la ciudad humana.
Un guardia se presenta frente a la entrada de la edificación principal, indicándonos con un ademán que ya podemos entrar. Este lugar podrá parecer un resort cinco estrellas, como bien dijo Nathan, pero en realidad se trata de la casa de Taro, el Arcano de Aire, e Izuru, su Cadena, por lo que la vigilancia abunda en cada rincón.
No me despego del costado de Moon en ningún momento, anhelando olfatear su aroma mientras nos zambullimos en este sitio desconocido y que, por cierto, apesta a otro alfa. Apesta a muchos lycans, en realidad, pero unas feromonas alfa particularmente picosas e intensas condensan el ambiente. También noto un delicado y dulzón aroma a omega fundido con el olor a alfa y a mar.
Desconfiado por la novedad de mi entorno, me arrimo más y más a Moon hasta que acabo chocando contra su brazo, sonrojándome por mi obvia necesidad de que su esencia no me abandone.
—Tendrás que aguantar esas feromonas durante algunas horas —me dice Moon. Suena fastidiado.
—Es un poco molesto. ¿Acaso hay algún omega en celo? —Si ese es el caso, me inquieta la reacción de Ouran. Aunque quizás no le afecte en demasía ahora que se encuentra más cuerdo.
—No se trata de un omega en celo. Más bien, es un omega ninfómano.
A pesar de que el vestíbulo y la casa en general se encuentra repleta de ventanales y aberturas, el aire puro no es suficiente para dispersar las feromonas que me llegan de a montones, repugnándome. Frunzo el ceño, incapaz de dejarme cautivar por los interiores amplios e iluminados de la casa-resort por el menjunje de olores, y porque siento los intestinos multi-anudados, como si algún joven scout hubiese estado practicando sus habilidades con ellos.
Se me escapa un suspiro tembleque que aflige a Moon.
—Todo terminará rápido —me contiene—. Me ocuparé de que no se alargue más de lo necesario.
—Alfa, estoy bien. Acabemos con esto para ir a la playa luego.
Me sonríe cálidamente y me estremece en lo más profundo. ¿Qué haré si llega a sucederte algo? Oh, por Dios, ¿qué voy hacer?
Intento despejar mi mente antes de que el pánico me consuma, pero ya es tarde para aplacar el temblor de mis manos.
Minutos después, el guardia les pide a mis amigos, al par de omegas y a Ouran que aguarden en uno de los salones recreativos de la casa. A partir de este tramo solo podemos avanzar Moon y yo.
Hago uso de mi práctica en meditación para mantener la compostura. Por suerte, los gloriosos jardines con los que nos topamos de tanto en tanto, visibles por las vastas aberturas de la casa, me distraen lo suficiente. Algunos cuervos gordos y brillantes giran en el aire, contrastando con el cielo azul mientras otros pajarillos los persiguen y picotean.
Luego de doblar por algunos pasillos y atravesar otro perfumadísmo jardín de jazmines en flor, entramos a otra sección del complejo, la cual se encuentra un poco más resguardada del exterior que la anterior. Recorre mis entrañas un cosquilleo de emoción, débil pero esperanzador, cuando diviso a la distancia el mar turquesa. Su serenidad me conmueve, pero tristemente no se me contagia.
—Por aquí —señala secamente el guardia. Da algunos golpecitos a la puerta blanca de considerable tamaño que se alza frente a nosotros, espera un momento y finalmente la abre cuando un "pasen" ronco y grave resuena del otro lado.
Moon y yo avanzamos hacia el interior de la sala mientras que el guardia se queda atrás y cierra la puerta a nuestras espaldas.
Las feromonas me dan un tortazo que llega a aturullarme. Moon ni se inmuta. Con sumo esfuerzo cuadro los hombros preparando una presentación decente, pero me encuentro con una escena que desmorona lo que tenía planeado y que, además, me ofrece todo lo contrario. La habitación es grande e iluminada como el resto del lugar, las paredes altas están emperifolladas con el arte de algún pintor conspicuo, llenas de colores veraniegos que varían de cálidos a fríos, y el rumoreo constante de las fuentes de agua simula una sublime música de ambiente. Es una lástima que se vea desastrosamente ultrajado por los gemidos del omega pelinegro que está siendo impertinentemente dedeado en un sofá verde menta, no muy lejos de nosotros.
Intercambio un vistazo con Moon en el que le comunico mi desconcierto. Él me responde con una mueca resignada, más no alterada. Se esperaba algo como esto.
Me rasco la nuca con un inminente rubor en mis mejillas. El omega se encuentra encaramado sobre el regazo de un tipo enorme, quien se halla completamente consagrado a restregarle la espalda y el trasero con sus manos venosas. Dos de esos dedos largos empalan el agujero mojado del omega y lo hacen gritar en cada acometida.
Esto es vergonzoso. Mis rodillas se frotan entre sí, inquietas por la pudorosa excitación que distiende mis pantalones por el frente.
—Mmm... tal vez deberíamos seguir su ejemplo —me susurra Moon, encrespándome. Una gota de lubricación me recorre la pierna y mis pezones se endurecen. Estoy a nada de comenzar a gimotear. Si Moon insiste un poco más, me tendrá en segundos echado en el suelo, urgido y exponiéndole el trasero para que me joda aquí mismo. Algo está ocurriendo con mis hormonas, pero definitivamente no quiero saber qué es.
Miro a Moon suplicante. Él sabe que mi conciencia está luchando por no ceder a la impudicia, pero el instinto es implacablemente voraz y engulle mi dominio con sus fauces rijosas. Al final, mi Arcano se apiada y con su mano traza en el aire una curva frente a nosotros. La magia aflora completamente achispada por ese simple ademán y una poderosa rafaga de aire sacude el salón, destrozando adornos y jarrones y golpeando de lleno el sofá verde menta, que se va trágicamente hacia atrás junto con los indecorosos amantes.
Algunas exclamaciones y varias maldiciones se hacen oír por detrás del sillón volteado.
—Wealdath, cabrón —ruge la misma voz que indicó que pasáramos. Suena conflictuada, posiblemente porque el alfa está cabeza abajo y enterrado bajo su omega.
—No tenemos interés en presenciar su calentura.
—Oh, ¿en serio? —canturrea alguien a mis espaldas.
Salto por la sorpresa y giro para toparme con el omega de cabello negro. Me sondea lleno de curiosidad y diversión mientras yo intento procesar cómo carajos llego aquí si hace un segundo estaba enredado con el otro sujeto en el suelo. Aún no acabo de acostumbrarme a la magia y a las locuras que hace posible.
Mi rostro arde cuando advierto que la causa de su diversión es mi pronunciada erección. Cierro mi gabardina para ocultarla y el omega ríe simpáticamente, tendiéndome la mano. Le devuelvo una sonrisa tiesa y sujeto su mano con firmeza, demostrando una falsa seguridad.
—Entonces, ¿Hazel, verdad? Me alegra mucho poder conocerte al fin. Yo soy...
—Izuru Rhoslyn —me adelanto—. La Cadena del Arcano de Aire.
—Vaya —ríe nuevamente—. Así es. Vale, mejor ahorrarse las presentaciones. Raegar ya te debe haber contado todo lo que necesitas saber... o no.
Mi inquietud se eleva y me aguijonea desde adentro hacia afuera. Moon lo fulmina con la mirada y confirma mis sospechas... Izuru acaba de lanzar una indirecta mordaz. Pestañea sobre sus orbes verdes e ignora olímpicamente la advertencia tácita de mi Arcano. Se abrocha los pantalones sin el menor rastro de bochorno y camina a mi alrededor, reanudando su escrutinio al son que mi tensión se afianza. ¿Qué tanto está mirando?
—Naciste omega... —sopesa. Es una obviedad, pero sospecho que hay más significado que el literal detrás de dichas palabras—. Tan grande fue el deseo de tu alma por reunirte con tu Arcano y ofrecerle hasta la última gota de tu ser...
No termino de comprender a lo que va, pero Moon intercede cuando abro la boca para pedir explicaciones.
—Ten cuidado con lo que dices.
—Hey, capullo, no le hables así a Izu —dice el otro alfa, aunque su gruñido no es precisamente camorrista.
Sale de atrás del sofá abatido y viene hacia nosotros morosamente, alisándose la camisa blanca que lleva desabotonada.
Mis ojos se detienen por un buen rato en el tatuaje de su frente. Es idéntico al de Moon, un destello con una luna a cada lado, solo que en lugar de ser rojo es de un intenso azul marino. Con una sonrisa que alcanza sus ojos púrpura, abre los brazos y rodea a Moon en un abrazo amistoso. Mi Arcano ríe y le devuelve unos golpecitos en la espalda, dejándome boquiabierto. Nunca lo había visto ser afectuoso con alguien. Cuando se separan, Taro derrama toda su atención en mí.
—Kantaro Mobarak —se presenta—. Un gusto, Hazel Ghenova.
No me tiende la mano —lo que agradezco por evidentes razones—, pero esboza en su lugar una reverencia. Regreso el gesto con un asentimiento, sintiéndome algo más suelto porque Taro me genera confianza, quizás debido a que es el único sujeto del cual Moon no se ha estado quejando por tener que ver. No es así con el resto de los Arcanos y sus Cadenas.
—Venga —continúa—, vamos a sentarnos. Wealdath, no te veo desde hace cinco años. Demonios, ¿cómo le haces para conservar tan bien tu cara de psicópata?
—No es muy complicado —asegura Moon, marchando tras él. Los sigo sin vacilar—. Lo entenderías si tuvieras que lidiar con gilipollas todo el tiempo.
—Espero no entrar en esa categoría.
Taro se barre el cabello violeta con su mano en un intento de arreglar la maraña que resultó de su reciente revolcón. Viéndolo al lado de Moon, sus contexturas se me hacen prácticamente iguales. Incluso sus peinados se asemejan, y sus facciones son igualmente afiladas y precisas. Si no fuera porque estoy al tanto de que Taro pertenece a otro linaje, hubiera pensado que guarda algún tipo de parentesco con mi Arcano.
Sin embargo, mientras Taro nos dirige hacia un agradable espacio de esparcimiento en el jardín, detecto un detalle en él que me confunde.
Sus orejas no son puntiagudas.
Trato de observarlo mejor por el rabillo del ojo, pero Moon me obstruye la vista y no quiero quedar demasiado evidente al dar un vistazo directo. Ralentizo el paso para así poder escudriñarlo desde atrás y medito sobre lo que me había contado Moon. ¿No que las orejas puntiagudas eran características de los Arcanos? ¿Tal vez se las ha operado?
—¿Qué miras? —pregunta Izuru, acercándose a mi lado. Hace que me hormiguee el cuero cabelludo por el sobresalto, pero al menos no he dado un respingo delator.
—El paisaje.
—Oh, es lindo, ¿verdad? Y Taro también lo es.
—Ah... supongo que ambos lo son —reconozco desganado. Si me ha pescado mirando a su alfa y lo ha malinterpretado, me trae sin cuidado. La opresión en mi pecho y el desgraciado sentimiento de desengaño ahogan todo lo demás.
—¿Raegar te está cortejando? —sigue fisgoneando, con sus esmeraldas clavadas en mi anillo de cortejo.
—No.
—¿Entonces...?
—¿Realmente tienes que preguntar eso? —espeto—. Estoy seguro de que ya todos ustedes están al tanto de mi vida. Soy el único que, al parecer, ignoro completamente lo que sucede a mi alrededor. Soy el único que no sabe una jodida mierda.
Trago la poca saliva que me resta después de esa pequeña pérdida de control y agacho la cabeza angustiado, evitando los ojos compasivos de Izuru y cualesquiera sean las expresiones en los rostros de Moon y Taro, que se han detenido a pocos metros al oírme alzar la voz.
—Lo siento, no he querido burlarme ni nada por el estilo —se apresura a decir el omega—. Raegar es muy cerrado, y ni hablar cuando eres el tema en cuestión. Esperábamos tener esta reunión para conocerte un poco más...
—No, descuida. Solo estoy un poco... estresado. Lamento haber respondido así... ¿m-me puedes decir dónde está el baño?
—Hazel... —dice Moon. Su voz preocupada hace que me encoja en mi sitio y que retroceda cuando regresa a mi lado.
Mis ojos están nublados por la desazón. Además de avergonzarme por mi actitud, no puedo dejar de darle vueltas al pedido de Ouran y la presión por guardar la calma está siendo completamente contraproducente. Parado a mitad de camino, me siento como un carro con la palanca de cambio averiada. No puedo ni avanzar ni retroceder, solo obstaculizar. Estoy decepcionando a Moon. Le aseguré que podía hacer esto, pero en momentos de felicidad olvido lo mucho que me desgasta batallar contra mi cabeza y que la mayoría de las victorias se las lleva ella.
—Oh, por supuesto cariño, deja que te acompañe. Si te dejo ir solo te perderás —alega Izuru, interponiéndose con disimulo entre Moon y yo. Me toma del brazo y me conduce en dirección opuesta.
Moon protesta, pero Taro le susurra algo que lo hace abandonar sus intentos de retenerme, o bien de llevarme él mismo al baño.
Izuru me suelta luego de un buen tramo y comienza a caminar lenta y despreocupadamente junto a mí. Por mi parte, me encuentro flotando en una nebulosa de sensaciones de extrañeza. Tal vez consiga manejar a tiempo el ataque de pánico que se avecina. Si me hubiese quedado unos segundos más al lado de Moon, la angustia ya se habría desencadenado sin miramientos. Todavía no identifico qué es exactamente lo que me hace perder los estribos, pero el nexo que conecta mi inestabilidad a mi Arcano llega a ser casi palpable.
—Uf, ese macho alfa es demasiado avasallador —refunfuña Izuru—. ¿Cómo lo soportas?
—Bueno... a veces puedo llegar a ser más avasallador que él —admito.
Una sonrisa apretada sugiere conformidad en el rostro del omega. No me detengo mucho en ello. En su lugar debato si tomar o no un ansiolítico extra y romper con la prescripción de limitarme a uno por día. Entre tanto pensamiento brumoso, apenas me doy cuenta del lugar al cual me está llevando Izuru, que dista mucho de ser un baño.
La brisa se convierte en un viento solano y mi lengua degusta la sal suspendida en el mismo. El impresionante mar se abre frente a mí, hacia los costados y hacia el horizonte confundiéndose con el éter. Bajo mis pies, el sendero de madera es reemplazado por arena mullida que me entibia las suelas de las botas.
Mis pulmones se llenan con un respiro copioso que enfría la quemazón en mi mente.
—Lindo baño —bromeo, avanzando hacia el armonioso oleaje. Me detengo al borde del agua evitando mojarme, pero ansiando a su vez que la próxima ola me atrape.
—Oh, por favor, no lo uses para ese fin —ríe—. Pensé que te vendría bien un respiro.
—Pensaste bien.
—Has pasado por muchos momentos difíciles.
—¿Cómo lo sabes? —espeto resabiado—. Creí que no me conocían lo suficiente.
—No lo hacemos. Puedo verlo en tus ojos.
Mis hombros caen, incapaces de seguir manteniendo la fachada. Como las próximas olas no llegan a mis pies, me adelanto hasta sumergir algunos centímetros de mis botas.
—¿No quieres descalzarte? —pregunta. Ante mi negación, Izuru divaga—. Sabes... los Ghenova eran reconocidos por ser expertos en manipular magia elemental de fuego. Genios, naturalmente habilidosos como si fuesen dragones o salamandras. Brillantes y destructivos, como el mismísimo fuego. Nunca creí encontrarme con uno que fuese cenizas.
—¿Eso es lo que ves en mis ojos? —grazno.
—Sí. Pero no es todo lo que veo.
—Eso no me hace sentir menos miserable.
—¿Pensaste que iba a hacerte sentir mejor? No soy milagroso, cariño.
Sonrío a medias. Su cruda sinceridad me hace sentir inesperadamente cómodo. Aun así, tomo una píldora de refuerzo de mi bolsillo y me la llevo a la boca, por si acaso.
—¿Hace cuánto lidias con la ansiedad?
Medito sobre la respuesta con la vista puesta en la línea casi imperceptible que separa el mar del cielo cerúleo.
—Pues... desde que tengo uso de razón. Supongo que nací jodido.
—El alma no olvida —musita, su voz flemática como la marea—. Ni aunque cambie de recipiente.
Una lágrima se desintegra en la espuma blanca acumulada a mis pies.
—¿Entonces por qué... no puedo recordar?
—Nuestra mente posee barreras que nos protegen del dolor. Es maravillosa. Sin embargo, muchas veces tenemos que afrontar ese dolor para poder seguir viviendo... debes dejar de huir. Rebusca entre las cenizas, Hazel Ghenova.
—Es lo que intento...
—Inténtalo más. Inténtalo hasta que sientas que puedes morir de dolor.
—Ya lo he sentido tantas veces...
—Entonces estás cerca de las respuestas que buscas. La vida comienza al otro lado de la desesperación¹.
Su pequeña mano se apoya en mi mejilla, tan fresca y suave que me quita un suspiro. Mantengo mis ojos mirando al frente. La vida y la desesperación no tienen mucha diferencia para mí. Son exactamente como este horizonte.
Izuru va enseñándome las beldades de su casa mientras vamos de regreso al jardín donde se quedaron Moon y Taro. El camino se alarga el doble, o el triple, debido a que el omega insiste en hacerme recorrer los senderos más ostentosos, parloteando sobre la innumerable variedad de plantas y animales que nos circundan.
—¿Qué es eso? —digo, apuntando a una escultura dorada a varios metros. Es grande y llamativa, pero no distingo su forma desde mi ubicación.
—¡Oh! Ven, ven, te lo mostraré.
Me sujeta la mano para llevarme emocionado hacia el objetivo, que pronto identifico como una gran balanza labrada puntillosamente y en perfecto equilibrio. Tiene el tamaño aproximado de una camioneta a lo ancho, aunque es alta como un autobús de línea. En su centro hay una brújula con saetas largas y filosas.
—Es Libra —me indica Izuru—. Nos ayuda a mantener en armonía el campo energético de Valantra. Fue construida por los antepasados de Taro.
—Es muy bonita.
—Y útil. Ante un desequilibrio de energía, la posición de sus platillos nos informa qué magia es la que está trayendo problemas, y su brújula dónde se encuentra el punto de conflicto.
Me acerco con interés renovado para examinar la imaginería, advirtiendo una A grabada bajo el platillo de la izquierda y una Ω bajo el de la derecha. Deduzco que el primero corresponde a la magia blanca, mientras que el segundo se encarga de representar a la magia negra.
—Nos vendría bien algo así en Arvandor. Nuestras barreras cayeron no hace mucho, y han invadido el castillo dos veces, con nosotros dentro. Moon se desvela temiendo que vuelva a suceder...
—Sí, de eso debemos hablar cuando lleguen todos. Raegar no es el único que la está pasando mal.
—No tienes que decírmelo. —Estuve presente en Durmista cuando fue atacada, y también en Nikerym, cuando todo se fue a la mierda. Sé del sufrimiento ajeno más de lo que me gustaría.
—Vamos. El resto debe estar por llegar, si es que no lo han hecho ya... y no deberías dejar a tu Arcano solo con Luci y Akane.
Asiento y me despido de Libra con un último vistazo para retomar el camino a nuestro destino.
Luci y Akane... tengo curiosidad por saber cómo lucen y si se verán tan sobrecogedoras como las imagino. La Arcana de Agua y su Cadena, dos mujeres alfa y —según los refunfuños de Moon—, intolerables.
Me como la pielcita de mis labios. Con suerte el ansiolítico me tendrá lo suficientemente sedado por si ocurre un desastre, o por si alguien decide ensañarse con nosotros. Ya estamos lo suficientemente jodidos como para poner al resto de los Arcanos en nuestra contra.
(1) Izuru está citando a Jean Paul Sartre cuando dice «la vida comienza al otro lado de la desesperación».
¿Qué les ha parecido Valantra? Me inspire mucho en un viaje que hice a República Dominicana para describirla, una auténtica belleza ♥
¿Y cómo les han caído Izuru y Taro? Quienes leyeron mi fic, EFYH, podrán hacerse una grandiosa idea de cómo son fisicamente, porque obvio, mis hermosos niños (Izuku y Toshi) no podían no aparecer en esta historia... Luci y Akane también les debe sonar... y Ouran 😂 sabían que nuestro bebé está inspirado en Belcebú? Esto sucede cuando te apegas tanto a tus personajes que luego te urge meterlos en todos lados 😙
Gracias a mis lectores de siempre por continuar ofreciéndome su apoyo en cada capítulo, y bienvenidos a quienes recién descubren Extinction. Espero que disfruten de cada parrafo así como yo disfruto escribirlos ♥
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