CAPÍTULO XXXII • Ojo por ojo •
C L E M A T I S
Tras varios minutos escabulléndome logré llegar al palacio. Las enormes puertas estaban cerradas, pero al asomarme por la ventana más cercana que tenía no logré detectar ni un solo movimiento dentro.
Era absurdo que no hubiera caos dentro. Todo se veía extrañamente tranquilo, y eso en verdad era preocupante.
Una pequeña punzada de dolor surgió, observé mi brazo y este aún estaba sangrando. Necesitaba borrar mi aroma cuanto antes, de lo contrario el enemigo podría detectarme en un santiamén.
Introduje mi mano dentro del bolsillo y saqué un frasco de esencia y lo vertí encima de mi cabeza, en cuanto la sustancia tocó la herida que tenía generó que la zona ardiera, aunque fue brevemente y eso podría deberse a la adrenalina del momento.
La forma más segura de entrar al palacio era por la puerta trasera de la cocina, así que, caminando por todo el contorno, me dirigí lentamente hacia la entrada. Al llegar tuve que abrir apenas la puerta para evitar que las bisagras rechinaran, por suerte lo logré, y luego de que ingresé a la cocina me percaté que todavía había ollas puestas encima del fogón, las verduras estaban a medio cortar, y en el suelo se podía ver un rastro de sangre en dirección a las escaleras.
Comencé a sudar frío. Ante tal escena confirmé mi mayor miedo. Algo malo le había pasado a los sirvientes.
Alguien gritó desde la parte de arriba. Se trataba de Lorke, no había duda alguna.
Comencé a avanzar con más prisa procurando no hacer ruido, pero al llegar a las escaleras mi corazón se detuvo. Los sirvientes estaban tendidos sobre el frío material del que estaban compuestas, y en medio de las cejas de cada uno, se veía a la perfección el orificio del proyectil que habían empleado.
No habían alcanzado a huir. Los malditos secuaces de Giorgio habían puesto sus manos sobre ellos y yo no había podido hacer nada al respecto para impedir que tuvieran ese trágico final.
Sentía los ojos arder. Mi vista estaba cristalizada producto de las lágrimas. Era imposible no quebrarme al verlos. Ellos me habían acompañado desde el momento en que llegué. Me habían brindado amor, cariño y comprensión. Y juntos habíamos comenzado a construir algo hermoso. Una familia. Pero esta estúpida guerra me había arrebatado eso, y le había arrebatados a ellos los sueños y esperanzas que tenían de un futuro mejor.
Odiaba a Giorgio. Odiaba a Luciu y odiaba a todo secuaz de estos
Ellos no merecían un juicio justo. No merecían el perdón ni la oportunidad de redención. Lo único que merecían era morir de una forma cruel, sintiendo mucho dolor.
En cuanto llegué a la parte superior y caminé en dirección a las habitaciones, vi el cuerpo de Lorke tirado en el suelo en medio del pasadizo, y Luciu, quien traía toda la ropa empapada en sangre, lo observaba atentamente mientras esbozaba una tétrica sonrisa de placer. Alzó la mirada y me observó, apuntó el arma en mi dirección y comencé a correr al lado contrario de las habitaciones. Él disparó, pero el proyectil terminó impactando en la columna de madera.
—¡Bienvenida a la fiesta, regente Clematis! —gritó desde atrás mientras seguía corriendo al frente.
Corrí nuevamente en dirección a las escaleras, trastabillé mientras trataba de saltar y terminé rodando hasta la planta baja. Me repuse como pude y seguí corriendo, desde atrás escuchaba las pisadas de Luciu pisar fuertemente peldaño por peldaño.
En cuanto llegué al salón principal me escondí detrás de unos muebles, observé hacia afuera por la ventana y el reflejo me proporcionó su ubicación exacta.
—¿Qué pasa? ¿No quiere jugar? —me preguntó mientras reía—. Eres alguien difícil de matar, debo aplaudirte por eso —soltó con sorna mientras aplaudía—. ¿No era más fácil que tomaras el vaso de agua? —dijo mientras bordeaba los sillones, me estaba buscando—. Esta gente estaría con vida de haberte rendido desde hace ya mucho tiempo atrás.
Oí como tiró al suelo la mesa de centro, los cristales que estaban encima no tardaron en hacerse añicos y algunas esquirlas del vidrio lograron llegar hasta donde me encontraba. Sin embargo, no dije nada, me mantuve callada viendo por el reflejo como continuaba buscándome.
—Es increíble pensar que una mujer tonta nos esté causando tantos problemas —exclamó airoso—. No eres más que una criatura de nivel inferior ¿Por qué no aceptas el lugar que te pertenece? Estoy seguro de que el amo Giorgio será un poco más piadoso contigo, prometo interceder por ti para que tengas una muerte rápida e indolora.
A medida que avanzaba yo iba bordeándolo. Volví a observar el trayecto en dirección a las escaleras y busqué la mejor forma de evadirlo. Necesitaba sacarlo de la planta baja, de lo contrario, Argon y los demás no lograrían meter los barriles de pólvora que necesitábamos para bloquear el acceso.
Al ver que me dio la espalda supe que era el momento adecuado. Me levanté sigilosa pero prontamente cuando vi como giraba comencé a correr. Disparó, la bala llegó a traspasarme el muslo, pero pese a el dolor que sentía no podía detenerme. Seguí corriendo mientras saltaba los escalones y él prácticamente me pisaba los talones.
No tenía mucho espacio por donde moverme, pero podía aprovechar que no podía olerme para esconderme. Tomé el restante de la esencia que tenía y rompí el frasco en el suelo, al menos si esta se encontraba dispersa por todo el ambiente tardaría más en encontrarme.
Entré a uno de los cuartos que estaba abiertos, él no tardó en llegar a la parte alta y mientras pateaba una a una las puertas. Al entrar a la habitación pude ver el cuerpo de Helena tendido en el suelo, traía los ojos abiertos de par en par y su cuello tenía unos zarpazos que lo habían destruido por completo.
Mordí mi labio con fuerza. Deseaba salir y dispararle hasta que me quedara sin municiones, pero era consciente de que me mataría en un santiamén si realizaba un movimiento estúpido.
—¡Vamos, sal ya de una maldita vez! —vociferó ya hastiado.
Luciu después de varios intentos finalmente entró a la habitación donde yo me encontraba. Desde debajo de la cama vi como pateaba el cuerpo de Helena hasta la esquina contraria, y en cuanto fue para el ropero salí gateando de la habitación. Mientras me escabullía oí a la perfección como tiró la cama hacia un lado del cuarto, y mientras continuaba destrozando el resto de habitaciones fui en dirección al despacho.
Al llegar pude ver como Rey se encontraba reposaba en el suelo, usando el escritorio para apoyarse. Me acerqué y le pedí que guardara silencio, observé la zona donde estaba apretando y me di cuenta que tenía cuatro orificios a la altura del pecho y estómago.
—Lo... siento, ni Lorke ni yo pudimos prevenir esto —dijo con calma mientras lloraba, yo simplemente negué con la cabeza mientras en vano, trataba de hacer presión en los orificios que tenía.
—Fue...un placer haberla ayudado.
—Te salvaras...—susurré apenas, pero él sonrió con tristeza.
—No..., usted es quien necesita salvarse... necesita liberarnos.
—No puedo dejarte... haremos explotar el palacio, necesito sacarte de aquí.
—S...señorita, aunque logre sacarme, ya perdí demasiada sangre... no podré sobrevivir.
Antes de que él pudiera decirme algo más, Luciu gritó mientras entraba a la habitación. Disparó, pero Rey logró cubrirme con su cuerpo y el proyectil terminó impactando en su espalda. Él volvió a disparar, pero el escritorio logró cubrirme del ataque, tomé mi arma y disparé, pero debido a la falta de visión no logré a darle. Él hizo lo propio y tiró abajo la mesa donde teníamos el plan de defensa que habíamos trazado.
—Me pregunto... ¿Cuántos proyectiles le quedaran? Digo, teniendo en cuenta que tuvo que usar algunos allá afuera.
Observé el arma y abrí el casquillo de municiones. Me quedaba una bala. Si no lograba darle con esa, esto acabaría. Traía poca movilidad debido a la pierna herida, y ya mi cuerpo estaba demasiado exhausto como para aguantar demasiado tiempo cuerpo a cuerpo.
—Acabó con mi paciencia, maldita zorra —soltó despectivamente.
—¿Hiciste todo esto únicamente por tener el mando de Wyrfell? —pregunté, él rio.
—Desde luego, piénselo un poco ¿Una humana al mando de una nación?, que denigrante —dijo airado.
—Logré mucho más que alguno de tu especie, los Jackal devastaron esta nación.
—Los Jackal eran unos imbéciles, en eso le doy la razón, pero yo no soy así, y el amo Giorgio lo sabe perfectamente —contestó con sorna—. La única razón por la que usted fue puesta a cargo, es porque él quería ver como esta nación se la comía viva, deseaba que regresara arrastrándose pidiendo clemencia —oi como escupió hacia un lado—. Desgraciadamente, gracias al inútil de Argon y su amor por los de su calaña, todo terminó de esta forma.
—Giorgio solo te usará, en cuanto dejes de serle útil te va a asesinar.
—¿Tú que puedes saber sobre el amo Giorgio? —me preguntó.
—Lo conozco lo suficiente. He visto las peores facetas de Giorgio. Soy testigo de cómo ha traído sufrimiento y desesperación. A él no le importa pisotear al resto para lograr sus cometidos.
—Me dio su palabra—afirmó.
—¿Así como tú me diste la tuya? —le pregunté— Prometiste ayudarme, y estás aquí, tratando de entregar mi cabeza.
—Una promesa a un humano no tiene valor alguno.
—Craso error el no matarme antes, Luciu.
—¿Por qué lo dice? —exclamó él con diversión.
—Porque haré que vivas en carne propia un infierno. Haré que tu carne arda y pidas clemencia y me encargaré personalmente de darte mucho dolor, tal y como tu se los diste a todos los sirvientes de este palacio.
—Grandes palabras para alguien tan pequeño.
—Muchas veces, el más fuerte no es quien posee la mayor fuerza física, si no, es aquel que sabe usar mejor la mente.
—¿Y eso que podría significar?
—Que esta será tu tumba.
Las columnas del palacio comenzaron a moverse, en la primera planta se escuchó la explosión de algunos barriles. El suelo tembló, y no pasó mucho para que una segunda detonación apareciera. La zona donde ambos nos encontrábamos comenzó a agrietarse, Luciu trató de cruzar al lado donde yo me encontraba, pero en cuanto dio unos pasos el suelo cedió bajos sus pies, él terminó cayendo encima de los tablones de madera, uno de estos, pertenecientes a las vigas inferiores, terminó atravesándolo a la altura de su muslo, él gritó, pero aunque tratara de librarse poco a poco los trozos de concreto iban cayendo.
La zona donde yo me encontraba comenzó a ceder, me pegué al borde de la ventana, uno de los fragmentos cayó sobre mi cabeza y la sangre no tardó en aparecer. La habitación se movía y el chirrido producto de las explosiones había logrado atontarme.
—¿Crees que me ganaras? —me preguntó sintiéndose seguro. Me estaba apuntando, ahora si tenía un certero punto de impacto.
Él tiró del gatillo pero ningún proyectil salió de este. Su rostro se descolocó a medida que seguía intentando, y debido a la frustración terminó tirando e, arma a un lado mientras trataba de escapar.
—¿No te lo dije? —le pregunté—. No se trata de tamaño, se trata de saber usar mejor la mente.
Al observar más abajo vi los toneles de vino que se guardaban en el sótano. Luciu, intuyendo que era lo que iba a hacer comenzó a mover sus manos con desesperación. Disparé, importándome poco sus ruegos y la llamarada proveniente del licor no tardó en alcanzarlo
Lo vi retorcerse, era una bola de fuego, gritaba, pedía auxilio y me miraba mientras los pedazos de su piel se iban calcinando tornándose de color negro.
—Espero te pudras en algún lugar, y que tu alma nunca consiga descanso—le grité con furia mientras comenzaba a llorar.
Otro de los barriles de vino explotó, el suelo volvió a moverse y con tal se sujetarme de algo mi arma terminó cayendo a la primera planta. El suelo donde estaba volvió a ceder, veía como la cortina de fuego se encontraba debajo de mi y lo único que podía hacer era sujetarme con fuerza del borde mientras trataba de escalar.
El techo de madera del palacio comenzó a agrietarse, Argon había abierto una abertura con un hacha y luego de cerciorarse que hubiera una zona medianamente segura por donde podía moverse bajó.
—¡Espera, no te muevas!
—¡No vengas! —grité, él se quedó parado en ese lugar—. ¡Ambos caeremos si te acercas, el suelo está inestable!
—¡No podrás hacerlo sola! —respondió.
—¡Por una vez confía en mi fuerza, maldita sea!
No sé ni como logré hacerlo pero usando la poca energía que me quedaba logré escalar. Caminé por el borde que todavía quedaba y un rango de separación entre ambos era lo único que nos separaba.
—Ven, te atraparé.
Asentí. Inhalé una gran cantidad de aire y luego de tomar impulso corrí hacia el frente y salté, Argon a penas logró sujetarme en el aire ya que el suelo comenzó a ceder debajo de nosotros, y una vez que me tuvo entre sus brazos me alzó para poder correr hacia algunos de los ventanales fuera del despacho.
Observó la herida de mi pierna, pero no dijo nada. Simplemente corrió, evitando los escombros que caían y tomando mucha atención a el suelo que poco a poco se iba desmoronando con cada peso que daba.
Al llegar a uno de los ventanales me cubrí la cabeza con las manos, él corrió hacia el frente los cristales salieron volando por todos lados, llegamos a la parte baja donde algunos de nuestros soldados inmediatamente nos comenzaron a auxiliar, y apenas algunos segundos, todo el palacio cedió y se vino abajo.
—¿Estás bien? —preguntó Argon mientras se acercaba y examinaba mi herida.
Mi rostro tenía algunas cortadas por los vidrios, mi pierna había sido lastimada al igual que mi brazo, y el dolor que sentía producto del esfuerzo que había realizado había generado que mis músculos comenzaran a temblar.
—Sí...—le respondí con la respiración entrecortada.
Uno de los curanderos de la guardia nos ayudó a ambos, puso nuevos vendajes sobre mi cuerpo, y después de conversar con el líder de ese escuadrón logró darme el estatus de la batalla que se seguía librando en el centro. Ordené que fueran a auxiliar a otros heridos, y aunque se negaron en un principio, terminaron haciendo caso y nos dejaron a Argon y a mi completamente solos.
—Gracias, pensé que no la contaría —le dije mientras recobraba el aliento, Argon se sentó a mi lado mientras apretaba los labios de forma lineal.
—Casi mueres...
—Debía correr el riego...
—Un riesgo muy innecesario, podríamos haber detonado todo con Luciu dentro.
—Se hubiera dado cuenta, Argon. Te ayudé a ganar algo de tiempo.
—¡No puedes arriesgarte de esa manera!
Lo observé y una risa sarcástica escapó de mis labios, él me observó incrédulo ante mi gesto.
—Se lo que hago —le dije cortante, él me sujetó de los hombros.
—Clematis, sé que no eres una niña. Pero entiéndeme, me preocupas.
—Y lo agradezco, pero no voy a morir. No puedo darme el lujo de morir antes que Giorgio.
—Has cambiado... —susurró, aunque logré oírlo a la perfección.
—La gente cambia, para bien o para mal —contesté tajante.
—Sí, y me preocupa que tú lo hagas para mal.
—¿Por qué lo dices?
—Mataste a Luciu sin siquiera pensarlo.
—Era él o yo—dije con severidad en mi voz.
—Él ya estaba herido, y aunque hubiera querido escapar, no lo hubiera logrado, el palacio hubiera terminado aplastándolo de igual forma—yo lo observé—. Tú decidiste que muriera sufriendo. Disparaste a los barriles de vino porque sabía que eso le daría una muerte lenta y dolorosa.
—Mató gente inocente.
—Sí, y merecía un juicio.
—¿De qué lado estas? —le pregunté sintiéndome fastidiada.
—Estoy del lado del pueblo, de las familias cautivas y de los que necesiten ayuda.
—Entonces, ¿Estás en mi contra?
—No he dicho eso.
—Pero tampoco lo niegas.
—Lo que estoy diciendo... es que me da miedo que... todo esto te cambie para mal, Clematis. Sé que has pasado por mucho, pero el asesinar a sangre fría no debe ser la solución, no te conviertas en algo que quieres destruir.
—No seré como Giorgio.
—No he dicho que lo vayas a ser. Tan solo te estoy pidiendo que medites mejor las cosas. Sé que estás frustrada, créeme que yo me siento de la misma forma, y sé que deseas ayudar a cuentas personas puedas, pero no debes dejar que aquel lado salvaje termine dominando tus acciones.
—¿Entonces que me estás pidiendo?, ¿qué me siente a tomar una taza de té con esos asesinos?
—Te estoy pidiendo ser racional ¡Abre los ojos!
—Créeme cuanto te digo lo siguiente, Argon —repliqué—. Con todo lo que ha pasado, en casi veinte años de vida, es cuando más abiertos los tengo.
—Tan solo piensa... en que toda esa gente que vino de My—Trent a luchar, también puede estar siendo presionada de una u otra forma por Giorgio, pueden tener a sus familias cautivas.
—Necesito mantener con vida a mi gente, Argon. Y lo haré a cualquier costo.
—No quiero lastimarte si pierdes el control...
—Bueno, entonces... —volteé a observarlo—. Si llego a convertirme en algo peor que Giorgio, te doy la tarea de matarme para evitar un tirano más en este mundo.
Odiaba tener que comportarme de esta manera, pero necesitaba defender a mi pueblo y ayudar a aquellas familias cautivas.
Les había prometido que los protegería. Y esto debía lograrlo a cualquier costo. Incluso si el precio a pagar implicaba que yo también me volviera un monstruo.
¡Volvieron las actualizaciones semanales!
Gracias por la paciencia y el apoyo que le dan a mi historia <3 ya estamos cerca de los 20k, estoy muy contenta porque poco a poco la historia va creciendo cada vez más :,)
¡Nos leemos la próxima semana! Les envío un enorme abrazo. :D
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