CAPÍTULO III: Sin sacrificio no existe victoria.


ZEFER

Podía jurar en ese momento que la habitación comenzó a moverse bajo mis pies. Retrocedí algunos pasos y traté de mantener la compostura, pero el esfuerzo parecía ser inútil. Por suerte, el curandero estaba tan ocupado tratando a la paciente que ni siquiera reparó en mi presencia.

Salí de aquel cuarto y los dejé completamente solos. Sentía claramente como un nudo estaba situado justo debajo de mi garganta, y la presión que se ejercía en esa zona, era algo que me impedía pasar saliva o respirar con normalidad.

De un momento a otro la pequeña cabaña parecía estarse encogiendo así que me vi obligado a salir a tomar algo de aire fresco.

Quizás si alguien me viera en este momento pensaría que mi reacción es exagerada —¿Pero cómo podía mantener la compostura ante tal revelación? —. Estuve errado durante todo este tiempo, Eleonor me vio la cara desde el primer momento y manipuló las cosas a su antojo para atraparme en sus redes.

Me usó y me sujetó tan fuerte que prácticamente me asfixiaba con su simple presencia.

—¿Por qué jamás me di cuenta de esto? —pregunté a medida que sujetaba mi cabeza.

Era alguien en verdad patético.

El remordimiento por todo lo que pasé junto a Eleonor generaba un escozor en mi piel, era casi como si alguien me hubiera puesto dentro de las flamas de una fogata. Pero aquellos recuerdos que venían hacia mí fueron desplazados casi de golpe ya que una pregunta se instaló en mi mente.

—¿Qué pasó con ella?

Si en verdad Eleonor había usurpado el lugar de su gemela, era más que probable que ella hubiera hecho algo para quitarla del medio.

Me quedé parado observando el suelo y tratando de pensar.

—¿Por qué sus padres nunca dejaron salir a ambas al exterior?

Nadie del pueblo sospechó nunca que Arlet y Preston tuvieran dos hijas. Nunca nadie las vio a ambas transitar con libertad por las calles.

—Zefer ¿Qué te sucede?

La voz de Jaft me tomó por sorpresa. Giré lentamente para poder observarlo, y este se mostró aparentemente preocupado por la expresión que yo traía en el rostro. Abrí la boca para poder responderle, pero las palabras se negaban a salir de forma coherente. Él simplemente me observaba mientras trataba de descifrar que era lo que me pasaba.

—¿Pasó algo con la híbrida? —me preguntó, y yo negué con la cabeza— ¿Entonces porque estás tan pálido?
—Jaft... —él alzó las cejas a medida que se cruzaba de brazos—. Quizás suene como algo descabellado lo que estoy apunto de preguntarte, pero necesito corroborar algo.
—Habla —me dijo con calma mientras ladeaba ligeramente el rostro.
—¿Alguna vez Eleonor te mencionó que tenía una gemela?
—¿Una gemela? —luego de escucharme bajó los brazos— ¿Te golpeaste la cabeza? —preguntó—. Ella es hija única. Ambos sabemos a la perfección cuál era su núcleo familiar.
—Te puedo asegurar que me encuentro tan perplejo como tú.
—¿Quién te ha dicho tal disparate?
—La híbrida del burdel me dijo que la persona que ocasionó el incendio fue la hermana gemela de Eleonor.
—No tienes sentido lo que me estás diciendo —dijo mientras soltaba una risa nerviosa— ¿Ella no habrá confundido las cosas?
—Jaft ¿Con que fin ella diría eso?
—No lo sé... aunque para ser franco, el asesinato de los padres de Eleonor y la masacre que ha habido en el burdel poseen el mismo modus operandi.

Ambos nos quedamos en silencio y analizamos la situación. La única forma de saber la verdad era revisando los archivos de natalidad, y por la expresión que colocó Jaft en su rostro, podía intuir que estaba pensando exactamente lo mismo.

—Necesito llegar a la carceleta —le dije, y él asintió.
—Ve, me quedaré con ella y cuando despierte comenzaré a interrogarla.
—De acuerdo, cuídate, Jaft.

El aroma de la madera calcinada se percibía fuertemente en el aire, pero aquel hedor de humo asfixiante, no era nada comparado a la sensación tan sofocante que sentía dentro del pecho.

Comencé a correr en dirección a aquel edificio, y al llegar, no pude ver a ni un guardia. Suspiré cansado, luego escuché atentamente y pude distinguir sus voces en una sección muy apartada del lugar. Estaban descansando en la sala común. Algunos limpiaban sus implementos oficiales, otros únicamente estaban allí prácticamente echados sobre los sillones avejentados que estaban ubicados en las esquinas.

Carraspeé con fuerza la garganta para llamar su atención, y en cuanto me vieron parado bajo el umbral de la puerta más de uno palideció. Prácticamente se tiraron al piso y se acercaron corriendo. El más viejo, quien era el encargado del lugar, se acercó hacia donde me encontraba mientras sujetaba sus manos nerviosamente.

—Amo Zefer ¿A qué debemos esta inesperada visita?
—Necesito ver unas actas de nacimiento —le dije de forma cortante. Era increíble creer que esta gente estaba acá holgazaneando y no en el pueblo ayudando— ¿Las guardan aquí?
—¿Las actas? Sí, desde luego. Por favor, acompáñeme.

El edificio por dentro se veía muy avejentado. Las lamparillas de aceite tenían las rejillas y los vidrios tan deteriorados, que ni siquiera encendidas podían brindar algo de iluminación al lugar.

El sujeto me llevó escaleras arriba, luego me dirigió hacia una de las puertas que se encontraban al final de todo, y tras buscar las llaves dentro de su bolsillo, abrió la puerta.

El lugar se veía en verdad pequeño. Los registros eran cuidadosamente documentados dentro de unas gavetas de madera, las cuales, llegaban hasta casi el techo. El lado izquierdo de estas era de color azules, y las que estaban justo al frente poseían una tonalidad marrón.

—¿Todos los registros están aquí? —pregunté, el asintió.
—Sí, amo Wolfgang. Para poder distinguirlos con facilidad los tenemos separados en dos grupos. Los azules son para los Hanouns, y los marrones para los híbridos y humanos.
—Necesito ver el acta de nacimiento de Eleonor Wolfgang.
—¿De la ama Wolfgang? —asentí— Bueno, es por aquí, los registros de ustedes los tenemos en un lugar más organizado.

El sujeto caminó hasta ubicare cerca de la ventana, allí, sobre una mesa antigua había una pequeña gaveta de apenas tres cuerpos, que a diferencia del resto, estaba bañada en pan de oro y traía el emblema de mi familia justo en el frontis.

—Estas gavetas contienen todas las actas de la rama Wolfgang. Los regentes y su descendencia son los de la derecha, y los nobles directos son los de la izquierda.

Luego de abrir la gaveta tomó la ruma de papeles de lo noble de mi casta y los colocó sobre la mesa.

—Puede que... necesite algo de ayuda —dijo luego de mirar la pesada ruma de papeles.

Asentí y tomé la mitad de la pesada ruma para comenzar a ojear los papeles uno por uno. La rama Wolfgang de My—Trent había sido bastante extensa y variada, éramos una de las naciones con más descendientes de nobles pura sangre poseían.

Tardamos varios minutos, buscando papel por papel, pero cuando estaba a punto de perder la esperanza, él prácticamente dio un brinco de alegría en cuanto encontró el papel.

—¡Este es, amo Zefer!

El guardia extendió el documento en mi dirección y con las manos temblorosas lo tomé con firmeza. El nombre de Arlete y Preston figuraba justo en el inicio del documento, y aparentemente todo parecía ser normal, pero tras leer algunas líneas más abajo un pequeño detalle llamó mi atención.

—¿Quién escribió este documento? —le pregunté al guardia, este ladeó la cabeza.
—Si la memoria no me falla, me parece que fui yo.

Coloqué el documento justo al medio de ambos y con el índice señalé la fecha en la que inscribieron a Eleonor.

—¿Por qué vinieron a registrarla cuando cumplió las ocho lunas?

El sujeto pestañeó varias veces y luego alternó su vista entre el papel y yo.

—Para ser franco amo Zefer, yo me realicé la misma pregunta que usted en ese momento.
—¿Cuál fue la justificación que dieron?
—El noble Preston Wolfgang me dijo que tanto su esposa como su hija, no gozaban de buena salud durante los primeros años, es por eso que no había podido inscribirla antes.
—No tiene sentido, incluso los hijo de los nobles que han fallecido fueron inscrito a los días de haber nacido.
—A mí tampoco me resultó muy creíble en su momento —dijo con cierto deje de incomodidad—. Pero entienda un poco mi situación... soy un simple guardia, ellos son nobles, no puedo preguntar las cosas como me plazca, solo puedo callar y acatar las órdenes.

Me quedé en silencio mientras releía el documento, el guarda, al entender que necesitaba estar solo para poder pensar con normalidad, decidió salir del archivero.

—Estoy seguro que la conocí cuando ella tenía ocho lunas... —dije en voz alta mientras observaba un punto fijo de la pared—. Eso quiere decir que, luego de conocerla ¿vinieron a inscribirla?

Luego de meditarlo una idea descabellada vino a mi mente.

Quizás el objetivo de Arlet y Preston era que una de sus hijas lograra establecer algo con una persona de status alto. Eso podría indicar que ambos únicamente vieron a sus hijas como un medio para obtener dinero de manera rápida.

—¿Pero porque solo una? —me cuestioné a mi mismo— Si ese hubiera sido su propósito ¿No hubiera sido mejor que ambas hubieran encontrado prospectos ideales?

Y mientras balbuceaba para buscar más teorías, recordé a la híbrida en el burdel de Fiora. No había sido mi imaginación, no fue la sensación de despecho lo que me hizo imaginar a Eleonor allí conmigo en ese momento. Ni siquiera fue el alcohol que Fiora me dio. Elinor estuvo todo este tiempo atrapada en ese lugar, y Fiora era ahora la única persona que me podía dar las respuestas a aquellas interrogantes.

Mis pensamientos se vieron pausados de forma brusca, alguien había comenzado a gritar de forma desesperada desde el sótano de la carceleta. Guardé el documento y salí corriendo por la puerta, di unas zancadas largas para llegar con rapidez a las escaleras, y una vez que estuve en el primer piso, me dirigí hacia el sótano de la carceleta.

—¡Llamen a nuestro curandero! —escuché que gritaba uno de los guardias.

Conforme me acercaba escuchaba los gritos ahogados de una mujer, y cuando llegué a la celda donde estaba el tumulto de personas, me di cuenta que la causante de tal alboroto era Fiora.

Los guardias trataban de soltarle los grilletes que la mantenían aprisionada contra la pared, pero la tarea se veía entorpecida ya que Fiora no dejaba de moverse y gritar. Para cuando por fin lo consiguieron, ella abrió la boca y una gran cantidad de sangre emergió desde adentro.

El guardia que tenía a la izquierda rasgó la manga de su camisa y se la metió dentro de la boca, el otro, extendió el cuerpo de ella sobre el suelo mientras trataba de impedir que se siguiera moviendo.

Fiora no escuchaba a nadie, lo único que hacía era gritar de forma ahogada mientras buscaba la manera de liberarse.

—¿¡Pero qué demonios ha pasado!? —grité desde atrás y uno de los guardias que se encontraba en la entrada de la celda volteó a observarme.
—¡No lo sabemos, amo Zefer! —respondió él con prisa— Cuando llegamos ella ya estaba gritando y golpeaba su cabeza contra la pared —el sujeto extendió una pequeña hoja en mi dirección y la sujeté con rapidez—, frente a ella estaba este papel..., no sabemos quién pudo haberlo puesto allí.

El pequeño trozo de papel no tenía remitente, ni mucho menos brindaba algún indicativo de quien había podido hacerle eso a Fiora. Lo único que estaba plasmado con letra roja era una pequeña frase: Primer aviso, dependerá de ti el desenlace final.

—¡No lo sé, amo Zefer! Para cuando bajamos, ella ya estaba así, abría la boca desesperada mientras la sangre no dejaba de salir.

La espera del curandero que ellos tenían se hizo eterna, Fiora no dejaba de moverse ni de gritar, y pese a que los guardias tenían más fuerza que ella, lo movimientos bruscos que ella hacía estaban agotando físicamente a los otros sujetos.

Para cuando finalmente el sujeto llegó sacó de su bolsillo un pequeño frasco de color marrón, tomó su pañuelo, y luego de empaparlo hasta que el líquido de este prácticamente chorreaba por las esquinas, se acercó con prisa a Fiora y colocó la tela sobre su nariz. Gracias a esto Fiora comenzó a dejar de moverse poco a poco, y solo en ese instante los guardias pudieron dejar se sostenerla con tanta fuerza.

—¿Cuánto tiempo lleva en este estado? —les preguntó a la par que retiraba el trapo empapado en sangre que le habían metido en la boca.
—No lo sabemos Julius, nosotros bajamos porque escuchamos que gritaba, pero al acércanos, simplemente abría la boca y no emitía sonido alguno.

El sujetó abrió la boca de Fiora y una expresión de asombro salió de sus labios. Miró a los guardias, y luego su vista reparó en mí.

—Le han cortado la lengua —soltó finalmente mientras recibía su maletín por parte de otro de los soldados—. No puedo volver a coserle la lengua, podría generarle una infección generalizada si lo hiciera, sin embargo, he de pedirles que busquen el músculo cercenado.

Todos asentimos mientras caminábamos con cuidado mirando fijamente el suelo. La rabia e impotencia se apoderó de mí, claramente quien le había hecho esto a Fiora, era consciente de que ella sabía muchas cosas y buscaba silenciarla de una u otra forma.

Luego de algunos minutos uno de los guardias encontró la lengua tirada en una esquina, exactamente cerca de las escaleras.

—La encontré —dijo mientras lo tomaba con un pañuelo.

El curandero le pidió que se la llevara, y luego de analizarla minuciosamente, lo único que hizo fue negar con la cabeza.

—¿Por qué la tenían atada de manos? —les pregunté mientras ellos agachaban la mirada— Ni siquiera a los ladrones los apresamos de esta forma.
—No busco justificarlos —intervino el curandero—. Pero a los días de que Fiora llegó, trató de suicidarse, ella misma se rebanó las muñecas con sus garras. Desde ese día fui yo quien sugirió que se la atara de manos y únicamente se la soltara para que pudiera comer sus alimentos.
—¿Nunca habló con alguien del porque fue su intento de suicidio?
—Fiora nunca quiso contarme que era lo que estaba pasando. Ese día, mientras le estaba salvando la vida lo único que alcanzó a decir fue: Vive, por favor.

Los presentes nos quedamos en silencio. El curandero, una vez que terminó de suturar la herida de su lengua, cerró su maletín y se puso de pie.

—Lo que me alarma, es que la persona que se infiltró dentro de la celda, no dejó ni rastro de su olor.

Y aquel sujeto tenía razón, aunque todos estuviéramos a una distancia corta, no éramos capaces de distinguir ni un solo aroma.

La persona que hizo esto sabía la fórmula que usaban los humanos para atontar nuestro sentido del olfato.

—Esto es en verdad frustrante —dije mientras tiraba de mis cabellos hacia atrás.

Lo que acababa de pasar libraba a Fiora completamente de cualquier vinculación con el asesinato de los padres de Eleonor. Quien la silenció sabía que tarde o temprano, alguien vendría a preguntarle directamente a Fiora la verdad, y claramente quien sea que haya planeado todo esto, no podía dejar que eso pasara.

—Esto es extraño —habló el médico mientras la examinaba por completo—. Dudo mucho que si ella hubiera visto a su atacante no hubiera pedido auxilio, estaba encadenada, no amordazada.
—Solo escuchamos el grito, no la oímos conversar previamente con alguien.

El curandero analizó a detalle el cuerpo de Fiora en busca de algún indicio, y se llevó una enorme sorpresa al ver su cuello. Justo al lado izquierdo de este, había un orificio del cual brotaba un poco de sangre, en ese momento él volvió a abrir su maletín, tomó unas pinzas de metal e introdujo la punta dentro de la herida, luego de escarbar apenas un poco, finalmente extrajo lo que parecía ser una punta de metal de aproximadamente cuatro centímetros.

—¿Ustedes la sedaron —le preguntó a ambos guardias, quienes se miraron igual de sorprendidos.
—No, no sabemos aplicar tranquilizantes, como le digo, únicamente bajamos cuando ella comenzó a gritar.
—¿Qué fue lo que vieron en cuanto llegaron?
—Pues ella estaba estática, su cabeza estaba hacia arriba y sus ojos parecían prácticamente volteados, no se veía nada más que el color blanco —dijo uno.
—Luego su mandíbula se cerró con fuerza, como si estuviera mordiendo algo, e inmediatamente comenzó a golpear su cabeza contra la pared.
—Amo Zefer, esta es una punta de dardo, alguien le apuntó a lo lejos con una cerbatana y logró que esta le cayera en el cuello. Posiblemente Fiora haya tratado de pedir ayuda al ver a su atacante, pero me atrevería a decir que lo que sea que le hayan inyectado, era una droga, no un tranquilizante.
—¿Quiénes tienen acceso a la celda? —pregunté.
—Pues todos los que tienen una llave, por lo general siempre las cargamos con nosotros.
—¿Por lo general?
—Bueno, solo las dejamos a un lado cuando dormimos o nos estábamos bañando.

Trataba de mantener la compostura, pero prácticamente se me hacía imposible. La primera vez William les robó las llaves y los implementos, y ahora, el verdadero asesino de ambas masacres aparentemente había hecho exactamente lo mismo. Sabían que nuestra guardia estaba conformada, en su gran mayoría, por gente ociosa y fácil de robar.

—De momento les pediré que me proporcionen una cama para ella —hablé tratando de sonar lo más calmado posible, pero mi tono de voz me delataba—. Quiero que haya una permanente vigilancia —enfaticé las palabras con sumo cuidado— Llévenla al único cuarto de este lugar que no tenga ventanas, y donde la única forma de entrar sea una sola puerta ¿Quedó claro?

Los guardias, que ahora temblaban de miedo, asintieron rápidamente y fueron a levantar con cuidado el cuerpo de Fiora hacia los dormitorios de la primera planta.

—Necesito que llames al dibujante —le dije al encargado del lugar, este asintió.

El sujeto no tardó demasiado en llegar, y una vez que estuvo frente a mí, alistó todos sus implementos para comenzar a trabajar de inmediato. Necesitábamos encontrar a Elinor, ella era la única persona que podía esclarecer de una vez por todas todo este misterio.

—Necesito que hagas un retrato de Eleonor y envíes una vyla a cada nación vecina. Pero en el título del anuncio pon lo siguiente: Se busca a Elinor Wolfgang con vida.
—Pero amo Zefer ¿Cómo voy a tomar la imagen de la ama Wolfgang?, me puedo meter en un gran problema.
—Tu solo sigue mis indicaciones —respondí cortante.
—Sí, amo Zefer.

Y al cabo de unas horas, diez vylas volaron en diferentes direcciones a distintas naciones, llevando consigo el cartel de búsqueda.

SENDERO DEL RIO YURIT

La conmoción que se había generado en la aldea Hanoun luego de que se filtrara el hecho de que Arlet y Preston habían tenido dos hijas, que los nobles no hablaban de otra cosa. Los guardias, quienes aún estaban aplacando el fuego del burdel, solicitaron ayuda a sus camaradas y la gran mayoría de ellos, fue finalmente a ayudar.

Poco a poco los cadáveres calcinados e irreconocibles de las híbridas fueron rescatados, pero el grado de quemaduras en sus cuerpos era tal, que resultó imposible poder distinguirlas para darles una sepultura un poco más digna, así que todas terminaron siendo enterradas en la fosa común donde se metían a los humanos.

Una silueta cubierta por una capucha negra caminaba en medio de la oscuridad del bosque, y al llegar a las orillas del rio Yurit, alzó levemente la mirada dejando expuesta únicamente su nariz para buscar a alguien en específico.

Para esa época el rio aumentaba considerablemente su caudal, por lo que nadie se acercaba a ese lugar a menos que fuera estrictamente necesario.

La silueta, al percatarse de la presencia de la persona que estaba esperando, se acercó con prisa hasta posicionarse exactamente atrás de sus espaldas, en ese momento, la persona que estaba sentada sobre una de las piedras se retiró la capa, y la peluca larga de cabello color negro cayó al suelo.

—Buen trabajo —dijo la voz femenina mientras tiraba una bolsa repleta de vidaleons al suelo.

El sujeto prácticamente se abalanzó sobre el dinero y comenzó a recoger las piezas que se habían escapado de la bolsa, sujetó algunos de aquellos trozos valiosos, y fue besándolos a medida que los guardaba dentro del pequeño saco.

—¡Muchas gracias! —expreso el Hanoun con genuina gratitud—. Fue un placer brindarle la información que necesitaba.
—Me alegra saber que cumpliste con tu misión —respondió ella.
—Entonces, el otro mes nos encontramos en el quinto día para el siguiente pago.

En cuanto él dijo esto ella rio a medida que se retiraba la capucha, exponiendo la pequeña cicatriz de su frente. Los ojos bicolores de la Hanoun observaron al sujeto como la peor escoria del mundo, y este, descolocado por el gesto, poco a poco fue apagando la alegría previamente generada por el pago.

—Creo que nuestro trato termina aquí—le dijo con calma, él enmarcó una ceja.
—¿De qué está hablando? —replicó—. Si cancelas el trato hablaré, está tan embarrada como yo.
—Claro que lo sé —rio—. Y sería verdaderamente malo que el resto se enterara la verdad —Eleonor colocó los brazos justo debajo de sus pechos y los alzó ligeramente hacia arriba—. Pero, lo bueno es que desde hoy, solo uno de nosotros sabrá la verdad.

El sujeto acababa de perder los estribos por completo. Nadie se burlaba de él. Llevaba años siendo un asesino a sueldo, había timado a mucha gente y había contribuido con
Eleonor en varias de sus jugadas sucias, así que no estaba dispuesto a que una niña malcriada le viera la cara.

Caminó hasta ella y la sujetó de la garganta con fuerza, pero cuando estaba dispuesto a brindarle un golpe en el rostro para ponerla en su lugar, poco a poco la visión comenzó a fallarle y esto provocó que la soltara.

Eleonor reía, el sujeto por su parte comenzó a sentir como la respiración estaba fallándole poco a poco. Observó sus manos, y estas tenían unas manchas de color moradas que poco a poco se iban expandiendo por toda su piel. Comenzó a toser, y al agachar el rostro vio como unas gotas de sangre se impregnaron en las piedras, temblando, tocó su rostro, y de dio con la desagradable sorpresa de que sus ojos, nariz, oídos y bocas emanaban este líquido carmesí.

—¿Qué me hizo? —preguntó, sabiendo que era su fin.
—Dicen que las personas vienen con un propósito en la vida —respondió ella, evadiendo su pregunta—. Supongo que el tuyo ya se acaba de cumplir. Aunque debo ser franca —ella rio—, sin querer descubrí un potente veneno.
—M... malnacida.
—Gracias por tus servicios, es una lástima que ya no podré volver a emplearlos.

Eleonor caminó hasta un extremo donde previamente había escondido una pala, se acercó hasta el Hanoun, quien aún respiraba con dificultad, y poco a poco comenzó a empujarlo en dirección al rio, y una vez cerca de la rivera, sin pena ni remordimiento alguno, dejó que las embravecidas olas lo arrastraran rio abajo.

—Buen viaje —exclamó sarcástica mientras agitaba una mano en el aire.

Observó los vidaleons regados por el suelo, y antes de marcharse nuevamente, tiró toda la evidencia para que el agua se llevara sus culpas. Tomó el remedio que había hecho ya que el sujeto la tocó, y tras esperar unos minutos y comprobar que nada malo le estuviera pasando, se dirigió nuevamente al palacio.

Eleonor tarareaba en medio de la oscuridad, y cuando se dio cuenta de que el palacio de los Wolfgang ya era visible a lo lejos, se detuvo por unos segundos frente a un tronco que tenía un enorme hueco en el centro. Introdujo la mano, y del interior sacó un pequeño bolso de tela, sujetó unas tijeras que se hallaban dentro y poco a poco se comenzó a cortar de manera irregular todo su cabello, dejándolo únicamente hasta la altura de suelo.

En cuanto vio la mata de pelo regada por la tierra sintió algo de pena, pero el fin justificaba los medios y si quería que todo saliera a su favor, estaba dispuesta a sacrificar lo que con tanto esmero había cuidado durante todos esos años.

Antes de acabar se tiró encima más de la mezcla de mirella y lupre y cuando ya no pudo sentir olor alguno, comenzó a arañar su ropa, su rostro, y sus brazos con sus filudas garras.

—Y si una cae, la otra también caerá, y si una muere... ambas morirán.

Su canto espectral retumbaba en medio del bosque, y las gotas de sangre caían prácticamente al compás de su melodía. Eleonor comenzó a llorar, su pecho subía y bajaba con fuerza a medida que su respiración se entre cortaba.

Y de un momento a otro, comenzó a correr mientras pedía auxilio.

—¡Ayúdenme!

Su grito fue agudo, quien la oyera sentiría como su sangre se helaba. Ella corrió en dirección al palacio mientras tropezaba adrede con las piedras.

—¡Por favor, que alguien me ayude!

Algunos sirvientes que se encontraban en la cocina salieron espantados porque no tenían la menor idea de que era lo que estaba pasando. Ellos, al ver a Eleonor correr con desesperación, totalmente ensangrentada salieron en su auxilio, y una vez que estuvieron cerca, ella se lanzó a los brazos de la primera persona que llegó. Se acurrucó mientras buscaba regular su respiración, los sirvientes comenzaron a gritar y salieron a rodear el perímetro en busca de alguna pista.

—¡Ama Eleonor! —gritó una de las sirvientas espantada— ¿Qué fue lo que sucedió?
—¡Ella era igual a mí! —hipó— ¡Ella era igual a mí!
—¿De qué está hablando? —pregunto otro que no comprendía lo que trataba que decir.
—Había alguien que se veía igual a mí... —lloró con más fuerza.
—¿Qué sucede?

Todos voltearon a ver a Zefer quien se encontraba de pie en la puerta de la cocina, al observar a Eleonor su rostro palideció, ella simplemente agachó la mirada y escondió su rostro en el pecho de la sirvienta, él se acercó con rapidez hacia donde ella se encontraba y la observó con mayor atención, su cabello había sido cortado, sus brazos presentaban arañones profundos, y algunas pequeñas heridas podían visualizarse en su rostro.

—¿Quién te hizo esto, Eleonor? —le preguntó mientras ella despegaba el rostro de la sirvienta y lo abrazaba con fuerza a él.
—Estaba leyendo cerca de la ventana, y vi alguien igual a mi observándome desde la ventana —dijo a medida que temblaba—. ¿Por qué se parecía a mí? —todo su cuerpo tiritaba— Sé que fui tonta pro seguirla, pero necesitaba saber porque era igual a mí.
—¿Ella te hizo esas heridas?
—Sí, llegó un punto en el bosque donde ya no pude sentir su aroma... en ese instante ella se abalanzó sobre mi cuerpo, quiso arrancarme la garganta
—Estaba en el balcón leyendo un libro... y vi que alguien me observaba ¿Quién era ella? —preguntó completamente asustada—. Sé que fui tonta por bajar, pero mi curiosidad me ganó, quería saber quién era esa persona... luego de que la seguí dejé de percibir los olores, y en ese momento ella se lanzó sobre mí. Trató de arrancarme la garganta, pero logré defenderme.
—Eleonor —Zefer acarició su cabeza con gentileza y ella se apegó aún más a él.

Zefer no sabía qué hacer, Eleonor se aferraba a él con fuerza mientras su llanto parecía ser incesable. En esa situación simplemente opto por consolarla lo mejor que pudo, ella terminó empapando el área de su pecho.

La situación era complicada. Eleonor había mentido tantas veces que a Zefer le costaba creerle, pero por primera vez en toda su vida, la Eleonor que se resguardaba entre sus brazos se veía genuinamente afligida.

La pelinegra por su parte despegó un poco el rostro del pecho de Zefer y observó hacia la puerta. Allí, en el umbral se encontraba Jaft, quien ni siquiera se acercó, más que preocupado, se le veía notablemente molesto.

Ella era consciente de que tendría que darle muchas explicaciones cuando los dos se encontraban solos. Después de todo, hasta ese momento había mantenido bajo estricto bajo estricto secreto el tema de su gemela, pero esta era la oportunidad perfecta que durante tantos años había esperado.

Se libraría finalmente de la mala reputación que tenía. 


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