☽ Capítulo 16 ☾


Hazel

Cecil nos esperaba en el templo a las diez de la mañana. Pero si mis ojos lagañosos no me engañan, el reloj digital rectangular de la mesita de noche afirma que son las dos de la tarde. Abro la boca en una exclamación silenciosa y atino a incorporarme, pero el brazo de Moon me sujeta contra su pecho cimbreante con un gruñido de molestia. ¡Y eso que le dije que mantuviera sus manos quietas!

Joder, es imposible que hayamos dormido quince horas.

—¡Moon, despierta! ¡Son las dos de la tarde!

Moon me responde con un plácido ronquido. Con furia comienzo a retorcerme para liberarme, logrando el efecto contrario. Enterrado en un amasijo de músculo, calor y feromonas, mi voluntad flaquea. Mi lobo se encuentra muy a gusto acurrucado bajo el peso del otro y se queja a los aullidos a mi tercer intento de quitarme al alfa de encima.

—¡Moon, un vampiro! ¡Hay un vampiro en la habitación!

Su nariz se arruga con disgusto, pero nada más. Oh, debe ser una maldita broma de la vida. Lanzo un largo suspiro. Podría alcanzar el vaso de la mesita para arrojarle el agua en la cara, eso si mis brazos no estuvieran aprisionados por los suyos.

No quería recurrir a esto, lo juro, pero es lo único que tengo a mano.

Tanteo con la poca movilidad que tengo hasta hallar muy por debajo una prominencia dura y calentita. La sangre se me apelotona en el rostro por lo que voy a hacer.

No pasará nada, tiene los pantalones puestos... vale, a la una... a las dos...

Muerdo mi labio inferior y, cuando cuento tres, atrapo con una de mis manos sus pelotas. Las estrujo en un punto medio de fuerza, no quiero lastimarlo, pero necesito que le duela. Me anoticio de mi éxito cuando Moon abre grande los ojos, y su rostro, que tan lleno de paz estaba por el sueño pesado, queda chistosamente rígido.

—Son las dos de la tarde —siseo.

—Esa es una peculiar manera de darme los buenos días.

Le suelto los cojones y finalmente soy capaz de liberarme e incorporarme a medias. Sin embargo, a los dos segundos un jalón me tumba de nuevo en el colchón. Moon me abraza y deja caer parte de su peso encima mío.

—Un ratito más —pide con la voz ronca, dándome un mordisquito en el cuello.

—¡¿Qué demonios?! —chillo y pataleo—. ¡Has dormido quince horas! ¡Cecil nos estuvo esperando!

—A la mierda Cecil.

—¡Alfa! ¿Acaso vinimos de vacaciones o qué? ¡Tenemos que seguir buscando a Seth!

—Me dejaste en claro que querías dormir. ¿De qué te quejas?

Mientras yo bufo y doy coces, Moon tiene plasmada una sonrisa astronómica en la cara y su ridículo hoyuelo aparece en todo su esplendor. Un rayo de sol que se filtra entre las cortinas le da de lleno, haciendo destellar sus colmillos impolutos y sus pestañas rizadas. A mi corazón le da un espasmo por la luminosa imagen. Diablos.

No me doy por vencido, pero recurro a otras vías para persuadirlo. Me quedo quieto y le miro a los ojos con las cejas en una v invertida y un ligero puchero.

La sonrisa de Moon no desaparece con mi ruego, solo se engrandece en tanto me observa con los ojos entrecerrados por la modorra.

—Si no tuviéramos que levantarnos a atrapar zombies y salvar una raza, ¿me dejarías abrazarte un poquito más?

Inevitablemente me contagia la sonrisa.

—¿Respondo lo que pienso o lo que quieres escuchar?

—¿Lo que sea menos cruel?

—Vale, sí, te dejaría. Ahora mueve el trasero.

Moon me suelta a regañadientes y por fin se dispone a vestirse. Mi ropa ya debe estar limpia, pues me ocupé de dejársela a la lavandera del hospedaje ayer, cuando llegué lleno de polvo y hojas de nuestra travesía en el Laberinto.

Antes de salir de la habitación para ir a alistarme a la mía, Moon me detiene con una pregunta llena de decepción.

—Espera... ¿entonces lo que respondiste es lo que quería oír? 

Pongo los ojos en blanco, pero le contesto con sinceridad.

—Es lo que querías oír... pero también es lo que pienso.

Su rostro se alegra y resplandece como sol de verano. Junto al hoyuelo y su pelo desgreñado hasta parece menos demonio.

—En diez minutos abajo. —A la par que habla lanza algo a mis manos.

Mi anillo de cortejo.

—Gracias...

No me devuelve la sonrisa.

Parto presuroso a mi cuarto. Quizás alcanzo a darme una ducha y a quitarme el extraño sentimiento que me carcome por dentro.

Nos encontramos a mis amigos y a Ouran en el momento en que estamos saliendo del hotel para ir a almorzayunar al McDonald's de enfrente. Por las bolsas que traen imagino que ha sido su día de compras. El pobre Ouran es el más cargado, con cinco bolsas en cada mano y algunas colgadas en los hombros. No puedo creer que lo hayan llevado como mula, pero al menos se ve contento. Lleva un gorrito de lana con orejitas idéntico al de Nathan.

—¡Buenas tardes, fosforito! —saluda rozagante el pequeño Nate—. ¿Te gustan? ¡Compramos para ti también! ¡Y para Moon!

Moon lo mira con cara de "estás de coña si crees que me pondré eso", pero aún así recibe el gorrito verde pastel que le tiende. El mío es color lavanda.

—Son muy bonitos... —le agradezco, aunque vuelvo a guardarlo dentro de la bolsa. Presiento que no seremos muy diferentes a los Teletubbies si usamos todos lo mismo—. Iremos a comer algo, por si quieren venir. Tenemos una reunión con el líder, así que debemos apresurarnos.

—¿No era a las diez? —interviene Lyanna. No es novedad su hastío, pero ya comienza a irritarme que me hable con un timbre acusador. Claramente ya sabe que no dormí en mi habitación anoche.

—Dejamos esto y los alcanzamos —suelta Kuro, posando una mano entre los omoplatos de Lya para arrastrarla dentro del hotel.

Le devuelvo a Nate mi gorrito y el de Moon para que los dejé en la habitación y luego nos adelantamos para comer algo.

Realmente no cuadramos dentro del colorido McDonald's, y no solo por nuestra ropa. Supongo que es poco común que la gente cargue con una espada de un metro y medio mientras se come un doble cuarto de libra.

Un niño estalla en llanto cuando ve a Moon acercarse a la fila para tomar el pedido tras él. Detrás de nosotros un grupete de cuatro omegas adolescentes bisbisea descaradamente, ventilando que se les ha antojado comer "salchicha" en lugar de hamburguesa e idioteces por el estilo en tanto desvisten a Moon con miradas hambrientas.

—Llamas mucho la atención —mascullo. Les echo un vistazo de fastidio a los cuatro omegas por sobre mi hombro y logro que se callen por medio minuto.

—¿Celoso?

—Pff, ¿celoso de qué? ¿de una salchicha?

—No es cualquier salchicha —se chulea Moon. Los omegas lo escuchan y lanzan algunos grititos eufóricos.

—Por todos los dioses... ¿eres uno de los BTS o qué mierda?

La chica del recibidor nos tiende nuestro pedido y sus ojos se detienen más de lo necesario en mi Arcano y en su sonrisa juguetona. Tomo la bandeja cabreado, casi mandando a volar los vasos con refresco.

—Comamos afuera.

—Está nevando afuera, amor —replica Moon hilarante. Ahora soy yo quien recibo vistazos molestos de parte de los omegas.

Me giro por segunda vez con una expresión espectral que los espanta como la peste. Me enorgullezco de mí mismo, aunque pronto me doy cuenta de que no fue mi aura lo que los asustó.

El silfo adquiere forma a nuestro lado, haciendo chillar a más de un comensal. Moon oye su "silencio" y pone mala cara.

—Joder. No me digas que Seth se fue.

—Se fue —me confirma Moon.

—¡Hostia! ¡Lo sabía, deberíamos haber seguido buscando! ¡Es tu culpa por dormir como un maldito oso hibernando!

Las bebidas se sacuden sobre la bandeja, la cual Moon me arrebata para evitar el desastre.

—Hazel, ¿puedes comportarte? Asustas a los niños —dice, como si le importara.

—¡Tú estás asustando a los niños!

Ahora hay como cinco niños llorando y varios padres corriéndonos del local con la mirada. Un guardia finalmente reúne coraje y se acerca a nosotros.

—Señores... están provocando disturbios. Por favor, tendré que solicitarles que hablen más despacio. —Observa a Moon con cautela—. Y no se puede entrar con armas.

Grandioso.

Acabamos comiendo de camino al templo, que queda a unas pocas cuadras. Kuro y los demás no aparecieron, y tengo el vago presentimiento de que ha sido Lya la que se opuso a almorzar con nosotros. Kuro siempre se esfuerza por evitar nuestras riñas, por lo que no sería errado pensar que no llegaron a propósito.

Tendré que hablar con Lyanna cuanto antes.

Cecil luce verdaderamente disgustado. Moon no se ve de mejor humor. Estoy seguro de que no le agrada el hecho de que lo evalúen escépticamente tal y como Cecil está haciendo en este momento, pues significaría adoptar una posición inferior y apuesto lo que sea a que le encojona no ser quien domina y controla. Alfas.

—Raegar... ¿se puede saber qué hicieron cuando estuvieron en Cnosos? —comienza Cecil empleando un tono serio, pero no hostil. Y yo que pensé que iba a echarnos la bronca por llegar seis horas tarde—. No he parado de recibir quejas de los monjes y magos que se encargan de proteger la ciudad por la desmesurada inestabilidad energética que se ha instalado por la zona del Laberinto de Creta. Sabes que el ruido energético se traslada con suma facilidad a todos lados, es peor que la gripe. Ahora incluso nuestras barreras están peligrando, nos está costando infiernos mantenerlas arriba.

—¿Por qué presiento que nos estás inculpando por la ineptitud de tus súbitos?

Mis ojos saltan de sus órbitas por la insolencia de mi Arcano. ¿En serio ha dicho eso? Le doy un sorbo a mi café para mantener mis manos entretenidas con algo y mis uñas lejos de mi boca.

La expresión de Cecil se vuelve severa.

—Realmente le haces honor a tu reputación.

—Ya que la gente se molesta tanto en hablar de mí, al menos tengo que darles algo de crédito. —Moon sonríe con suficiencia, pero no es un gesto amistoso—. Mira, Cecil, no sé qué demonios crees que hicimos, pero te aseguro que nosotros no provocamos esa irregularidad de energía... al menos no directamente.

—Explícate —urge el líder.

—Seguimos los rastros de la marioneta del nigromante hasta el Laberinto. Ya había sido visto merodeando en Cnosos.

—Lo sé. Me lo dijo tu paloma mensajera.

Oh, ese debe haber sido el taxista con complejo de detective.

—Hallamos un templo de Cerbero cerca de una de las salidas del Laberinto. Entramos a echar un vistazo, porque la magia negra se concentraba especialmente en ese lugar. Mientras estábamos inspeccionando hubo un fuerte temblor, y a partir de ese momento el campo electromagnético de la zona comenzó a crecer exponencialmente.

—¿Dieron con el cuerpo que estaban buscando?

—No. Detecté que había pasado por la cueva donde se halla el templo minutos antes de nuestro arribo. Luego tuvimos que escapar para no morir achicharrados por el campo.

—¿Y qué estuvieron haciendo durante las horas anteriores? —exige saber Cecil, perdiendo por completo su temple paciente—. Un muerto peligroso anda libre por mi territorio, y te recuerdo que ese muerto pertenece a tu manada. Debes saber que no te he dejado entrar a Nikerym porque verdaderamente me agrade tu presencia aquí. —Frunzo el entrecejo. Así que su actitud hospitalaria solo era una careta para su propio beneficio—. Debes hacerte cargo de tus lacayos, que incluso muertos provocan problemas.

Mi puño se estrella contra la mesa haciendo saltar la vajilla de fina porcelana. Hay un límite para las idioteces que puedo soportar. Cecil entorna sus ojos ante mi impertinencia.

—¿Acaso piensas que vinimos a hacer angelitos de nieve y a tomar café? ¡Casi morimos! A Moon incluso lo atacó una horda de vrykolakas en tu territorio —enfatizo incisivamente.

—Eso no es posible —disiente—. Erradicamos a todos los mortinatos antes de la conversión y nuestra seguridad no tiene brechas. Al menos no hasta ayer.

—Te sugiero que abras la mente, Cecil. Hazel tiene razón, y tú deberías entender que lo que está sucediendo va más allá de un asunto de jurisdicciones y "muertos peligrosos". Si te limitas a tomar el asunto como una pelota que puedes patear al primer pringado que te encuentres, tu manada no la pasará bien.

El rostro desangelado de Cecil apenas se altera, pero puedo advertir que está pensándoselo. Por más monje imparcial que se autoproclame, me decepciona lo mucho que se ha dejado llevar por los rumores sobre Moon. Aunque yo no estoy en condiciones de culparlo. También me he dejado arrastrar por habladurías... y lo peor es que aún no sé qué es cierto y qué no.

Cecil finalmente suspira y su expresión se relaja.

—No quiero comenzar una enemistad contigo... ni con Hazel —agrega, evitando dejarme fuera de su discurso—. Pero eres famoso por usar magia negra, y desde que llegaron mi manada está rebalsada de magia negra.

—Entiendo tu desconfianza, pero si no cooperamos... olvídate de que tu hija tenga un futuro.

Eso parece tocar un punto débil en el líder. Toma un sorbo de café, y me pregunto si no está utilizando la misma táctica distractora que yo.

—Bien, bien... creeré en ti —cede Cecil—. Solo les pediré que tengan cuidado, esta es una ciudad tranquila, la gente aquí vive en paz y por ello no estamos preparados para ningún tipo de ataque. Si nuestra magia se debilita quedaremos completamente inermes.

—No te preocupes por tus barreras, les ayudaré a tus magos a reforzarlas. También volveré al templo de Cerbero y pondré algunos sellos para mantener a raya la energía oscura. —Observo preocupado a Moon, y muy dispuesto a poner peros, aunque él me detiene con una mirada de advertencia—. Tengo la hipótesis de que el ruido energético está siendo sostenido por el Laberinto de Creta, al entrar en contacto su campo electromagnético con la magia no convencional que emerge del templo de Cerbero. Si es así, los sellos deberían disminuir, sino acabar con el problema. Pero debo advertirte que eso no desenterrará la causa ni será una solución definitiva.

Cecil asiente.

—Seguiremos averiguando por nuestra cuenta y te mantendremos informado sobre lo que sea que ocurra. Pero, por favor, ocúpate de arreglar este desastre.

"Y luego vete", le quedó por decir. Estoy jodidamente encabronado.

—Nuestro vuelo está programado para las siete. El equilibrio de tu pueblo ya estará reestablecido para ese entonces.

—¿No seguirás buscando al zombie? —inquiere Cecil, una nota de inquietud sazonando su cuestionamiento.

—El zombie se marchó —lo notifica Moon—. Lo que sea que el nigromante buscaba, probablemente ya lo encontró.

—Disculpen, necesito ir al baño. —Me levanto de sopetón, sin tener idea de a dónde dirigirme. Solo sé que necesito un momento a solas, sin tener que escuchar la palabra zombie cada dos minutos.

Cecil me da algunas indicaciones vagas, pues está totalmente centrado en seguir discutiendo con Moon.

Ha comenzado a darme jaqueca y siento la McNífica atorada en mi garganta. Mierda, nunca pensé que diría esto, pero quiero regresar a Arvandor... el día de ayer me quitó más años de vida que los que he vivido.

Circulo por el templo, aunque no voy en busca del baño, sino que me entretengo husmeando las habitaciones estilo oriental que encuentro semi abiertas, las pinturas en pergaminos que adornan las finas paredes y el jardín de bambú detrás de las ventanas. Un mes atrás me hubiera parecido inverosímil ver un jardín de bambú en un sitio con temperatura promedio de 0°C, pero ahora puedo decir que la lógica no siempre lo explica todo. De hecho, la lógica últimamente no explica un coño. Observo meditabundo mi anillo de cortejo y el Amarrador de Almas en mi otra mano. No solo amarra almas, también amarra dedos. ¿Por qué carajos no sale? A Moon no parece importarle mucho el hecho de tenerlo en su dedo por toda la eternidad pero, en lo que a mí respecta, la gente suele darse ideas equivocadas. Por enésima vez intento quitármelo, rabiando en voz baja, hasta que un nauseabundo olor a hierro hace que me detenga a mitad de un corredor y deje a mi falange en paz.

Empiezo a sentirme abrumado, no por el olor penetrante de la sangre, sino por el olor a muerte. Agudizo el oído y lo escucho: un ruidillo viscoso desagradable, como si... como si alguien —o algo— estuviera dándose un festín. Me quedo aterido por un buen rato, oyendo y olfateando esa horrenda melodía disonante. Poco a poco voy moviendo las piernas hacia adelante. Camino con el mayor sigilo que me permiten mis músculos tensos, pero aun así siento que mis pasos rechinan demasiado en el piso de madera y que mi respiración aturde como un vendaval. Al girar en la próxima esquina doy con una puerta shoji cerrada, pero el papel traslúcido con el que está construida no me hace totalmente ajeno a lo que se halla en el interior... especialmente porque la habitación está iluminada con alguna luz artificial que crea una sombra movediza sobre la puerta. El olor aquí es insoportable, y el rumor de una boca hambrienta masticando ahora suena a solo unos metros de mí. Observo con atención la sombra para inferir algo de ella, pero no distingo ninguna forma concreta, solo movimientos casi espasmódicos.

Trago saliva y me escucho a mí mismo como una explosión nuclear. La sombra se agita con mayor vigor y me encrespa entero. Joder, mejor voy a buscar a Moon...

—A... Ayuda...

Mi pie queda suspendido en el aire. Otros lamentos salen de allí dentro, pero esta vez no soy capaz de entender lo que dicen. La voz suena estrangulada, cercenada, atormentada. En lugar de correr a llamar al alfa, mi mano se dirige a la puerta corrediza. Contengo la respiración y abro una rendija lo suficientemente grande como para dejar espacio a mi pupila. El espanto me atraviesa como un rayo, arrancándome un grito que mi mano no llega a taponar. La criatura vira el cuello hacia mí como un búho. No estoy seguro de dónde comienza y dónde termina la sangre, porque hay por todos lados. Pyna se encuentra tendida sobre el tatami con el vientre abierto y las entrañas expuestas. Un grito se ha quedado congelado en su boca, pero no es así con sus lágrimas, que brotan sin parar. La criatura continúa masticando algo, que solo reconozco como su cordón umbilical al seguir con la vista el curso del tejido sangriento, desde el interior de Pyna al "estómago" de la criatura. Mi propio vientre punza cuando veo esos dantescos ojos naranjas y recuerdo lo que vivencié en el Laberinto. Al segundo quejido que se me escapa de entre los dedos, la criatura reacciona. Chilla y hasta el aire se estremece por la malicia que esas cuerdas vocales entonan. Cierro la puerta antes de que sus garras me alcancen. En lugar de rasgar mi piel, las zarpas negruzcas se insertan en el papel y lo rajan de arriba a abajo.

—¡MOON! —grito trastabillando hacia atrás, atropellándome un jarrón con cañas de bambú. Cojo una en el momento en que el vrykolaka se abre paso y salta al pasillo en busca de sangre tórrida.

Le veo abrir la boca para clavar la hilera de colmillos en mi garganta, donde mi sangre bombea visiblemente, y una arcada puja por mi tráquea al reparar en los trozos de tejido que se le han quedado entre ellos. Me protejo con el bambú anteponiéndolo entre mi cuerpo y la criatura, pero es escurridiza y ridículamente fuerte considerando su tamaño. Agarra mi muñeca con una mano que parece hecha de púas y la caña se parte en pedazos bajo la presión de su mandíbula.

Sacudo el brazo desesperado por que me suelte, llorando y llamando a Moon en tanto trato de asir otra varilla. Antes de que logre hacerlo, el vrykolaka se desprende de mi gabardina y cae al suelo retorciéndose, lanzando alaridos ensordecedores. Un brazo me rodea por detrás y me aleja de la criatura que se incinera dentro de una llama violeta hasta quedar muda y, posteriormente, echa polvo.

Me aferro a Moon llorando a cántaros mientras oigo el clamor de Cecil y de otros lycans que comienzan a llegar.

—¡Pyna! ¡Oh por Dios! ¡Mi amor!

Moon entra a la habitación detrás de Cecil y conmigo a cuestas, viendo el desastre por sí mismo.

—¡Cecil, llama a tus curanderos! ¡Rápido!

El monje está tan lívido y shockeado que por un momento dudo que sea capaz de hacer otra cosa que presenciar estuporoso a su omega mutilada por su propia hija, que ahora no es más que cenizas ensuciando el corredor. No obstante y a pesar de la conmoción, Cecil obedece a Moon y echa a correr.

Mi Arcano se agacha al lado de Pyna y aprovecho que la cercanía del alfa me infunde coraje para tomarle el pulso. Mi corazón implosiona cuando no lo percibo.

—No lo siento... —sollozo, pero aun así Moon coloca una mano sobre el pecho tieso de la omega. 

Cierra los ojos y la luz violeta comienza a fulgurar con intensidad bajo su mano. Admiro fascinado como el tejido se reúne y cierra, y el pulso de Pyna reaparece milagrosamente bajo mis yemas.

—¡Moon, está reaccionando, está...! —Mi sonrisa se derrumba tan rápido como se alzó. Al igual que ocurrió con el omega que llevaron al castillo, Moon está sanando a Pyna, pero en aras de su propia salud.

No solo veo sus ojos y su nariz sangrar, también advierto a su alrededor un aura negra que de a poco se filtra bajo su piel, como si la estuviera absorbiendo. La niebla oscura se acumula en su centro donde adquiere el característico color violeta de sus poderes, y de ese punto giratorio se desplaza hacia su mano y de su mano a la omega. Apenas pasan unos segundos cuando la energía que percibo dentro del cuerpo de mi Arcano crece hasta saturarlo. Vibra y cobra un ritmo errático, además de un color indeciso, de negro a violeta, de violeta a rojizo y de rojizo a negro nuevamente.

Pyna puede haber reaccionado, pero su herida continúa en su mayor parte abierta y ha perdido demasiada sangre. Moon libera más energía, y ya comienza a quemar y despellejar la piel de su mano. Ni siquiera me detengo a pensar lo que hago cuando de un manotazo aparto su mano del pecho de la omega. Moon me observa perplejo, y cuando intenta devolver su mano al lugar de curación, una vez más se lo impido.

—¡No!

—Hazel, no puedo perder más tiempo, está complicada...

—¡Déjala! ¡Deja de hacer eso! —El terror me obnubila la mente. Amarro con fuerza su brazo para evitar que se libere de mí, hasta que veo su energía sosegarse y al aura negruzca difuminarse gradualmente. Tomo entre mis manos el rostro sangrante y desconcertado del alfa y lo sostengo frente al mío—. Tengo miedo... por favor, no quiero quedarme solo...

Estoy siendo horrible, despreciable, una escoria ante sus ojos, pero le haré conocer mis pecados de frente y sin filtros, porque es de la única manera que entenderá cuánto me duelen. Un sentimiento agridulce me acompaña cuando Moon asiente despacio y deja morir a Pyna. Me abraza y se levanta aupándome para sacarme del cuarto, pero yo me encargo de presenciar cómo los amables ojos marrones de la omega se apagan y su pecho exhala el último hálito. Porque, a fin de cuentas, ese último respiro fue obra de mi egoísmo. Este tipo de arte ominoso es el único que puedo crear.

Cecil regresa con media decena de curanderos y grita desgarradoramente cuando Moon le dice que no pudo salvarla. Que ya era demasiado tarde.

Yo sé que no es cierto. Y sé que tendré que pagar por esa mentira en algún momento.



🌙✨🌙

Levante la mano el que se le antojó una salchicha después de leer el cap. Yo empiezo 🙋🏻‍♀️

Bueno, el drama llegó para quedarse desde el prólogo hasta el epílogo sépanlo. Qué piensan sobre lo que hizo Hazel?

Les gustó imaginarse a Ouran con un gorrito con orejitas? Bebé uwu

Gracias a mis lectores de siempre, esos que comentan con sus teorías y su cariño. Es un placer compartir esta historia con ustedes 🖤

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