CAPÍTULO X • Bienvenido a tu tumba •


La celebración de la boda terminó a altas horas de la mañana. Giorgio, luego de dar unas últimas palabras de agradecimiento, puso a disposición a su personal para que pudiera guiar a aquellos regentes que vivían en zonas más alejadas a sus respectivas habitaciones, mientras que, aquellos que vivían más cerca de My—Trent fueron partiendo uno a uno en sus ostentosos carruajes a su respectivo hogar.

Como era de esperarse, la servidumbre no tuvo tiempo ni de descansar, en cuanto los huéspedes ya se encontraban en la planta superior, y con el sol ya asomándose en el horizonte, comenzaron a retirar toda la decoración que tantos días les había tomado colocar para dejar el palacio completamente impecable.

Y aunque todos en la planta superior aparentemente se encontraban descansando para recobrar energía, Jaft, en su habitación, iba de un lado al otro seleccionando únicamente lo esencial para poder llevarlo a su viaje.

Eleonor, quien llevaba ya varios minutos viéndolo ir de aquí para allá se sentó sobre la cama y cruzó los brazos bajo su pecho mientras enmarcaba una ceja, su ahora esposo ni siquiera le prestaba genuina atención.

—¿A dónde irás? —escuchó que ella le decía desde sus espaldas—. No me gusta como estás manejando esto, Jaft, siento que estás dando pasos a lo loco solo por concretar rápidamente los planes que tenemos.

Él la había tomado por sorpresa horas antes durante la fiesta cuando le había informado que llevaría a Zefer a un viaje sin sentido, claramente, siendo ella alguien precavida y calculadora, no se fiaba del todo del temple de su esposo para ser llevar a cabo el plan de la ejecución.

—¿Tienes alguna pócima que genere sueño o que logre adormecer a alguien lo suficiente para quitarle la capacidad de pelear? —preguntó mientras metía dentro de una bolsa de tela una muda de ropa simple.
—Sí —le dijo ella de forma escueta mientras se ponía de pie.

Eleonor caminó en dirección al ropero, corrió los vestidos colgados y removió la falsa pared de madera, al hacerlo dejó a la vista muchas pociones embotelladas, cada una tenía una etiqueta con un nombre: desde adormecedoras, hasta envenenamientos. Jaft observó los frascos apilados y luego se percató de un libro en particular que reposaba solo en una hilera en la parte inferior, aunque por la premura del viaje no le tomó la debida atención.

—Vuelvo a repetírtelo, no me gusta esto —con desconfianza, ella extendió el frasco en su dirección y él sonrió luego de tomarlo.
—Solo estoy asegurando nuestro futuro —le dijo con una sonrisa mientras colocaba sus manos encima de sus hombres—. Ya lo verás, en cuanto regrese todo esto finalmente será nuestro, podremos comenzar a formar nuestra propia familia y finalmente seremos los regentes de My—Trent.
—Espera... ¿Planeas enfrentarte cuerpo a cuerpo con Zefer? —tras decir esto él asintió y ella entreabrió aún más los labios— ¿No te resulta extraño que Giorgio te haya ofrecido este trato así de la nada? ¿Qué pasará si no logras vencer a Zefer en combate?
—¿Estás dudando de mis capacidades? —le preguntó claramente molesto.
—Estoy siendo objetiva, Jaft —suspiró pesadamente—. Zefer siempre te superó en fuerza. Nada garantiza que la pócima que te di logre sedarlo con rapidez. Ha funcionado en Hanouns hembras e híbridas, pero nunca he probado esta receta en un macho, la reacción podría ser completamente diferente.

Sin dar crédito a lo que acababa de escuchar una risa burlona se escapó de sus labios, Elenor enmarcó aún más la ceja porque no entendía que era lo que pasaba por su cabeza.

—¿Sabes cuál es la diferencia entre nosotros? —preguntó—. Yo si confío en tus capacidades. Pero parece que a pesar de todo lo que hemos compartido juntos, hasta ahora tú aún no confías en mí.
—No es eso... —respondió mientras frotaba sus brazos con incomodidad—. Llámame paranoica, pero presiento que nada bueno saldrá de todo esto.
—Tú solo espera y verás. En cuanto regrese te darás cuenta que tu esposo es alguien confiable.
—Solo espero que no te equivoques, no quiero volverme una viuda a tan corta edad.

Ella sonrió de lado, jaft se acercó y aunque estuviera enojado, plantó un suave beso sobre sus labios. Se dio la vuelta, caminó en dirección a la salida y vio como Eleonor entreabría la boca nuevamente como si quisiera decirle algo, pero finalmente no lo hizo, tan solo se quedo de pie en medio del cuarto mientras le parecía que colocaba las manos a la altura del vientre.

Era consciente de que Zefer siempre había sobre salido en todas las pruebas físicas cuando ambos eran niños, pero ahora tenía una carta a su favor, y ese era el talento de Eleonor con las pócimas. No había forma en que fallara, la misión debería ser relativamente fácil de ejecutar.

Mientras iba sumido en sus pensamientos, al alzar la vista, se percató de que Giorgio se encontraba observándolo desde el otro extremo del pasadizo oscuro. Sus orbes de color ámbar relucían en medio de aquella tiniebla, y si no fuera por que su aroma terminó delatándolo, Jaft podría haber jurado que se trataba de una aparición.

—Jaft, sígueme —escuchó que le dijo y él obedeció.

Por el gesto que traía Giorgio en el rostro intuía que no estaba muy contento con que se adelantaran sus planes una semana, pero él estaba tan impaciente por deshacerse de Zefer que había ignorado por completo las indicaciones que su falso padre le había proporcionado.

Al llegar a su despacho Giorgio se sentó en uno de los sillones y Jaft tomó asiento en uno que estaba justo al frente. Ambos se observaron mientras el ambiente seguía en un silencio muy incómodo. Giorgio se tiró hacia atrás y reposó la cabeza sobre una de sus manos, Jaft por incercia se irguió más en la silla aguardando que él dijera algo.

—Te dije que esperaras una semana —dijo finalmente con voz severa.
—Sé que me dijo que espere una semana, pero ahora es el momento oportuno para llevar a cabo el plan —luego de escucharlo Giorgio frunció aún más el ceño—. Zefer estaba planeando partir en búsqueda de la gemela —mintió—, si lo dejamos ir posiblemente descubra la verdad en poco tiempo.
—¿Él mismo te dijo que haría eso? —le preguntó, intuyendo que le estaba mintiendo.
—Lo juro por mi vida.

Luego de escucharlo Giorgio, fingiendo estar convencido por la respuesta, se limitó a ponerse de pie y caminar en dirección a la ventana. Observó el horizonte, y vio como algunas aves de color rojo surcaron el cielo.

—Estás jugando con fuego, Jaft, podrías terminar quemándote.
—Sé que existe un riesgo, pero descuide, tengo todo perfectamente planeado.
—¿Y cómo planeas que Zefer no desconfíe?
—Llevarlo al lugar donde planeo dar fin a todo esto nos tomará unos días, es tiempo suficiente para ganarme aún más su confianza. Zefer se ha vuelto muy sentimental últimamente, engañarlo será muy fácil.
—Ese no es el punto —respondió irritado, Jaft agachó la cabeza como si fuera un niño pequeño—. Entiendo que las ansias del título te estén carcomiendo, hijo mío, y solo Kyros sabe que yo siendo más joven hubiera echo exactamente lo mismo, pero me pones en una situación donde tengo que apresurar mis planes, y detesto que la gente me haga hacer las cosas con prisa.
—Lo siento, no pensé que... esto afectaría de manera negativa en lo que viene ideando.
—Bueno —respondió él mientras suspiraba—. Si quiero llegar a tiempo con esto, debo comenzar a trabajar de inmediato.

Giorgio se acercó hasta el asiento donde Jaft se encontraba, él se puso de pie y el pelinegro colocó una mano sobre sus hombros mientras sonreía de lado.

—Estoy confiando en ti, Jaft. No me decepciones.

Jaft le sonrió en respuesta y luego salió de su habitación. Si bien Giorgio no era su padre biológico y le había mentido durante todo este tiempo, al menos estaba siendo alguien justo y le estaba dando la posibilidad de pelear por el cargo para el que fue preparado desde cachorro.

***

En cuanto Jaft se fue Giorgio se encerró dentro del despacho y una sonrisa escabrosa y deformada se posicionó en su rostro. Reprimió lo más que pudo la risa, pero finalmente algunos sonidos intangibles terminaron colándose desde su garganta. Se encorvó como si fuera un anciano y comenzó a morder sus labios con fuerza.

Su quijada temblaba al igual que su cuerpo, sus garras terminaron situándose encima de uno de los almohadones de los sillones y terminó destrozándolo, el relleno de plumas salió volando por toda la habitación y él solo se limitó a ver como algunas de estas volaban al interior de la chimenea.

Si alguien lo oía sería muy problemático. Necesitaba resistir. Pero ni bien guardó silencio la risa escabrosa de la voz que lo aquejaba dentro de su cabeza se hizo presente y el chirriante sonido provocó que esta comenzara a dolerle.

Quería sangre. La voz necesitaba deleitarse con la sangre derramada de sus dos bastardos. Únicamente en el momento que sus indeseables hijos estuvieran muertos frente a él obtendría algo de paz.

—Aun no es el momento —susurró mientras se encontraba en un debate mental, la poca cordura que aun poseía, estaba siendo carcomida por su otro yo.

Tuvieron que pasar varias horas antes de que estuviera del todo calmado. Luego, mandó a llamar al Hanoun más leal que tenía en la guardia. El sujeto de metro noventa que tenía varias cicatrices en el rostro tocó la puerta, Giorgio deshizo el seguro de adentro y el sujeto entró mientras hacía una reverencia.

—Mi señor —dijo mientras hincaba una rodilla en el suelo.

Si bien el desastre de la habitación lo tomó por sorpresa no dijo nada. Él tan solo era un peón que servía a su amo y no cuestionaba nada de lo que él decía o hacía cuando se encontraba a solas.

—Necesito que tú y dos personas de tu entera confianza partan el día de hoy junto a Zefer y Jaft.
—Desde luego, estamos a disposición suya —Giorgio sonrió luego de escucharlo—. ¿Existe algún requerimiento adicional? ¿O haremos el papel de escolta?
—Serán ejecutores.
—¿De los jóvenes herederos?
—Correcto. Los dos irán en una misión suicida, espero entiendas que ninguno de ellos debe regresar de ese viaje ¿entendido?
—Desde luego, mi señor.
—Cuando regreses con los cadáveres te esperará una recompensa, eres el soldado más fiel que he tenido hasta ahora, y mereces que te premie por esa lealtad.
—Descuide, amo. Yo personalmente me encargaré de no dejar testigos.
—Excelente, puedes retirarte.
—Amo.
—¿Qué quieres? —preguntó de forma escueta.
—Antes de venir al palacio uno de mis informantes llegó trayendo información valiosa —tras decir esto alzó la cabeza y observó a Giorgio con evidente satisfacción—. Lo encontramos, Shikwa fue capturado hace varios días, hoy por la noche estará llegando a My—Trent.

Tras escucharlo Giorgio sonrió, el guardia no pudo evitar sentirse incómodo. Nadie que conociera a Giorgio Wolfgang podía sentir a gusto cuando tenía ese tipo de reacciones.

—¿Estaba solo?

La pregunta terminó tomando por sorpresa al sujeto. La orden que Giorgio había dado era de capturas a Shikwa con vida, pero en ningún momento dijo si debían de buscar a otra persona.

—Sí, no había nadie con él.
—Mierda.

Giorgio cambió por completo las facciones de su rostro. Estaba visiblemente preocupado, incluso a la distancia el soldado podía percatarse de que su amo tenía ciertos temblores en el cuerpo.

—En cuanto llegue quiero que lo encierren en el calabozo.
—Con el temor de ser inoportuno, mi señor, necesito saber que instrucciones darle al torturador para que pueda sacarle la información.
—No hará falta, este caso en particular requiere que me ensucie las manos por mi cuenta —al ver el rostro de Giorgio, por primera vez desde que le servía el sujeto sintió temor—. Hablará. Ya sea por las buenas o las malas, así tenga que arrancarle garra por garra, aunque tenga que clavar agujas dentro de sus ojos, o deba de romperle dedo por dedo, no voy a parar hasta que me de la información que necesito.

Y aunque aquello lo había dicho Giorgio para si mismo, el guardia no pudo evitar sentir lástima por el pobre desdichado que viviría en carne propia a Giorgio, el carnicero sanguinario.

Antes de dejarlo ir Giorgio le dio unas indicaciones finales para su traslado y posterior viaje, y luego de tener todos los puntos claros el guardia salió del despacho y dejó al regente a solas.

El sujeto no era para nada tonto. Sabía que algo no andaba bien. En los últimos meses incluso se había percatado de que Giorgio se veía cada vez más enfermo, y por momentos le parecía estar hablando con una persona completamente diferente. Inclusive, antes de entrar al despacho lo había escuchado hablando con una voz extraña que no parecía ser la de él. Claramente estaba preocupado, Giorgio era su único amo y señor y le preocupaba que estuviera perdiendo la cordura, pero al ser un simple sirviente no podía hacer nada al respecto.

***

Zefer dio un último vistazo a el saco donde tenía unas cuantas prendas. Luego tomó un pequeño retrato en carboncillo de Clematis, que él mismo había pintado a escondidas de su padre, y lo guardó dentro del bolsillo secreto de su saco.

Celine lo observaba recostada en la pared, había tratado por todos los medios de hacerlo cambiar de opinión. Pero la esperanza de tener una pista, por más pequeña que fuera, para encontrar al asesino de su hija nublaba su raciocinio por completo.

—Zefer, te lo vuelvo a pedir. Por favor, no vayas.

El pelinegro volteó a observarla y le sonrió de lado mientras se colocaba las tiras del saco al hombro. Celine volvió a suspirar mientras sujetaba nerviosamente sus manos.

—Tengo que hacerlo —respondió con voz calmada, ella lo observó atentamente—. Se lo prometí a mi hija en su tumba. Le dije que encontraría a su asesino, y esta podría ser la única oportunidad que se me presente
—Entiendo perfectamente como te sientes, Zefer. Pero esto no deja de parecerme extraño ¿Cómo podría Jaft haber conseguido información? —preguntó mientras sostenía su nuca con incomodidad—. Son demasiadas coincidencias juntas. Ya te lo dije una vez. No debes confiar ni siquiera en tu familia, puedo sentir que Jaft se trae algo entre manos.
—Jaft nunca ha hecho algo para lastimarme.
—¿Qué pasaría si se trata de una trampa? Ambos sabemos perfectamente que la persona que heredará My—Trent eres tú y no él ¿Qué tal si se ha enterado de esta información y te quiere borrar de la línea?
—No hay forma de que Jaft lo sepa, y aunque eso hubiera pasado, yo no tengo intención de tomar el cargo, solo quiero... justicia.
—La justicia que buscas puede costarte el cuello.
—Creo que es un precio justo a pagar.
—Por los cielos, eres tan testarudo —él rio—. Bien, pero toma esto.

Celine caminó hasta Zefer y del bolsillo del faldón sacó un pequeño frasco de color rojizo, se lo entregó, y el pelinegro analizó su contenido con real interés.

—¿Qué es esto?
—Mira, puedo sonar paranoica ¿si? Pero la experiencia me ha enseñado a estar prevenida para cualquier escenario. Ese frasco que tienes en las manos es un antídoto.
—¿Un antídoto? —ella asintió— ¿Contra qué?
—Si esto en verdad es una trampa, la única forma en la que Jaft podría ganarte es sedándote con ayuda de la bruja esa que tiene como esposa. Yo no me creo ese cuento de que todavía no recuerda nada, la he visto recolectando plantas medicinales, y aunque al inicio pensé que las usaba para darse algún baño, no he encontrado restos por ningún lado. Algo trama.
—Agradezco la preocupación, pero sí, considero que estás siendo un poco paranoica.
—Paranoica o no, tan solo... mantén ese frasco siempre contigo.

La conversación de ambos fue interrumpida de golpe, Jaft acababa de tocar la puerta y le había dicho a Zefer que lo esperaba abajo. El pelinegro le dio un último vistazo a Celine, pero antes de que pudiera salir del cuarto ella lo abrazó con fuerza y le pidió que tuviera mucho cuidado.

—Sabes que odio ser cursi, pero eres lo más cercano que tuve a un amigo y no quiero que nada malo te pase.
—Gracias, Celine.
—Ve con buen viento y regresa a salvo.

El gesto que había tenido Celine con él provocó que sonriera. Celine nunca demostraba con facilidad sus emociones, pero si Zefer podía dar fe de algo, era de que ella era una persona leal y que se preocupaba por sus aliados, y tal como ella misma había dicho, la convivencia había generado que ella se volviera una amiga entrañable con la que podía confiar.

Al llegar a la primera planta Jaft ya se encontraba esperándolo en la puerta, pero al percatarse de quienes lo estaban acompañando, no pudo sentirse medianamente incómodo. El trío de soldados de la guardia real que estaban allí eran de la peor calaña que podían existir, sabía que eran sujetos con una nula moral que se movían cual marionetas ante las órdenes de Giorgio.

—¿Qué hacen aquí?
—Mis señores —habló el mayor de estos—. El amo Giorgio tiene conocimiento de su viaje y quiere proporcionarles protección, al ser sus únicos hijos, no pueden estar expuestos a que cualquier cosa pueda pasarles.
—¿Sabías algo de esto? —le preguntó a Jaft, este negó con la cabeza.
—Al igual que tú, me acabo de enterar.
—Estupendo... —exclamó Zefer con sarcasmo mientras se dirigía a la salida.
—Bien, será mejor comenzar a andar. Tenemos un camino largo por delante.

Antes de que atravesaran las puertas del palacio Jaft colocó una de las manos encima de los hombros de Zefer y lo apretó con fuerza. Aquel simple acto logró tranquilizarlo un poco más.

—Tranquilo —le susurró bajo mientras los guardias no lo observaban—. Todo seguirá de acuerdo al plan.

Y aunque confiaba ciegamente en Jaft, la presencia de los guardias lo ponía realmente incómodo aunque teniendo el tiempo en contra, la única alternativa que tenía era confiar.

FRONTERA DE CREITOS Y MY—TRENT

La lluvia parecía que llevaba siglos cayendo.

—Endemoniado clima el que tenemos hoy —susurró uno de los guardias mientras trataba de no caer por culpa del barro del suelo.

Aunque odiaran hacerlo, lo guardias se habían visto forzados a empujar la carreta ya que los híbridos que tiraban de ella, no lograban hacer que las ruedas avanzaran con rapidez por culpa del lodo.

—Menuda mierda, los brazos me duelen —exclamó el más anciano en voz alta.
—¿Podemos descansar aunque sea un momento? —preguntó uno de cabello gris.
—Bien, pero solo por unos minutos, si tardamos un día más el amo Giorgio nos cortará el cuello.

Desde que Giorgio había dado la orden, habían partido de su hogar con tal de buscar a Shikwa. No habían dormido ni comido decentemente en meses. Es por eso que en cuanto lograron capturarlo no dudaron en torturaron por simple placer debido a las peripecias por las que les había hecho pasar.

—No entiendo porque este sujeto es tan importante —exclamó el más joven mientras se resguardaba de la lluvia.
—Se supone que quiso asesinar al amo Giorgio.
—¿En verdad lo crees? —le cuestionó otro—. Es decir, míralo, es demasiado flaco como para que si quiera tratara de golpearlo. El amo debe tener otros motivos.
—No somos nadie para cuestionar las órdenes del regente —acotó otro que hasta el momento se había mantenido callado.
—No las estamos cuestionando —replicó uno con obviedad—. Tan solo nos causa curiosidad.

Uno de ellos se acercó a la jaula donde Shikwa se encontraba sentado con la cabeza mirando hacia el suelo. Golpeó los barrotes, pero, aunque hubiera hecho el suficiente ruido él ni siquiera se inmutó.

—¡Oye tú, Shikwa!

Shikwa lo único que hizo fue removerse ligeramente producto del dolor que sentía en el cuerpo. Estaba lleno de moretones, la piel que se encontraba debajo de los grilletes estaba en carne viva, aunque encima traía unas vendas que los guardias cambiaban cada cierto tiempo para evitar que sufriera una infección generalizada.

Nadie podría decir que aquel Hanoun que estaba cautivo fue alguna vez Shikwa, el honorable médico de cabecera de la familia Wolfgang. Ahora era solo un fantasma que se mantenía con vida con lo necesario para sobrevivir. Los guardias haciendo gala de toda la podredumbre de su ser le daban a beber sus propios orines, y en caso le dieran algún líquido, primero se aseguraban de todos haber escupido dentro del mismo vaso.

Deseaba morir. Quería que todo este tormento acabara ya pero era consciente de que no contaría con tanta suerte, y estaba más que seguro, que en cuanto pisara My—Trent , Giorgio haría lo que quiera con él. Y aunque cualquiera en su posición únicamente tendría cabeza para sus propios problemas, la más grande preocupación de él era Lyra.

Aunque le hubiera dejado un mapa detallado cuando se separaron, ella no sabía leer ni escribir muy bien y su lenguaje era limitado y le preocupaba que por azares del destino terminara yendo a alguna nación Wolfgang.

Luego de que el guardia se cansó de molestarlo, regresó con sus camaradas y comenzaron a hacer apuestas. Especulaban los motivos reales por los que Giorgio había ordenado su captura y cuanto tiempo tardaría en darle fin a su patética existencia.

Las horas pasaron y el camino que estaba lleno de lodo se secó un poco así que los guardias decidieron continuar, ya llevaban retrasados algunas horas, e impacientar a Giorgio era lo que menos querían hacer.

Para cuando finalmente My—Trent fue visible a lo lejos, se sintieron aliviados.

Por fin podrían disfrutar de una cama suave y comida decente.

—¿A dónde tenemos que llevarlo? ¿Al calabozo común?
—De momento sí, hasta que Giorgio nos dé la orden.

Mientras la carreta iba avanzando Shikwa alzó ligeramente el rostro y observó su entorno.

Los campos de cultivo ahora estaban siendo trabajados por humanos de piel oscura y eso le llamó enormemente la atención ya que lo último que recordaba, era que los residentes de la aldea de esa nación eran pelirrojos.

Tuvo poco tiempo para poder hacerse más preguntas. Sus propias emociones terminaron traicionándolo en un punto y unas lágrimas escaparon de sus ojos.

Recordó la última vez, hacía ya varios años atrás, aquella época donde él transitó con la verdadera Lyra esos caminos de tierra mientras ella compartía los sueños que dejó olvidados y él compartía su oscuro pasado allá, en su nación de origen.

Finalmente observó al cielo, la suave brisa del viento acarició su rostro, llegó a sentir incluso que este estaba dándole la despedida, y al percatarse de donde se encontraba, optó por guardar ese recuerdo en su memoria. Era posiblemente la última vez que lograba ver la luz del sol.

Dos de los guardias entraron a la carceleta y sacaron unas hogazas de pan y comenzaron a degustarla en su delante. Al terminar, abrieron la puerta de la jaula y uno de los novatos entró para amarrar una soga a los grilletes, el simple movimiento provocó que Shikwa colocara una mueca de dolor en el rostro.

—Bájalo, caminará desde acá.

Haciendo caso a su superior obligó a Shikwa a bajar de la jaula sin ningún tipo de delicadeza, prácticamente lo arrojó desde lo alto y él terminó trastabillando y cayó de rodillas en cuanto llegó al suelo.

—Era de esperarse —dijo uno ya hastiado.
—¡Vamos, camina! —otro de los guardias lo pateó haciendo que Shikwa cayera de cara al suelo.
—Oh, vaya, se resbaló —ambos comenzaron a reírse mientras Shikwa se levantaba con dificultad.
—¿Qué crees que le hagan primero? —le preguntó a su compañero—. Yo creo que el amo Giorgio ordenará que lo azoten mientras este encadenado a la pared.
—¿Eso crees? Yo opino que le arrancaran las garras para empezar.
—Pero eso sería demasiado pronto, necesitan generarle dolor poco a poco.
—Quien sabe, tú y yo sabemos que el amo está algo loco.

Comenzaron a caminar, Shikwa los seguía desde la parte de atrás y procuraba apresurar el paso para evitar que los grilletes apretaran aún más sus heridas. Al ver como los guardias estaban comiendo, su estómago gruño, pero afortunadamente el sonido no logró ser escuchado por sus captores.

En su camino pasaron por la aldea de los nobles, al verlo encadenado, y habiendo ya recibido el comunicado de que trató de asesinar a su amo y señor, comenzaron a arrojarle desde sus ventanas orines, basura, y cualquier cosa que pudiera humillarlo. Los guardias rieron, pero la celebración les duró poco porque comenzaron a esquivar la lluvia amarillenta que cabía sobre ellos.

—¡Ese forastero traidor merece morir, quiso asesinar al amo! —gritó uno de los nobles y fue secundado por sus vecinos.

Los guardias fueron riendo todo el camino, y luego de caminar varios minutos, finalmente una torre grisácea quedó a la vista de los custodios y el prisionero.

Desde donde se encontraban se podían escuchar los gritos provenientes del interior, para estas horas de la tarde, algunas torturas venían siendo llevadas a cabo. Aquellos gritos de dolor se mezclaban entre si y generaban una tétrica melodía.

—¡Les traemos uno nuevo! —gritó el guardia de la izquierda, uno de los torturadores asomó su ojo por una rendija de la puerta.

La enorme y pesada puerta de manera rechinó al ser abierta, el torturador tenia puesta una máscara pegada a su rostro de color negro, y pese a que no se lograba ver completamente las facciones de su rostro, era visiblemente notorio que estaba sonriendo.

—Estábamos esperando —le respondió a ellos mientras reía—. El amo Giorgio mandó a preparar algo especial.
—Entonces se lo dejamos —el segundo guardia pateó la espalda de Shikwa y este trastabilló hacia adelante.

Al entrar dio un último vistazo a sus espaldas, volvió a observar el exterior, y poco a poco las pesadas puertas comenzaron a cerrarse.

—Bienvenido al lugar donde tu cordura se irá —dijo el torturador mientras reía.

Caminó al frente mientras tiraba de la soga que unía los grilletes. Shikwa observó las puertas de los cuartos de tortura y los gritos de los prisioneros llegaron a sus oídos, seguidamente el olor ferroso proveniente de la sangre llegó a su nariz y sintió deseos de vomitar.

El lugar era completamente oscuro, no había ni siquiera una sola ventana que filtrara iluminación natural al interior. Hacía calor, pero esto bien podría deberse a las lámparas de aceite que estaban a lo largo del pasillo, o del mismo terror que se iba formando dentro de su cuerpo.

—¿Bonito, no lo crees? —le preguntó el sujeto de manera alegre—. Por suerte el amo Giorgio es tan dadivoso, que nos permite ser creativos. En verdad nos esforzamos mucho por mantener... ocupados a nuestros visitantes —nuevamente volvió a reír, pero Shikwa no emitió sonido alguno—. ¡Nos divertiremos mucho! He de serte sincero, estoy muy excitado. Los callados son los que dan los más dulces gritos.

El guardia abrió una de las puertas y Shikwa vio como uno de los torturadores estaba arrancando diente por diente a un pobre desdichado. Su estómago volvió a revolverse. Quería vomitar.

Luego de darle un vistazo de aquel grotesco espectáculo, ambos siguieron con su camino, y luego de algunos minutos de incertidumbre se detuvieron frente a una puerta de color negro que tenía las uniones y los clavos compuestos de oro.

Al abrir la puerta el corazón de Shikwa pegó un brinco. Allí de espalda se encontraba Giorgio, quien poco a poco comenzó a girar mientras le proporcionaba una amplia sonrisa.

—Te iba a encontrar tarde o temprano.

Un rápido vistazo le permitió darse cuenta de que justo al lado de la cama con grilletes había una pequeña mesa con: navajas, alicates y cuchillos. Plantó los pies al suelo y el torturador terminó empujándolo al frente, lo levantó del suelo como si fuera un pedazo de papel y lo tiró encima de la superficie de madera. Retiró los grilletes que ya tenía, Shikwa gritó debido a las heridas, pero importándole poco que lo estuviera lastimando, colocó los nuevos grilletes.

—Cuanto tiempo, Shikwa —siseó Giorgio mientras acariciaba su rostro, y luego le proporcionó una leve cachetada—. Apuesto a que no esperabas esto. Pero te seré franco, yo siempre supe que te iba a encontrar —rio—. Era imposible que no lo hiciera, tú vives en mi mundo, aunque, para serte franco, te confesaré que me siento enormemente decepcionado. Te di todo —masculló con resentimiento—. Te dejé vivir pese a que eras un forastero llegado del otro lado. Te proporcioné mi confianza. Tuviste todo, pero fuiste demasiado estúpido, Shikwa.

Shikwa alzó el rostro y luego de ver a Giorgio directamente le escupió. El gargajo de color verde terminó plasmado en su mejilla, él verdugo se sobre saltó en su lugar, pero tal gesto únicamente generó que Giorgio volviera a reír mientras se limpiaba con la manga de su saco.

—Bien, esto me gusta. Comencemos a jugar.

Giorgio volteó y le ordenó al torturador que se marchara, él aceptó pero de muy mala gana ya que quería disfrutar del espectáculo.

Giorgio se retiró el saco y lo dejó colgado a un lado. Tomó un delantal que reposaba encima de una mesa sucia y con restos de sangre seca y se la colocó para no ensuciar tanto su ropa. Remangó sus mangas hasta la altura de sus codos, acomodó su cabello hacia atrás y luego estiró sus músculos.

—Bien, Shikwa —Giorgio se acercó hacia la mesa y tocó levemente todos los implementos que había allí—. Podemos hacer esto de dos formas: La dolorosa, o la agonizante. Si hablas rápido podría considerar ser gentil contigo.

Giorgio no obtuvo respuesta alguna, Shikwa simplemente lo observaba atentamente, propiciándole una mirada llena de odio y repugnancia, una mirada que había evitado mostrársela a él, pero ahora que el teatro de su lealtad se había derrumbado, no le importaba hacerlo.

—Bien, parece que será la agonizante —acotó mientras presionaba las heridas de sus muñecas— ¿Dónde está Lyra? —le pregunto, pero Shikwa no dijo nada.

Ante el silencio Giorgio volvió a clavar sus garras en las heridas abiertas de sus muñecas, Shikwa gritó, pero la tan ansiada respuesta que él esperaba nunca llegó. Impaciente, Giorgio movió unas cosas debajo de la mesa y de un momento al otro tomó un martillo pesado y lo alzó sobre su cabeza, Shikwa observó con horror como el objeto pesado caía sobre una de sus rodillas.

El grito que emanó de él fue tal, que tranquilamente se podría decir que retumbo en todos los rincones de la torreta.

La sangre que comenzó a salir solo incentivó aún más las ganas del pelinegro de seguir con su labor. Giorgio le dio tiempo de que las pulsaciones de dolor se extendieran por todo su cuerpo, así que procedió a dejar el maso nuevamente en el suelo.

La fuerza que había empleado en ese único golpe había sido tal, que donde antes estaba la rodilla de Shikwa ahora no había más que una plasta de hueso y carne. Shikwa por impulso comenzó a golpear su cabeza contra la mesa en repetidas ocasiones, pero el dolor no cesaba y con cada minuto que transcurría este se intensificaba aún más.

—¿Y bien? ¿Ahora hablaras, o es necesario que te triture la otra pierna?
—N... No te... No te dir... diré donde ella esta —dijo con dificultad—. ¡Tortúrame cuanto te plazca, pero nunca permitiré que vuelva a ti! —le gritó, y en cuanto lo hizo Giorgio aprisionó los labios en forma lineal—. P... Por tu culpa ya murió una vez —respondió con la voz entrecortada—. N... No dejaré que alguien demente como t... tú, vuelva a hacerle daño.
—Bien, si esa es tu respuesta podemos continuar.

Giorgio golpeó con sus puños nuevamente el lugar donde ahora Shikwa tenía destrozado el hueso, él pelirrojo gritó nuevamente al sentir el dolor que le envolvía el cuerpo.

Aquel grito agonizante te helaba la sangre. Shikwa observó a Giorgio con el ceño fruncido, el pelinegro alzó el puño y lamió la sangre de Shikwa. Una sonrisa psicótica emergió de sus labios, y las nauseas que Shikwa traía desde que entró a esa torreta volvieron.

—¿Crees que ella podrá esconderse, Shikwa? —le preguntó sarcástico mientras terminaba de degustar la sangre—. Mi plan ha comenzado a efectuarse, los soldados la encontraran donde quiera que ella esté.

Shikwa lo observó desconcertado, lo último que había sabido era que comenzarían a movilizarse a finales de ese año y principios del otro

—¿Sorprendido?
—T... Tú
—Para este momento mis hombres están fuertemente armados y se dirigen a Danios y Stretco ¿Debo suponer que no irán por ninguna nación Wolfgang? —El rostro de Shikwa comenzó a deformarse ante lo que Giorgio decía.

    Teniendo en cuenta que te capturaron en Danios, eso quiere decir que su destino era un lugar donde ella pudiera estar segura —rio—. No es necesario que me digas a donde la llevabas, Shikwa —Giorgio se acercó a su oído mientras sonreía ampliamente.

    ¿En verdad creíste que yo era tan estúpido como para no suponer tus planes? Desde que escapaste estuve pensando en todas las posibilidades que había, y luego de meditarlo, me di cuenta, tú la estabas llevando a Velmont.

—N...No tienes pruebas —Shikwa le contestó de manera calmada para evitar que se diera cuenta de su nerviosismo creciente.
—¿No las tengo? ¿Estás seguro? —Giorgio nuevamente volvió a presionar el hueso destruido y Shikwa volvió a gritar—. Te diré un pequeño secreto, todo este teatro fue únicamente para tenerte aquí, frente a mí y deleitarme con tu sufrimiento. Te torturaré hasta que me encuentre saciado, quiero que mueras, Shikwa. Eso es lo que te mereces por arrebatarme a Lyra. Pero descuida, que tu muerte no será inmediata. Quiero que tu agonía perdure muchos días, meses, o años, de ser necesario. Iré por ella —lo amenazó mientras Giorgio tomaba una daga grande y filuda entre sus manos—. Voy a rastrearla, y ten por seguro, que voy a encontrarla Shikwa.
—¡Eres un psicópata! —Shikwa le gritó con todas sus fuerzas, su cuerpo se sacudió sobre la mesa—. ¡Ella nunca te amo en el pasado, y la nueva Lyra nunca te amara!

Giorgio enfureció de tal forma que clavó una daga en la entrepierna, giró el objeto sobre su propio eje provocando un sonido grotesco conforme la carne era partida en pedazos. Los brazos y pies de Shikwa se tensaron inmediatamente, los gritos desesperados que emergían de su boca fueron el doble de fuertes.

—Bienvenido a tu tumba, Shikwa —le susurró Giorgio al odio mientras comenzaba a reír con fuerza. 


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