CAPÍTULO XV • Clematis •


Z E F E R

Pocas veces en mi vida había sentido tanto miedo como ahora.

Clematis se retorcía en mis brazos de forma alarmante; pataleaba, gritaba y lloraba. Y yo, lo único que podía hacer en ese momento era sujetar fuertemente su cuerpo para evitar que se hiciera más daño.

Acariciaba su rostro y le hablaba, esperando que de esta manera se lograra tranquilizar un poco, pero eso no pasó. No sabía que hacer, no lograba encontrar alguna manera de ayudarla. El charco de sangre comenzaba a expandirse cada vez más, empapando por completo mi camisa blanca a un tono carmesí.

Miré a William y este estaba en estado de shock por la escena que acababa de presenciar. Su vista se mantenía fija en Clematis, y al ver como ella seguía retorciéndose en mis brazos su rostro comenzó a desencajarse cada vez más y más.

Comencé a gritar con desesperación para que alguien viniera a auxiliarnos. Luego la miré, y ella me observó con desconcierto, y... sin miedo. Era la primera vez que no veía temor en su mirada.

—Tengo... sueño —exclamó sin fuerzas mientras notaba como su mirada se iba apagando cada vez más y más.

La vitalidad de sus ojos se estaba esfumando por completo y yo no podía hacer nada para impedirlo.

Inevitablemente la muerte de mi madre vino a mi mente. En cuanto vi mis manos llenas de sangre no pude evitar pensar en esos últimos momentos, la sensación de culpa que hasta el día de hoy había arrastrado volvió y me golpeó con fuerza en el corazón.

Pero ahora la situación era completamente diferente, cuando asesiné a mi madre lo hice cegado por la ira, había sido manipulado por Giorgio a tal punto que no me frené a reconsiderarlo. No pedí auxilio, no rogué porque siguiera con vida. En cambio, ahora quería que ella viviera, no deseaba que dejara este mundo terrenal.

No quería que Clematis muriera.

—¡Clematis! —oí que William gritó, y al verla, la vi con los ojos completamente cerrados.

En un reflejo atípico comencé a besar sus mejillas, su frente, inclusive deposité un casto beso sobre sus labios. No me importó que su hermano nos estuviera mirando.

—Debo salvarla —dije en un susurro e inmediatamente tomé su cuerpo y comencé a correr escaleras abajo.

—¡Ayuda, por favor! —Sentía como mi garganta se partía en dos por la fuerza que empleé al gritar.

La observé y tanto su cabeza como sus brazos caían a cada lado sin fuerza alguna. En ese instante, una pequeña gota cristalina cayó sobre su mejilla y siguió su curso hasta perderse en su cabello, luego... apareció otra más, y fui incapaz de frenar lo que lo estaba causando.

Estaba llorando por su causa.

—¡Captúrenlo! —escuché como la voz de una mujer retumbó las escaleras una vez que llegué allí.

—Por favor... ¡Ayúdenla! —grité con desesperación, caí de rodillas al suelo y les extendí su cuerpo.

Nunca antes había pedido un favor, jamás me había arrodillado por nadie, únicamente por ella. No quería que muriera, no quería que ella también se fuera. El tener este tipo de sentimientos me contrariaba, volvía a mi mente un caos. Quería escuchar su risa así fuera a lo lejos, quería verla disfrutar su lectura desde el árbol del jardín, quería seguir percibiendo su aroma cerca de mi.

—Por favor... —volví a repetir con la voz entrecortada sintiendo un nudo en esta—, ella... ella está muriendo con cada minuto que pasa, ayúdenla. Por favor.

—¿Por qué habríamos de ayudarte? —preguntó una de las cuatro mujeres de túnica marrón—. Asesinaron a Phyalé, ustedes... criaturas asquerosas —exclamó con odio mientras me observaba.

—Él no hizo nada...

La voz de William se escuchó desde mis espaldas, las mujeres voltearon a observarlo, y este no tardó en posicionarse justo a mi lado con los brazos cruzados. Justo en ese momento, los guardias lo rodearon y le pusieron las esposas.

—Yo fui quien asesinó a Phyalé —soltó sin más, ni siquiera parecía la misma persona que vi hasta hace tan solo unos minutos—. El Hanoun que ven trató de detenerme, pero cuando me abalancé sobre él, la humana se puso en medio y salió herida en el proceso.

—¿Lo que dice es verdad? —me preguntó otra de las mujeres, observé a William y el me indicó con la mirada que dijera que sí, así que lo hice.

—Tenemos que auxiliarla —respondió otra que hasta el momento se había mantenido callado.

—Pero Trya...

—Anmari —la nombrada la observó—. Les recuerdo que al morir Phyalé, yo he pasado a ser la sacerdotisa en jefe. La ayudaremos—ellas asintieron en conjunto luego de escucharla.

—Llevémoslos al templo, preparen el equipo especial de emergencias. —Presurosas las mujeres comenzaron a descender una a una—. No contamos con mucho tiempo —dijo la tal Trya mientras depositaba sus ojos sobre mi—. Tráela. —Me levanté y me acerqué hacia ella, le dio una fugaz mirada, pero esta no fue alentadora—. Podemos salvarla... —la esperanza volvió momentáneamente a mi cuerpo—, pero ella no volverá a ver por ese ojo, fue destruido.

Levanté a Clematis con delicadeza y me dirigí escaleras abajo, y en cuanto salimos de la carceleta comenzamos a correr en dirección al templo. En el camino los habitantes me observaban curiosos, y murmuraban entre ellos, pero no faltaron las personas que comenzaron a lanzarme objetos únicamente por ser un Hanoun sin importarles que ella pudiera salir aún más lastimada.

Al llegar a nuestro destino Trya les indicó a los guardias que esperaran con William en las afueras del lugar, la facilidad con la que no solo esos sujetos obedecían si no también las mujeres de ropa extraña acataban las órdenes era algo raro de ver, jamás había visto a un humano tener tal poder de influencia en el resto.

Dentro del recinto las sacerdotisas se dirigieron hacia el dibujo de la estrella, la llamada Trya presionó una loseta ubicada exactamente en el centro de todo y el suelo no tardó en moverse formando unas escaleras hacia un camino subterráneo. Una de ellas bajó y subió con una gorra de tela y una bata de color blanco.

—Necesita una operación de extracción urgente. —Mientras hablaba las demás bajaron y una comenzó a ponerle la extraña ropa junto con el gorro—. Hanoun, necesito que la lleves abajo y la dejes sobre la camilla —asentí—. Hermana, necesitaremos que la conecten al suero, y... necesitamos un transplante de sangre, realices los análisis lo más pronto posible. Tan solo ruego a Shaktvi que tengamos el tipo que ella necesita.

Al llegar al final de las escaleras no pude evitar quedarme atónito con la habitación. Había diversos implementos que eran algo ajeno a cualquier cosa que hubiera visto, esta tecnología que ellos poseía era de un nivel muy superior, por ende, estaba prohibida. Nuestras reglas impedían cualquier tipo de aparato tecnológico, en especial para los humanos.

De haber sido otras circunstancias no hubiera tardado en hacer justicia, pero en estos momentos estaba enormemente agradecido porque hubieran roto esa regla.

Una de las mujeres me llamó y me pidió que la colocara sobre la camilla metálica, Anmari, la sacerdotisa de cabello azul se acercó con prisa una vez la dejé allí y comenzó a cortar su vestido con una tijera, dejándola de esta manera completamente desnuda.

Logré ver más de la cuenta, pero es que simplemente no pude apartar la mirada de ella: Su piel era blanca, inclusive más que la de Eleonor, y tenía cicatrices ya curadas que eran apenas visibles porque se encontraba manchada por su propia sangre; sus pies eran pequeños al igual que sus pechos, pero sus caderas y glúteos eran prominentes.

No salí de mi ensimismamiento hasta que una de las mujeres la tapó un poco con una tela blanca. No pude evitar sentir vergüenza así que desvié la mirada y opté por sentarme en una silla que estaba un poco más alejada.

Comenzaron a colocarle algunos cables que poseían una especie de chupones al final; Anmari colocó una aguja asegurada con una especie de cintilla esta estaba unida a una bolsa que tenía un líquido transparente y finalmente Trya extendió el brazo derecho de Clematis y extrajo sangre en una jeringa que entregó a otra de las mujeres.

Pasaron varios segundos y la máquina que indicaba los latidos de su corazón no dejaba de retumbar, su palpitar era leve, y eso me alarmaba en gran medida.

—Hermana Trya. —La llamada Anmari se acercó a la nombrada. Hasta ese momento ella se había mantenido alejada de las otras mientras observaba un extraño aparato que giraba. Anmari le extendió unos papeles, y luego Trya apretó los labios en forma lineal.

—Esto es malo... —su mano se dirigió a su cuello y lo apretó ligeramente—. No tenemos este tipo de sangre almacenada. —Volteó a observarme, y yo me erguí en la silla—. Hanoun, ¿sabes si esta muchacha tiene parientes sanguíneos aún vivos que estén aquí?

—Sí...—exclamé con torpeza mientras apretaba mis dedos—. Aquel híbrido que esposaron es su hermano, bueno, en realidad es su medio hermano.

—¿Y fue capaz de hacerle esto a su propia sangre? —otra de las que estaba cerca asistiéndola habló.

—Anmari —la nombrada observó a Trya—. Diles que te den al prisionero.

—¿A mí? —le respondió con nerviosismo—. ¿Qué pasa si se pone violento?

—No lo hará —le afirmó—. Sería muy tonto de su parte atacarnos estando en nuestros dominios.

La peliazul asintió no muy convencida y subió las escaleras. De momento lo único que podían hacer era esperar y rogar que sean compatibles. Trya y las otras mujeres comenzaron a prepararse, y una vez que estuvieron listas, alistaron a Clematis.

Tras algunos minutos William bajó por las escaleras. Mantenía un rostro sereno, ni si quisiera se inmutó al ver a su hermana tendida sobre esa camilla conectada a esas máquinas. Quien lo viera pensaría que no le importaba en absoluto lo que estaba pasando, pero yo si podía percatarme que bajo aquella indiferencia estaba temblando del miedo.

—Preparen una camilla más y asegúrense de sedarlo, no quiero que haya otro contratiempo —tras la orden las demás mujeres comenzaron a moverse cual hormigas—. Tú —esta vez se dirigió al rubio—, acércate a Anmari y levántate la manga, necesito una muestra de tu sangre.

—¿Cómo se encuentra? —me preguntó de forma casi inaudible para evitar ser escuchado.

—Me dijeron que no volverá a ver por el ojo izquierdo... —vi como mordió su labio mientras su mandíbula se tensaba—, se lo extirparan porque fue destruido completamente por el proyectil de esa cosa.

Al terminar de decir esto vi como su cuerpo se tensó mucho más; comenzó a jugar con sus manos para posteriormente comenzar a clavarse sus pequeñas garras en sus palmas.

William caminó hacia donde le indicó Trya, la mujer temblaba como una hoja y por poco se equivoca al momento de extraer la sangre, pero finalmente lo consiguió. En cuanto tuvo el pequeño tubo lleno volvió a depositarlo en esa máquina giratoria y luego de un tiempo corto le entregó a Trya los resultados.

—Gracias, Shaktvi... —suspiró aliviada—. Es compatible, prepárenlo para la extracción de sangre que necesitamos.

—Trya. —William se acercó hacia ella y esta lo observó con recelo—. ¿Puedes darle uno de mis ojos, o ya es demasiado tarde?

—¿Por qué harías eso por ella? —La mujer no pudo evitar sorprenderse tras la respuesta— Tú fuiste quien la dejó en este estado.

—Es mi manera de pedir disculpas —respondió con frialdad a medida que se encogía de hombros—. Mi única misión era matar a ese sujeto, no planeé que ella se interpusiera en mi camino.

—Eres una criatura despreciable —le dijo Anmari, Trya estiró su mano en señal de que se detuviera, y así lo hizo.

—Que quede clara una cosa. —William la observó atento—. Lo haré únicamente por salvar a uno de los nuestros —él asintió—, después de que mejores de la operación serás llevado a la carceleta donde pagarás tus crímenes.

—De acuerdo.

Las sacerdotisas no tardaron en preparar a William, mientras una extraía la sangre de su brazo derecho, la otra desinfectaba la zona donde trabajarían.

—Te colocaré esta mascarilla en el rostro y comenzarás a dormirte, no sentirás nada incluso cuando despiertes de la operación.

Lo único que se limitó a hacer William fue asentir y Trya hizo lo que le indicó, poco a poco él comenzó a cerrar los ojos y la segunda máquina que detectaba los latidos de su corazón comenzó a andar en un ritmo pausado.

—Escúchenme, hermanas. —Las tres mujeres que se encontraban en la sala la miraron atentamente—. Hasta ahora solo habíamos podido sanar partes del cuerpo que estaban dañadas, pero esta operación será muy delicada, no solo tendremos que extraer el órgano dañado de ella, si no que tendremos que extraer con mucho cuidado el ojo sano de él —ellas asintieron—. Necesitamos asegurarnos que cada arteria y vena estén conectadas perfectamente. Phyalé nos preparó para esto, y aunque solo sepamos la parte teórica, estoy segura de que lograremos realizar la operación con éxito.

—Que Shaktvi nos acompañe —dijeron al mismo tono de voz.

—Hanoun —observé a Trya quien traía el rostro endurecido—. Seré sincera, esta operación puede salvar la vida de uno, o llevarse a los dos. —No pude evitar que mi cuerpo se tensara tras oírla—. Como has oído, nosotras jamás hemos realizado este tipo de operaciones, pero daremos nuestro mejor esfuerzo.

—¿Ella podrá volver a ver? —le pregunté con nerviosismo.

— No lo sabemos, ella podría aceptar el nuevo órgano dentro de ella y acoplarlo. Pero, también existe la posibilidad de que su cuerpo lo rechace y le genere una infección generalizada. Y eso podría llevarla a la muerte —ella suspiró—, lamento no darte un resultado más óptimo, pero al ser un híbrido el donante, los resultados son inciertos. Haremos todo lo que esté en nuestras manos para salvarlos a ambos.

—Ella lo logrará —le afirmé—. Es una mujer muy fuerte, ya paso por mucho, y esto... es solo una prueba más.

—Es bueno que después de perderlo todo, ella tenga a alguien que la ama como tú—me tensé al oírla, pero asentí sintiéndome nervioso.

Me pidieron que me retire y espere en la parte superior, no me opuse, si esto les permitía mantenerse enfocadas y realizar bien su trabajo estaba dispuesto a hacer cualquier cosa que me pidieran.

Las horas pasaron, las luces de la ciudad se fueron apagando paulatinamente y ni un solo ruido llegaba del exterior, todos los habitantes de Demarrer ya se encontraban profundamente dormidos, pero yo por el momento no lograba conciliar el sueño.

Comencé a caminar de un lado al otro, me echaba, me paraba de las bancas, me volvía a sentar, me ponía de pie, observaba los cristales brillar por los faroles internos. Por más que trataba de mantener mi mente distraída, simplemente me era imposible hacerlo.

Estaba librando una batalla campal dentro de mí. Los pensamientos respecto a los humanos que me habían inculcado hasta ese momento acababan de ser destruidos, aquel odio que surgió por el humano que asesiné hace varios años pasó a un segundo plano cuando la vi a ella agonizando en mis brazos.

Me sorprendí de mi mismo por desear que no muriera, y me sorprendía aún más que le estuviera rezando a alguna entidad superior que la mantuviera en este mundo, a mi lado.

Nuevamente, las palabras de Trya volvieron a mi mente —¿En verdad, esto que sentía era amor?—. Sentía mi corazón palpitar de angustia y el nudo dentro de la boca de mi estómago llegaba a ser muy doloroso, no era igual a lo que sentía por Eleonor. Las emociones que me embargaban al estar junto a ella eran pasionales, salvajes, de egoísmo y pertenencia... pero al pensar en Clematis, una extraña sensación cálida embargaba mi pecho al punto de que una sonrisa se plasmaba en mi rostro.

Había caído en una red y no tenía forma de escapar, ella sin hacer o decir absolutamente nada haló los hilos de mi marchito corazón hasta capturarlo por completo, y me brindó un cúmulo de experiencias completamente atípicas.

Teniendo este pensamiento fresco en mi mente poco a poco mis parpados se fueron cerrando producto del cansancio sin que pudiera detenerme. Estaba exhausto, había pasado demasiadas horas despierto y los golpes que me dieron cuando me aprisionaron ya estaban haciendo mella en mi cuerpo.

—Zefer... —escuché que Clematis me llamaba así que abrí los ojos de golpe.

Tardé en recordar donde estaba, pero al abrir los ojos no vi a Clematis frente a mí, era Trya, ella mantenía el gorro sujetado fuertemente entre sus manos. Me senté y froté mis ojos con mis palmas para despertar por completo, le sonreí, pero ella no me correspondió y allí supe que algo iba mal.

—La operación terminó —dijo de manera pausa, estaba buscando las palabras exactas para decirme lo que había pasado—. Lo siento, hicimos todo lo que pudimos, pero ella...

Ni siquiera permití que terminara de hablar, me apresuré a bajar hacia la parte inferior y observé a todas limpiando los restos de sangre de los instrumentos que usaron para operar. A su lado, William reposaba y el monitor retrataba su pulso, pero, al observar a Clematis, vi la forma de su cuerpo bajo la sábana blanca que le llegaba hasta la cabeza, estaba apagada.

Mis rodillas flaquearon, me sujeté de la pared y dirigí mi mano sujetó mi quijada por inercia, volví a llorar, no pude evitarlo, rompí en llanto como un niño indefenso.

«¿Por qué me afectaba tanto?

¿Por qué me dolía el corazón de esta manera?»

«¿Por qué él había logrado salvarse?

¿Por qué ella ya no se encontraba aquí?»

Sentí una mano posicionarse sobre mi hombro mientras lo apretaba con fuerza, y tras tornar mi rostro hacia aquella persona, vi a Trya mirándome con compasión.

—Ella luchó hasta el último minuto... pero esto no bastó. No fue suficiente para que lograra volver con nosotros. —Ella acarició ligeramente mi espalda, como si yo fuera un niño pequeño y comenzó a llorar.

—¿Se fue en paz...? —fue lo primero que atiné a decir.

—No sufrió en lo absoluto... simplemente... se dejó ir.

—¿Qué fue lo que salió mal? —pregunté con dificultad mientras la observaba atentamente.
—Te lo dije, esta operación era demasiado riesgosa desde un comienzo. No sabíamos si su cuerpo soportaría el trasplante. —Ella emitió un suspiro con dificultad, su cuerpo temblaba, mordió su labio para continuar, pero lo hizo con tanta fuerza que este se puso de color blanco—. La fuerza que poseen los de tu raza, y los híbridos es completamente diferente a la de nosotros. Los humanos no somos capaces de soportar tales traumatismos en nuestro organismo, por eso es mucho más complicado que logremos sobreponernos.

—Ya veo...—Me sentía desolado, me sentía fatal.

—Jamás había perdido a un paciente... —la voz se le entrecortó al decirme esto—. Nunca alguien había muerto mientras me encontraba a cargo. —Dirigió sus manos hacia su rostro, frotó su sien con fuerza y lloró—. Tenía la esperanza de que lo lograríamos, quería pensar que seriamos capaces de salvarla. Todo estaba saliendo de maravilla —ella posicionó sus manos sobre su rostro se limpiaba—. Cada vena y arteria habían sido cuidadosamente colocadas, cada nervio había sido restaurado... —tras decir esto, golpeó con fuerza el muro del cual me sostenía, las otras sacerdotisas la miraron— quizás si Phyalé... —No permití que siguiera, por culpa de aquella mujer, Clematis se había ido de este mundo.

—Ella fue la causante de todo esto... esa mujer, aquella persona que ustedes tienen como una interceptora de los dioses, fue la causante que ella muriera...

—Lo sé... —Tras escuchar esto volteé a observarla con sorpresa— sé que aquel híbrido no la lastimo de esa manera... esa herida, la herida que ella tenía, no fue hecha por alguna de sus garras, fue un proyectil el que impactó sobre su ojo, y al no conocer su mecanismo, dudo que él haya podido empuñar el arma.

—Entonces, ¿por qué? —le recriminé—. ¿Por qué seguir con este teatro? Porque no decir la verdad acerca de esa mujer.

—Hanoun... los seres humanos necesitamos creer en alguien superior —ella suspiró—, no podemos decir la verdad de Phyalé, porque eso significaría que todos se encuentren desahuciados, sin nadie en quien creer —Trya colocó sus manos sobre su cabello y lo tiró hacia atrás—. Ella era buena, pero su sed de venganza pudo más y aquel odio que sentía fue el que terminó haciendo que parta de este mundo.

—Si no dicen la verdad seguirán alabando a una asesina, la volverán una mártir. No merece que la recuerden, no merece que nadie siquiera vuelva a relacionarla con algún Dios.

—Lo sé...—ella se mordió el labio—, sé que está mal todo esto, pero si una interceptora de los dioses fue capaz de asesinar a alguno de los nuestros, esto terminaría derrumbando las bases de nuestra sociedad.

—Entonces, ¿qué harás? Tú tomaras el cargo de ella. ¿No? —ella desvió la mirada avergonzada— No puedes dejar que ejecuten a William por algo que no hizo.

—Ni siquiera sé si pueda tomar su cargo... yo aún siento resentimiento por ustedes y tengo miedo de volverme como Phyalé. Vengo de Dico, mi familia fue masacrada para su diversión, cuando llegué a Demarrer, no tenía a nadie y siendo una niña tan pequeña, me sentía asustada al estar por mi cuenta. Pero entonces conocí a la sacerdotisa y ella se encargó de criarme como si fuera su hija de sangre —sus ojos se toparon con los míos mientras narraba—. La segunda en ser rescatada fue Phyalé, ella venia de las afueras de My—Trent, ella presenció cómo sus padres fueron devorados por soldados de... —suspiró con dificultad—los Wolfgang, la única en sobrevivir fue ella, desde ese momento, Phyalé juró que asesinaría a Madai Wolfgang, tú abuelo, antiguo regente su nación.

—No lo sabía...

—¿Tu eres Zefer Wolfgang, verdad?

—Sí...

—Entonces, ella es Clematis Garyen, tú prometida... —sus manos tomaron las mías en forma de consuelo— supongo que Phyalé pensó que teniendo a Clematis, tu vendrías, y teniéndote como prisionero, lograría robar el cargo de regente, y de esta manera, comenzaría su venganza.

—Sus planes eran completamente absurdos. Mira lo que pasó por esa desquiciada—observé a Clematis— Ella no tenía la culpa de nada, no tenía por qué verse inmiscuida en todo este problema, si tan solo...

—Las cosas suceden por algo, Zefer... en tu destino estaba el encontrarla y que cambiara un poco tu perspectiva hacia los humanos, y en el de ella estaba el encontrarte, pese a que haya sido breve, creo que cumplió la misión que tenía antes de partir —desvié la mirada, simplemente no podía verla allí tendida en esa camilla—. ¿Sabes el significado de su nombre?

—No... —murmuré mientras ella acariciaba mi espalda.

—El nombre de Clematis, proviene de una flor que solo florece en Velmont, la cual es de color rojo, al igual que su cabello... —esbozó una sonrisa consoladora— Cuando uno regala esta flor a otra persona, es una forma de llegar a su corazón —tras decir esto, sus ojos volvieron a toparse con los míos—. Clematis logró llegar a tu corazón, no sé si tuvo que hacer algo para hacerlo porque eso queda en ti, pero aquel bello significado al final logró su cometido.

—Supongo que tienes razón... —esbocé una sonrisa triste— ella, de alguna manera, logró llegar a mi corazón sin ningún esfuerzo.

Al cabo de unas horas, William fue llevado hacia los aposentos de Phyalé para que las sacerdotisas menores pudieran atenderlo con mayor facilidad cuando despertara. Y Trya se encargó de prepararla para la última despedida que le daríamos.

Cuando retiró nuevamente, la tela vi su piel y estaba más pálida que antes, en ese punto sus labios ya se encontraban levemente amoratados.

—Voy a poner un poco de color en su rostro —me informó y yo asentí.

Comenzó a pintarla poco a poco y ordenó su cabello lo mejor que pudo para que no se notara la sangre que había sido desparramada por allí; la vistió con un vestido de color morado el cual resaltaba su piel y finalmente puso sus manos sobre su estómago mientras entrelazaba sus dedos y la hacía sujetar una estrella plateada, la misma que había en la cúpula de este templo.

Al terminar me dejó a solas con ella, Trya había hecho tan buen trabajo que inclusive parecía que se encontraba dormida.

No soportaba verla de esta manera, era difícil tocar su piel y ya no sentir su calor. Ella ahora se encontraba lejos, junto a su familia.

Con torpeza acaricié sus mejillas, pegué mi frente a las suyas e hice un enorme esfuerzo para no llorar. Besé su frente en señal de despedida y acaricié sus labios levemente.

Si tan solo no hubiera sido tan orgulloso, si ese día no la hubiera hecho escapar del palacio seguiría con vida. Me odiaría, me evitaría, pero al menos... viviría.

Trya volvió luego de varios minutos y tuve que recobrar la compostura, pero por más que traté de mostrarme tranquilo, simplemente no pude hacerlo.

— La colocaremos en una urna de cristal—me informó—. Su cuerpo será velado de manera pública...

—¿Por qué?

—Es una costumbre en Demarrer... cuando alguien fallece, se le da una oportunidad a aquellos que no llegaron a conocerla de mostrar respeto por su partida, y también, le da la oportunidad de despedirse a quienes lograron conocerla en vida, el cristal para nosotros simboliza el escape del cuerpo.

—Supongo que está bien... —esbocé una sonrisa con dificultad.

Ayudé a subirla con facilidad, era ligera, no necesitaba que hiciera demasiada fuerza. La coloqué dentro de la urna de cristal, y luego de que cerraron la entrada a la parte inferior, seis hombres entraron por la puerta del templo, al parecer eran cargadores.

—Trya...—ella volteó a observarme—¿Tú crees que yo pueda cargarla también?

—Claro..., no hay problema.

Ella habló con uno de los sujetos y este asintió, me dejaron pasar al frente, y cuando todos estuvieron posicionados, alzamos juntos la urna. Comenzamos a caminar en medio de las calles de Demarrer, las personas salían de sus ventanas y lanzaban flores en dirección a nosotros. Si bien, algunos me miraban con resentimiento, otros me miraban con compasión, quizás entendían que, pese a que era humana, yo había desarrollado algún tipo de sentimiento por ella.

De un momento a otro las personas comenzaron a entonar algunos canticos extraños, asumí que eran propios de su religión. Llegamos a la parte central de la ciudad, y luego, depositamos la urna sobre un taburete. Trya se acercó al borde, y extendió los brazos mientras agachaba la cabeza.

—Hermanos míos... hijos de Shaktvi —ella tenía los ojos cerrados, y los demás aldeanos comenzaron a imitarla—. Hoy una nueva alma se eleva a los cielos para estar junto a nuestra madre, quien nos proporciona de tantas bondades. Clematis Garyen no llevaba mucho entre nosotros, pero durante este breve tiempo pude darme cuenta de la nobleza que habitaba dentro de su corazón —ella me observó y sonrió—. Ella fue capaz de olvidar las diferencias entre nuestra especie, los híbridos y Hanouns, y esa es la mayor enseñanza que nos ha dejado, el perdón.

Pese a que más de uno se observó con extrañeza, por respeto a la ceremonia nadie dijo nada ni emitió siquiera un comentario.

—Buen viaje, Clematis, y si vuelves a nacer como humana, que Shaktvi mantenga en ti ese puro corazón...

Al terminar de hablar las demás personas comenzaron a tirar flores de múltiples formas y colores en dirección a nosotros, tiñendo el taburete de un manto diverso; posteriormente un muchacho abrió una pequeña caja y dejó escapar a unas palomas de color blanco, quienes surcaron el cielo hasta escapar por la grieta donde se hallaba la cascaba de agua.

Torné mi rostro hacia la urna y coloqué una mano sobre la fría superficie, cerré mis ojos, y pedí por ella.

Había sido un perfecto imbécil. Si tan solo la hubiera tratado bien desde un inicio nada de esto hubiera pasado, pero mis estúpidos resentimientos pudieron más. Inclusive... ella tal vez hubiera podido amarme con todos mis defectos, y juntos hubiéramos buscado la manera de ser felices.

Pero no volvería a tener una segunda oportunidad.

«Adiós, mi querida Clematis. Lo único que ruego es que si el destino nos vuelve a juntar, espero que me puedas perdonar.»



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