CAPÍTULO V • El camino que elegí •
CLEMATIS
Cael y yo atravesamos unos matorrales llenos de espinas. Nuestra ropa se enganchó por apenas unos segundos, pero luego de tirar de ella con fuerza, logramos liberarnos por completo, aunque algunos retazos se quedaron atascados.
Corrimos cada vez más rápido, y cuando estábamos un poco más alejados, escuchamos aquellos matorrales quebrarse producto de la fuerza de aquel animal que nos venía persiguiendo desde hace largo rato.
Todo había ocurrido hace pocos minutos. Despertamos con normalidad, nos sentamos uno junto al otro mientras comíamos unos frutos que encontré el día anterior, y de un momento a otro, Cael se puso pálido de golpe y señaló a mis espaldas.
Al observar en la dirección donde él estaba mirando pude ver a un enorme animal observándonos. La criatura se encontraba desnutrida, incluso a la distancia podía ver a la perfección sus costillas, pero eso no quitaba el echo de que fuera peligroso; sus patas eran grandes y el largo de sus garras sobresalía fuera de estas, clavándose en la tierra. Y sus colmillos se veían intimidantes, tranquilamente podía arrancarte un brazo con ellos.
Miré a Cael y como si ambos estuviéramos conectados telepáticamente, supo que debía hacer. No era prudente, ni mucho menos inteligente, tratar de hacerle frente.
Comenzamos a retroceder lo más lento que pudimos, pero cada vez que dábamos un paso hacia atrás, el animal daba un paso hacia el frente. No nos tomó mucho tiempo entender que era lo que estaba buscando.
Nosotros representábamos un sustancioso aperitivo que posiblemente no volvería a ver en semanas, y éramos la única oportunidad que tenía para no morir de inanición.
Me encontraba corriendo detrás de Cael, él pegó un brinco para alargar aún más la distancia, pero trastabilló un poco en cuanto cayó al suelo, y el corazón prácticamente se me detuvo, pero por suerte se repuso con agilidad y siguió adelante.
Tratar de mantener un ritmo constante en este terreno era imposible, la excesiva cantidad de matorrales, vegetación reseca, enredaderas, y piedras, terminaba desestabilizándonos y generaba que el cansancio fuera aún mayor.
Viré el rostro y vi al enorme animal justo detrás, al verme, salivó, y unas enormes gotas de baba terminaron impregnándose en el suelo.
—¡Sigue corriendo Cael, no mires atrás! —grité con fuerza, los pulmones estaban comenzando a dolerme producto del esfuerzo que estaba realizando.
Al haber comenzado a huir con tanta prisa dejamos atrás las pocas cosas con las que habíamos partido, y lo único que tenía para tratar de defendernos, era una navaja que mantenía fuertemente sujeta en mi mano.
Luego de un largo rato Cael comenzó a disminuir la velocidad, estaba cansado, y no lo culpaba, llevábamos mucho tiempo en medio de esa persecución, y era probable que sus pequeñas piernas ya no pudieran más con todo el esfuerzo que estaba realizando.
Analicé rápidamente el entorno y a lo lejos pude ver un árbol con un tronco lo suficientemente grueso y con abundantes ramas para poder escalarlo, era el único lugar aparentemente seguro que nos serviría para descansar.
—¡Trepa ese árbol, rápido! —le ordené, y enseguida, él a tropezones escaló las ramas hasta que se encontró una distancia lejana del suelo.
El animal emitió un gruñido, casi como si se estuviera quejando, volteé a observarlo y aún parecía estar lejos.
—¡Mami, cuidado! —gritó Cael.
Antes de que pudiera reaccionar la trenza que traía se quedó atorada en el matorral de espinos que acababa de cruzar, y por más que trataba de soltarme, mis rulos se habían enredado tanto que me era imposible liberarme.
Comencé a sudar frío, el animal estaba cada vez más cerca, Cael estiraba sus pequeñas manos haciendo un ademán de querer alcanzarme, pero él no llegaba hasta donde yo me encontraba. Todos los ruidos que me rodeaban parecían haber parado de golpe, el animal se acercaba cada vez más y más, mis ojos estaban fijos en aquella bestia que estaba próxima a devorarme.
—¡Mami, escapa! —escuché los gritos de Cael y volví a la realidad en ese preciso instante.
Observé la navaja de mi mano y sin pensarlo dos veces corté mi cabello hasta la altura de mi nuca. Luego de eso trepé con rapidez el árbol, escapando del zarpazo que aquel animal había lanzado para poder agarrarme.
—¡Mamita! —lo escuché decir, yo aún estaba reponiéndome del schok. Cael me abrazó y yo me limité a corresponderle— ¿Estás bien, te lastimó? —preguntó mientras me analizaba.
—Estoy bien, cielo —le dije mientras aún trataba de recuperar mi aliento.
Observé mi larga trenza colgando de la rama, y no pude evitar sentir mucha tristeza, ya que el largo de mi cabello representaba para mi él último recuerdo que tenía de mi madre.
Desde que era niña a ella siempre le había gustado hacerme diversos peinados, y conforme fui creciendo, ella siempre continuó desenredando mis rizos. El momento en el cual ella cepillaba mi largo cabello era un momento único, ya que volvía a sentirme pequeña... y sentía que nada podía lastimarme.
Pero ahora acababa de perder también eso.
—Tu cabello... —Cael tapó con sus manos su boca, y seguidamente, estiró su pequeña mano a esa zona.
En cuanto sus dedos tocaron los mechones desiguales que colgaban algunas hebras terminaron cayendo sobre mis hombros, y posteriormente cayeron al suelo golpeando al animal en el hocico.
—Tranquilo —le dije porque parecía que quería llorar—. Es solo cabello, volverá a crecer con el tiempo.
—Pero... —masculló él y yo me vi obligada a interrumpirlo.
—Lo importante es que ambos ahora estamos a salvo —respondió, y él agachó la mirada—. Lo hiciste de maravilla, mi cielo —una de mis manos sujetó su pequeño mentón para que me mirara.
—Pensé que no podría hacerlo —dijo mientras limpiaba unas pequeñas lágrimas que lograron escapar de sus ojos.
—Pues te equivocaste —sonreí—. Estuviste sensacional. Ya te li dije antes, ¿no?. Puedes hacer muchas cosas si te lo propones.
—Gracias, mami. No hubiera podido hacerlo sin ti.
El sonido de la madera en el tronco llamó nuestra atención, al bajar la mirada pudimos ver al animal apoyado sobre el tronco mientras emitía algunos quejidos, posiblemente estaba quejándose por haber perdido su comida.
—Parece que nos quedaremos un largo rato aquí arriba —suspiré, Cael asintió.
—Sí, pero acá no podrá agarrarnos —diciendo esto, observó hacia el suelo y le sacó la lengua al animal—. Tonto, se te escapó la comida.
Pese a que aún estábamos recuperándonos del susto, el comentario de Cael provocó que me riera ligeramente. Por otra parte la criatura, quien aún estaba buscando la forma de alcanzarnos, parecía que aquel comentario no le hizo mucha gracia ya que lanzó un zarpazo en el aire.
Las horas pasaron lentamente y el sol poco a poco se fue tornando de una tonalidad rojiza. El animal, quien todavía se mantenía en la parte inferior, cuando entendió que no habría forma de alcanzarnos se fue en cuanto vio a una criatura mucho más pequeña correr en medio de los matorrales.
Para cuando estuvimos seguros de que no se encontraba cerca de nosotros bajé y analicé el entorno mientras empuñaba la navaja, Cael por su parte esperó en la parte superior a que le diera una señal.
Cuando aparentemente todo se veía tranquilo lo ayudé a bajar en silencio, sujeté su mano con firmeza y caminé en dirección contraria para evitar toparnos nuevamente con aquella criatura.
Para cuando estuvimos un poco más lejos metí las manos dentro del bolsillo oculto de mi vestido y vi de cuanto dinero disponía, apenas contaba con algunos vidaleons que servirían para comprar una hogaza de pan en la siguiente nación a la que llegáramos, pero aquello era mejor que no comer absolutamente nada.
Las piernas nos temblaban a los dos, el estómago nos rugía producto del hambre y sentíamos como si tuviéramos arena en la boca ya que teníamos sed.
—Mi cielo ¿no quieres descansar un poco? —pregunté.
—No —me respondió él con firmeza—. Aún puedo seguir, vamos adelante.
Tras decir esto Cael me tomó de la mano y no me soltó por nada del mundo.
A veces me sorprendía la capacidad de entendimiento que tenía, era un niño pequeño, pero las actitudes que mostraba frente a las adversidades se asemejaban enormemente a las de un adulto.
Su pasado era un misterio. Cael por algún extraño motivo no recordaba gran parte de su vida, ni mucho menos sabía como es que sus padres habían decidido escapar hacia la aldea de Ian y Rik. Prácticamente era como si algo, o alguien, le hubiera borrado la memoria de alguna forma para que únicamente recordara las cosas desde un punto en específico.
La noche no tardó en hacerse presente, el ulular de los búhos generaba por momentos que nos sobresaltáramos, así que optamos por descansar un poco dentro de una pequeña cueva que nos cruzamos en el camino; tapé la entrada con un pedazo de madera caída de un tronco, y una vez que estuvimos a salvo dentro encendí una fogata para que pudiéramos entrar en calor.
El estómago nos rugía a ambos, pero ninguno hacía algún comentario al respecto, Cael al poco rato comenzó a cabecear así que hice que se apoyara sobre mis piernas mientras acariciaba su melena algo crecida. Observé las pequeñas ramas siendo consumidas poco a poco, y el movimiento hipnotizante de las llamas fue lo que ayudó a que al poco tiempo yo también comenzara a descansar.
La noche pasó prácticamente en un parpadeo, el cantar los pajarillos de la mañana nos despertó y ambos no pudimos evitar removernos con cierta incomodidad al saber que debíamos continuar con nuestro camino.
—¿Cómo te sientes? —le pregunté.
—Mejor, todavía puedo seguir —me dijo, aunque su rostro demostraba mucho cansancio.
Le ofrecí a Cael cargarlo una parte del camino, pero este simplemente se negó, me dijo que no era un niño pequeño y que podía andar por su cuenta.
Seguimos la ruta que recordaba vagamente del mapa que Argon nos había entregado antes de partir y poco a poco la vegetación fue tornándose más verde; la tierra árida y reseca del lugar comenzó a pintarse de diversos colores, y cuando terminamos de subir una pequeña colina, por fin pudimos visualizar a lo lejos las pequeñas casitas de la nación de Stretco.
Lo observé y sus ojos se iluminaron inmediatamente, y acto seguido brincó en su sitio mientras celebraba sin hacer mucho ruido.
—¡Por fin llegamos! —dijo a medida que me abrazaba con fuerza.
—Sí, cariño, lo hiciste de maravilla, eres un niño muy fuerte.
Cael sonrió dejando expuesto uno de los dientes que se le había caído hace poco, yo le devolví el gesto y luego sujeté su mano para poder caminar rumbo a la ciudad. Por suerte, al igual que en My—Trent, Strecto tenía algunas edificaciones antiguas abandonadas en las afueras, así que era el lugar perfecto para escondernos mientras reponíamos fuerzas.
En cuanto llegamos a la edificación abandonada me metí en medio de las grietas de los muros para ver el interior, Cael no tardó en seguirme, y cuando nos encontramos del otro lado nos fuimos quitando la telaraña que quedó impregnada en nuestra ropa.
—Sé que no es un lugar muy bonito —le dije con diversión—, pero al menos no pasaremos frío esta noche.
—Para mi es perfecto —respondió—, me recuerda un poco al palacio.
—¿Lo dices por lo grande que es?
—Sí, y porque el palacio tiene esas columnas raras en cada esquina.
Cael vio como las ramas de un árbol entraban dentro del recinto y se acercó a una de ellas, rompió la más frondosa que lograba alcanzar y mientras la arrastraba se dirigió hacia una de las esquinas.
—¿Aquí estaremos bien? —preguntó.
—¿Quieres quedarte en ese rincón? —el asintió y con las hojas comenzó a barrer la zona que tenía mucho polvo.
La nube de polvo provocó que estornudara por momentos, pero una vez que dejó aquella zona medianamente limpia, se sentó y me pidió que me acercara hacia él.
—¡Lista la camita! —murmuró él con entusiasmo y yo reí.
—Eres un lindo caballero.
—Papi Argon me dijo que debía tratarte como la regente poderosa que eres —sonrió, y no pude evitar sonrojarme producto de la vergüenza.
Su pequeño estómago comenzó a rugir y casi de forma inmediata el mío respondió de la misma forma.
—Lo siento, no pude controlarlo —dijo apenado.
—Es normal que tengas hambre, cariño, no hemos probado bocado hace muchas horas. Escucha —él me observó—, iré a comprar pan, quédate aquí y no hagas ningún ruido ¿Recuerdas que tienes que hacer en caso yo no regrese?
—Sí... seguir directamente con mi camino y no pedirle ayuda a nadie.
—Ten —extendí la navaja y la coloqué justo a su lado, Cael la observó sintiéndose algo confundido, pero luego la sujetó.
Odiaba tener que darle un instrumento de defensa personal, pero no encontraba otra opción, estábamos escapando, y al menos con aquella navaja podía lastimar a quien tratara de atraparlo.
—Volveré enseguida, no te preocupes.
—Anda con cuidado, mami.
—Descuida, lo tendré.
Antes de irme rasgué la tela de uno de mis faldones internos y escondí lo más que pude mi cabello para que no pudieran reconocerme. En cuanto estuve lista me despedí de Cael y este asintió mientras colocaba la navaja sobre sus piernas.
Era un poco arriesgado dirigirme al pueblo a estas alturas, pero si queríamos continuar adelante Cael necesitaba recuperar energías, y al estar en crecimiento, necesitaba comer cada vez que tuviera la oportunidad.
En cuanto llegué al pequeño mercadillo de la aldea humana evité lo más que pude a la gente y procuré siempre dirigirme a los puestos donde hubiera personas muy mayores. A diferencia de My—Trent el precio de los alimentos era relativamente más barato, inclusive teniendo apenas un par de vidaleons logré conseguir dos hogazas de pan, y un cuarto de fresas.
—Toma, bonita —me dijo la anciana mientras extendía los productos en mi dirección.
—Gracias —le dije, pero antes de que pudiera pagarle la anciana extendió una bolsa de tela rellena de algún líquido.
—Ten, esto es jugo de mora.
—Se lo agradezco, pero no tengo como pagarle.
—Es un regalo, mi niña, estás muy flaca ¿recién te vendieron a alguna casa? —me preguntó.
—Sí... —mentí y ella inmediatamente extendió en mi dirección una manzana.
—Sé que no es bonito pasar por eso, pero necesitar agarrar fuerza pronto, las malas lenguas dicen por ahí que algo está por pasar, y tenemos que estar preparados.
—¿Algo va a pasar, como qué? —pregunté.
—Hace varios días uno de los guardias vio al ejercito Wolfgang dirigiéndose al oeste, no sabemos exactamente a donde fueron, pero siempre que ese endemoniado ejercito marcha es porque algo malo ha pasado.
—Esperemos que no sea algo grave.
—Que te oigan los que ya pasaron a mejor vida —respondió—, nosotros no podríamos resistir un ataque o algo similar.
La mujer volvió a tomar asiento detrás de los cajones de sus productos y me sonrió mientras agitaba la mano en el aire. Tomé las cosas y me dirigí nuevamente al escondite para poder llevarle las cosas a Cael.
Si en algo tenía razón la mujer era que el ejercito de Giorgio era peligroso, y el hecho de que lo estuviera movilizando, y dejándose ver, era claramente una provocación a la rama Hanton. Giorgio jamás daba una puntada sin hilo ni mucho menos daba un paso al frente sin tener más de un respaldo. Lo que buscaba era generar histeria colectiva y esperar que el miedo invadiera a los pobladores, de esta forma alguien cometería un error y sería el inicio de todo.
Al llegar al escondite me aseguré de que no hubiera nadie cerca y me introduje nuevamente, Cael estaba exactamente en el mismo rincón donde lo había dejado, y justo al frente había una pequeña pila de ramas apiladas.
—¿Trataste de prender el fuego? —le pregunté, él asintió y escondió las manos. Al parecer se había lastimado los dedos.
—Cariño, aprecio mucho lo que quieres hacer por mí, pero es peligroso que hagas esto, podría quemarte —sujeté una de sus manos y observé una pequeña ampolla en los dedos—, o lastimarte.
—Lo siento, es que tu lo haces ver muy fácil... y quería ayudar.
—Sé que querías hacerlo y lo valoro mucho, pero para mí es importante que estés bien, no me perdonaría que algo te pasara.
—¿Podrías enseñarme luego? —me preguntó con vergüenza.
—Sí, pero solo si prometes que lo harás bajo la supervisión de un adulto.
—Lo prometo.
Sonreí y él hizo lo mismo. Cael, al ver la comida que traía no pudo evitar salivar un poco, su estómago rugió con más fuerza, y él avergonzado removió su cabello a la altura de la nuca.
Le enseñé a prender una fogata, y luego de eso comenzamos a cenar, pese a que Cael se estaba muriendo de hambre atesoró los alimentos lo más que pudo y los disfrutó lentamente. Para cuando ambos terminamos nos sentimos lo suficientemente satisfechos, no era mucho, pero al menos esto nos ayudaría a recuperar fuerzas.
—Mami, tengo sueño —me dijo, y yo asentí.
Cael volvió a recostar su cabeza entre mis piernas y mientras le acariciaba el cabello comencé a cantar una canción que mi hermano me había enseñado de pequeña.
No quería separarme de él. Pero debía de hacerlo si quería mantenerlo a salvo, y aunque William era la única opción viable que veía para lograr mi cometido, aún no podía olvidar con facilidad que fue lo que hizo.
La vida de mi hermano nunca fue fácil, el pueblo lo repudió desde pequeño, mi madre no supo protegerlo, y mi padre tampoco no ayudo en nada a que él se sintiera seguro.
Y mi madre también había vivido un infierno aunque jamás la vi triste o decaída en ningún momento.
El hombre que durante tanto tiempo consideré que fue un ejemplo murió el día en que conocí la verdad, y aunque me doliera admitirlo había sido completamente ciega, jamás detecté las señales que estaban frente a mi.
Aunque... si no hubiera ocurrido la masacre del pueblo yo jamás hubiera podido salir del refugio donde vivía y nunca hubiera podido conocer a Zefer, Argon, Cael, ni a todas las personas que he conocido en estos últimos meses.
—¿De verdad habrá valido la pena? —susurré a la nada mientras observaba los rayos de la luna entrar por las grietas de la infraestructura.
Con esos pensamientos rondando mi mente caí dentro de un profundo sueño, y las imágenes de todos los acontecimientos que habían transcurrido hasta ese punto fueron pasando poco a poco como si yo fuera únicamente una espectadora.
Por la mañana los rayos del sol ingresaron por las ventanas ennegrecidas, abrí los ojos, y pude ver que Cael también comenzaba a despertar poco a poco.
—Mami... —murmuró mientras se estiraba—. Buenos días.
—Buenos días, mi vida ¿Dormiste bien?
—Sí, pero tuve un sueño extraño —tras decir esto tomó asiento y me observó.
—¿Qué soñaste pequeño?
—Soñé que nos encontrábamos con papi Argon y vivíamos en una cabaña muy bonita.
Su respuesta me tomó por sorpresa, en ese punto lo único que pude hacer fue sonreírle y acomodar los mechones de su cabello.
—¿Lo extrañas? —le pregunté.
—Sí...
Cael se removió con incomodidad, aparentemente quería decir algo pero se contuvo, y luego de varios segundos en silencio, habló.
—Mami, ¿puedo preguntarte algo?
—Desde luego.
—¿Quieres a papi Argon?
—Claro que sí, es alguien importante para mí.
—No me refiero a ese querer, me refiero al otro —respondió—. Recuerdo que mis papas se daban besitos y se abrazaban o se decían que se amaban.
—Cael, amo a Argon, pero no es el tipo de amor que tuvieron tus padres.
Tratar de explicarle ese tipo de diferencias a un niño resultaba un poco complicado, si bien Argon y yo nos llevábamos bien, no éramos una pareja, ni tampoco teníamos ese tipo de emociones que Cael esperaba que tuviéramos.
—¿Quieres a alguien más que mi papi? —preguntó con inocencia ante mi silencio.
—Es complicado, Cael... —me mordí el labio con nerviosismo mientras lo observaba—. Quiero a una persona, pero... esa persona ya no se encuentra a mi lado.
—Yo sé que papi Argon te quiere mucho... ¿Por qué él no puede ser la persona que quieres? —Cael se acercó y pegó su boca a uno de mis oídos—. Te contaré un secreto, ¿Recuerdas que estábamos en una posada?
—Sí...
—Ya —susurró aún más bajo—. Me desperté porque no vi a papi Argon junto a mi, y vi que te abrazó—mi corazón dio un brinco luego de escucharlo—. Cuando estaba viniendo me hice el dormido, pero pude ver como sonreía mientras su cara estaba roja.
Luego de decir esto Cael se paró en frente de mí y colocando sus manos hacia atrás me sonrió de oreja a oreja. Estuve a punto de decirle algo, pero vimos claramente como las ramas del árbol que entraban dentro de la infraestructura estaban siendo cortadas.
—Tenemos que irnos —susurré y él asintió.
Rápidamente tomé la navaja e hice que Cael avanzara primero por la grieta, al salir, oímos a un guardia gritar por el lado izquierdo a sus compañeros que estaban entrando dentro del recinto.
El sujeto agarró a Cael del brazo, él intentó zafarse, pero en ese momento lo único que pude hacer fue correr hacia el guardia y tirarme encima de él para que soltara a Cael.
—¡Corre! —le ordené y luego de observarme perplejo Cael obedeció.
El guardia no tardó en reponerse del empujón e inmediatamente me puse en posición de combate, tal y como Ian y rik me habían enseñado. El sujeto frunció el ceño, pero no le di tiempo de realizar un movimiento, lancé el primer golpe y él únicamente comenzó a esquivarme.
—¡Espere, espere! —gritó uno de sus compañeros que acababa de salir de en medio de las ramas.
—¡Espere, regente Garyen! —gritó otro desde más atrás.
Luego de escuchar que me reconocieron me mantuve alerta, pero me coloqué a una distancia prudente de ellos.
—¿Cómo sabes quién soy? —le pregunté aun sin bajar la guardia, mis puños se encontraban alzados y mi mirada no se separaba de sus ojos.
—El amo Argon mandó un mensajero hace semanas, diciendo que vendrían... estábamos esperándolos.
Antes de que el guardia pudiera continuar, un tronco grueso golpeó su cabeza y este cayó al suelo mientras se agarraba el área golpeada, sus compañeros se acercaron rápidamente para ayudarlo a ponerse de pie. En ese punto aproveché para hacia sus espaldas, y vi a Cael con el rostro sumamente rojo debido a la fuerza que empleó para levantar ese pesado pedazo de madera.
—¡Mami, vámonos! —Cael vino corriendo hacia mí y me tomó de la mano mientras me jalaba con insistencia.
—¡Esperen! —murmuró el guardia mientras se ponía de pie dificultosamente—. Les digo la verdad, el amo Argon mandó un mensaje, dijo que Clematis Garyen y Cael Hanton vendrían a Stretco.
—¿Cómo sé que me dices la verdad? —coloqué a Cael detrás de mí mientras seguía observándolo, él se paró y se acercó a nosotros con las manos alzadas.
—Regente Clematis, le digo la verdad, hemos estado patrullando los alrededores porque el amo Argon dijo que pasarían por las afueras.
—Es verdad, él amo Argon envió un mensaje al palacio.
—¿Qué decía el mensaje?
—Pedía que les brindemos transporte para llegar a su destino..., estoy siendo completamente sincero. Nuestro amo Pantrei nos ordenó que en cuanto la viéramos, la escoltáramos al palacio para que pueda descansar con más tranquilidad —él se inclinó e hizo una reverencia—. Usted es una regente y nuestra aliada en estos tiempos de guerra que vendrán.
Sus compañeros imitaron la acción, y quizás esto fue lo que me brindó un indicativo de que estaban diciéndome la verdad. Un Hanoun jamás agacharía la cabeza, y mucho menos lo haría por un humano.
—¿Qué haremos mami? —observé a Cael mientras tomaba su mano y la apretaba con fuerza.
—Si es una trampa... lo pagarán caro —mi voz sonó más dura de lo normal, tanto que el guardia y el mismo Cael se sobresaltaron un poco.
—Puede confiar en nosotros, regente Garyen.
—No solo el amo Argon nos ordenó protegerla, si no también lo hizo el amo Rier.
Tras decir esto los guardias me llevaron por los bordes de la villa humana, no era prudente que el resto de los ciudadanos me vieran, ya que no sabíamos si aquí habría infiltrados de Giorgio.
Cael se mantenía atento a todo lo que pasaba a su alrededor, sus pequeños ojos curiosos analizaban todo a detalle.
—Mami, mira, las personas tienen la piel oscura—dijo Cael mientras observábamos a los demás habitantes a lo lejos—. No había visto gente así.
—Siendo franca, yo tampoco, ayer no había visto a estas personas por el pueblo.
—¿Cómo era donde tu vivías mami? ¿En Wyrfell siempre han tenido el cabello rojo?
—No cielo, de donde yo vengo todos los aldeanos tenían el cabello rojo y la piel clara, aunque ahora los que viven allá tienen la piel oscura como los de aquí.
—¿Y qué paso con los de pelo rojo?
—Murieron... —Cael se quedó observándome mientras sonreía de soslayo—. Pero donde vive mi hermano también hay personas de cabello rojo, negro y rubio.
—¿Por qué murieron? ¿Les dio gripe?
—No..., tan solo... —suspiré—: Pasó algo no muy bonito y todos murieron.
Cael se quedó observándome preocupado, pero antes de que pudiera seguir preguntando más cosas, el guardia nos hizo subir a un carruaje con destino al palacio de Stretco, durante el trayecto nos mantuvimos en silencio. Cael miraba atentamente el paisaje conforme el carruaje se movía, y yo traía escondida la navaja debajo de mis faldas por si algo pasaba.
Para cuando llegamos, alcé levemente la capa que traía puesta para poder apreciar todo con mayor detalle.
Las puertas metálicas del palacio se abrieron y las bisagras rechinaron conforme nos daban paso. Aquel lugar poseía unos muros de color gris, las cúpulas de la edificación eran en forma ovalada, y todo se encontraba rodeado por un inmenso jardín que poseía diversas flores y plantas.
Al llegar al pie de las escaleras, la puerta del palacio terminó abriéndose, dando paso a un Hanoun de tez oscura, ojos azules, y con tranquilidad se podía decir que bordeaba los dos metros; su musculatura era marcada al punto que se podía apreciar incluso bajo la ropa. No tenía pelo, y algunas cicatrices lograban distinguirse con nitidez en su cabeza.
—¡Bienvenida!
Como si el sujeto me conociera de toda la vida, me abrazó con tanta fuerza mientras me levantaba del suelo, que me cortó el aire por breves segundos. Al darse cuenta de que me estaba poniendo morada se disculpó y volvió a colocarme nuevamente en el suelo.
—¡Oh, perdón! Me emocioné demasiado —rio—. Permítame presentarme, soy Carliot Pantrei, regente de Stretco. Es un placer conocerla, regente Clematis —dijo a medida que se inclinaba para hacer una reverencia.
—No haga eso —lo interrumpí antes de que pudiera agacharse más.
—El amo Argon tenía razón —él se irguió nuevamente mientras sonreía—. Usted es una humana muy sencilla, no ha permitido que el poder se le suba a la cabeza.
—Soy alguien común y corriente.
—Créame que he visto a la gente correcta cambiar completamente en cuanto obtuvieron algo de poder. El permanecer con los mismos valores y convicciones intactos es algo que pocos conseguirán —dijo mientras sonreía de lado—. Es un placer por fin conocerla.
—Gracias por este recibimiento Pantrei, es un placer haber llegado aquí.
El Hanoun corpulento asintió mientras sonreía y luego se hizo a un lado para que pudiéramos entrar al palacio. Una vez dentro los sirvientes que se encontraban en la planta baja se acercaron con prisa para poder recibirnos y nos saludaron con cordialidad, les devolví el gesto y Cael no tardó en hacer lo mismo.
—Preparen uno de los cuartos de visitas —le dijo a una de las sirvientas, esta asintió y mientras era seguida por dos más, subieron las escaleras—. Regente Clematis, joven Cael ¿Desean algo en particular para cenar?
Cael me observó de soslayo mientras su pequeño estómago rugía, le sonreí, y luego observé a Pantrei quien aguardaba una respuesta.
—Yo estoy bien con cualquier alimento que no contenga carne.
—¿Un guiso tal vez para el joven amo? —preguntó la cocinera.
—Si... sería estupendo —respondió él con vergüenza.
—¡Está decidido entonces! Será guiso para la cena —exclamó Pantrei de forma efusiva— ¡Oh, es verdad! El amo Argon envió una carta para usted, se encuentra en mi despacho. Por aquí, por favor.
Pantrei me mostró el camino, Cael y yo comenzamos a subir las largas escaleras hasta estar en el segundo nivel. Atravesamos una larga fila de puertas de color marrón para finalmente detenernos en una de color blanco, Pantrei, haciendo gala de su caballerosidad abrió el despacho para que pudiéramos pasar, y una vez dentro, cerró con pestillo para que nadie nos interrumpiera.
—Siendo franco no sabía cuanto tardarían o si ya habían pasado por los exteriores, desde que la carta del amo Argon llegó mandé a patrullar las zonas fronterizas, por suerte uno de los guardias realizaba periódicamente una inspección por los edificios abandonados.
—Nos pegaron un buen susto —confesé.
—Sí, y le pido perdón por eso, pero no encontraba otra forma de conseguir que nos acompañen.
Mientras hablaba, Pantrei se movía de un lado al otro a la par que abría y cerraba los cajones, y cada cierto tiempo, realizaba una pausa mientras sujetaba uno de sus mentones.
—Lamento la demora, es solo que no recuerdo donde escondí la carta —una pequeña risa nerviosa se le escapó—. La escondí con el fin de no olvidarme donde la dejé, pero al parecer mi cerebro me ha jugado una mala pasada.
Cael comenzó a caminar por los bordes del despacho y observó los adornos que reposaban sobre las cómodas de madera, luego, se dirigió al librero que poseía diversos tomos y sujetó uno de tapa morada.
—¡Lo encontré! —gritó Pantrei en señal de victoria mientras alzaba una compuerta secreta del escritorio—. Recientemente mandé a instalar esta cosa y me olvidé por completo de como podía abrirla —tras decir esto se acercó con el sobre cerrado que tenía el sello A.H en el frontis y lo extendió en mi dirección.
—¿Cómo evitaron que Giorgio interceptara esta carta?
—La verdad no fue un trabajo fácil, el amo Argon envió este mensaje con un falso mercader para no levantar sospechas, y como esa persona uso rutas comerciales, pudo llegar más rápido aquí.
—He escuchado que los aldeanos han visto al ejercito marchar con rumbo desconocido.
—Sí, pero tengo entendido que la caravana que vieron era una que transportaba un prisionero.
—¿Un prisionero?
—Hace poco Giorgio emitió un comunicado a todas las naciones —Pantrei extendió un retrado de un Hanoun de cabello rojo en mi dirección—. Su nombre es Shikwa Arrow, los cargos que se le imponen son de intento de asesinato.
—¿Intentó matar a Giorgio?
—Francamente dudo que en verdad haya intentado hacerlo, conociendo a Giorgio, es probable que lo inculpó únicamente para no tener trabas por parte de los concejales.
—Sí, eso suena como algo que Giorgio haría.
—Ese cartel de búsqueda llegó apenas unos días después de este —esta vez, Pantrei extendió otra cartilla de búsqueda, y el rostro que vi reflejado me tomó por sorpresa.
—¿Eleonor?
—No, lea con atención.
—Se busca a Elinor Wolfgang con vida, se ofrecerá una recompensa por aquel que logre dar con su paradero. Cargos: Intento de asesinato a Eleonor Wolfgang, su hermana gemela. Homicidio de sus padres, homicidio de trabajadoras del burdel de Madam Fiora, daños y perjuicios a las propiedades de los nobles de My—Trent —bufé— ¿Una gemela? Tenía entendido que era hija única.
—¿Está completamente segura? No se mucho acerca de esta noticia, pero al parecer los padres de esas muchachas eran algo retorcidos, se han dicho muchas cosas entorno a este caso que podrían bien ser verdad o no.
—Me cuesta creerlo —respondí con franqueza—, Eleonor es la última persona a la cual le creería algo.
Opté por dejar los papeles a un lado, si en verdad Eleonor tenía una gemela y era la causante de todo lo que se detallaba en ese documento, entonces esto confirmaba mi teoría de que la locura era un rasgo
—Bien, supongo que desea leer la carta del joven amo en privado —Pantrei se acercó hacia nosotros y colocó una mano sobre mi hombro—. El amo Argon nos pidió que la transportemos a su destino, o lo más cerca que usted desee, pero por su seguridad no puedo permitir que se vaya viéndose como se ve actualmente. Es alguien fácil de reconocer, necesitamos camuflarla.
—Lo había pensado, es probable que ya hayan informado que me fui de Wyrfell.
—Es una gran posibilidad —Pantrei me observó y luego entreabrió los labios—. Tengo entendido que su cabello era largo.
—Tuvimos algunas dificultades en el camino y me vi forzada a cortarlo.
—Entiendo, imagino que no fue fácil llegar hasta aquí.
—No lo fue —suspiré de cansancio—, pero por suerte lo logramos.
—Regente Clematis ¿Estaría dispuesta a cambiarlo de color? —tras escucharlo no pude evitar abrir ligeramente los ojos— Ambos sabemos que los humanos de cabello rojos, al menos en esta parte del mundo, ya no existen. Usted es la última que queda.
—Sí, lo sé perfectamente —mentí.
—¿Me permitiría ordenar a las sirvientas a que usen tintes naturales para modificar su color?
—Lo apreciaría mucho —le respondí con tranquilidad, aunque siendo sincera, odiaba la idea de deshacerme de mi color.
—Estupendo, entonces daré las indicaciones de inmediato.
—Gracias por todo, Pantrei.
—Al contrario, yo tengo que agradecer lo que quiere hacer por nosotros, le debemos la vida, es mi oportunidad para aportar algo y que usted logre alzarse victoriosa sobre el psicópata de Giorgio.
—Daré lo mejor de mí, lo prometo.
—Sé que lo hará.
Luego de que terminamos de conversar Pantrei salió del despacho, y a los pocos minutos unas sirvientas llegaron para poder guiarnos a nuestra habitación, una vez dentro, la amable híbrida indicó que el baño estaba listo, así que Cael, entusiasmado, corrió ha disfrutar un poco del agua caliente.
En cuanto estuve completamente sola volví a tomar la carta de Argon y comencé a abrirla.
Siendo franca, no había imaginado que él se arriesgaría de tal forma con tal de ayudarnos, sabía que Argon era alguien leal y confiable, pero en esta oportunidad se había jugado el cuello, afortunadamente, todo había salido bien.
«Querida Clematis.
Lamento haberme tomado el atrevimiento de mandar una carta hacia Stretco, pero el simple hecho de imaginar por todo lo que tendrían que pasar de ahora en adelante era algo que no me permitiría conciliar el sueño, así que al menos espero que de esta forma, logren llegar a su destino sanos y a salvo.
Por favor, tengan mucho cuidado. Detecté que los espías de Giorgio lograron darse cuenta de que ambos habían desaparecido de Wyrfell, así que es muy probable que ya les estén pisando los talones.
Sé cautelosa. En Strecto estarás a salvo, pero cuando comiences a movilizarte ambos podrían correr peligro.
Pantrei está al tanto de todo lo que viene a conteniendo, así como cada integrante de la familia Hanton y lo venimos manejando con absoluto hermetismo para evitar filtraciones, aunque la comunicación está resultando ser algo que no juega en nuestro favor, los mensajes llegan de forma tardía, pero al menos puedo proporcionarte la tranquilidad de que ya estamos preparándonos para un ataque.
No tienen idea de cuanto los extraño...
Toda mi vida había vivido en palacios silenciosos, pero desde que comencé a vivir junto a ustedes..., descubrí que un lugar donde hay diversos ruidos es mucho mejor. Y aunque no lo creas... extraño oír como Cael me dice papá.
¿Es gracioso, no? Al inicio batallé tanto para que no se refiriera a mí de esa forma... pero ese niño al igual que tú, tienen una extraña forma de ganarse el corazón de las personas.
No sabes cuanto me gustaría tener noticias de ustedes, aunque es mejor no tentar a la suerte, así que lo último que me queda por decir es que les deseo mucha suerte en su viaje, desde aquí rogaré porque el viento los favorezca y logren llegar sanos y salvos. Si en tu regreso se te presenta alguna dificultad las puertas de: Stretco, Danios o Treyment estarán siempre abiertas para brindarte resguardo y protección.
Buen viaje, querida Clematis.
Vuelve pronto, por favor.
Atte.: Tu amigo, Argon Hanton.»
Al terminar de leer la carta la coloqué sobre mi pecho mientras me recostaba sobre la cama.
El cuarto donde me encontraba de alguna forma se había visto envuelto por un extraño silencio tranquilizador, y lo único que lograba percibir con nitidez era el sonido de mi respiración.
Argon era alguien valioso e irremplazable para mi. Siempre que me encontraba abatida, triste o cansada, él siempre había sido la luz de esperanza en mis momentos más oscuros.
¿Por qué no puede ser él la persona que quieres? —. Recordé lo que Cael me dijo en aquella casa abandonada y una pequeña opresión surgió dentro de mi pecho.
—Este último tiempo me he preguntado lo mismo —respondí a la nada mientras sentía mis ojos arder.
Argon era alguien que rozaba en la perfección. Era el prospecto ideal para cualquier mujer ya que poseía muchas cualidades. Pero por más que tratara de verlo de otra forma... simplemente no podía hacerlo.
Deseaba amarlo, pero no podía hacerlo ya que dentro de mi corazón... aún se encontraba habitando Zefer.
Él generó tantas cosas en mí, que pese a todo lo que ha pasado, no he podido sacarlo de mi corazón.
Y esto es lo que me mata cada día más.
Extraño las tardes que pasamos juntos, extraño las conversaciones que tuvimos en privado. Extraño lo que fuimos, y constantemente me gustaría regresar el tiempo para atesorar aún más esos momentos.
Pero soy consciente de que eso no pasará, ya que él mismo fue quien se encargó de marcar una clara distancia entre los dos.
Él me enseñó el lado más hermoso del amor. Pero también fue quien se cargó de mostrarme su parte más dolorosa.
—Y pese a todo esto... deseo verte.
Terminé perdiendo la pelea, comencé a llorar y tuve que acallar mi voz para que nadie me escuchara. Inconscientemente mi mano se fue a mi vientre vacío y comencé a acariciarlo con suavidad.
Lloré durante varios minutos, pero era probable que Cael ya estuviera de regreso así que haciendo uso de mi fuerza de voluntad me detuve y comencé a tranquilizarme antes de que la tristeza que sentía se agravara cada vez más y más.
—Señorita Clematis —escuché que dijo una de las sirvientas desde el otro lado.
—¿Si? —pregunté.
—El jovencito Cael está llamándola —dijo desde el otro lado.
—Voy enseguida.
Me levanté de donde estaba y me observé rápidamente frente al espejo. Mis ojos estaban un poco rojos, era más que probable que los demás se dieran cuenta de que estuve llorando.
—Ya salgo, dame algunos segundos.
Antes de salir tiré la carta dentro de las brazas de la chimenea y esperé que el papel se consumiera por completo, me hubiera gustado quedarme con ella, pero corría riesgo de que alguien pudiera leerla y nos metiéramos en problemas.
En cuanto ella me vio no dijo absolutamente nada, aunque por la mirada que me dedicó intuí que quería saber que era lo que había pasado, así que agradecí enormemente que no realizara alguna pregunta.
Al llegar al baño Cael se encontraba nadando en medio de una piscina repleta de espuma, me observó, y luego de tomar un montón de estas me invitó a que lo acompañara para que pudiéramos jugar dentro del agua caliente.
—Señorita, si desea le puedo ir tiñendo el cabello, de esta forma cuando salga solo tendremos que remover el color.
—Está bien.
Poco a poco me fui desvistiendo y en cuanto me miré al espejo pude ver algunas de las pequeñas estrías que tenía en mi abdomen, para muchas mujeres quizás estás marcas representaban algo feo, pero para mí no había señales más hermosas en todo el mundo porque me recordaban a mi pequeña bebé.
Al terminar la muchacha me tomó de la mano para que no me resbalara por el suelo del baño y me pidió que me sentara en una pequeña silla de madera, luego, acercó una pequeña mesita de madera y colocó encima un cuenco que tenía una masa negra.
—¿Será permanente? —le pregunté con algo de nerviosismo mientras tiraba mi cabeza hacia atrás.
—No se preocupe, el color terminará cayéndose conforme usted vaya lavando su cabeza. Pero los frutos y plantas con las que se hace si manchan las raíces... quizás no logre regresar a su tono original.
—Supongo que no importa —suspiré—. Comencemos —ella asintió y otra de las híbridas vino a tirar un poco de agua en mi cabeza.
Poco a poco vi como la muchacha comenzaba a agarrar los mechones y los iba manchando de aquel color negro, los minutos se volvieron tortuosos, el cuello ya había empezado a dolerme, pero cuando finalmente pigmentó toda mi cabeza me pidió que volviera a mi posición original.
—Listo, puede meterse en la tina hasta que el color se impregne en todo el cabello.
—¿No mancharé nada?
—Es lo de menos, la mezcla ya comenzó a hacer efecto, además si logra manchar algo nosotras podremos limpiarlo.
Cael agitó los brazos en el aire y me acerqué a la tina, me introduje y el aroma de las plantas florales llegó a mi nariz; el agua caliente me proporciono una calidez reconfortante, casi como si me estuvieran abrazando.
Ambos jugamos, me sentí una niña pequeña por un momento y pude olvidarme de todo por lo que estábamos pasando, y por lo que tendríamos que pasar también. Nos detuvimos únicamente cuando la espuma comenzó a disiparse en el agua.
—Será mejor que ya nos cambiemos, de lo contrarío podríamos pescar un resfriado.
—Sí, mami.
Una de las muchachas comenzó a secar a Cael con una toalla, y la híbrida que me había teñido me pidió que volviera a sentarme en la silla para que pudiera continuar retirar el exceso del tinte.
Obedecí y tomé asiento, la muchacha comenzó a echar lentamente el agua tibia sobre mi cabeza y por el reflejo del espejo pude ver como el agua de color negro caía lentamente hasta perderse en la canaleta que iba al exterior.
—Señorita, ¿le gustaría que le empareje un poco el cabello? —me preguntó.
—¿Podrías?
—Desde luego —me dijo, y le pidió a otra de sus ayudantes que le alcanzara sus tijeras.
En la posición que me encontraba escuchaba como el cabello era cortado, en cierta forma los movimientos que ella realizaba lograban relajarme, pero aún me sentía muy nerviosa por como me vería al finalizar todo.
—Terminé —cuando finalmente lo dijo ya me encontraba algo entumecida.
Me paré de la silla donde me encontraba y caminé hacia el espejo. Me costó reconocerme, por un momento incluso creí que esa persona que me observaba no era yo, Cael al verme también debió de sentirse de la misma forma ya que tuvo que verme directamente para corroborar que en verdad era la misma persona.
—Parece una noble —dijeron las muchachas desde atrás.
Tenían razón. Al estar mis orejas tapadas por el cabello, y al ver mis ojos bicolores, uno podría confundirme perfectamente con una noble de la casta Wolfgang.
Las muchachas nos colocaron unos camisones blancos y nos acompañaron nuevamente a la habitación, encima de la cama ya había un vestido sencillo y una moda de ropa nueva para Cael, así que inmediatamente nos vestimos para poder bajar a cenar con Pantrei.
La cena transcurrió con normalidad, la comida era abundante y variada, Cael incluso lagrimeó un poco, él no recordaba cuando fue exactamente que vio tanta comida en el mismo lugar.
Para cuando terminamos subimos nuevamente a la habitación y no despertamos hasta el otro día. Durante el desayuno Pantrei nos dijo que me había mandado a comprar una vestimenta de noble para que pudiera camuflarme con el resto, así que le agradecí enormemente.
Me cambié, y cuando terminé de prácticamente disfrazarme salí de la habitación junto a Cael, al llegar a la primera planta Pantrei ya nos estaba esperando en la puerta, el Hanoun me entregó unos guantes que poseían unas garras postizas y me pidió que por nada del mundo me las sacara.
—Encontré esto también —me dijo mientras extendía en mi dirección una pequeña insignia de los Wolfgang—. Los nobles de esa rama por lo general siempre cargan sus emblemas, podrías colocarlo justo en la unión de los botones que sujetan tu capa.
—No sé como agradecerte todo esto.
—Nunca te rindas —respondió—. Es lo único que deseo para ti, me gustaría volver a verte en un futuro y celebrar la victoria.
Aunque fuera en contra de todos los protocolos existentes el deseo de abrazarlo surgió dentro de mí, Pantrei era un Hanoun amigable y cándido, era en verdad muy reconfortante disfrutar de su presencia. Ahora entendía porque Argon le tenía tanta estima.
Pantrei nos acompañó al carruaje y simuló que se estaba despidiendo de un noble, le dirigió una mirada a sus híbridos, y bajo la promesa de que nos iba a cuidar partimos a nuestro destino, Demarrer.
Estaba a tan solo unos días de volver a ver a mi hermano y al pueblo de Demarrer.
Tenía poco tiempo para tratar de convencerlos de que nos ayuden a luchar en esta batalla que prácticamente teníamos perdida, pero sería una labor titánica. Pero no sabía que tan dispuestos estarían a colaborar.
Los Hanouns representaban años de humillación, esclavitud, y por sobre todo, miedo. Pero esta era la oportunidad perfecta para cambiar las cosas y romper la cadena.
Pero esto únicamente pasaría si nos uníamos, ya que solo de esta forma seríamos capaces de derrotar a Giorgio, y por fin conseguiríamos la libertad que perdimos hace mucho tiempo.
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