CAPÍTULO VIII • Descubrimientos •
C L E M A T I S
Vi como el muchacho comenzó a perderse en medio de la muchedumbre. Al sentirme observaba por el resto de invitados, opté por retirarme, la ceremonia importante ya había finalizado, así que mi presencia en esa fiesta ya no era indispensable.
En mi camino, más de una me miraba por debajo del hombro, incluso algunas de las Hanouns habían buscado la forma de hacer que tropezara, ya sea poniéndome el pie, o dándome un empujón adrede. Los comentarios desdeñosos contra mi presencia tampoco hicieron esperarse. La gran mayoría celebrara el hecho de que mi aldea hubiera sido erradicada, y esto lo hacían en voz alta, como para que medio salón se enterara y acotaran algo aún más hiriente.
Soporté mucho. Demasiado diría yo. Por momentos la vista se me nublaba y deseaba llorar lo que me quedaba de trayecto, pero si en ese preciso instante me quebraba, les daría en la yema del gusto, y eso era algo que no podía permitirme. No entendía porque si eran gente tan culta y educada bajo estrictos protocolos, se comportaban de esta manera.
Al llegar a mi habitación, me deshice del incómodo vestido y me tiré sobre la cama. Me coloqué de lado, observando a la ventana y dejé que la luz de la luna fuera mi fiel acompañante en esa velada.
Después de ese día, las semanas comenzaron a transcurrir con rapidez. Era increíble el pensar que ya estaba por cumplir un mes desde que mi vida cambió drásticamente. Un mes, en el cual dejé atrás ese pequeño hogar donde vivía, el cual era al único mundo que conocía. Ahora, todo era completamente diferente. Se había cumplido mi sueño de caminar bajo el celeste cielo y el de disfrutar de ciertas cosas del mundo exterior. Pero el precio a pagar había sido demasiado alto.
No era libre. No era feliz. Había salido de un encierro oscuro para ir a caer en otro, el cual era mucho peor. La libertad que tanto anhelaba era una burda fantasía que poco a poco se fue desintegrando, dejando tras de aquellos sueños infantiles desperdigados por el suelo como si se trataran de las cenizas de una fogata. La realidad me alcanzó y se encargó de brindarme un golpe abrupto y doloroso.
No había momento en el cual no dejara de pensar en mi madre y mi hermano. Aquella herida sangrante que dejó su partida se mantenía abierta y latente en mi corazón, y simplemente se negaba a cerrarse por completo. Soñaba con ellos, los recordaba con dolor, ya que por más que buscara mil y un maneras de recordarlos de otra forma, simplemente no podía. Su imagen, sus voces, y los recuerdos que dejaron conmigo era lo único que me quedaba.
Es por eso que la hora de dormir ya no representaba para mí únicamente un método de descanso, sino que se volvió un premio, ya que en mis sueños podía verlos y pasar tiempo con ellos, y aunque las horas se escurrieran de mis dedos, al menos conseguía escapar de esta cruda realidad donde estaba envuelta. Aunque era consciente de que, en cuanto abriera los ojos, ellos ya no estarían allí para mí.
—Señorita Clematis. —Meried golpeó la puerta y yo aparté despegué la mirada de la ventana. Al concederle el permiso, ella entró e hizo una pequeña reverencia.
—¿Qué sucede? —pregunté mientras me levantaba de la silla del escritorio—. ¿Ya es hora de almorzar?
—No señorita, aún falta un poco para que la cocinera termine el almuerzo —ella se dirigió al ropero y sacó dos vestidos, los extendió en mi dirección y opté por el que era de color morado—. El amo Giorgio me mandó a decirle que hoy llega la prometida del amo Jaft, necesita su presencia en la entrada del palacio para el recibimiento.
—¿Es algo obligatorio? —pregunté y me sentí tonta al hacerlo, si Giorgio había dado la orden, claramente era obligatorio— Perdón, aún no me acostumbro a los protocolos que ellos poseen.
—Es entendible, usted es una... humana —dijo con cautela mientras dejaba la prenda sobre la cama—. ¿Desea que la ayude con el corsé?
—Soy humana —dije con calma y sonreí—, no temas decir lo que soy, no es algo malo, o eso creo —reí de forma nerviosa y ella apretó los labios de forma lineal.
—Por lo general, en las familias que son regentes de naciones, se acostumbra recibir a los invitados en la entrada —Meried me ayudó a colocar el camisón blanco interno y luego colocó el primer faldón sobre mi cintura—. Es una tradición que se remonta a los inicios de la dinastía Wolfgang.
—Su historia es bastante larga y complicada.
—Para serle franca, sé tanto como usted pueda saber, lo único que se me han enseñado son los protocolos.
—¿A qué edad llegaron ustedes aquí?
—Cuando teníamos siete años —Meried se posicionó delante de mí y acomodó la tela que iba a la altura del escote, ella era un poco más alta que yo, por lo que pude ver a la perfección como un gesto melancólico se posicionó en su rostro—. Nuestra madre vivía en la aldea humana, pero... al ser híbridas, hembras sobre todo, fuimos separadas al llegar a esa edad, ambas terminamos siendo tomadas por los esclavistas.
—¿Giorgio las compró? —pregunté, y ella se encargó de negarlo, caminó hacia estar detrás de mí y comenzó a ajustar las tiras del corsé.
—La señora... Lyra fue quien nos encontró a las dos semanas. Ella por lo general paseaba en el pueblo con el amo Jaft, nos vio en las jaulas y decidió comprarnos.
—¿Lyra? —pregunté—. ¿Es la madre de Zefer y Jaft?
—Así es —el ambiente se volvió un poco tenso, parecía que a Meried no le gustaba hablar mucho sobre ella—. Era una Hanoun muy hermosa, si bien, el amo Zefer se parece bastante al amo Giorgio, los ojos que él tiene son iguales a los de ella.
—¿Puedo preguntar qué le pasó?
—No puedo decirlo, perdóneme, señorita Clematis —ella se separó y me indicó que su trabajo había culminado—. Hay algunas cosas que no pueden decirse o deben recordarse en este palacio.
La actitud de Meried cambió al decir esto último, volvió al modo frío y distante al cual estaba acostumbrada. Constantemente trataba de llevarme bien con ambas, pero Wylan ni siquiera me dirigía la palabra y evitaba cruzarse conmigo a toda costa. Meried, por su parte, era un poco más accesible, pero había momentos como ahora, donde no podía evitar sentirme decepcionada al ser consciente de su trato distante.
En cuanto se fue me observé al espejo. Al verme allí reflejada, simplemente no me hallé. La mujer que me devolvía la mirada, la cual se encontraba vestida de manera ostentosa, no era yo. Detestaba andar tan arreglada, no me sentía para nada cómoda.
No sentía deseos de bajar, el convivir con ellos era algo que prefería evitar a toda costa, ya que siempre que estaban reunidos, Giorgio y Zefer buscaban la manera de hacerme sentir mal.
Caminé por los tenebrosos pasillos, la iluminación había aumentado parcialmente desde mi llegada aquí, ahora si era posible que viera más allá de mi nariz sin tropezarme. Al llegar a las escaleras, comencé a descender los peldaños hasta ubicarme en la primera planta, la puerta estaba abierta, y allá afuera se encontraban Jaft y Giorgio, esperando la llegada de Eleonor.
Desde que se anunció su compromiso en la fiesta, Zefer se había mantenido reacio a bajar y convivir con el resto. Había ordenado a los sirvientes llevar los alimentos a su habitación. Y Jaft, por su parte, conforme se acercaban los días, se había mostrado cada vez más y más ansioso. Pero tal comportamiento no parecía ser por el hecho de que fueran a convivir con ella, yo al menos lo sentía de esa manera.
Luego de algunos minutos, las rejas de la entrada se abrieron y dieron el ingreso a un carruaje de color negro. Este se fue acercando, y en cuando se posicionó frente a nosotros, pude verlo más a detalle. Las cortinas se hallaban corridas, imposibilitando de esa forma ver el interior y a su ocupante. Al observar a los híbridos, no pude evitar escandalizarme, estos poseían la espalda completamente lastimada, las marcas de latigazos eran completamente visibles, y algunas incluso eran frescas, ya que la carne era un tanto visible en algunas zonas.
—Qué horror... —susurré lo suficientemente bajo, pero Jaft alcanzó a escucharme.
—El trato varía según la familia —me respondió—, desde hace varios años yo pedí que ya no usáramos el látigo con los jaladores de nuestro carruaje.
—Eso no quita que esto sea inhumano —lo observé de reojo—. ¿Cómo es posible que obliguen a las personas a jalar carruajes tan pesado? ¡Es abominable! Ni siquiera tratan así a los animales. ¿Por qué los híbridos tienen que ser tan diferentes?
Jaft no tuvo tiempo de responderme, ya que, en cuanto el cochero bajó de su asiento, abrió la puerta del carruaje. Al estirar su mano al interior, la Hanoun que conocí en la fiesta comenzó a descender de forma elegante. Su larga cabellera le llegaba se encontraba recogida en una media colar rizada, y en la parte superior, algunas trenzas se entrelazaban sobre sus hondas realzando de esa forma su belleza; poseía una tez tersa y casi nívea, la cual calzaba a la perfección con aquel particular color de ojos que ella tenía.
Giorgio, al ver como ella ya se encontraba a solo unos escalones de distancia, observó a Jaft de soslayo, y este, al percatarse que lo estaba observando, le dedicó una mirada atenta. Giorgio, con un gesto de la cabeza le indicó que bajara a recibirla, y Jaft obedeció de forma inmediata y sin chistar.
—Eleonor, es un verdadero placer recibirte —dijo Giorgio de manera muy animada mientras bajaba a darles el alcance, una vez que estuvo cerca, le brindó un fuerte abrazo.
—El placer es definitivamente mío, padre —ella sonrió dejando a la vista sus blancos colmillos. Pero, en cuanto su mirada reposó en mí, el gesto cambió por uno de repulsión.
—Bienvenida —Jaft tomó su mano y depositó un suave beso sobre sus nudillos.
—Mi amado Jaft, fue una tortura el contar los días para venir aquí, ya estaba comenzando a desesperarme. —ella depositó un beso sobre su mejilla y Jaft se vio obligado a carraspear por su atrevimiento—. A propósito —observó a todos lados buscando a alguien, pero no lo halló—. ¿Zefer no bajará a recibirme?
—Zefer, está resfriado —le respondió Giorgio mientras se encogía de brazos—. ¿Pasamos?
Ella asintió de mala gana, pero comenzó a subir las escaleras junto a ellos. Eleonor se sujetó con fuerza del brazo de Jaft mientras sonreía de forma coqueta mientras lo observaba, él simplemente evadía su mirada con evidente incomodidad. Los sirvientes no tardaron en bajar los escalones en dirección al carruaje, y una vez allí, comenzaron a descender las maletas para introducirlas al palacio.
—Suban mi equipaje a la habitación de Jaft —ordenó Eleonor mientras pasaba por mi lado. Sus ojos se posicionaron sobre mí, y me observó de forma desdeñosa de pies a cabeza.
Observé al frente y aguanté la respiración al verla, y solo cuando pasó por completo me permití volver a respirar con tranquilidad. No entendía por qué me observaba de aquella forma, es decir, era consciente de que el que yo fuera humana podía causarle cierta molestia, pero aquella mirada particular que me dirigió tenía algo más detrás.
—Señorita Clematis —Wylan me llamó y pegué un respingo en mi lugar—. Necesito que me acompañe a la biblioteca.
—¿A la biblioteca? —pregunté y ella asintió—.. ¿Por qué tengo que ir allá?
—El amo Giorgio ha traído un tutor para usted —luego de observarme durante algunos segundos, y de asegurarse que comenzara a seguirla, entró al palacio y se dirigió a las escaleras—. Al ser humana, seguro el conocimiento que tiene acerca de las familias de regentes debe ser algo básico. Así que, el amo trajo a alguien que le explique todos los protocolos que tienen los Hanouns en las reuniones, o que se tiene que hacer si viene alguien importante de visita.
—¿Sabes de quién se trata?
—No, solo me ordenaron llevarla allá —ella se detuvo y se acomodó un poco el delantal que poseía algunas manchas negras producto del carbón cerca de su abdomen—. Tiene que aprender todo lo necesario, al ser usted la prometida del amo Zefer, siempre se verá expuesta al contacto con otros regentes, ya sea en festividades o reuniones. Se le enseñará las costumbres de la casta Wolfgang, y también, el manejo del comercio que mantiene el amo Giorgio con otras naciones.
—Wylan —su hermana la observó algunos peldaños más arriba, y luego de que las tres estuviéramos allí, ella hizo una reverencia.
—Te dejo el resto, Meried —diciendo esto, se marchó rumbo abajo nuevamente.
—Le pido disculpas —Meried hizo una reverencia mientras sujetaba nerviosamente sus manos—. Ella no es mala... es solo que le cuesta confiar en las demás personas.
—No te preocupes... —le dije con sinceridad—. De una u otra forma puedo entenderla, o eso creo —sonreí— Meried, ya que estamos a solas. ¿Puedo pedirte un favor?
—Claro, dígame. ¿Qué se le ofrece?
—¿Podrías dejar de tratarme con tanta formalidad? Puedes tutearme, llámame por mi nombre... no me molestaría —una sonrisa nerviosa se posicionó en sus labios—. Incluso, debo confesarte que me sentiría mucho más cómoda. Ambas tenemos casi la misma edad, creo, y, para serte franca, me siento muy rara cuando me dices señorita.
—¡Eso es imposible! —dijo escandalizada—. Usted es la prometida del amo Zefer, si él, o alguien nos escucha tuteándola, nos caerá un severo castigo —su cuerpo se tensó tras decir esto.
—Lo siento, tienes razón, no lo había considerado —exclamé sintiéndome apenada—. Al menos... tú crees que, si nos encontramos solas, como ahora. ¿Puedas llamarme por mi nombre?
—Supongo... que sí. —dudó, pero luego sonrió un poco—. En situaciones como estas, supongo no habría problema alguno —tartamudeó ligeramente mientras sujetaba sus manos.
Después de aquella pequeña conversación, Meried me llevó hasta la biblioteca, en cuanto llegamos, me dijo que la persona que Giorgio había traído ya se encontraba esperándome adentro, le di las gracias por acompañarme, ella hizo una pequeña reverencia, y se marchó.
En cuanto se fue, no pude evitar ponerme nerviosa, el simple hecho de pensar que alguien extraño fuera el encargado de enseñarme, hacía que mi corazón brinque, hasta ahora, no había tenido buena experiencia con terceras personas, ponía de ejemplo a la modista o los que asistieron al baile. Los Hanouns eran seres que se sentían orgullosos de su raza, y miraban muy por debajo del hombro a quien estuviera fuera de ese círculo.
Abrí la puerta, y cuando asomé un poco el rostro, me di una grata sorpresa. Argon se encontraba adentro ojeando unos libros, él, al verme, se puso de pie y me sonrió ampliamente mientras se acercaba, yo inmediatamente le devolví el gesto. Me sentía aliviada, por fin podía relajarme un poco
—¡Clematis! —cuando se encontraba frente a mí, tomó mi mano para depositar un suave beso sobre mis nudillos, no pude evitar sentirme nerviosa en cuanto hizo esto—. Es un placer volver a verte, te ves muy bien.
—Gracias —murmuré algo apenada por los halagos—, pensé que habías regresado a tu nación.
—De hecho, lo hice, pero Giorgio me mandó a llamar con una petición especial, me preguntó si podía ser tu tutor, y desde luego, accedí encantado.
—Gracias, Argon...—estaba feliz de verlo.
Estaba muy feliz de que hubiera venido. Argon era el único Hanoun que había conocido hasta el momento que no me miraba por debajo del hombro, ni pensaba que mi mera existencia era una aberración.
Él me invitó a sentarme a su lado, mientras caminaba, observaba el entorno con atención. La biblioteca era enorme, estaba distribuida de tal forma que parecía que constaba de dos pisos, los muebles de madera estaban llenos hasta el tope, y un poco más alejado de nosotros, se podía ver una pequeña escalera empotrada a la base de la repisa, al parecer podía moverse de izquierda a derecha.
—No tienes por qué agradecerme, para mí es un placer el venir a enseñarte.
Frente a nosotros había una ruma pequeña que estaba compuesta por cuatro libros. Pero, había uno en particular, que era más grande que el resto. Argon lo tomó y lo colocó frente a mí.
—¿Un mapa? —le pregunté y asintió.
—Sí, es el mapa de esta parte donde vivimos, en ella te detalla las naciones y donde se encuentran los palacios —señaló las hojas y los caminos que esta poseía—. Como podrás ver, comprende desde la zona liderada por los caninos, hasta la que controlan los felinos.
—Es inmenso... —estaba sorprendida, el lugar donde nos encontrábamos tan solo era una pequeña fracción de un todo.
—Desde luego, de hecho, My—Trent tiene el mayor territorio, cuando Giorgio se volvió el líder de esta nación hizo una alianza con pequeñas aldeas que estaban pasando por momentos difíciles por la mala administración de los regentes en ese tiempo —Argon comenzó a señalar las cinco puntas de la nación de My—Trent—, como esos lugares poseían mejor terreno para poder sembrar, les ofreció salvarlos de la ruina a cambio de que juraran lealtad.
— Ya veo... —observé los dibujos con atención, y luego de algunos minutos en silencio, Argon habló.
—Clematis —carraspeó—, no quiero sonar descortés, pero... ¿Sabes leer y escribir?
—Sí—reí ante su nerviosismo, pero al recordar a quienes me habían enseñado aquello, la sonrisa que traía plasmada en mi rostro desapareció por completo—. No debes preocuparte, no eres descortés. Entiendo que pienses que por ser humana, y mujer sobre todo, no sepa hacerlo. Pero mi madre me enseñó a hacerlo desde muy pequeña, y esto fue reforzado por mi hermano —en ese momento, mi mente viajó a aquel tiempo donde mi madre me traía algunos libros para leer—. No disponíamos de muchos libros, como los hay aquí, pero mi mamá escribía historias muy bonitas, y eso me ayudaba a practicar.
—Es muy bonito lo que me cuentas, no sabía que fueras segunda hija—me sentía tan cómoda con él que no me percaté que había nombrado a mi hermano.
—¡Lo siento! —respondí de forma inmediata—. Por favor, te lo pido, no se lo digas a nadie.
—No debes preocuparte por eso —él me sujetó de la mano y buscó la manera de calmarme—. En Velmont es algo muy común que los humanos tengan más de un hijo, así que, para mí al menos, el que hayas tenido un hermano mayor no es algo escandaloso, pero descuida, tu secreto está a salvo conmigo.
—Gracias, Argon.
—Y con respecto a lo otro, el que seas mujer no tiene nada que ver. Me siento muy feliz por ti, es bueno saber que tu madre optó por darte una educación, te pongo de ejemplo lo siguiente —Argon tomó un pedazo de papel y lo colocó delante de él, luego, sujetó la pluma que estaba a su derecha y trazó dos círculos en la parte superior—. Mira, cuando un regente tiene más de un hijo. El mayor —trazó el primer círculo—, es quien adquiere el mandato de la nación, mientras que, el segundo —trazó el otro círculo—, por lo general, opta por no tomar las clases. Simplemente, desean no estudiar, ya que no se les exige tanto como al primogénito.
—¿De verdad? —pregunté con un deje de sorpresa—. ¿Pero los que nacen segundos no aprovechan o lo intentan siquiera?
—Cómo te digo, no les interesa. Por eso me alegra que tú si hayas aprovechado lo que tu madre y hermano hicieron por ti—comenzó a revolotear mis cabellos mientras reía.
—¿Zefer tampoco aprovecho la educación que le dieron?
—Zefer es un caso un tanto diferente —me dijo a medida que ladeaba la cabeza—. Le encanta leer, no le interesan mucho los asuntos de la nación por ser el segundo hijo, pero si es alguien bastante culto. No existe nada más hermoso e importante que el conocimiento, independientemente de si eres varón o mujer. ¿Así se distinguen los sexos entre ustedes, no?
—Sí... así los distinguimos. ¿Ustedes como los distinguen?
—Nosotros decimos, macho o hembra.
—Oh, ya veo —sonreí—, tenemos términos muy diferentes, es gratificante el aprender nuevas cosas.
—¿Puedo serte franco? —tras responderle de manera afirmativa, Argon se acercó y susurró en mi oído. Al sentir su cálido aliento cerca de mí no pude evitar sonrojarme—. Esto resulta beneficioso para ambos. Yo no sé mucho acerca de los humanos, soy un completo ignorante en lo que se refiere a los términos que emplean o sus costumbres, y me gustaría aprender más al respecto.
—Será un placer para mí el corresponder tu enseñanza de esa forma.
—¡Perfecto! Tenemos un trato entonces —Argon sujetó un tomo un poco más pequeño y lo abrió, luego de dar una rápida ojeada, lo estiró en mi dirección para que pudiera sujetarlo—. Bueno, antes de que comience a explicarte sobre la economía principal de My—Trent, me gustaría preguntarte que es lo que sabes sobre la historia de los Hanouns. Imagino que ustedes, los humanos, deben tener una versión diferente a la de nosotros.
—Bueno... —tartamudeé ligeramente—. Está bien, te contaré nuestra versión:
» Hace trescientos años tuvo origen la tercera guerra mundial, esta es conocida como El Holocausto. No se sabe cuál fue el detonante de la pelea, pero los humanos de ese tiempo comenzaron a enfrentarse entre sí usando armamento nuclear.
» Los pocos recursos que quedaban se contaminaron, y como no había alimento para abastecer a todos los supervivientes, estalló la guerra civil, el pueblo derrocó a los terribles mandatarios y comenzaron a buscar países aledaños que poseyeran mayor cantidad de recursos. Medio año después de que eso pasara aparecieron los Hanouns y...
—¿Qué sucede? —me preguntó ante mi silencio repentino. Comencé a analizar si era prudente decirlo o no lo que seguía—. No detengas tu versión solo por mí. Así haya algo malo después de ese punto, quiero escucharlo.
—De acuerdo.
» Aquellas criaturas, los Hanouns, sometieron a la raza humana. Nos obligaron a trabajar sin descanso, tratando de reparar el daño que le hicimos al planeta. Y pues, bueno... como entre ustedes hubo conflictos por ser de diferentes especies, cada líder se llevó consigo a un grupo de humanos y fundaron lo que ahora son conocidas como naciones.
—Interesante —Argon sujetó su mentón y comenzó a procesar todo lo que había dicho. Luego de permanecer cierto tiempo en silencio, suspiró y se sujetó el rostro como si estuviera avergonzado—. Ustedes sí que la tuvieron difícil —sonrió forzosamente y comenzó a tamborilear los dedos sobre la mesa—. Bien, ahora, te contaré la versión que sabemos nosotros.
» Contrario a lo que los humanos de aquel tiempo pensaban, nuestros ancestros eran conscientes de lo que ocurría en su entorno, pero, al no poseer el mismo tipo de lenguaje para poder comunicarse, eran incapaces de hacer llegar sus quejas. El ser humano siempre ha pensado que los animales actuaban por instinto, esta teoría no estaba del todo errada, sin embargo, muchas de nuestras acciones eran calculadas a detalle y muchas veces, ellos optaban por hacerse los desentendidos.
—¿Acciones? —pregunté.
—Sí, déjame plantearte algunos ejemplos.
» Si la comida escaseaba en la región donde vivían en ese momento, aunque ellos no lo quisieran, era necesario migrar hacia otro lugar. Ahora, los animales siempre han sabido que el ser humano es un cazador por naturaleza, y el simple hecho de moverse de un lugar medianamente seguro, era un arma de doble filo. Desgraciadamente, en algunas partes del mundo se comenzó a cazar cierto tipo de animales, al punto que estos terminaron extinguiéndose por completo.
» Los animales eran usados como experimentos científicos. Sus hogares fueron destruidos para que ellos pudieran continuar con la expansión de su especie. Contaminaron los lagos, ríos, y el océano. Incluso, tengo entendido que muchos de nuestras especies eran empleados para el entretenimiento del público.
—Eso suena horrible... —el simple hecho de haber escuchado a Argon me hizo sentir avergonzada de pertenecer a esta especie. Éramos una plaga.
—Lo sé... —Argon me observó mientras sonreía de lado—. Pero eso pasó hace ya mucho tiempo. Ahora, seguiré con mi relato.
» Normalmente, los mismos países de aquel tiempo siempre entraban en conflictos, era algo rutinario, y al parecer, estaban atados bajo un tipo de alianza donde si uno estaba en problemas, los otros respondían por él. En mi opinión, las peleas siempre surgen por motivos tontos y egoístas, pero aquel que está equivocado siempre asume que tiene la razón. Como bien sabrás, nosotros tenemos territorios designados, y hasta hace algunos años, My—Trent y Velmont estaban enfrascados en una enorme disputa. Uno no podía cruzar al otro lado porque era encarcelado y posteriormente condenado a muerte.
—¿Por qué surgió la disputa?
—Según mi padre, mi abuelo y el abuelo de Giorgio no se llevaban para nada bien. En más de una ocasión habían peleado por terreno, alegando que una hectárea le pertenecía al otro. Pero todo cambio cuando Rier, mi padre, subió al poder.
—¿Ellos firmaron un tratado para que pudieran pasar?
—Al parecer... Heros, mi abuelo, antes de morir lo firmó con Giorgio, su padre murió de una extraña enfermedad, así que desde muy joven obtuvo el cargo de regente.
—No lo sabía, ¿entonces tu padre y Giorgio son cercanos?
—Para serte franco, no lo sé. Tengo entendido que antes lo eran, porque los que trabajan en Velmont me lo dijeron, pero no sé qué paso con ellos.
—¿Cuándo los animales evolucionaron a esa forma semi humana?
—Bueno todo parte de una ciudad llamada Chernóbil. —Argon señaló el mapa actual y señaló uno de los terrenos inhabitables.
» En este lugar hubo un accidente nuclear que devastó esa pequeña ciudad y lo volvió inhabitable y peligroso para cualquier ser humano. Los residentes huyeron, o mejor dicho, escaparon únicamente los que pudieron hacerlo. Los seres humanos dejaron detrás a todos los animales, los cuales, producto de la radiación, comenzaron a experimentar cambios en su organismo. Con cada cría que nacía a en años posteriores, las deformaciones se hacían cada vez más y más presentes.
» La mayoría de aquellas criaturas no sobrevivía, pero con cada cachorro perdido, uno más fuerte tomaba su lugar. Ya que, su cuerpo terminó por adaptarse a la hostilidad del entorno y los volvieron inmunes.
—¿Cómo eran ellos?
—Se dice que aquellas criaturas mantenían aquel hermoso pelaje característico de los animales, tanto felinos como caninos. Pero, a diferencia de los otros animales, su altura, inteligencia, agilidad y rapidez fueron superadas con creces —Argon hizo una breve pausa y comenzó a señalar los demás terrenos inhabitables—. Esa nueva especie vivió escondida en aquella ciudad desolada. No temían ser vistos por curiosos, ya que los humanos no podían ingresar sin equipo especial, y no podían quedarse por mucho tiempo.
—¿El accidente en Chernóbil pasó cerca a la fecha del Holocausto?
—No, lo que pasó en Chernóbil pasó muchos años antes de la tercera guerra, si mal no recuerdo, fue en el año mil novecientos ochenta y seis.
—¿Por qué no decidieron someter a la humanidad antes?
—Tengo entendido que ellos aguardaban un cambio por parte de tu especie, pero... bueno, esto jamás pasó.
Mi raza había sido la causante de tantas calamidades, e indirectamente, los seres humanos de aquel tiempo terminaron cavando su propia tumba. Lo merecíamos, en verdad merecíamos esto que nos venía pasando ahora.
—¿Sabes por qué ocurrió el Holocausto?
—Tengo entendido que fue por esto —de su bolsillo, Argon extrajo un vidaleon y lo colocó sobre la mesa—. Encontraron esta pequeña gema en una cueva subterránea. Era una joya preciosa, la más cara de todas. Así que, cada país en el mundo comenzó a buscar con desesperación las minas donde esta se hallaba.
—¿Todo por esta piedra verdosa?
—Sí. Naturalmente, esto se volvió una bomba de tiempo, la gente inescrupulosa saqueaba aquellos lugares donde eran halladas. Dejando tras de sí una tierra muerta. La explotaban a tal punto que ya nada podía crecer allí —Argon se removió incómodo en su asiento—. Se podría decir que te acabo de dar el motivo por el cual comenzó la tercera guerra mundial, como ustedes la conocen.
—Todo por la codicia... —solté con vergüenza—. Devastaron el planeta en aquel entonces tan solo por aquella codicia. ¿Te soy franca? Siento vergüenza de mi especie al saber todo esto. ¿Cómo es posible que todo iniciara por culpa de una piedra estúpida?
—Es un poco difícil de digerir, si, pero mi relato aún no ha terminado.
» Como es lógico, al ver que no había un cambio positivo, los Hanouns decidieron tomar las riendas del asunto. Del lado de los lobos, el alfa de la manada llamado Kyros, se alzó por sobre el resto y decidió iniciar una revolución, ya que era consiente que tras la guerra los humanos ya se encontraban debilitados. Pese a que era el más joven, recibió el respaldo de todos para comenzar con la masacre.
» Los ataques surgieron primero en zonas aledañas a Chernobyl, y repitieron aquella acción a cada lugar que iban. Lentamente, todo el mundo comenzó a ser cometido.
» Ni hombre, ni animal. Es lo que Hanoun significa. Aquel fue un nombre que surgió de una manera despectiva, los Hanouns de aquel tiempo estaban asqueados de la apariencia que poseían, después de todo, el parecerse a ustedes era algo abominable.
—Ya veo... —sujeté mis manos con firmeza y agaché la cabeza—. Bueno, considerando que nosotros les hicimos tanto daño, puedo entender algo de ese pensamiento —Argon asintió—. Pero hay algo no me queda en claro, ¿por qué se separaron? Es decir, ahora los Hanton y toda su raza viven en la otra mitad de todo esto —dije mientras señalaba las naciones en cada mapa—, los Wolfgang, por su parte, permanecen en este lado.
—Ah, bueno, eso es fácil de explicar.
» Como suele pasar, luego de la muerte de Kyros, entre nosotros hubo revueltas, ya que cada uno poseía una idea completamente diferente del cómo debían ser tratados los humanos. Los caninos deseaban ser más estrictos, mientras que, los felinos, nos conformábamos con que ustedes trabajaran. Al no llegar a un acuerdo equitativo únicamente se establecieron unas reglas generales y cada quien tomó su rumbo.
—¿Por qué odian tanto a los humanos o a los híbridos?
—El motivo es tonto si me lo preguntas. Pasa que los Hanouns de aquel tiempo, incluso la gran mayoría de los de ahora, consideran abominable el hecho de que nuestra estirpe se vea manchada con sus genes por todo el pasado que hay detrás. Es un rencor bastante idiota, pero ese es el pensamiento errático de la mayoría.
—Ya veo —respondí y el silencio reinó entre ambos.
Su historia era completamente diferente a la nuestra. Los seres humanos eran unos monstruos sin escrúpulos. No respetaron su mundo. No los respetaron a ellos. Y a raíz de eso, nosotros ahora veníamos pagando por errores pasados.
—Si bien... las personas incorrectas estaban al mando, no dudo que haya habido seres humanos de buen corazón —soltó él como un comentario conciliador, yo me limité a observarlo fijamente—. Lamentablemente, todos fueron medidos por la misma vara —su mano se dirigió a mi mejilla y comenzó a acariciarla con gentileza—. Tú, por ejemplo, eres alguien de buen corazón. A ti no te importa que uno pueda lucir diferente al resto.
—Gracias... pero no me considero alguien tan buena —le respondí con pesar.
—Puede que tú no puedas creerlo. Y si bien te conozco desde hace poco tiempo, puedo dar fe de ello. Ahora —Argon se irguió en su asiento y tomó otro de los libros que reposaba sobre la mesa—. ¿Tienes alguna duda acerca de lo que te acabo de contar?
—Pues, a decir verdad sí. ¿Kyros que apellido llevaba?
—Su nombre completo era, Kyros... Wolfgang.
—¿Qué? —dije con incredulidad.
—La casta Wolfgang es parte de Kyros, es por eso que los demás regentes de las naciones tienen un mayor respeto por Giorgio y su familia, por ser descendientes directos y puros.
—No tenía idea de eso...
—Tranquila —sonrió—. Tienes muchas más cosas que aprender. Ahora, como ya tienes claro el inicio y nuestra historia, te explicaré la diferencia entre nosotros, los Hanouns, ¿de acuerdo?
—Está bien.
—Por lo general, los que pertenecen a la familia de los caninos, tienen un cabello oscuro, ya sea negro o tonos grisáceos, es su distintivo. Sin embargo, solo los Wolfgang poseen el cabello negro, aunque... pues, en el caso de Jaft —Argon carraspeó ligeramente para poder continuar—. Bueno, Jaft es el primer caso conocido de un Wolfgang con cabello rubio. En lo que respecta al color de los ojos, varía según la casta de donde provienes.
—¿Entonces por qué Eleonor tiene los ojos de diferente color?
—Eleonor es alguien de la nobleza, eso significa, que en algún punto de su rama un híbrido se mezcló con una pura sangre, por eso aquel distintivo —volvió a tomar el libro que tenía entre sus manos y lo abrió—. Mira, los regentes son pura sangre, es decir, que a lo largo de la historia ellos únicamente se han juntado con sus iguales. Por otra parte, los nobles, poseen un rango menor por los motivos que ya te expliqué. Y los híbridos, son la unión de un humano y un Hanoun o viceversa, es por eso que poseen garras y orejas puntiagudas, mas no colmillos.
—Ya veo, entonces, el diferenciar sus razas es más fácil de lo que había imaginado.
—Por suerte sí —Argon apoyó su codo sobre la mesa y reposó su cabeza sobre su palma mientras observaba al frente—. Sería un verdadero problema si todos nos pareciéramos demasiado.
—¿Sabías que los humanos de esta región somos pelirrojos?
—No lo sabía, para serte sincero, no llegué a conocer tu aldea.
—Es lo que me dijo mi madre, sin embargo, mi hermano, William, es el único que poseía cabello rubio.
—Ya veo... —Argon realizó un gesto extraño con la boca y luego se puso de pie, extendió su mano en mi dirección y me obligó a levantarme—. Es hora de bajar por el almuerzo, Clematis, seguiremos con las lecciones el día de mañana.
Z E F E R
Durante toda la noche no había logrado conciliar el sueño de una forma correcta. El simple hecho de pensar que Eleonor llegaría al palacio el día de hoy, provocaba un dolor punzante en mi corazón. Lo que menos quería era verla entregándose a los brazos del pelele de mi hermano. Ni siquiera cuando la servidumbre vino a informarme que Giorgio solicitaba mi presencia en el recibidor, quise bajar.
—¿Cómo podría recibirla en esta familia? —me pregunté mientras volvía a golpear el barandal del balcón.
Siempre había sido mi gran amor. Ella había sido la única Hanoun capaz de llevar mi corazón a límites insospechados, me elevaba al cielo con facilidad, y de la misma forma me dejaba caer abruptamente a la tierra. Nunca había sido capaz de amar a otra que no fuera ella. Desde el momento en el que la conocí, quedé prendido de su belleza.
—¿Por qué tienes que casarte con Jaft? —solté a la nada, pero lo único que me respondió fue el trinar de un ave que voló cerca de mí.
El día del anuncio oficial sentí como algo se quebró en mi interior. Mi corazón se había destrozado en miles de diminutos fragmentos. Me sentía desilusionado. Estaba dolido por la noticia. Pero, pese a que me sintiera de esta forma, pese a que me quemara el alma ser consciente de esto, no podía hacer nada al respecto... y aquello era precisamente lo que me mataba. El ser incapaz de hacer saber mi desacuerdo con todo esto provocaba aquel dolor que sentía ahora.
Giorgio constantemente buscaba renovarse. Con cada día que pasaba ideaba mil y una formas de torturarme. Ahora, no solo tenía que estar atado a la inservible de la humana, sino que tendría que soportar ver a la única persona que me había importado al lado de alguien más, y lo que me enfermara más era el hecho de que ese alguien, fuera el detestable de mi hermano mayor.
Observé hacia el frente y vi algunas aves pasar volando. Las envidiaba, envidiaba aquella libertad de las que ellas disponían para poder marcharse cuando más lo quisieran.
De pronto, escuché la cerradura de la puerta ser abierta, alguien había usado la llave maestra, y no tardé mucho en darme cuenta de quien se trataba, ya que aquel aroma a lavanda lo conocía a la perfección. Ella había entrado a mi habitación. Al escuchar sus pisadas acercarse a mi generaron que mi corazón comenzara a golpear mi pecho con fuerza. Mi cuerpo se tensó al sentir sus manos posicionarse en mi espalda. Cerré los ojos, e inhalé con mayor profundidad aquel aroma que me enloquecía.
—No fuiste a verme... —pude captar un deje de desilusión en aquellas palabras. Sus brazos rodearon mi cintura, y yo tan solo me limité a sujetar sus pequeñas manos con firmeza— Zefer ¿Es que acaso piensas fingir que no me conoces?
—Eleonor, por favor. No tengo nada que conversar contigo... —murmuré de forma dolorosa, sentí sus brazos aprisionarme aún más— Al menos, no en este momento.
—¿Por qué? —preguntó mientras apegaba el rostro a mí.
—No lo hagas más difícil para mí —le supliqué mientras volteaba a observarla. Estaba tan hermosa como siempre. Mi palma se dirigió a su rostro y acarició su mejilla, ella cerró los ojos ante mi tacto.
—Sabes que no fue mi culpa —se dejó llevar por mis caricias, emitió un sonoro suspiro y luego depositó un beso en mi palma.
—Lo sé... créeme que lo entiendo perfectamente, pero, ¿acaso no pudiste negarte?
—¿Crees que tenía opción? —se recostó sobre mí y sujeté su espalda con firmeza. No deseaba que se apartara de mi lado—. Mi padre accedió por mí, sabes que no puedo desobedecerlo... Él, sería capaz de matarme si lo hiciera.
—No puedo aceptarlo —la atraje aún más a mí, besé su cabeza y me suspiré pausadamente.
Y es que en verdad no podía hacerlo. El saber que Jaft sería quien compartía su vida junto a ella hasta el final me mataba. Anhelaba desaparecer. Lo único que lograba brindarme consuelo era sostenerla bajo mis brazos en este momento.
—Es un martirio el pensar que... serás de él y yo no podré evitarlo.
—Es difícil para ambos —su semblante era triste mientras hablaba.
Sus brazos se enredaron en mi cuello, y sentí sus suaves labios sobre los míos. Esto es lo único que necesitaba, el sentirla junto a mí, el sentir el calor de su cuerpo y percibir su dulce aroma. Lentamente, nuestras lenguas comenzaron a juguetear entre sí mientras continuábamos con el beso, para mí... nada en el mundo podía igualarse a este momento.
—Lo siento, Zefer... —sus ojos se mostraron vidriosos mientras se apartaba—. Pero esta será la última vez.
Aquello terminó por destruir mi corazón. Eleonor desvió la mirada al igual que yo lo hice y comenzó a alejarse poco a poco mientras nos observábamos en silencio.
—Lo sé —dije de forma pausada mientras ella entrelazaba nuestros dedos—. Después de esto, tendrás lo que siempre anhelaste, ser la regente de este palacio —ella me observó e inmediatamente frunció el ceño. Sentí su palma impregnarse sobre mi mejilla, el lugar donde golpeó comenzó a arder producto de la fuerza que empleó
—Eres un idiota...
Tras decir esto, se marchó de mi habitación dejándome nuevamente en este silencio que me envolvía. Acababa de decirle adiós a lo único que me había mantenido a flote durante todos estos años.
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