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—¡Ah, vacaciones al fin! —chilló JiMin, elevando los brazos en símbolo de su más sincera alegría.

—Por fin podré disfrutar como lo merecemos, ¿verdad, Seokie? Gwangju es maravilloso. —Seok abrazó a su novio por la cintura, a lo que TaeHyung solo se sonrojó.

Ellos eran provenientes de esa ciudad, pero JiMin los había encontrado en Daegu porque estaban de visita a unos familiares de HoSeok.

—Seguro que sí, hyung. Algún día iré a visitarlos. Daegu también es muy acogedor —dijo el menor. Realmente quería ir a la ciudad natal de sus amigos algún día.

Las sonrisas cálidas y compartidas no faltaron. La nostalgia también hizo acto de presencia, pues habían pasado un año juntos y mantenerse unos meses alejados no iba a ser sencillo. Sin embargo, no se decían mucho, solo se miraban entre los tres, hasta que TaeHyung le hizo una señal a JiMin para que se uniera al abrazo.

—Los voy a extrañar —confesó JiMin.

—Y nosotros a ti, pequeño. —El mayor de los tres besó la coronilla del omega y cerró más al brazo.

Esa faceta paterna de HoSeok era bastante normal para todos, en realidad. HoSeok disfrutaba mucho la sensación de sentirse protector de alguien, incluso lo era con su novio. A veces TaeHyung también se unía a ese juego y eran una familia. De raros, pero una familia.

El abrazo se prolongó un poco más hasta que el tiempo los alcanzó y tuvieron que separarse. JungKook pudo haberse unido también a su despedida, pero se lo había hecho el día anterior, ya que en la mañana iría con NamJoon y el infeliz para embarcarlos. Patético. JungKook los cambiada a menudo, aunque no lo juzgaba: él iba por Namjoon. SungJae también se había despedido por la noche, porque quería comprar unas cosas en la mañana para su familia antes de partir.

JiMin tomó sus cosas y fue a la estación de buses. Seguramente cierto alfa también lo haría, pero con ignorarlo estaba bien.

El omega, luego de despedirse de sus amigos y que éstos tomaran otro camino, tomó un taxi a las afueras de su residencia. Se despidió del señor de la seguridad con quien había desarrollado una curiosa amistad en toda su estadía ahí y por fin estuvo de camino a la estación de buses. Dentro ya del vehículo y acompañado de su propio silencio, se puso a pensar en todo lo vivido en la universidad.

Un año había pasado ya desde que fue a Busán por estudios. Había sido un año interesante y, aunque creyó que estaría todo arruinado por la presencia de un ser tan insoportable de quien no es necesario mencionar el nombre, había sido agradable, sobre todo gracias a Yook SungJae. Conocerlo había sido una real fortuna. El alfa era muy atento, amable y caballero; aparte de que siempre le demostraba a JiMin lo interesado que estaba en él con detalles y tiempo más que nada. SungJae era todo lo que alguien podría pedir, y encontrarlo en la situación en la que estaban alfas y omegas, era como sacarse la lotería. Se había librado de YoonGi de una hermosa forma. Yook SungJae era a quien necesitaba, no a un castaño insufrible o un extraño.

—Al fin libre de esa peste —dijo YoonGi una vez en su asiento en el bus, realmente aliviado por no tener que pasar sus vacaciones metido en la universidad y obligado a cruzarse con un azabache despreciable.

Todo el peso que cargaba en sus hombros parecía desaparecer. Cuando llegara a su casa, estaría verdaderamente en paz. Sí, necesitaba tiempo libre y su vista limpia de cualquier rastro de un JiMin molesto.

—Pero viven prácticamente al frente el uno del otro —dijo NamJoon mientras acomodaba las maletas en el compartimento superior.

—Sí, pero es más fácil ignorarlo cuando hay paredes y puertas de por medio, aparte de una autopista bastante transitada.

El beta no entendía esa lógica, pero era cierto: nunca antes habían hecho tanto contacto en sus vidas como estando en Busán. La universidad fue la raíz de los problemas y de tener que frecuentarse, desgraciadamente.

—Hablando de Roma... —prosiguió el castaño al ver a JiMin asomarse por la puerta del bus.

—Tu amor inalcanzable que se asoma —finalizó NamJoon, riendo un poco por la mueca desagradable que se formó en el rostro de su amigo.

YoonGi solo le arrojó un par de medias en bolita y una mirada asesina. Ante la risa burlona de NamJoon, el alfa se acurrucó en su asiento, sacó su celular, colocó los auriculares y se dispuso a ignorar todo y a todos, incluyendo a su fastidioso y querido compañero. Luego de un rato, se quedó dormido, lo que dejaba a NamJoon en la misma posición de cuando se conocieron: contemplando a YoonGi dormir.

Era cierto que el desempeño del castaño en demostrar su odio a JiMin había disminuido. Aunque YoonGi seguía profesando que odiaba a ese omega hasta el infinito, parecían solo ser palabras de un despechado, o era lo que pensaba NamJoon, quien por supuesto no tenía la versión completa de lo que sea que hubiera pasado entre esos dos, ya que YoonGi nunca había hablado sobre ello.

¿Habría querido a JiMin en un pasado y no había sido correspondido? Improbable, pero quizá sí le gustaba y lo escondía bajo una gruesa capa de odio y rencor, capa que un alfa de nombre Yook SungJae engrosaba día a día. Y había efectos secundarios. El balance se había perdido. Para YoonGi era fácil molestar a JiMin cuando el omega estaba solo, pero como últimamente siempre estaba acompañado, YoonGi ya no podía acercarse. Sin discusiones y peleas, fuente de su odio se apagaba, por eso el castaño estaba menos irritable ante el omega. Solo lo ignoraba, aunque los comentarios agresivos no faltaban de vez en cuando.

Simple lógica, al menos así era para el hábil beta.

—Ay, Yonnie. ¿Por qué te escondes? —susurró NamJoon, acariciando la cabellera castaña de su menor y con preguntas rondando por su mente, todas sobre ese alfa que se esmeraba en ocultar sus sentimientos.

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