CAPÍTULO XXXIV • Adiós, mi amor •


Z E F E R

Desde que descubrí el secreto de Giorgio di inmediatamente aviso a Rier. Fue verdaderamente difícil hacer llegarle la información, Giorgio estaba sospechando de cada paso que daba, y aunque no quisiera ser paranoico, había una enorme posibilidad de que él se hubiera dado cuenta que faltaban aquellos papeles en ese cuarto secreto.

Aunque él no lo supiera, sabía que le prohibió al entrenador de vylas que cualquier tipo de carta que estuviera bajo mi nombre saliera, y claramente, esto significaba que no podía escribirle a Clematis, y si es que ella me había estado mandando cartas, estas jamás me eran entregadas.

Me vi en la obligación de buscar mensajeros fuera del palacio, no podía correr el riesgo de que las vylas fueran interceptadas, así que gran parte del dinero del que disponía se iba en el pago de estos mensajeros. Y aunque esto se volviera un trabajo engorroso, no había otra forma de agilizar el contra ataque.

Ya no solo se trataba de un medio para asegurar la felicidad entre Clematis y yo. Ahora esto era algo mucho más grande, la vida de muchas personas que habitaban en diferentes naciones dependía de nosotros, y el cometer cualquier tipo de error era simplemente inaceptable.

—Amo Zefer —al observar en dirección a la puerta pude ver a Meried parada bajo el umbral, en una mano sujetaba una escoba, y en la otra tenía una cubeta de madera con otros implementos de limpieza.

Sabía que significaba que ella estuviera allí.

—Estoy limpiando las habitaciones, si no está demasiado ocupado, me gustaría comenzar por su cuarto.

—Adelante —le respondí, ella asintió.

Al salir del cuarto vi de soslayo como uno de los guardias de mi padre me observaba desde el extremo contrario, fingí no haberme dado cuenta que se encontraba allí, así que caminé a la planta de abajo para buscar algo que comer. En cuanto llegué al primer piso, vi que Eleonor estaba sentada leyendo cerca de la ventana, ella al darse cuenta que la estaba observando me sonrió y cerró el tomo para posteriormente posicionarlo sobre su regazo.

—Hola Zefer —me dijo mientras sonreía y yo solo atiné a hacer lo mismo por cortesía. Aunque aparentemente ella hubiera perdido la memoria, aún no me inspiraba confianza—. ¿Ya almorzaste?

—No. Aun no —me dirigí hacia un mueble que estaba frente a ella y tomé asiento.

Aquellos ojos que una vez me quitaron el aliento me observaban cautelosamente, pero luego su gesto dio paso a una sonrisa radiante y llena de alegría.

—¿Quieres que le diga a las señoras que te sirvan tu plato? —preguntó mientras se sentaba al filo del mueble—. Yo ayudé en la cocina. Bueno, solo corté las verduras, pero aprendí a cocinar guiso de liebre.

—No gracias, Eleonor —exclamé mientas me cruzaba de piernas—. Cuando tenga hambre yo mismo iré a pedirles que me sirvan.

—Oye... —su voz sonó entrecortada—. ¿Te hice algo malo? Me tratas muy distante —su sonrisa se borró conforme hablaba, sin embargo, sus ojos no dejaban de estudiarme—. Si te hice algo malo antes de que perdiera la memoria me gustaría pedirte una disculpa.

—No me hiciste nada —le respondí con tranquilidad, ella apretó los labios de forma lineal—. Es solo que... me siento algo culpable por tu pérdida de memoria —mentí.

—Fue un accidente, Zefer... —ella esbozó una sonrisa cabizbaja mientras observaba sus manos—. Jaft me dijo que trataste de agarrarme, pero que no lograste sujetarme a tiempo, y por eso caí.

—¿Jaft te dijo eso? —pregunté con incredulidad mientras ella asentía repetidas veces.

—Sí —ella sujetó los rizos de su cabello y comenzó a hacer algunos bucles.

Ambos nos mantuvimos varios minutos en silencio. No sabía de que hablar con ella. Tener una conversación con Eleonor nunca fue fácil, por lo general ella siempre me atosigaba con sus exigencias y quejas, y luego de hablar apenas unos minutos, pasábamos a una interacción netamente carnal.

—Zefer —su voz me devolvió a la realidad, ella estaba moviendo una mano cerca de mis ojos.

—Perdón, me desconecté un momento.

—No te preocupes —sonrió.

—¿Qué sucede?

—¿Recuerdas como fue que nos conocimos? Si te soy franca me molesta un poco no recordar casi nada de ustedes —ella agachó el rostro, y yo no pude evitar sentirme culpable—. A Jaft también le pedí que me cuente nuestra historia, pero me dijo que siempre fui más apegada a ti cuando éramos cachorros.

—Bueno... en parte es cierto.

—¿Me contarás?

—Si mal no recuerdo fue un día de primavera —sin quererlo mi mente viajó a ese preciso instante—. Ese día había tenido unos problemas en casa y me escapé, caminé por horas y luego me fui a una parte cerca de un claro dónde no había gente. Tú estabas debajo de un árbol leyendo.

—Oh, entonces siempre tuve afición por la lectura.

—Aparentemente si.

—¿Recuerdas algo más?

—Ese día conversamos de todo un poco durante largo rato. Me divertía hablando contigo, eras alguien bastante culta, y aunque ese día no me dijiste tu nombre, quedamos en encontrarnos al día siguiente en el mismo punto.

—Ya veo, es probable que me sintiera... intimidada por verte.

—Quizás sí. Era como si fueras una persona completamente diferente, al otro día cuando te volví a ver, eras una Hanoun más desinhibida, jovial, y ya no estabas avergonzada.

Omití varias partes porque no quería que Eleonor malinterpretara la situación. Lo cierto es que, ese día cuando volvimos a vernos ella me besó, y a partir de ese punto todos esos encuentros terminaban en caricias y exploraciones propias de alguien de nuestra edad.

—¿Qué curioso, no? —ella rio mientras sostenía su mentón— Por lo que me dices, era como si fuéramos dos personas diferentes las que conociste.

—Sí, el cambio también me confundió en su momento. Pero no era posible que haya conocido a otra tú un día antes, sé que eres hija única, y a menos que haya sido una aparición la que vi, es imposible que se tratara de otra persona.

—Supongo que ya estaba en confianza por eso actué de otra forma.

Antes de que pudiéramos seguir conversando de algunas cosas del pasado, las que podían decirse, vi que Giorgio entró por la puerta del palacio e inmediatamente me dedicó una mirada atenta.

—Zefer —su voz gruesa hizo que tanto Eleonor como yo le prestáramos atención—. Ven a mi despacho —ordenó, y sin añadir nada más, comenzó a caminar escaleras arriba.

Me disculpé con Eleonor y comencé a seguirlo. Lo único que rogaba en ese punto era que su conversación no dudara demasiado, moría de hambre, y por haberme quedado conversando olvidé por completo cual era el motivo para el que había bajado.

Él dejó la puerta abierta. Cuando estuve dentro cerré la puerta con pestillo y caminé hacia uno de los sillones que estaba frente al escritorio. Giorgio se encontraba del otro lado encendiendo su pipa, y luego de dar una larga calada de humo, me observó.

—Dentro de una semana y media será la boda de Jaft y Eleonor—me informó y asentí—. Los líderes de las naciones ya fueron informados acerca del evento desde hace una semana, así que la mayoría de ellos estará llegando en los próximos días, deberás recibirlos, estoy ocupado con otros asuntos.

—Entendido.

—Asegúrate de indicar a la servidumbre que preparen la zona sur del palacio. Y trátalos bien, al menos finge que te importan —se encogió de hombros con desinterés.

—De acuerdo. Pero ¿por qué Jaft se casará tan pronto? —pregunté, Giorgio caló su pipa y luego expulsó una inmensa nube de humo—. ¿A qué se debe el apuro?

—En palabras de tu hermano: Los padres de Eleonor están insistiendo, consideran una deshonra que su hija esté viviendo bajo el techo de alguien sin estar casada —acotó mientras comenzaba a tamborilear los dedos sobre el escritorio—. Pero yo apuesto a que lo hacen para que paguemos algunas deudas que tienen. Ah, por cierto —sus ojos se posaron en mi mientras esbozaba una sonrisa de lado—. Polakov está llegando el día de mañana y junto a él vendrá su hija, Celine, tu nueva prometida, espero que sepan entenderse a la perfección.

—¿Qué? —en ese momento cambié de actitud, Giorgio simplemente me observó atento sin decir nada— Yo ya tengo una prometida —respondí tajantemente, una sonrisa socarrona se plasmó en sus labios mientras comenzaba a reír con fuerza.

—¿La humana esa? —bufó—, Zefer, por Kyros, ¿en verdad pensaste que la humana sería tu futura esposa?—replicó con sarcasmo—. Por favor, si yo la traje aquí fue para que ella se volviera tu juguete sexual.

Su sonrisa se amplió aún más conforme hablaba. En ese punto me vi obligado a morder la parte interior de mi boca con fuerza, y al hacerlo ejercí tanta presión, que terminé lastimándome los carrillos.

—Me niego a comprometerme nuevamente —respondí mientras Giorgio aún se encontraba sonriendo.

—Vamos, Zefer, no puedo creer que en verdad te hayas enamorado —expresó él con total incredulidad—. Pensé que el encaprichamiento se te iría con ella lejos de aquí, pero veo que en verdad fuiste lo suficientemente estúpido como para enamorarte de alguien tan bajo. Lo admito —dijo de manera divertida—¸en un principio fue gracioso el ver como aborrecías a la humana esa, pero esto ya se ha vuelto algo irritante —replicó con disgusto—. No sé qué clase de hechizo sexual puso sobre ti, pero zorras como ella existen muchas, anda al burdel de Fiora y encontrarás híbridas mucho más bonitas que ella.

—¡Cállate! —me acerqué con velocidad hacia el escritorio y lo golpeé con fuerza, este se resquebrajó, un pedazo de las esquinas terminó cayendo al suelo—. ¡No tienes derecho a referirte a ella de esa forma! —escupí con ira hacia él, Giorgio se sorprendió por mi reacción.

—Escúchame bien, Zefer, porque no pienso volver a repetirte esto.

Giorgio se puso de pie y caminó hacia mí para encararme. Ninguno de nosotros apartaba la mirada en ningún momento. Parecía como si de sus ojos brotaran llamas. En ese punto ninguno parpadeaba. Llegó un momento incluso en que su rostro terminó tan cerca del mío, que pude percibir el aroma de lo que fumaba.

—La humanita esa, que tanto defiendes y proteges, ya te dejó de lado.

—¿De qué estas hablando? —sentía la sangre hervir dentro de mi interior con cada palabra que él soltaba.

—Simple —me observó con atención, y nuevamente una sonrisa se plasmó en su rostro—. Mientras tú te encuentras aquí defendiéndola con garras y dientes, ella ya siguió adelante. ¿Qué esperabas? —bufó—. Es una simple humana, ellos no aman por mucho tiempo a alguien. Ahora está jugando a la familia con Argon. ¿No te lo dijo? ¿Ni siquiera trató de escribirte una carta?

—¿A qué demonios te refieres? ¡Habla de una maldita vez! —grité ya cansado de tanto rodeo de su parte, necesitaba una respuesta concreta.

—Ella y Argon han adoptado un niño humano —soltó finalmente y enmudecí—. ¿Cuál era su nombre? Ah, sí, Cael, su amado hijo humano, sucio como ella, impuro como solo ella puede serlo.

—Estás mintiendo.

—No. Te pregunto algo, ¿en verdad crees que la dejaría a ella sin supervisión alguna? —bufó—. Tengo gente en Wyrfell, ella ni siquiera respira sin que yo me entere. ¿Cómo pudiste confiar en ella? Es una humana. —Giorgio se acercó a mi lentamente mientras susurraba en mi oído—. ¿No recuerdas lo que te hicieron los humanos? Piensa en tu madre, Zefer, Lyra se acostó con uno de ellos.

No necesité escuchar más, lo empujé con fuerza generando que él trastabillara. Giorgio se sostuvo y de esta forma no cayó, y esto solo provocó que su rostro se endureciera aún más producto del odio creciente que sentía por mí.

—No pienso creerte nada, padre —respondí tratando de demostrar seguridad—. Hasta que no lo oiga de ella, no pienso creerte.

—Tan solo recuerda algo, estúpido cachorro. Si a mí me da la gana, puedo asesinarla mientras ella duerme. Así que, ten cuidado, no me provoques. Si te veo cerca de ella en la ceremonia, será su final.

Tras oírlo decir esto salí enfurecido de la habitación, no me importó el resquebrajar la puerta por el portazo que di, la ira que sentía dentro estaba generando que pensara lo peor, pero tenía que calmarme, tenía que confiar en Clematis y sobre todo en Argon. Ella sería incapaz de traicionarme, estaba seguro de que lo que buscaba Giorgio era jugar con mi mente.

Al llegar a mí habitación Meried ya se había marchado, eché el pestillo a la puerta y fui hacia la cama, hurgué debajo del colchón y encontré el sobre que ella había dejado allí. La única forma de que yo pudiera enviar o recibir correspondencia era gracias a Meried y Wylan, ellas se encontraban de mi lado, aunque para ser franco, ellas lo hacían únicamente por Clematis. Rasgué el sobre y comencé a leer la carta sin remitente.

«Zefer, no sé cuánto tiempo pueda seguir con esta serie de mentiras. Clematis no da indicios de que recuperará la memoria algún día, y ya se está volviendo sumamente complicado el quemar todas las cartas que ella le envía a su madre. Las preguntas están empezando a abordar su mente, y lo único que puedo hacer en aquella situación es cambiar el tema. Ella no es tonta, y tú lo sabes perfectamente, si no le decimos la verdad pronto será aún más duro para ella el poder aceptarlo, y el que tiene que hablar con ella, debes ser tú.

Han pasado más cosas aquí, me he percatado de la presencia de gente que nos está espiando, Giorgio tiene gente fiel que le informa cada movimiento que damos, hasta el momento he podido evitar que toda la información llegue hasta My—Trent sobornándolos, pero de igual forma, soy consciente de que por cada Hanoun o híbrido que soborne, existen otros tres o cuatro que hacen llegar un poco de información por allá.

Hace poco recibí una carta de mi padre y me informó que las cosas se están movilizando por nuestra rama. Todos están comprometidos a la causa y están preparándose, así que, siéntete tranquilo.

Estoy seguro que este mensaje tardará en llegar aproximadamente un mes, por el momento no tengo nada más que informarte, cuídate y anda con cautela, mi querido amigo.»

Tomé el sobre entre mis manos y lo rompí en muchos pedazos, luego lo tiré hacia las brasas de la chimenea para que el papel se consumiera. La carta llevaba un mes y no se decía absolutamente nada acerca de lo que Giorgio me había dicho, así que, por el momento, me sentía tranquilo. Tenía que dejar de lado aquella inseguridad que me aquejaba, yo confiaba en ambos, daría mi vida por ellos, y sabía que ellos harían lo mismo por mí.

Por otra parte, la hija de Polakov llegaría el día de mañana, esto cambiaba absolutamente todo. Tendría más gente observándome y me sería imposible mandar un mensaje hacia Wyrfell antes de que se celebre la boda de Jaft y Eleonor. Así que la única opción que me quedaba, era esperar el día de la celebración y decirle a Argon lo que estaba sucediendo para que le informara a Clematis. Desgraciadamente, aunque me muriera de ganas por pasar esa velada a su lado, debía alejarme de ella. Su seguridad era mi prioridad.

A la mañana siguiente, tal y como dijo Giorgio, Polakov llegó a primera hora al palacio y todos los híbridos se salieron para poder recibirlo.

El Hanoun anciano salió e inmediatamente, me saludó con efusividad, luego, giró el rostro, y como si se tratara de un producto puesto en venta, señaló a su hija quien venía bajando de mala gana los escalones del carruaje.

Era una Hanoun de mi edad, su cabello era de color gris claro, su piel era blanquecina, casi del color de Clematis, y poseía unos ojos de color ambarinos tan penetrantes que te hacían sobre encogerte.

De manera educada, se acercó hacia Giorgio y lo reverenció sin emitir palabra alguna. Mi padre se acercó y sujetó su mano con gentileza para depositar un beso sobre esta. El gesto de incomodidad no pasó desapercibido para nadie, y sin quererlo una sonrisa forzada se plasmó en su rostro.

—Bueno, Polakov, estoy seguro que tu hija solo ha oído hablar de Zefer —me acerqué de mala gana hacia ellos, pero desde luego, mantuve la compostura del caso—. Zefer, ella es Celine Wolfgang —la mencionada hizo una reverencia mientras se mantenía inexpresiva—. Bien, teniendo en cuenta que ya saben el nombre de cada uno, los dejaremos a solas para que socialicen un poco, Polakov y yo tenemos asuntos que tratar.

Tras decir esto, ambos se fueron junto con todos los sirvientes que estaban terminando de introducir las cosas al palacio, y una vez que nos dejaron solos, ella me seguía observando de manera fría e inexpresiva.

—¿Podemos hablar? —soltó ella finalmente—. No aquí, desde luego.

—Seguro —extendí mi brazo para que pudiera sujetarse por simple cortesía, pero ella bajó los escalones ignorándome completamente—. Bien... —susurré, mientras la seguía.

—Tus guardias nos están siguiendo—murmuró bajo solo para que yo pudiera escucharla.

—Y lo seguirán haciendo, mi padre me tiene vigilado —respondí en el mismo tono.

Ambos caminamos pausadamente fingiendo que disfrutábamos del paisaje, pero nuestra conversación se basaba en dar respuestas monosílabas, ninguno de los dos tenía un genuino interés en conocer a la otra persona. Luego de un largo rato la dirigí hacia uno de los ríos que estaban cerca del palacio, en esa época del año este aumentaba su cause considerablemente, pero la cantidad de vegetación que surgía gracias a esto era algo que valía la pena ver.

Seguimos caminando durante algún tiempo hasta que llegamos a un rio que sonaba con fuerza, uno de los pocos que con las lluvias crecía y ponía en peligro las plantaciones que poseíamos.

—Bien, seré breve y aprovecharé el sonido del rio para que tus guardias no me escuchen. ¿Me oyes con perfección con este nivel de voz? —asentí y ella se sentó en una de las piedras mientras observaba al horizonte—, perfecto. Te agradeceré que no hables hasta que termine de hablar. ¿De acuerdo?

—De acuerdo...

—Punto número uno. No tengo interés alguno en ti, mi padre me obligó a aceptar este compromiso, y por lo que veo en tu rostro, yo tampoco soy de tu agrado, así que estamos en la misma sintonía —su actitud y franqueza me sorprendieron, pero me limité a asentir dándole a entender que entendía a la perfección a lo que ella se refería—. Segundo, se lo que mi padre y Giorgio están planeando —palidecí ante su respuesta y ella esbozó una sonrisa de lado—. Tranquilo, Zefer, estoy de tu lado. Me enteré de las cartas que estas enviando a Velmont gracias a Rier, yo estoy enviando la misma cantidad de información acerca de las armas que están elaborando en Dico.

—Vaya, eso sí que no me lo esperaba.

—No hables —sentenció y fruncí el ceño—. Tercero, la única forma en que tengas acceso a Dico, es que nos casemos, debemos fingir que en verdad tenemos una alianza. Escucha, necesitamos desarmar el plan desde adentro, tienes tus motivos, y yo tengo los míos para no querer ver a Giorgio como el amo absoluto de todo.

—¿Casarnos? ¿Acaso has perdido el juicio?, yo ya estoy comprometido.

—¿Con la humana, verdad? —asentí—. Escucha, si quieres salvarnos a todos tienes que hacer una elección. Nuestra unión es netamente estratégica, y si es que ella quiere seguir con vida, tendrá que entender eso.

—Ella no sabe nada acerca de esto.

—¿No se lo has dicho?

—No.

—En verdad eres idiota.

—Tengo que protegerla —me defendí.

—¿Y crees que la mejor solución es esconderle las cosas? —Celine se cruzó de brazos mientras enmarcaba una ceja—. Ella podrá ser una humana, pero estoy segura de que tiene la fuerza necesaria para poder ayudarte. Deja de pretender que eres un héroe, no tenemos tiempo para ese tipo de juegos absurdos.

—No estoy jugando. Tan solo... no quiero que algo malo le pase.

—Si en verdad quieres que ella esté a salvo entonces hazla partícipe de todo esto. Todo irá bien, confía en mí.

—¿Cómo puedo confiar en ti?

—¿Qué otro motivo tendría para revelarte todo esto? —una sonrisa socarrona escapó de sus labios—. Si fuera cómo las otras Hanouns, no te diría nada y esperaría que tu familia me mantenga mientras me vuelvo la ama y señora de todo. Ambos sabemos, cual de ustedes es el verdadero heredero.

—De acuerdo, cooperaremos juntos.

—Recuerda esto, Zefer. Estamos en un momento donde debemos dejar los absurdos sentimentalismos de lado —soltó con molestia—. Estamos a punto de entrar en una guerra, no tenemos tiempo para velar por nuestro amor. Cómo sucesores, es nuestro deber mantener a salvo a los demás habitantes de todas las naciones.

Por más que me hubiera gustado darle la contra, Celine tenía razón. Elocultarle a Clematis las cosas era algo contraproducente. Ella era una mujerinteligente, su ayuda nos haría mucha falta al momento de planear laresistencia. Sin embargo, lo que más me aterraba era precisamente contarle todolo que hasta ahora le había estado ocultando.

C L E M A T I S

La invitación de Eleonor y Jaft para su boda llegó al palacio hace algunas semanas. Ni bien leí el papel mi corazón se llenó de alegría, era la oportunidad perfecta para reencontrarme con Zefer y darle la gran noticia. Hasta ahora había mantenido absoluto hermetismo con el tema del bebé, esto significaba desde luego que le había pedido a todo el personal que estaba al tanto, no le dijeran nada a Argon.

Aunque desde luego no era fácil mantener el secreto, el malestar de mi cuerpo iba en aumento conforme pasaban los días, y prácticamente terminaba vomitando cada cosa que ingería, a excepción de la carne. Helena me dijo que era algo normal, el bebé, al ser un híbrido, me estaba forzando a que aumentara mi ingesta de carne ya que era lo que él, o ella, necesitaba con urgencia para seguir desarrollándose.

Por suerte, Argon era un poco despistado, así que justificar la existencia de Helena dentro del palacio fue muy fácil, lo único que le comenté fue que ella cuidaría especialmente a Cael cuando ambos estuviéramos demasiado ocupados.

Argon era alguien con quien resultaba fácil convivir, era atento y divertido, siempre se preocupaba por cada pequeña cosa que pasara con las personas que vivían dentro del palacio, y sabía escuchar los problemas de los demás la cantidad de veces que hiciera falta. Con el paso de los meses se había vuelto un gran amigo, y poco a poco se había ganado mi cariño.

—Señorita ¿le parece si hacemos una pequeña parada en la posada para tomar agua? —gritó el cochero.
—¡Desde luego! —respondí en el mismo tono— Así aprovechamos en estirar las piernas un poco.

En cuanto el carruaje se detuvo en una pequeña posada del camino, los híbridos que nos estaban transportando tomaron un pequeño descanso, y luego de pedirle a la amable mujer que atendía el lugar que les brindara un poco de agua y alimento, comencé a caminar unos pasos más allá mientras observaba el paisaje.

—Mami, me duele donde me siento. ¿Cuánto falta? —preguntó Cael.

—Ya estamos cerca, corazón —le respondí con una sonrisa.

—Señorita ¿quiere que le traiga un poco de agua o comida? —preguntó Helena mientras extendía una sombrilla para que no me de el sol directamente.

—Un poco de agua estaría bien, tengo acidez.

—De acuerdo.

En caso pasara algo malo, le había pedido a Helena que nos acompañara en el viaje, por suerte la gentil anciana siempre se mostraba muy dispuesta a ayudarme. En estas pocas semanas le había agarrado mucho cariño, ya que en cierta forma me recordaba a cómo me cuidaba mi madre.

—¿Te duele el estómago? —me preguntó Argon mientras tocaba mi frente.

—Estoy bien, tan solo... algo que comí ayer me sentó mal.

—Por eso te dije que era mejor no venir, Clematis...

Desde que habíamos recibido la invitación de la boda Argon se había mostrado ansioso, y en más de una ocasión sugirió que no era necesario ir, con que enviáramos un presente bastaba para hacer llegar nuestras felicitaciones.

—Tranquilo, Argon —le sonreí—. Son solo malestares propios del viaje, llevamos dos semanas comiendo poco y durmiendo de forma no tan cómoda, es normal que tenga un poco de malestar.

—Mami, quiero agua —dijo Cael—. ¿Puedo ir con Helena?

—Claro, mi cielo, ve.

En cuanto Cael se alejó dando brincos Argon se le quedó mirando durante un largo rato, pese a que él trataba de marcar un poco de distancia, Cael era un niño con el que simplemente no podías evitar relacionarte.

—Es peligroso que llevemos a Cael a My—Trent.

—¿Por qué lo dices?

—Sabes como son los nobles y los regentes con los humanos. No quiero que lo hagan sentir mal.

—No podía dejarlo en Wyrfell, si pasa algo allá, y yo estoy lejos, no sé lo que haría.

—Escucha... Clematis.

—¿Si?

—Te quería pedir que... cuando lleguemos a My—Trent, esperes hasta que yo hable con Zefer.

—¿Por qué tienes una actitud tan extraña? —lo encaré, él agachó el rostro—. Mientras más cerca estamos de My—Trent te noto más nervioso.

—Te pido que confíes en mí. Por favor, debo hablar unos asuntos con él.

—¿Te puedo ser franca? Me molesta que tengan tantos secretos entre ambos, de alguna manera siento que está relacionado conmigo, y el no saber si es algo bueno o malo, resulta estresante.

—No me corresponde a mí decírtelo.

Antes de que pudiera preguntarle otra cosa, el cochero volvió a gritar que era momento de continuar el viaje. Casi de inmediato Argon se acercó hasta donde estaba Cael y lo ayudó a entrar en el carruaje, y para cuando yo entré, fingió estar dormido para no continuar con la conversación.

Las horas pasaron y poco a poco comencé a reconocer el paisaje de My—Trent, el cochero nos dijo que ya estábamos cerca del palacio, así que nos pidió que fuéramos despertando para poder bajar.

Argon era el más incómodo, su pie no dejaba de golpear la superficie del carruaje y escuchar el traqueteo ya me estaba poniendo los nervios de punta. Por suerte, Cael lo distrajo y sólo en ese momento él se detuvo.

—¡Abran la reja! —oí que gritó uno de los soldados que custodiaba la entrada.

El camino pedregoso de la entrada al palacio hizo retumbar el interior de la carroza, Cael observó por la ventanilla, pero al ver el imponente palacio volvió a sentarse y puso una mueca algo extraña en el rostro.

Argon fue el primero en bajar, luego lo siguió Helena, y por último descendimos Cael y yo.

El palacio no había cambiado demasiado, la única notable diferencia era que ahora estaba adornado desde la entrada principal hasta el interior con flores de color blancas y azules. El personal del palacio estaba parado a las afueras de la puerta, todos vestían de forma impecable, y entre esa fila pude reconocer inmediatamente, a Wylan y Meried, quienes sonrieron al verme.

Cuando ya estábamos subiendo las escaleras Jaft nos dio el alcance en la entrada; traía puesto un elegante traje de color azul oscuro, su camisa poseía algunos flecos que sobre salían del saco, y justo en la solapa se asomaba una flor de color blanco.

—Bienvenidos, que gusto volver a verlos.

—Digo lo mismo, Jaft, felicidades por tu matrimonio —respondió Argon.

—Muchas gracias —sus ojos bajaron la vista hasta Cael, quien se escondía tras mi vestido observando con timidez—. ¿Y él es?

—Su nombre es Cael —respondí—. Es mi hijo.

—Oh, bueno, que sorpresa —una sonrisa nerviosa escapó de sus labios—. ¿Hijo tuyo también?
—¿Sabes dónde está Zefer? —Argon evadió la pregunta sin ningún reparo.

—Está en el segundo piso creo, si te soy franco no lo sé, he estado toda la mañana acomodando los detalles finales.

—Gracias, iré a buscarlo luego.

Argon me explicó que por protocolo, todo regente que venía acompañado debía de entrar sujetado del brazo de su pareja, así que luego de extender su brazo en mi dirección, yo me sujeté de este, y posteriormente le extendí la mano a Cael para que pudiera agarrarme.

Cuando ya estábamos un poco más adentro volteé a observar al horizonte, precisamente dónde estaba la aldea humana, y allá a lo lejos, pude ver cómo poco a poco los carruajes se iban asomando en la lejanía.

Dentro del palacio todo estaba adornado como en el exterior, la cantidad de flores que había se complementaban a la perfección con cada pequeña cosa que había dentro del palacio. Demasiado ostentoso para mi gusto, pero teniendo la impresión de que todo esto fue requerimiento de Eleonor, entendí que tal gasto innecesario había sido enteramente petición de ella.

—Mami, este lugar me da miedo —susurró Cael conforme íbamos subiendo.

—¿Por qué dices eso, cariño?

—No lo sé, siento que algo malo está aquí, me siento nervioso.

Me detuve en medio de la escalera y le pedí a Argon que continuara, Cael observó al suelo, y luego yo lo tomé entre mis brazos y lo cargué para darle algo de consuelo. Al llegar al piso superior, Helena, quien se había dado cuenta de lo que estaba haciendo, lo tomó y me observó con un gesto de reproche.

—Los niños guapos son valientes —dijo ella, y Cael sonrió.

—Soy valiente, pero, siento algo raro.

—Tranquilo pequeño, seguro te sientes así por el largo viaje que hicimos —le dije, y luego de meditarlo brevemente, él asintió.

Las habitaciones habían sido distribuidas una al lado de la otra de forma que cada uno tuviera su propio espacio, con excepción de la de Argon y mía, estas estaban dentro del mismo cuarto.

—Quédate en el cuarto grande, yo iré a la habitación dónde se debe quedar Cael.

Y huyó, ni siquiera dejó que volviera a preguntarle algo. Aparentemente tenía prisa de hablar con Zefer.

—Tita Helena, quiero comer —Cael observó a Helena, y luego de explicarle donde estaba la cocina, ella bajó con Cael en brazos.

Cuando estuve sola dentro del cuarto me tiré sobre la cama y observé el techo, coloqué una mano sobre mi vientre, y sentí un pequeño movimiento dentro.

—¿Estás tan nervioso como yo? —pregunté en susurro mientras sonreía.

No pude continuar disfrutando más de ese momento, alguien golpeó la puerta, y con el corazón latiéndome fuertemente, concedí el permiso de entrada. Aunque mi decepción fue grande al ver que se trataban de Meried y Wylan, y no de Zefer.

Las gemelas cerraron la puerta a sus espaldas y prácticamente corrieron a abrazarme. Correspondí la acción, aunque no se trataran de Zefer, si estaba feliz de verlas.

—Es bueno verte, Clematis —dijo la peliblanca mientras retenía algunas lágrimas—. Me alegra el saber que estás bien.

—Gracias —les dije a ambas—. ¿Cómo han estado ustedes?

—De maravilla —esta vez la peli dorada respondió—. Nos ha ido muy bien, claro que a veces tenemos días malos, pero las cosas están más tranquilas que antes.

—Me alegro por ustedes —sonreí y ellas me devolvieron el gesto—. ¿Pasó algo interesante mientras no estaba?

—Bueno... —dijo Meried.

—A decir verdad, veníamos a informarle lo que sucedió con Eleonor —añadió Wylan.

—¿Qué pasó con ella?

—Hace algún tiempo ella cayó por las escaleras, algunos del servicio que vieron lo ocurrido dijeron que el amo Zefer y ella estaban discutiendo, y él la empujó.

—¿Qué Zefer la empujó? —les pregunté incrédula y ellas asintieron— Eso es imposible, Zefer no sería capaz de hacer algo así.

—Yo tampoco lo creí —esta vez fue Meried la que habló—, pero ese rumor se expandió por todo el palacio. Y esa no es la peor parte, la señorita Eleonor estuvo inconsciente por dos días, y cuando despertó, no recordaba nada.

—¿Nada? ¿Cómo que nada?

—Nada de su pasado, nada de cómo era ella —dijo Wylan—. Desde ese día ha sido muy amable con todo el personal, se los ha metido a todos en el saco. Pero nosotras sabemos que tanta maravilla no puede ser verdad, somos las únicas que siguen recelosas con su aparente cambio.

—Ya veo... siendo franca, tiendo en cuenta la Eleonor que recuerdo antes de irme, yo también desconfiaría un poco.

Aunque odiara admitirlo, aún guardaba algo de resentimiento con Eleonor por la historia que tenía con Zefer, pero hoy era su día, y al menos frente a ella tenía que poner un buen semblante. No debía juzgarla, ya que solo ella podía saber realmente si su cambio era verdadero o no.

Las horas pasaron y Argon no volvió a la habitación. Cuando finalmente llegó la hora de la ceremonia, alisté a Cael con un pequeño traje que había mandado a confeccionar para él, y sonreí al verlo tan feliz.

Tomé a Cael de la mano y comenzamos a bajar por las largas escaleras rumbo al salón. Conforme íbamos descendiendo la mirada de los demás invitados se posicionaron sobre nosotros. Sentí la mano de Cael temblar, cuando le di un pequeño apretón, él me observó, le sonreí, y elevé el mentón hacia arriba para que entendiera que no debía tener miedo, él no tardó en imitarme.

Pese a que escuchábamos que los demás hacían burla de nosotros, continuamos con nuestro camino hasta ubicarnos en una de las sillas bellamente decoradas.

—Lamento la demora —Argon apareció al cabo de unos minutos y se sentó a mi lado—. Clematis —susurró en mi oído—, cuando comience el baile, ponte esto —extendió un pequeño frasco hacia mí y lo guardé en mi vestido—, Zefer te estará esperando al otro lado del muro del jardín, procura que nadie te vea, yo cuidaré a Cael.

—De acuerdo.

—Y Clematis...

—¿Sí?

—Primero, escucha lo que él te tiene que decir, por favor, mantente calmada en todo momento.

Antes de poder responderle la ceremonia comenzó, un Hanoun ya mayor de traje color morado se colocó en medio de Jaft quien esperaba la entrada de Eleonor. Giorgio se encontraba sentado en la silla más adornada de todas, y por más que busqué incansablemente con la mirada, no pude encontrar a Zefer.

La música comenzó a sonar, y al cabo de unos minutos, Eleonor entró por la puerta. Ella estaba sujetada del brazo de un Hanoun muy parecido a ella, él no miraba a nadie, tan solo observaba con atención hacia el frente, su mirada me recordó bastante a aquella que tenía Eleonor cuando regresé a My—Trent. Su semblante era distinto, se veía feliz mientras sus ojos brillaban al observar a Jaft, y esto me generaba aún más duda.

Cuando ella estaba a la mitad de la alfombra, Zefer entró por la puerta, su cabello se encontraba colocado hacia atrás mientras una coleta lo sujetaba, sus facciones eran un poco más marcadas y sus ojos resplandecían con fuerza.

Entre sus palmas llevaba una caja de madera, y conforme él caminaba, una muchacha de cabello grisáceo apareció detrás, pero ella llevaba entre sus manos dos capas de color rojo oscuro. Traía un gesto inexpresivo, era como si en verdad ella no quisiera estar allí.

Una vez que Eleonor llegó al podio que había sido colocado, su padre se despidió de ella dándole un beso en la mejilla, seguidamente, Zefer se puso detrás ella, y la muchacha que cargaba las capas, se colocó detrás Jaft.

—En esta oportunidad, estamos contando con la bendición de Kyros sobre nosotros —exclamó el Hanoun de traje morado—. La dicha de unir a almas gemelas en esta unión es gratificante, y más, porque todos los presentes somos testigos de algo que durará para toda la vida —Zefer se acercó hacia el lado derecho de Eleonor y le extendió la caja de madera, ella la abrió y dentro de esta, sacó dos argollas de oro.

—Yo, Eleonor Wolfgang te acepto como mi compañero para toda la vida. Prometo acompañarte en las buenas y las malas, y como nos enseñó Kyros, prometo el serte fiel de por vida —Eleonor tomó una de las manos de Jaft y colocó el anillo en su dedo, seguidamente, el tomó la otra argolla y alzando la mano en señal de promesa, exclamó.

—Yo, Jaft Wolfgang, te acepto como mi compañera de por vida, prometo respetarte para toda la vida, y como nos enseñó Kyros, prometo el serte fiel hasta el día de mi muerte.

Cuando terminó de hablar, la Hanoun de cabello grisáceo se acercó hacía Jaft y le extendió las capas color rojizas.

—Siempre seré tu escudo, y así como esta capa, prometo protegerte de todo mal. Aunque mi vida este en juego, siempre pondré en primer lugar tu bienestar —dicho esto, colocó la capa más pequeña sobre los hombros de Eleonor y ella reverenció.

—Juro delante de Kyros, y de todos los presentes, en que seré tu compañera de batalla, y aunque mi vida dependa de ello te protegeré, y si en algún momento algo llegara a pasarte, por el amor que te tengo, y la lealtad que entrego hacia ti, yo moriré contigo ese mismo día —Eleonor colocó la capa sobre los hombros de Jaft y ambos sonrieron mientras se observaban.

—Los juramentos fueron dados—exclamó el Hanoun que los observaba—. Ambos han prometido entregarse en cuerpo y alma, proteger los ideales del otro, y cuidarse mutuamente hasta el día de su muerte, por el poder que Kyros, el grande, me concedió, los declaro esposos.

Los Hanouns presentes comenzaron a aplaudir mientras Jaft se acercaba y depositaba un beso sobre los labios de Eleonor, Zefer tomó asiento al lado de su padre, y la Hanoun de cabello grisáceo hizo lo mismo, una imagen tan familiar se me hizo presente, como si ya hubiera tenido que estar yo en ese lugar.

El personal del castillo ingresó a la par que todas las sillas eran retiradas para dar paso al baile, la música cambio drásticamente por una más alegre, y mientras todos rodeaban a los novios para ver como bailaban, ellos pararon su baile y reverenciaron, Jaft extendió la mano, y una nueva pareja entró al círculo mientras él y Eleonor se marchaban, Zefer y la Hanoun comenzaron a bailar con una sonrisa en sus rostros, hasta el momento, ella se había mantenido inexpresiva, pero verla sonreírle de esa forma generó un piquete en mi corazón.

Meried y Wylan se acercaron hacia mí y me preguntaron si deseaba algo de tomar, asentí y les pedí que me dieran una infusión de hierbas, Wylan fue quien se marchó seguida de Cael, quien quería algo de jugo debido a la sed.

—¿Quién es la Hanoun? —le pregunté a Argon con cierta molestia en mi voz.

—Tranquila —sonrió de soslayo—, pronto entenderás todo.

—Estoy empezando a cansarme un poco de esa frase.

—Lo sé — me tomó de la mano y caminó hacia el centro de la pista ante la mirada de todos—, pronto entenderás todo, Clematis.

Comenzamos a bailar al compás de la música, no podía evitar despegar mis ojos de Zefer, cada cierto tiempo nuestras miradas se encontraban, pero esto solo duraba algunos segundos. En cuanto la música terminó, regresé al lugar donde estaba para esperar a Cael, pero al cabo de unos minutos, Meried fue la que regresó con la pequeña tasa sujetada entre sus manos y poseía un gesto de preocupación evidente.

—Lamento el haber tardado —dijo mientras me entregaba la tasa y yo bebía de su contenido—. Cuando fui a buscar a Wylan, no la encontré, pero la taza ya estaba con la infusión dentro, tampoco pude ver a Cael, pero si vi el vaso de su jugo desparramado en el suelo.

—¿No encuentras a Cael? —Argon inmediatamente colocó una mano sobre mi hombro y me hizo un gesto con la cabeza, tenía que ir a encontrarme con Zefer a las afueras del muro, pero mi preocupación era Cael en estos momentos.

—Clematis ve, yo buscaré a Cael, cuando lo encuentre, iré por ti.

—De acuerdo... —dije no muy convencida, pero de igual forma salí del salón sin que nadie me viera. Una vez afuera me eché el líquido que había dentro del frasco y rodeé el muro.

Fui la primera en llegar a ese lugar, pasaron algunos minutos, oí unas pisadas así que volteé hacia atrás, pude distinguir su silueta a lo lejos, mi corazón dio un brinco de felicidad, moría de ganas por decirle que ambos seriamos padres. Pero cuando él llegó hacia donde me encontraba, traía todo menos un rostro de felicidad.

—Zefer. ¿Estás bien? —traté de acercarme a él, pero me apartó, su acción me tomó por sorpresa y me dejó confundida.

—¿Era verdad? —soltó de repente y no entendí sus palabras—. ¿Ahora juegas a la familia con Argon?

—¿Qué?, ¿de qué estás hablando?

—Te vi junto a ese niño y a él, ¿ni bien te marchaste de aquí formaste tu familia en Wyrfell?
—Zefer, espera, lo estas mal interpretando todo, Cael...

—¿Por qué no cumpliste tu promesa? —soltó dolido—. ¿¡Estuve como un idiota preocupándome por ti todo este tiempo, y juegas a la familia con él!?

Sentí un malestar creciente en mi cuerpo, mi vientre comenzó a palpitar con fuerza, y cada palabra que Zefer soltaba, solo acrecentaba el dolor que ahora también sentía en mi corazón.

—¿¡Por qué no me escuchas!? —grité furiosa—. ¿Tienes idea de cuánto tiempo esperé verte? ¡Te acabo de ver junto a otra Hanoun y ni siquiera te he dicho algo al respecto!

—¡Es diferente! —replicó molesto.

—¿¡Por qué es diferente!? —las lágrimas se escaparon de mis ojos—. ¿Por qué tiene que ser diferente la confianza que yo te tengo a la que tú me brindas? ¿Por qué yo si tengo que confiar ciegamente en ti? —las punzadas de dolor se acentuaron y me vi obligada a morder mi labio con fuerza—. ¿No confías en mi por ser humana, verdad? —no entendí de donde salió aquello, pero tras decirlo, Zefer bajó la mirada y no me respondió—. ¿Es por eso, verdad? —bufé—. Yo siempre tengo que escucharte, esperar y ser paciente con las interrogantes que rondan mi mente... Pero tú, no eres capaz de retribuirme esa confianza.

—¡Confió en ti! —dijo de manera desesperada mientras me sujetaba del brazo—, es solo que...

—Suéltame... —exclamé con dolor—. ¡No quiero que me toques! —alcé mi mano y mi palma impactó en su mejilla, no tardo mucho para que el lugar donde cayó el golpe se enrojeciera—. ¿Sabes algo? Me cansé. Me cansé de ser la única tonta que confía ciegamente, no sabes cuantas ganas tenia de verte..., no sabes cuantas ganas tenia de... —nuevamente, me mordí el labio con más fuerza mientras sentía algo resbalando por mis piernas—. Olvídalo Zefer, no planeo escucharte, tú no me has escuchado...

—Lo siento... —exclamó y sus ojos no se despegaron del suelo—, pero lo único que puedo hacer por el momento para protegerte, es dejarte ir...

—Recuerda tus palabras, Zefer... —las lágrimas siguieron su curso, cada palabra dolía más que la anterior—. Alguna vez me pediste que no me fuera de tu lado, y no planeaba hacerlo..., eres tú el que ahora me está alejando.

Tras decir esto, caminé en dirección contraria. Me alejé lo suficiente, y albergué la esperanza de que él me alcanzara, me tomara entre sus brazos, y se disculpara, pero esto no pasó.

Zefer no vino por mí, no me sujetó entre sus brazos, y al voltear a mis espaldas, pude ver que él ya no estaba allí.

Caí al suelo y me apoyé en el muro, mi vientre me dolía demasiado. Vi el borde del vestido, y me espanté al ver la tela blanca teñida de rojo. Me subí las telas hasta los muslos, y todas mis piernas estaban manchadas de sangre.

No solo Zefer me había dejado, si no que ahora, mi pequeño bebé también se marchaba... dejándome atrás.


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