CAPÍTULO VII • Todo en esta vida tiene un precio •


C L E M A T I S.

André nos escoltó hasta la salida y en medio del camino pudimos ver como Leonard y Geiner subían las escaleras nuevamente, siendo el último quien me dedicó una mirada indescifrable.

—Iré a verte mañana —exclamó André mientras me daba un abrazo—. Clematis, haré todo lo que esté en mis manos para poder ayudarte.
—Te lo agradezco, André —respondí mientras sonreía cabizbaja—. Gracias por querer apoyarnos.

Antes de marcharnos nos observamos por última vez y él alzó una mano en el aire a modo de despedida.

Por inercia comencé a apretar mis dedos hasta que estos se tornaron blancos, William, al percatarse de esto me preguntó si estaba bien pero era incapaz de mentir para hacerle creer que no me pasaba nada.

Con cada paso que daba una sensación pesada se instalaba justos encima de mis hombros, mi mente empezó a buscar desesperadamente una solución y al no conseguirla esto provocaba que mi ansiedad aumentara mucho más.

André nos había brindado una gran ayuda brindándonos esos planos, pero aunque sonara mal decirlo, esto no era suficiente, e intuyendo lo que pensaba William sabía que él se sentía tan decepcionado, y preocupado, como lo estaba yo en esos momentos.

Caminamos largo rato hasta que llegamos a unos callejones casi abandonados, aparentemente nadie pasaba por ahí y la única compañía que teníamos era la presencia de algunos animales pequeños insectos que sobrevolaban nuestra cabeza.

William sujetó mi muñeca y me vi obligada a detenerme, me haló ligeramente hacia atrás y me obligó a recostarme sobre una de las paredes. Recosté mi cuerpo sobre la fría superficie y apreté mis palmas contra mis ojos mientras me propiciaba un pequeño dolor, e involuntariamente, unos largos suspiros escaparon de mis labios.

—No nos iremos hasta que te hayas calmado —me dijo él de una forma tan calmada que sus palabras prácticamente me arrullaban.

Al separar mis palmas comencé a golpear ligeramente mi cabeza contra la superficie, tenía ganas de llorar, pero no conseguiría nada si lo hacía.

Necesitaba urgentemente un plan de respaldo.

Hasta el momento el panorama era completamente desfavorable para nosotros.

Giorgio tenía las mejores fichas en el juego. No solo contaba con el respaldo de sus iguales en distintas naciones, si no que poseía un ejercito fuerte y armamento que podía facilitarle gran parte de la conquista. Mientras que nosotros únicamente contábamos con unos planos de armas... y el optimismo por ganar esta guerra.

Tenía miedo.

Y aquel miedo no solo se limitaba a los habitantes de mi nación, Wyrfell, si no que también estaba preocupada por toda la rama Hanton.

Si fallábamos se perderían muchas vidas, Giorgio preferiría mil veces quedarse únicamente con aquellos que le fueran leales y asesinaría a cualquier que no besara el suelo por donde él pisaba.

—Sé que el panorama se ve desfavorable en estos momentos, pero acabamos de adquirir una pieza importante en esta jugada —William tomó los planos que guardaba dentro de su saco y los extendió en mi dirección—. Sé que esto no parece demasiado, pero créeme Clematis, esto nos brindará una pequeña oportunidad.
—Soy consciente de que acabamos de adquirir algo que nos puede ayudar, pero simplemente no puedo tranquilizarme, William ¿Qué pasará si todo comienza a caerse a pedazos? —pregunté, y él mordió su labio inferior—. No quiero ver que más gente muera, no quiero que las personas que han depositado su confianza en mí pierdan la vida sin haberlas podido ayudar.
—Clematis, escúchame —él se acercó y sujetó con firmeza mis brazos—. Cree en ti y cree en tus aliados —me dijo—. Sé que tanto Rias como yo te enseñamos a vivir con miedo, a desconfiar de las personas del mundo exterior y a esperar siempre lo peor. Pero tú has demostrado en este tiempo que eres una mujer fuerte y capaz de conseguir todo lo que te propones. ¡Mírate! Ya no eres esa niña llorona que llegó al palacio de los Wolfgang, ya no eres esa pequeña asustadiza que agachaba la cabeza cuando un Hanoun hablaba.
—Trato de ser optimista —confesé—. Pero al día de hoy he visto como las cosas... no siempre son como uno espera.
—Y eso demuestra que estás viva, hermana —respondió y enmarqué una cejar—. La vida nunca será justa del todo y siempre se te presentarán obstáculos al frente, pero gracias a aquellas pruebas es donde verdaderamente adquirirás un verdadero aprendizaje que te ayudará a crecer.
—William...
—El día de hoy te pusiste de pie frente a unos hombres y demostraste tu posición. La Clematis que vi crecer hubiera agachado la cabeza y hubiera aceptado sin replicar lo que ellos dijeron —mi hermano sonrió y me observó con profundo orgullo y de alguna forma, eso me hizo sentir bien—. Eres la mujer más fuerte que conozco, y Giorgio no sabe eso, no tiene ni idea de quien es la persona a la que se está enfrentando.

Tras decir esto él me soltó y se recostó sobre la pared que estaba al frente.

De alguna forma las palabras de William habían logrado disipar la neblina que se estaba formando en mi mente, y de alguna extraña manera, comencé una idea tras otra comenzó a aparecer, claramente algunas eran impensables por el tiempo reducido con el que contábamos, pero tras desechar varias de estas la respuesta que tanto buscaba se fue materializando poco a poco.

—Necesitamos evacuarlos y resguardarlos en las naciones que posean muros —exclamé bajo pero William alcanzó a escucharme.
—¿Te refieres a Wyrfell y Velmont?
—Sí.
—Pero en Wyrfell aún tienen a los guardias de Giorgio.
—Ellos se irán en cuanto logre casarme con Argon.
—¿Por eso te propuso esa descabellada idea?
—En efecto, él me dijo que la única manera de que sus guardias puedan ingresar sin levantar sospechas es si ambos logramos formalizar nuestra unión.
—¿Consideras que una estrategia defensiva durará el suficiente tiempo? —preguntó William, pero aquella interrogante no me desanimó en lo absoluto.
—Es un plan de resistencia —respondí—. Las armas tienen un límite de cargas, y el recargarlas en plena batalla resultará casi imposible. Sin embargo...
—¿Qué sucede?
—Me preocupa que Giorgio de alguna u otra forma tenga un plan B, él es alguien calculador y jamás da un paso adelante sin haber pensado dos, y aunque trato de predecir sus movimientos, me es imposible imaginar que es lo que planea.
—Eso es porque tu no estás tan loca como él, hasta yo me preocuparía si lograras anticipar a ese demente —soltó con gracia para apaciguar el ambiente—. Sin embargo, hermana, Giorgio tiene una enorme debilidad que ni el mismo se ha dado cuenta.
—¿Debilidad, cual?
—Subestima mucho al resto. Giorgio está completamente seguro de que su plan es perfecto y que no tiene puntos débiles, además considera que nadie está a su altura como para detenerlo.
—Espero tengas razón, William.
—La tengo, créeme, él jamás imaginará que una humana será la causante de iniciar una resistencia.

No pudimos conversar durante más tiempo ya que las luces habían comenzado a descender así que nos dirigimos nuevamente al edificio de las sacerdotisas.

Seguimos atravesando las calles desoladas y poco a poco la estrella resplandeciente de la cúpula fue siendo cada vez más y más visible. Al llegar vimos a algunas sacerdotisas rezando en la parte baje y William simplemente las observó y blanqueó los ojos para continuar con su camino. Subimos las escaleras, y una vez nos encontramos en la parte superior vimos a Trya leyéndole un cuento a Cael quien se había quedado dormido.

—Bienvenidos —susurró ella en voz baja mientras terminaba de acurrucarlo.

Al asegurarnos de que se encontraba dormido nos dirigimos a una pequeña habitación que era una especie de almacén y nos sentamos en las sillas viejas que había dentro.

—¿Cómo les fue? —preguntó ella mientras se cruzaba de piernas.
—Terrible —respondió William mientras le brindaba una sonrisa forzada—. Leonard y Geiner simplemente se rehusaron a ayudarnos. Cada vez me sorprende más lo estúpidos que son, ambos son conscientes de lo que puede pasar, pero no quieren dar el brazo a torcer ¡Es frustrante!
—Trataré de hablar con ellos...
—No van a escucharte, dejaron muy en claro su posición, incluso si la misma Diosa que ustedes tienen resucitara y se los pidiera, no accederían a hacerlo.
—Clematis ¿tienen algún plan de respaldo?
—André nos facilitó el plano de las armas que ustedes tienen, eso ya es algo —una pequeña risa nerviosa escapó de mis labios—. Pero ya he logrado barajar algunas... alternativas.
—Debe haber algo más que podamos hacer...

Aunque Trya buscaba la forma de mantenerse serena era obvio que se encontraba tan preocupada como nosotros, ya que a la larga Giorgio terminaría llegando a Demarrer y si lograba encontrar la tecnología que ellos manejaban, todos serían aniquilados por incumplimento de las normas Hanoun.

—Iré a hablar nuevamente con ellos luego de que regrese de Velmont.
—¿Velmont? —preguntó ella, dirigiendo su atención a William— Sabes bien que no debes...
—Trya, necesito ir —William, la cortó de golpe, y Trya únicamente se limitó a agachar la mirada—. Esto es algo que solo me concierne a mí.

Luego de escucharlo ella lo observó directamente y en su rostro se podía visualizar claramente que lo que él acababa de decirle, le había dolido, y mucho. El ambiente se puso tenso de golpe y antes de que pudiera decir algo Trya se puso de pie y caminó en dirección a la puerta.

—Clematis, por favor cuando termines ven a verme abajo —exclamó sin siquiera observarnos—. Necesito revisar tú ojo y hacerte algunos chequeos.
—Está bien...

En cuanto se marchó la habitación se quedó en silencio, William agachó la cabeza y con sus manos removió su cabello mientras suspiraba frustrado.

—A veces eres algo brusco cuando dices las cosas —le dije y me observó—. Yo estoy acostumbrada a tu acidez porque me crié contigo, pero no todas las personas van a reaccionar como yo, en especial... las mujeres.
—Gracias por el consejo.
—¿Puedo preguntar qué pasó?
—Preferiría que no lo hicieras, Clematis —fue cortante, intuía la pregunta que quería hacerle.
—Está bien...
—Iré a ver a Cael, baja para que Trya pueda hacerte el chequeo

Y diciendo esto William se marchó y me dejó sentada con más preguntas que respuestas rondando mi mente. Si bien William era muy bueno escuchando o dando consejos, era bastante torpe al momento de comunicar lo que quería, y si bien no había logrado verlo interactuar con otra persona hasta ahora, estaba segura de que ese sarcasmo y lenguaje cortante pudo traerle más de un problema alguna vez.

Al llegar a la planta inferior las demás sacerdotisas ya se habían retirado a sus habitaciones, y Trya era la única que me esperaba sentada en las bancas del frente, con la mirada perdida en el centro de la plataforma escondida. Me acerqué a ella pero no se dio cuenta que estaba allí, así que tuve que carraspear ligeramente la garganta para que pudiera darse cuenta de mi presencia.

—Lo siento, no me percaté que ya habías bajado.
—Descuidado... —ella me mostró una sonrisa apagada y fue directamente a activar la compuerta para que pudiéramos bajar a la parte inferior de la planta— ¿Estás bien? —le pregunté directamente, ella simplemente asintió.
—Sí —respondió, aunque sus palabras no sonaban del todo convincentes.

Ambas comenzamos a descender en silencio, y una vez que nos situamos en la planta inferior, ella caminó hacia una extraña máquina empotrada en la pared que tenía algo similar a un panel con botones; Trya presionó uno de ellos e inmediatamente las luces se encendieron dando visibilidad a todo el lugar.

Técnicamente era la segunda vez que venía a este sitio, pero era la primera vez estaba cien porciento consiente y lograba observar todo a detalle.

—Toma asiento en esa camilla de metal, en breve iré contigo —me dijo ella de espaldas.

Caminé hacia el lugar que me indicó, mis dedos tocaron la fría superficie de la camilla y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. De alguna manera mi cuerpo reaccionaba a su entorno y sabía que había pasado por una intervención quirúrgica aquí. Tomé asiento y mis pies quedaron a cierta distancia del suelo, volteé a observar a Trya y ella estaba colocándose unos guantes de color blancos sobre las manos; seguidamente tomó algunos implementos que reposaban dentro de una especie de horno y los puso sobre una bandeja.

—Necesitamos desinfectar nuestras herramientas para evitar posibles infecciones —exclamó, intuyendo que quería preguntarle que era todo eso—. Así minimizamos las perdidas de vidas humanas.

Mientras me daba una cándida sonrisa ella se acercó y se colocó exactamente frente a mí, atrajo hasta cierta distancia un pequeño carrito con ruedas y depositó la bandeja llena de herramientas encima.

—Bien, Clematis —dijo a medida que desinfectaba con un líquido extraño la zona cerca a mi ojo—. ¿Cómo te ha ido durante todo este tiempo?
—He estado bien, pero los primeros meses si sentía mucha molestia en el ojo.
—¿Exactamente que fue lo que sentía? —preguntó mientras colocaba una lupa cerca a la zona de la operación.
—Me ardía un poco, es como si estuviera muy seco por dentro.
—¿Sigues teniendo el mismo problema?
—No, ahora ambos ojos se encuentran bien dentro de todo —sonreí—. Es decir, no he vuelto a tener la misma visión de antes en ese lado, pero ya no tengo molestias.
—Es bueno saberlo, y lo que mencionas se puede deber a que... bueno, al momento de haber realizado el trasplante posiblemente pudo haber pasado algo —luego de decir esto Trya giró su cuerpo hacia la mesa de herramientas y sujetó algunos objetos que tenían luces en la parte superior—. Te voy a hacer algunas pruebas con luces, no son peligrosas, solo quiero asegurarme de que todo este bien ¿de acuerdo?
—Está bien.

Trya comenzó a moverse y cambiar las pequeñas bombillas, de tonos amarillentos a tonos más oscuros, y luego de que acababa con cada una de estas anotaba ciertas cosas en una tablilla que tenía un papel encima donde estaba escrito mi nombre.

—Clematis, me gustaría realizarte otros exámenes para hacer algunos descartes ¿estarías de acuerdo?
—Sí, solo dime que tengo que hacer.
—Lo único que necesito que hagas es que te saques la ropa y te recueste sobre la camilla cuando te lo indique —Trya se acercó hacia unos cajones y del interior de estos extrajo una bata blanca que se ataba en la espalda—, puedes ponerte esto si no te sientes del todo cómoda.
—De acuerdo...

Me retiré lentamente el vestido y lo dejé en un colgador que había cerca a la entrada, observé mi reflejo en un espejo, y al igual que otras veces, mi vista se fue directamente a las pequeñas marcas producto de mi fallido embarazo.

Las estrías que tenía esa zona eran mínimas, casi imperceptibles si uno no le prestaba la debida atención, pero para mí era completamente notorias. Siempre serían un recordatorio doloroso de lo que puso haber sido, y jamás fue.

En cuanto terminé me di la vuelta, Trya había preparado el espacio colocando una especie de tela bajo la camilla y me pidió que me recostara encima.

—He puesto esta tela para que no sientas frío en la espalda.
—Gracias —respondí.
—Bien, lo que voy a hacer es bajar ligeramente la bata hasta un poco antes de tus pezones porque necesito colocar esto sobre tu piel —tras decir esto ella me enseñó unos chupones extraños—. Solo estarán pegados a tu piel, descuida, luego de eso los voy a retirar.

Asentí, y luego ella comenzó a colocar uno a uno sobre mi piel. Ella me sonrió y luego encendió una máquina que había al lado, observó con atención las líneas que subían y bajaban, pero poco a poco aquella sonrisa que tenía se fue disipando y una mueca de preocupación se plasmó sobre su rostro.

—Esto no es bueno —balbuceó, y aunque ella juró que no la había escuchado, si logré hacerlo.
—¿Pasa algo? —una pequeña risa nerviosa escapó de mis labios, y aunque Trya trataba de aparentar que todo estaba bien, claramente había algo malo en esos dibujos que solo ella podía entender.
—Clematis ¿ha pasado algo en este tiempo? —preguntó a medida que tomaba asiento y sujetaba mi mano—. Necesito que confíes en mí y me lo digas.

La pregunta me tomó por sorpresa. Intuía que algo no estaba bien y mis manos comenzaron a temblar ligeramente, incluso sentí como la presión de mi cuerpo disminuyó considerablemente.

—Estuve embarazada —confesé, ella expandió ligeramente los ojos y entreabrió los labios.
—¿Qué pasó con el bebé? —me preguntó.
—Tuve un aborto —respondí con la voz entre cortada—. No pude mantenerla con vida.
—¿Era hijo de Zefer?
—Sí...

Tras decirle esto ella mordió su labio y provocó que me sintiera todavía peor, mi corazón comenzó a palpitar y el aparato que estaba conectado a mi delató por completo lo que me pasaba en esos momentos.

—¿Qué pasa? —le pregunté directamente.

Trya apagó el monitor y retiró los chupones que estaban pegados a mi pecho, al dejar todo a un lado se puso de pie y me ayudó a sentarme, ambas terminamos justo al filo de la camilla y la tensión que se formó en el aire dolía demasiado.

—Clematis —Trya sujetó mis manos y las acarició con delicadeza, suspiró, y luego comenzó a hablar— Voy a explicarte todo el panorama, así que necesito que estés tranquila y me pongas atención ¿De acuerdo? —asentí.

La última vez que estuviste en Demarrer, luego de que Phyalé te disparara te trajimos a esta sala de operaciones para salvarte la vida, todo había marchado aparentemente bien, pero al último momento tu corazón dejó de latir. Pensamos que habías muerto, como sabrás el cuerpo de los humanos y el de los Hanouns, e incluso el de los híbrido es completamente diferente, nosotros tenemos menos resistencia física y nuestra capacidad de recuperación es... limitada por la misma alimentación ineficiente que tenemos actualmente.

Cuando despertaste en medio del funeral comencé a investigar mucho, era la primera vez que uno de los pacientes que moría en cirugía volvía a la vida de esa forma. Lo que te pasó en aquella oportunidad se le conoce como Catalepsia, y al realizar esta prueba que te acabo de hacer puedo determinar que sufres de una enfermedad cardiaca. Corres riesgo de sufrir ataques si atraviesas episodios estresantes, no puedo decirte a ciencia cierta cuando esto puede pasar, pero sé que en algún momento volverá a ocurrir.

Como sabes, un embarazo conlleva a que la madre comience a tener una enorme carga física en el cuerpo, el bebé absorbe los nutrientes que necesita y pueden presentarse problemas como presión alta, o irregularidades en la producción de azúcar en la sangre en casos más severos. Ahora, no sé si... alguien te habrá explicado esto pero si una mujer sale embarazada ya sea de un Hanoun o un híbrido, corre el quíntuple del riesgo que una mujer cuyo padre del bebé sea un humano.

Posiblemente tu cuerpo no soportó la cantidad de estrés que se generó dentro... y fue por eso que perdiste al bebé. De haber concluido tu embarazo pudiste incluso haber muerto en el parto.

—¿Hay alguna forma en la que pueda curarme? —pregunté con miedo, y luego de realizar mi pregunta Trya apretó mis manos con fuerza.
—Clematis, no es fácil para mi decírtelo... pero mi deber como personal de la salud es decírtelo. El traer hijos al mundo para ti podría significar tu condena de muerte, e incluso... si el embarazo llegara a termino, posiblemente la criatura moriría durante el parto.

Ambas nos quedamos calladas, y ella volvió a apretar mis manos con fuerza en señal de apoyo.

—¿Entiendes lo que quiero decirte? —me preguntó mientras temblaba.
—Sí... —le sonreí con dolor y ella agachó la cabeza—. Entiendo perfectamente lo que me tienes que decir. Pero Trya... —exclamé con la voz quebrada—, no por que lo entienda deja de doler.

Aunque en algún futuro muy lejano quisiera rehacer mi vida, jamás podría tener la dicha de ser madre y ver a mis hijos crecer.

Las lágrimas comenzaron a caer una a una.

Incontenibles, dolorosas.

Trya me abrazó con fuerza. Deposité mi rostro en aquel pequeño espacio de su cuello y lloré todo lo que pude mientras reprimía los quejidos de dolor. No podía dejar que William o alguien más escuchara y preguntara que era lo que me estaba pasando.

Nadie debía saberlo.

No dejaría que nadie se enterara.

Me llevaría este secreto a la tumba.

NACIÓN DE MY – TRENT

El sol comenzó a elevarse en medio de las montañas dando paso a un nuevo día; algunas gotas de lluvia que se formaron producto de la lluvia del día anterior quedaron impregnadas en algunas plantas, y cuanto los tenues rayos los alcanzaban lograban reflejarlos generando una vista espectacular, y esto, acompañado de la fresca brisa de la mañana proporcionaban que el aire matutino fuera más fresco de lo normal.

A lo lejos, se podía ver como unas carretas llenas de diversas flores en tonos rojos llegaban desde Brostec, con dirección al palacio, iban transitando los senderos marcados para llegar más rápido; el cargamento era amplio y variado, y el aroma que despedían se podía percibir incluso a una cierta distancia.

Dentro del palacio los sirvientes se encontraban realizando sus labores con normalidad, pero la fina loza que había sido colocada sobre la mesa irrumpió la tranquilidad del ambiente y generó que los que estaban más cerca dieran un paso hacia atrás.

—Levanten esto de inmediato y llámenme cuando todo este listo —escupió Giorgio con ira mientras volvía a su despacho arriba en las escaleras.

Desde que Giorgio había regresado de su sorpresivo viaje había estado intratable. Si los sirvientes hacían algo mal, por más mínimo que fuera, terminaban recibiendo una reprimenda por parte de él, y si el amo y señor de My—Trent no llegaba a la agresión física era únicamente porque Jaft, o Zefer, lograban frenarlo de alguna manera.

La mayoría de los sirvientes asumía que la forma extraña en la cual actuaba su amo se debía a el intento de asesinato del que habían sido notificados, pero había varios que intuían que había algo más detrás. Shikwa no era la primera persona lo suficientemente tonta como para tratar de hacerle algo a Giorgio, pero inclusive los más ancianos, quienes lo habían visto crecer, nunca lo habían visto tan enojado como ahora.

Había algo más detrás, pero nadie excepto Giorgio sabía ciertamente de que se trataba.

Luego de levantar los platos rotos del suelo, trajeron nuevas lozas y las colocaron en los sitios correspondientes, pero esta vez, únicamente llamaron a Giorgio cuando la comida ya estaba puesta sobre la mesa.

Giorgio fue el primero en sentarse, luego aparecieron Jaft, Eleonor, Celine y por último Zefer, quien con el paso de los días traía unas ojeras más pronunciadas. Se acomodaron en sus sitios procurando hacer la menor cantidad de silencio posible y comenzaron a comer, pero cuando creían que el desayuno transcurriría con normalidad Giorgio alzó la cabeza y observó a su menor hijo.

—Zefer, me llama la atención algo —dijo mientras se introducía un pedazo de pan a la boca—. Últimamente te veo más demacrado, si no te parecieras tanto a mí incluso diría que estas horrible, pero eso sería tanto como insultarme a mi mismo.
—No es nada —respondió Zefer sin siquiera mirarlo—. Solo he estado revisando algunos planos de los campos de cultivo, creo que el terreno se podría aprovechar más si se expandiera a otras zonas.
—Quien lo diría, ni siquiera hubieras mostrado interés por estas cosas.
—Que te puedo decir —exclamó él con sarcasmo—. Cuando te encuentras entre la espada y la pared tienes que tomar una decisión.

Al ver como Giorgio cambiaba su expresión Celine codeó a Zefer por debajo de la mesa para que nadie más se diera cuenta, Eleonor por su parte sonrió, y mientras batía sus pestañas llamó la atención del mayor de los Wolfgang.

—Padre quería aprovechar esta oportunidad para agradecerte lo que estás haciendo por nosotros, en verdad usted es el ser más maravilloso del mundo —dijo ella mientras entrelazaba sus dedos con los de Jaft—. He visto como está quedando todo en el salón principal y ya quiero que pasen las horas para poder realizar la ceremonia.

Luego de escuchar como Eleonor lo alababa Giorgio volvió a cambiar su expresión y se limitó a erguirse en la silla mientras sonreía de lado.

—Es gratificante ver como alguien en este lugar valora lo generoso que soy.
—¿Y cómo no hacerlo? —dijo ella—. Padre, usted es un ser perfecto, siempre fue un honor para mí llevar su apellido, pero ahora que formaré parte de su familia la emoción que hay dentro de mí no tiene nombre.

Giorgio y Eleonor comenzaron a hablar entre si y los demás tuvieron la oportunidad de finalizar su comida sin mayores contratiempos, para cuando terminaron las parejas se dirigieron a la parte superior.

—Lame botas —fue lo único que atinó a decirle Celine a Eleonor antes de desaparecer dentro de la biblioteca.

Eleonor ni siquiera se inmutó con el comentario, tiró de su cabello corto hacia atrás y se encerró dentro de la habitación que compartía con Jaft.

—Iré al pueblo, necesito revisar el inventariado.

Jaft, quien se había quedado en la parte baja del salón vio como su hermano se marchaba caminando por el enorme portón.

Ni en sus sueños más locos hubiera imaginado que Zefer evitaría a toda costa usar a los híbridos para movilizarse. Odiaba admitirlo, pero había cambiado y esto le revolvía el estómago.

—Jaft, necesito que supervises el cargamento de flores que mandé a traer desde Brostec.

Giorgio apareció desde una de las habitaciones de la planta baja y se dirigó directamente a su falso primogénito.

—De acuerdo, padre.

En cuanto se quedó solo el pelinegro aprovechó para observar el gran salón, Eleonor tenía razón, su despreciable personal había realizado un buen trajo y todo se veía absolutamente impecable para la ceremonia de casamiento.

—Amo Giorgio, me han informado que algunos obsequios por parte de las naciones más alejadas llegarán el día de hoy por la noche.
—¿Diste aviso a todos en cuanto partí? —le preguntó a sin siquiera mirarlo.
—Desde luego, mi señor. Las habitaciones ya se encuentran preparadas para recibir a los líderes que viven más cerca, se estima su llegada entre hoy por la noche o mañana en la mañana.
—Bien, terminen de arreglar todo.

Giorgio caminó en dirección a la puerta que daba paso al jardín interno y observó el inmenso árbol que había justo al centro, pero antes de que pudiera divagar en sus recuerdos, el mismo sirviente con el que estuvo hablando se acercó mientras apretaba sus manos frente a sus piernas.

—¿Qué quieres? —soltó a medida que giraba su cuerpo para observarlo.
—Mi señor, tengo que hablar con usted sobre algo, pero no es al lugar adecuado para hacerlo.

Giorgio suspiró con cansancio y se dirigió a las escaleras, con un gesto de la cabeza le ordenó al sirviente que lo siguiera y el híbrido ya mayor comenzó a seguirlo en silencio. Al llegar a la puerta del despacho, Giorgio entró primero, el sirviente cerró la puerta a sus espaldas y el pelinegro se coloco justo frente a la ventana.

—Habla —le ordenó.

—Bueno... mi señor, verá. Cuando usted no se encontraba... un miembro de la guardia real vino para realizar una inspección de rutinas, ya sabe, para poder encontrar alguna pista sobre la sirvienta desaparecida.
—Si se me informó —respondió cortante— ¿Qué con eso?
—En su momento no dije nada porque esperaba que usted volviera de viaje... pero el día en que ella desapareció yo estuve allí.
—¿Viste quien lo hizo?
—Sí, ese día me encontraba cortando madera para alimentar las calderas. Unos sujetos tocaron la puerta trasera de la cocina, y en cuanto ella abrió, la golpearon en la cabeza y se la llevaron consigo.
—No me estás diciendo nada nuevo, ya sabemos que alguien se la llevó, si no tienes un nombre no me sirve lo que me estás diciendo.
—Si señor, lo que pasa es que... escuché que la señorita Clematis estaba embarazada del joven amo, y esa misma noche que la sirvienta desapareció la señorita Clematis sufrió un aborto, alguien le dio una mezcla abortiva.
—Espera, espera ¿La humana estaba embarazada de Zefer?
—Pensé que se lo habían informado... mi señor.
—Claramente nadie me dijo nada acerca de este tema, termina lo que vas a decirme, tengo que hablar con el inútil de mi hijo, al parecer me ha estado ocultando cosas.
—Justamente ese es el problema, mi señor... el amo Jaft no le dijo nada... porque fue él quien le dio ese brebaje a la señorita...
—¿Qué?
—Cuando los sujetos se llevaron a la sirvienta vi como él entró a la cocina, lo vi vertiendo el brebaje dentro de las tazas, y luego se marchó, la gemela de la sirvienta fue luego de varios minutos y tomó las tazas consigo, luego de eso... la señorita Clematis bebió su contenido y tuvo el aborto.

Luego de que Giorgio terminara de escuchar al sirviente una fugaz idea cruzó por su mente. Se dio la vuelta, y sonrió sin que el sirviente lo viera. El híbrido, quien esperaba algún tipo de reacción únicamente vio como Giorgio giraba con un rostro neutro, y con un gesto de la mano le pedía que se acercara hacia él.

—Mi pobre y querido Zefer —exclamó mientras sujetaba al anciano por los hombros—. Y pensar que iba a convertirse en padre, y su hermano, cegado por la envía puso fin a esa pequeña vida que se estaba formando.
—Lamento ser yo quien le traiga esta noticia, mi señor, pero no podía ir directamente a la guardia, el amo Jaft me hubiera descubierto.
—Hiciste bien, hiciste bien —dijo mientras palmeaba ligeramente su espalda—. Y dime ¿platicaste de esto con alguien más?
—No, mi señor, ni siquiera lo he conversado con mi hija, únicamente los dos sabemos acerca de esto.
—Entiendo, entiendo. Bien, parece que este secreto se irá conmigo a la tumba.

Antes de que el sirviente pudiera responder Giorgio se colocó justo detrás de él, lo tomó por el cuello, y lo alzó del suelo mientras apretaba su garganta con fuerza. El pobre individuo, pese a trataba de soltarse de su agarre, terminó perdiendo la batalla luego de algunos minutos. Giorgio comenzó a reírse, una sonrisa desquiciada y escalofriante estaba plasmada en su rostro, observó a su victima, y al ver como su rostro estaba completamente morado, y sus ojos estaban inyectados en sangre, comenzó a reír más fuerte.

—Que lástima —dijo Giorgio mientras se alejaba ligeramente de la ventana mientras aún mantenía sujeto al cadáver de su cuello—. Fue un buen sirviente, leal hasta su último aliento —bufó.

Y tras decir esto, Giorgio tiró al cadáver contra la ventana, y el cuerpo del sirviente, producto de la fuerza que él usó, salió disparado hacia el exterior llevándose consigo los cristales y los marcos de madera del ventanal.

El estruendo no pasó desapercibido para nadie, Celine y Eleonor corrieron inmediatamente al despacho y vieron como Giorgio salía caminando con tranquilidad por la puerta sin dar mayores explicaciones.

Una vez que llegó a la planta baja, buscó a los sirvientes que se producto del ruido habían parado sus labores y con total frialdad exclamó.

—Uno de los sirvientes ancianos saltó por mi ventana —dijo con completo desinterés—. No recuerdo su nombre, pero estoy casi seguro de que su hija trabaja en la cocina.

La muchacha, que era la hija del anciano que él mencionó reprimió un grito y comenzó a llorar, las demás cocineras que se encontraban cerca de ella la abrazaron, pero Giorgio ni siquiera les dio tiempo para brindarle algún tipo de consuelo.

—Que alguno tire el cuerpo dentro de la fosa y terminen con sus preparativos, la cena se servirá a la misma hora de siempre.

La muchacha fue detenida por los demás sirvientes y prácticamente la arrastraron de vuelta a la cocina, si otras hubieran sido las circunstancias, Giorgio hubiera actuado y hubiera pedido que la echaran a la calle por atreverse si quiera a considerar hacerle algo, pero no era el caso, el anciano le había traído una información tan valiosa y única, que no podía desaprovecharla en lo absoluto.

Jaft, al ser puesto al tanto de lo que había pasado regresó corriendo del almacén donde estaban depositando el cargamento, Giorgio al verlo parado justo en el umbral le indicó que lo siguiera escaleras arriba.

En cuanto llegaron al despacho Jaft vio todo el desastre, los vidrios habían caído a la planta baja y la madera estaba partida, necesitarían mandar a un vidriero a reconstruirla y no sabían si todo estaría listo para mañana.

—¿Qué sucedió? —preguntó el rubio mientras pasaba saliva con incomodidad.
—¿Sabes Jaft? Tengo que confesarte algo —le dijo, ignorando por completo su pregunta—. Considero que ya eres alguien mayor y mereces saberlo. Tal vez lo suponías, tal vez no, pero es mi deber como tu padre el informártelo ya que pronto formarás tu propia familia.
—¿Qué vas a decirme?
—Jaft, te pondré en contexto. Hace mucho tiempo, cuando tenía tu edad aproximadamente, fui comprometido con Lyra, pero una persona que en ese tiempo consideré mi amigo me traicionó, abusó de ella y la dejó embarazada. Claramente él no quería hacerse cargo de la criatura, esa persona tenía su propia vida en su nación y aquello no fue nada más que un traspié en su historia —Giorgio suspiró con falso pesar, Jaft, fingió sorpresa, pero poco podía hacer para fingir.
—¿Ries es mi padre, no es verdad?
—Así es, hijo mio.

Giorgio caminó hasta él y se colocó exactamente a su altura, colocó una de sus manos sobre sus hombros y apretó la zona con fuerza.

—Nunca quise que salieras lastimado, Jaft. Sé que por nosotros no corre la misma sangre, pero desde el primer momento en que te vi te amé con todo mi corazón. Nunca me importó lo que el resto me dijera, para mí siempre fuiste mi hijo, y si nunca te lo dije antes fue porque... no quería que sintieras que fuiste alguien no deseado.
—¿Por qué me lo ocultaste hasta ahora? —le preguntó con recelo.
—Jaft, mi prioridad siempre ha sido protegerte —respondió pareciendo genuinamente sincero—. Cuando naciste todos te dieron la espalda, fuiste considerado un bastardo, alguien que no tenía derecho a tener absolutamente nada. Ni un apellido, ni una familia que lo quisiera. Pero yo no podía permitir que eso pasara, amaba demasiado a tu madre como para verla sufrir de esa manera.
—¿Entonces porque mantuviste todo ese teatro? —Giorgio lo observó confundido—. ¿Por qué me hiciste pasar por todo esto... si nunca iba a poder ser el regente de esta nación?
—Hijo mío, las pruebas que te puse durante todos estos años fueron únicamente para que pudieras prepárate. La competencia entre tú y Zefer hubiera llegado eventualmente en algún momento, y solo si te entrenaba hubieras estado en igualdad de condiciones para poder enfrentarlo.
—¿Nunca planeaste darle el cargo a Zefer? —Giorgio negó con la cabeza— ¡Pero pertenece a tu línea sanguínea directa!
—Zefer no cuenta con la capacidad de ejercer una nación. Piensa, Jaft, ser un regente implica fortaleza, astucia, inteligencia, y sobre todo coraje, y esto es algo que Zefer nunca ha tenido.
—Entonces no entiendo, padre ¿Cuál fue el sentido de este teatro? ¿Para que serviria esta falsa competencia?
—Cuando fui a Velmont los concejales me obligaron a aceptar, de lo contrario hubieran cancelado varios de nuestros tratados comerciales. Inclusive... me dijeron que debías ir a Velmont, junto a tu padre biológico.
—¿Y porque no lo permitiste?
—Jaft, Rier nunca te amó. Piénsalo, siempre tuvo la oportunidad de llevarte, pero jamás lo hizo, y el único motivo por el cual venía a My—Trent era para asegurarse de que Lyra jamás dijera que fue lo que pasó entre ellos —diciendo esto, Giorgio se puso de pie y se apoyó sobre el escritorio—. En Velmont no te espera nada más que la vida de sirviente. En cambio, yo en My—Trent te di la oportunidad de ser un líder y de llevar a esta nación a una nueva etapa.
—Padre...
—¿Sabes porque te cuento esto? Para hacerte saber que un regente muchas veces tiene que hacer ciertos sacrificios por el bienestar de su gente.

—No entiendo que es lo que tratas de decirme...
—Lo que busco decir, Jaft, es que estoy de tu lado, y valido cada cosa que has hecho hasta este momento con tal de mantener tu puesto a salvo.

Intuyendo que era lo que quería decirle, Jaft entreabrió la boca, su corazón comenzó a palpitar ligeramente más rápido y su rosto poco a poco se fue descomponiendo más y más.

—Acabo de darte una nueva oportunidad de finalizar lo que ya empezaste, Jaft —le dijo sin prisa mientras se cruzaba de brazos—. El sirviente que acabo de asesinar te vio aquella noche cuando asesinaste al hijo de Zefer.

Luego de escuchar a Giorgio, Jaft sintió claramente como el mundo se le vino abajo, aparecieron pequeños temblores en su cuerpo completamente involuntarios, y la sensación de que alguien lo estaba asfixiando iba en crecimiento a medida que ambos seguían en silencio.

—Sin embargo, querido hijo, sé que entiendes también la posición en la que me encuentro. Aunque Zefer no lo sepa, sé que está investigando que fue lo que pasó, y en algún momento encontrará un indicio que lo llevará de nuevo hacia ti.

Tras oírlo Jaft se puso de pie inmediatamente y tiró la silla hacia atrás, retrocedió unos pesos, perio Giorgio avanzó lentamente hacia él, acorralando a su presa contra la pared.

—He de confesar, que todos los padres tienen un favorito, y si uno te dice que no es mentira. Y bueno, lastimosamente Zefer nunca logró ocupar ese espacio que tienes tú —dijo Giorgio mientras se aclaraba la garganta—. Y sé que entenderás que si Zefer logra encontrar si quiera la mínima prueba del culpable, tendré que hacer cumplir la ley que nos ha regido desde hace trescientos años.
—¡Tu no lo entiendes! —gritó con desesperación— ¡Tenía que hacerlo!
—No puedo hacer nada, Jaft —respondió él con falso dolor—. Serás ejecutado, hijo mío... —Giorgio lo rodeó con sus brazos y lo apretó contra su cuerpo, Jaft no podría dejar de temblar al verse acorralado.

El silencio volvió a reinar entre ambos y lo único que lograba escucharse era el ruido de los sirvientes en el primer piso recogiendo los pedazos de vidrío que habían caído.

—Aunque... —dijo Giorgio, en un tenue susurro y Jaft prestó atención.
—¿Aunque? —preguntó con nerviosismo, esperando oír la alternativa que Giorgio planeaba brindarle.
—Existe una manera de librarte de todo esto —le dijo mientras se separaba y miraba hacia un lado—. No estoy seguro de que quieras hacerlo... Pero, si algo le pasa a Zefer, ya no habrá investigación y de esa forma, tú quedarías como el único hijo.
—¿Si algo le pasa? —Jaft lo observó con incredulidad, Giorgio asintió ligeramente— ¿Me estas pidiendo matarlo?
—No, no te lo estoy pidiendo —rio—. Tan solo te estoy diciendo que si algo le pasa, ante los ojos del resto tú serías mi único hijo con vida, por ende, serías el único heredero de My—Trent.

Jaft no daba crédito a lo que estaba escuchando, durante todos esos meses había planificado la forma ideal de asesinar a Zefer a espaldas de Giorgio, y posteriormente también asesinarlo a él, pero ahora su propio padre le estaba dando un bote salvavidas en medio de ese mar de incertidumbre donde se encontraba.

—Desde luego que todo esto queda en ti —le dijo con voz siseante— ¿Qué estás dispuesto a sacrificar? —lo interrogó— ¿Serías capaz de hacer ese intercambio? ¿Su vida por la tuya?
—Si sería capaz —contestó con completa frialdad en su voz, y mientras Jaft no lo veía, Giorgio aprovecho en sonreír—. Yo me haré cargo de Zefer.
—De acuerdo, entonces te diré exactamente que es lo que tienes que hacer: Tengo unos asuntos con Polakov, así que necesito que Celine esté casada con Zefer durante unas semanas, luego de eso, lleva a Zefer a Preblei, tu inventa la excusa que más te apetezca, pero recuerda, Jaft, los dos partirán de My—Trent, pero solo tu debes regresar ¿De acuerdo?
—Descuida, sé que será capaz de hacerlo —respondió sin titubear.
—Me parece estupendo, confío en ti, Jaft—Giorgio volvió a abrazarlo mientras lo apretaba con fuerza—. Ya verás que esto será lo mejor...
—¿Puedo preguntarte algo, padre?

—¿Sí? Dime.
—¿Nunca quisiste a Zefer?

La pregunta lo tomo por sorpresa, pero Giorgio, aún escondiendo el rostro sobre el hombro de Jaft únicamente se limitó a negar con la cabeza.

—Zefer nunca debió haber nacido —respondió—. Tan solo es el recordatorio perpetuo de un error que nunca debió ser cometido.

Luego de que ambos se diera un último vistazo, Giorgio le brindó una sonrisa llena de orgullo a Jaft y este salió de su despacho, pero en cuento la puerta se cerró a sus espaldas la expresión que el pelinegro traía consigo cambió por completo y una sonrisa llena de satisfacción tomó su lugar.

Las cosas habían salido mejor de lo que pudo hacer planeado, el plan inicial era matarlos a ambos, pero acababa de ahorrarse el engorroso trabajo, y explicaciones, de las muertes de sus dos herederos.

Después de todo, todo en esta vida tiene un precio.


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