CAPÍTULO XI • Pasado Oscuro I •
Caminó con prisa, sintiendo como traía el corazón en la entrada de la garganta. En su camino, esquivó algunos sirvientes, quienes inevitablemente le preguntaban si se encontraba bien, Argon, tras dar una respuesta afirmativa siguió con su camino y no se detuvo hasta estar frente a la puerta oscura del despacho de su padre.
La duda lo carcomía de una manera indescriptible. Sentía la respiración fallarle, distinguía que su pulso se había disparado como loco. Múltiples escalofríos lo envolvían, y esto provocaba que sus piernas temblaran.
La noticia le había caído como un balde de agua gélida.
Recordó como fue su niñez en el palacio de los Wolfgang, Lyra jamás lo trato de manera diferente o especial, era innegable que ella fuera una madre abnegada, rebosante de calidez y amor, en especial por Zefer, pero jamás se percató de un acercamiento entre su progenitor y ella. Así que, por más que le diera vueltas al asunto, no lograba entender que había pasado.
¿Porqué si Jaft era hijo de Rier, su padre, se encontraba en My—Trent y Giorgio lo había reconocido como suyo?
Tanto fue su ensimismamiento que no se percató que ya se encontraba frente a la puerta. Esta se veía inmensa, su imaginación le hacía pensar que esta media cuatro pies de alto, pero nada estaba más alejado de la realidad.
Su nerviosismo se fue acrecentando conforme pasaban los segundos. Estiró los dedos, dispuesto a tocar la fría superficie, pero no pudo hacerlo. El realizar un simple golpeteo requirió que juntara todo el valor posible e inhalara una gran cantidad de aire.
Del otro lado, su padre, quien ya se había percatado que él se encontraba allí lo llamó, y Argon ingreso al recinto con la mirada cabizbaja para cruzar miradas con él. Por primera vez en toda su vida, lo estaba observando de una forma completamente diferente.
Rier estaba dándole la espalda, estaba cansado aparentemente, era como si el mismo peso de los años estuviera apostado sobre si y le restaba vitalidad. Él no era un anciano, pero al haber adquirido tan joven el puesto de regente, y el haber adquirido diversas responsabilidades le había pasado factura, aunque él no lo quisiera.
Ante el silencio, dio media vuelta, dejando de esta forma de observar los copos de nieve acumulados en la ventana, y le prestó atención a su hijo. Al verlo, una sonrisa lineal se plasmó en su rostro y Argon únicamente le correspondió por puro nerviosismo.
Argon solo en ese momento se dio cuenta de que su padre no era que estuviera observando a su pueblo, durante todos estos años, el observaba hacia My—Trent. Dentro de su mente, siempre evocaba su pasado y esto lo alejaba momentáneamente de la realidad.
Para un hijo era complicado el deconstruir la imagen de su progenitor, y Argon se encontraba realizando justamente eso. Para él, su padre siempre fue un Hanoun intachable, de moral inquebrantable, bondadoso, y por supuesto, alguien que estaba dispuesto siempre a ayudar al resto. A él era el que le debía su personalidad y ese trato especial que poseía por cada ser vivo, pero al saber esto ahora, aquella imagen de perfección a la que aspiró llegar acababa de quebrarse.
—Padre... —exclamó él con torpeza mientras agachaba la cabeza. Sentía su garganta reseca, sus manos sudaban de una forma inconcebible.
Rier, tras oírlo, se acercó a paso lento mientras demostraba lo apenado que estaba. Quizás sabía que era lo que le diría, así que lo invitó a sentarse frente a la chimenea, para que de esta forma ambos lograran pasar el trago amargo que vendría posteriormente. Argon cerró la puerta tras de si con el pestillo y luego se sentó en el sofá que estaba ubicado frente a él.
—¿Qué sucede, hijo? —preguntó mientras cruzaba ligeramente las piernas y reposaba sus dedos entrelazados sobre su regazo.
Argon, estaba acostumbrado a conversar con su padre de cualquier cosa, pero aquel día en particular, no sabía cómo empezar, las palabras batallaban dentro de su mente y no conseguía colocarlas en el orden correcto.
—¿Tienes algo que quieras contarme? —le preguntó Rier nuevamente con calma mientras sonreía de forma cabizbaja. Su hijo asintió ligeramente.
—Yo... —masculló el rubio de forma débil mientras clavaba las garras dentro de sus palmas—. Estuve escuchando la conversación del consejo y de Giorgio, para saber si... hablaban de algo importante, pero, escuché algo en particular que... pues, me dejo bastante pensativo.
—¿Los oíste hablando de Jaft, no es verdad?
Dirigió su vista hacia su padre y este emitió un sonoro suspiro. Rier agachó la mirada como avergonzado y sujetó su nuca con incomodidad. Estaba incómodo, Argon lo conocía lo suficientemente bien como para saberlo. La tensión aumentaba, así que Rier se vio obligado a desabotonar los primeros botones del cuello de su camina; se dejó caer en el respaldar de la silla, y sus palmas terminaron cubriendo su rostro.
—¿Por qué no me lo dijiste? —Argon estaba dolido, no podía evitar pensar en que su padre no le había tenido la suficiente confianza para decírselo.
—No es algo fácil de explicar o contar, Argon. Además, aun no era el momento adecuado para que te enteraras de lo que sucedió.
—No logro comprenderlo ¿Entonces cuando sería el momento adecuado? —su padre sonrió de lado mientras negaba con la cabeza—¿Un año, dos, diez?
—No pretendo justificar el haber mantenido este secreto contigo—le dijo con calma mientras volvía a entrelazar sus dedos—. Es solo que aún no lo vi oportuno, iba a decirte, sí, pero las circunstancias debían de haber sido completamente diferentes. Lo siento, admito mi error, debí de haber confiado en tu juicio.
—Explícame, padre ¿Por qué ocultármelo durante tanto tiempo?
—Lo que estoy a punto de contarte no es algo bonito de oír, incluso, el simple hecho de contártelo genera en mi dolor —Rier suspiró mientras separaba sus piernas, colocó ambos brazos sobre ellas y sujetó su cabeza, se mantuvo en silencio brevemente, pero luego habló—. Antes de comenzar, tengo que decirte que no me arrepiento de las cosas que hice, porque gracias a eso aprendí mucho. Lo que si te pediré encarecidamente es que me escuches y prestes atención, ya que esta será la primera y última vez que tocaré este tema.
—Está bien, padre.
H A C E 26 A Ñ O S
Para que puedas entender mejor lo que tuve que pasar en ese tiempo. Es necesario decirte que las cosas antes eran completamente diferentes. Cómo sabes, la brecha entre los Hanton y Wolfgang siempre ha sido muy marcada. En ese tiempo, los líderes de ambas naciones no podían estar en una misma habitación. Y debido a esas peleas constantes, el consejo optó por excluir a ambas naciones de todos los tratados comerciales que existían, esto generó que hubiera una enorme escases de ingresos y desabastecimiento de comida.
El cruzar la frontera estaba prohibido, mantener contacto con alguien de la nación contraria igual, el castigo en ambos lados era la ejecución pública. No importaba si eras un noble o un regente, la ley aplicaba a todos sin distinción.
Heros, mi padre y tu abuelo. Era un Hanoun despiadado que no sentía compasión alguna por el resto, ni por sus habitantes, ni por sus propios allegados. A él no le temblaba la mano para asesinar a alguien por puro placer y diversión. Contigo tuve una crianza diferente, nunca te he impuesto un compromiso ni te he entrenado hasta que el alba aparezca.
No exagero cuando te digo lo siguiente, hijo mío. Los entrenamientos por los que tuve que atravesar durante todo mi crecimiento fueron brutales. Estoy seguro de que un Hanoun más débil no hubiera podido resistir tales atrocidades. Puedo dar fe de ello, ya que tuve muchos hermanos y hermanas de diferentes madres, los cuales fueron muriendo poco a poco en el camino.
Lo que buscaba Heros era alguien fuerte, alguien que dominara Velmont con la misma ferocidad que nuestros antepasados, pero tardó bastante en conseguir que uno de sus hijos lograra sobrevivir, y esto generó que para cuando yo naciera, él ya no pudiera tener más descendencia. Al darse cuenta que era al único que tenía mayor resistencia, decidió traerme a vivir al palacio, y aquí fue donde la situación se volvió un poco más llevadera.
El buscaba que yo fuera su vivo retrato, y durante todo mi crecimiento logré engañarlo, frente a él era una persona, en la soledad, era alguien completamente diferente. Lo único que me mantenía con vida era el sueño de ser regente, ya que yo sería quien acabara con esa rueda de tiranía en esta nación.
Cuando Heros por fin me nombró heredero comenzó a darme más espacio. Su misma vejez lo arrimó a dejar de supervisar todo lo que hacía, así que obtuve algo de libertad. Vivía el día a día como si fuera el último. Pasaba largas horas fuera del palacio, buscaba cualquier excusa para no estar aquí: Entrenaba, paseaba por las fronteras, disfrutaba del silencio de las montañas.
Nunca fui un cachorro tranquilo, y esto terminó generando que tuviera muchos secretos en mi juventud. Sin que Heros lo supiera, yo caminaba día tras día a la frontera de My—Trent y Velmont. Soy consciente de que me jugaba la vida al ir a aquel lugar, pero mi curiosidad primaba más que mi raciocinio. Estaba cansado del frio infernal que había aquí, y al mirar el horizonte, sentía como mi corazón y mi cuerpo se llenaban de una calidez inexplicable. El ver aquellos diversos colores y vitalidad del paisaje era sublime. Me sentía feliz estando allí.
Quizás, si nunca hubiera ido allí me hubiera ahorrado tantos sinsabores posteriores en mi vida adulta. Pero como bien dicen, la curiosidad terminó matando al gato, y pese a toda mi influencia yo no fui la excepción.
Como toda historia necesita tener un villano, estoy seguro de que intuyes quien se volvió mi verdugo. Un día en particular conocí a Giorgio, se veía como alguien triste y desolado, poseía la misma mirada que tenía yo en ese entonces, y este factor fue lo que me arrimó a ignorar mi sentido común. Lo que más anhelaba más que otra cosa en el mundo... era tener un amigo, y equivocadamente creí que lo había encontrado.
No voy a negártelo, hijo mío, pero durante algún tiempo fui feliz, era la primera vez que sentía que verdaderamente tenía a alguien igual a mí. En Velmont todos me tenían miedo por ser el hijo de Heros, asumían de forma errónea que yo era salvaje y despiadado como él. Y, por más que buscaba encajar en un grupo, me era imposible hacerlo. No importaba cuanto me esforzara en demostrar que poseía una personalidad diferente. Crecí sin saber el significado exacto de las palabras: amistad, o cariño.
Congeniamos tan bien que acordamos ir a ese punto de forma interdiaria, era la única manera de no levantar sospechas entre nuestros padres. Un año pasó de manera rápida desde que lo conocí. Fue un año en el cual uno se volvió el soporte del otro. Compartimos nuestros sueños, ideas, anhelos, en especial, la soledad que nos envolvía, nos volvimos más que simples amigos, aunque por nosotros no corriera la misma sangre, sentíamos que éramos como hermanos.
De esta forma, nuestro sueño conjunto se volvió unificar ambas naciones, que My—Trent y Velmont fueran una, queríamos demostrar que los Hanton y los Wolfgang podían congeniar verdaderamente sin riñas de por medio.
Este fue mi primer error imperdonable, confiar en Giorgio.
Mi segundo error vendría poco tiempo después. Lo recuerdo bien, era una mañana cálida, My—Trent acababa de entrar en la primavera y la vitalidad de la nación explotó su máximo potencial. Le pedí a Giorgio que me llevara a su nación, consideraba que era momento de hacerlo, pero se mostró reacio hasta el final. Quizás debí ceder ante su negativa, era consciente de que estábamos rompiendo las reglas y que las consecuencias podrían costarme la vida, pero en aquel tiempo confiaba tanto en él, que juraba que nunca me traicionaría.
No sabes cuan equivocado estaba en ese momento.
La primera vez que vi la aldea humana quedé maravillado por los colores vivos que esta poseía. Las montañas recibían los rayos del sol filtrarse por el horizonte, y el canto de las aves representaba una sinfonía que nunca antes había escuchado. De alguna manera, el encontrarme allí en ese momento me brindaba una sensación cálida envolvente, algo que nunca había sentido hasta el día de hoy. Me sentía inmensamente feliz.
Los niños corrían de un lado a otro, los ancianos los observaban desde los pórticos de sus casas. Reí al momento de verlos, pero Giorgio no dijo nada, se mantuvo callado mientras observaba al frente, al parecer la aldea no le gustaba, imagino que por los humanos. Pero yo me sentía como un cachorro con juguete nuevo.
De pronto, en cuanto se dieron cuenta de que Giorgio los estaba observando, cada uno comenzó a introducirse en su respectiva morada, dejando de esta manera todo en un sepultural silencio. De un momento a otro, ese pueblo se volvió una aldea fantasma. Lo observé, pero este sonrió como si no le importa. Me sentí mal al verlo, porque aquel rechazo era el mismo que vivía en carne propia en Velmont, el cual no solo se limitaba a los humanos, si no que comprendía hasta el más pequeño habitante de mi nación.
Recorrimos un largo rato por un sendero que fue marcado deliberadamente, en aquella caminata él comenzó a relatarme más cosas sobre My—Trent, las cuales yo desconocía por completo. Lo observaba cada tanto, pero en ese instante me hallaba únicamente enfocado en el colorido paisaje que nos rodeaba. Durante muchos años había soñado con esto, y finalmente uno de mis grandes anhelos se cumplió.
Para cuando nos detuvimos, llegamos a una pequeña plaza de la aldea humana. Y allí, sentada justo al borde con un pequeño libro en su regazo vi a la más bella criatura que alguna vez pude conocer: Su cabello era negro, este le llegaba hasta la cadera; su tez era blanca, me recordó a la nieve de Velmont, y poseía unos ojos verdes en verdad preciosos, logré verlos poco, pero el brillo que hallé en estos es algo que a la fecha no he podido olvidar.
Unas pequeñas niñas se acercaron a ella y la sujetaron de la mano, la muchacha les sonrió con naturalidad, y luego de que una se sentara justo al frente, comenzó a trenzar su cabello con sumo cuidado. No le daba repulsión tocarla, aquellas acciones las realizaba con gozo y con tanta naturalidad, que uno podría jurar que ambas pertenecían a la misma familia.
Era una aparición gloriosa. Era una divinidad que había aterrizado a la tierra a convivir con los simples mortales. Y yo, había quedado prendido de aquella hermosa criatura.
Tanto fue mi deslumbramiento, que no pude evitar caminar en su dirección. Pero antes de que lograra acércame, Giorgio se interpuso entre ambos y me observó de manera retadora. Debí de haber intuido que aquella mirada poseía algo más detrás.
Nuevamente, en aquella ocasión, fui demasiado tonto y crédulo.
—¿A dónde vas? —me preguntó mientras apretaba los dientes— Te recuerdo que no puedes conversar con nadie —Giorgio me tomó del brazo, primero aplicó algo de fuerza, pero luego fue disminuyendo su agarré al ver como lo observaba. Posteriormente, me comenzó a llevar hacia atrás.
—¿Quién es ella? —le pregunté sin dejar de observarla.
—Se llama: Lyra Wolfgang... es un miembro de la casta noble de mi familia. Huérfana de padres —Giorgio volteó a observarla de forma atenta. Yo, tras escuchar eso, no pude evitar sentir pena por ella. Deseaba ir a abrazarla con fuerza—. Los nobles la excluyen de toda celebración o espacio por el trato que tiene con los humanos, ya que, como puedes ver, ella no tiene problema alguno en tocarlos o hablar con ellos... —una mueca de desagrado se formó en su rostro— A decir verdad, es alguien sumamente extraña.
—¿Es huérfana? —le pregunté ignorando lo último que dijo—Pobre de ella ¿Cómo murieron sus padres?
—Es difícil decirlo... —Giorgio, y luego de una breve pausa, él contestó— Mi padre, mandó a asesinarlos.
—¿Qué? —no pude evitar salir de mi asombro, el que unos nobles de la prestigiosa casta Wolfgang hayan sido asesinados significaba que debían de haber hecho algo abominable.
Oía que Giorgio me seguía hablando, pero en algún punto dejé de escucharlo, en ese momento solo éramos ella y yo, no existía nadie más en este mundo. Ella envolvía muchos misterios, y pese a que no había entablado conversación alguna, deseaba ser yo quien revelara cada una de las cosas que la aquejaban.
Los niños que la rodeaban le susurraron algo al oído, y en cuanto terminaron de hacerlo, ella nos observó rápidamente. Aquella mirada gentil que poseía se esfumó por completo, siendo reemplazada por una cargada de resentimiento. Lyra le susurró algo a los niños, su semblante era apagado y sombrío en ese punto. Ellos, tras oírla, asintieron y se marcharon de allí. Nos observó a lo lejos, y antes de marcharse con el mentón en alto, nos dedicó una mirada tan gélida, que sentí escalofríos por todo el cuerpo.
—Ella me detesta. Bueno, en realidad, detesta a cualquier Wolfgang —Giorgio comenzó a observar en su dirección. No despegaba la vista de ella.
—¿Por qué tú padre mando a asesinar a los de ella?
—Sus padres escondían bajo su casa a niños humanos. Sabes cómo son nuestras leyes —él se cruzó de brazos a medida que proseguía con su relato—. Está prohibido que tengan más de una cría. Pero como siempre, los humanos son estúpidos y tercos, así que se empecinaron en romper esa regla —Giorgio se encogió de hombros con total desinterés—. Quizás ella no sabía nada al respecto, pero lo dudo. En fin, los guardias los descubrieron y fueron ejecutados de manera pública —una sonrisa algo siniestra se dibujó sobre sus labios mientras me observaba—. Mi padre lo hizo para demostrar que la ley se aplica a todos, incluso a los de nuestra especie. La dejaron viva, pero la obligaron a presenciar la muerte de sus progenitores.
—No entiendo como nuestros padres son capaces de realizar actos tan crueles y deplorables —me sentía frustrado, siempre que nuestras absurdas y estúpidas leyes salían a flote, solo cosas malas pasaban—. Es como si para ellos, el asesinar a los demás fuera una especie de deporte —le respondí mientras apretaba mis puños con fuerza—. Pobre, debe de estar sufriendo mucho, lo perdió todo.
—No podemos hacer nada, Rier —su mano se posicionó sobre mi hombro mientras lo apretaba ligeramente. Asentí, él tenía razón, de momento, ninguno de los dos podía hacer algo a respecto—. Creo que ya va siendo hora de que me marche —él observó el cielo, luego yo hice lo mismo y ambos nos percatamos que el sol ya estaba por ponerse en el horizonte.
—¿Nos vemos en dos días? —le pregunté.
—¡Lo había olvidado! —dijo antes de responder— No podré ir al punto de encuentro durante algún tiempo, necesito ir a Dico.
—¿Dico? ¿Por qué tienes que ir a una nación que cruza el mar?
—Tengo que renovar la firma de un tratado comercial con el regente de esa nación—él sonrió sintiéndose orgulloso— Madai ya me autorizó a estampar mi firma en todo acuerdo que desee realizar, claro, siempre y cuando este favorezca a la nación.
—¡Felicidades por eso, Giorgio! —me sentía genuinamente feliz por él, para el hijo de un regente que el progenitor diera el consentimiento de plasmar la firma era un verdadero logro—. Voy a extrañarte, serán unos meses muy aburridos sin ti.
—Sé que extrañarás mi agradable presencia —reí y el hizo lo mismo—. Créeme cuanto te digo lo siguiente, Rier: Yo me sentiré de la misma forma. Me hubiera gustado que el regente de Dico viniera, pero tiene sus propios problemas allá —Giorgio comenzó a bostezar, colocó una mano sobre sus hombros y golpeó levemente aquella zona—. Imagino que tardaré dos o tres meses en llegar. Si cuando vayas al punto no dejo una marca en el árbol significa que aún me encuentro cruzando el mar.
—Estaré esperando —le sonreí—. Buen viaje, mi hermano —lo abracé con fuerza y palmoteé su espalda, él me correspondió con la misma intensidad—. Nos volveremos a ver cuándo regreses.
Giorgio esperó a que me fuera, y una vez que agité la mano ya estando a una gran distancia, él emprendió su camino al palacio de My—Trent.
Llegué cuando la luna y las estrellas ya adornaban el firmamento. Por primera vez en mi vida, les presté atención. El palacio se sentía diferente, o quizás era yo el que se sentía de esa forma.
Estaba ansioso, inquieto. Me vi obligado a encerrarme en mi habitación y pedí que no me molestaran. Me sentía mal, pero no era porque estuviera enfermo, sino que, sentía tanta presión en el pecho y mi estómago que provocaban que suspirara. Aquel día batallé conmigo mismo para poder conciliar el sueño, pero fallé tremendamente. A donde quiera que mirara pensaba en ella. Era la primera vez que me pasaba esto, nunca antes una Hanoun me había robado el aliento como lo hizo Lyra, las relaciones que había tenido eran únicamente sexuales con algunas Hanouns, sin involucrar sentimientos de por medio... Cerraba los ojos y la miraba, lograba dormitar y me imaginaba a su lado. Amándola con intensidad, besándola como si mis días dependieran de eso.
Ella era una Wolfgang. Estaba prohibida para mí. Pero cuanto más me esforzaba en suprimir estos sentimientos y batallaba por sacarla de mi corazón, más fuerte se volvía el deseo por tenerla.
Pasé semanas en el mismo estado. Entre delirios y suspiros. Me sentía patético, suspiraba cual damisela enamorada con solo recordarla. Pero aquello me gustaba, lograba hacerme feliz el evocar su imagen. Mi corazón se llenaba de una dicha inexplicable que aún hoy no he podido borrar. Sé que sonará absurdo. No cruzamos palabra alguna, no sabía nada de ella y yo ya la amaba. Pero a veces el amor es así. Absurdo, ilógico y estúpido. Nos vuelve seres irracionales. Es gracioso como algunas personas logran calar a ese punto dentro de tu alma con tan solo una mirada. No pude olvidarla, no pude odiarla. Quería protegerla, quería ayudarla, quería curar su destruido corazón.
Tardé mucho tiempo en tomar una decisión, pero llegué a la conclusión de que mientras más tratara de reprimirlo, peor lograba sentirme. Quería arriesgarme, quería probar si era alguien digno de ella. Quería verla, necesitaba saber todo acerca de ella. Y aunque era probable que me rechazara, necesitaba de su cercanía para sentirme bien.
Finalmente, terminé dirigiéndome hacia la aldea de los humanos en My—Trent. Fui con una capa negra para evitar ser reconocido. Lo primero que tenía que hacer era buscarla, era arriesgado, lo sé, me estaba jugando la vida en ese instante, pero no me importaba. Busqué a los niños que vi ese día por horas, pero jamás los encontré. Hablé con algunos adultos, y tras sobornarlos para que no hablaran me dieron datos muy vagos sobre su ubicación.
Para cuando avancé ya desesperanzado, la vi a lo lejos sentada debajo de una pequeña sombrilla, estaba leyendo, tal y como la vi la primera vez. Me escondí tras unos árboles y la observé a lo lejos, se veía perfecta. Ella era perfecta en todo sentido.
No supe que hacer, practiqué los diálogos que diría, pero mi lengua me terminaba traicionando. Comencé a sudar. Temblaba —Patético— pensé en ese momento, no era capaz de formular una oración coherente sin que tartamudeara. Jamás había cortejado a nadie, no sabía cómo empezar. Pero aquella incertidumbre fue la que por primera vez me hizo sentir vivo.
—Disculpa... —no pude evitar tensarme al sentir que alguien tocaba ligeramente mi hombro—. ¿Qué haces escondido detrás de estos árboles?
Me quedé estático, mi corazón palpitaba con fuerza. Volteé a ver a aquella persona, y frente a mí, pude ver a una pequeña humana de cabello rojizo. Ella me llegaba hasta la altura del brazo, con tranquilidad podía decir que no pasaba del metro sesenta y cinco; tenía ojos verdes, estos reflejaban toda la curiosidad del mundo; su tez estaba bronceada, pero aún bajo aquella tela del vestido, por el movimiento que hizo logré percatarme de que era alguien blanca.
—Hola —le respondí con nerviosismo mientras agachaba más la cabeza para evitar que ella me viera.
—Si, hola —ella sonrío divertida mientras me buscaba la mirada—. ¿Sabes que es de mala educación estar escondido de esta forma?
—Sí, Pero... bueno, yo —carraspeé. Me sentía nervioso, ella de seguro pensó que era alguna clase de acosador—. Te pido guardar silencio.
—Tranquilo —me respondió con una sonrisa—. ¿Estás espiando a Lyra?
—Es grosero decir que ando espiando a alguien —respondí con rapidez, ella se cruzó de brazos e hincó con su dedo índice el centro de mi pecho.
—Sí, tienes razón —me dijo.
—Además, también es algo grosero el que me toques sin mi consentimiento sin siquiera haber dicho tu nombre.
—Oh, claro perdona mis modales. Mi nombre es Rias Garyen —sonrió dejando en evidencia unos pequeños hoyuelos a cada lado de su mejilla— ¿Tú cómo te llamas?
—Rier...—murmuré entre dientes.
—¿Frier? —dijo mientras sujetaba su mentón— Raro nombre, pero oye, no soy nadie para juzgar a tus padres.
—¡Dije Rier! —de un solo movimiento me retiré la capucha y ella palideció— Rier Hanton.
—¡Eres un Hanoun! —en cuestión de segundos, ella se tiró al suelo y apoyó el rostro sobre la tierra—. ¡En verdad disculpe esta falta de respeto, mi señor! De haber sabido que usted era un Hanoun, nunca habría sido tan boca suelta, es una enorme falta la cual acabo de cometer. Por favor, por lo que más quiera, perdóneme la vida.
—Tranquila —me agaché a su altura y la obligué a pararse. Sujeté sus manos y ella me observó confusa—. No es necesario que te pongas así. Además, lo que tú consideras una falta grave, también lo es para mí, en primer lugar, yo no debería siquiera estar aquí. ¿Rias, no?
—Sí... Mi señor.
—Basta —le sonreí—. No es necesario ser tan formal, al menos conmigo. ¿Sabes algo de aquella Hanoun?
—Si... Se podría decir que nosotras...
—¿Qué ustedes qué?
—Es prohibido decirlo...
—Rias, habla, es una orden —exclamé con seriedad, pero luego sonreí. Ella se relajó un poco solo cuando hice esto.
—Sé podría decir que ella es mi mejor amiga. Soy consciente de que es una Hanoun, y yo soy una simple humana, pero... la quiero porque es muy buena conmigo y yo trato de ser buena con ella.
—Me alegra que ella tenga a alguien, pareces una buena persona.
—Gr... Gracias, mi señor.
—No me digas así, me hace sentir extraño. Puedes decirme: Rier —ella iba a abrir la boca para hablar, pero la corté—. Y si, te estoy dando una orden —Rias rio nerviosa— ¿Qué sabes acerca de ella?
—Bueno... antes que nada, es necesario que sepa que a Lyra no le agradan demasiado los Hanouns de la nobleza... —suspiró— Desde que perdió a sus padres ella no confía en su propia raza, por eso busca refugio aquí, con los humanos, o bueno... al menos con los niños, los adultos la tratan como una calaña por ser quien es.
—Tenía conocimiento de esa parte de la historia... debe haber sido muy difícil para ella todo esto, pero al menos ha tenido apoyo gracias a ustedes.
—¿Puedo preguntarle algo?
—Claro, adelante.
—¿Le gusta?
—¡Ey! Ahora si estas siendo irrespetuosa.
—L... Lo siento.
—Pero sí, si me gusta—le respondí mientras sonreía embobado.
—Se puede ver en sus ojos que es así —ella sujetó sus dedos y luego me observó directamente, por la mirada que me dedicó, pude entender que alguna idea fugaz surcó su mente.
Ella me tomó del brazo y comenzó a llevarme hasta donde se encontraba Lyra. Cuando ambas se vieron, se sonrieron de manera amena. Pero, en cuanto Lyra se dio cuenta de que yo era un Hanoun, miró con un gesto de desaprobación a su amiga, se paró únicamente diciendo: Te veo luego, Rias. Y se marchó así sin más.
La actitud atípica de Lyra descolocó un poco a Rias en ese momento, pero ella no podía culparla, odiaba a los de mi clase, era algo natural que no quisiera ni verme en ese momento.
Rias era una muchacha divertida. Era fácil hablar con ella, la curiosidad que poseía por el mundo que la rodeaba era algo fascinante de ver. La mirada siempre se le iluminaba cuando hablaba de cosas que le gustaban, en gran parte, compartía varios gustos en común con Lyra, quizás esto hacía que se llevaran tan bien. Le estoy agradecido porque gracias a ella logré entender un poco más a los humanos, y por supuesto, supe mucho más acerca de Lyra.
Pasé una tarde agradable a su lado. Me mostró los rincones ocultos de la aldea, me enseñó su mundo, y yo estaba más que halagado porque me demostrara tal confianza pese a que recién me conocía. No me miraba con miedo, no se frenaba en mi status ni en mi especie. Ella tenía esa mentalidad diferente a la época.
Antes de despedirnos Rias me dio un dato importante acerca de Lyra, ella me dijo que amaba las flores, en especial las que tenían un significado, así que esta era mi mejor carta de presentación para poder acercarme a ella.
Nos despedimos y yo volví al palacio, inmediatamente me encerré en la biblioteca y no salí en muchas horas. Me avergüenza decirlo, pero en aquel tiempo no era muy aficionado a la lectura. La última vez que visité aquel lugar fue cuando mi maestro me daba clases acerca de las leyes de la nación. Pero ahora tenía un motivador, así que gracias a esto, comencé a devorar libro tras libro con prisa. Buscando algo que estuviera relacionado al significado de las flores, o que se acercara lo suficiente para poder elegir el regalo apropiado.
Encontré un tomo grande y viejo, miré cada hoja, pero ninguna me convencía lo suficiente, no podía evitar sentirme decepcionado, la mayoría de aquellas hermosas flores que se veían en los dibujos, únicamente crecían en terrenos donde hubiera sol, lo que hacía casi imposible el encontrar una que creciera en Velmont en medio de aquel clima tan hostil. Sin embargo, al llegar a la última hoja, una flor hermosa de color rojizo captó mi total atención, no era muy grande, pero tampoco no era demasiado pequeña y el único lugar donde podía crecer era en Velmont.
Clematis era su nombre, y el significado que esta poseía no podía ser más perfecto: Cuando se regala una de estas flores a una persona, el significado que posee es el de afecto. Además de esto, dependiendo del color de la flor, se puede decir que es una buena forma de llegar al corazón.
Me emocioné tanto en ese momento que comencé a saltar de alegría. Estaba seguro de que a ella le gustaría. No solo era una flor que tenía un hermoso significado, si no que también era igual de hermosa en el exterior.
Al día siguiente, antes de partir hacia My—Trent, busqué al pie de las montañas, era el único lugar donde esta germinaba. Y una vez que tuve un ramo considerablemente grande de las más bonitas que encontré, me dirigí hacia allá.
Al llegar a My—Trent, encontré a Lyra y Rias conversando. Ambas estaban justo al borde de la pileta, riendo por motivos que solo ellas sabían. Observar la sonrisa que Lyra poseía era un verdadero deleite, era lo más hermoso de todo su ser.
Me acerqué con cautela escondiendo el ramo detrás de mi cuerpo, y cuando Lyra se dio cuenta de mi proximidad, se me quedó observando mientras analizaba cada movimiento que daba. Ante su silencio repentino, Rias volteó en mi dirección y me brindó una sonrisa radiante. Me saludó de forma enérgica mientras alzaba el brazo en el aire, invitándome de esta forma a acercarme a ellas. Lyra la observaba con evidente incomodidad, pero Rias no se detuvo, continuó con lo que hacía fingiendo que no la veía.
Rias se excusó con nosotros y se marchó, pese a que Lyra trato de frenarla esta no tuvo ningún reparo en ignorar a su amiga con tal de darme una oportunidad.
La actitud de Rias logró sacarme una sonrisa, la cual tuve que reprimir en cuanto Lyra volteó a observarme. Ella era una joven muy alegre y conversadora, algo confianzuda y distraída, pero era una mujer sin una pisca de malicia en su interior. Gracias a ella fue que logré acercarme a Lyra. Rias fue la causante de iniciar el momento más hermoso y sublime de mi vida, así como la etapa más amarga y dolorosa.
Al hacerle entrega del regalo ella no pudo evitar sonrojarse, sus finos y largos dedos tomaron el ramo y lo aprisionó ligeramente contra su nariz mientras inhalaba el exquisito aroma que estas tenían. No perdí tiempo y tomé asiento a su lado, le expliqué el significado de aquella flor, y luego de que me diera las gracias, me tomé el atrevimiento de sujetar su mano. Ella se quedó quieta mientras aún mantenía el rubor sobre su rostro, me sostuvo la mirada y juraba en ese momento que el mundo se detuvo, pero Lyra se encargó de cortar aquella conexión y romper ese enlace. Temblando, apegó su mano contra su pecho y negó levemente con la cabeza.
—Gracias pero... No es correcto que me esté regalando flores.
—¿Por qué no lo seria? —le pregunté a medida que buscaba su mirada esquiva—. Después de todo, es algo que yo quiero hacer.
—¿Cómo puede siquiera concebir la idea de darme algo? —masculló con indignación mientras las colocaba sobre su regazo, un pesado suspiro escapó de sus rosados labios, y su mirada volvió a posicionarse en el suelo— Usted es un Hanton, y no un Hanton cualquiera, es el hijo del regente de Velmont. Yo, soy una Wolfgang, cualquier tipo de relación entre ambos, aun si fuera la amical, está prohibida. Además. !Usted no debería estar aquí! ¿Qué pasaría si lo encuentran los guardias?
—¿Te preocupas por mí? —le pregunté de manera victoriosa mientras sonreía.
—¿Acaso escuchó las demás cosas que le dije?
—Sí, pero lo que llamó mi atención fue aquel gesto de preocupación que acabas de tener.
—Está loco...
—Puede que sí —me encogí de hombros restándole importancia, ella negó repetidas veces con la cabeza—. Pero a veces —volví a sujetar sus dedos con delicadeza—, por quienes queremos, es necesario tomar riesgos. Y yo, estoy dispuesto a tomarlos.
—Pero...acaba de conoc...—coloqué mi dedo índice sobre sus labios y la obligué a guardar silencio.
—No me digas más —sujeté su rostro y acaricié su suave y tersa piel, ella volvió a sonrojarse, pero no me apartó—. Puede que ahora pienses que es una idea completamente descabellada, pero veras con el tiempo que estoy hablando en serio. No pienso dar mi brazo a torcer tan fácil, Lyra.
—No, esto está mal —su rostro comenzó a descolocarse. Se hizo para atrás y dejó mi palma en el aire—. No quiero volver a desobedecer las reglas —masculló ella con dolor.
—Escúchame —sujeté sus manos mientras la observaba con detenimiento—. Sé por lo que has tenido que pasar, y créeme cuando te digo lo siguiente: Yo jamás haría algo para lastimarte.
—¿Cómo confiar en usted? Es amigo de Giorgio, ¿Qué me asegura que su mente no será igual de retorcida que la de él?
—Giorgio no es alguien malo, lo conozco y puedo dar fe de ello. Además, ambos somos personas completamente diferentes, Lyra.
—No lo conoces en absoluto... —dijo de forma dolorosa, sus ojos se cristalizaron un poco—. Algo dentro de él destila maldad. Basta con verlo, basta con cruzar palabras con él para darse cuenta. Los nobles son malos por el poder que tienen, hacen y deshacen las cosas como les plazca sin importarles el resto, y él, por ser un sangre pura, es aún peor.
—No todos somos así, yo no soy así.
—Te pido que te marches, por favor...
—De acuerdo, lo haré, pero ten en cuenta algo, el día de mañana volveré a visitarte, y aunque no te encuentre en este mismo lugar, te buscaré hasta dar contigo.
Cuando la conocí era alguien que tenía miedo de todo. Era algo comprensible, ya que había pasado por momentos difíciles y se hallaba sola en este mundo. La gente que pertenecía a su misma especie la había traicionado y habían optado por dejarla de lado. Ella estaba decepcionada de todo, y de todos. Esa fue una de las cosas que me motivó a continuar con toda esa locura. Surgió en mi la imperiosa necesidad de protegerla, de cuidarla, de amarla. Anhelaba que ella sonriera desde el fondo de su corazón. Quería volverme parte de ella, quería ser su soporte. Mi meta era salvar a Lyra de aquella soledad donde se encontraba sumida.
Desde ese momento, comenzó mi recorrido diario a My—Trent. Ambos nos encontrábamos en el mismo punto de siempre, algunas veces con Rias, pero otras, los dos disfrutábamos plenamente de la compañía que nos brindábamos.
Dos meses más transcurrieron. Y en ese punto decidí confesarle lo que sentía. No me importaba si me rechazaba. Necesitaba hacerlo, el guardar aquel sentimiento dentro de mi corazón había comenzado a carcomerme por dentro.
Con ayuda de Rias, armé un picnic frente a un claro que tenía un pequeño lago al centro, la vista era sublime, las flores de color blanco adornaban el lugar trayéndole misticismo al ambiente. Llevé a Lyra allí y se lo dije todo, ella, contrario a lo que pensaba, me aceptó sin dudarlo, aceptó ser mi compañera, y yo en ese momento me sentí el Hanoun más dichoso del planeta tierra. Había alcanzado su corazón, así como ella se caló hondo en mi ser.
—Jamás había sentido esto por nadie —le confesé—. Es tan extraño, pero me gusta, me agrada esta sensación de estar completo. Es algo... en verdad hermoso —sujeté sus dedos con delicadeza y besé sus nudillos con suavidad.
—Siento lo mismo, pero no puedo evitar preocuparme por el futuro —la observé sin saber a que se refería, ella se removió con incomodidad, y luego de una breve pausa habló— ¿Qué pasara cuando Giorgio se entere? Para serte franca, el simple hecho de imaginarlo... logra aterrarme.
—Quédate tranquila, amor mío. Giorgio, es como mi hermano, jamás haría algo para lastimarme.
—Quisiera tener aquella misma seguridad que tú... Pero lo único que puedo sentir al pensarlo es miedo. !Me siento sumamente aterrada!
—Tranquila, todo estará bien—la observé directamente a los ojos e impregné un beso sobre su frente.
—Eso espero, Rier...
Ambos seguimos conversando en el mismo lugar, y una vez que el sol esta por ocultarse en el horizonte, nos despedimos. La acompañé a su casa, y antes de que los guardias pudieran verme, emprendí la huida. Introduje la mano a mi bolsillo y saqué una de las flores que le había traído ese día, inhalé su fragancia mientras caminaba. Me hallaba tan feliz, que incluso comencé a tararear una canción de mi nación.
Desvié por la aldea humana, necesitaba contarle a Rias lo bien que me había ido. La vi a lo lejos, ella se encontraba conversando con un muchacho de su edad aproximadamente, y cuando estaba dispuesto a saludarla con un gesto de la mano, vi como ese sujeto le propició una cachetada que provocó que ella cayera al suelo con fuerza. La vi confundida, sus ojos se llenaron de lágrimas, y al percatarme que su atacante tenía toda la intención del mundo de volver a lastimarla, corrí por inercia hasta ella. La ira me embargó, no toleraba bajo ningún concepto el maltrato a una mujer, y más aún ya que ella se trataba de mi amiga.
Sujeté al tipejo del cuello y lo alcé a varios centímetros del suelo. Enmudeció de la impresión, batallaba por soltarse, pero yo no deshacía mi agarre. Rias, al percatarse que no tenía la intención de soltarlo, me suplicó que lo dejara. Accedí únicamente al ver la desesperación plasmada en su rostro, una vez que el individuo estuvo en el suelo, alzó la mirada dispuesto a lanzarme algún improperio, pero al darse cuenta de quién era, optó por salir corriendo despavorido.
Volteé a verla y al tratar de agarrarla cerró los ojos por inercia, estaba asustada, nunca me había visto comportarme de esa forma. Observé su mejilla y dirigí mis dedos hasta su rostro, acaricié la zona enrojecida y limpié las lágrimas que desbordaban haciendo pequeños caminos por sus mejillas.
—Fue mi culpa... —su voz sonaba entrecortada, el retener las lágrimas había provocado que no pudiera hablar con claridad—. Me prohibió hablar con Lyra, pero no le he hecho caso, por eso lo hizo...
—¿Qué? —bufé incrédulo ante su respuesta—. Rias, estás mal. Nadie puede prohibirte el hablar con alguien, ni mucho menos tienen derecho a golpearte por no acatar sus órdenes —sujeté su rostro entre mis palmas y la obligué a observarme—. ¿Entiendes lo que quiero decirte? Ya sea un humano o una humana, no tienen derecho a alzarte la mano.
—No lo entenderías... las cosas son diferentes para nosotros —comenzó a llorar nuevamente y me vi obligado a abrazarla—. Mírame, soy mujer, lo que él me ordena se tiene que hacer... Es mi prometido, el desobedecerle representaría un insulto para mi familia.
—¿Piensas casarte con ese energúmeno? —me sentía indignado tras oírla.
—Créeme que no es algo que yo quiera —su voz volvió a entrecortarse, se vio obligada a hacer una pausa para continuar—. Nuestros padres son quienes deciden nuestro destino. Te juro que a mi no me hizo para nada feliz la idea, pero él le traerá beneficios a mi familia, y solo por eso decidieron comprometerme.
—¿Y porque te prohíbe el hablar con Lyra?
—No quiere que me hable con Lyra porque dice que ella me llena la cabeza de cosas e ideas tontas, como... —tartamudeó—, como que un Hanoun y un humano pueden ser amigos.
—¡Nunca he escuchado tanta estupidez junta!
—Lo sé... incluso a mí todo esto me parece algo incoherente, pero siempre ha sido así. Nosotros no decidimos nuestro destino, los mayores son los que lo hacen. Supongo que... como han vivido más deben de tener razón.
—¡Pero no puedes dejar que te golpee! Él no te tiene nada de respeto ¿Has pensado en decirle a tus padres?
—No me harían caso, mi padre asumiría que fue mi culpa, y en parte si él le cuenta el motivo, celebraría que me haya castigado de aquella forma —la sujeté con fuerza para que pudiera desahogarse por completo—. No puedo hacer nada, si pudiera escapar de mi destino lo haría, pero todo ya está decidido, a finales de año contraeré nupcias y le daré un hijo... tendré que quedarme a su lado hasta el día de mi muerte.
—Eres demasiado joven todavía... créeme que si pudiera hacer algo por ti lo haría, eres una buena amiga, y por sobre todo, eres una buena persona.
—Tranquilo, Rier .Ya has hecho bastante, me has defendido, y sé que él lo pensara dos veces antes de volver a ponerme una mano encima.
—No me siento muy tranquilo todavía... prométeme que me dirás si vuelve a levantarte la mano de esa forma.
—Pero Rier... él es mi..
—¡Promételo! Te juro que te ayudaré.
—Está bien... —me respondió no muy convencida— te lo prometo.
—Mucho mejor —acaricié su rostro con delicadeza, ella me sonrió—. Si tienes algún ungüento colócatelo, eres alguien demasiado bonita como para tener moretones.
—Tranquilo, estaré bien —el sonrojo en sus mejillas era notable, no estaba acostumbrada a que le realizaran halagos, así que se vio obligada a mirar hacia el suelo—. Gracias nuevamente por ayudarme.
—Eres mi amiga, te protegeré lo más que pueda —observé hacia el suelo y vi la flor que minutos antes sostenía en mi mano, le sonreí manera tranquilizadora, y coloqué la flor en su oreja— ¿Sabes? Esta flor se pierde en tu cabellera—reí—, casi son del mismo color.
—Sí, al parecer sí —me respondió ella aún más avergonzada.
—Nos vemos mañana, Rias.
—Nos vemos mañana, Rier —ella sujetó el área donde estaba la flor y sonriendo de forma tímida se despidió de mí.
Luego de escucharla comencé a analizar las cosas que había dicho. En parte tenía razón, desde que tengo conocimiento, los adultos siempre han sido aquellos que deciden que cosas hacemos o no. Y yo quería cambiar eso. Nosotros teníamos ideas muy retrogradas, tales como: Que una mujer tenía que callar y soportar muchas cosas, incluyendo golpes por parte de su esposo; y sobre todo, que todos estuviéramos divididos por aquella gran brecha social, era algo absurdo.
Ese día, juré que buscaría la forma de ayudar a Lyra y Rias a huir de aquella espantosa realidad. Aunque con el paso de los años, aquellas ideas y deseos que poseía se fueron destruyendo uno a uno. Lastimé a quien me brindó su apoyo incondicional y fui traicionado por aquella persona en la que confié ciegamente.
No recordé algo que era vital.
Cuando alguien sueña demasiado alto, la caída es lo que más duele al despertar.
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