☽ Capítulo 14 ☾

Ouran, Lya, Nate y Kuro aún están sentados en una cafetería cercana al templo. Se levantan de inmediato cuando nos ven aparecer desde el ventanal contiguo a su mesa. Ya deben de haber acabado de desayunar, pero el clima no es precisamente grato como para esperar al aire libre.

Antes de partir en busca de Seth decidimos buscar alguna posada decente para que mis amigos se duchen y descansen, pero una vez hallamos una apta y pagamos las habitaciones, ellos lanzan su equipaje dentro y vuelven a pegarse a nosotros como goma de mascar a la suela del zapato. No es que no me lo esperara, sabía de antemano que no me dejarían ni a sol ni a sombra, pero Moon se ve evidentemente molesto por tener que cargar con cuatro críos en lugar de uno.

—Ustedes se quedan aquí —gruñe. Todos los lycans presentes en la recepción de la posada nos monitorean inquietos, especialmente a los dos alfas. No solo somos forasteros, sino que Moon y Ouran van armados con la espada gigante y el carcaj con arco respectivamente.

Lyanna finiquita al alfa con la mirada, no hay mucha diferencia entre ella y un gato con el lomo arqueado y erizado.

—No —espeta, su timbre insurgente y recio.

Nate no se atreve a replicar, pero se ha colgado de mi brazo como garrapata.

—Ni hablar, yo quiero ver calvos. Aún no veo ninguno —dice con absoluta indignación Kuro.

—Chicos, puede ser peligroso. Será mejor que se queden aquí, de lo contrario podrían distraernos —les advierto, aunque ni siquiera me siento digno de decir tal cosa. Que yo sepa, mi papel de lastre no ha cambiado en lo absoluto.

—No nos hagan perder el tiempo, niñatos. Hazel, vamos.

Sigo a Moon y a Ouran —que ha estado particularmente callado desde que llegamos— y salimos del vestíbulo. A mis espaldas percibo la presencia de mis amigos, es obvio que no izarán la bandera blanca tan fácilmente.

—Hey... —Haré un nuevo intento de convencerlos, pero Moon me indica con un gesto desdeñoso que les deje hacer lo que quieran.

—Si los matan será su responsabilidad —dice con liviandad.

Mi rostro se contrae. Estoy preocupado por ellos, y por Seth, y por todo en general. Nikerym es muy vistosa y la ciudad está atiborrada de tiendas interesantes, pero mis ojos solo se aferran a la nieve pálida que voy pisando y mi cabeza al pensamiento de un sino desalentador.

Escucho a Kuro quejándose por la ausencia de calvos, por haber sido estafado, por haber creído en un rumor estúpido, pero de repente su voz se acentúa emocionada.

—¡Un pelado! —grita, haciendo que todos nos giremos hacia donde sus ojos apuntan.

—¿Dónde? —inquiero. Los pocos lycans que andan caminando cerca tienen melena.

—¡Aquí!

Ahora todos seguimos la dirección de su mano... a su entrepierna. Oh, joder, debería haberlo sabido. Kuro estalla en risas, mofándose de los idiotas que caímos en su broma estúpida. Lya ya comenzó su monólogo de insultos, pero el más afectado parece ser Moon. Su semblante irritado me dice que jamás se perdonará haber caído en un chiste tan ridículo, y menos proveniente de un beta.

Nate es el único que festeja la ocurrencia de Kuro, riendo y aplaudiendo. Ouran sencillamente no ha entendido nada.

—Venga, no sean tan gruñones, aprendan de Nate —dice Kuro, revolviéndole el fino cabello al ameritado y luego pasando el brazo sobre sus hombros con toda confianza.

Nate se sonroja. Mucho. Y estoy seguro de que no es a causa del viento gélido.

Joder, debería advertirle que Kuro es radicalmente heterosexual... ¿lo es? Un pantallazo del beso que compartimos ebrios hace un tiempo me congela por un momento. Parpadeo ofuscado, intentando recordar por dónde iba caminando.

—Hazel.

—Uhm... —Me apuro para alcanzar a Moon y a los demás, que se encaminan al taxi que acaban de llamar con una seña.

Me subo atrás junto con Ouran en tanto Moon se sienta adelante. Mis amigos tendrán que coger otro taxi, por lo que los veo quedarse en la acera con la cara larga mientras nos alejamos.

Moon le indica la dirección al conductor, un alfa que no disimula en lo más mínimo su suspicacia.

—¿Cazadores? —indaga. Moon le responde con un "sí" desabrido—. Oh, entonces estoy en lo cierto, irán a por el zombie que merodea por Cnosos.

¿Zombie? Se me encoge el corazón y al mismo tiempo me dan ganas de golpear al conductor.

—¿A qué te refieres? —inquiere Moon. El otro alfa deja que un momento de suspenso se cumpla antes de comenzar a hablar con aires detectivescos.

—Hace un par de días una mujer de Cnosos vio a un sujeto muy extraño de pie en la carretera frente a su casa. La gente del sur de Nikerym es bastante supersticiosa, ya sabes, de esos que temen tirar un salero, romper un espejo o sentarse en la esquina de una mesa... vale, la mujer pensó que se trataba de la parca que venía en busca de su alma, o la de su familia, porque el tipo llevaba una túnica negra y tenía un rostro como de muerto. —Hace comillas con sus dedos—. También fue visto por unos niños cerca del Laberinto de Creta. Está prohibido entrar allí, pero los críos son curiosos e inconscientes. —El conductor suspira y agita la cabeza de un lado a otro, quizás pensando en lo imprudentes que son sus propios hijos—. Los niños comentaron a sus padres que un zombie había entrado al Laberinto. Al final el rumor se propagó por todo el vecindario.

—¿Cómo es que no ha llegado a oídos del líder?

—Como le dije, señor, la gente de Cnosos es muy supersticiosa, reservada y temerosa. Ni siquiera nuestro líder tiene buen recibimiento en el territorio, y por más chisme que sean sus leyendas, difícilmente salen de allí. Yo solo me entero por mi trabajo, a veces es inevitable no prestar atención a lo que hablan los pasajeros... realmente es aburrido mantener la cabeza solamente en la carretera.

Medito sobre la extensión de Nikerym... si realmente está dividida en distritos, o vecindarios como mencionó el taxista, debe ser una manada grandísima, tal vez más que Arvandor.

—Llévanos al Laberinto de Creta, o lo más cerca que puedas —le indica Moon.

El conductor asiente casi con brío, en verdad se ha puesto en el papel de detective, pero después de escuchar sus últimas palabras pienso que, más que detective, es un pobre alfa que se alimenta de la hablilla de los pasajeros para no morir del aburrimiento. Ahora simplemente ha sumado material a su buena historia para canturreársela a los próximos pasajeros.

—Hazel....

Me giro con un movimiento brusco hacia Ouran, alarmado por el hecho de que haya roto su voto de silencio y, para rematarla, que me haya llamado por mi nombre por primera vez desde aquella vez en el gimnasio. Y es que ni siquiera fue él quién me gritó en esa ocasión. ¿Será... será Seth quien me llama ahora?

—¿Sí? —digo con la voz estrangulada.

—Lo siento. —Se me cae el alma al suelo—. Siento haberte atacado hace unos días. Perdóname...

—A-Ah... no, no te preocupes, fui yo quien insistí...

Moon me ha comentado que Ouran tiene episodios de lucidez por momentos. Este parece ser uno de ellos, especialmente porque creo que jamás he visto en su rostro una emoción distinta a la confusión... y ahora luce genuinamente consternado. Sus ojos brillan como plata nueva, y es desgarrador hallar en él tanto de Seth. La forma en que sus cejas se juntan por la tristeza, los labios finos apretados y la cabeza levemente ladeada, la forma en que su voz toca mis tímpanos con tanto cuidado que parece una caricia arrepentida, con esa capacidad inaudita de pronunciar las palabras más devastadoras y que aún así suenen tiernas, compasivas, más fáciles de asimilar.

Tal vez no sea realmente Seth, pero podría serlo.

Un violento escalofrío me recorre una vez que aquel pensamiento pasa y traza una estela de nostalgia y culpa en mi mente. Pero no es precisamente el anhelo y la culpa lo que me estremece. Huelo las feromonas de Moon, tan abrasivas y amargas que me lastiman como la peor de las mordidas. Miro hacia adelante inquieto, con una acumulación de gimoteos de sumisión en la garganta. No pienso proferir ninguno, si es lo que él desea. No puedo saber a ciencia cierta qué es lo que le está molestando, o quién, pues las feromonas no solo surten efecto en mí, también lo hacen en Ouran y en el conductor.

—¿Se-Señor? —balbucea este último, claramente nervioso por tener a un alfa enorme, armado y de mal humor en el asiento de al lado.

—Concéntrate en conducir —contesta adusto.

El conductor enfoca la mirada en la calle y calla obedientemente. Por mi parte, me concentro en normalizar mi respiración mediante una de las técnicas de relajación que estuve practicando durante los últimos días. No creo que sea el momento ni el lugar para montar un drama. Estoy seguro de que si le ladro al alfa ahora, él no vacilará en saltarme a la garganta, por más promesas que me haya hecho de que no me morderá.

Unos quince minutos después el carro frena y el taxista carraspea antes de hablar. Su voz sale más fina y quebradiza que antes.

—Solo puedo llegar hasta aquí, el paso a la zona del Laberinto está cerrado.

Moon le tiende un billete de cien lycos antes de apearse, ocasionando que al otro alfa se le afloje la mandíbula por la cantidad considerable de propina.

—No te ilusiones —le dice Moon. ¡Siempre tan simpático!—. Ve y cuéntale al líder del rumor. También dile que llevaste a Raegar Wealdath al Laberinto.

No termino de decidir si el rostro del conductor me da gracia o pena cuando se deforma con tremendo furor al enterarse de la identidad de su pasajero. Fugazmente se gira hacia nosotros, boqueando por el estupor e intentando identificarnos. Se le desorbitan los ojos un momento después de sondear a Ouran, pero parece fracasar conmigo.

—¡S-Sí señor, ahora mismo parto hacia el templo!

El taxi arranca derrapando, haciendo valer aquellas palabras y llenándose los guardabarros de lodo. El camino pasó de ser asfaltado a pura tierra húmeda desde que entramos a Cnosos. Algunas casitas anticuadas salpicaban los alrededores durante el primer tramo, meras irregularidades entre tantos pinos, pero dejé de verlas en cuanto apareció un cartel apostado a un lado de la carretera. La pintura estaba ya bastante saltada, pero logré identificar el "γνωθι σεαυτόν" escrito en la madera mohosa, la célebre frase Nosce te ipsum o Conócete a ti mismo atribuida a Sócrates y otros pensadores de renombre.

Avanzo junto a los alfas por un sendero que se adentra en el bosque. Antes de perder todo rastro de señal satelital, le envío un mensaje a Kuro para avisarle que nos dirigimos al Laberinto de Creta.

Comienzo a sentirme extraño después de caminar varios metros. La atmósfera es más densa, atractiva y a su vez repelente, como si me hallara entre medio de dos imanes que enfrentan sus polos opuestos. Caigo en la cuenta de que la nieve ha dejado de caer porque mis pasos comienzan a fluir sin más obstáculo que alguna que otra rama ocasional varada en el suelo. Un ruidillo que sale de mi bolsillo me hace dar un respingo. Luego otro y otro sonido, hasta que saco mi móvil y contemplo desconcertado como se enciende y apaga sin cesar.

—Te dije que no trajeras móvil —dice Moon. Aún suena frío, pero al menos la arruga entre sus cejas desapareció.

—¿Qué le sucede? Está todo tildado...

—Básicamente se está jodiendo. Estamos entrando a una zona roja del espectro electromagnético, y una frecuencia de onda tan potente daña cualquier tipo de dispositivo electrónico que entre en su rango.

—¡No jodas! ¡Apenas hace un año que lo tengo! —La pantalla queda completamente negra. Suelto un lamento indignado cuando ya no vuelve a encenderse.

—Eso sucede cuando no me haces caso.

—¡¿Y cómo crees que estaré en contacto con mis amigos sin un móvil?! No todos somos bestias indiferentes y antisociales como tú, que ni siquiera sabe decir por favor y gracias.

El alfa me observa de refilón. Se ve tétrico desde mi posición.

—Supongo que solo eres adorable cuando tienes cuatro dedos en el culo.

Mi rostro arde como una ascua, prendido por la vergüenza y la furia. Qué idiota fui al pensar que teníamos un acuerdo tácito de no hablar sobre eso. Por supuesto que el alfa me lo restregaría en la cara por el resto de su vida.

Me trago el insulto al ver emerger ante nosotros un muro de enredaderas. Es tan alto que parece rasgar el cielo y tan tenebroso que no estoy seguro de querer sumergirme dentro, a pesar de que me pica la intriga. Hacia los lados no parece tener fin, se pierde mucho más allá con el bosque, pero frente al sendero que recorremos hay una apertura de unos cuatro metros de ancho y otro cartel medio deteriorado como el de la carretera. Solo que este no lleva escrita ninguna frase o palabra. Admiro el entramado de líneas paralelas, segmentadas cada una en tres partes por otras líneas angulares que las atraviesan. Son algo así como flechas con múltiples ápices, algunas mirando hacia arriba y otras hacia abajo.

Moon lo evalúa impertérrito, aunque Ouran menciona un dato que calma y a la par espolea mi curiosidad.

—Un diseño de llave...

—Sí... —confirma Moon—. Será mejor que te quedes aquí.

Ouran luce defraudado, casi traicionado podría decir. Su lucidez debe de persistir aún.

—¿Me dejarás atrás otra vez?

—Ouran, sé que entiendes cuál es tu situación y cuál sería si entras a este lugar. Recuerda que no estás solo en tu cuerpo.

—También podría ser peligroso para Hazel —replica. No se ve contento, pero tampoco avanza junto a nosotros cuando nos encaminamos al acceso.

—De cuidarlo me ocupo yo.

La amenaza implícita es bastante explícita. Le doy un último vistazo afligido a Ouran, como si estuviese disculpándome por la conducta hostil de su líder.

—¿No crees que deberías controlar tu nivel de testosterona? —bufo disgustado.

Su falta de respuesta me indica que no está de humor para peleas.

—¿Qué es un diseño de llave? —indago, esta vez sin ser pendenciero.

—Es una forma de simbolizar el camino sinuoso del laberinto. Los celtas los empleaban para representar el viaje hacia el centro del sí mismo, una especie de autoconocimiento y un develamiento de la propia alma.

Oigo atento e impresionado. Moon es un imbécil, pero realmente sabe mucho. ¿Se burlaría de mí si supiera que admiro esa parte de él?

—¿Y por qué estaba en la entrada del laberinto?

—Porque no es un laberinto cualquiera. Mantente alerta y no te separes de mí —dictamina cortante.

—Eso ya lo suponía. Si está prohibido entrar aquí será por algo —insisto. Se le nota el tedio, pero consigo que se explaye un poco más.

—En este lugar hay un hechizo muy fuerte y antiguo. Probablemente el Minotauro lo ha estado custodiando desde hace miles de años.

—¡¿M-Minotauro?!

—También se lo conoce como Laberinto del Minotauro, aunque "Laberinto de Creta" es su nombre formal.

—No creí que en verdad existiera.

Aprecio las altas paredes cubiertas de enredaderas con nuevos ojos. El vello se me pone de punta al imaginar a un toro humanoide de pie al final del sendero, raspando el suelo con su pezuña, listo para mandarnos de regreso a Arvandor de una embestida.

—Existe —evidencia Moon—, solo que no es exactamente como lo pintan en las leyendas.

—Yo creo que es igual de espeluznante... —Hasta las enredaderas dan la impresión de querer abalanzarse sobre uno como cobras cabreadas.

Además, el hecho de que el sol se encuentre oculto entre una interminable y espesa nube gris oscuro fomenta grandiosamente mis nefastas fantasías. Apenas llega a iluminarnos una claridad sosegada, ahogada por la profundidad en la que nos sumen los muros serpenteantes y el nubarrón en el cielo.

Cuando alcanzamos la primera bifurcación, Moon cierra los ojos por un instante. Las pestañas boscosas crean sombras en sus mejillas, suaves por la escasez de luz, pero claramente visibles en su piel blanca.

Qué bonito...

Me averguenzo de mis propios pensamientos, apartando dramáticamente la mirada. En su lugar la enfoco en una huella del suelo... ¡¿Huella?!

—¡Moon, mira!

El alfa sale de su trance y observa donde mi dedo señala vehementemente.

—Apunta hacia la derecha... deberíamos ir por allí —sugiero, ya dirigiéndome hacia ese camino. Moon me atrapa por el brazo.

—La energía es más errática hacia la izquierda. También hay trazos de miasma por el otro sendero.

Me olvido de la huella, alicaído. Pensé que finalmente había colaborado en algo.

—¿Puedo... usar mi Segunda Vista también?

—Por supuesto, es tu don. —El hielo en sus orbes se deshace cuando tomo su mano, y parte de mis miedos se derriten en conjunto.

Las tinieblas que pude percibir en la entrada a Nikerym vuelven a hacerse manifiestas una vez que conecto con Moon. Mi cabeza punza un poco y mis venas están tiesas como hilos de alambre por la afluencia energética, pero ya no es tan anonadante como la primera vez.

Elegimos el camino de la izquierda, el murmullo de nuestros pasos y el ulular de las lechuzas siguiéndonos como fantasmas. Cada vez que una rama cruje bajo mis pies o los de Moon, mi columna se rigidiza instantáneamente y aprieto de la misma forma automática la mano de mi Arcano.

—Qué tierno.

—Cállate.

Maldigo internamente cuando sonríe y su hoyuelo hunde su cachete. Es ridículo, no, capcioso que alguien tan grande e intimidante tenga un maldito hoyuelo. Me genera tentadoras ganas de bajar tus defensas y entregarme a su merced, que es prácticamente en lo que he venido incurriendo últimamente, consciente e inconscientemente.

—Ten cuidado con lo veas de aquí en adelante —me advierte—. Puedo sentir la magia alienativa, es posible que tu percepción se vea influenciada por tu mundo interno.

—¿Alucinaciones?

—Algo así. —Me observa con una expresión inescrutable.

—¿Qué? —inquiero.

—Eres fuerte. No muchos pueden usar el dolor como combustible para seguir adelante.

Me ruborizo por la repentina adulación. Mi mentón desciende buscando ocultar mi patética reacción.

—¿Pero...?

—No hay peros. Solo continúa avanzando. Puede que el pasado se vuelva muy pesado en ciertas circunstancias, pero no dejes que te estanque.

Mis ojos se empañan, cristalizados por un pico de angustia y gratitud. Cuando creo que las lágrimas ya retrocedieron y no corro peligro de llorar frente al alfa, levanto la cabeza para darle las gracias por las palabras de aliento, pero su gesto duro y atento me hace desviar la vista hacia adelante. Moon y yo nos detenemos a la par.

Oh, por Cerbero. Me tallo los ojos para disipar la alucinación, pero mi método es infructuoso. El gigantesco toro parado en dos patas en la encrucijada próxima sigue bien presente en mi campo visual, escarbando la colcha de agujas de pino y ramitas que cubre el suelo. Si mis cálculos son correctos, no estará a más de cuarenta metros de distancia de nosotros. 

—Mierda —suelta Moon. Podrá ser muy alto con sus amenazantes dos metros, pero el Minotauro fácilmente lo supera en unos treinta centímetros.

Además de ser más robusto, astado y jodidamente aterrador.

—E-Es una alucinación, ¿no es así?... ¿Moon?

El alfa mira hacia adelante pero sus ojos lucen vacíos, como si no estuviese realmente en el aquí y ahora.

—¡Moon! —Me suelto de su mano para zamarrearlo, pero lo único que logro es que el Minotauro comience a bufar cabreadísimo. Su pezuña escarba con mayor furia y mis piernas empiezan a temblar—. ¡Alfa, reacciona! ¡Raegar!

Y el Minotauro sale pitando hacia nosotros, con sus puntiagudos y torcidos cuernos apuntando al frente.

Una explosión de adrenalina me da la fuerza necesaria para empujar a Moon hacia un lado, pero yo ya me he convertido en el objetivo de la criatura y sus cuernos me alcanzan de lleno.

Todo mi alrededor se oscurece por un tiempo que no soy capaz de definir. Me encuentro sorprendido en demasía cuando abro los ojos y ratifico que mis extremidades todavía se hallan unidas a mi torso y que responden sin inconvenientes. Sigo en el laberinto, pero no veo a Moon en ningún lado. El Minotauro también se esfumó. Mi corazón sube hasta mi garganta a medida que el terror me domina. Viro sobre mi eje unas cinco veces, desfalleciendo de desespero.

—¡Moon! ¡Moon! —Mi garganta arde y escuece por la presión en mis cuerdas vocales. Jadeo y vuelvo a girar sobre mi propio eje—. ¡Moon!

La hiperventilación me está embotando los sentidos, por lo que me dicto silenciosamente mantener la calma. Está bien, está bien, Moon debe estar cerca, él es muy fuerte, él estará bien...

¿Y yo?

Yo no soy fuerte, apenas alcanzo el metro sesenta y siete, mi masa muscular es demasiado lamentable como para hacer mención de su proporción y tampoco sé usar magia. Las inseguridades y el susto comienzan a roerme como cientos de ratas alimentándose de mi piel. Ahora que Moon no se encuentra a mi lado, no tengo a nadie con quién compararme, pero aún así me siento terriblemente pequeño e insignificante.

Gimoteo en un llamado desesperado, rodeándome con mis lánguidos brazos en tanto ruego que una respuesta me llegue de algún lado para correr a su encuentro. Estar en un laberinto no ayuda. No solo me hallo solo, también estoy totalmente desorientado a pesar de que no nos habíamos adentrado demasiado. Decido regresar sobre nuestros pasos para buscar la salida y pedirle ayuda a Ouran, aunque titubeo al recordar que Moon le ordenó quedarse afuera para resguardarlo de las artimañas del laberinto.

Sigo lloriqueando, mis ojos acuosos entorpeciendo y anulando toda posibilidad de ubicación. Tranquilo, tranquilo...

Moon confía en mí lo suficiente como para permitirme entrar al laberinto con él. También confía en que puedo ser su Cadena, incluso hace un momento halagó mi fuerza de voluntad.

—Puedo salir de aquí... —me oigo decir.

Mi voz suena espectral dentro de las monstruosas paredes. Siento que me asfixian, pero me digo que solo es una reacción de mi psiquismo, pues hay bastante espacio y bastante oxígeno.

Logro que mis pies dejen de trazar círculos en el suelo para que me lleven hacia la encrucijada donde se presentó el Minotauro. Mis pasos son sigilosos y vacilan por el miedo, pero recobro algo de estabilidad al no ver a la bestia en ninguna de las dos direcciones en las que se parte el sendero. Ahora la incógnita es... ¿Qué dirección tomar? Mi Segunda Vista se suspendió en el momento en que solté a Moon. No tengo idea de cómo activarla por mis propios medios, pero intento de todas maneras. Fuerzo mi mente a evocar alguna especie de fuerza sobrenatural, agudizando mis sentidos hasta el punto de ser plenamente consciente del bombeo de mi corazón y de mi sangre fluyendo por mi organismo. Si La Llave es un poder inherente a mi alma, no puede ser tan difícil activarla.

Desisto tres minutos después tras no advertir ningún tipo de cambio. Prosigo improvisando oraciones para invocar mi poder. Nada.

Cuando regreso al presente, tengo una soga atada en el cuello. Me paralizo en el lugar, tanteando con una mano la textura rugosa del material que me constriñe el cuello. Seth está de pie frente a mí, sosteniendo el extremo de la cuerda y sonriendo débilmente.

Otro marasmo mental me abruma. Este Seth está vivo y lozano, pero las intenciones que brillan en sus ojos y en sus colmillos expuestos son siniestras. Antes de que pudiese hacerme una idea de lo que sucede, estoy arrastrándome por el suelo, jalado por Seth como un animal de granja devuelto al establo.

Exclamaciones ahogadas se filtran entre mis dientes apretados mientras pataleo y me aferro al suelo mugroso con las uñas hasta arrancarme un par. Seth no deja de acarrearme felizmente hacia algún sitio, hasta ha empezado a tararear animado una canción religiosa.

Vendrá el dolor que no verá ninguno. Vendrá la cruz, Señor —entona, mirándome con ilusión mientras me arrastra—. Vendrá tu cruz, y tú sabrás al fin que he sido uno de los que han muerto por tu amor...

Cada vocal, cada nota de su voz acoge un implacable pesar, aunque su timbre sea paradójicamente alegre. Lloro desconsoladamente, perdiendo de manera paulatina mi voluntad.

¿Qué es esto? ¿Por qué me suceden estas cosas? ¿Qué tan cabrón he sido para que el karma sea tan cruel?

Creo que también perderé la cabeza, y no solo en sentido figurado. En algún momento Seth dejó de llevarme a rastras para halar hacia arriba y amarrarme a la rama de un árbol haya. Quedo suspendido en el aire, la cuerda se enrosca firme en mi garganta pero tristemente aún puedo respirar. Quisiera no poder hacerlo. Quisiera estar ciego.

Como ángel venido desde las montañas, como un torrente que en el alma llevo... —continúa Seth mientras me presenta con un ademán de sus manos el escenario que nos circunda—. Vendrá la luz a herirme en las pupilas, la verdad a desnudar mi frente...

El árbol que sostiene mi soga se encuentra en el centro de cientos de otros árboles, cada uno orgulloso de tener su propio muerto pendiendo de su rama.

Sophie, Nathan, Kuro, Elena, Lyanna, Jack, Berkan y la totalidad de mi gente, de mi manada, colgando sin vida, moteando el aciago bosque de muerte, palidez y podredumbre.

No puedo gritar, no puedo pedir que pare, no puedo morir, solo puedo ahogarme eternamente.

Seth ladea la cabeza, se acerca a mi cuerpo flácido, fatigado por la lucha, y me besa el vientre con cariño. Luego siento un dolor inenarrable, tan malditamente insoportable que hasta la soga siente envidia de no poder causar tal tormento. Mis lágrimas calientan mis mejillas congeladas, brotando con espanto de mis ojos horrorizados, escapando de tener que ser testigos también.

Seth raja mi vientre de punta a punta con sus garras, abre mi carne y atisba mis entrañas enternecido. Sus manos rebuscan cruentas entre el tejido hasta que finalmente extraen de mi interior una pequeña cosa viscosa, abrillantada de sangre y con forma fetal.

Lo acuna en sus brazos y continúa tarareando, ahora para ese macabro ser que carga y que contempla embelesado.

—¿Qué sucede? —me pregunta con curiosidad, como si sus emociones estuviesen demasiado atrofiadas como para conectar correctamente lo truculento de la situación—. ¡Oh! —exclama un momento después de reflexionar sobre mi cuerpo convulso—. ¿Quieres conocerlo?

Reubica a esa pequeñez deforme y sanguinolenta en sus brazos para dejar su "rostro" a mi vista. Sorpresivamente se abren en esa bola irregular dos rendijas de un centímetro, descubriendo un par de ojos naranja chillón.

Algunos lamentos quebrados y guturales salen de mis labios secos y cortan el aire.

La criatura incluso sonríe, una mueca horripilante llena de colmillos ennegrecidos.

Basta, basta, no es real, no es real, no es real, no es real, no es real, no es real, no es real, no es real, no es real...

Me despierto tendido en el suelo, mi cara mojada media hundida entre las hojas. He vuelto al laberinto, o tal vez nunca lo abandoné, pero ya no creo ser el mismo que estuvo caminando de la mano con Moon.

Mi mente no deja de latir, me siento apuñalado por mis propias costillas y preso en mi propia piel.

—¡MOON! ¡MOON, SÁCAME DE AQUÍ!

Tengo la boca amarga por la bilis. Mi estómago se contrae persiguiendo la descarga, dejándome sudoroso y tembleque durante los próximos eternos minutos en los que me hago un ovillo y me esfuerzo en no vomitar. Sin embargo, acabo desistiendo y lanzo todo a un costado.

Quizás lo que más necesito en este momento es purgar toda la mierda que tengo dentro.

Me la paso llorando, sentado y con la espalda apoyada en las enredaderas pinchudas durante un tiempo x. No aclara ni oscurece, la nube aún echa sombras oscilantes y no hay señales del alfa.

—Moon... ¿dónde estás? Tengo miedo...

Estoy tan asustado y angustiado que apenas siento la nariz fría que hurga en mi cachete.

Doy un bote y un corto gritito al hallar a mi lado a un lobo de pelaje rojizo y ojos almendrados del color de la miel al sol. Se me envaran las piernas cuando alineo mis pupilas con las del animal, indeciso sobre si moverme primero o esperar que el lobo termine de olisquearme y se marche. No estoy muy seguro sobre cómo podría reaccionar a mis acciones, pero me repito unas diez veces que es una alucinación. Aunque también tengo dudas sobre ello. Estamos en medio de un bosque, no sería ningún disparate que los animales deambulen por aquí dentro.

Sea como sea, no parece tener intenciones de atacarme. Tampoco huelo en él algún tipo de olor áspero, más bien es avainillado y suave. Se me queda viendo fijamente por un rato hasta que decide alejarse... y se detiene dos metros después, echando un vistazo hacia mí. Es casi como si estuviera... ¿esperando que lo siga?

Lentamente me incorporo, evaluando su reacción. Continúa en espera. Cuando observa que me adelanto un par de pasos, el lobo reanuda su marcha.

Si es buena idea o pésima seguirlo, solo los dioses podrían saberlo. Por mi parte, decido ir tras el animal, cautivado por su noble belleza. Su pelo es largo y brillante, su cola frondosa se menea garbosamente al ritmo de su caminata y sus orejas puntiagudas miran al cielo fuertemente erguidas. Troto para no perderlo de vista cuando gira en las aperturas y recodos del laberinto; izquierda, izquierda, derecha, izquierda, derecha, y ya dejo de contabilizar las veces que ha cambiado de dirección. Todo el laberinto luce igual en cada tramo que recorremos, por lo que estoy innegablemente despistado, pero confío en la posibilidad de que este lobo sepa el camino de regreso al bosque y se convierta en mi baza ganadora.

Más que desesperanza, es desconcierto lo que me asalta cuando llegamos a un "callejón sin salida". Un muro combado pone fin al sendero. Examino las enredaderas con la idea de treparlas, pero se ven francamente peligrosas con esas espinas del tamaño de mi pulgar.

El lobo emite un gruñido bajito. Discierno que no es de disgusto, sino que me está llamando. Me percato entonces de la madriguera semi oculta entre las hojas, un agujero mediano horadado en la tierra fresca junto al muro. Me aproximo con precaución, respondiendo a las protestas del animal, pero a sabiendas de que allí dentro pueden haber cachorros.

Tal como me imaginaba, un lobezno de semanas se encuentra dormitando hecho una bolita. Cuando me acerco empieza a gimotear y se despierta, queriendo salir de la madriguera pero demasiado torpe aún para lograrlo. Mi corazón vibra como un redoblante y me urge cargar al cachorro en brazos, pero antes me cercioro de que al lobo adulto no le moleste. Pero no ya no está. Se esfumó en un abrir y cerrar de ojos. ¿Fue realmente una alucinación?

Vuelvo la vista rápidamente hacia la madriguera y el cachorro aún se halla dentro, esmerandose por salir. Me pongo en cuclillas para agarrarlo, acomodando al lobito con extremo cuidado entre mis brazos.

Me anega una calidez inefable cuando veo sus ojitos redondos color carmín y siento la tibieza de su cuerpito en el pecho. Es hermoso. Su pelaje naciente es similar al del lobo que me trajo hasta aquí, aunque algo más oscuro. Bosteza abriendo al tope su diminuto morro y se acurruca en mis brazos algo tembloroso, durmiéndose de inmediato. Sonrío al notar que aún no le crecen sus primeros dientitos. ¿Debería llevármelo? No, su madriguera está aquí y su madre debería regresar... ¿pero acaso no era una alucinación? Lo cierto es que no quiero soltarlo. De alguna milagrosa manera, mi desolación se ve soslayada y el caos ordenado por el deseo de protegerlo, y a su vez por la acogedora sensación de estar protegido por esta indefensa cría.

—¡Hazel!

Mi corazón salta al oír su voz. Me volteo con el cachorro encima y encuentro a Moon de pie en la curva del sendero, abriendo los brazos para invitarme a ellos. Mi llanto estalla y mis piernas zumban con prisa hacia él. Nunca creí poder necesitar tanto ese refugio de músculos y sonrisas ladinas.

Moon me atrapa y abraza, y yo lloro de alivio y de muchas cosas.

—¡¿Dónde estabas?! —protesto gangoso.

—En el fondo de tu alma... ha sido difícil llegar hasta aquí, pero ya no tienes de qué preocuparte...

—Alfa idiota...

Rastrilla mi cabello con sus garras ya crecidas, robándome un suspiro que ventila mis males hacia el éter grisáceo.

—Moon, mira lo que...

El lobezno ya no se halla en mis brazos. Tampoco lo veo por los alrededores, ni siquiera quedaron indicios de la madriguera. Me siento algo desilusionado. Al final también se trataba de una fantasía...

—Vamos, te sacaré de aquí —dice el alfa.

Asiento efusivo, caminando a su lado sin despegarme un centímetro.

—¿Qué haremos si aparece el Minotauro otra vez? No quiero... no quiero quedarme solo... —Y no solo no quiero. Estoy convencido de que no soportaré más horrores.

—Estarás bien. Eres fuerte.

Me paso todo el confuso recorrido con la vista clavada en el suelo, temeroso de que algo más aparezca si levanto la frente, pero seguro de estar a buen recaudo en compañía de Moon.

Me pregunto si él habrá visto algo también, o si se preocupó por mí cuando nos separamos de esa extraña manera, pero recuerdo que lo importante ahora es atrapar a Seth. No soy el único que sufre, y tampoco soy quien se lleva la peor parte.

Despego los ojos de mis pasos cuando una ventisca nos arrolla desde el frente. A poca distancia, una salida se abre como las puertas del paraíso.

—¡Oh, al fin! —vocifero con júbilo. No me demoro en correr hacia el bosque y abrazar el primer pino que encuentro. Escucho a Moon reír desde el laberinto—. Alfa, ven, ¿por qué te quedas... ahí?

Se detiene donde el laberinto acaba, y en sus manos lleva al cachorro que apenas abre sus ojitos para mirar los míos. Moon me sonríe y a su figura se la lleva otra ventisca, disipándose junto al pequeño lobezno.


✨✨✨

Todavía me estoy riendo del chiste de Kuro 😂😂😂😂

Ahora quiero leer las interpretaciones de mis preciosos lectores sobre las alucinaciones de Hazel. Saben que soy súper metafórica y que dejo pistas y significados en tooodos lados 🤭

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top