☽ Capítulo 2 ☾


El viernes llega veloz e inminente y de la mañana a la noche solo parecen transcurrir un par de horas. Estoy pensando en no ir al esbat, en quedarme tranquilo en la comodidad de mi cuarto viendo alguna serie random mientras como palomitas de maíz, pero mis fantasías pierden toda esperanza de realización cuando Kuro me envía un mensaje avisándome que está afuera a mi espera.

Tengo que ir, lo sé. Eventualmente deberé devolver los anillos y hablar con Sophie, solo que, por ciertos motivos, no me siento preparado para hacerlo.

Uno de ellos es Raegar Wealdath, alias Moon.

Salgo del apartamento y bajo por las escaleras los tres pisos que me separan de la calle. Si tuviera cola, estoy seguro de que la llevaría entre las patas. Desde que Lya me llamó el miércoles para develarme la probable identidad de Moon, he estado acobardado como lobo maltratado, y en serio me cabrea, porque yo no soy un miedoso. Algo me da mala espina, además del hecho de no poder quitarme el anillo, por supuesto.

Seth siempre se mantuvo reservado en cuanto a todo lo relativo a su manada en Arvandor. Cuando Jack lo acogió en Durmista, Seth había estado vagando malherido durante días con solo quince años. Nunca reveló cómo había acabado en semejante situación ni por qué abandonó su manada, pero la expresión que se instauraba en su rostro cuando alguien tocaba el tema era fatídica.

Kuro me saluda animoso mientras me acomodo en el asiento del acompañante de su Ford Focus azul. Apesta a esos desodorantes de automóvil con forma de pino y a perfume importado. Mi compañero debería saber que los lycans no soportamos los perfumes porque nos joden bien el olfato, pero tengo la culpa por no advertirle, así que me lo guardo y me entretengo oyendo la canción de Blur que suena por las bocinas.

-Hazel... ¿Qué demonios haces con sudadera? ¡¿Y bermudas?!

-Agradece que me bañé. -Y es que solo lo hice para aplacar mi aroma con el de los jabones. Mientras menos apeste a feromonas, menos apetitoso me veré.

-Dime que al menos no traes chanclas.

-Me traigo las Converse.

-¡¿Las rojas?!

Me río por la expresión horrorizada de mi amigo. Él se ve genial con su camisa verde menta con motivo de palmeritas y con un pantalón caqui ajustado, y yo parezco un crío que va a juntarse a hacer pijamada con sus amigos.

No es mi intención lucir presentable esta noche.

-Joder, hermano... oye, ¿y qué con tu mano? La llevas al descubierto -señala.

-Me traje la venda... le conté a Lya, pero nadie más en la manada sabe. Mantén la boca cerrada.

-¿Le contaste? Pensé que no querías que lo supiera... ¿y ella qué te dijo?

-Bueno... le dio gracia.

Lya estuvo desternillándose de risa por diez minutos. Luego se preocupó y me dio un escarmiento por andar "jugueteando" con algo tan "importante" como el anillo de cortejo.

Y eso que me he reservado la parte de dónde me lo estuve metiendo.

Durante el trayecto voy con la ventanilla abierta para que se me seque el cabello -y de paso quedar bien despeinado-, y me dedico a enrollarme la venda en la mano de tal manera que luzca creíble mi ardid.

Solo dejo libres mi dedo índice y pulgar y me envuelvo el resto de la mano hábilmente. Suspiro aliviado al ver el resultado: no hay anillos a la vista.

Llegamos a Durmista en treinta minutos. Kuro maneja como un condenado.

-Hey, ve más despacio que se te pasará la entrada -le advierto.

El sendero que lleva al asentamiento está bien apostado entre el bosque que la carretera costea. Sumado a la poca iluminación y a la falta de señalización pasa fácilmente desapercibido. Kuro baja la velocidad a sesenta kilómetros y enciende la luz alta. Le aviso que estamos cerca cuando pasamos la tercera curva y finalmente vislumbro el camino hacia la izquierda.

-Es ahí -indico.

En cuando nos introducimos por el mismo, Kuro conduce con mayor precaución, pues el sendero es estrecho y serpenteante y varios animalillos nocturnos se cruzan por el frente.

El pulso se me dispara cuando me llega el aroma de los miembros de la manada - reconocible por las feromonas características de cada uno, tanto de alfas como de omegas- y cuando en mis oídos repercute el bullicio de la festividad. Sin embargo, la nostalgia resuena en mí mucho más fuerte. Puedo olisquear a todos aquellos que fueron mi familia y me alegra saber que aún huelen a hogar.

Respiro profundo, anhelando encontrar su aroma entre el resto, y trato de no desmoronarme cuando no lo logro. No importa... jamás dejaré de buscarlo, porque es una manera más de mantenerlo vivo.

La entrada de Durmista aparece en cuanto termina el camino, casi a un kilómetro de la carretera.

-¿Dónde debería estacionar? -pregunta Kuro. Está un poco perdido pero su emoción es indeleble.

-Atraviesa el portal, dentro hay un pequeño estacionamiento.

Y en serio que es pequeño. Entran alrededor de diez carros, y solo se trata de un claro natural destinado a tal fin, puesto que raras veces las manadas de lycans aceptan invitados. La relación entre manadas es comedida y entre manadas y humanos casi inexistente.

Kuro aparca al lado del único carro del estacionamiento: un Mustang Shelby amarillo patito. Mi amigo se pone como loco cuando lo ve y se arranca el cinturón de seguridad a lo bruto solo para apearse de un salto y así poder echarle un vistazo de cerca al deportivo, rodeándolo tres veces.

Salgo del auto cuando termina su tercera vuelta y se me cae el alma al suelo cuando a mi nariz llega la misma esencia que despedía la caja... y viene del Mustang.

-¡Tío! ¡Pero mira este bebé! -lo agasaja Kuro. Saca su móvil del bolsillo para tomarle una foto-. ¿Quién será el afortunado?

Estoy petrificado. Mi olfato no me engaña. Moon está aquí y confirmo que no es un miembro de Durmista.

-¿Sucede algo?

Parpadeo y observo a mi amigo con el semblante rígido.

-No -miento-. Vamos, ya es tarde.

Kuro deja que lo guie por los senderos del asentamiento, girando su cabeza de un lado al otro para no perderse ninguna casa rústica y cabaña de aires cálidos.

Durmista es como un pequeño pueblo en medio del bosque y, como tal, no existe el ajetreo de la ciudad ni la polución que la ahoga. Aquí la tranquilidad y el oxígeno son puros y constantes gracias a la naturaleza del bosque y a la propia de los lycans.

Por las periferias nadie se ve, ni siquiera dentro de las casas, pero a medida que nos acercamos al centro guirnaldas de luces comienzan a iluminarnos el camino en reemplazo de las farolas rutilantes y las voces dejan de componer una cacofonía farragosa para esclarecerse en palabras y risas.

Los lycans aparecen y el camino se puebla de adornos festivos, tal como carteles, festones y guirnaldas colgadas de los árboles y casas. Una melodía alegre nos acompaña y sazona la sonrisa de mi compañero.

-¡Hazel! ¡Esto es la hostia! ¿Lo hacen todos los años?

-Sí... los esbats se festejan alrededor de dos veces por mes, pero generalmente son más simples que este. Supongo que tanto esmero se debe a que también es el Beltane.

-Ah, la fiesta de la fertilidad de la que me habló Lya.

Asiento.

-En el Beltane nosotros...

-¡Hazel!

Reconozco la voz suave y dulce y sonrío incluso antes de ver a Nathan corriendo hacia mí. Ha crecido algunos centímetros y lleva el cabello arena largo y atado en una pequeña coleta, pero lo que llama mi atención son las curvas que delinean su figura, otorgándole la forma de una guitarra: una cintura fina y caderas exuberantes que se contonean al ritmo en el que sus pies avanzan, y que hace tres años solo eran las líneas inocentes del cuerpo de un niño.

Abro los brazos para recibirlo y dejo que ataque mi mejilla a besos.

-Veo que has crecido... -manifiesto con algo de dificultad.

-¡Y tú estás igual, fosforito! -dice, empleando el apodo que me gané gracias al color rojo de mi cabello-. ¡Te he extrañado muchísimo!

-Y yo a ti, pequeñín.

Se aparta para examinar a Kuro con desconfianza. Olfatea y el recelo deja paso a una sonrisa coqueta.

-¿Qué hace un beta aquí? ¿Es tu novio, Haz?

-Soy Kuro, amigo de Hazel -se presenta él, tendiéndole la mano a Nate, quien en lugar de estrechársela se le aproxima hasta quedar a un centímetro de distancia.

Mi compañero se queda tieso y pone los ojos como platos, pensando quizás que será su primer beso con un omega. Sin embargo, Nate se aleja a los pocos segundos y le guiña un ojo.

-Yo soy Nathan. Un placer, Kuro -ronronea y vuelve su atención a mí-. ¿Qué hay contigo, Haz? ¿Cómo llevas los estudios? -Sus ojos café descienden a mi mano vendada-. Joder, ¿qué te paso?

-Me caí -contesto con rapidez y le echo tierra al asunto continuando con las próximas respuestas-. Emmm, pues, bien, es algo estresante vivir en la ciudad, pero al menos comparto mi sufrimiento con Kuro.

-¡Ya lo creo! ¿Y tu pareja? -indaga. Me siento algo presionado, a decir verdad.

-No tengo pareja.

-¡¿Eh?! -chilla, como si acabara de oír una atrocidad-. ¿Y cómo haces con el celo? ¿Te masturbas?

Las mejillas empiezan a arderme. Espero que Kuro no se traume.

-N-No, bueno...

-¡Ah! ¡Pero esta noche puedes tener suerte! Berkan ha invitado a unos tíos que, joder, no te podría explicar, Haz, en serio. Quisiera arrimarme a hablarles, pero son un poco... intimidantes. ¡Son altísimos! Y musculosos. -Se toca el abdomen plano como para señalar la diferencia-. Seguro tienen una enorme po...

-¡Nate! Ya entendí -farfullo-. Será mejor que no te acerques, deben ser unos criminales. Si ya debes tener a varios aquí tras tu trasero.

-¡No lo digas así! -Bate las manos infantilmente y en una de esas aleteadas atisbo a Lyanna a varios metros, cargando con una caja de apariencia pesada. Parece advertir mi presencia porque se gira de sopetón hacia nosotros. Deposita la carga en un mesón próximo y se acerca a las zancadas.

Por el rabillo del ojo veo como Kuro se acomoda el cabello y las solapas de la camisa a toda velocidad.

-Nate, Elena te busca, necesita ayuda en la cocina -le comunica Lya. No sé si eso es una mendacidad o no para librarse de él, pero Nate no sospecha y se despide de nosotros con la mano.

-Me alegra mucho que hayas venido, Haz. ¡Hablamos en un rato! -Vuelve a guiñarle el ojo a Kuro, que carraspea incómodo, y se esfuma entre las cabañas.

Lyanna escruta mi mano y niega con una mueca de desaprobación.

-Hazel, estás en problemas -sentencia lo obvio.

-Buenas noches, Lya -la saluda Kuro, seguramente embobado por el vestido rojo que lleva. Lyanna lo mira por una décima de segundo en la que decide ignorarlo. ¿Será por la indirecta del otro día?

-Moon está aquí -me informa-. Se encuentra con Berkan cerca del árbol de Érebo, donde hemos colocado las ofrendas a Afrodita y Deméter.

-Mierda... no puedo encontrármelos. Debería devolverles el anillo por separado...

-¡Pues claro que tienes que hacerlo por separado! Realmente no sé cuál es el motivo por el que ese Moon quiere cortejarte, pero es imposible que Berk esté enterado. Y si se entera... quién sabe cómo reaccionará. ¿Qué hay si se pelean o algo?

-No creo que Berkan sea tan idiota. -Aunque no estoy seguro de ello.

Lya bufa y la miro inquisitivo.

-Continué "investigando". Parece que la razón por la que ha invitado a ese tío es por alianza... y por omegas.

-¿Qué?

Estoy desconcertado.

-Que Berkan es un idiota -asegura-. Quiere mezclar nuestra manada con la de Arvandor porque, según él, estamos en una "mala racha". Hace un tiempo a nuestros omegas les está costando preñarse, aún en período de celo. Y después de lo que le sucedió al cachorro de Sophie... se volvió paranoico.

-Entonces, básicamente piensa que los omegas de la manada están fallados.

-¡¿Puedes creerlo?! ¡Nos culpa a nosotros!

-Berkan es un imbécil -ratifico.

-Por eso quiere hacer algún tipo de "trato" con Arvandor. Vaya a saber cuáles son sus condiciones. ¿Traer omegas nuevos y servibles? ¿Enviar a nuestros alfas hacia allá para que vuelvan con crías?

Lya continúa conjeturando y a mí se me hincha la vena. Aprieto los dientes. Hay una fina línea que separa el hecho de ser un imbécil con el de ser un verdadero cabronazo cosificador de omegas. Y es que Berkan no solo se atreve a menospreciarnos, sino también a canjearnos como ganado reproductor.

Me quito la venda y a mis amigos se les desorbitan los ojos.

-Hey, hermano... -interviene Kuro, aunque no sabe qué más decir.

-Hazel, no -me contiene Lyanna. Ya me conoce. Sabe que hago cosas estúpidas cuando me cabreo.

-Quiero ver la cara de Berkan cuando se dé cuenta de que le ha salido el tiro por la culata.

Avanzo y me coge el brazo.

-¡Para! Esto no solo te incumbe a ti, estamos todos jodidos si por una idiotez a Berkan se le sale la cadena y hace que Raegar se ponga en nuestra contra.

-Lyanna, ¿en serio crees que Berkan se enfrentará al líder de esos demonios? Ya nos ha quedado claro que lleva los cojones de adorno.

-Oh, ¿entonces simplemente irás y le dirás a Raegar que aceptas el cortejo solo para fastidiar a Berkan?

-Claro que no, joder. Hablaré con el tipo en privado y le diré que me puse su anillo por curiosidad. Rechazaré su propuesta y luego me libraré del anillo.

Intento seguir mi camino pero la tozuda de mi amiga no me suelta.

-Esos tipos son extraños, no deberías tomártelo tan a la ligera. Ni siquiera sabes qué es lo que quieren.

-¿Sabes qué quiere Moon? Tocarle los cojones a Berkan quitándole a "su omega". Esos tipos son así... y Berkan se lo merece por gilipollas.

Me zafo de su amarre y marcho envalentonado por la rabia hacia el árbol de Érebo. Sé que dije que no me involucraría en los asuntos de la manada, pero, diablos, Berkan siempre me ha caído mal y ahora se ha pasado.

Mis amigos me gritan algo cuyo significado no capto porque me he ensimismado, pero les respondo un "ya regreso" poco convincente. Procuro costear el lugar para evitar toparme con cualquiera sea, metiéndome entre los árboles y zonas poco iluminadas. Gracias a que esta noche hay luna nueva, la luz nocturna es casi nula, lo que contribuye a mi camuflaje.

Voy perdiendo voluntad a medida que me acerco a destino. Titubeo en mis pasos hasta que freno por completo. Venga, que esto puede ser una muy mala idea. Le echo un vistazo al anillo, que parece tragarse la oscuridad y convertirla en luz sangrienta.

Suspiro y olfateo el aire. Puedo olerlo. Esas feromonas enigmáticas me envuelven y me empujan hacia adelante. Aún no identifico a qué se asemejan, pues no parecen asemejarse a ningún otro olor en realidad.

Unas ramas crujen detrás de mí dándome un susto de muerte. Me volteo precipitadamente y solo me encuentro con árboles y arbustos. Trago saliva y agudizo el oído. Creo oír una respiración, pero es un sonido tan etéreo que bien puede ser la brisa meciendo las hojas o el batir de las alas de alguna lechuza lejos de aquí. La música de fondo proveniente del festival entorpece mi oído, pero no mi instinto. El cabello de mi nuca se eriza y mi cuerpo se prepara para el ataque.

Dato curioso sobre mí: en situaciones de peligro siempre tiendo a defenderme en lugar de huir o buscar un alfa que me proteja como lo haría cualquier omega. Lyanna suele decir que mi instinto está defectuoso, o bien que tengo tendencias suicidas, porque los omegas no somos tan fuertes físicamente. Yo creo que es una estupidez. Mientras tenga garras y dientes puedo pelear... bueno, más bien puños y dientes, porque me corto las uñas todos los días a fin de no alertar a mis compañeros de la uni.

Me agazapo y aguardo. Mis sentidos trabajan al máximo para captar la mayor información posible de mi entorno y de la amenaza oculta en él. ¿Quién es? ¿Qué es?

Me llegan nuevos datos: eso no se encuentra lejos de mí. Tal vez a unos cinco metros. Se mueve. Entonces olfateo algo pútrido, como... ¿sangre muerta?

Un gruñido resuena en mi garganta y la presencia sale disparada, alejándose a toda velocidad hasta desaparecer. Mis músculos se relajan y los latidos de mi corazón retoman su ritmo normal. ¿Qué ha sido eso? ¿Un animal salvaje?

Continúo mi camino con la inquietud acuciando mis pasos hasta que llego al cementerio de Durmista. No tenía planeado pasar por este lugar... supongo que me he desviado un poco gracias al "percance" de recién. O quizás he venido inconscientemente, porque Seth está aquí. Solo que no es el Seth que me sonreirá y me atajará entre sus brazos, sino el que está enterrado entre las raíces y lombrices.

No estoy preparado para saludar a este Seth.

Aun así me exijo seguir caminando. Nunca fui capaz de visitar su tumba, y ese es otro de los motivos por el cual no quería regresar a Durmista.

-Lo siento... -susurro-. Soy un pésimo nov...

Freno en seco cuando levanto la cabeza. Un sujeto está de pie frente a su tumba, a unos veinte metros de mí. Se encuentra de espaldas, por lo que solo diviso el cabello blanco, las prendas extrañas, ceñidas en la parte superior, y el arco con flechas que lleva colgando.

En circunstancias normales me habría provocado gracia ese detalle, pero hallarme en un cementerio con un tipo de dos metros delante de la tumba de mi difunta pareja no categoriza como "circunstancia normal".

Es enorme y la anchura de sus hombros me hace recular. ¿Un alfa?

Inspiro para identificar su aroma y... ¡huele a Moon! ¡¿No me digas que...?!

La exclamación muda que sale de mi boca alerta al sujeto y hace que se gire hacia mí.

Doy otro paso atrás, esta vez perturbado. Tiene el rostro pálido y lleno de sangre que parece brotar de sus lagrimales. Aunque sus ojos están cerrados, da la impresión de que me está mirando fijamente. Siento escalofríos, porque sus facciones son preciosas, pero es ese tipo de belleza que puede tener una muñeca de cerámica poseída por un demonio.

Tantas incógnitas me atacan al mismo tiempo que mi procesamiento mental se atasca y me deja aturdido entre las lápidas.

-¡Ah! -grita y me cago del susto. Doy un brinco y retrocedo a la par que avanza en mi dirección-. ¡Pensé que eras un Vrykolaka!

En cuanto habla y sus labios se mueven, unos colmillos afilados se entrevén más de lo que me gustaría. La esencia de "Moon" flota a su alrededor como un vestigio, hay otro aroma que predomina, más suave y afrutado.

-¡¿Quién eres?! -Que no diga Moon, que no diga Moon, que no diga...

-¡Ouran! ¡Me llamo Ouran! -responde y sonríe. Se me va la sangre del rostro por el pantallazo de Seth riendo que aflora en mi mente.

Dejo de retroceder y él deja de avanzar. Ahora que estamos a pocos metros puedo verlo con claridad. Lleva una especie de chaleco ajustado, negro y corto -que exhibe su abdomen tallado por los dioses-, y unos pantalones holgados del mismo color.

Su piel es casi tan nívea como su pelo, que lleva corto y alborotado a excepción de la trenza fina y larga que sale de entre sus mechones por detrás. Sus párpados lucen un tinte entre violáceo y burdeos que se ve doloroso, como si alguien le hubiera dado una paliza.

-¡Me llamo Ouran! -repite.

Frunzo el ceño y doy otro paso atrás, por las dudas.

-Ya, ¿y qué haces aquí?

Mi pregunta lo desconcierta. Ladea la cabeza como un perro confundido y se lleva una mano temblorosa a la cien. Abro los ojos ante la longitud de sus garras. Son demasiado largas hasta para un alfa.

-¿Qué hago aquí? -inquiere también. Sus manos se sacuden tanto que, en conjunto con su aspecto general y lo poco que ha dicho, me hacen pensar que se ha escapado del hospital psiquiátrico.

-¿Estás bien? -En realidad no me importa, estoy a punto de volver por donde vine.

-Sí... ¡ya me acordé! Vine a buscar a mi hermano.

-¿Eres de Arvandor? No creo que encuentres a tu hermano aquí.

-No... no está aquí... pero huele un poco a él... tú hueles un poco a él.

-Joder, yo no soy tu hermano -aclaro-. De todas maneras, ¿por qué llevas ese arco? ¿Siquiera puedes manipularlo con las manos... así?

-¿Así?

-Están temblando.

-Oh, sí puedo. Solo tiemblan cuando estoy contento.

Efectivamente parece estarlo, porque no deja de mostrar esa sonrisa que le provoca remezones a mi alma.

Hago una mueca, tal vez está drogado o algo. Además solo responde a la mitad de mis preguntas, por lo que opto por ir de a una.

-¿Y por qué llevas arco?

-¡Vrykolakas! -chilla emocionado. Da la impresión de ser un crío metido en el cuerpo de una bestia.

-¿Vyrko qué?

Se ofusca otra vez.

-Olvídalo, ¿eres de Arvandor?

Deja de sonreír y su rostro cambia de dirección. Ahora su nariz apunta hacia un lado, a algún lugar del bosque, pero es imposible saber con exactitud sus intenciones cuando no puedo verle los ojos.

Con una rapidez extraordinaria, coge el arco que pende de su espalda, toma una flecha de la aljaba y la lanza con un pulso propio de neurocirujano hacia la lóbrega espesura de la vegetación, donde se pierde de inmediato.

-Murió -sentencia luego de un momento.

Me doy media vuelta rumbo al árbol de Érebo y dejo atrás al lunático de pelo blanco y a Seth.

No sé si sentirme turbado o aliviado por haber pospuesto mi visita con una buena excusa.

Mierda, si ese tipo llegó de Arvandor con Moon... no imagino cómo será Moon. Lloriqueo internamente, lamentándome por mi incierto destino, arrepintiéndome por completo de mis anteriores pretensiones. Por eso saco la venda de mi bolsillo, dispuesto a volver a vendarme la mano... y me encuentro con Berkan de frente. Mierda.

Viene apurado y solo, lo que me relaja un poco. De todas maneras, la sonrisa astronómica que le ilumina el rostro cuando me ve se le borra en el mismo momento en que sus ojos verdes descienden a mi mano y no encuentran en ella el vivo azul de su zafiro. Debe ser una gran sorpresa la que se lleva por cómo se le crispa el semblante.

Se detiene sin llegar a darme el abrazo que sus brazos abiertos sugerían, que caen lánguidos a sus costados.

-Ha... zel. Justo iba a... buscarte.

No puedo sentirme mal por él. Nunca lo he hecho, y menos lo haré ahora después de enterarme de sus planes "comerciales".

-Hey, hola Berk. Ha pasado un tiempo.

No contesta. Se ha quedado atónito y con la mirada prendida al anillo de una manera casi masoquista. Miro hacia ambos lados y aprovecho que no hay nadie cerca para terminar con esto. Rebusco lo más rápido posible la cajita con su anillo en el bolsillo de mis bermudas.

-Gracias por tu propuesta, en verdad me siento honrado -repito en automático el discurso que le he cantado al menos media docena de veces-. Pero no puedo aceptarlo.

No divago en explicaciones, porque realmente no se las debo y porque no tengo más explicación que mi falta de interés.

-Oh... -Observa la pequeña caja dorada que me envió en mi mano tendida. Tarda un momento en recibírmela, un momento que es suficiente para requemarme-. No sabía que tenías pareja.

Como si hubiese cambiado algo de haberlo sabido. A él realmente le importa un coño ligar con un omega emparejado. Me pregunto si recordará los hostiazos que le dio Seth... es una lástima que ahora no haya nadie que lo ponga en su lug...

Mis ojos zumban hacia la inmensa mano que acaba de posarse en mi cadera desde atrás. No escucho más que mi corazón repiqueteando duro contra mi pecho y la sangre que impetuoso bombea a todo mi organismo. Las extrañas feromonas se cuelan por mi nariz y me siento tan abrumado que temo que mis rodillas flaqueen y me dejen desplomado ahí mismo.

-¿Acaso no te dije, Berkan -vibra una voz gruesa y críptica cerca de mi oído-, que había un precioso omega en su manada que me tenía loco?

No respiro. La mano me acaricia el muslo y vuelve a ascender hasta mi cintura donde se ciñe. Es tan grande que por poco no cubre todo mi perímetro, y sus garras negras me hacen cosquillas con sus afilados vértices. Venas robustas le recorren el dorso y percibo su ardoroso calor aún con la sudadera de por medio.

Berkan se pone nervioso, porque no solo repara en la caricia territorial sobre mi cuerpo, sino en el grueso anillo que aquella formidable mano porta en su anular, y que es -oh, por los dioses- igual al que llevo puesto.

No me atrevo a moverme. Ahora que tengo a Moon pegado a mi espalda y con la palma sobre mi vientre, no soy capaz de voltearme para conocer su rostro.

-Si... me lo dijiste... pero creo que olvidaste el pequeño detalle de que ese omega es el mismo a quien quiero cortejar yo -le contesta mordaz. La rabia le mana por los poros, pero no ve salida por ningún otro lado.

Trago grueso. ¿En qué demonios estoy metido? Tengo un susto que me cago, pero las feromonas del alfa que me reclama me arropan y relajan como una nana. Me entran ganas de ronronear y de desvestirme.

-Querías -lo corrige Moon. No necesito mirarlo para saber que está sonriendo socarronamente-. Ahora tiene pareja. ¿Verdad, Hazel?

Su aliento roza mi oreja y se me eriza hasta el último vello del dedo del pie. En lugar de responder verbalmente, lo hago posando mi zurda sobre la suya. De esa manera me libro de concretizar el cortejo mediante una aprobación directa y a su vez me quito de encima a Berkan, quien, tal y como esperaba, entiende mi acción como un rechazo rotundo.

-Vaya -rechista. La comisura de su boca se iza sardónicamente-. Pues, wow, felicitaciones.

Camina hacia atrás mientras asiente y me lanza una mirada biliosa. Cuando cree que ya ha manifestado su resentimiento lo suficiente, vira y se marcha airoso con su anillo en dirección a los mesones que poco a poco se atiborran de comida.

Mi mano continúa sobre la de Moon y la suya continúa sobre mi barriga. Salto hacia adelante para desprenderme del contacto y de su absorbente aroma, aunque me es imposible lograr lo último.

Vamos, ya acabé con Berkan, solo me queda regresarle el anillo a éste tipo y podré seguir viviendo mi monótona vida de nuevo...

Me doy la vuelta tras recitarme tal incentivo para encontrarme con un torso fornido y completamente cubierto con una camiseta negra ajustada bajo una gabardina gris con capucha. Remiso levanto la cabeza, y aun así estoy tan impaciente que su considerable altura me supone un tormento, porque tengo que alzar más la mirada, más allá del cuello ancho, de la barbilla angulosa y de los labios bien proporcionados para finalmente escalar por la grácil curva de su nariz y abismarme en unos ojos escarlata. Son tan intensos y letales que debo preguntarme si el rubí de nuestros anillos no son en realidad un fragmento de esos iris infernales. Las pestañas oscuras y espesas son un camuflaje seductor y tramposo, pues los amenizan lo suficiente como para no tener que encogerme bajo el peso de su mirada aviesa.

Parpadea y sus pupilas se contraen tanto que parecen a punto de desaparecer, de cerrarse como un portal al más allá... conmigo dentro. Me sonríe pero se mantiene callado y solo reacciono al ver los sables que tiene por colmillos y que podrían arrancarme el cuello de un mordisquito.

-A-Ah... -gesticulo. No sé qué demonios decir, se me ha quedado la mente en blanco.

Pasan los segundos y todavía no encuentro las palabras entre el nubarrón que me desorienta. Al final me rindo, cierro la boca y me entrego al pudor colosal que me embarga.

Joder, estoy apabullado... no imaginaba que Moon sería tan... tan ¿atractivo? ¿aterrador? La sombra que arroja la capucha sobre sus ojos los provee de un aspecto inquietante. El rojo se ve realzado y alerta como la luz del semáforo. Por donde lo viese, es una evidente señal de "¡peligro!" o "no pases porque morirás en el intento".

-Hazel.

Me tienta cerrar los ojos y suspirar por la cadencia mayestática de su voz pero, gracias a Eón, todavía conservo algo de raciocinio.

-Me alegra que hayas aceptado el cortejo -prosigue. Joder-. Quisiera que vengas conmigo a Arvandor esta misma noche. Podemos concretar el inicio de nuestro emparejamiento en el lecho y recibir la bendición de Deméter para concebir cachorros saludables...

Voy a morir.

-¡N-No! ¡A-Aguarda! -Me desconcierta la sonrisa taimada impresa en su apolínea cara, porque no coincide para nada con la seriedad con la que habla-. Ha sido un error, lo siento mucho... Verás... -No entiendo cómo no he palmado aún-. Esto es un accidente. -Le enseño mi mano con la sortija-. Es un anillo muy bonito y... solo quería probármelo pero... ¡se ha quedado atascado! -Quiero llorar-. He intentado quitármelo pero... l-lo lamento, no puedo aceptarlo.

Moon contempla como me enredo en mi crisis con una mímica reflexiva.

-Vaya... entiendo, no te preocupes. Puedo tratar de ayudarte, si lo deseas.

Mi alivio es tan grande que hasta me siento flotar.

-¡Sería grandioso! En verdad lo siento, hace mucho que no vivo aquí y estoy construyendo mi vida en otro lado -le explico con mayor soltura por la tensión liberada, tendiéndole la mano izquierda.

Él la toma con cuidado y la acerca a su rostro para examinar el problemático anillo.

-Qué extraño...

-Lo sé -convengo-, juro que he probado con todo... jabón, aceites... nada funciona.

Voltea mi mano y sondea también mi palma.

-¿Y no has intentado metertelo en el culo de nuevo? Tal vez funcione.

Me mira con "amabilidad" y yo lo miro escandalizado.

Mis esperanzas se desdibujan a medida que proceso lo que acabo de oír. Dudo que mi dignidad vaya a regresar alguna vez, pues Moon acaba de arrojarla al agujero negro del deshonor eterno.

Doy un bote hacia atrás, conmocionado.

-¡¿Cómo...?! ¡¿Estuviste espiándome?!

-No tengo tiempo para eso, pero apuesto a que debe ser entretenido hacerlo.

Se está mofando. Ahora comprendo el porqué de su jodida sonrisita.

-¡Estuviste en mi habitación! -persisto en mi acusación, porque no hay otra manera de que pudiese saber lo que hice en la intimidad de mi apartamento.

Oh, no... y yo... yo dije su...

Moon! -exclama imitando mis gemidos.

El bochorno ya no me cabe en el cuerpo.

Brego para arrancarme el maldito anillo y me sumo en la más profunda impotencia porque no tiene caso, no puedo quitármelo ni después de haber rechazado el cortejo de manera directa.

-¡Quítamelo! -le ordeno al punto de las lágrimas.

-No puedo hacerlo. El mío tampoco sale.

-¡Y una mierda! ¡Esto lo has hecho tú!

-Yo no he sido el que se lo ha metido en el culo -me recuerda.

Mi primera lágrima de humillación cae. ¡Cabronazo! ¡Me cortaré el dedo si es necesario!

Me giro para correr a donde putas me lleve el viento como Pocahontas, sin embargo mi frente impacta contra una superficie dura que se encuentra detrás de mí.

Gimoteo internamente al ver que se trata del abdomen de mármol del rarito del cementerio. Bien puedo poner en práctica la amenaza de mutilar testículos con los dientes y hacerla verídica si esto se pone difícil, pero Ouran entreabre los párpados magullados y me estalla el corazón. Sus iris son plateados como el mercurio líquido, fulgentes entre el mar de sangre que se desborda por las comisuras de sus ojos, rezumando ríos de lágrimas estremecedoras.

-¿Se... Seth? -murmuro. Mi cabeza está colapsando, porque no puede ser posible que los halle tan similares. ¿Será que mis ganas de volver a verlo son tan vehementes que me alteran los sentidos?

-Me llamo Ouran -insiste. Sus párpados se cierran nuevamente, velándome la imagen de los orbes borrascosos y de los recuerdos que los mismos me evocan-. ¿Acaso has visto a mi hermano?

¿Hermano?

-Ouran, cierra la boca.

El alfa retrocede ante la inflexión amenazante de Moon, cuyas feromonas se densifican y pesan en la atmósfera.

-Lo siento...

-¿Conoces a Seth? -salto, encarando a Ouran y haciendo un gran esfuerzo por ignorar las feromonas hostiles-. ¿Qué sabes de él? ¿Por qué están aquí? ¿Qué hacías frente a su tumba?

-Hey, niñato...

-¡No soy un niñato! -Me volteo hacia el líder, enseñándole osadamente los colmillos-. ¿Qué quieres de mí? Ya te he dicho que no acepto tu cortejo.

-Lo sabrás cuando lleguemos a Arvandor.

Lo miro con absoluta perplejidad.

-¿Estás sordo o que parte no has entendido? No acepto, y no iré contigo a ningún lado.

La arrogancia en su sonrisa me suscita ganas de borrársela de un guantazo.

-Y eso que parecías un cachorro tímido y condescendiente hasta hace un momento... -Cierra distancias y coloca su mano en mi mejilla. Desliza las yemas ásperas por mi pómulo y baja lentamente hasta mi barbilla. No me dejo cohibir por la tierna caricia que peca de perversidad pobremente encubierta.

-Tú parecías un idiota y lo sigues pareciendo -me aventuro a decir. Estoy jugando con fuego.

-Me lastimas.

Chasqueo la lengua y mi nariz se arruga en un gruñido. Será mejor que vaya pensando en la cirugía estética que deberá hacerse si planea cometer la gran estupidez de besarme. No obstante, mis ánimos agresivos claudican cuando Ouran se arrima por detrás y comienza a olfatearme el cuello.

-Hueles bien... -manifiesta con la voz ronca.

Tengo el corazón en la boca y estoy seguro de que mi miedo es palpable a través de mis feromonas.

-¡Hazel!

Veo de reojo como Lya se aproxima al trote junto con Kuro. Vacila al contemplar el escabroso panorama mientras que a mi compañero se le abren los ojos de par en par. No está acostumbrado a cruzarse con alfas -que suelen poseer una contextura corporal mayor que los betas-, y mucho menos con alfas de Arvandor, que parecen bestias hasta para los mismos lycans.

-Joder... -suelta en voz alta.

Moon clava sus ojos magmáticos en él, pero no quita sus garras de mi piel. Ouran ni se entera, o tal vez le importan tres cojones los recién llegados, pues continúa olisqueándome ávidamente.

-La cena ya está lista. Estamos esperándolos -anuncia Lya. Si teme por mi vida, no se nota.

Solo me entero de su genuina preocupación porque en lugar de marcharse se queda plantada en el lugar con la espalda derecha y el mentón en alto, simulando valentía.

Ouran me da un lametón en la nuca que me descompagina y hace a mis amigos tragar grueso.

-Ésta no es tu cena -le gruñe Moon. La imponente vibración en su garganta me hace mirar al suelo con docilidad.

El otro alfa desiste tal y como sucedió minutos atrás, guardando un metro de distancia inmediatamente y denotando con ello su subordinación al líder.

Las jerarquías en Arvandor son marcadas y en su mayor parte despóticas, por lo que he oído. Una negativa u acto de rebeldía contra un alfa poderoso podría significar la muerte para el insurrecto... y eso en el mejor de los casos. En general, suelen preferir otro tipo de expiaciones.

Son cientos de historias bárbaras sobre sus costumbres y despiadados miembros las que circulan por las manadas como leyendas, y varias de ellas dan vueltas por mi cabeza en tanto observo lívido a Moon.

Él se desentiende de mi mirada con desidia en sus movimientos, y sólo recupero el aliento cuando se marcha hacia la festividad con Ouran pisándole los talones. Ni siquiera se despide, por lo que la calma que tanto deseo no llega. Mi incertidumbre se ha incrementado exponencialmente.

Sólo puedo contemplar su sutil andar con un sentimiento de enajenación, como si ese alfa sobrecogedor se llevara parte de mi ser con él. Advierto con la migaja de conciencia que me queda que, al igual que Ouran, va armado, aunque lleva una espada gigante amarrada a su espalda en lugar de un arco.

-Hazel... -Lyanna expele un largo suspiro en cuanto llega a mi lado junto a Kuro-. ¿Qué demonios sucedió? Estaba rezando por tu trasero.

-¿Han visto cómo van vestidos? -exclama Kuro por su parte-. Qué pasada, es como si hubiesen salido de un cómic de Marvel.

-¿Qué tan ridículo puedes ser para decir eso? -le ladra Lya.

-¿Cuántas maneras hay de cortarse un dedo en este momento sin que duela?

Una expresión catastrófica se adueña del rostro de ambos.

-¿Cero? -responde Kuro.

-Hazel, por favor, ¿qué le dijiste a Raegar? ¿Y a qué viene esa pregunta morbosa?

-Le dije que era un idiota.

Ella se lleva la mano a los labios dramáticamente y Kuro se aguanta la risa.

-No jodas, ¿es en serio? ¿Acaso buscas que te empale en la entrada de Arvandor como ornamentación de exteriores?

-Creí que era Drácula a quien le gustaba empalar -replica Kuro.

Lya pone los ojos en blanco.

-Kuro, nos iremos después de cenar -decido-. Veré si encuentro a Sophie ahora, no quiero andar vagando luego.

-¿No te quedarás para la Veneración? -inquiere mi amiga.

-No. Tengo un mal presentimiento. Tú deberías venir con nosotros y quedarte en mi apartamento por un tiempo.

-No me agradan tus presentimientos.

Estoy de acuerdo.

-Venga, ve a coger un bolso con lo indispensable y nos largamos de aquí.

Lya asiente y me alegra que no ponga peros. Luego de la muerte de Seth, tanto ella como yo comenzamos a tomar en serio mi "sexto sentido".

Seth...

Vuelvo la vista hacia el par de alfas pero ya se han perdido entre el gentío. No puedo quitarme de la cabeza lo que Ouran dijo. ¿Qué saben de él? ¿Qué es lo que Moon tiene que explicarme?

Entiendo que hay preguntas cuyas respuestas es mejor nunca obtener y que las que ahora me devanan los sesos sin duda entran en tal categoría.

Exhalo un soplido cargado de zozobra.

Seth murió. No queda más por ver.

☽ ✦ ☾

Uyyy apareció el macho alfa xd. Les agrada? Qué piensan de este primer pantallazo de "Moon"?

Recuerden dejar un corazoncito o comentario si les gusta la historia para ayudar a su difusión ♥

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