☽ Capítulo 10 ☾
—Sal de la habitación.
—¡Vete al diablo!
—¿Tengo que llevarte arrastrando hasta el gimnasio?
—¡Tan solo inténtalo, maldito alfa prepotente, y ya verás como...! ¡Agh!
Mi cuerpo es atajado por el suelo cuando una fuerza invisible me arranca del cobijo de las sabanas. Como si tuviese una cuerda amarrada a mis tobillos, soy jalado hacia la puerta del cuarto que se abre morosamente a pesar de que me aseguré de cerrarla con llave para que ningún idiota me molestara. Ahora el capullo número uno me contempla desdeñoso, reposando sobre la pared del pasillo. Clavo las uñas en el parqué dejando unos finos rasguños en la madera encerada, que reptan hasta el vano de la puerta donde logro detenerme por unos segundos al sujetarme de la jamba con ambas manos.
—Omega, ¿en verdad quieres comportarte como un crío enfurruñado conmigo?
Mis ojos zumban hacia Moon escupiendo llamaradas de cólera. Apenas son las seis de la mañana, pero este cabrón no tiene horarios para tocarme los cojones. ¡Ni siquiera pude dormir por el dolor de su mordida!
—¡Quítame esta asquerosa marca!
—¿Por qué? Te queda bonita —se mofa.
Me suscita profundas ganas de cometer asesinato, aunque estoy en evidente desventaja y en una lastimosa posición, retorciéndome en el suelo como una babosa bañada en sal.
Mis falanges finalmente son vencidas cuando Moon comienza a caminar hacia las escaleras tirando de esa cuerda fantasma que me obliga a lustrar el suelo con el torso mientras recito una sarta de insultos. Recién me rebajo a negociar cuando llegamos a la escalera y veo atemorizado las decenas de escalones.
—¡Ya para, puedo caminar, caminaré! —La primer tanda de peldaños la bajo con un tap,tap,tap entonado por mi cuerpo al rebotar entre ellos. El alfa ni se inmuta y sigue avanzando despiadadamente—. ¡Mo-on, me du-duele, m-me duele, por fa-favor!
Se detiene en el entrepiso, aguardando a que yo deje de dar tumbos para eximirme de su magia macabra.
—¿Por qué eres tan hijo de puta? —escupo rabioso al incorporarme.
—Estoy siendo demasiado clemente.
Continúa bajando el próximo tramo de escalones, lanzándome una mirada álgida que me pone el vello de punta. Voy tras él sin rechistar, a pesar de que aún llevo el pijama y nada en mis pies. Un silencio de luto flota a nuestro alrededor, acompañándonos durante una buena parte del recorrido hasta el gimnasio. Estoy tan encojonado que solo mis mejillas podrían calefaccionar el castillo completo, y cada punzada de escozor en mi cuello agrega unos grados más de temperatura.
—¿Leíste lo que tenías que leer? —inquiere el alfa. Su tono es neutro y seco, sin visos de burla o enfado.
—Sí.
—Bien.
La caminata prosigue sin más plática que aquel antipático intercambio de palabras. Una vez en el gimnasio, Moon me dicta los ejercicios que debo hacer mientras yo me encargo de fijar en mi cara una expresión cerril y despectiva.
—No puedo hacer todo eso en pijama. Tampoco he desayunado —protesto.
Moon chasquea los dedos e instantáneamente mi pijama muda a un conjunto deportivo con tenis incluidos.
—Desayunarás después. En marcha —demanda.
No puedo evitar reírme sardónicamente.
—Wow, qué fácil debe ser la vida para ti, dando órdenes como si todos fueran tus sirvientes y consiguiendo lo que te salga de los cojones con solo chasquear los dedos.
—Tienes una hora. Apresúrate —dice simplemente sin modificar su voz y sin seguirme el juego.
Lo escudriño con un berrinche en la punta de la lengua. Si no puedo pelear con él tampoco seré capaz de liberar la frustración enmarañada como un ovillo de lana gigante en mi interior. No obstante, un cosquilleo de dolor en mi pecho consigue que retroceda en mis provocaciones cuando el rostro de Moon me devuelve una imagen decadente, como un lienzo olvidado o un trofeo de plata deslustrado. Una belleza forrada de ruina, una reliquia de aspecto resistente que solo descubrirías que es todo lo contrario una vez que la rozaras y se desarmara por el mero contacto. Por un momento quiero probar y tocarlo, pero siento otro calambre de miedo al pensar que el derrumbe de ese fino arte estropeado es una posibilidad. En su lugar aflojo el mohín y me largo a dejar el cuerpo en mi rutina de ejercicios. Moon me sigue con los ojos, inmóvil, como una estatua hechizada.
Cuarenta minutos después la inquietud me supera y abro la boca, aunque sin objetivos bélicos.
—Tu ojo sanó...
—Lo sanaron —responde desganado.
—¿No podías hacerlo tú con tu magia?
—No.
Estiro un poco los músculos fatigados, devanándome los sesos por encontrar una forma de aliviar la presión que insiste en aplastarme desde adentro hacia afuera y viceversa. No creo que sea buena idea preguntar por Ouran ahora, a pesar de que esas costillas rotas me dejaron preocupado.
—¿Has tenido noticias de algún sobreviviente de Durmista?
—Es imposible saber si hay sobrevivientes. A los vrykolakas les agrada darse un festín completo, con huesos incluidos, por lo que los desaparecidos bien pueden haber escapado como pueden haberse convertido en abono.
Este tipo realmente no tiene ni un poco de tacto.
—Eres una bestia hasta para decir las cosas —bufo molesto.
—No puedo permitirme ser sensible cuando debo lidiar con muertos todos los días.
Cambio el peso de una pierna a la otra, incómodo.
—¿Han habido más cachorros muertos?
—Todos los días —repite entre dientes—. Deja de holgazanear.
Veo que no soy el único que se ha levantado con el pie izquierdo. Venga, que yo lo hice con la cara, pero el humor de Moon no está mejor que el mío.
—¡Estoy cansado! Solo enséñame a usar magia y ya, ¿por qué demonios tengo que hacer tanto ejercicio?
—Para que dures más en la cama.
Mi rostro se contrae por su procacidad. No lo dice en serio, ¿verdad? Por su temple ecuánime no parece estar bromeando. ¡¿Pero qué mierda?!
—¿Estás mal de la cabeza?
—Hazel, aún te quedan once minutos de sentadillas, ya córtala con tanto parloteo.
Me le acerco a las zancadas, echando humo y deseando quitarle su espada para empalarlo con ella en la entrada de su propia ciudad, pero una vez más su semblante es el vector que me hace hesitar y termino nulo, parado frente a él como si me hubiese reseteado en ese instante. Levanta las cejas y yo solo me sonrojo incapaz de destrabarme.
—Si tanto deseabas tenerme cerca, solo tenías que decírmelo. Te hubiera dado un descanso en mi regazo.
—¡N-No es eso!
—Hueles mucho a mí. Me agrada... —Se relame lúbrico y casi se me escapa un chillido de tetera por el bochorno.
—Eso no es posible. —Me aclaro la garganta—. Desinfecté todo el cuarto para quitar tu pestilencia. —¡Mentira!
Una media sonrisa tuerce su comisura hacia arriba, marcando su único hoyuelo en tanto quiebra el muro de hielo que se había alzado en su rostro. De inmediato desvío la vista y pienso en excavar una fosa para lanzarme dentro.
—Estudias medicina, ¿no es así? —pregunta. Regreso mi mirada a él, curioso por el erotema—. Debes de saber lo importante que es ejercitarse para aliviar el estrés y tener un cuerpo saludable.
—Por supuesto —digo a regañadientes.
—¿Entonces por qué haces preguntas estúpidas, pequeño omega? Un spaghetti tiene más resistencia que tu menudo cuerpo y Jack Torrance más estabilidad mental que tu cabecita terca. —Eso de que la verdad no ofende es una mendacidad, ¿vale?—. Tomará un tiempo ponerte en forma para ser mi Cadena y quiero creer que es un tiempo que tenemos, pero eso no significa que pueda relajarme y ser más blando contigo. Estoy siendo optimista... quizás demasiado.
Al final resoplo y me siento en otro cajón a su costado.
—¿Por qué no me buscaste antes?
Luce abstraído por un momento. Suele evitar darme esa respuesta por lo que no espero que alguna salga de su boca. Debido a ello me encuentro un poco sorprendido cuando habla.
—Fui a buscarte a Durmista cuando aún eras pequeño, antes de enviar a Seth a cuidarte.
—¿Qué? ¿Tú enviaste a Seth? —Lo miro con una mota de incredulidad y una plétora de ambigüedad—. ¿Cuántos años tienes?
—Algunos más que tú.
En apariencia no parece superar los treinta. Su piel es tersa y sus rasgos poseen una dureza refinada, viéndose gráciles e imponentes al igual que su espada... pero hasta el sujeto más despistado descubriría las sombras sibilinas en el rojo escarlata de sus iris, sombras de secretos y poder inconmensurable que requerirían de más de un par de decenas de años para cautivar de esa quimérica manera.
Una chispa de expectación nace en mi pecho. Apenas sé de este alfa que es desvergonzado, ladino y tiene fama de tirano, pero todo suena a un conocimiento demasiado superficial cuando le miro a los ojos.
—Si fuiste a buscarme cuando era pequeño, ¿cómo es que recién ahora estoy aquí?
—Pues... supongo que aún era compasivo en ese entonces. Te vi demasiado feliz correteando de aquí para allá con tus amigos, abalanzándote a los brazos de los adultos que se encariñaron contigo... ¿cómo podía ser capaz de hacer que un pequeño perdiera por segunda vez a su familia? Si te traía conmigo, ya no habrían más juegos y abrazos afectuosos... y no es agradable crecer sin amor.
Estoy anonadado.
—Así que —prosigue—... decidí buscarte en otro momento, cuando te hubieses desarrollado lo suficiente, tanto física como psicológicamente. Días después de que regresé a Arvandor sin ti, envié a Seth a Durmista. Ouran también era un candidato, pero su hermano siempre lo superó en madurez. Antes de que él partiera le di una paliza.
—¡¿Qué?! —chillo— ¡¿Por qué hiciste eso?!
Moon atina a sonreír pero se arrepiente a mitad del acto y acaba haciendo una expresión ambigua.
—Tenía que advertirle de algún modo que no se acercara a ti con otras intenciones. Si se atrevía a seducirte y tú te enamorabas, terminaría haciéndome las cosas más difíciles. Pensé que esa paliza le daría suficiente miedo para toda la vida... pero ya ves que fue tan útil como poner a Ouran a hacer cálculos. La segunda vez que fui a Durmista ni siquiera me molesté en verte, ni a ti ni a Seth. El líder, creo que era ese tal Jack, me recibió en su despacho y allí me enteré de que ya tenías un anillo en tu dedo. Entonces seguías siendo feliz y ya tenías pareja, seguro también agrandarías tu familia. Ya había estado pensando sobre la posibilidad de continuar mi vida como Arcano independiente, ya que mi cuerpo aún no se resentía por la magia y en soledad había alcanzado un nivel superior que el del resto de los Arcanos junto a sus Cadenas. Entonces... tomé la decisión de dejarte vivir tu vida y no involucrarme. Seguro estarás pensando que podrías haber vivido aquí con Seth, pero Seth no hubiese querido vivir aquí después de que desobedeció a su líder y se folló a su o... Cadena.
Mi apocamiento es tanto más grande cuanto más revelaciones escucho. Y es que, a fin de cuentas, tampoco conocía realmente a Seth.
—Jack... él nos dijo que había hallado a Seth en pésimas condiciones, pero él jamás habló sobre lo que le había sucedido. Cada vez que le preguntaba sobre ello, su rostro se ponía blanco.
—La palidez de la culpa, seguro.
—¿Culpa? ¡Lo golpeaste por un motivo ridículo!
—No pienses que salí indemne, me fracturó la muñeca y tres costillas... y si hubiese sabido que él no era capaz de hacer tal cosa, tampoco lo hubiera golpeado. Fue una batalla justa.
—Los alfas son idiotas. —Levanto indignado las manos—. Si no piensan con el pene lo hacen con los puños.
Moon me observa con esa sonrisa maliciosa que me grita "¡idiota, has vuelto a cavar tu propia tumba!".
—Tienes que verle el lado positivo, un pene tan inteligente como el mío solo puede hacerte conocer el Edén.
—No si antes te lo arranco de una mordida —le advierto y al instante me arrepiento.
Esa amenaza podría haber sido efectiva en Kuro, pero no es el caso para un alfa casquivano como Moon. Por su expresión compruebo que lo ha interpretado como un desafío.
—¿Probamos? —Se inclina hacia mí y sus feromonas aniquilan mis barreras—. Te daré un paseo gratis por el universo si subes a este cohete.
—¡A-Aléjate, guarro! —ladro, pero no me muevo ni un pelo.
Mis mejillas están furiosamente encendidas y la risa de Moon me lleva a erupcionar un montón de "síes" que se queman sin llegar a ser proclamados. Su único hoyuelo lo hace peligrosamente tierno y jodidamente atractivo.
—En verdad espero que tengamos un poco de tiempo —dice en un murmullo. Suena agridulce y sabe amargo, y hace que mis dudas e inquietudes ensanchen los agujeros insondables del miedo.
Mi próxima pregunta iba fomentada por la mera curiosidad y tal vez por algo de osadía, aunque no ve salida de mi mente cuando una ventisca incongruente al espacio cerrado del gimnasio nos alborota a ambos el cabello. Mi corazón redobla sus latidos al ver a un niño vaporoso tomar forma frente a nosotros.
¡El silfo!
A pesar de que cunde el silencio, Moon parece estar oyendo atentamente, sus cejas algo tensas y la concentración entre ellas, percibiendo algo que yo no soy capaz de captar. Me impaciento enormemente durante los veinte segundos silenciosos en los que ese ser etéreo está presente, y una vez se esfuma —veloz y mágicamente como llegó— salto del cajón con el estómago revuelto por los nervios.
—¿Qué dijo? ¿Encontró a Seth? —inquiero apremiante.
Asiente, pero está visiblemente desconcertado.
—Al parecer se ha estado moviendo durante todos estos días... pero se detuvo en Nikerym.
—¿Nikerym? ¿No es esa manada de monjes al norte de Haera¹? —pregunto extrañado.
El ceño de Moon se pliega, como si su propio desconcierto se tornara más tangible después de ser pronunciado por mis labios.
—Así es... pero entonces la gente de Nikerym ya debería estar al tanto de que hay un intruso en su territorio.
—¿Por qué lo dices?
—Todas las manadas de gran calibre como Arvandor están rodeadas de barreras como defensa ante los ataques vampíricos o de cualquier otro origen. Si Seth franqueó las de Nikerym, lo más probable es que haya alterado el campo energético que circunda la ciudad, tal como sucedió aquí.
Nos quedamos un momento especulando sobre el desconcertante dato. De los vampiros yo sabía el equivalente a un comino, pero aún así no quería ni podía quedarme pasivamente esperando a que Moon se encargara de todo.
—¿Qué tal si están usando el cuerpo de Seth para buscar algo dentro de las manadas? —especulo—. Los vampiros no pueden entrar, pero sí puede hacerlo un cuerpo sin prana, como tú dijiste. Y si el objetivo de quién controla a Seth no era matarme cuando hizo que se infiltrara en el castillo, entonces... ¿tal vez estaba buscando otra cosa?
—No es una mala deducción, pero ¿por qué llamaría tanto la atención al atacarte? Si hubiera querido hacerse con algo, solo tendría que haberlo tomado furtivamente y luego largarse de aquí. Nadie lo hubiera advertido.
Otro minuto de cavilaciones transcurre, interrumpido por un largo suspiro de Moon. Lo veo presionándose el espacio entre las cejas con una mueca de molestia y los párpados bien cerrados.
—¿Te encuentras bien?
—Sí... —contesta, a mis oídos con poca convicción y bastante lasitud—. Tengo que hablar con el líder de Nikerym para programar nuestro viaje. Puedes finalizar con los ejercicios de respiración que te enseñé, cuando acabes ve a buscarme a la glorieta del jardín.
Asiento efusivamente, esperanzado al oír que viajaríamos a buscar a Seth. Moon se levanta para partir, pero me encuentro de imprevisto sujetándolo de la manga de su gabardina.
—¿Qué sucede?
—A-Ah... —Lo mismo me pregunto. Lo suelto inmediatamente, balbuceando como idiota. La verdad es que simplemente siento que no debería dejarlo ir.
Su mano revuelve mi cabello y vuelvo adquirir el tono de una fresa.
—Concéntrate. Más tarde intentaremos conectar.
—¡¿En serio?! —La emoción cosquillea en cada uno de mis doloridos músculos.
Según lo que leí en el grimorio, cuando un Arcano y su Cadena "conectan", el caudal de energía de cada uno comienza a fluir entre ambos, como si todas las válvulas de un sistema de cañerías se abrieran por completo. Los canales energéticos se fusionan y potencian, y las acciones de cada uno influyen en el otro, o sea que si Moon utiliza magia... ¡yo también!
—No te entusiasmes tanto —dice sonriente—. No queremos hacer estallar ningún volcán ni secar ningún océano, ¿verdad?
Palidezco.
—¿Eso es posible?
—Claro que sí, aunque quedaríamos carbonizados antes de poder presenciarlo.
—Vaya, realmente sabes cómo pisotear ilusiones —refunfuño.
—No me gustan las ilusiones. Prefiero hacerlas realidad.
La mano que se había entretenido en mi pelo ahora se transporta a mi rostro. El pulgar roza mi labio superior, cae al inferior donde reposa por segundos de fuego e imprime una sutil promesa. Cuando la yema se retira, deja sobre mi piel el ardor seductor del peligro.
Mi Arcano se va y me quedo estúpidamente solo y embelesado en el gimnasio. El contacto me embriagó lo suficiente como para querer seguirlo y reclamarle que cumpla lo implícito en su caricia. Tal vez me sumergiría en otro Infierno, pero tal vez esa sea la única manera de salir del que ahora habito, este mausoleo sin llamas e irrevocablemente muerto.
No encontré a Moon en ninguna de las cinco glorietas dispuestas en el fabuloso jardín, por lo que tuve que regresar a mi habitación arrastrando una gran decepción. Después de una ducha relajante, me enfundé mi sudadera y bermudas favoritas y salí a buscarlo nuevamente, obteniendo los mismos desalentadores resultados. Esta vez acabé en la cocina preparándome un sustancioso desayuno. El hecho de dejar los supresores abrió doblemente mi apetito: tanto la comida como el sexo se me antojan mucho más gustosos. Para mantener a raya mis feromonas exacerbadas, debo ocupar diez minutos de aseo en toquetearme hasta descargar la tensión que las fantasías y el aroma de Moon me provocan, tomando ventaja del agua que se lleva mis fluidos a un lugar donde el alfa no los olfatearía. Es una pena que no pudiese acarrear también la culpa y la vergüenza que me pellizcan las entrañas maliciosamente.
Me llevo a la boca una tostada con un huevo frito salpimentado encima, el cual se desparrama por mis comisuras y barbilla al recibir mi mordisco en la jugosa yema anaranjada. Cierro los ojos en una especie de orgasmo sabroso que me hace salivar. Todo se ha tornado más nítido y pronunciado, los sabores, el tacto, incluso mi nariz se jacta de captar el dulce aroma de los jazmines plantados en el jardín. Acabo con una velocidad voraz la tostada y sigo con un puñado de frutos rojos que me embadurnan las manos y la boca de su azucarado líquido pigmentado. Doy un suspiro por el contraste de sabores pensando que luego probablemente me iré por el baño, pero sonrío diabólicamente un instante después al recordar que en realidad es el baño de Moon.
Una bulla de voces nace en la lejanía hasta convertirse en un retumbe ruidoso al otro lado de la pared. Me apresuro a zamparme los arándanos restantes y a limpiarme la boca con una servilleta para no parecer un puerco antes de que mis amigos, Erice y Srinna irrumpan en la sala. Ignoro el por qué demonios se han levantado todos juntos, quizás ya han empezado a llevarse bien y a compartir el desayuno.
—¡Fosforito! ¡Buenos días! —Nate me abraza como es usual y yo le despeino el cabello ondeado—. ¿Ya terminaste de entrenar?
—Buenos días —saludo en general antes de contestarle a Nate—. Supongo. Moon tuvo que ir a hacer algo... ya sabemos el paradero del Seth —informo.
Todos reaccionan con una sorpresa entre ilusionada e inquieta.
—¿Dónde lo encontraron? —quiere saber Erice. A simple vista es la que luce más nerviosa.
—En Nikerym. No sabemos cómo es que ha llegado allí ni por qué, pero iremos a buscarlo.
—¿Nikerym? —pregunta Kuro desorientado.
—Es un territorio de lycans bastante extenso hacia el norte del continente —lo anoticia Srinna—. Es muy extraño que Seth se encuentre allí, especialmente porque hay barreras espirituales de todo tipo.
—Moon dice que puede sortearlas por tratarse de un cuerpo sin prana.
Por la expresión de mis amigos sé que no están entendiendo un coño, pero no es el caso de las otras dos omegas. Imagino que deben estar familiarizadas con la magia y todo ese rollo al vivir junto a un Arcano.
Hago contacto visual con Lyanna, aunque ella aparta orgullosamente la mirada con un leve mohín. Un segundo después su cuello vira de vuelta con aún más brutalidad para encajar su mirada aguileña en mi cuello.
—¿Qué tienes ahí? —se le escapa con un timbre chillón.
El resto entonces la imita, advertidos de la irregularidad en mi piel por aquel grito.
—¿Qué crees? —bufo, girándome hacia mi desayuno para ocultar la mordida.
—¿Ese imbécil te mordió?
—Oye... —comienza a increparla Erice, pero Lya se ha cabreado lo suficiente como para callarla con un solo vistazo.
Mi amiga se acerca y me voltea sin pedir permiso para examinarme la herida hinchada. Pone los ojos como platos, la furia la enrojece.
—¡¿Qué te ha hecho ese bruto?!
—No es para tanto...
—Oh por los dioses, no me digas que tú se lo permitiste...
—Fue un accidente, ¿vale? —le digo fastidiado. Aún no me olvido de nuestra pelea de ayer.
—¡No veo como sus dientes pueden haber caído accidentalmente en tu cuello!
—Lyanna, deja que ellos arreglen sus problemas a su modo —intercede Srinna, apoyándole una mano en el hombro—. Después de todo, Hazel también ha mordido a Raegar.
A Lya se le cae la mandíbula. Más atrás, Kuro y Nate me observan curiosos.
—¿En serio Hazel? Vaya —masculla Lya—, si solucionan sus problemas marcándose, no quiero saber lo que hacen para festejar.
—Tranquila, que para festejar no tenemos nada.
—¡¿Quién quiere café?! —salta Kuro, decidido a amenizar el ambiente.
Por suerte Lya se traga su histeria y se aleja para sentarse en la punta más alejada de la mesa en el comedor contiguo. Erice y Nate la secundan y Srinna se queda ayudando a Kuro con las tazas. Aprovecho a preguntarle por Moon y Ouran.
—No los he visto —contesta—. Puede que Raegar le esté realizando a Ouran otra curación espiritual.
—¿Por qué? Pensé que eso no funcionaba en él.
—No tiene un efecto permanente ni a largo plazo, pero al menos sirve para calmar momentáneamente el ruido energético. Ouran ha estado más alterado de lo normal, y a Raegar le preocupa que su alma acabe con algún daño irreversible. Por ello lo cura regularmente.
Kuro me tiende una taza de café y se queda apoyado en la encimera oyendo con atención.
—Srinna... —Ella me mira inquisitiva en tanto pone unas rebanadas de pan en la tostadora—. Moon se ve algo cansado, ¿sabes si le sucede algo?
Su rostro permanece imperturbable cuando responde.
—Se encuentra muy atareado con los asuntos de gobierno. Muchas noches las pasa en vela autorizando y rechazando proyectos, consultando informes de economía para tomar medidas y clasificando una montaña de papeleo sin ayuda. No te preocupes.
—N-No me preocupo, solo preguntaba... —Sin embargo mantengo mi vista en el semblante de la omega por unos segundos más de lo necesario. Como su semblante no me dice más que sus palabras, me digo que solo estoy paranoico y relajo un poco los músculos que llevaba tensionados sin darme cuenta.
El día transcurre inusitadamente normal. Acompaño a Nate a arrojarles pan a los peces Koi de la enorme laguna del jardín, ordeno algunas carpetas de la universidad con Kuro y avanzo en mi lectura del grimorio. Entrada la tarde rezo a los dioses por el alma de mi alfa. Entre oraciones el sueño se cuela, la cama se vuelve extremadamente cómoda y las feromonas me acunan y acompañan al mundo onírico.
...
El sol resplandece despampanante y nos envuelve en un halo cálido e igualmente brillante. Parecemos ángeles en nuestro propio cielo.
Seth me sorprende por detrás y me da un beso en la mejilla.
—¿Por qué tan concentrado? —Se sienta a mi lado en la hamaca de Sophie y me veo obligado a acomodarme en la esquinita para que él quepa.
—Solo veo a los niños. Gil es bastante bueno —señalo.
El pequeño alfa corre detrás de un balón, seguido por el niño regordete y la niña tímida que luce como Ricitos de Oro.
—Pensé que solo tenías ojos para mí.
—No seas acaparador —río, propinándole un golpecito en el formidable brazo.
—Vale, me conformaré con tu corazón.
Me da otro beso que alienta un silbido en un tercero. Kuro llega a los trotes con una sonrisa y un papel en la mano.
—¿Qué traes ahí? —inquiero.
—¡El acta de defunción! Tienes que firmar porque tú lo viste.
Mi expresión se trastoca. El sol está un poco más sombrío. Ya no tiene tantas ganas de arder.
—Yo no he visto nada.
—¡Claro que sí! Firma aquí —insiste, tendiéndome el documento con las formalidades del fallecimiento. Busco el nombre del desdichado en el papel pero no lo encuentro.
Es algo que no debería pronunciar.
Otro beso aterriza en mi mejilla y esta vez plasma una huella de sangre en mi piel. A mi lado en la hamaca, Ouran me dedica otra sonrisa sanguinolenta antes de levantarse y retirarse. Seth ha desaparecido. Vuelvo a tener espacio para sentarme, pero prefiero permanecer acurrucado en la esquina.
Me ha dado frío.
—¿Ya firmaste? —acucia Kuro.
Hago un garabato en la hoja y se la devuelvo. Mi amigo agacha la cabeza y me da sus condolencias.
—Lo siento mucho.
Tiene un traje negro como el éter. El sol se marchó, pero no hay luna ni estrellas.
Lya, Nate, Erice y Srinna aparecen tras Kuro y repiten el ademán de cabeza. Todos visten del mismo color.
—¡Tío Hazel! —Gil llega con el pecho agitado y señala el bosque—. ¡El balón se fue hacia allá! ¿Puedes buscarlo por nosotros? Yo no quiero verlo.
—Vale, espérame un momento.
Me adentro en el bosque en la dirección que Gil indicó. Recorro varios metros y no hay rastros de la pelota, solo encuentro árboles que pierden gradualmente su follaje, hasta que camino entre un cementerio de ellos. Solo troncos y ramas peladas, raquíticas y espeluznantes. La única vida aquí es la mía y el único color el rojo de mis Converse. Mucho más allá atisbo otro tono que contrasta entre los grises funestos. El balón.
Me envalentono hacia él aliviado porque al fin saldré de esta tumba sofocante para regresar con mis amigos, pero mis zapatillas se entierran entre las hojas muertas yacentes en la hierba enlodada al detenerme abruptamente. Definitivamente es el balón lo que se encuentra bajo el enorme árbol haya, mas no soy capaz de asimilar lo que mis ojos ven colgando de una de sus gruesas ramas desnudas.
La angustia es un parate a la bárbara imagen, funcionando como un muro que separa y desconecta mi psiquismo de la crueldad exterior. No obstante, mis ojos no pueden dejar de verlo, mi nariz de no olfatearlo y mis oídos de no oírlo, y así el muro se fractura dejándome contemplar la muerte sin filtros.
La cuerda aprieta con fuerza su cuello, vanagloriándose de poder sujetar y arrebatar al mismo tiempo.
—No... —gimoteo. Mi eco vuelve eternamente, trayendo consigo el dolor inaguantable de un pasado que el futuro repite como un eco más.
Doy un par de pasos hacia atrás, agarrándome la cabeza sin lograr tapar mis ojos. Estoy condenado a ver.
Moon abre los párpados y me devuelve una mirada triste desde el aire.
—El tiempo se acabó —susurra.
Sus palabras rasgan el aire y gritan ensordecedoramente, como el sonido de las uñas contra una pizarra.
—¡No, no, no...!
Aún estoy gritando que pare cuando despierto con el pecho cerrado, aturdido hasta la enajenación. Aspiro por la boca con desespero, buscando la vida y el calor que siento huir de mi cuerpo, por más de que mi cuerpo siga vivo y caliente. Salgo pitando de la cama aterrorizado, rodeándome el cuello con las manos para irrisoriamente intentar arrancarme la sensación de opresión, la cual solo mengua cuando abro las pesadas puertas del armario y me lanzo a la reserva de abrigos del alfa que aún permanecen aquí. El aroma impregnado en ellos es medicina natural. Un minuto dentro y consigo adoptar un compás regular en mi respiración.
Ahora que mi vida ha vuelto, el temor amenaza desde otra perspectiva, desde el lado de mi intuición y de mi instinto. No debería haber ignorado el mal presentimiento que desde hace días arrastro como un blackberry² encadenado a mi tobillo.
Esta vez ni siquiera es necesaria una instrucción mental para que mis piernas me lleven a donde Moon se encuentre, aunque debo soportar durante el trayecto el miedo de no hallarlo en ninguna parte.
No lo olfateo en su nuevo cuarto, pero golpeo la puerta de todas maneras. Espero unos segundos antes de abrir. No está aquí.
Por las ventanas la noche se ha asomado hace bastante tiempo, limpia y moteada de millares de estrellas. A la par alcanzo a percibir un tenue olor a salsa de tomate, entonces es la cocina el próximo lugar que viene a mi mente. La cena debe estar lista o a punto de estarlo.
Corro por los pasillos laberínticos, equivocándome de dirección en un par de cruces y al borde de un llanto frustrado y medroso. Si supiera usar magia, o al menos cómo funciona el Amarrador de Almas, podría encontrarlo en un instante. Y en ese instante, el anillo en mi anular comienza a brillar. Levanto la mano para admirar la gema roja rusiente y el hilo del mismo color que brota de ella, conduciéndose por el aire hacia adelante. Parece marcar una dirección, por lo que sigo prestamente aquella fina hebra de luz pensando que, tal vez, la magia no funciona tanto con el raciocinio sino que son los deseos los que la fraguan. Caigo en la cuenta de que aún estoy dirigiéndome a la cocina, pero ahora por el camino correcto. Avanzo con mayor confianza al estar utilizando magia por mi propia cuenta y porque aquel hilo rojo me conecta con mi Arcano, lo que significa que está a salvo. Lo compruebo cuando me doy de bruces con él al entrar en volandas al comedor.
—¡Moon! —chillo, ni siquiera me molesto en tapar mis ojos acuosos.
Él me examina por un momento antes de alzar la mano en la que lleva su propio Amarrador de Almas. Al hacerlo, el delgado lazo que conecta ambos anillos ondea y llena el metro que nos separa de pequeñísimos destellos rojos y violetas, como purpurina. Luego desaparece y las gemas dejan de rutilar.
—Veo que eres un autodidacta —dice y esboza una media sonrisa.
El pecho se me desinfla, exhalo pura preocupación.
—¿Verdad que soy genial? No, que va, soy perfecto —alardeo.
—Eres un perfecto demonio. Estabas usando magia negra.
Mi sonrisilla fanfarrona se desvanece.
—¿Qué? ¿Por qué?
—¿No dijiste que habías leído el grimorio?
—N-No llegué a esa parte —me atajo.
Con su índice bajo mi barbilla y su pulgar sobre mi belfo, Moon levanta mi rostro y se ladea hacia abajo para observarme con mayor atención.
—¿Qué es lo que te perturba, pequeño?
Alguien carraspea. Sé que es Lya incluso antes de que pase a nuestro lado con una ácida expresión y a paso iracundo. Nate va tras ella, pero se apresura y mira hacia otro lado al esquivarnos para entrar a la sala.
—¡Ya está la cena! —El aviso proviene de la cocina y de la garganta de Kuro. Al parecer hoy también ha hecho de chef.
—¿Dónde estuviste todo el día? Te estuve buscando... —le digo al alfa con algo de reproche.
—Lo siento, tuve que ir al hospital. Hubo otra urgencia.
Asiento levemente en entendimiento.
—¿Puedo... hablar contigo después de comer?
—Por supuesto. Me vendría bien algo de compañía esta noche.
—¡No malpienses las cosas!
—Solo pensaba en que podrías ayudarme a elegir qué gabardina llevaré mañana a Nikerym. Estás más familiarizado con ellas que yo.
Me averguenzo delatadoramente. Nunca me detuve a pensar en que probablemente apesto a sus feromonas después de restregarme entre sus prendas.
—¡Deja de decir idioteces! Espera —Rebobino y reproduzco mentalmente lo que acabo de escuchar— ¿Iremos a Nikerym mañana?
—Sí. No sabemos cuánto tiempo estará allí Seth, incluso puede que ya se haya marchado, pero será mejor que no perdamos tiempo y nos ocupemos de esto antes de que pase a mayores.
—¿Entonces ya tenemos el permiso del líder para entrar?
Asiente.
—Como suponíamos, detectaron anomalías magnéticas pero sus barreras no se alteraron. Tampoco han hallado intrusos. Sea cual sea el tipo de magia que controla a Seth, no quedan dudas de que el nigromante es un prestidigitador muy poderoso. Tendremos que ir con cuidado.
Kuro vuelve a gritar que la cena está lista, por lo que no nos queda otra que dejar la conversación para después. Quisiera poder hacer lo mismo con las imágenes de mi pesadilla que me invaden tenazmente durante la comida. Capto algunos fragmentos de conversaciones y puedo llegar a aseverar que mis amigos están insistiendo en ir con nosotros a Nikerym.
—¿Y tú qué dices?
—¿Mn?
—¿Dejarás que te acompañemos, verdad? Tengo que conocer ese lugar, estuve googleándolo y dicen que todos son calvos. Hermano, no puedes dejarme morir sin haber visto eso —me persuade Kuro.
—Hazel no irá solo con el alfa. Ni siquiera deberíamos estar discutiendo esto —sigue Lya.
—Si van con ellos solo interferirán —se opone Erice. Eso origina una disputa con Lyanna, en la cual Kuro solo aporta chistes y Nate tartamudeos nerviosos. Srinna resopla, sabe que el único remedio es hacer oídos sordos. En cuanto a Ouran, sigue brillando por su ausencia.
—¿Tío Rae?
Algo fuerte y monstruosamente terrible resuena desde mi interior cuando la voz tembleque de Gil se levanta por sobre el barullo, sobre todo porque suena extrañamente asustada y chillona.
¡El balón se fue hacia allá! ¿Puedes buscarlo por nosotros? Yo no quiero verlo.
Tienes que firmar porque tú lo viste.
El tiempo se acabó.
Mis ojos se desorbitan y mi corazón se estrella contra mis costillas. Moon estaba más silencioso de lo usual, pero yo tampoco quería ver.
En su silla luce sereno y perfecto como un difunto emperejilado para su funeral, aunque la sangre que mana de sus ojos cerrados y de su nariz corrompe la blancura inmaculada de su piel.
Es lóbregamente hermoso.
Lo he visto otra vez.
(1) Haera: continente que abarca una gran cantidad de manadas. Este es el nombre que recibe de los lycans, sin embargo los humanos lo llaman de otra manera.
(2) Blackberry: de esta manera llamaban a la bola de hierro que ataban a los tobillos de los esclavos en EEUU hace cientos de años en el pasado. Curiosamente, el nombre de los teléfonos "BlackBerry" está inspirado en esto mismo, dando a entender que estamos "atados a ellos".
Explicación del final: habrá quienes no hayan entendido un carajo, así que se los explico de una manera más sencilla y concreta: Están todos en la mesa charlando y Gil es el primero en notar que su tío se ha quedado callado, como muerto en la silla, sangrando por la nariz y por sus ojos (cerrados). Entonces chilla y el resto se da cuenta. Hazel lo ve y lo asocia inmediatamente con el horrible sueño que tuvo, donde ve a Moon muerto. Por eso el "lo he visto otra vez". También hay una vaga referencia a la vez que se encontró a Seth colgado. Sorry por la abstracción que me sale a veces, sé que puede ser "complicado" de entender, pero así es mi estilo de escritura y no me apetece cambiarlo xd. Prefiero explicarlo de esta manera o responder a sus preguntas, que son totalmente bienvenidas uwu.
Como no nos leeremos hasta el 2 de enero, les deseo unas grandiosas fiestas y un buen comienzo de año. Que el 2021 llegue lleno de éxitos, aprendizajes, alegrías y un montoooon de yaoi delicioso 💕
¡Un abrazo y hasta pronto!
Les dejo una imagen de Kuro para la buena suerte uwu
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top