CAPÍTULO IX • Solo tú •


Z E F E R

Comencé a caminar de un lado hacia el otro con evidente incomodidad.

A lo lejos, observaba como poco a poco la caravana de carretas, haladas por híbridos, se iba visualizando en el horizonte, y en cuanto los rayos del sol lograban golpear los escudos brillantes, la figura del lobo brillaba con fuerza.

Di la vuelta y me senté al borde de la cama, volví a suspirar. Estaba hastiado de toda esta situación. Simplemente quería desaparecer. Estaba a nada de ser forzado a contraer nupcias con alguien por compromiso, si bien Celine se había vuelto una aliada, hasta me atrevería a decir que era una amiga, no poseía ningún tipo de sentimiento romántico por ella.

Este debía ser mi momento con Clematis. Ella debería de ser la persona que me esperaría allí en el altar, vestida de blanco, pero eso no iba a pasar.

Mi tiré hacia atrás y el ruido seco de mi cuerpo hizo eco en la habitación vacía. Giré el rostro sobre la cama y allí vi la manta que ella alguna vez usó cuando estaba viviendo aquí. La tomé, y su aroma pude percibir la tenue fragancia que ella tenía. La ola de recuerdos vino a mí. Tanto los buenos, como los malos, y sentí como una espina se clavó en mi corazón.

Había sido un completo patán hasta el final. Ella merecía odiarme. Yo me había ganado con creces todo lo malo que estaba pasando.

Había cavado mi propia tumba.

Contrarío a lo que muchos piensan, la vida de los que tenemos que cargar por el peso de un título nunca ha sido algo bonito o divertido. Desde pequeños estamos acostumbrados a cumplir con las exigencias y los estándares que el título nos impone, eso termina provocando que más de uno se vuelva una persona fría, incapaz de tomar sus propias decisiones. Somos seres que simplemente... no tienen voz. Somos criaturas que nunca podrán conocer lo que es el amor.

Escuché las pisadas de los sirvientes yendo y viniendo por el pasadizo, posiblemente estaban terminando de alistar las habitaciones donde nuestros huéspedes se quedarían.

Salí del cuarto y algunos me observaron, sonrieron, y yo hice lo mismo. Luego, comencé a dirigirme hacia mi habitación, y al abrir la puerta, vi el traje de gala que debía usar para la ceremonia.

Era un sujeto patético. No podía hacer nada al respecto para frenar todo este teatro sin sentido.

De mala gana me acerqué hasta el traje de color negro que reposaba encima; la modista lo había elaborado con sumo cuidado, hasta me atrevería a decir que era el trabajo más fino que le había visto hasta ahora, pero esto no me alegraba ni un poco: La camina era de color blanco, no tan pomposa, como ella sabía que me gustaba usar; el bordado del saco era un trabajo exquisito, los bordes dorados con incrustaciones de joyería roja, que simbolizaban al escudo de los Wolfgang, brillaban de forma única. Y los botones, cada uno de ellos estaba bañado en oro y tenía el símbolo de los lobos.

Es gracioso decirlo, pero el color negro iba perfecto con la ocasión.

Hoy no había algo que celebrar.

Escuché que tocaron la puerta, al dar el permiso, Celine atravesó el umbral. Ella ya estaba cambiada: La parte superior del vestido era de color negro con bordados dorados, para que hiciera juego con mi vestido, pero desde la altura de la cintura hasta abajo la tela era de color blanco. Su cabello grisáceo estaba recogido por una media cola que dejaba a la vista sus orejas, y las damas que ella tenía le habían puesto unos accesorios de oro y rubís rojos en el cabello.

—Pensé que ya estabas vestido —dijo mientras cerraba la puerta detrás de sí.
— ¿No es de mala suerte que los novios se vean antes de la boda? —pregunté con diversión, ella rio.
—Da igual —bufó mientras se encogía de brazos—. Además, necesitaba escapar de las sirvientas ¡Me tienen loca! No dejan de tocarme la cabeza o el cuerpo, ni siquiera me dejan moverme con normalidad, he logrado escaparme solo porque dije que iba al baño.
—En cierta forma creo que puedo entenderte... a Clematis... tampoco le gustaba que las sirvientas quisieran ponerle cosas encima.
—No puedo creer que se gasten tanto en estos estúpidos trajes —sabía que ella no quería ahondar en el tema de Clematis porque siempre me veía que me ponía mal—. Lo que tengo puesto en la cabeza podría mejorar la calidad de vida de toda una aldea humana.
—Es un poco difícil romper esa tradición. Si un Hanoun se sangre pura, en especial alguien tan importante como el descendiente del gran Kyros, no demuestra su poderío de esta forma, dará que hablar a los demás.

Ella asintió mientras se acercó de forma pausada, vio el traje encima de la cama, y sus dedos terminaron rozando la fina tela de la que estaba elaborado.

—¿Nunca has deseado haber nacido en otra época, o ser alguien más? —me preguntó, tomándome por sorpresa.
—Para serte franco, si fuera la misma persona de antes me hubiera reído de tu pregunta —sonreí cabizbajo, ella sonrió de lado—. Pero ahora, pienso que si me hubiera gustado nacer en otra época, incluso, ser de otra especie.
—¿Un humano?
—Sí, ¿Raro, no?
—¿Lo harías por Clematis?
—La respuesta es un poco obvia.

Y en ese momento estaba siendo completamente sincero. Si tal vez ella y yo hubiéramos nacido hace más de trescientos años, cuando nada de esto había pasado, hubiéramos sido dos humanos que se podrían haber amado con total libertad. Sin miedos, sin preocupaciones.

—Las cosas hubieras sido difíciles para ti.
—Pero hubieran sido mejor para ella —respondí mientras me cruzaba de brazos, Celine suspiró, y noté que se puso visiblemente incómoda.
—Cuando mi padre se llevó a mi hijo, yo pensé lo mismo que tú —tras aquella confesión la observé atento, ella removió sus labios, y luego continuó—. Si tan solo todo hubiera sido diferente, si no hubiera nacido bajo este maldito linaje, él habría tenido la oportunidad de vivir. Lo hubiera visto crecer, y junto a su padre, serían las personas más importantes de mi vida.
—¿Por qué te separaron de él?
—Porque amar para una mujer Wolfgang es un lujo que no se nos concede.

Nunca te he contado esto, ya que siempre evito tocar el tema. Aunque no lo creas, tengo sentimientos, pero ya que andamos melancólicos por este estúpido matrimonio, he decidido abrirte un poco de mi corazón.

Luego de perder a mi madre por una enfermedad, quedé devastada. Mi padre ni si quiera asistió a la ceremonia cuando fuimos a dejar sus restos en el mausoleo familiar, así que aproveché ese día para salír por primera vez del palacio de Dico.

Desde mi habitación siempre había visto a lo lejos a los barcos llegar al puerto con la pesca del día y siempre quise ir allí, así que lo hice, me escapé de los guardias y fui por mi propia cuenta a ver que es lo que había.

Al llegar, conocí a un pescador. Era alto, tenía la piel bronceada, su cabello era de color negro, y sus ojos eran azules, como el mar. Me cautivó de inmediato. Aún sin haber cruzado una palabra con él, mi corazón comenzó a palpitar como loco.

Diego jamás me miró como la hija de Polakov, el regente de Dico. Me vio por como era yo realmente. Nunca le importó lo que tenía, solo le importaba que yo me encontrara bien. Cuando el sol comenzaba a ponerse en el horizonte me escapaba para verlo, pasaba muchas horas con el conversando, y como es lógico, poco a poco los sentimientos fueron cambiando hasta volverse algo más fuerte.

Cometí el tabú más grande para un Hanoun. Me había enamorado de un humano. Pero eso no me importaba, estaba dispuesta a dejar todo. Mi título, mi nación, la riqueza únicamente por estar a su lado. Éramos felices, no necesitábamos nada más. Pero como intuirás, aquella efímera realidad apenas duró algunos meses.

Cuando me enteré que estaba embarazada fui por la noche al punto donde nosotros nos encontrábamos, pero el no apareció, ni ese día ni ningún otro.

Días después... sus compañeros me dijeron que Diego había sido asesinado, lo habían encontrado en un túnel por donde pasaban las canaletas del rio. Lo habían masacrado. Su rostro había sido tan golpeado que... simplemente no parecía él.

En cuanto llegué al palacio mi padre me estaba esperando, sabía en que estado me encontraba. Sabía que estaba embarazada.

Desde ese día me mantuvo cautiva en uno de los cuartos, no quería que lo que el consideraba una deshonra, estuviera caminando por los pasillos con total libertad mientras su vientre crecía y crecía.

El día que dí a luz Polakov estaba en la habitación, me habían atado de pies y manos a la cama con unos pesados grilletes, y el doctor de la familia se había encargado de sedarme lo suficiente para que únicamente tuviera le fuerza necesaria para pujar.

Vi a mi hijo, Zefer, y hasta el más pequeño rasgo de su lindo rostro era de mi Diego. Le supliqué a mi padre que no le hiciera nada, que me diera la oportunidad de darle un hogar, pero lo último que vi... fue como el deslizaba una cuchilla sobre su cuello y poco a poco los llantos de mi bebé se fueron apagando.

—Lo lamento tanto

Celine en ese punto se mostraba realmente afligida, pese a que aquello había pasado ya hace bastante tiempo, la herida que tenía en su corazón aún estaba abierta, y la entendía perfectamente, ya que yo por las noches revivía aquella imagen de Clematis enterrando a nuestra hija.

—Te lo dije una vez, nosotros hemos experimentado dolores similares —aunque no quisiera, le di la razón—. Pero como te dije aquella vez. Ese dolor que sientes te hará más fuerte cada día, pero también... puede provocar que construyas unas murallas que nadie pueda derribar.
—Creo que incluso llegar a ese punto, puede resultar algo bastante doloroso.
—Puede que sí, pero al tener puntos de vista diferentes, Zefer, puedo asegurarte que es necesario si quieres alcanzar tus objetivos —ella comenzó a justar con las mangas largas de su vestido, y luego dio un giro en dirección a la puerta—. Lo que nos diferencia en gran parte a ambos, es que tú creciste teniendo el mundo a tus pies, yo crecí sabiendo que solo sería una ficha en el juego de mi padre que algún día usaría a su favor —dijo a medida que sostenía la perilla—. Recuerda, el corazón entorpece la razón
—Eres una gran mujer, Celine. Estoy seguro que algún día volverás a sonreír como antes desde el fondo de tu corazón.
—Querido, yo ya cerré esa puerta hace mucho —dijo mientras reía—. Lo único que me mueve ahora es el deseo de destruir a los Wolfgang. Nos vemos luego, Zefer.
—Nos vemos luego, Celine.

Ni bien cerró la puerta a sus espaldas, escuché como sus damas se acercaron con prisa hacia ella, luego, poco a poco sus pisadas se fueron haciendo distantes en los pasillos del palacio. El ruido de la planta superior paró de golpe, aparentemente los sirvientes habían terminado de acomodar las demás habitaciones.

Me aproximé nuevamente a la cama y me recosté, observé el techo con detenimiento, mi brazo derecho se terminó posicionando a la altura de mis ojos, y la mano izquierda, se terminó ubicando exactamente encima del traje. Lo estrujé bajo mis dedos y volví a suspirar.

Una de las sirvientas no tardó en golpear mi puerta, me informó que Giorgio requería de mi presencia en la planta baja. De mala gana respondí que ya iría y ella se fue con la respuesta.

Me puse de pie y comencé a desvestirme, lo primero fue un camisón de tela de color blanco, luego vino la camisa seguida de los pantalones. Terminé de alistarme mientras observaba al espejo. Simplemente no lograba reconocerme. Pese a que mis ojos eran de color verde en ese momento estaban tan vacíos que uno podía jurar que eran de tonalidades oscura. Al darme el último vistazo y colocarme el sacó encima di media vuelta para abandonar mi habitación.

El show debía comenzar.

Conforme me iba acercando a las escaleras las voces de los invitados llegaron a mis oídos. Observé a la planta baja y vi algunos ingresando por la puerta, ellos al verme hicieron una reverencia, y Giorgio volteó a observarme mientras con un gesto que pasó desapercibido para ellos, me ordenó que me posicionara justo a su lado.

—Te tardaste.

Yo únicamente asentí mientras me posicionaba a su lado. Sonreí, como él me había enseñado desde pequeño, fingiendo que en realidad me alegraba ver a toda esa gente que en ese momento se encontraba allí.

—Tenía que alistarme.

Ante mi respuesta escueta este únicamente se limitó a mantener la mirada en la puerta.

Aproveché el momento para observar a los invitados y observar la decoración del entorno. La ceremonia, al igual que el matrimonio de Jaft, se celebraría en el salón de bailes. Había sillas blancas adornadas con flores, el suelo tenía una alfombra roja reluciente, y el candelabro había sido pulido con tanto detalle que los cristales de colores que se colocaron en los gachos generaban por fracciones de segundos que unos pequeños arcoíris artificiales aparecieran.

A lo lejos vi a Eleonor, traía puesto un vestido de color negro con apliques de color verde, su color favorito. Aunque desde que en más de una ocasión había visto a Clematis con un vestido de color, ella simplemente se deshizo de todo lo que estuviera dentro de su guardarropa y tuviera esa tonalidad.

—¿Dónde está Jaft?

Por donde quiera que mirara mi hermano no se encontraba por ningún lado, y eso era raro, Giorgio era demasiado insistente, por no decir otra cosa, y siempre enfatizaba el hecho de que teníamos que saludar en conjunto a los invitados como si fuéramos una familia unida.

—Está haciendo tu trabajo —respondió cortante—. Tardaste tanto en bajar que le pedí que fuera a entretener a los gerentes de otras naciones.
—Le pido disculpas gran amo Giorgio, pero no sentía deseos de asistir a mi propio matrimonio —dije entre dientes, él me observó con el ceño fruncido, pero no me dijo absolutamente nada.

Ambos nos mantuvimos en silencio y únicamente nos limitamos a hablar para saludar al resto de invitados. Estaba hastiado, el rostro ya me dolía de tanto fingir una sonrisa, simplemente quería que todo esto transcurriera sin mayor contratiempo. Pero claramente eso no iba a ser así, la vida nunca estaba contenta con dejarme tranquilo, y una vez más, volvía a arrastrarme a la realidad.

Vi como las puertas de la reja se abrieron, los últimos invitados acababan de llegar, y el escudo del felino ubicado en la parte superior me indicó que quien se encontraba allí no podría ser otro más que Rier Hanton. Ni bien el carruaje se posicionó en la entrada la puerta se abrió y Rier bajó lentamente del carruaje, aguardé que el cochero se acercara a cerrar la puerta, pero en cuanto vi que él metió la mano al interior y unos finos dedos se sujetaron sentí un nudo en el estómago.

Era Clematis. Ella había venido a mi matrimonio.

Ni bien giré el rostro observé a Giorgio, en un inicio pensé que todo esto se debía a él, pero el gesto de sorpresa que traía me indicaba que él no tenía la más mínima idea de que era lo que estaba pasando.

Rier le tendió su brazo y ella mientras le sonreía se sujetó con gracia.

La observé detenidamente y vi el enorme cambio que traía. Su larga cabellera llena de rizos ya no estaba, y aquel color rojo similar al color de una zanahoria que tanto amaba se había apagado, dejando una mata de cabello rojizo oscuro, muy oscuro.

Brevemente ella alzó la mirada y nuestros ojos se encontraron, pero Clematis se encargó inmediatamente de cortar aquella conexión mientras le susurraba algo muy bajo a Rier.

—Rier, es un placer saludarte —dijo Giorgio mientras esbozaba una falsa sonrisa, el nombrado únicamente asintió.
—Gracias por la invitación, Giorgio —le dijo él con pausa, luego me observó—. Felicidades por tu boda, Zefer, espero que su unión sea próspera y dure muchos años.
—Gracias... —mascullé sin apartar la mirada de Clematis.

Pese a que no parecía ella misma se veía hermosa como siempre. Aquella belleza única que solo ella tenía lograba opacar al resto de personas que se encontraban en este momento aquí. Traía puesto un vestido de color azul, el faldón de este era de color negro y tenía unos bordados de flores; su cabello estaba suelto, y su rostro había sido poseía un leve rubor producto del maquillaje.

Ella jamás había necesitado cosas ostentosas para brillar con luz propia. Clematis era la mujer más hermosa con la que alguna vez me pude topar en esta vida, por dentro, y por fuera.

—Regente Wolfgang —exclamó ella con una voz dulce y neutral, tras oírla Giorgio sonrió de lado fingiendo que se alegraba de verla.
—Vaya, pero si es... la regente Clematis —respondió él con sorna—. No te reconocí, diste un interesante cambio a tu imagen, si no te hubiera conocido con esos harapos cuando te saqué del mercado, hasta podría jurar que eres la hija de algún noble.

Apreté la mandíbula luego de escucharlo, Giorgio estaba tratando de hacerla sentir mal. Pero Clematis no flaqueó ni agachó la mirada con temor, muy por el contrario, encaró a Giorgio mientras esbozaba una sonrisa.

—Le agradezco ese gesto de benevolencia —dijo, provocando descolocar a Giorgio—. Gracias a usted pude conocer al regente Rier y a su hijo Argon.
—Desde luego, soy una persona muy generosa. Hay algo que me inquieta, ¿Cómo llegaste tan rápido desde Wyrfell? No pensé que aparecerías junto a Rier.
—Como comprenderá, regente Wolfgang, Wyrfell no podía quedarse sola, la situación todavía es muy delicada para desentendernos por completo y tomar un pequeño receso los dos —sus palabras salían tan apacibles que uno no pensaría que ella hasta hace algún tiempo era la misma que temblaba bajo la mirada de Giorgio.

Con respecto a su otra inquietud, como bien sabrá, estoy a puerta de contraer nupcias, así que había ido a Velmont a poder conocer un poco más acerca de las costumbres de mi futuro esposo. Debo confesar que la noticia del matrimonio me tomó por sorpresa allá, pero decidí acompañar a mi futuro padre a la ceremonia, espero no haberlo incomodado con mi presencia.

—Al contrario, por algo envié la invitación a Wyrfell.
—Me encargaré de luego hacerles llegar su presente de bodas.
—Mi hijo lo agradece. Recuerde enviarnos la invitación a su boda, estamos ansiosos por asistir —en cuanto Giorgio dijo no pude evitar sentir que ese nudo que traía en el estómago se apretara aún más.
—Joven Zefer.

Al oírla inmediatamente mis ojos se encontraron con los de ella. Clematis me observaba con calma, y eso me ponía verdaderamente nervioso. Yo estaba hecho un desastre en ese momento, lo último que hubiera deseado era que ella me viera en este estado tan deplorable.

—Le deseo lo mejor con su futura esposa —dijo, y sentí como mi corazón se estrujaba—. Espero que su unión sea próspera y duradera.

En cuanto terminó de decir esto realizó una pequeña reverencia. No supe como reaccionar. Aunque tratara de actuar con normalidad algo detrás de los gestos de su rostro terminaban delatándola.

No se veía como la Clematis de siempre.

Estaba pagada. Aunque tratara de fingir una sonrisa, sabía que detrás de esa máscara... se encontraba igual que yo. Podía sentirlo en mi interior.

—Gracias...

Ambos nos observamos nuevamente, y aunque apenas pasaron unos segundos, para mí ese contacto fue eterno.

La había extrañado tanto.

Pero era un simple pelele que por el momento no podía hacer nada...

Una vez que terminó aquel pequeño e incómodo encuentro. Ella se sujetó del brazo de Rier y se dirigieron a sus asientos. Al percibir su aroma cuando pasó por mi lado no pude evitar cerrar los ojos. Apreté los puños con fuerza a cada lado de mi cuerpo y contuve las ganas de ir por ella.

—Quien lo diría —escuché que dijo Giorgio mientras los sirvientes cerraban la puerta del palacio—. Te lo dije ¿No? Ahora es feliz con Argon y su pestilente familia.

Que te sirva de lección, Zefer. Los humanos son la escoria más baja de esta sociedad. Mientras nosotros somos fieles a aquellos sentimientos de amor, ellos logran deshacerse con facilidad de todo esto. Eres patético, tanto capricho que tuviste con ella y ahora anda feliz tomaba del brazo de Rier Hanton.

Giorgio dio media vuelta e ingresó al salón para relacionarse con otros regentes. Yo aproveché el momento para ir a uno de los pasadizos que usaba el servicio. Necesitaba tomar aire, la sensación de tenerla tan cerca, pero a la vez tan lejos era completamente agobiante.

Yo la amaba, y la distancia lo único que había provocado era que mi amor se intensificara mucho más. Pero verla actuar y hablar con tanta naturalidad sobre su matrimonio me lastimaba enormemente.

¿Y si en realidad se había olvidado de mí?

Tiré de mi cabello hacia atrás con frustración, cerré los ojos y apreté los puños a cada lado de mi cuerpo, y suspiré pausadamente para tranquilizarme por completo.

—Por tu expresión, intuyo que no esperabas que viniera —dijo Jaft, tomándome por sorpresa.

Abrí los ojos y lo observé de soslayo. Traía puesto un traje de color negro con apliques azules, al igual que sus ojos, y la camisa que traía era similar a la de Giorgio, pomposa por donde quiera que la miraras.

—Siendo franco, no. No pensé que ella vendría.
—¿Qué esperabas Zefer? Sabes cómo es nuestro padre, disfruta torturándote.
—Sí, es su pasatiempo favorito —suspiré sintiéndome hastiado—. Sabía que existía una pequeña oportunidad de que ella apareciera, pero quería creer que no lo haría. No sé como haré para pararme frente al resto y fingir que todo está bien.
—Deberás hayas la forma de hacerlo, porque no quisiera ver a nuestro padre enojado, ya sabes como es él.
—Lo sé, y no ando de humor para estarlo aguantando.
—Bueno, reponte rápido, que ya es momento que la ceremonia de inicio.

Tras decir esto Jaft volvió a irse al salón. En cuanto se fue volví a cerrar los ojos y respiré con tranquilidad. Lo único que deseaba es que el día terminara rápidamente.

Para cuando estuve completamente tranquilo entré al salón. La gente volteó a observarme mientras me dirigía a la parte superior del estrado, donde ya se encontraba el encargado de llevar a cabo la ceremonia.

En cuanto estuve en la parte alta observé al frente, pero cuando los músicos comenzaron a tocar los violines, el ruido de las illas me indicó que Celine ya estaba entrando.

Giré y la vi debajo del umbral de la entrada. Contrario a todo protocolo, ella estaba sola, no había ni rastro de Polakov por ninguna parte. La gente comenzó a murmurar, pero conforme ella iba avanzando en la alfombra, los murmullos se fueron disipando.

Aproveché la situación para buscar a Clematis con la mirada, y cuando finalmente la encontré, me di con la sorpresa de que ella ya me había estado mirando posiblemente desde hace mucho tiempo atrás.

De alguna extraña manera el tiempo volvió a detenerse. A su lado siempre sentía eso, y esa hermosa sensación no había disminuido si quiera un poco. Pero fue Celine quien me devolvió a la realidad, ya que adrede pisó uno de los escalones de madera para llamar mi atención.

El predicador comenzó con la ceremonia habitual, y conforme iba hablando, Jaft y Eleonor comenzaron a acercarse hasta nosotros. Al igual que en su boda, cada uno de ellos portaba un objeto simbólico: Las capas, y los anillos.

—Prometo ser tu protector hasta el final de mis días. Nunca dejaré... —conforme hablaba se me hacía más difícil continuar—. Nunca dejaré que nada malo te pase porque eres la compañera que elegí hasta el final de mi vida —diciendo esto tomé la capa que traía Eleonor y la coloqué sobre los hombros de Celine.
—Prometo ser tu fiel compañera porque eres a quien elegí hasta el final de mis días. Siempre estaré acompañándote y apoyando cada decisión que tomes —tras decir esto ella tomó la capa restante y luego estiró los brazos para poder ponerla sobre mis hombros.
—Ahora, los anillos —dijo el predicador, Jaft los extendió en nuestra dirección y ambos tomamos uno.
—Siempre he de protegerte —exclamamos ambos al unisonó mientras los colocábamos sobre nuestros dedos.
—Lo que Kyros ha unido prevalezca hasta el final de sus vidas, Zefer Wolfgang, y Celine Wolfgang, ya pueden simbolizar su unión con un beso.

Ambos nos miramos con evidente incomodidad. Sabíamos de antemano que tendríamos que hacer esto, pero eso no quitaba el hecho de que ninguno quisiera hacerlo. Y mis pocos deseos de continuar con la farsa habían desaparecido desde hace ya varios minutos cuando vi a Clematis entrar.

Al ver que no planeaba moverme, y siendo consciente de que el resto nos estaba observando, Celine suspiró pesadamente, blanqueó los ojos, y luego se acercó a mi de golpe mientras unía sus labios con los míos.

La gente aplaudió con emoción cuando ella poco a poco se fue separando, y únicamente me mantuve allí quieto, sin ser capaz de decir algo. Los sirvientes ya habían comenzado a retirar todas las sillas para dar el primer baile, y mientras iban haciendo esto, Giorgio de un momento a otro se colocó más al frente y alzó la voz.

—¡Esperen!

Los músicos dejaron de tocar y todos los presentes lo observaron completamente desconcertados. No entendía que era lo que estaba pasando, de hecho, nadie sabía que era lo que estaba planeando.

—Sé que no es costumbre en este tipo de celebraciones —una enorme sonrisa estaba plasmada sobre su rostro—. Pero es la ceremonia de mi menor cachorro, y no puedo evitar ponerme algo... sentimental —el público rio— Como bien sabrán, él antes estuvo comprometido con una humana, la cual se encuentra presente el día de hoy —todos los nobles comenzaron a conversar en voz baja, pero lograba oír a la perfección los comentarios burlones hacia ella—. Por favor, regente de Wyrfell, Clematis Garyen ¿Sería tan amable de subir y decir algunas palabras felicitando a la nueva pareja?

Fue inevitable que a algunos se les escapara una pequeña risa, las Hanouns se tapaban la boca para evitar ser descubiertas, mientras que los Hanouns disimulaban tosiendo un poco. Rier tenía la mirada completamente neutral, Clematis de igual manera, él tan solo volteó a observarla para decirle algo al oído, ella asintió y seguidamente se puso de pie.

Observé a Giorgio con ira, esta al darse cuenta de la pesada mirada que le estaba dirigiendo simplemente se encogió de hombros restándole importancia.

—Esto no fue parte del trato —murmuré entre dientes.
—Es un pequeño regalo de mi parte, querido hijo. De esta manera, estarás completamente libre de esa humana —me respondió y aquello solo generó que deseara con más fuerza que Giorgio muriera de alguna forma dolorosa.

Ella camino hasta donde nos encontrábamos sin mirar a nadie. Sus pisadas eran firmes, su rostro se mantenía viendo hacia el frente, pero cuando estuvo cerca de nosotros, nuestros ojos volvieron a encontrarse

—Agradezco inmensamente al regente Giorgio Wolfgang por brindarme esta maravillosa oportunidad de felicitar a la ahora nueva pareja.

Como ex prometida del joven Zefer, me siento feliz de que por fin haya encontrado a alguien que logre entenderlo a la perfección. De buena fuente sé que tiene un carácter algo complicado —ella rio ligeramente, y pese a que tenía una sonrisa en el rostro, su mirada revelaba que estaba recordando algo del pasado—. Así que, señorita Celine —esta vez la observó—, téngale paciencia, Zefer es una buena persona. De corazón espero que ambos sean muy felices.

Todos enmudecieron de repente, y era algo lógico, esperaban que Clematis estuviera asustada, que llorara o se rehusara a subir, pero demostró todo lo contrario.

—¡Que vivan los esposos! —elevó la voz y todos respondieron de la misma manera.

El rostro de Giorgio era un verdadero poema. No esperaba en lo más mínimo que ella actuara de aquella forma, incluso hasta a mí me había sorprendido

—¡Que los esposos se besen! —gritó Giorgio, y todos secundaron su petición. Clematis simplemente nos observaba sonriente.

Sentía deseos de llorar de impotencia. Quería huir de este lugar con ella y no volver más.

Tanto Celine como yo tuvimos que repetir aquel deplorable espectáculo mientras ella nos observaba. El público aplaudió al igual que ella, y Giorgio aunque tratara de disimular el fastidio que sentía, simplemente no lo estaba logrando.

Clematis, que ya había terminado con su labor, hizo una leve reverencia en nuestra dirección y volvió a dirigirse a su asiento. Al llegar, Rier volvió a decirle nuevamente algo al oído y ella asintió con una sonrisa cabizbaja.

En cuanto la ceremonia terminó dio inicio al baile, como era tradición, nosotros seriamos la primera pareja. Los invitados se pusieron en una ronda y comenzaron a observarnos mientras aplaudían.

—Buen trabajo —me dijo de manera pausada mientras me observaba.
—Gracias, supongo...
—Escucha, estoy segura que te sientes mal por lo que dijo Clematis, pero pienso que ella hizo lo mejor que pudo allá arriba.
—Ha pasado un tiempo desde que no la he visto... Pero hoy no logre reconocerla, la Clematis que conocía no estuvo aquí hoy.
—¿Qué esperabas Zefer? —me preguntó con algo de molestia en su voz—. Ella ya perdió demasiado, perdió a su hijo, piensa que te perdió a ti. El cómo es ella ahora solo demuestra que ha tenido que endurecer su carácter a la fuerza.
—¡Eso lo entiendo perfectamente! Pero el verla..., tan fría y distante, solo aumenta mi malestar. Sí, siento miedo y no tengo vergüenza de decirlo. Tengo miedo de que cuando todo esto termine, ella ya no quiera volver a mi lado.
— Por eso te lo dije, en cuestiones así, los sentimientos solo entorpecen la razón. Mira, te haré un favor ¿Sí? tómalo como un regalo de bodas. Distraeré a Giorgio, hay demasiada gente como para que se dé cuenta de algo, ve a verla.
—¿Harías eso por mí?
—Desde luego, estamos juntos en esto, al menos hasta que todo termine, así que tenemos que apoyarnos mutuamente —Celine se apegó a mí y discretamente colocó un frasco dentro de mi bolsillo—. Úsalo, me imagino que ya sabes lo que es.
—Gracias —le sonreí e inconscientemente la elevé del suelo para darle una vuelta—. En verdad te lo agradezco.

Cuando terminó nuestro baile la gente fue pasando poco a poco al centro con sus parejas. Celine me hizo un gesto con la cabeza y fue a entretener a Giorgio. Polakov, que finalmente había aparecido se puso de pie y prácticamente siguió a su hija, pero al ver que estaba conversando con su nuevo padre, simplemente desvió su camino y fue en dirección a los servicios.

Me perdí entre la multitud, y una vez que estuve un poco más alejado me coloqué todo el frasco encima del cuerpo. Busqué a Rier y a Clematis, pero únicamente logré verlo a él conversando con unos comerciantes.

En cuanto me acerqué él, intuyendo que era lo que quería preguntarle, con un gesto de la cabeza me indicó que había salido al jardín.

—Ten cuidado con lo que hagas —fue lo único que me advirtió antes de alejarme.

Esquivé a la gente lo mejor que puse y me acerqué a la puerta, esta se encontraba ligeramente abierta, al salir, la vi a ella de espaldas observando el inmenso árbol que había al centro. Cerré la puerta a mis espaldas, el sonido logró llamarle la atención, ella volteó a observarme y ambos nos quedamos en silencio.

—Hola... yo... quería verte —en cuanto le dije esto ella se tensó.
—Hola, joven Zefer... ¿Por qué deseaba verme? —me preguntó cortante mientras sujetaba sus brazos—. Considero que no es apropiado que los dos nos encontremos solos en estos momentos. Usted es alguien casado y yo estoy comprometida, daremos pie a que comenten cosas que no son ciertas.
—Yo solo... necesitaba hablar contigo.

Diciendo esto di un paso al frente, pero ella dio uno atrás. Agachó el rostro y cuando volvió a mirarme me dedicó una mirada fría y tosca. Me estaba observando de una manera como nunca antes había echo.

—Perdone mi atrevimiento, pero considero que... ninguno de los tiene algo de que hablar —ella se inclinó haciendo una reverencia—. Si me disculpa, necesito volver junto a mi... futuro padre.

Ella pasó por mi lado, pero antes de que pudiera alejarse más la sujeté de la muñeca y la obligué a observarme. Su cuerpo había vuelto a tensarse.

—¿A que quieres jugar, Zefer? —preguntó en un hilo de voz.
—Yo no estoy...
—Lo estás —dijo con la voz quebrada, al verla sus hermosos ojos se encontraban conteniendo las lágrimas—. La última vez que estuve aquí fuiste claro. Me apartaste, y yo decidí respetar tu decisión.

Ella trató de soltarse, pero con delicadeza la apegué a mi pecho. Mi corazón latía como loco, y aunque se mostrara rehacía al contacto, podía sentir como sus latidos eran iguales a los míos.

—¿Cuánto más daño quieres causarme? —preguntó— Zefer, suéltame o voy a gritar.

Simplemente no quería hacerlo. No quería que este momento terminara, no quería volver a sentir la ausencia de su cuerpo entre mis brazos.

La observé y ella entre abrió los labios. Ambos estábamos llorando. Sus mejillas estaban rojas, y mientras las lágrimas seguían el curso en nuestros rostros, yo poco a poco me fui acercando.

Mi nariz rozó su piel. Sus labios carnosos y rosados se veían más apetecibles que nunca. Ella no se movió, no trató de apartarme, así que decidí continuar con lo que estaba haciendo. Nuestros labios terminaron unidos. Comencé a besarla con ternura. Quería que ella sintiera verdaderamente como me sentía en esos momentos, necesitaba decirle aquello de lo que no podía hablar.

Cuanto la había extrañado.

Cuando había deseado volver a repetir esto.

Nuestra respiración se volvió escasa. En cuanto me separé ella observó al suelo, colocó sus manos a la altura de mi pecho y marcó distancia entre los dos. Cuando traté de sujetarla nuevamente ella alzó la mirada y me observó dolida. Su palma terminó impregnándose en mi rostro y la zona no tardó en comenzar a arder producto del golpe.

—¿Qué pensaste, Zefer? ¿Qué con besarme volvería a caer rendida a tus pies?

La observé perplejo. Ella sujetó sus brazos con fuerza, y aunque trataba de mostrarse enojada, podía ver perfectamente como estaba temblando.

—No vuelvas a hacerlo —dijo de forma tajante—. Te di lo que quisiste. Me pediste que me marchara y así lo hice. Ambos continuamos con nuestro camino, y ahora, tu eres alguien casado.
—¿En verdad crees que esto lo hice por amor? —le pregunté de forma calmada—. Yo todavía te sigo amando.

En cuanto le dije esto ella volvió a observarme, momentáneamente vi la duda en su rostro, pero en cuestión de segundos ella volvió a ponerse a la defensiva.

—¿Me amas? —dijo con sorna—. Dices amarme, pero me alejas. Dices amarme, pero no confiaste en mí.
—Clematis...
—¡No! Ahora tú vas a escucharme a mí —mientras lloraba ella apretaba sus brazos con fuerza. Temblaba, pero no me permitía acercarme—. No tienes idea por lo que he tenido que pasar.

La tengo. Te vi ese día —me dije a mi mismo, incapaz de confesarlo.

—No creas que las cosas siguen siendo igual que antes, Zefer. Yo cambié, y tú... también cambiaste. No creo poder volver a lo que fuimos alguna vez.

Diciendo esto ella me dio la espalda. Sentí como mi corazón acababa de romperse en miles de fragmentos. Pero la entendía a la perfección. Yo había sido el principal culpable de que ella hubiera sufrido tanto durante todo ese tiempo.

Y ser consciente de eso, dolía.

—Algo peligroso está por pasar —le dije—. Clematis, posiblemente no me creas, pero... aquellas cosas que me vi forzado a hacer fueron solo para protegerte. Eres lo más importante en mi vida —confesé—. Quiero que lo tengas presente. Y también quiero que sepas lo siguiente, cuando todo esto termine, volveré por ti. No me importa cuantas veces me alejes, voy a luchar por restaurar aquella relación que tuvimos y que yo mismo me encargue de sabotear. Te amo.

Y diciendo esto, ella se marchó sin más, dejándome completamente conmocionado debajo de aquel árbol, a la luz de la luna.

Me odiaba a mi mismo por ser tan cobarde. Cargaba demasiada culpa en mi interior y era incapaz de sincerarme al cien por ciento con ella. Tenía tanto por decir, pero todavía no era el momento de hacerlo.

La única forma de que ambos pudiéramos vivir en paz era cuando lográramos vencer a Giorgio. Solo en ese instante volvería a buscarla porque ella representaba mi todo. Le debía demasiado. Por ella me volví la persona que soy hoy en día y yo tenía que devolverme todo el amor que en un momento ella me dio.

Al volver dentro de la fiesta, vi a Celine y a Giorgio en el centro de la pista. La gente aplaudía, estaban emocionados, Giorgio nunca bailaba en las celebraciones, así que ese era un espectáculo digno de ver.

—Zefer.

Jaft colocó una mano sobre mi hombro y me observó preocupado, con un gesto de la cabeza me pidió que lo siguiera y yo inmediatamente obedecí

—¿Qué paso? —le pregunté a sus espaldas.
—Ven, este no es lugar para conversar.

Ambos seguimos caminando y llegamos al pasadizo del servicio, lejos de la bulla y la gente, Jaft volteó a observarme, al parecer estaba buscando ordenar sus ideas para comenzar a hablar.

—Encontramos a la gemela, al parecer está en el límite de las fronteras entre Creitos y el terreno inhabitable.

Tras escucharlo pude ver un pequeño halo de esperanza. Por fin después de tanto tiempo teníamos una ubicación.

—¿Estás seguro? —le pregunté mientras sujetaba sus brazos.
—Desde luego, la fuente es confiable, no te imaginas lo que tuve que hacer para poder obtener esta pista —conforme hablaba, Jaft colocó una de sus manos sobre mi hombro y lo apretó con fuerza—. Escucha, sé que te acabas de casar, pero lo mejor es que partamos el día de mañana. Nos va a tomar bastante tiempo llegar a ese punto por culpa de las lluvias, y pasan más días, posiblemente perdamos la pista.
—No te preocupes, mañana mismo estaré listo para partir.

Sin contener la alegría terminé abrazando a Jaft, era la primera vez en toda mi vida que lo hacia. Ni siquiera recuerdo haberlo hecho en algún momento cuando éramos niños

—Te prometo que encontraremos al asesino de tu hija —me dijo, y yo asentí.
—¡Muchas gracias por todo esto, hermano! En verdad, te debo la vida.
—Aun no me lo agradezcas, Zefer —dijo mientras palmeaba suavemente mi espalda—. Ya verás que todo esto acabara pronto. 


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